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Archivos de la Sociedad Española de Oftalmología

versión impresa ISSN 0365-6691

Arch Soc Esp Oftalmol vol.81 no.8  ago. 2006

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

Metástasis orbitarias. Serie de cuatro casos y revisión de la literatura

Orbital metastases. A report of four cases and a review of the literature

 

 

González F.1, López C.2

Servicio de Oftalmología del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela, España.
Departamento de Fisiología y Cátedra de Telemedicina de Telefónica
de la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago de Compostela, España.
1Doctor en Medicina y Cirugía.
2Licenciada en Medicina y Cirugía.

Este trabajo ha sido posible gracias a las ayudas BFU2004-01839 del Ministerio de Educación y Ciencia y FEDER.

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

Objetivo: Describir cuatro casos clínicos de metástasis orbitarias y hacer una revisión de la literatura sobre esta patología.
Métodos:
Revisión de historias clínicas y de la bibliografía.
Resultados:
Dos mujeres de 51 y 82 años de edad presentaron una metástasis orbitaria procedente de un tumor de mama y una tercera (45 años de edad) de una neoplasia pulmonar. Un paciente varón de 60 años de edad presentó una metástasis orbitaria procedente de un tumor renal. Dos de los pacientes, una paciente con metástasis de tumor de mama y la paciente con metástasis de tumor pulmonar, fallecieron a consecuencia de su tumor primario, la primera a los dos años y medio y la segunda dos meses después de los primeros signos de metástasis orbitaria. Los otros dos pacientes continúan vivos en situación estable.
Conclusiones:
Las metástasis en nuestra serie se originaron en tumores de mama, pulmón y riñón, que se encuentran entre los tumores que con más frecuencia producen metástasis orbitarias. Las características clínicas del síndrome orbitario coincidieron con los datos publicados en la literatura revisada. La forma de presentación del cuadro fue tórpida en tres casos y fulminante en el caso de la metástasis pulmonar. El diagnostico de metástasis orbitaria es importante porque puede ser el primer signo de un tumor distante y puede permitir realizar tratamientos precoces que mejoren la calidad de vida de los pacientes.

Palabras clave: Metástasis, órbita, mama, pulmón, riñón.


ABSTRACT

Objective: To report four cases of orbital metastases and review the literature related to this condition.
Methods:
We reviewed the clinical records of the four patients and the appropriate world literature.
Results:
Two women 51 and 82 years old presented with orbital metastases from a primary breast tumour and a third woman (45 years old) had orbital metastases from a primary lung tumour. One man 60 years old presented with a metastases from a renal tumour. Two patients, one with breast metastases and the one with lung metastases, died of their disease. The remaining two patients are still alive with stable disease at the time of writing this report.
Conclusion:
The metastases in our series originated from tumours that frequently produce orbital metastases- the breast, lung and kidney. The clinical characteristics of the orbital syndromes they caused were similar to those reported in the literature. The clinical presentation was torpid in three cases and had a fulminating course in the case with lung metastases (Arch Soc Esp Oftalmol 2006; 81: 451-462).

Key words: Metastases, orbit, breast, lung, kidney.


 

Introducción

Aunque la mayor parte de los tumores que afectan la órbita son primarios o alcanzan la órbita por contigüidad, un cierto número de ellos son el resultado de una metástasis de un tumor primario localizado a distancia (1) y pueden ser la primera manifestación de un proceso neoplásico. A pesar de que el pronóstico es generalmente malo, un diagnóstico precoz puede facilitar una terapia con efectos paliativos beneficiosos, inducir remisión del tumor primario o incluso, en algunos pacientes, llegar a curarse.

El hecho de que un 50% de casos con las metástasis orbitarias acuden al oftalmólogo sin conocer todavía la existencia de un tumor primario (2), enfatiza el papel de este especialista en el diagnóstico de esta patología. En los adultos varones y en los niños es frecuente no conocer la existencia del tumor primario (3-8) cuando aparece una metástasis orbitaria. Por el contrario, las mujeres suelen estar ya diagnosticadas de carcinoma de mama (2). Se presenta una serie de cuatro casos de metástasis orbitarias.

 

Sujetos, materiales y métodos

Se presentan los casos de cuatro pacientes diagnosticados de metástasis orbitarias en el Servicio de Oftalmología de nuestro centro desde 2002 a 2005, aunque uno de los casos fue visto por primera vez por un problema orbitario en 2001. Se describen los hallazgos clínicos más representativos relacionados con la presencia de metástasis orbitarias. La serie está formada por tres mujeres y un varón cuyo tumor primario estaba localizado en la mama en dos casos, en el pulmón en un caso y en el riñón en otro caso.

 

Resultados

CASO 1. Mujer de 82 años de edad que en abril del 2001 acude a la consulta de oftalmología porque nota dificultad para mirar hacia la derecha y refiere diplopía. A la exploración se objetiva una alteración de la motilidad extraocular de ojo derecho (OD) sin que puedan determinarse con exactitud los músculos afectados y ptosis palpebral. Una Tomografía Axial Computarizada (TAC) de órbita muestra una masa a nivel de la pared interna de la órbita derecha que sigue el trayecto del músculo recto interno y que parece adherida al globo (fig. 1 ). El diagnóstico es de probable sarcoma orbitario y se programa un estudio más completo, pero la paciente no acude a consulta hasta marzo de 2002. En ese momento en la exploración oftalmológica del OD se observa un globo ocular sin ninguna movilidad, ligero exoftalmos, perdida de visión (no percepción de luz) y leve ingurgitación de los vasos esclerales (fig. 2 ). En una exploración general se observa una lesión en la mama derecha compatible con un proceso neoplásico (fig. 2 ). Se realiza una punción por aspiración con aguja fina (PAAF) y el diagnóstico fue de carcinoma ductal infiltrante. Se instauró terapia hormonal y la paciente continúa estable en relación con este proceso cinco años después de su primera consulta en oftalmología.


Fig. 1. Caso 1. TAC axial y coronal mostrando una masa
en la zona medial de la órbita derecha (flechas).

 


Fig. 2. Caso 1. Izquierda: el ojo derecho prácticamente no realizaba movimientos.
Derecha: lesión en mama derecha encontrada durante la exploración clínica.

 

CASO 2. Mujer de 67 años de edad con antecedente de carcinoma ductal infiltrante de mama derecha 16 años antes. En enero de 2001, a causa de una fractura de cadera izquierda, se realiza un estudio gammagráfico que revela múltiples focos de captación ósea, con lo que se establece el diagnóstico de neoplasia de mama en estadio IV. En febrero de 2001 se observa en el ojo izquierdo (OI) ligero exoftalmos, defecto pupilar aferente, limitación de los movimientos oculares, agudeza visual de percepción de luz, intenso edema de papila y levantamiento de retina en la mitad superior. En marzo de 2001 se realiza un tratamiento con radioterapia paliativa en la zona de la fractura de cadera y se inicia tratamiento hormonal, con evolución favorable. En enero de 2003 una Resonancia Nuclear Magnética (RMN) revela la existencia de metástasis vertebrales con aplastamiento de D8 y fractura asociada. En la exploración oftalmológica realizada en ese momento presenta un cuadro similar al observado dos años antes, con ptosis palpebral, ingurgitación de las venas epiesclerales y quémosis conjuntival (fig. 3 ). Una TAC y una RMN realizadas en esos momentos muestran una masa en la orbita izquierda que ocupa prácticamente toda la órbita y engloba y comprime el globo ocular (figs. 4 y 5 ). Se realiza un PAAF de la masa orbitaria que resulta positiva para adenocarcinoma, por lo que se diagnostica como metástasis del tumor primario de mama. Seis meses más tarde la paciente presenta una sepsis secundaria a infección urinaria y descompensación glucémica y fallece.



Fig. 3. Caso 2. Izquierda: fotografía mostrando ptosis del OI. Derecha:
al elevar el párpado se puede observar la ingurgitación venosa epiescleral.

 


Fig. 4. Caso 2. TAC orbitario. Izquierda: se observa una masa
que ocupa prácticamente toda la órbita. Derecha: el mismo
estudio realizado 4 meses más tarde muestra un aspecto similar.

 


Fig. 5. Caso 2. Izquierda: corte sagital de RMN que incluye la órbita izquierda.
Derecha: corte horizontal de RMN. Obsérvese la ocupación de la órbita izquierda.

 

CASO 3. Mujer, de 45 años de edad que en febrero de 2004 acude por urgencias por presentar dolor y proptosis de OI, una agudeza visual de 0,5 y edema de papila. Una RMN realizada en ese momento muestra un cuadro que se diagnostica como posible pseudotumor con gran engrosamiento del recto medio. Se inicia tratamiento con corticoides sistémicos que mejoran el cuadro inicialmente pero que posteriormente se agrava. A su llegada presenta una agudeza visual de contar dedos con el OI que mejora a 0,3 con su corrección, edema de papila, quémosis conjuntival, exoftalmos, semimidriasis, limitación completa de los movimientos oculares y ligera ptosis palpebral (fig. 6 ).

 


Fig. 6. Caso 3. Izquierda: fotografía frontal de la paciente mostrando
exoftalmos del OI, exotropía, semimidriasis y quemosis conjuntival.
 Derecha: fotografía de la misma paciente tomada desde arriba
para mostrar la protrusión del ojo izquierdo.

Una TAC de órbita muestra una masa que ocupa la parte medial de la órbita izquierda, incluye al recto interno y alcanza al globo ocular deformándolo (fig. 7 ). Se realiza un PAAF y la muestra obtenida sugiere una neoplasia de carácter epidermoide, por lo que se inicia una exploración sistémica para descartar un tumor primario. Una radiografía simple de tórax muestra una atelectasia del lóbulo inferior izquierdo (fig. 8 ) y una broncoscopia descubre una masa endobronquial. Se obtiene una biopsia y se diagnóstica como carcinoma brocogénico epidermoide, por lo que confirma que es el tumor originario de la metástasis orbitaria. Una TAC de tórax hecha posteriormente confirma la existencia de una masa en el lóbulo inferior izquierdo. En abril de 2004 se agrava el cuadro y la paciente fallece a consecuencia de su proceso tumoral pulmonar.

 


Fig. 7. Caso 3. Cortes horizontal (izquierda) y coronal (derecha) de RMN mostrando
una masa en la parte medial de la órbita izquierda que comprime y desplaza el globo ocular.

 


Fig. 8. Caso 3. Radiografía simple de tórax lateral que 
muestra signos de atelectasia de lóbulo inferior izquierdo (flecha).

 

CASO 4. Paciente varón, de 60 años de edad, que como antecedente refiere haber sufrido un traumatismo perforante en el OI con una espina vegetal a los 14 años de edad que produjo pérdida de visión de ese ojo y exotropía. A los 35 años fue sometido a cirugía para corregir la exotropía. En junio de 2002 acude a consulta médica por hematuria de 15 días de evolución. Se realiza una TAC y se observa una tumoración renal izquierda (fig. 9 ).


Fig. 9. Caso 4. Imagen de una TAC abdominal. Puede observarse una masa
(flecha) en el polo superior del riñón izquierdo, heterodensa con áreas necróticas.

 

En Julio del mismo año se realiza una nefrectomía izquierda y la tumoración resulta ser un carcinoma de células renales. En febrero de 2004 acude a urgencias por presentar una epistaxis de fosa nasal izquierda. En abril de 2004 ingresa por exoftalmos del OI que había empeorado en las dos últimas semanas. La agudeza visual del OI es de percepción de movimiento de manos a 50 cm, excavación papilar glaucomatosa, ptosis palpebral y quemosis conjuntival (fig. 10 ).


Fig. 10. Caso 4. El paciente presenta exoftalmos, ptosis y quemosis
conjuntival evidentes.

 

En un estudio de TAC se observa una masa en el etmoides izquierdo que se extiende hacia seno esfenoidal e invade la órbita, fosa craneal anterior y senos cavernosos, sobre todo el izquierdo (fig. 11 ). En abril de 2004 se realiza una biopsia de la lesión en el meato medio izquierdo y el resultado es un adenocarcinoma de células renales (carcinoma de células claras), que se considera una metástasis de la neoplasia renal diagnosticada dos años antes. En junio de 2004 se inicia tratamiento con radioterapia, quimioterapia, e interleucina 2. En los sucesivos controles de imagen el cuadro se mantiene estable, aunque en la última TAC realizado en agosto de 2005 se observa un ligero aumento de la masa orbitoetmoidal. Después de 1 año el paciente sigue estable.


Fig. 11. Caso 4. TAC craneal. Obsérvese la masa que invade la órbita izquierda.

 

Discusión

En un estudio en el que han revisado 1.264 pacientes con patología tumoral orbitaria (1) se observó que las metástasis suponían un 7% de casos. En una serie con 244 pacientes, las metástasis supusieron un 2% del total de los tumores orbitarios (9). Otro estudio de 612 tumores orbitarios con estudio histopatológico por biopsia mostró que un 6% eran metástasis (8). En nuestra serie, durante el periodo de tiempo que incluye los pacientes presentados aquí (4 años) hemos registrado 51 tumores de órbita, de los cuales cuatro correspondieron a metástasis, lo que supone aproximadamente un 8%, que coincide con los resultados obtenidos en otros estudios. Sin embargo, es posible que las cifras reales sean mayores puesto que no se sabe con certeza cuantos pacientes oncológicos podrían haber desarrollado metástasis orbitarias clínicamente silentes no detectadas (10).

Las metástasis orbitarias son menos frecuentes que las oculares (11,12), no parecen tener predilección por ninguna de las dos orbitas, y su aparición raramente es bilateral (8,13) aunque en algunos casos de tumor primario de mama puede aparecer simultáneamente en ambas orbitas (14). Su localización en la órbita es variable, aunque aparecen más frecuentemente en la parte lateral (39%) y superior (32%) que en la medial (20%) e inferior (12%) (13). En nuestros casos la localización más frecuente fue la parte medial, que ocurrió en un caso de metástasis de mama y en los casos de metástasis de pulmón y riñón. El segundo caso de metástasis de mama ocupaba prácticamente toda la órbita. Diferentes estudios muestran cierta predilección por el tipo de tejido. Por ejemplo, las metástasis de próstata tienden a localizarse en el hueso, las de mama en la grasa y el músculo, y las de melanoma en el músculo (12, 13). En nuestros casos, la metástasis de mama del primer caso posiblemente se haya iniciado en el recto interno de la órbita derecha extendiéndose posteriormente a la grasa adyacente. En el segundo caso de metástasis de mama resulta imposible saber cuál fue el tejido que se afectó primariamente puesto que cuando se realizaron los estudios de imagen ya invadía prácticamente toda la grasa de la parte medial de la órbita en el primer estudio y ocupaba toda la grasa orbitaria incluyendo afectación muscular en el segundo estudio.

El origen más frecuente de metástasis orbitaria es la mama, el pulmón y la próstata, pero entre un 11% y un 19% de casos no se encuentra su origen (8,13). Una revisión reciente indica que la mama supone un 48% de casos de tumor primario, seguida por la próstata y el melanoma con un 12%, el pulmón con un 8% y el riñón con un 7% (1). En otra serie con 21 casos de metástasis orbitarias, muestra como lugar de origen la mama en el 67% de casos y el melanoma de piel en un 14% de casos (15). En otro estudio de 20 casos, el origen fue la mama en un 40% de casos, de próstata en un 10% y de pulmón en un 10% (16). En una revisión bibliográfica publicada en 1990 (13) los resultados que obtiene sobre la procedencia de las metástasis son de 42% de mama, 11% de pulmón, 8,3% de próstata, 5,2% de melanoma y 3,2% de riñón.

Es posible que la frecuencia de la metástasis orbitaria de mama sea mucho mayor de lo que muestran los estudios publicados. Cuando se realiza un estudio anatomopatológico en pacientes con carcinoma de mama, de un 10% a un 37% de ellos presentan metástasis oculares u orbitarias que no se habían detectado clínicamente (17,18-20). En un estudio reciente (10) se ha señalado que en un centro en el que se trataron al año aproximadamente 300 pacientes con carcinoma de mama con metástasis, en 5 años solo se diagnosticaron dos casos con metástasis orbitarias. Esto hace suponer que muchas de las metástasis orbitarias de carcinoma de mama permanecen en estado subclínico y no son nunca diagnosticadas. En nuestros casos tres eran mujeres y uno varón. En dos de las mujeres, sin diagnóstico previo de tumor primario, se sospechó como lugar de origen de la metástasis un tumor de mama y en una de ellas se confirmó la sospecha. Aunque en una mujer con una masa orbitaria se debe de sospechar la existencia de un carcinoma de mama, hay que tener en cuenta que también se han descrito metástasis orbitarias de tumores de mama en hombres (10).

Se han descrito metástasis orbitarias procedentes de muchos tipos de tumores en diferentes localizaciones como testículo, vesícula y conducto biliar, corazón, mama en varones, piel, estómago, pleura, tejido adiposo, timo y hueso (12). Además de estas localizaciones, se han descrito metástasis orbitarias procedentes de vejiga (16,21), tracto intestinal y garganta (16,22,23), tumor fibroso solitario maligno de torax (24), tumor neuroendocrino (25), dermatofibrosarcoma (26), carcinoma renal medular (27), mesotelioma pleural (28), rabdomiosarcoma alveolar perineal (29), osteosarcoma teleangiectásico pélvico (30), leiomiosarcoma de cordón espermático (31), ganglioneuroblastoma adrenal (32), sarcoma sinovial de antebrazo (33), islotes pancreáticos (34), carcinoma hepatocelular de hígado (35) y cervix (36) entre otros. En nuestra serie de cuatro casos la localización del tumor primario coincide con los lugares de origen más frecuentes. Dos eran metástasis de tumores primarios de mama, otra de pulmón y el último de riñón.

Al contrario que con los adultos, en niños las neoplasias que producen metástasis orbitarias con más frecuencia no son los carcinomas sino los sarcomas, y son más frecuentes en la órbita que en el globo ocular (11). En esta población el neuroblastoma (1,37) y el sarcoma de Ewing son los tumores que con más frecuencia metastatizan en la órbita (1), aunque pueden encontrarse metástasis procedentes de otros tumores (32).

Se ha comprobado que aunque en un 60% de casos existe historia de una tumoración primaria, especialmente en los casos de tumores de mama (38), en un 30% de casos incluso una historia exhaustiva no descubre la existencia del tumor primario (12). Es importante tener en cuenta que las metástasis pueden simular otras lesiones de carácter no maligno, como son hemangiomas, miositis, orbitopatía tiroidea u otros procesos inflamatorios. Un porcentaje que oscila entre el 50% y el 35% acuden al oftalmólogo sin conocer el tumor primario que originó la metástasis (2,8,13). En nuestra serie de cuatro casos, en dos ya se conocía el tumor primario, uno de mama y uno renal, mientras que en los dos casos restantes, una metástasis de mama y la metástasis de pulmón, el hallazgo surgió tras el estudio sugerido por el oftalmólogo.

En una extensa revisión de las publicaciones sobre metástasis orbitarias (13) se ha comprobado que, por orden de frecuencia de aparición, los síntomas producidos por las metástasis orbitarias son diplopía, dolor y disminución de la visión. De forma similar, y por orden de frecuencia, los signos que aparecen son proptosis, alteraciones en la motilidad ocular, aparición de una masa palpable, ptosis palpebral, desplazamiento del globo, quemosis conjuntival, enoftalmos, edema de papila, pliegues retinianos, parestesias y pulsación. Contrariamente a otros procesos expansivos orbitarios primarios, las metástasis suelen tener un crecimiento rápido con aparición de sintomatología precoz y en la gran mayoría de los casos son unilaterales.

La alteración en la motilidad ocular y la proptosis son los signos más precoces y que con más frecuencia aparecen en las metástasis. Algunos estudios muestran que la restricción de la motilidad ocular aparece en aproximadamente el 50% de los casos (12). En un estudio de 31 casos, el 48% presentaron diplopía y el 26% proptosis (8). Sin embargo, el enoftalmos no es infrecuente y aparece en el 10% de casos (11), sobre todo en los tumores escirrosos de mama, que tienden a producir retracción y fibrosis de los tejidos orbitarios. Todos los casos que nosotros presentamos presentaron marcada alteración de los movimientos oculares, incluyendo ptosis palpebral, y proptosis, aunque fue mucho menor en los casos de metástasis de mama (figs. 2 y 3 ).

El dolor suele aparecer más precozmente que en los procesos expansivos orbitarios primarios. En ocasiones la afectación trigeminal puede cursar con hipoestesia o parestesias. Algunas series indican que este síntoma aparece aproximadamente en un 20% de casos (12,13). En nuestra serie el dolor fue un síntoma relevante solo en el caso de metástasis pulmonar, que se correspondió con el caso en que el componente inflamatorio era mayor (fig. 6 ).

La pulsación del globo, sincrónica con el latido cardiaco, es indicativa de osteolisis del techo orbitario, que permite la transmisión de la pulsación cerebral. Sólo en algunos casos de metástasis de tumores muy vascularizados, como pueden ser los de tiroides o renales, la pulsación puede ser debida al propio flujo sanguíneo de la metástasis. Este signo no es frecuente, tal como muestra una revisión bibliográfica de casos de metástasis orbitarias en la que la pulsación solo apareció descrita en el 1,5% de los casos (13).

La disminución de la visión en el ojo afectado aparece en un 20% de los casos de metástasis orbitarias (13). Nosotros hemos encontrado este síntoma en todos los casos, aunque en el caso 4 no se puede afirmar que la perdida de visión haya sido causada exclusivamente por la metástasis, puesto que el paciente había sufrido un traumatismo severo con anterioridad en ese ojo.

El cuadro clínico producido por las metástasis orbitarias ha sido clasificado en cinco tipos según su forma de presentación (13). El síndrome masa aparece en un 66% de casos y se caracteriza por tener como signo fundamental el desplazamiento del globo. El segundo tipo es el infiltrativo, que aparece en un 24% de los casos y se caracteriza por la aparición de enoftalmos y la restricción de los movimientos oculares. Es particularmente frecuente en las metástasis de carcinoma de mama escirro. El tercer tipo es el inflamatorio, que aparece en un 5% de casos. El cuarto tipo es el funcional, que aparece en un 5% de casos y que normalmente ocurre porque la metástasis asienta en un lugar de la órbita, normalmente el ápex, en el que ocupando poco espacio produce una alteración funcional importante. Finalmente, el tipo silente, se caracteriza por no producir sintomatología y su hallazgo suele ser casual. Estos síndromes pueden aparecer de forma concurrente. En nuestros casos, el síndrome infiltrativo, con muy moderado exoftalmos, apareció en los dos casos de metástasis de mama (figs. 2 y 3 ). Como puede observarse en el caso 2, a pesar de que el tumor invade prácticamente toda la órbita (fig. 4 ), el exoftalmos que produce es mucho menor de lo que cabría esperar (fig. 3 ). Los dos casos restantes se caracterizaron por tener un componente inflamatorio importante, con marcada proptosis ocular (figs. 6 y 10 ). Estos dos casos se correspondieron con las metástasis de pulmón y de riñón.

Con frecuencia el paciente con metástasis orbitaria suele referir la existencia de un proceso neoformativo antiguo o reciente que nos sugerirá el diagnóstico. En nuestra serie, dos casos ya tenían historia previa de tumor primario (casos 2 y 4), en otro caso (caso 1) una simple exploración clínica inmediatamente descubrió el tumor primario en la mama derecha (fig. 2), mientras que en el caso 3 fue necesario un estudio más exhaustivo para detectar la tumoración original en el pulmón izquierdo.

Tanto la TAC como la RMN son fundamentales y más útiles que los ultrasonidos para evaluar órbitas con sospecha de lesiones metastásicas (12,39,40). La TAC es el estudio de elección (11) puesto que permite detectar afectaciones óseas mejor que la RMN. El caso 4 de nuestra serie es un ejemplo en el que la TAC muestra la destrucción ósea de la pared medial de la órbita izquierda (fig. 11 ), mientras que en el resto de los casos las paredes óseas aparecen respetadas.

Las forma de aparición de las metástasis orbitarias en las imágenes de TAC y RMN es variada. En la TAC, la forma más común de presentación es como una masa (58%), seguida de alteración ósea (25%), muscular (9%) y alteración difusa (8%) (11). Como ya se ha indicado, en general, la aparición de una masa con afectación muscular o grasa sugiere una metástasis de carcinoma de mama, la afectación ósea un carcinoma de próstata y la afectación predominante de músculo un melanoma. El cáncer de próstata tiende a producir hiperostosis mientras que el de tiroides suele producir osteolisis. Aproximadamente un 50% de las metástasis afectan al hueso, por lo que si la lesión ósea no está cercana a la fosa lagrimal o adyacente a los senos periorbitarios es sopechosa de una metástasis (12). Sin embargo hay que pensar que otras lesiones como los mucoceles (41), infección, granulomatosis de Wegener, granuloma maligno de la línea media, histiocitosis, sarcomas, y lesiones linfoides pueden presentar imágenes similares a las que producen las metástasis. Para hacer el diagnóstico diferencial se ha sugerido que si en la serie T2 de la RMN aparece una señal hipointensa puede tratarse de un pseudotumor inflamatorio, mientras que si es hiperintensa puede tratarse de un linfoma o una metástasis (11). La mayoría de las veces, la localización de las metástasis en la órbita es exclusivamente extraconal (50%) y el resto o son intraconales (30%) o incluyen ambas localizaciones (20%) (12). En nuestra serie, en tres de los casos (casos 1, 3 y 4) la masa tumoral aparece en la parte medial de la órbita. En uno de estos casos (caso 4) probablemente haya alcanzado la órbita por crecimiento desde el etmoides o desde el esfenoides (fig. 11 ). En el caso 2 la masa tumoral ocupa prácticamente toda la órbita, incluyendo el espacio intraconal. Desafortunadamente, a pesar de que se ha intentado buscar una relación entre las características de la imagen de una lesión y su correlato anatomopatológico, la realidad es que no puede hacerse una asignación inequívoca. En un estudio sobre 31 casos de metástasis orbitaria, en un 26% ni la TAC ni la RMN sugirieron que pudiese tratarse de una metástasis, y en el 74% restante la posibilidad de metástasis raramente se consideró como causa probable (8).

Los ultrasonidos son menos efectivos que la TAC o la RMN para detectar la presencia de lesiones tumorales en la órbita. Son más útiles para las lesiones localizadas en la parte anterior que para las localizadas en la parte posterior, estando particularmente indicados en las lesiones quísticas. Combinados con el Doppler pueden dar información sobre la vascularización de tumor (11).

La biopsia por punción y aspiración con aguja fina (PAAF) es una excelente opción en el caso de sospecha de metástasis que, si tiene éxito permite obtener el diagnóstico anatomopatológico de forma rápida, orienta en la localización del tumor primario y evita al paciente un gran número de exploraciones. Con esta técnica se suele obtener material en los tumores con mucha celularidad, mientras que es de escasa efectividad en tumores fibrosos (42). Nosotros siempre realizamos el PAAF con un estudio de imagen previo. Los resultados obtenidos con esta técnica se han calificado de excelentes por algunos autores con experiencia (12) y varias series publicadas indican que tienen desde un 80 a casi un 97% de coincidencia con en el diagnóstico anatomopatológico posterior (8,43-45). Una preocupación que surge con el uso del PAAF es la posibilidad de diseminación de las células tumorales, sin embargo los estudios realizados en un gran número de casos en los que se realizó un PAAF en una gran variedad de tumores y localizaciones, indican que en este aspecto la técnica es segura (12). Aunque se han publicado complicaciones severas por PAAF, como daño del globo o lesiones cerebrales (43,46), la probabilidad de que ocurran es extremadamente baja (45,47). La realización de un PAAF puede evitarse si por cualquier razón el tumor va a ser extirpado. En este caso la pieza extraída es utilizada para el diagnóstico anatomopatológico. En nuestra serie hemos realizado un PAAF de la metástasis orbitaria en los casos 2 y 3, resultando positivo en los dos casos. En el primer caso, el hallazgo de la lesión de mama (fig. 2 ) y la evolución del cuadro con el tratamiento dio el diagnóstico. En el último caso, la historia de un tumor renal de larga evolución y la biopsia por vía nasal hicieron innecesaria la realización de PAAF. La biopsia directa de la tumoración mediante una intervención quirúrgica debe de realizarse si los otros estudios no consiguen un diagnóstico, se sospecha que pueda ser una metástasis y no se conoce la localización del tumor primario. En nuestra serie se ha realizado biopsia por acceso directo a la metástasis en un caso.

Los datos complementarios raramente ayudan al diagnóstico de una metástasis, excepto si el tumor primario tiene marcadores específicos. El antígeno carcinoembriogénico elevado en plasma es indicativo de la existencia de metástasis, aunque un resultado negativo no indica su ausencia (38). En el caso de los cánceres de próstata la fosfatasa alcalina está elevada y los seminomas producen gonadotrofina corionica humana. En los síndromes carcinoides el ácido 5-indol acético suele estar elevado en la orina. En cualquier caso, la determinación de la existencia de un tumor primario va más allá de la labor del oftalmólogo y es aconsejable remitir al paciente a un servicio de oncología para su diagnóstico y tratamiento.

En general los pacientes con metástasis orbitarias no son candidatos a la cirugía de órbita para la extirpación de la masa tumoral, puesto que esto no conlleva la curación de la enfermedad (11,13). Sin embargo, en algunos casos en los que el crecimiento tumoral es lento, la extirpación de la metástasis junto con el tumor primario puede mejorar el pronóstico del paciente (13). Cuando la tumoración orbitaria produzca dolor o pérdida de visión pueden realizarse tratamientos paliativos mediante radioterapia, quimioterapia o incluso cirugía. El tratamiento radioterápico en estos casos suele ser de 3.000 a 4.000 rad (20 a 40 Gy) repartidos en varias dosis durante una o dos semanas, con lo que se consiguen remisiones que mejoran los síntomas, incluyendo en algunas ocasiones la recuperación de la visión (11). La terapia hormonal también se ha utilizado como tratamiento paliativo en las metástasis de cánceres que son hormono-sensibles, como el de próstata y el de mama.

El pronóstico de los pacientes con metástasis orbitaria es malo en la mayoría de los casos y depende del tipo y localización del tumor primario. De un total de 245 casos de metástasis orbitarias publicados en la literatura médica, la supervivencia media desde que se encontró la metástasis orbitaria fue de 9,3 meses (12). En un estudio de 30 casos la distribución de la supervivencia tuvo una mediana de 1,3 años y el 27% los casos sobrevivieron 2 años (8). En este mismo estudio no se encontró relación entre la supervivencia y el hecho de que se conociese o no la existencia de un tumor primario en el momento de encontrar la metástasis en la órbita. Una serie de 31 casos de metástasis orbitaria no encontró relación entre el aspecto que la metástasis tenía en la TAC y la RMN y el pronóstico (8). En nuestra serie dos de los pacientes han fallecido por el proceso que originó la metástasis orbitaria. El más agresivo resultó ser el caso de la metástasis pulmonar, en el que la paciente falleció dos meses después de que acudiese al oftalmólogo.

La posibilidad de una metástasis orbitaria debe de tenerse en cuenta en cualquier proceso orbitario. No es infrecuente que el oftalmólogo sea el primer médico que consulte un paciente con un cuadro orbitario causado por una metástasis. El diagnóstico diferencial se plantea con los casos en los que aparece un cuadro orbitario con componente inflamatorio predominante que puede simular una celulitis, fístula arteriovenosa, miositis, endoftalmitis, orbitopatía tiroidea o pseudotumor inflamatorio. Hay que tener presente que en algunos pacientes una órbita inflamada puede ser el primer signo de un tumor localizado en otro lugar.

 

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Dirección para correspondencia:
Francisco González
Departamento de Medicina
Universidad de Santiago de Compostela
C/. San Francisco, s/n
E-15782 Santiago de Compostela
España
e-mail: francisco.gonzalez@usc.es

Recibido: 23.01.06
Aceptado: 26.07.06

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