Introducción
Durante años, el sueño se ha considerado como una actividad para restaurar la función orgánica1. Empero, sus trastornos han emergido como importantes factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares y mentales2-4.
Según investigaciones internacionales, la prevalencia de trastornos del sueño en adultos fluctúa entre el 37,2% y el 69,4%5,6. En Sao Pablo (Brasil), la prevalencia oscila entre el 31% y el 46,7%7,8.
Estudios epidemiológicos han encontrado una asociación entre los trastornos del sueño y la presencia de patologías crónicas o psiquiátricas (obesidad, hipertensión, diabetes, depresión, ansiedad)2,4,9,10; igual ocurre con el consumo de alcohol, tabaco, drogas o sustancias adictivas (cafeína), y la ausencia de actividad física1,11-13. Las condiciones ambientales y laborales (vivir o trabajar en lugares ruidosos, realizar turnos) también se han asociado con la calidad del sueño14,15. Ser mujer, tener edad avanzada, una condición socioeconómica baja, una mala autopercepción de la salud, no tener amigos y vivir en barrios violentos también se han relacionado con un mal dormir16-19.
A pesar de la alta prevalencia de los trastornos del sueño, y de su asociación con el sexo, las investigaciones en poblaciones estratificadas son escasas, más aún considerando la evidencia de la asociación entre estos y diversas patologías, estilos de vida y factores sociodemográficos, los cuales también podrían vincularse al sexo. Por ello, el objetivo de este estudio fue determinar la prevalencia de la mala calidad del sueño en hombres y mujeres ≥40 años de edad, e identificar factores sociodemográficos, de salud, de estilos de vida y de capital social asociados a ella.
Métodos
Los participantes fueron habitantes de Cambé, Estado de Paraná, Brasil, incluidos en el estudio transversal VIGICARDIO (enfermedad cardiovascular del Estado de Paraná, muerte, perfil de riesgo, terapia medicamentosa y complicaciones), cuyo objetivo fue determinar la prevalencia de factores de riesgo cardiovascular. La edad de corte, 40 o más años, fue elegida por la alta prevalencia de enfermedad cardiovascular y de factores de riesgo cardiovascular en personas de esta edad. Cambé tiene 96.735 habitantes y un índice de desarrollo humano de 0,79320. Los hogares participantes se seleccionaron aleatoriamente entre sus secciones censales, y fueron invitadas a participar las personas ≥40 años. La muestra se seleccionó estratificando por sexo y edad, según la distribución de cada sección censal urbana. Cuando al menos dos residentes de un domicilio cumplían los criterios de inclusión, el entrevistado se seleccionó aleatoriamente. Los datos fueron recogidos por personal capacitado. El tamaño muestral se calculó utilizando Epi Info 3.5.1, considerando una prevalencia esperada del 50% de conductas no saludables y un intervalo de confianza del 95% (IC95%) de tres puntos porcentuales, lo que resultó en 1066 sujetos. Asumiendo un 25% de pérdidas (no identificación de individuos, falta de respuesta), la muestra final la constituyeron 1339 personas. El cuestionario incluyó información de ámbitos sociales y salud, y fue estructurado a partir de instrumentos validados en Brasil. De 1339 encuestados elegibles participaron en el estudio 1180 (81%), y en 967 (82%) se realizó, además, análisis de sangre. Puede consultarse información adicional en Souza et al.20 (fig. 1).
Los participantes dieron su consentimiento informado por escrito. El protocolo de VIGICARDIO fue aprobado por el Comité Ético de Investigación de la Universidade Estadual de Londrina, Brasil.
Sueño
La calidad del sueño se midió con el Pittsburgh Sleep Quality Index (PSQI), que mide la calidad del último mes. Son 19 preguntas autorreportadas y cinco preguntas respondidas por la pareja o compañero/a de habitación del encuestado/a (solo para información clínica). Estas se clasifican en siete componentes del sueño (calidad subjetiva, latencia, duración, eficiencia habitual, trastornos, uso de medicación para dormir y disfunción durante el día), calificados de 0 a 3. La suma de los puntos establece una puntuación global que va de 0 a 21 puntos, siendo la puntuación más alta la peor calidad del sueño. Una puntuación >5 indica dificultad mayor en al menos dos componentes o dificultad moderada en más de tres componentes del PSQI. Para este estudio se utilizó la versión del cuestionario validada en Brasil21, y se consideró mala calidad del sueño una puntuación >5.
Factores sociodemográficos
Los participantes reportaron sexo, edad (40-49, 50-59, ≥60 años), educación (≤4 años, ≥5 años), estado conyugal (con pareja, sin pareja), tipo de renta (ingreso económico fijo, variable, sin renta) y condición socioeconómica (según el Criterio Brasilero de Clasificación Económica22, categorizada en A/B [alta] o C/D/E [baja]).
Estado de salud
Los participantes reportaron la presencia o ausencia de alguna condición médica crónica diagnosticada por un médico u otro profesional de salud (hipertensión arterial [HTA], diabetes, depresión) y la autopercepción de su salud (buena, regular/mala). Se analizó la presencia o ausencia de HTA y de diabetes a partir de mediciones, considerando HTA cuando la media aritmética de la segunda y la tercera medición era ≥ 140mm/Hg de presión arterial sistólica o ≥ 90mm/Hg de presión arterial diastólica, y diabetes si la glucemia era ≥ 126mg/dl. También se analizó la presencia o ausencia de obesidad (índice de masa corporal ≥ 30); el peso y la talla se midieron en condiciones estandarizadas.
Se utilizaron dos indicadores de capacidad funcional, relacionados con la función cognitiva: dificultad para localizarse en tiempo/espacio y dificultad para comprender lo que se explica/pregunta; ambas son parte de la versión brasilera de The Functional Autonomy Measurement System23. En cuanto a la dificultad para localizarse en tiempo/espacio, las personas que reportaron alguna dificultad seleccionaron, entre las siguientes opciones, la que más se acercaba a su situación actual: a veces desorientado; sólo se desorienta por un corto espacio de tiempo, en el lugar en que vive y con los familiares; y desorientación completa. En cuanto a la dificultad para comprender lo que se explica/pregunta, los sujetos que respondieron afirmativamente eligieron entre las siguientes opciones: es lento para comprender las explicaciones/peticiones; en parte, incluso después de repetidas explicaciones, no es capaz de aprender cosas nuevas; y no comprende lo que está sucediendo a su alrededor. Para el análisis de asociación con la calidad del sueño, los datos se agruparon en dos categorías: sí, con alguna dificultad; no, sin dificultad. Las personas que respondieron sí a cualquiera de estas preguntas tenían dificultades ligeras o moderadas, sin existir casos que impidiesen que respondiera la entrevista. Además, los entrevistadores fueron entrenados para aplicar la encuesta con más paciencia y explicar lentamente cada pregunta en estas circunstancias.
Estilos de vida
Se consideró el consumo actual de tabaco (sí, no); el abuso de alcohol (sí, no), referido al consumo en los últimos 30 días de ≥ 4 (mujeres) o ≥ 5 (hombres) bebidas alcohólicas (lata de cerveza, vaso de vino, trago de cachaza, whisky u otra bebida destilada) en una sola ocasión; el consumo de alcohol (sí, no), independientemente de si era excesivo o no; y la actividad física (sí, no), definida según el modelo de etapas de cambio de comportamiento24, considerando activas a las personas que hacían alguna actividad física regular en su tiempo libre desde al menos 6 meses antes (las personas que no cumplían este criterio fueron consideradas inactivas).
Capital social
Sólo se evaluó si los participantes tienen a quien recurrir para conseguir dinero (pequeñas cantidades) en caso de necesitarlo (al menos una persona, ninguna persona).
Análisis estadístico
De los 1180 participantes se excluyeron 122 que carecían de datos en alguna variable de estudio, y se realizaron los análisis en 1058 individuos con información completa. Sólo para la HTA y la diabetes, medidas según la presión arterial y la glucemia, los análisis se realizaron en los 967 sujetos con mediciones.
Primero se realizó un análisis descriptivo de los datos, y se calcularon para cada sexo y población general las frecuencias absolutas y los porcentajes de cada variable. También se calculó para cada variable la prevalencia de mala calidad del sueño. Para resumir la asociación entre variables sociodemográficas, de estado de salud, de estilos de vida e indicadores de capital social con la mala calidad del sueño se calcularon las odds ratios (OR) y sus IC95% mediante regresión logística. El modelo de regresión se ajustó por potenciales confusores: edad, años de estudio, estado conyugal, tipo de renta, clase económica, percepción de salud, obesidad, HTA o diabetes autorreferida, depresión, consumo de tabaco, abuso de alcohol y actividad física.
La significación estadística se estableció en p <0,05. El análisis de los datos se realizó con Stata v.12.
Resultados
La tasa de respuesta de VIGICARDIO fue del 88,1% cuando se respondió el cuestionario y del 82% cuando se tomaron, además, muestras sanguíneas. Se analizaron 1058 individuos con información completa en las variables. La mayoría eran mujeres, entre 40 y 49 años de edad, con ≥5 años de estudio, tenían pareja, gozaban de renta fija y pertenecían a una clase económica baja.
La mayoría señaló una buena autopercepción de la salud, no presentar patologías asociadas (obesidad, HTA, diabetes, depresión) y no tener alteraciones funcionales (dificultad para localizarse en el tiempo, dificultad para comprender lo que se explica). Además, la mayoría reportó no fumar, no abusar del alcohol, no practicar actividad física en el tiempo libre y tener al menos una persona a quien recurrir para pedir dinero en caso de urgencia (tablas 1 y 2).
La prevalencia de mala calidad del sueño en población general fue del 39%; en los hombres fue del 34% y en las mujeres del 44%.
Al estudiar la relación entre mala calidad del sueño y variables sociodemográficas, indicadores de salud, estilos de vida e indicadores de capital social, se observó que pertenecer a una clase económica baja, tener regular o mala percepción de salud, presentar obesidad, depresión, dificultad para localizarse en el tiempo o para comprender lo que se explica, abusar del alcohol y no tener al menos una persona a quien recurrir para pedir dinero, se asociaron con una mayor probabilidad de mala calidad del dormir.
Estratificando por sexo, hombres y mujeres mantuvieron la asociación con la autopercepción de la salud. Sin embargo, sólo las mujeres mostraron mayor probabilidad de dormir mal si eran obesas, tenían depresión o dificultad para localizarse en el tiempo. Respecto a la dificultad para comprender lo que se explica y al abuso del alcohol, sólo los hombres mostraron una asociación significativa con dormir mal (tablas 3 y 4).
IC95%: intervalo de confianza del 95%; OR: odds ratio.
aOR ajustada por edad, años de estudio, estado conyugal, tipo de renta, clase económica, percepción de la salud, obesidad, hipertensión arterial y diabetes autorreferidas, depresión, consumo de tabaco, abuso de alcohol y actividad física, según corresponda.
bPosee personas a quien recurrir para solicitar dinero.
cp <0,05.
IC95%: intervalo de confianza del 95%; OR: odds ratio.
aOR ajustada por edad, años de estudio, estado conyugal, tipo de renta, clase económica, percepción de la salud, obesidad, hipertensión arterial y diabetes autorreferidas, depresión, consumo de tabaco, abuso de alcohol y actividad física, según corresponda.
bAnálisis realizados en N=967.
cp <0,05.
dp <0,001.
No se observó asociación significativa entre mala calidad del sueño y conductas alimentarias (consumo de frutas, verduras, legumbres, carnes rojas, pollo y leche) (datos no mostrados).
Discusión
Se muestra la relación entre la mala calidad del sueño y factores sociodemográficos, estado de salud, estilos de vida e indicadores de capital social. La prevalencia de mala calidad del sueño fue del 34% en los hombres y del 44% en las mujeres. Tener regular o mala percepción de la salud se asoció a una mala calidad del dormir en ambos sexos. Ser obeso, tener depresión y presentar dificultad para localizarse en el tiempo se asociaron a mal dormir en las mujeres. Los hombres mostraron una mayor probabilidad de mala calidad del sueño si tenían dificultad para comprender lo que les explicaban o abusaban del alcohol.
La prevalencia de mala calidad del sueño fue mayor en las mujeres que en los hombres (44% frente a 34%), lo que concuerda con los resultados de diversos estudios brasileros e internacionales, en los cuales las mujeres mostraron una mayor tendencia a presentar problemas para dormir que los hombres8,18. Esto podría explicarse por los cambios físicos y hormonales de la mujer a partir de los 40 años de edad (premenopausia y menopausia), y por los problemas de ansiedad propios de la sobrecarga de trabajo por los quehaceres del hogar, la maternidad y la crianza de los hijos, y el cumplimiento de las expectativas laborales8,25.
Tanto en los hombres como en las mujeres, las dificultades para dormir aumentan con la edad, lo cual suele deberse a comorbilidad o a falta de apoyo social y familiar17,25. Sin embargo, en este estudio la edad no se asoció a mal dormir, resultado que puede explicarse por el diseño del estudio, la ausencia de patologías asociadas en alrededor del 50% de la muestra y la presencia de apoyo social. Por ello, en un futuro, sería conveniente realizar estudios longitudinales e incluir en los modelos estadísticos variables de control en relación con el capital social.
El nivel socioeconómico y el estado de salud también son factores que aumentan la probabilidad de mal dormir1,25. En análisis estadísticos que no incluyeron en sus variables de control los estilos de vida, pertenecer a la clase social baja se asoció a mala calidad del sueño en las mujeres (p <0,05). Esto podría explicarse por el aumento de la ansiedad que produce la falta de recursos, ya que afectaría a la alimentación y la educación de sus hijos. Además, otros factores de esta población, como la depresión, también podrían haber mediado en ella. Sin embargo, al ajustar el modelo de regresión, además, por estilos de vida, dicha relación desapareció (p = 0,06).
La autopercepción de la salud se relacionó con problemas para dormir, al igual que en otras investigaciones realizadas en Canadá26 y Brasil27. Tener mala autopercepción de la salud aumentó la probabilidad de presentar mala calidad del sueño en hombres y mujeres, lo que puede deberse a la estrecha relación entre el insomnio y la salud. Las personas con mal dormir con frecuencia se quejan de problemas de salud, y viceversa, lo que las lleva a ser hiperfrecuentadoras de los servicios de salud, favoreciendo la saturación de los sistemas y el aumento de gastos en salud pública28.
La corta duración del sueño y su mala calidad, además de producir fatiga y somnolencia, aumentan el apetito, por lo que la combinación de estos factores podría resultar en ganancia de peso y en una menor motivación para realizar actividad física. Se ha observado que los obesos tienden a dormir peor a causa de su peso, de problemas de apnea y de dolores musculoesqueléticos29. Diversos estudios han encontrado una asociación entre los trastornos del sueño y la obesidad8,10,29. En este estudio, dicha relación sólo se observó en las mujeres, que presentan más trastornos de ansiedad asociados a depresión y menos actividad física en su tiempo libre.
En estudios observacionales se ha encontrado que los trastornos psiquiátricos (ansiedad, depresión) son comorbilidad del insomnio o mal dormir3,9. Los pacientes con depresión muestran alteraciones en su arquitectura del sueño y comúnmente refieren insomnio. A su vez, las personas con insomnio refieren síntomas de depresión/ansiedad con mayor frecuencia que aquellas que duermen bien25. En este estudio, la presencia de depresión fue un factor que aumentó la probabilidad de mala calidad del sueño sólo en mujeres, lo cual posiblemente está en relación con los cambios hormonales propios del ciclo menstrual y los relacionados con la perimenopausia a partir de los 40 años de edad.
Se ha visto que las personas con sueño ≤6 horas tienen un rendimiento cognitivo inferior30. Si bien en este estudio no se midió la duración del sueño, la mala calidad de este se asoció con variables que tienen relación con el rendimiento cognitivo, como la dificultad para localizarse en tiempo/espacio, que se asoció a mal dormir en las mujeres, y la dificultad para comprender lo que se explica, que fue un factor asociado en los hombres.
En Brasil existe un patrón de consumo de alcohol marcado por la ingestión excesiva durante el fin de semana, y mayor en los hombres que en las mujeres31. Por ello, en diversas investigaciones brasileras se utiliza como variable de estudio el abuso de alcohol y no el consumo regular, considerándose este un factor de riesgo cardiovascular según la Sociedad Brasilera de Cardiología32. Además, en diversos estudios se han reportado asociaciones entre el consumo de alcohol y la mala calidad del sueño1,3,13, lo cual, en parte, se debe a que las personas con insomnio o con dificultades para dormir aumentan el consumo de alcohol como automedicación para tratar el problema para dormir, y con ello fragmentan su sueño; además, el consumo de alcohol vuelve el sueño más superficial y menos reparador28. Esta situación puede presentarse con mayor frecuencia en los hombres, que suelen ser mayores bebedores y más reticentes a la consulta médica. En este estudio, el abuso de alcohol aumentó la probabilidad de mala calidad del sueño en los hombres (p <0,05), pero no en las mujeres (p = 0,31), lo que coincide con lo observado por otros autores33. Sin embargo, esta asociación desapareció cuando se evaluó el consumo de alcohol, sin considerar si era excesivo o no.
Realizar actividad física disminuye el riesgo de mal dormir8,11. La American Sleep Association recomienda realizar de manera regular actividad física como intervención no farmacológica para promover el buen dormir1. Sin embargo, en este estudio no se identificó la falta de actividad física como factor asociado a una mala calidad del sueño; en los hombres se observó una mayor frecuencia de mal dormir en los que hacían actividad física (OR: 0,71; IC95%: 0,45-1,12), mientras que en las mujeres se observó en las que no la realizaban (OR: 1,29; IC95%: 0,86-1,96). Esto podría explicarse por el tipo de actividad realizada por cada sexo, siendo en los hombres más comunes las actividades vigorosas, y en las mujeres, las actividades moderadas34. No obstante, los resultados en la población masculina no concuerdan con lo observado en estudios prospectivos, en los que no realizar actividad física se relacionó con mal dormir35.
Esta investigación tiene fortalezas y limitaciones metodológicas. Entre las primeras está su alta tasa de respuesta y ser una muestra representativa de Cambé-Brasil, ciudad latinoamericana donde pocos estudios se han realizado sobre calidad del sueño y sus diferencias según el sexo. Entre las limitaciones se encuentran el diseño transversal, que no permite inferir causalidad de asociaciones encontradas; el insuficiente poder estadístico o el diseño pueden haber impedido observar asociaciones esperables a priori, como la asociación entre edad o presencia de hipertensión/diabetes y calidad del sueño. Además, la ausencia de variables que recojan el rol de género dificultó la comparación entre sexos. Asimismo, la aplicación domiciliaria de la encuesta puede haber infravalorado la población que trabaja fuera del hogar. Igualmente, el diagnóstico de algunas patologías fue autorreportado, y la calidad del sueño se obtuvo de forma subjetiva, lo que no permite excluir algún error de clasificación. Además, el cuestionario sólo mide la calidad del sueño del último mes, lo que limita la sensibilidad para captar fluctuaciones en los patrones del sueño. Por último, hay varias modalidades para valorar las alteraciones del sueño y los resultados podrían variar entre ellas, dificultando la comparación y el análisis de los resultados.
En conclusión, el sexo y la percepción de la salud se asocian con la calidad del sueño. Los factores asociados a mala calidad del sueño en los hombres fueron la dificultad para comprender lo que se explica, el abuso de alcohol y la mala percepción de la salud, mientras que en las mujeres los factores fueron la obesidad, la presencia de depresión, la dificultad para localizarse en el tiempo y la mala autopercepción de la salud.
Desde el punto de vista de salud pública, la identificación de factores que podrían afectar la calidad del sueño puede facilitar el diseño de intervenciones que mejoren la calidad de este y así disminuir sus riesgos asociados. Además, es necesario realizar estudios longitudinales para comprender mejor los factores relacionados con las alteraciones del sueño, las diferencias entre sexos y las consecuencias de estas alteraciones en la población. Es así como resulta fundamental el desarrollo de actividades que promuevan un buen dormir, y la evaluación posterior de su impacto en la calidad de vida y la salud de la población.