Introducción
En los años 1970, cuando Engel se enfrenta al modelo médico proponiendo un proceso salud-enfermedad en el que coexisten factores biológicos, psicológicos y sociales, Antonovsky comenzó a desarrollar el modelo salutogénico. Criticaba el enfoque dicotómico salud-enfermedad y proponía entender la salud como un continuo, en el cual ganaba valor la idea, desarrollada posteriormente, de activos en salud, entendidos estos como cualquier factor o recurso que potencie la capacidad de las personas, comunidades y poblaciones para mantener la salud y el bienestar1.
Desde entonces se viene constatando que las quejas subjetivas en atención primaria para las que no se encuentran signos clínicos que las justifiquen son frecuentes2, son claramente más frecuentes en mujeres que en hombres3, tienen un curso crónico y no cuentan con un tratamiento médico que se haya mostrado eficaz4. En 2011, el Sistema Sanitario Público de Andalucía puso en marcha los grupos socioeducativos (GRUSE) dirigidos a mujeres como estrategia de promoción de la salud y el bienestar emocional, y como herramienta de intervención innovadora desde el enfoque de los activos en salud con perspectiva de género5.
Precisamente, los sesgos de género en la práctica sanitaria llevan a que no se consideren las causas psicosociales de la salud de las mujeres, cuyas condiciones de vida derivadas de su rol tradicional en la sociedad patriarcal generan síntomas como ansiedad, tristeza, tensión, somatizaciones o dolor sin causa orgánica demostrada. No se tiene en cuenta el impacto de la falta de equidad de género en la distribución del tiempo productivo, reproductivo, de ocio y de descanso, lo cual conlleva falta de independencia y de autonomía personal, y deseos y necesidades insatisfechos por carecer de un proyecto de vida personal6. De hecho, Velasco et al.7 plantean que el papel de los factores de género llevó en 1988 a formular que determinadas formas de dolor y alteraciones mentales comunes son expresiones del malestar que experimentan las mujeres, lo que llamaron «la otra salud mental», refiriéndose a los sufrimientos determinados por las formas de la vida cotidiana de estas, incidiendo en la idea de Betty Friedan, que en los años 1960 habló del «malestar que no tiene nombre»8.
Tradicionalmente se ha dado respuesta a estos síntomas sin atender a su origen estructural, es decir, sin tener en cuenta las circunstancias y las condiciones de vida de las mujeres, así como sus roles. Como consecuencia, se tiende a considerar estas manifestaciones como patológicas y se responde medicalizándolas sin buscar las causas que originan los síntomas. Las mujeres son percibidas como «el problema» por considerarlas débiles, dependientes, emocionalmente incontrolables y necesitadas de ayuda para afrontar sus dolencias y malestares.
La estrategia, como se muestra en la Tabla 1, desarrolla un trabajo con las mujeres habilitando un espacio donde identificarse, expresarse y encontrar comprensión y apoyo mutuo. Así se van haciendo conscientes de que la causa de su malestar deriva de una determinada configuración social, incidiendo en la idea de Kate Millett: «lo personal es político»9. Al final, son las mujeres las que generan sus respuestas, al entender que el incremento de su bienestar pasa, en primer lugar, por cambiar su posicionamiento ante la realidad. Se trata de crear un espacio de comunicación, autoconocimiento y apoyo mutuo, dándoles la oportunidad de identificar y potenciar sus activos personales y los disponibles en su entorno10, con el fin de que manejen de manera saludable las dificultades de la vida cotidiana e identifiquen el impacto sobre la salud de las cargas de género.
Participantes | 8-15 mujeres |
Perfil | Mujeres adultas que deseen mejorar sus activos en salud y dispuestas a trabajar en grupo |
N.° sesiones | 8-10 |
Duración | 90-120 minutos |
Contenidos | Identificación y potenciación de activos personales, mediante contenidos y dinámicas de comunicación; autoestima; relación, pensamiento, emoción y comportamiento; percepción; gestión de emociones, elaboración de metas y objetivos; y resolución de problemas. Identificación y uso de activos comunitarios. Cohesión grupal. Enfoque transversal de género |
Acceso | Profesionales sanitarios (medicina de familia, enfermería, etc.). Trabajadores/as sociales sanitarios. Otros sectores (servicios sociales, organizaciones no gubernamentales, etc.). Iniciativa propia |
Desarrollo de la experiencia: de la acción a la investigación
Desde comienzos de la estrategia GRUSE hasta finales de 2017 se han llevado a cabo 2115 grupos de mujeres en diferentes centros de atención primaria. Actualmente la prioridad es recopilar evidencias basadas en la práctica para conocer las luces y sombras derivadas de la estrategia.
Esta investigación la realiza un equipo integrado por distintas universidades (Pablo de Olavide, Huelva y Cádiz) y profesionales del ámbito de la salud (Consejería de Salud y Servicio Andaluz de Salud). Tiene un diseño longitudinal y cuasi-experimental, con un grupo experimental y otro control, que permitirá realizar análisis intrasujeto y entre grupos. En la Tabla 2 puede verse que la metodología es mixta, combinando datos cuantitativos y cualitativos. El grupo experimental está compuesto por mujeres que iniciaron su participación en los GRUSE a la vez que comenzaba la investigación. Las del grupo control han sido elegidas de las mismas unidades de gestión clínica que facilitaron la constitución del grupo experimental, y que aun teniendo interés en participar en un GRUSE no tenían disponibilidad personal o estaban en lista de espera.
Muestra | Grupo experimental: 114 personas | Grupo control: 114 personas |
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Criterios de selección de los grupos | Tipo de territorio (rural/urbano) | Tamaño poblacional (<2000, 2001-10.000, 10.001-50.000, 50.001-100.000,>100.000 habitantes) |
Análisis cuantitativo | Administración de los siguientes instrumentos-cuestionarios: | |
• Datos sociodemográficos | ||
• Uso del tiempo/cuidados | ||
• Identificación de activos comunitarios | ||
• Calidad de vida | ||
• Asertividad y regulación emocional | ||
• Ansiedad y depresión | ||
• Autoestima | ||
• Afrontamiento ante la adversidad | ||
Explotación de la historia clínica digital de Diraya: | ||
• Dispensación de fármacos. | ||
• Consultas realizadas a los servicios sanitarios | ||
Análisis cualitativo | Diez entrevistas en profundidad a mujeres del grupo experimental | |
Criterios de selección: tipo de hábitat, tamaño del núcleo de población, edad, nivel de estudios, nivel de ingresos, estado civil, situación laboral y no estar participando a la vez en actividades, individuales o grupales, cuyos contenidos pudieran ser iguales o complementarios a los contemplados en el GRUSE | ||
Tres grupos de discusión: | ||
• Uno de trabajadoras/es sociales sanitarios | ||
• Dos de otros perfiles profesionales del Sistema Sanitario Público de Andalucía (médico/a de familia, enfermero/a, psicólogo/a clínico/a de la red de salud mental y técnico/a de educación para la salud) | ||
Criterios de selección: antigüedad en el centro de salud, tipo de entorno donde desarrolla su actividad profesional e implicación en la estrategia |
La administración de los cuestionarios se ha realizado en cuatro momentos: antes del inicio del grupo y una vez finalizado, al mes, a los 6 y a los 18 meses. La extracción de datos de Diraya (el sistema de historia clínica electrónica) se hizo 1 año antes y 1 año después de finalizar cada grupo.
Conclusiones
Con la estrategia GRUSE se plantea un abordaje alternativo a la medicalización de las dificultades de la vida cotidiana de las mujeres, a partir de la identificación y el desarrollo de activos para la salud y el bienestar emocional, tratando los factores psicosociales de género como determinantes de desigualdades en salud.
El diseño mixto y longitudinal del proyecto, así como la triangulación de la información obtenida, permitirán obtener un conocimiento profundo del impacto de los GRUSE y llevar a cabo una evaluación precisa de la intervención.
La evaluación de esta estrategia permitirá comprobar si la experiencia funciona y en qué circunstancias es eficaz. De ser así, se pondría en valor el modelo biopsicosocial con enfoque de género frente al modelo medicalizado predominante en la actualidad. Además, se comprobarán los beneficios para el Sistema Sanitario Público de Andalucía en términos de reducción de costes sanitarios.
Si la evaluación resultara positiva, esta línea de trabajo basada en el enfoque de los activos en salud podría dirigirse a otros perfiles poblacionales con el ánimo de avanzar en estrategias no medicalizadoras de la vida cotidiana.