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Archivos de la Sociedad Española de Oftalmología

versão impressa ISSN 0365-6691

Arch Soc Esp Oftalmol vol.80 no.1  Jan. 2005

 

SECCIÓN HISTÓRICA


MIRADAS, OJOS Y FLUIDOS EN LA PINTURA DEL SIGLO XX

MILÁN DE GRADO S1

Ver y ver bien siempre será el primer precepto del
arte del pintor. Pero hay que conocer también la
naturaleza del ojo que mira
2.


En la pintura occidental el rayo visual fue siempre de forma explícita o encubierta, un elemento muy valioso dentro de las fuerzas compositivas que actúan dentro del cuadro, tanto como el ojo, que funciona como un núcleo magnético atrayendo y repeliendo cualquier cosa que sea atrapada en su esfera.

Que el pintor vaya más allá de la representación del ojo y describa la mirada, sus emanaciones luminosas, los fluidos de materia incandescente y húmeda; que explique gráficamente la ojeada pétrea y paralizante, o aquella que acecha y lanza sus tentáculos para atrapar un objeto, es bastante más frecuente en el ámbito de la pintura contemporánea de lo que podríamos imaginar en un primer momento y además enlaza con un pasado que todavía hoy parece estar vivo en el ámbito del arte. La memoria de Platón actualiza épocas en que la mirada fue concebida como un fluido que daba forma a los objetos, o como tentáculos que proyectándose, se apropian del mundo que los rodea. Mirada activa, mirada viva, cuyo rayo de luz hiende el espacio y solo merced a él, se recrea el universo ante los ojos del que mira.


Picasso, 26,06 68. Aguatinta y punta seca, 25 x 32,5 cm.

Su profusión indica que no es un tema ocasional y aislado, muy al contrario, su permanencia imprime un sello que distingue una parte de la pintura contemporánea. De la mano de artistas muy dispares apreciamos que el ojo representado en los cuadros alcanza un protagonismo excepcional y junto a los fluidos emanados del ojo y a la mirada transforman profundamente tanto el significado del propio ojo y su cualidad activa, como el espacio plástico en el que se mueven durante el siglo XX.


Granell E. El ojo de fuego, 1952.

Quizá no podamos encontrar trayectorias de la mirada tan atrevidas y elocuentes como las expresadas por Picasso en uno de sus aguafuertes. Realizado en 1968, posee una clara influencia de la pintura veneciana. La exaltación del erotismo encuentra su esencia en el deleite de mirar y de devolver la mirada. Fruición al transgredir la intimidad, y merced a su poder de seducción quedar atrapado irremediablemente. En el caso de este portentoso grabado el rayo visual se sintetiza en unas líneas gráficas simples, pero la luz de la mirada ha sido expresada a lo largo de la historia de la pintura fundamentalmente, por fuego, rayos de luz, fulgor, resplandor, etc.

Para encontrar expresados el resplandor y los fluidos luminosos, es necesario remontarse lejos, a tradiciones que nutren nuestra cultura y que están en relación con un ojo que fue sagrado. En el pasado, los artistas reservaron unilateralmente la manifestación del ojo que emana luz a ojos santos, divinos, sagrados; ojos que proliferaron en el ámbito mítico y religioso. Pero si hay un ojo que destaca sobre todos ellos por su poder de fascinar es un ojo único soporte de lo divino, que gracias a su poder de emanar luz, crea y da muerte. Su presencia ancha y profunda está diseminada entre las culturas que poblaron el Mediterráneo; las variantes que encontramos en el área de asentamiento de los diferentes pueblos, no hacen más que confirmar la unidad de un símbolo y un mito que durante los últimos milenios ha presidido la cultura occidental: el Ojo del Mito Solar.


Redon O. Visión, 1879 (Dans le revé). Litografía,
27,4 x 20,8. Cabinet des Estampes, París.

En el mundo contemporáneo el ojo que se revela en el espacio del arte, ha dejado de ser soporte de lo divino y ha perdido los antiguos atributos religiosos, conservando las cualidades propias de su naturaleza: la propagación de la mirada, la emanación de luz, la movilidad, el poder de fascinar y de petrificar.

Eugenio Granell en su Ojo de fuego (1952), muestra un fragmento de mármol del ojo del David de Miguel Ángel. Como si fuera un vestigio mínimo de un cultura que aun hoy no ha extinguido su fuego, el ojo proyecta rayos de fuego, luz móvil, con un designio determinado: continuar creando.


Dalí S. Moisés, s/fecha. Dibujo a pluma y acuarela.


La proyección de luz a partir del ojo, recoge una antigua tradición inaugurada por Platón que encuentra terreno abonado en el movimiento Surrealista. Los artistas encontrarán temas fecundos, recreándolos en el ojo fálico y la mirada prensil, en contraste con el ojo herido y sangrante.

Uno de los artistas, precursor innegable en el tratamiento del ojo y la mirada, es Redon. En una de las ilustraciones realizadas para «A Edgar Allan Poe», Visión (1879), observamos un ojo sobrenatural dirigirse hacia lo alto, flotando en un espacio al que excede. Es el protagonista indiscutible del cuadro y el resplandor que emana a partir de él nos habla de su naturaleza luminosa y radiante.


Schönberg A. Lágrimas, s/f. Óleo s/lienzo, 29 x 23 cm.


El Moisés (s/fecha),que pinta Dalí da cuenta de los fluidos del ojo como una luz resplandeciente, al tiempo que espesas lágrimas gotean. La oposición entre la sutil materia de la luz divina y la grosera materia humana, marcan ese gesto de hacer más humano lo divino y una forma privada de atentar contra un padre todopoderoso.

Si la luz es materia sutil y nos relaciona con los dioses, las lágrimas son materia humana y expresan sentimientos. Schönberg, músico cuya afición le llevó casi exclusivamente a pintar miradas, muestra en Lágrimas (s/fecha), la emoción incontenible superpuesta a los ojos, expresando la cualidad del sentimiento y de la mirada de rebosar de la mera forma concreta.


Ernst M. La corte del dragón, 1934.
Collage (3, 104).


Más allá de expresar un sentimiento e inundar el espacio de fluidos húmedos, el ojo posee el poder de magnetizar, petrificar, transgredir, violar y de matar. En el collage de Max Ernst, ilustración realizada para La corte del dragón (3. 104) (1934), encontramos esta cualidad activa de la mirada. El personaje que sustenta la dualidad ángel-demonio, sugerida por las alas de naturaleza opuesta, mira con fiereza una esfera de cristal homóloga del ojo. Su transparencia y dureza nos habla de petrificación, de posesión, de apoderarse de la voluntad con el hechizo de la mirada.

Estos ejemplos son escasos si pensamos en las cuantiosas imágenes que genera el siglo XX, pero dan cuenta de un fenómeno mucho más amplio y profundo que teniendo al ojo y a la mirada como protagonistas, han revolucionado el panorama del arte actual. El tratamiento insólito del ojo, así como el del resplandor de la mirada, de sus trayectorias y fluidos han despertado perspectivas que estuvieron en el origen de nuestra cultura. Hoy totalmente transformados aportan la innovación sin haber olvidado su extraordinario poder para fascinar, inquietar y crear universos en los que la manifestación del ojo y la mirada han propiciado que florezca el enigma.


1 Doctora en Bellas Artes, U.C.M. Pintora.
2 Odilon Redon: A soi même. Journal (1867-1920). José Cortí, H. Floury Editeur, Paris.

 

BIBLIOGRAFÍA

1. Azara P. La imagen y el olvido. El arte como engaño en la filosofía de Platon. Madrid: Siruela; 1995.

2. París J. El espacio y la mirada. Madrid: TAURUS; 1967.

3. Fanés F. Historia del ojo: de Redon a Duchamp. Barcelona: Saber; 1985.

4. Giacometti A. La pointe à l'oeil. In: Cahiers du Musée National d'Art Moderne. París: Centre Georges Pompidou; 1932; 19/87. (Sculpture).

5. Granell Trias E. Los paréntesis de la mirada (un homenaje a Luis Buñuel). Teruel: Museo Provincial de Teruel; 1933; 83-84.

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