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Cirugía Plástica Ibero-Latinoamericana

versión On-line ISSN 1989-2055versión impresa ISSN 0376-7892

Cir. plást. iberolatinoam. vol.35 no.1 Madrid ene./mar. 2009

 

 

 

In memoriam: Dr. Juan Quetglas Moll (1922-2009)

 

Aún recuerdo aquel olor a éter que había siempre en el Hospital de Larache, en Marruecos, donde íbamos a veces mi hermano mayor y yo, con mi madre Conchita, a visitar al Cirujano Jefe del Hospital Militar, el jovencísimo Dr. Juan Quetglas, capitán médico y Jefe de Cirugía, en los tiempos en que "Cirugía" era todo: apendicitis, Traumatología, quemaduras, Ginecología y Obstetricia... sí, incluso eso pasó a ser de su responsabilidad por dimisión del ginecólogo. Su intención de ser médico surgió al encontrar un conejo con una herida parasitada que su padre, mi abuelo al que nunca conocí, quería sacrificar: Él le dijo: "déjame que yo le curaré", y siendo simplemente un niño, con una navaja extirpó los parásitos de la herida de aquel conejo y consiguió que curase completamente, con lo que sirvió más adelante para una paella. Luego fue a ver cómo curaban a los hombres y su interés acabó haciendo Medicina y Cirugía en Barcelona.

Era un buen cirujano y los moros empezaron a estimarle, ofreciéndole de todo para que se quedase cuando tras tres años, Mojamed V, el abuelo del actual rey de Marruecos, accedió al poder tras abandonar España su Protectorado allí. Pero en última instancia decidió que más valía ejercer de español que ceder a las promesas de los moros, y así vinimos a MADRID, yo con 6 años. Allí conoció otra cirugía diferente: la que practicaba el Dr. Sánchez Galindo, y se enamoró de ella. Era la cirugía del remiendo: donde el traumatólogo no podía cerrar la fractura, el Cirujano Plástico ponía colgajos tubulares traídos del muslo en dos o tres etapas, pero permitiendo cubrir la fractura y evitar la osteomielitis. La cirugía de los grandes quemados, donde los remiendos de piel, o injertos, permitían ir recubriendo los cuerpos cruentos. La cirugía de las malformaciones congénitas, fundamentalmente el labio leporino donde con verdadero arte se reconstruían las estructuras malformadas de la cara y el paladar. La cirugía oncológica y traumatológica facial, con reconstrucciones inverosímiles. Entonces no había nacido aún la idea de la Cirugía Máxilo-facial, y el plástico era el encargado de recomponer las partes blandas y las óseas de la cara. La cirugía de la mano, la cirugía reconstructora urogenital... etc. etc. ¡Cómo no enamorarse de esa cirugía especial que incluso arreglaba los pechos a las mujeres, corregía las deformidades nasales, las orejas en soplillo...! Y no sin dificultades, consiguió quedarse de ayudante de aquel excepcional cirujano que fue además el primer anestesista de España: el que introdujo la intubación endotraqueal, única manera de poder operar a los traumatizados de cara o a los pacientes oncológicos de cara. Antes de lavarse, intubaba al paciente y luego la monja se encargaba de apretar el balón para ventilarlo mientras él a toda velocidad ejercía la intervención.

Los pocos cirujanos plásticos que había en España decidieron formar una Sociedad y reunirse y hacer congresos, y mi padre fue encargado de desarrollar la creación de una revista donde publicar los avances de la especialidad.

Y nació la que hoy se llama SECPRE, precisamente porque cuando mi padre fue presidente, cambió el nombre de Plástica, a secas, añadiendo lo de Reparadora (en lugar del anglicismo "reconstructiva") y Estética. Y nació y se desarrolló la Revista Española de Cirugía Plástica, ayudado por los Drs. De la Plaza y Hínderer, sus íntimos colaboradores y amigos. Luego también sufrió un cambio de nombre, por el empeño de los sudamericanos de no querer aceptar la palabra iberoamericana, que se proponía para englobar en el concepto de "Iberia" la procedencia portuguesa y española del origen de las naciones americanas, y se aceptó el (a mi juicio) sin-sentido de Ibero-latinoamericana, porque lo importante era crear una revista que uniera a los profesionales de habla hispano-portuguesa en los dos continentes.

Era él el que llevaba todo en la Revista, y en algún momento, hasta la corrección de la "galeradas de imprenta", empaquetado, sellado y distribución, con la única ayuda de mi hermano mayor, el único de los tres que no hizo Medicina.

No tenía aficiones, porque no tenía tiempo: Trabajaba en tres puestos de trabajo a lo largo del día, y además tenía alguna consulta privada y el abundante trabajo de la Revista, y cuidaba su familia y editaba libros y asistía sistemáticamente a todos los congresos, creo que más bien como descanso y diversión, y como modo de conocer el mundo.

Cuando fui a París como residente extranjero de Cirugía Plástica y visité a Lalardrie, me comentó que le gustaba mi padre, porque no era un "mandarín", no se rodeaba de reconocimiento e importancia como otros: humildemente daba cuanto era capaz, pensando en los demás, y ya está. Su compromiso, su humildad, su paciencia y su tesón me han servido de ejemplo siempre.

Los últimos años de su vida le ha tocado sufrir personalmente. Acompañó con esfuerzo y dificultad el Alzheimer de su mujer durante 10 años, y sufrió un atropello que le ocasionó la amputación de su pierna izquierda y la condena a una silla de ruedas, y la dependencia de ayudantes para todo, aunque la mente siempre despierta y activa aprovechaba cada oportunidad de gozar y hacer gozar de la vida a los que le rodeaban: hijos y nietos.

En el año 2004 recibió en Sevilla el homenaje de la SECPRE durante su XXXIX Congreso Nacional, coincidiendo también con el XV Congreso de la FILACP. A los 86 años recibió el homenaje como pionero de la FILACP en el Congreso celebrado en Ecuador el año 2008, especialmente por su labor al frente de la revista que sirvió de nexo de unión a los cirujanos de los dos continentes de habla hispana y portuguesa, y que dirigió durante 27 años.

Como hijo y heredero de la especialidad quiero juntarme a todos los que le apreciaron y darle las gracias por su ejemplo, su vida de honestidad, de amor y de servicio.

Descanse en paz.

Dr. Alfonso Quetglas Marimón

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