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Cirugía Plástica Ibero-Latinoamericana

versión On-line ISSN 1989-2055versión impresa ISSN 0376-7892

Cir. plást. iberolatinoam. vol.45 no.4 Madrid oct./dic. 2019  Epub 02-Mar-2020

https://dx.doi.org/10.4321/s0376-78922019000400001 

Editorial

Fortunato Benaim cumplió 100 años de vida

100 Years of life of Fortunato Benaim

Horacio García Igarza1 

1Especialista en Cirugía Plástica, Estética y Reparadora. Profesor de Cirugía Plástica y Reconstructiva de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.

Con gran alegría festejamos el 18 de octubre pasado el centenario del nacimiento de Fortunato Benaim. Es un ejemplo de vida que se dedicó con pasión al estudio de todos los aspectos que rodean al paciente quemado, desde el tratamiento en agudo a la cirugía de complejas secuelas, y que transformó lo que era un capítulo de la Cirugía Plástica en una especialidad.

Maestro con mayúsculas, brillante conferencista e inigualable organizador de equipos de trabajo. No renunció jamás a cumplir sus proyectos y supo cómo hacer para transformar en realidad sus sueños, con una visión siempre optimista de la vida.

Nació en Mercedes, una ciudad rural localizada a 100 km de Buenos Aires, y allí cursó la escuela primaria y la secundaria en el Colegio Nacional Florentino Ameghino que fue testigo de sus primeros trabajos de investigación, realizando una clasificación de los invertebrados porque le parecía insuficiente la que mostraban los libros. Desde niño mostró también su talento y pasión por la música. Estudió violín y por sus virtudes lo eligieron para tocar en los intervalos de las funciones de cine mudo en los que le pagaban 10 pesos por cada presentación.

La vida de Benaim se parece a una película en la que es por momentos el músico que además del violín toca batería y piano o el bailarín que anima las fiestas con demostraciones de tango; en otros, es el médico que se abrazó a la Medicina y desarrolló con pasión todos sus proyectos. Ha sido un artista en las dos zonas congeniando los dos planos. Y ha sabido cumplir así aquella máxima que leía a diario en una placa que tenía su maestro de cirugía, Arnoldo Yodice, y que le guió desde un comienzo: “El Arte y la Ciencia se combinan y en matizar la vida está la clave, que aquel que sólo sabe Medicina, han dicho bien, ni Medicina sabe”.

Se recibió de médico en la Universidad de Buenos Aires en 1946 y recuerda siempre un episodio que marcó su vida. Asistía al Servicio de Cirugía del Hospital Argerich, en diciembre de 1948, cuando ingresó a la guardia una familia con graves quemaduras como consecuencia del incendio de una precaria vivienda en el barrio de La Boca, y su jefe le indicó: ¨ocúpese de los quemados”. Se informó, buscó bibliografía, estudió la fisiopatología y realizó los primeros injertos de piel. Fue una oportunidad que le permitió descubrir su verdadera vocación. Su espíritu inquieto y atento a las necesidades del hospital lo llevó a organizar el Servicio de Cirugía Plástica y a crear el Servicio Social. También percibió la importancia de la formación de personal auxiliar en Cirugía y dictó el primer curso de instrumentadoras en Argentina. Cuatro años de fecunda experiencia lo estimulan a presentar su tesis de doctorado sobre el tema: “Fisiopatología y tratamiento de las quemaduras. Resultados obtenidos con injerto de piel”. Era una tesis brillante, y en 1954 recibió un premio de la Asociación Argentina de Cirugía

Siempre dice que la vida da oportunidades y el secreto es saber aprovecharlas.

Ganó una beca de perfeccionamiento que le permitió capacitarse en los centros más importantes de Estados Unidos, como los de Truman Blocker en Galveston, Texas; James Barret Brown en Saint Louis, Missouri; y el del Dr. Conway en el New York Hospital. Las visitas a estos centros fueron un importante estímulo en su formación profesional, ya que tuvo la oportunidad de trabajar con los mejores especialistas de la época que le brindaron no solo conocimientos, sino una amistad que continuó por el resto de sus vidas. Al poco tiempo de regresar ganó por concurso la dirección del Hospital de Quemados de Buenos Aires, cargo que ejerció durante casi 30 años, y desde allí planificó todo con perfección absoluta. Abrió las puertas a los colegas que querían aprender y estimuló a todos sus colaboradores con su ejemplo, sacrificio, tenacidad, y creatividad.

Durante todo ese tiempo introdujo actualizaciones en lo asistencial, incluso con equipamiento y tecnología de su invención. Para facilitar la asistencia de los quemados ideó sistemas de clasificación, evaluación y elaboró normas de tratamiento clínico y quirúrgico. Creó la asociación cooperadora que cumplió una gran labor recaudando los fondos necesarios, puesto que los aportes del estado nunca bastaban. Creó también el Servicio de Damas Voluntarias y el Servicio Social, que colaboraban en la atención de los pacientes quemados y daban soporte a sus familiares. Fundó la Asociación Pro Ayuda al Quemado (APAQ), que funciona en una casona del barrio de Belgrano en Buenos Aires donde se da sin cargo alojamiento, comida, vestimenta y educación a pacientes con secuelas de quemaduras que vienen del interior del país para ser tratados y rehabilitados y no disponen de recursos. Preocupado por difundir nociones sobre prevención de las quemaduras ideó la Semana de Ayuda al Quemado. En las escuelas primarias se daban conferencias sobre el tema y los alumnos redactaban composiciones con el título “Cómo podemos hacer para evitar las quemaduras”.

Los más destacados médicos de la especialidad viajaron a Buenos Aires para ver de cerca su obra, hecha con más inteligencia y esfuerzo que con recursos económicos. Entre tantos, fue muy importante para él que lo visitara el Dr. Truman Blocker, uno de los profesores que lo recibieron en su viaje como becario. Llegó a Buenos Aires acompañado por un joven discípulo mexicano, Fernando Ortiz Monasterio, que con el tiempo se trasformó en uno de los cirujanos plásticos más completos y brillantes del mundo. Con él inició Benaim una entrañable amistad que perduró toda la vida.

Su espíritu solidario se mostró en Brasil en 1961, cuando en la ciudad de Niteroi ocurrió una de las tragedias más grandes de su historia al incendiarse un circo que produjo la muerte de 500 personas y 1000 heridos. Al conocer la noticia, Benaim organizó un equipo de ayuda para atender a los pacientes quemados que viajó desde Buenos Aires y trabajó intensamente junto a los médicos brasileños. Al cumplirse 50 años de la tragedia, la Academia de Medicina del Estado de Rio de Janeiro le rindió reconocimiento a su gran aporte, manifestando el agradecimiento de todo Brasil al único especialista en quemados capaz de tratar a las más de 500 víctimas del incendio y en su mayoría niños.

Por su prestigio fue elegido presidente del 4º Congreso Mundial de Quemaduras que se realizó en Buenos Aires en 1974. Era un año de serios conflictos políticos en Argentina y para hacerlo, superó todas las dificultades con pasión, entusiasmo y sacrificio. El mundo científico respondió a su convocatoria y se alcanzó un gran nivel que dejó un grato recuerdo entre los profesionales que asistieron.

Benaim conoce el problema integral del paciente quemado como pocos médicos en el mundo y por eso fue invitado a numerosos congresos internacionales y viajó sin descanso para difundir generosamente sus conocimientos. Recorrió Latinoamérica, Estados Unidos y casi todos los países de Europa, Asia y África. Fue recibido con honores y escuchado con devoción por sus colegas. Se transformó así en un verdadero embajador de la Argentina en el mundo. La Asociación Americana de Quemaduras le dio el Premio Evans. La Fundación Giusseppe Whitaker de Italia le otorgó el Premio Internacional de Quemaduras. Y la Sociedad Internacional de Quemaduras, en el Congreso Mundial de Nueva Delhi lo distinguió con el premio Tanner-Vandeput. Se convirtió así en el único especialista del mundo en recibir estas tres distinciones. A eso debe agregarse la Insignia de Oro de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, el Cóndor de los Andes del Comité Iberoamericano para la Prevención y Asistencia de las Quemaduras. El Gobierno Chileno le condecoró con la Orden al Mérito y el Premio Bernardo O’Higgins que sólo lo reciben aquellos que han prestado servicios de alta relevancia al país.

Presidió distintas sociedades científicas y ocupó puestos de relevancia en distintas universidades. Es Profesor Honorario de Cirugía de la Universidad de Buenos Aires y Profesor Titular de Cirugía Plástica de la Universidad del Salvador. Miembro Fundador, Expresidente y Cirujano Maestro de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica y de la Asociación Argentina de Quemaduras. Fue designado Maestro de la Medicina Argentina, Vicedecano de la Facultad de Ciencias para la Salud. Es Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina ocupando el sitial de Héctor Marino, uno de los pioneros de la Cirugía Plástica argentina y mundial. Fue Miembro Fundador y Presidente de la Federación Iberolatinoamericana de Cirugía Plástica y también Miembro Fundador de la Sociedad Internacional de Quemaduras.

En 1981 crea la Fundación del Quemado que hoy lleva su nombre. Es una institución sin fines de lucro destinada a promover y mejorar la investigación, docencia, prevención y rehabilitación de las quemaduras. Como parte de su programa crea el laboratorio de cultivo de piel, el primero en Sudamérica, y edita la Revista Argentina de Quemaduras, única publicación de la especialidad en castellano.

La asistencia a los pacientes la realiza en el Centro de Excelencia para la Asistencia de Quemaduras (CEPAQ) que funciona en el Hospital Alemán de la ciudad de Buenos Aires. Es un centro modelo donde desarrolla una intensa labor, especialmente con los quemados graves. Vale la pena destacar que el equipamiento de camas, mesa de operaciones, equipo de balneoterapia y el resto de las instalaciones fue diseñado por Benaim con el propósito de facilitar el manejo y tratamiento del paciente. La Fundación Fortunato Benaim continua además con distintos tipos de campañas de prevención identificadas con la frase “No se avergüence de ser prudente.”

A pesar de su intensa actividad, siempre encuentra el tiempo para disfrutar de su familia. Tiene 2 hijos, Alejandra y Pablo; 5 nietos y 1 bisnieto. En ellos encontró motivo para continuar con otra de sus aficiones: la carpintería. En el taller que montó en su casa les construyó a los chicos autos, casitas y hasta una réplica de la estación ferroviaria de Mercedes, su ciudad natal. Está casado con Marta Fernández, que con amor lo cuida y lo acompaña todos los días en sus múltiples actividades.

Y así transcurren los 100 años de Fortunato. Se entrelazan el inigualable formador de equipos, el planificador excepcional, el brillante elaborador de proyectos sin bajar los brazos hasta concretarlos, con el hombre apasionado de la música y con una visión siempre optimista de la vida en la que aparecen, como en una película, el chico de 9 años que tocaba el violín en los intervalos del cine en Mercedes a 10 pesos por función o el estudiante de Medicina que se ayudaba en la carrera integrando una de las mejores orquestas de tango de Buenos Aires.

Su obra excede de esta manera la Cirugía Plástica y la Medicina en general. Hombres como Fortunato Benaim ya casi no se encuentran, pero son más imprescindibles que nunca.

Gracias maestro por inspirarnos a todos nosotros. Por abrirnos los ojos, por mostrarnos el camino. Querido Maestro, ¡Muy Feliz Cumpleaños¡

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