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Gaceta Sanitaria

versión impresa ISSN 0213-9111

Gac Sanit vol.21 no.4 Barcelona jul./ago. 2007

 

IMAGINARIO COLECTIVO

 

De muerte y muertes

On death and deaths

 

 

Marisa Rebagliato

Universidad Miguel Hernández, Alicante, España.

 

 

Alejandra Pizarnik nació en Buenos Aires el 29 de abril de 1936. El 2 de junio de 1961 (a los 25 años, pues), en París, escribe: «Hubiera preferido cantar blues en cualquier pequeño sitio lleno de humo en vez de pasarme las noches de mi vida escarbando en el lenguaje como una loca»1. Murió por una sobredosis autoinducida de barbitúricos (Seconal®, en concreto), un 25 de septiembre de 1972, en Buenos Aires. Catorce años antes de que diera con la muerte, en Hija del viento había dicho:

Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan

En el pizarrón de su cuarto de trabajo, encontraron escrito con tiza:

Criatura en plegaria
rabia contra la niebla

escrito
en
el
crepúsculo

contra
la
opacidad

no quiero ir
nada más
que hasta el fondo
(...)


 
Un año antes de su muerte, durante su estancia en el Hospital Pirovano de Buenos Aires, en su poema Sala de Psicopatología escribe:

(...)
pero le pasó (a Kafka) lo que a mí:

se separó
fue demasiado lejos en la soledad
y supo -tuvo que saber-
que de allí no se vuelve

se alejó -me alejé-
no por desprecio (claro es que nuestro orgullo es infernal)
sino porque una es extranjera
una es de otra parte,
ellos se casan,
procrean,
veranean,
tienen horarios,
no se asustan por la tenebrosa
ambigüedad del lenguaje
(...)
El lenguaje
-yo no puedo más,
alma mía, pequeña inexistente,
decidíte;
te las picás o te quedás,
pero no me toques así,
con pavura, con confusión,
o te vas o te las picás,
yo, por mi parte, no puedo más

A sus 20 años, en el poema Siempre del poemario La última inocencia (1956), refiere:

Cansada de sostener las mismas vísceras
Cansada del mar indiferente a mis angustias
¡Cansada de Dios! ¡Cansada de Dios!
Cansada por fin de las muertes de turno
a la espera de la hermana mayor
la otra gran muerte
dulce morada para tanto cansancio

El tema de la muerte es una apelación permanente en la obra de Alejandra Pizarnik. Según Fontenla2, su libro Extracción de la piedra de locura (1968) «es un libro escrito "en" la muerte [...]. Es difícil encontrar en la literatura un ejemplo semejante, por el grado de intensidad con que la experiencia de la muerte es incorporada a un texto. Así, como El Infierno musical , su último poemario es, a secas, un libro póstumo escrito en vida». Este gran tema de la muerte reaparece en Textos de sombra , recopilación de poemas inéditos publicada por primera vez 10 años después de su muerte:

Esta lila se deshoja.
Desde sí misma cae
y oculta su antigua sombra.
He de morir de cosas así.

No [poder] querer más vivir sin saber qué vive en lugar mío ni escribir si para herirme la vida toma formas tan extrañas.

La noche soy y hemos perdido.
Así hablo yo, cobardes.
La noche ha caído y ya se ha pensado en todo

Ah, la muerte en el imaginario colectivo, claro. La muerte, el gran «tema» de la salud pública, el único argumento -o desenlace- de la obra, de este teatro, de la vida.

De modo que además de vagar por los poemas de Alejandra Pizarnik, publicados muy recientemente en España como «Poesía completa» por primera vez3, mi intención es hablar también de la muerte y de las muertes. Me pregunto por qué hablamos tan poco de algo tan inherente a nuestra propia experiencia vital y tan cotidiano en los imaginarios colectivos. Me refiero en primer lugar a la «gran muerte», la que llega al final del camino, la irrevocable... muerte que, por otra parte, es tal vez la única a la que, no sin cierta prevención, nombramos: muertes evitables, prematuras, ¿eutanasia?, muerte digna, programación legal de la propia muerte, renuncia al tratamiento...4 ¡Vamos todos a morir!, descubren despavoridos en las películas de catástrofes, cuando, vida mediante, pocas realidades son tan irrefutables. Hablo también de las «pequeñas muertes», aquellas que entretejen nuestro devenir cotidiano, nos hacen entrever el otro lado del espejo, descubrir caminos inesperados que se abren en las afueras y en los adentros, caminos que a veces, como Alejandra Pizarnik, decidimos no [poder] querer seguir recorriendo.

Todo esto que intento expresar lo explica muy bien Ángel González en su poema Cumpleaños (de Áspero mundo, 1956)5, y con él os dejo:

Yo lo noto: cómo me voy volviendo
menos cierto, confuso,
disolviéndome en aire
cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños.

Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!

Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.

 

Bibliografía

1. Pizarnik A. Diario. Citado en: De Cicco G. Alejandra Revisited. Disponible en: http://sololiteratura.com/piz/pizrevised.htm

2. Fontenla A. Prólogo a Alejandra Pizarnik, poemas. Buenos Aires: Capítulo; 1982. p. 4. Citado en: Haydee SH. Alejandra Pizarnik: evolución de un lenguaje poético. Disponible en: http://sololiteratura.com/piz/pizarticulos.htm

3. Pizarnik A. Poesía completa. Barcelona: Lumen; 2005.

4. De Benito E. El final de la vida. Echevarría abre la puerta en España a la programación legal de la propia muerte. La mujer, enferma sin posible cura, se benefició de la ley que permite renunciar al tratamiento. El País, 16 marzo de 2007; p. 45 (col. 1-5).

5. González A. Palabra sobre palabra. Barcelona: Seix Barral; 2002. p. 17.

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