Introducción
La mamá tuberosa es una alteración en el desarrollo anatómico de la glándula mamaria. En la pubertad, cuando comienza su desarrollo, apreciamos una hipoplasia del polo inferior común en las adolecentes, pero a medida que se va superando la etapa puberal este polo inferior desciende, alcanzando el aspecto normal de la mama adulta. En la mama tuberosa este polo inferior no desciende debido a la formación de un anillo de constricción provocado por un engrosamiento de la fascia superficialis, en relación con el aparato ligamentoso de la mama. Este hecho provoca la deformidad típica conocida también como mamá tubular, mama constricta, mamá en nariz de Snoopy, etc., que consiste en: 1. hipoplasia del polo inferior lateral y o medial, siempre; 2. hiperplasia del polo superior, a veces; 3. aumento del tamaño de la areola, en muchas ocasiones; 4. déficit de piel sub-areolar y herniación areolar de la glándula mamaria (esto último en los grados más severos). Este conjunto de alteraciones en la mama fue descrito por primera vez por Rees y Aston(1) en 1976 bajo la denominación de mama tuberosa. Se considera una malformación del desarrollo anatómico de la glándula mamaria en la mujer y puede ocasionar importantes perjuicios psicológicos.
Existen diferentes grados en la aparición de esta deformidad. Las clasificaciones más conocidas son las de Grolleau(2)) en 1999, que establece 3 grados, y la de Von Heinburg(3)) en el 2000, que establece 4 grados; ambas hacen referencia a los 4 cuadrantes de la mama, clasificando los grados en función del cuadrante afectado de manera que: el grado I afecta al cuadrante ínfero-interno; el grado II al ínfero-interno y al ínfero-externo; el grado III a los cuadrantes inferiores de la mama, con déficit cutáneo en la región subareolar; y Von Heinburg resalta un grado IV en el que además de lo señalado en el tercero, existe un déficit de desarrollo en la base de implantación mamaria que es el causante de la herniación glandular a través de la areola (Fig. 1).
La solución de esta deformidad mamaria, independientemente del grado en que aparezca, es siempre quirúrgica.
A lo largo de todos estos años han sido muchos los autores que, con mayor o menor acierto, han propuesto técnicas para su tratamiento. Destacamos las más eficaces o las que más repercusión han tenido, desde un punto de vista cronológico.
Rees y Aston,(1) tras definir el problema, propusieron la primera forma de abordarlo mediante 2 técnicas quirúrgicas, ambas con colocación de implantes prepectorales: la primera consistía en una resección periareolar con dos descargas laterales para adaptar la areola a la resección, que dejaba dos cicatrices una medial y otra lateral a la areola, poco estéticas; la segunda, para casos más severos, consistía en una resección radial de la glándula por vía submamaria, a la que se aplicaba la técnica anterior, procedimiento que no estaba exento de importantes complicaciones.
Veccchione,(4)) en 1976, realiza una extirpación periareolar dermo-muscular y cierre mediante material reabsorbible y nylon, con o sin colocación de implantes. En el caso de colocarlos utiliza la vía del surco submamario y el plano submuscular. Esto solo corregía grados leves y provocaba cicatrices periareolares inestéticas.
Gruber,(5)) en 1980, describe la primera clasificación y realiza la misma técnica de Vecchione, si bien remarca la poca calidad de la cicatriz y la aparición frecuente de cicatrices hipertróficas, por lo que dicha técnica solo sería aplicable para grados I en pacientes delgadas con mamas pequeñas. Maillard,(6)) en1986, propone una técnica periareolar más realización de una Z-plastia denominada A-Z plastia en la que practica una resección de polo inferior en forma de cono. Esta técnica esta encaminada a mamas tuberosas que demandan reducción y no aumento. Tiene la ventaja de mejorar enormemente la cicatriz periareolar, pero por el contrario añade una cicatriz vertical y submamaria en forma de Z. No utiliza implantes.
Elliot,(7)) en 1988, propone una plastia en L basada en un colgajo músculo-cutáneo del serrato para el relleno del polo inferior. La cicatriz por tanto es periareolar, vertical y submamaria. La colocación del implante, en caso necesario, sería subglandular por la misma vía. Consigue mejor definición del polo inferior y una cicatriz aceptable.
Pukett,(8)) en 1990, propone una incisión submamaria con la realización de un colgajo transversal en el pedículo areolar superior La colocación del implante la realiza en el plano submuscular. Pero “la realización de este colgajo de incisión transversal no es fácil y no está exento de complicaciones”, tal y como refiere Palacin,(9) aunque consigue buenos resultados con solo una cicatriz submamaria de buena calidad.
Benelli,(10) en 1990, propone la técnica del round-block que supone una mejoría muy notable en la calidad de las cicatrices periareolares y que será posteriormente aplicada por otros autores para la resolución de este problema.
Ribeiro,(11) en 2003, propone la corrección de la mama tuberosa sin emplear materiales aloplásticos mediante la creación de colgajos de expansión y técnica de round-block. Los resultados son buenos y mejora enormemente la calidad de la cicatriz periareolar, si bien no ofrece la posibilidad de aumento mamario en mamas hipoplásicas.
Mandrekas,(12)) en 2003, describe una técnica de expansión del polo inferior y cierre mediante round-block que a diferencia de Ribeiro si utiliza implantes en la mayoría de los casos.
Finalmente, Palacin(9) en 2011, define su técnica de mamoplastia transversal con colocación de implantes anatómicos en plano subglandular, quizás inspirada en la técnica de Pukett, a la que mejora notablemente. Consigue extraordinarios resultados con solo una cicatriz submamaria, y es, a nuestro juicio, una de las técnicas más interesantes para la corrección de la mama tuberosa mediante implantes de las que disponemos en la actualidad.
Realizado este recorrido histórico sobre las diferentes técnicas, llegamos a la conclusión de que la corrección de la mama tuberosa no es fácil, y de que los principales inconvenientes de las diferentes técnicas son: cicatrices inestéticas o demasiado grandes; dificultad en el relleno de polo inferior de la mama en sus porciones mediales y laterales, pese a la utilización de implantes; resultados poco predecibles en las técnicas en las que se realizan colgajos complejos; un mayor número de complicaciones, entre las que están las propias de la utilización de material aloplástico; y resultados poco naturales, que a veces no son totalmente satisfactorios, dado que en estas pacientes prima la mejoría de la forma sobre el volumen.
Proponemos como técnica de elección para la corrección de la mama tuberosa el injerto de grasa autóloga para conseguir el moldeado de la mama. De esta forma, nos olvidamos del material aloplástico en pro del material autólogo; evitamos cicatrices visibles dado que el injerto se introduce mediante punción-infiltración con cánulas finas; logramos mejor relleno de los polos inferior lateral y medial de la mama que con cualquier colgajo o material aloplástico; y realizamos además una técnica sencilla, perfectamente reproducible y prácticamente exenta de complicaciones, en la que lo más importante es la forma natural de la mama.
Por lo que se refiere a la seguridad de este tipo de procedimientos lipoinfiltrativos, la mayor complicación que podemos tener en una mama sometida a un procedimiento quirúrgico es la de acelerar o provocar en ella el desarrollo de una neoproliferación. Hoy en día sabemos que el injerto mamario de grasa autólogo (no enriquecido) y en mamas sanas, no tiene mayor incidencia en la aparición de cáncer de mama sobre cualquier otro tipo de procedimiento quirúrgico.(13)
El objetivo de este artículo no es otro que plantear nuestra experiencia en el uso de la transferencia grasa mamaria como una alternativa posible a los implantes aloplásticos en la reconstrucción de la mama tuberosa, con la finalidad de obtener mejores resultados para las pacientes, evitando las posibles complicaciones que puede conllevar el ser portadoras de material protésico.
Material y método
Realizamos un estudio retrospectivo sobre 40 pacientes con mamas tuberosas en las que realizamos corrección quirúrgica mediante el empleo de autoinjertos grasos, con un mínimo de 2 tiempos quirúrgicos y un intervalo mínimo entre ellos de 3 meses. Completamos el postoperatorio pasados 18 meses, con una media en el seguimiento de 23.4 meses (mínima de 18 meses y máxima de 5 años).
Comenzamos a utilizar el implante mamario de grasa autóloga para aumentar y mejorar la forma de la mama en junio del 2008; desde entonces lo hemos empleado en 163 pacientes, de las que 40 fueron casos de mamas tuberosas.
No realizamos esta intervención sin ecografía mamaria previa, inferior a BIRADS 3, así como en pacientes con antecedentes hereditarios de cáncer de mama.
Técnica quirúrgica
Empleamos en todos los casos anestesia local bajo sedación intravenosa. Para las zonas donantes utilizamos infiltración tumescente a razón de 15 ml de lidocaína al 5% por cada 500 ml de suero fisiológico más adrenalina 0.5 mg por 500 ml (1/1000), con tumescencia en proporción 1/1. Para la zona receptora (mama), empleamos la misma concentración de adrenalina y lidocaína pero sin tumescencia; la infiltración para cada mama no excede los 50 ml por mama, siguiendo las recomendaciones de Coleman(14) para las zonas receptoras.
Una vez concluida la intervención, la paciente pasa unas horas en la sala de despertar y es dada de alta en el mismo día para regresar a su domicilio.
Empleamos como zonas donantes cualquiera de las zonas posibles de liposucción, sin excepción, dado que no pensamos que haya gran diferencia en la calidad del injerto entre unas zonas y otras en la misma persona. El peso de la paciente tampoco suele ser un problema, incluso en pacientes delgadas, el único inconveniente es tener que contar con más zonas donantes. Tratamos estas zonas donantes no solo como tales, sino también para alcanzar el mejor resultado estético posible, mejorando la silueta corporal por completo.
Para la extracción de la grasa empleamos bomba de aspiración a baja presión, 0.6 bar, y después la centrifugamos siguiendo los parámetros descritos por Coleman.(15) Una vez obtenido el injerto graso, este se pasa a jeringas de 60 ml que se centrifugan a razón de 4 jeringas cada vez, lo que aligera enormemente el procedimiento. Para ello disponemos de una centrifugadora de grandes volúmenes. A continuación, eliminamos el sobrenadante y pasamos la grasa centrifugada a jeringas de 10 ml, que son las que empleamos para el procedimiento de infiltración manual, nuevamente según el método de Coleman.(14)) Empleamos para este paso cánulas de 1.6 a 2 mm, de punta roma, cortantes o espatuladas según el tipo de grado de tuberosidad mamaria a tratar (Fig.2), en función del grado de tuberosidad al que nos enfrentemos, según la clasificación en 4 grados de Von-Heingburg.
No infiltramos más de 250 ml de grasa por mama y tiempo quirúrgico.
Para ilustrar el procedimiento, seleccionamos 4 casos en relación a los 4 grados propuestos, de manera que la presentación de la técnica resulte lo más didáctica posible.
Grado I. Hace referencia a la hipoplasia del cuadrante ínfero-medial. En estos casos infiltramos la grasa en solo un punto submamario central reforzando el cuadrante interno, siempre por encima del músculo y en todos los planos (subcutáneo, intraglandular y fascial), empleando cánula de punta roma de 1.6 mm de grosor. Rara vez empleamos cánulas espatuladas.
El énfasis en estos casos es lograr una buena curva entre la zona medial de la mama y el polo inferior, eliminando la separación intermamaria inferior propia de este grado de tuberosidad (Fig. 3.)
Grado II. Hace referencia a la hipoplasia de los cuadrantes inferiores, ínfero-medial e ínfero-lateral. Realizamos la infiltración del cuadrante medial mediante un punto en el surco submamario, al igual que en el grado I, y a través del mismo punto llevamos a cabo la infiltración del cuadrante lateral. Rara vez utilizamos un segundo punto de infiltración a nivel areolar. Al igual que antes casi siempre empleamos cánulas romas e infiltramos la grasa en los mismos planos. Esto es suficiente para conseguir el relleno de ambos cuadrantes y dar una adecuada proyección a la mama (Fig. 4).
Grado III. Es una hipoplasia de los cuadrantes inferiores con déficit cutáneo en la región subareolar. En estos casos empleamos un punto de infiltración a nivel submamario y otro punto a nivel del reborde mamario súpero-lateral, lo que nos proporciona un buen acceso al polo inferior que es el más difícil de expandir. Cuando es necesario utilizamos un tercer punto de infiltración a nivel areolar. No solemos utilizar más puntos de abordaje. En este grado se nos hace indispensable la utilización de cánulas de punta cortante y espatuladas para desestructurar la fibrosis del polo inferior y expandir la piel a nivel submamario. La disrupción del tejido, tanto como la infiltración, la realizamos en el plano subcutáneo e intraglandular que es donde aparece la fibrosis. Hay que evitar a toda costa el plano profundo para evitar complicaciones.
En este grado hemos empleado también la técnica de rigotomía, descrita por Khouri y Rigotti,(15)) que consiste en practicar múltiples punciones en la zona de piel inferior a la areola (zona constricta) a la vez que se rompen las adherencias fibrosas entre la piel y la mama. Actualmente pensamos que quizás puede ayudar en algunos casos, pero tiene el inconveniente de dañar la piel, provocar hematomas y como consecuencia, la posibilidad de dejar lesiones residuales pigmentadas, razones por las cuales ya no practicamos este método ya que con la expansión del polo inferior con cánulas cortantes conseguimos el mismo resultado sin las complicaciones descritas.
En algunos casos se hace necesaria una técnica de pexia periareolar en round-block dependiendo del tamaño y posición de la areola (Fig.5), para la cual utilizamos siempre sutura Gore Tex CV-2.
Grado IV. Existe déficit de relleno en todos los cuadrantes, incluido el superior, al que sumamos una constricción de la base de la mama. En este grado empleamos los mismos puntos de abordaje que en el grado III, aunque a veces y en función de la complejidad del caso podemos utilizar alguno más, normalmente circunmamario, que nos facilita el trabajo, si bien no llegamos a emplear tantos como Khouri(16) en su técnica circunferencial para la mama tuberosa. Siempre utilizamos aquí cánulas romas, cánulas cortantes y espatuladas en los planos ya descritos. Añadimos siempre una técnica de pexia periareolar de Benelly(14)) o round block que nos permite corregir la malposición, la herniación y el tamaño de la areolas (Fig. 6).
Estos casos también se pueden resolver combinando una pexia vertical tipo Lejour con una lipoinfiltración de los cuadrantes hipoplásicos. Los resultados son similares a largo plazo, pero tiene la ventaja de resolver el problema en un solo tiempo quirúrgico. La desventaja es la cicatriz vertical, que será más o menos visible dependiendo de la cicatrización de la paciente.
En el postoperatorio prescribimos antibioticoterapia con cefuroxim 500 mg cada 12 horas durante 7 días y antinflamatorios no esteroideos, por lo general, dexquetoprofeno durante la primera semana de postoperatorio. Retiramos los puntos a los 7 días.
Colocamos presoterapia mediante faja en las zonas donantes y sujetador sin costuras en las mamas (no utilizamos vendajes ni conformadores) que se mantienen durante 3 semanas. También masajes de drenaje linfático, 6 sesiones a razón de 2 por semana durante 3 semanas a partir de los 7-10 días de postoperatorio.
Revisamos en consulta a las pacientes al mes y a los 3 meses de la intervención, antes de la realización del segundo tiempo quirúrgico.
Una vez realizado este segundo tiempo, indicamos a todas las pacientes la realización de una ecografía mamaria a los 6 meses de la segunda intervención y una mamografía al año después de la ecografía. Cuando el BIRADS es de II o menor, damos el alta en ese momento. En caso contrario, seguimos revisión anual hasta que el BIRADS sea inferior a II, razón por la cual algunas de nuestras pacientes han sido revisadas hasta los 5 años de postoperatorio.
Resultados
La edad media de las pacientes operadas fue de 29 años (mínima de 18 y máxima de 40). En general no infiltramos a pacientes mayores de 40 años; en la mama tuberosa la media de edad de las pacientes en el momento de la cirugía es baja, en su mayoría nulíparas y sin antecedentes de patología mamaria de ningún tipo.
El grado de tuberosidad presentado por las pacientes de nuestro grupo de estudio según la clasificación de Von-Heinburg correspondió a 15 pacientes con grado I (37.5%); 16 con grado II (40%); 6 con grado III (15%); y 3 con grado IV (7.5%).
En todas realizamos 2 tiempos quirúrgicos y en 2 pacientes se realizó un tercer tiempo.
En ninguno de estos 40 casos empleamos pexia vertical. (Fig. 8-14).
En cuanto a las complicaciones más frecuentes destacamos los hematomas subcutáneos, que se reabsorben en una media de 15 días, y las pequeñas imperfecciones como resultado de liposucciones extensas, que a veces hemos de retocar. Hemos tenido 2 mastitis unilaterales a las 3 semanas de postoperatorio que se solucionaron con antibióticos, si bien en 1 fue necesario drenar un absceso. Esto supone un porcentaje de complicaciones de menos del 1% de todas las transferencias grasas en mama realizadas desde hace más de 10 años, incluidas las realizadas en mama tuberosa.
Discusión
Las ventajas de la infiltración de grasa para la corrección de la mama tuberosa radican principalmente en la simplicidad de la técnica. En nuestra experiencia, y posiblemente gracias a la sistematización que hemos realizado de la misma, obtenemos mucho mejor resultado en el relleno y remodelación de la mama que con implantes o colgajos de remodelación o con la combinación de ambos. En la corrección de la mama tuberosa, para conseguir resultados similares a los logrados con la infiltración grasa mediante implantes o colgajos, tenemos que realizar técnicas complejas que, al menos en nuestras manos, consideramos no exentas de complicaciones, con cicatrices a veces poco estéticas y que requieren largas curvas de aprendizaje en el tiempo. La utilización de injertos grasos no requiere técnicas complejas, está exenta de cicatrices, salvo en el grado IV que requiere un round-block en la mayoría de los casos; es una técnica fácilmente reproducible, estable en el tiempo y que además ahorra todas las complicaciones derivadas del uso de material aloplástico, ya que la grasa empleada es un material autólogo.
¿Pero por qué funciona tan bien esta técnica de infiltración grasa en la mama tuberosa? En nuestra opinión, porque soluciona la fibrosis del polo inferior y lateral, facilitando el descenso de la mama mediante la intervención de 2 factores: uno de tipo mecánico, que es la rotura de la fibrosis existente al colocar el injerto mediante cánulas espatuladas o cortantes; y otro provocado por el mismo injerto que una vez colocado, mientras prende, es sometido a un periodo de isquemia crítica que conlleva una serie de cambios en el tejido fibroso adyacente que a su vez modifican las características del mismo. Aunque no conocemos con exactitud los mecanismos que se llevan a cabo tras la infiltración grasa, si sabemos que las ADSCs (Adipose Derived Stem Cells), las células madre del tejido adiposo contenidas en la SVF (Stromal Vascular Fraction) y la fración estromal del injerto graso, cuando son sometidas a una isquemia crítica, liberan una serie de factores que disminuyen la fibrosis, la inflamación, aceleran la revascularización y favorecen la formación de fibras elásticas.(17) Entre estas sustancias liberadas incluimos los factores de crecimiento tales como EGF (Epidermic Grown Factor), Factor de Crecimiento Epidérmico, que actúa en el crecimiento celular, TGF-beta (Transforming Grown Factor-Beta), Factor de Crecimiento Transformante-beta, que actúa en la hematopoyesis, la proliferación celular y la angiogénesis, PDGF (Platelet Derived Grown Factor) Derivado del Factor de Crecimiento Plaquetar que estimula la proliferación de preadipocitos, aumenta la supervivencia del trasplante y es quimiotáctico, y bFGF (basic Fibroblastic Grown Factor) Factor de Crecimiento Fibroblástico-Básico que induce la neovascularización y aumenta la supervivencia del injerto. Además, tienen relación con la inmunomodulación, antiapoptosis, angiogénesis y regeneración de los tejidos.(18) Así mismo, las ADSCs pueden diferenciarse en diversas líneas celulares mesenquimales, adipogénicas, condrogénicas, osteogénicas o miogénicas, y también posiblemente neurogénicas y endotetiales. Este fenómeno se observa cuando infiltramos grasa en cicatrices adheridas, en donde observamos como disminuye enormemente la fibrosis subyacente y mejora la calidad de la cicatriz.(19) También se observa algo parecido cuando se infiltra grasa en la fibrosis pericapsular de un implante aloplástico, disminuyendo el grado de encapsulación.(20) Como conclusión, podríamos señalar que la grasa infiltrada provoca una alteración (disminución) de la fibrosis y una mejoría en la reparación del tejido en la zona injertada que puede beneficiarnos o no según el resultado que busquemos, pero que en el caso de la resolución del tejido fibroso en la mama tuberosa no solo es beneficiosa, sino primordial para alcanzar los resultados buscados.
Estas podrían ser, de manera resumida, las causas de la importante mejoría que observamos en la regeneración de tejidos en la mama tuberosa tras la infiltración de grasa. Es como si activáramos de nuevo aquel proceso que se detuvo durante la pubertad y que alteró el descenso y el desarrollo natural de la mama, continuando el moldeado fisiológico de la misma. Sería interesante estudiar si en las causas de la aparición de la mama tuberosa existe alguna relación con un déficit de tejido graso primordial o pluripontencial en la histología de la glándula mamaria durante el desarrollo infantil o puberal.
Entre los inconvenientes de la infiltración de grasa tenemos que destacar también algunos. La técnica, aunque sencilla en su ejecución, requiere la obtención del injerto graso. Es necesario realizar liposucción de varias zonas para obtenerlo, y además de más zonas cuanto más delgada sea la paciente. Pero a nuestro juicio, esta liposucción añade un resultado completo de mejoría de la silueta corporal, que va más allá de la propia toma del injerto.
Otro de los inconvenientes podría ser la realización de la técnica en 2 tiempos quirúrgicos. En cada uno de ellos conseguimos un aumento de una talla (copa, de sujetador). No infiltramos más de 250 ml. de grasa centrifugada por mama (500 ml por mama en total en 2 tiempos quirúrgicos) porque a partir de esa cantidad se incrementa mucho la reabsorción del injerto, dado que en la zona receptora la neovascularización necesaria para la supervivencia del injerto es insuficiente y puede provocar además la aparición de nódulos liponecróticos y a la larga, mayor cantidad de calcificaciones y una alteración notable del patrón mamográfico. Hemos de tener en cuenta que, aunque la mayoría de estas pacientes lo que buscan es una mejoría de la forma sobre el volumen, un aumento de dos copas les proporciona un resultado más satisfactorio en la mayoría de los casos. De las 40 pacientes intervenidas en nuestro grupo de estudio, solo en 2 fue necesario realizar un tercer tiempo quirúrgico. Una de ellas para corregir la diferencia de volumen que resultó como consecuencia de una mastitis abscesificada, y la otra porque, a pesar de haber conseguido aumentar el tamaño de la mama de manera notable, pidió rellenar un poco más. En el caso de realizar un tercer tiempo volvemos a infiltrar 250 ml. de nuevo por mama. Tan solo infiltramos un volumen diferente a 250 ml de grasa en caso de asimetrías, en cuyo caso realizamos un cálculo estimativo en función de nuestra experiencia. A modo de ejemplo, en el caso de simetrización en el que hicimos un tercer tiempo en la paciente que sufrió una mastitis, infiltramos 120 ml. de grasa en la mama que sufrió la reabsorción. Quiere todo esto decir que, en general, son 2 intervenciones de aproximadamente 3 horas de tiempo quirúrgico frente a la colocación de implantes que se realiza normalmente en un solo tiempo y su duración en la mayoría de los casos no excede las 2 horas y media.
Cuando tenemos un caso en consulta de mamas tuberosas que se puede beneficiar de la técnica de autoinfiltración graso, lo más importante a nuestro juicio para decidir qué decisión tomar a la hora de llevarla a cabo es aclarar el resultado estético que quiere alcanzar la paciente. Si en su deseo prima obtener un resultado lo más armónico posible sobre el volumen, consiguiendo una mama de aspecto natural, sin estridencias y además una mejoría estética en conjunto, sin tener que utilizar materiales aloplásticos, la indicación es clara. Cuando la paciente entiende esto, es decir que la intervención a la que se va a someter es una mejoría completa de su silueta corporal y no solo un mero aumento del volumen de sus mamas, acepta sin problemas la realización en 2 tiempos quirúrgicos, la mayor duración de la intervención y el mayor coste económico. Si no es así, no merece la pena realizar esta técnica. Solo traerá insatisfacciones.
En cuanto al hecho de que realizar la intervención en 2 tiempos quirúrgicos se interprete como una doble exposición quirúrgica que puede doblar el riesgo, debemos considerar que se trata de un procedimiento llevado a cabo con anestesia local y sedación en régimen ambulatorio. La cantidad de lidocaína empleada para realizar una anestesia tumescente en las zonas de liposucción e infiltración no tumescente en mama es de 1000 ml. en relación 1/1 (1 litro de solución anestésica infiltrada por cada litro de grasa aspirada); y 3 viales de 10 ml de lidocaína al 5% diluidos en 1 litro de suero fisiológico más un vial de adrenalina de 1 ml/mg, lo que supone 1.5 gr de lidocaína y 1 mg de adrenalina en el total infiltrado; a sabiendas de que aproximadamente el 70% del infiltrado es aspirado con la grasa, la cantidad de adrenalina y lidocaína que pasarían al torrente circulatorio es baja, por lo que estamos manejando cantidades seguras para poder realizar la intervención sin necesitar ingreso hospitalario de 24 horas. Así mismo, como complemento de seguridad, en cada procedimiento no es necesario extraer más de 1000 ml de grasa para obtener 500 ml tras la centrifugación, que dividimos en 250 ml. por mama que es la cantidad que infiltramos
En cada una de las 2 sesiones pactamos previamente con la paciente las zonas a lipoaspirar en función de sus preferencias.
En el postoperatorio, la incorporación a sus actividades normales se realiza en 4 días salvo ejercicio, dado que son liposucciones pequeñas, lo que supone una importante ventaja frente al uso de implantes aloplásticos que precisan entre 15 a 20 días de reposo en el postoperatorio. Por otro lado, la infiltración de grasa en la mama no es en absoluto dolorosa, a diferencia de la colocación de implantes aloplásticos, especialmente en el plano submuscular.
En cuanto a las complicaciones, son escasas si la técnica se realiza adecuadamente. Casi todas se resumen en la posibilidad de infección del injerto, pero como hemos presentado, en nuestra experiencia han sido mínimas, solo 2 casos que se resolvieron con antibióticos.
Respecto a complicaciones tales como embolia grasa, señalar que realizamos la ejecución de la técnica siempre con cánula de infiltración roma de diámetro menor de 2 mm en los grados 1 y 2, en los grados 3 y 4 la disrupción del tejido tanto como la infiltración la realizamos con cánulas espatuladas y cortantes simultáneamente, salvo en zonas muy fibróticas en las que primero tratamos la fibrosis y luego realizamos la infiltración en el plano subcutáneo e intraglandular, principalmente en el cuadrante inferior. Cuando se utilizan cánulas cortantes hay que evitar el plano profundo (muscular) y hay que tener especial cuidado con los cuadrantes laterales, especialmente el lateral externo que es el más vascularizado. Aunque hay un mayor riesgo de embolización grasa en estos casos, la aplicación de la grasa en continuo va y ven de la cánula y la no utilización de medios mecánicos, disminuyen las posibilidades de canulización de un vaso durante la infiltración. No hemos tenido complicaciones de este tipo en nuestra práctica.
Hoy en día sabemos que el injerto mamario de grasa autólogo (no enriquecido) y en mamas sanas no tiene mayor incidencia en la aparición de cáncer de mama que cualquier otro procedimiento quirúrgico. Este hecho, inusual, puede estar vinculado a todo procedimiento invasivo que realicemos. Desde una reducción de mamas, a la colocación de implantes aloplásticos o hasta la realización de una simple biopsia. La mayor revisión sistemática realizada sobre este tema la recoge la publicación llevada a cabo por Krastev y col(17)) analizando 394 artículos publicados al respecto, llegando a la conclusión de que en 392 no existe evidencia alguna de mayor riesgo en el desarrollo de un tumor frente a cualquier técnica invasiva de la mama. Baste señalar también en este punto que todas nuestras pacientes son jóvenes, sanas, con BIRADS II o menor, sin antecedentes hereditarios de cáncer de mama y que en nuestra técnica el injerto solo se somete a centrifugación, sin ninguna técnica añadida de enriquecimiento. De esta manera anulamos posibles factores de riesgo y sus potenciales complicaciones.
Finalmente señalar que las ventajas de la colocación de implantes, centradas fundamentalmente en el hecho de ser una técnica en un tiempo quirúrgico y con una duración de la intervención menor, quedan en nuestra opinión superadas por los inconvenientes derivados de la posibilidad de contractura capsular, rotaciones de los implantes anatómicos, malposiciones, roturas, migración de material, dobles cápsulas, seromas tardíos, limitación en la realización de actividades deportivas de impacto o fuerte desarrollo muscular, linfoma anaplásico de células grandes asociado a implantes mamarios (LACG-AIM), necesidad de sustitución del implante pasados unos años (más en pacientes jóvenes como son la mayoría de los casos de mamas tuberosas), y resultados pobres e insatisfactorios en aquellos pacientes con grados más severos, etc.
Conclusiones
En nuestra experiencia, y con una práctica bien sistematizada, el injerto mamario de grasa autóloga en una población joven sin antecedentes propios ni hereditarios de patología mamaria presenta más ventajas que inconvenientes sobre la utilización de implantes mamarios de material aloplástico en la corrección quirúrgica de las mamas tuberosas.
A saber: al ser un material autólogo, no presenta las complicaciones propias del material aloplástico; consigue mejores resultados que los implantes en el relleno del polo ínfero-medial y lateral; la caída de la mama es más natural, así como el tacto y el aspecto general; y no quedan cicatrices visibles, salvo en el grado IV en el que se hace necesaria una técnica areolar en round-block.
Se trata además de una técnica fácilmente reproducible, que exige menor curva de aprendizaje que las técnicas con implantes aloplásticos.
La mejoría alcanzada revierte también en las zonas donantes ya que es un procedimiento que se engloba dentro de una remodelación corporal completa, siendo desde el punto de vista estético un resultado mucho más armónico para el contorno corporal de las pacientes.