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Revista Española de Enfermedades Digestivas

Print version ISSN 1130-0108

Rev. esp. enferm. dig. vol.104 n.5 Madrid May. 2012

https://dx.doi.org/10.4321/S1130-01082012000500006 

PUNTO DE VISTA

 

Implicación de las uniones intercelulares estrechas en la infección por el virus de la hepatitis C

Role of tight junctions in hepatitis C virus infection

 

 

Ignacio Benedicto1,2, Francisca Molina-Jiménez1, Luisa García-Buey2,3, Virginia Gondar1, Manuel López-Cabrera1,2,4, Ricardo Moreno-Otero2,3 y Pedro L. Majano1,2

1Unidad de Biología Molecular. Hospital Universitario de La Princesa. Instituto de Investigación Sanitaria Princesa (IP). Madrid.
2CIBERehd. Instituto de Salud Carlos III. Madrid.
3Unidad de Hepatología. Hospital Universitario de La Princesa. Instituto de Investigación Sanitaria Princesa (IP). Madrid.
4Centro de Biología Molecular Severo Ochoa. CSIC-UAM. Madrid.

Este trabajo fue financiado en parte por los proyectos FIS PI10/00101, Fundación Mutua Madrileña (P.L. Majano) y SAF2007-61201(M. López-Cabrera). I. Benedicto está actualmente contratado por el CIBERehd, F. Molina-Jiménez por el ISCIII/Agencia Laín Entralgo-FIB Hospital de La Princesa y V. Gondar por el FIS/ISCIII-FIB Hospital de La Princesa.

Dirección para correspondencia

 

 

Introducción

La infección por el virus de la hepatitis C (VHC) se cronifica en la mayoría de los pacientes infectados, sin que se conozcan con precisión los mecanismos que determinan la existencia de una respuesta inmune antiviral deficitaria para erradicar el virus del hígado. En este órgano diana se pone en marcha una compleja serie de mecanismos fisiopatogénicos enfocados a la eliminación de VHC y a la reparación del tejido dañado. El fracaso de ambos efectos propicia el mantenimiento de la infección y la progresión de la enfermedad hepática.

 

Estructura de VHC

VHC es un virus con envuelta, perteneciente a la familia Flaviviridae, cuyo tropismo natural se restringe a humanos y chimpancés (1). El genoma de VHC, una cadena de RNA de polaridad positiva de 9,6 kilobases, codifica una poliproteína de ~3000 aminoácidos que es procesada por proteasas virales y celulares para dar lugar a diez proteínas maduras, que incluyen tres proteínas estructurales -la proteína de la cápsida (core) y dos glicoproteínas de envuelta (E1 y E2)-, la proteína p7 y las proteínas no estructurales (NS2, NS3, NS4A, NS4B, NS5A y NS5B) (2). Hasta la fecha, no se ha podido resolver la estructura tridimensional de las proteínas estructurales de VHC, ni tampoco se han obtenido imágenes de alta resolución de la partícula viral. Sin embargo, mediante microscopía electrónica de transmisión, se ha observado que el virus está constituido por una nucleocápsida, que contiene el genoma viral compactado por la proteína core, rodeada por una bicapa lipídica donde se encuentran ancladas las proteínas de la envuelta E1 y E2 (3, 4). E1 y E2 son proteínas transmembrana tipo I con un ectodominio N-terminal y un corto dominio transmembrana C-terminal, y son fundamentales para la entrada de VHC en el interior del hepatocito (2,4). Durante la síntesis de E1 y E2 en la célula infectada, sus ectodominios están situados en el lumen del retículo endoplásmico y sus dominios transmembrana se encuentran anclados en la membrana de dicho compartimento, mediando la formación de heterodímeros no covalentes entre ambas proteínas (5). Sin embargo, se ha propuesto que en la superficie del virus E1 y E2 interaccionan entre sí formando complejos covalentes estabilizados por puentes disulfuro (6). Sus ectodominios se encuentran altamente glicosilados, lo que es importante para su correcto plegamiento y para la entrada del virus en la célula huésped (7), así como para evadirse del sistema inmune enmascarando epítopos inmunogénicos (8).

En el suero de los pacientes, VHC se encuentra como una población heterogénea de partículas virales de densidades comprendidas entre 1,03 y 1,34 g/ml (9). En este rango, se ha detectado RNA viral asociado a diferentes tipos de partículas incluyendo nucleocápsidas sin envuelta (10), exosomas (vesículas que contienen RNA viral, proteínas de la envuelta y CD81) (11) y lipoviropartículas (12,13). Estas últimas representan alrededor del 40% del RNA viral en plasma (14), y están compuestas por la nucleocápside viral, las proteínas de la envuelta y lipoproteínas ricas en triglicéridos que contienen las apolipoproteínas ApoB y ApoE (12,13,15) responsables de la baja densidad de este tipo de partículas. De hecho, se ha observado que la densidad de las partículas de VHC in vivo es muy dinámica y depende de la concentración en plasma de lipoproteínas ricas en triglicéridos (15,16). A pesar de que se ha sugerido que VHC y las lipoproteínas se pueden asociar extracelularmente, habiéndose generado ambas partículas de forma independiente (16), múltiples estudios han demostrado que la morfogénesis viral está íntimamente relacionada con la biosíntesis de lipoproteínas de muy baja densidad (VLDLs) (17-22). Además, se ha descrito que los precursores intracelulares de VHC poseen una mayor densidad que los viriones que se encuentran en el medio extracelular (23). Estos datos sugieren que durante la generación de las partículas virales, estas se asocian con las lipoproteínas a lo largo de la ruta de maduración y secreción de VLDLs.

Se ha observado una relación inversamente proporcional entre densidad e infectividad de la partícula viral in vitro e in vivo (24-28). Además, es posible inhibir la infección por VHC in vitro mediante el uso de anticuerpos dirigidos frente a ApoB (12,24,29) y ApoE (12,18,24,30), así como bloqueando o reduciendo la expresión del receptor de lipoproteínas de baja densidad (LDL-R) (12,24,26,31). Asimismo, se ha observado que las VLDLs y LDLs bloquean la infección por VHC, posiblemente compitiendo por el sitio de unión al LDL-R e impidiendo la unión eficaz de la partícula viral a la célula (12,31). Por último, se ha descrito que la delipidación de las lipoviropartículas mediante la lipoproteína lipasa inhibe la infección por VHC in vitro (32). En conjunto, estas observaciones indican que las lipoproteínas presentes en la partícula viral participan de forma importante en el proceso de entrada de VHC en la célula huésped. Además, podrían estar implicadas en la protección del virus frente al sistema inmune mediante el enmascaramiento de los epítopos de las proteínas de envuelta reconocidos por los anticuerpos neutralizantes.

 

Uniones intercelulares estrechas: mantenimiento de la polaridad celular

Las uniones intercelulares estrechas o "tight junctions" (TJs) son áreas de contacto entre células adyacentes donde el espacio intercelular queda ocluido por una red de fibras integrada en la membrana plasmática de ambas células (33). Estas estructuras forman una barrera paracelular selectiva que restringe el paso de solutos a través de la monocapa celular, siendo esta de crucial importancia para mantener separados diferentes compartimentos dentro del organismo (34). Además, mantienen la polaridad celular, ya que impiden la libre difusión de lípidos y proteínas entre los dominios basolateral y apical de la membrana plasmática (34). A nivel molecular, las TJs son complejos formados por proteínas integrales de membrana, como claudina-1 y ocludina, que forman contactos homotípicos y heterotípicos con las células adyacentes e interaccionan mediante sus dominios intracelulares con proteínas citoplásmicas que sirven de anclaje al citoesqueleto de actina (35,36). Estas proteínas adaptadoras interaccionan además entre sí, lo que sugiere la existencia de un entramado macromolecular vinculado a las TJs (36). Globalmente, todas estas interacciones regulan las funciones de las TJs y participan en la transducción de señales implicadas en el control de funciones celulares esenciales como la proliferación y la diferenciación (35,36).

La mayoría de las células epiteliales presentan una polaridad denominada "simple". La membrana plasmática de estas células posee un dominio apical, localizado en el ápex celular y orientado hacia el lumen del órgano del que forman parte, y un dominio basolateral que corresponde al resto de la membrana (37) (Fig. 1). Por el contrario, los hepatocitos tienen varios dominios apicales y basolaterales. Los polos apicales de hepatocitos adyacentes forman una red continua de canalículos biliares en los cuales la bilis es secretada, mientras que los dominios basolaterales están en contacto con la sangre sinusoidal (37). El correcto funcionamiento del hígado depende del mantenimiento de este fenotipo altamente polarizado, en el que a su vez están implicadas las TJs. Las TJs de los hepatocitos constituyen una barrera intercelular entre la sangre y la bilis y permiten una correcta distribución en membrana de los diferentes transportadores que participan en la secreción biliar (37).

 

TJs como vías de entrada de virus

Tanto la apariencia morfológica como la composición bioquímica de los complejos multiméricos que configuran las TJs han hecho que estas uniones intercelulares se hayan considerado durante mucho tiempo elementos rígidos y estáticos. Resulta difícil imaginar que una estructura con esas características pueda funcionar como receptor viral. Sin embargo, trabajos recientes han puesto de manifiesto que las TJs son sistemas dinámicos a nivel estructural y molecular, lo que además es importante para el correcto desarrollo de sus funciones (38,39). Se ha observado que las TJs constituyen áreas que presentan un elevado reciclaje de membrana y un gran número de procesos endocíticos, siendo un punto estratégico de localización de proteínas implicadas en tráfico vesicular y señalización intracelular (40-42). Además, las TJs sellan el epitelio formando una barrera entre el lumen y las capas internas de los órganos, que quedan así separados del medio externo. Por tanto, las TJs constituyen una primera línea de defensa que impide la entrada de la mayoría de los microbios al interior del organismo. Sin embargo, algunas bacterias y virus han desarrollado estrategias específicas para utilizar y/o modificar las TJs con el objetivo de penetrar en el huésped (40,43). Por ejemplo, se ha descrito que los rotavirus acceden al organismo desde el lumen del intestino mediante un mecanismo por el cual son capaces de alterar las TJs y abrir la barrera paracelular entre las células intestinales, quedando expuestas así las integrinas del dominio basolateral que les sirven de receptores (44). Otros estudios han puesto de manifiesto que la proteína asociada a TJs CAR interacciona y actúa como receptor del Coxsackievirus, del virus de la enfermedad vesicular porcina y de varios adenovirus (40) y que los reovirus y el calcivirus felino utilizan JAM-A, otra proteína integral de las TJs, como receptor celular (45,46).

 

TJs y VHC: una estrecha relación

Proteínas asociadas a TJs como co-receptores de VHC

Aunque algunos estudios han propuesto que VHC es capaz de replicarse de forma extrahepática (47), los hepatocitos constituyen la principal diana del virus. El primer paso en la entrada de VHC en el hepatocito es la unión del virus a la célula mediante el glicosaminoglicano sulfato de heparano (48-50) y el LDL-R (24,31). Una vez que el virus entra en contacto con el hepatocito, una serie de proteínas presentes en la membrana celular intervienen en la internalización de la partícula viral, entre las que se encuentran la tetraspanina CD81, el receptor scavenger clase B tipo I (SR-BI) y las proteínas asociadas a TJs claudina-1 y ocludina (51) (Fig. 2). Recientemente, se ha demostrado que el receptor del factor de crecimiento epidérmico y el receptor de absorción del colesterol Niemann-Pick 1 C1-like 1 también participan en la entrada de VHC al interior celular (52,53).

A diferencia de CD81 y SR-BI, hasta la fecha no se ha demostrado la existencia de una interacción directa entre claudina-1 y VHC (54,55). Sin embargo, se ha descrito que dos aminoácidos presentes en el primer dominio extracelular de claudina-1 son indispensables para su función como co-receptor (54), sugiriendo la existencia de algún tipo de unión extracelular con el virus. Además, se ha observado la interacción entre claudina-1 y las proteínas de la envuelta viral E1 y E2 tras su sobreexpresión en líneas celulares (56). En estas condiciones, también se ha observado la interacción entre claudina-1 y CD81 tanto en la membrana plasmática como en vesículas intracelulares que expresan marcadores de endosomas tempranos (56), lo que sugiere una posible endocitosis conjunta de ambas proteínas. La interacción CD81-claudina-1 también ha sido confirmada en otros sistemas experimentales (57-60), donde la ruptura de dicha interacción mediante anticuerpos bloqueantes o mutagénesis dirigida, que afecta a aminoácidos claves implicados en dicha asociación, impide la unión eficaz del virus a la superficie celular, inhibiendo así la infección por VHC (55,60). Además, empleando anticuerpos bloqueantes en distintas fases de la infección se ha demostrado que claudina-1 participa en una fase de la entrada de VHC íntimamente ligada a CD81 (55), reforzando así la idea de que ambas proteínas pueden actuar conjuntamente en dicho proceso. Como además la asociación entre claudina-1 y CD81 ocurre fundamentalmente en el dominio basolateral de la membrana plasmática (60), y un mutante de claudina-1 que carece de su extremo C-terminal citoplasmático necesario para su localización en las TJs (61), es capaz de actuar como co-receptor de VHC se ha sugerido que la entrada del virus tiene lugar fuera de la zona correspondiente a las TJs (54). En conjunto todos estos datos apuntan a que la función de claudina-1 en la entrada del virus está estrechamente relacionada con la de CD81 y que tiene lugar en zonas de la membrana que no forman parte de las uniones intercelulares.

A pesar de que la infección por VHC requiere la presencia de proteínas asociadas a TJs, el papel de las TJs en sí durante la entrada viral resulta controvertido. Aunque existen trabajos donde se sugiere que la integridad de las TJs es necesaria para la infección por VHC (62-64), estudios realizados en células polarizadas ponen en duda esta hipótesis (58,65,66), sugiriendo que las TJs actúan como una barrera restringiendo la infección. Por otro lado, se ha descrito que el factor de crecimiento del endotelio vascular (VEGF) induce la despolarización celular y favorece la infección por VHC (66). Sin embargo, el tratamiento con VEGF también promueve la localización intracelular de ocludina (66,67), posiblemente como resultado de su endocitosis desde las TJs. Por ello, estos datos no permiten discriminar si el incremento de la infección inducido por VEGF pudiera ser debido a la pérdida de polarización celular en sí o a la inducción de la internalización de ocludina, lo que podría mediar la endocitosis viral. En cualquier caso, el mecanismo a través del cual ocludina participa en la infección por VHC sigue siendo una incógnita, y hasta el momento su análisis ha estado dificultado por la ausencia de herramientas como un anticuerpo frente a ocludina que bloquee la entrada viral. Además de la posible internalización conjunta de la partícula viral y ocludina expuesta anteriormente, cabría imaginar otras hipótesis alternativas que explicaran la participación de ocludina en la infección por VHC. Al igual que ocurre con claudina-1, no se ha podido detectar una asociación directa entre ocludina y las proteínas de la envuelta de VHC (68). Esto podría sugerir que, de manera semejante al complejo partícula viral-CD81-claudina-1, la interacción de ocludina con otro co-receptor viral (X) fuera necesaria para la formación de un complejo partícula viral-X-ocludina que mediara la entrada de VHC en la célula. Una posibilidad consistiría en que ocludina dirigiera dicho complejo hacia una zona de la membrana plasmática donde tendría lugar la endocitosis del virión. Esta zona podría estar definida bien por la presencia de un tercer co-receptor necesario para la internalización viral, o bien por constituir un dominio dinámico con un elevado número de procesos endocíticos, como las TJs (39). De hecho, este tipo de transporte lateral previo a la entrada de la partícula viral en la célula ha sido descrito para numerosos virus (69). Otra posibilidad sería que la inclusión de ocludina en el complejo macromolecular de entrada viral propiciara un cambio conformacional en algún factor de la célula huésped o en las proteínas de la envuelta de VHC, de manera que se posibilitara la endocitosis del virión y/o su fusión con la membrana endosomal. Es interesante destacar que mediante ensayos de fusión célula-célula se ha observado que ocludina participa en la fusión de membranas dependiente de las proteínas de envuelta de VHC (70). Curiosamente, este fenómeno también se ha descrito para CD81 y claudina-1 (54,71), lo que podría indicar la existencia de un conjunto coordinado de proteínas que favoreciera el proceso de fusión durante la entrada viral. En ese sentido, se sabe que la proteína gp120 de la envuelta del virus de la inmunodeficiencia humana sufre un cambio conformacional tras interaccionar con CD4, presente en la membrana de la célula diana, lo que posibilita su posterior asociación con los co-receptores CXCR4 o CCR5 y la fusión de las membranas virales y celulares (72).

Alteración de las TJs por VHC

El mantenimiento de la polaridad de los hepatocitos es crucial para la síntesis de la bilis y su secreción a los canalículos biliares. La separación eficaz entre los dominios apicales y basolaterales de los hepatocitos es fundamental en este proceso, ya que permite la correcta localización de los diferentes transportadores y la formación de los gradientes osmóticos necesarios para que se produzca una adecuada secreción biliar (73). Las TJs desempeñan un papel clave en la preservación de la polaridad de los hepatocitos y sellan los canalículos biliares impidiendo el contacto entre la sangre y la bilis. Tanto en muestras de pacientes como en diferentes modelos experimentales, se ha descrito que la alteración de la integridad estructural y funcional de las TJs está estrechamente relacionada con la aparición de colestasis, afección caracterizada por la disminución o interrupción del flujo de bilis (74-76). VHC induce la desorganización de las TJs y la pérdida de polaridad celular en diferentes sistemas in vitro (66,77,78), lo que podría explicar el desarrollo de hepatitis colestática que se produce en algunos casos durante la recidiva de VHC postransplante hepático donde la carga viral es particularmente elevada debido al tratamiento con inmunosupresores (79). En analogía con esta hipótesis, se ha observado que algunas bacterias y virus son capaces de alterar la estructura y función de las TJs de sus células diana produciendo diferentes efectos adversos dependiendo del órgano afectado, provocando así enfermedades gastrointestinales o respiratorias (40,43). Por otra parte, se ha establecido una relación entre el desensamblaje de las TJs y el establecimiento y progresión del hepatocarcinoma (80-83); este hecho, unido a que la alteración de las TJs puede interferir con rutas de señalización implicadas en proliferación y diferenciación celular (35), podría influir en el desarrollo de hepatocarcinoma asociado a la infección por VHC.

Además de perjudicar el correcto funcionamiento del hígado, la perturbación de las TJs podría desempeñar algún papel en el ciclo viral, favoreciendo la propagación y supervivencia del virus. De forma semejante a los adenovirus y rotavirus (44, 84), es posible que VHC induzca la desarticulación de las TJs para facilitar la diseminación viral o el acceso del virus a sus receptores. De hecho, se ha demostrado que la alteración de la polaridad celular y la integridad de las TJs mediada por VEGF favorece la infección por VHC (66), aunque se desconoce el mecanismo a través del cual esto ocurre. Asimismo, la interacción intracelular de ocludina con la proteína E2 de la envuelta de VHC (77) podría tener un papel en la salida del virus de la célula infectada ya que, aprovechando el transporte de ocludina hacia la membrana plasmática, los viriones se podrían posicionar en zonas aptas para su exocitosis.

 

Importancia del mantenimiento de la polaridad celular para el estudio de VHC in vitro

Con el objetivo de diseñar estrategias antivirales eficientes es necesario adquirir un conocimiento detallado de los mecanismos de la infección por VHC, siendo especialmente importante descifrar el modo en el que los factores de la célula huésped participan en dicho proceso. La intervención terapéutica sobre estos podría eludir el problema que supone la gran variabilidad genética del virus, que impide una respuesta inmune eficaz y posibilita la adaptación viral a los tratamientos mediante el surgimiento de cepas resistentes (51). En los últimos años, el desarrollo de herramientas para estudiar el ciclo de VHC in vitro ha permitido un avance muy significativo en la identificación de factores celulares implicados en diferentes fases de la infección. No obstante, la interpretación de los resultados debe ser realizada con cautela ya que los datos obtenidos difieren considerablemente dependiendo del sistema experimental empleado para el estudio. Estas discrepancias podrían tener su origen en el hecho de que los hepatocitos presentan unas características muy especiales que no se conservan en la mayoría de sistemas in vitro. Así, las células Huh-7 y distintos clones derivados de estas, las más empleadas como fuente de VHC in vitro, no presentan la polarización típica de los hepatocitos (37,77) ni tampoco son capaces de secretar auténticas VLDLs (27). Dada la relación que se ha establecido entre polarización y secreción de lipoproteínas (85,86) y la interconexión existente entre la biogénesis de VLDLs y el ensamblaje de VHC (17-19,23,87), es razonable pensar que una polarización deficiente de las células productoras puede conllevar la generación de partículas virales con una composición diferente a las producidas en hepatocitos polarizados. De hecho, se ha demostrado que, a diferencia de las células altamente polarizadas Caco-2 y HepG2, la línea Huh-7 no es capaz de secretar las proteínas de envuelta de VHC como parte de un complejo junto con la apolipoproteína ApoB (20). Por ello, la diferente composición y/o disposición de las lipoproteínas presentes en las partículas virales bien generadas en células Huh-7 o bien aisladas de sueros de pacientes podría justificar los distintos resultados obtenidos con ambos sistemas, especialmente los concernientes a la dependencia de LDL-R para su infectividad (24,31,88-90).

Además de la posible alteración de la partícula infectiva en función del grado de polarización de las células productoras, es necesario tener en cuenta que los mecanismos de infección también pueden estar relacionados con la polarización de las células diana. En el caso de VHC, esta consideración adquiere una relevancia especial ya que claudina-1 y ocludina, proteínas asociadas a TJs, actúan como co-receptores virales. Por otra parte, cabe destacar que la transmisión intercelular de VHC puede ocurrir mediante la transferencia directa del virus desde la célula infectada a la célula contigua mediante un mecanismo no totalmente caracterizado que podría tener lugar sin la liberación de la partícula viral al medio extracelular (91-93). En este sentido, es posible que el grado de polarización celular también afecte de algún modo a este tipo de diseminación viral a través de la modulación de las uniones célula-célula.

A pesar de que actualmente existe controversia con respecto al posible papel de la polaridad celular en la entrada viral, parece lógico pensar que la polarización de las células productoras de VHC, la síntesis y secreción de lipoproteí-nas, la composición del virión y sus mecanismos de entrada en el hepatocito polarizado pueden estar íntimamente relacionados. Por ello, para obtener conclusiones fiables, es preciso estudiar el ciclo completo de VHC en un contexto donde estos factores se asemejen lo máximo posible a los hepatocitos y a las partículas de VHC presentes en el suero de los pacientes. El uso de hepatocitos primarios humanos (PHHs) se considera adecuado para el estudio de la infección por VHC in vitro ya que, aparte de ser susceptibles a la infección, se pueden mantener en un estado de alta polarización y diferenciación (14). Además, es posible generar nuevas partículas virales infectivas a partir de PHHs infectados (27), por lo que este sistema es válido para estudiar el ciclo viral completo. Sin embargo, las limitaciones intrínsecas del uso de células primarias humanas, como son su restringida disponibilidad o la elevada heterogeneidad entre muestras, dificultan el uso de PHHs como sistema rutinario para el estudio de VHC. Por ello son necesarios sistemas experimentales in vitro que estén basados en el uso de líneas celulares, pero que a su vez sus características se asemejen lo máximo posible a las de los PHHs. La línea celular HepG2 con expresión ectópica de CD81 ha sido utilizada como modelo para el estudio de la infección por VHC en un contexto de polaridad hepatocitaria (58,66), aunque su limitada susceptibilidad a la infección dificulta su uso para el estudio del ensamblaje y secreción del virus. Por otro lado, se ha conseguido reproducir el ciclo viral completo en cultivos tridimensionales (3D) realizados en biorreactores (94-96). Estos trabajos, a pesar de mostrar un incremento en la expresión de genes específicos de diferenciación en los cultivos 3D comparados con los cultivos tradicionales bidimensionales, no han demostrado que aquellos presenten un grado de polarización semejante al de los hepatocitos. Por otra parte, el uso de Matrigel (un producto comercial compuesto por una mezcla de proteínas de la matriz extracelular) para el cultivo de hepatocitos primarios y líneas celulares derivadas de hepatocitos ha sido empleado extensivamente con la finalidad de mantener la polaridad, diferenciación y funcionalidad de las células in vitro (97). Recientemente, se ha descrito que los cultivos 3D de células Huh-7 incluidas en Matrigel, además de adquirir la polarización estructural y funcional típica de los hepatocitos, eran susceptibles de ser infectados por VHC y producir nuevas partículas virales infectivas con títulos similares a los obtenidos en cultivos bidimensionales estándar (98). Por una parte, estos cultivos permiten analizar los requerimientos celulares necesarios para que la infección tenga lugar en un contexto de polaridad hepatocitaria. Por otro lado, posibilitan el estudio de los efectos del virus sobre la célula huésped en unas condiciones más parecidas a las del hepatocito en su entorno natural. Además, este sistema puede ser empleado para caracterizar en detalle las partículas virales generadas a partir de células polarizadas. Esta última utilidad puede ser de gran interés, ya que se ha observado que, en comparación con las partículas virales provenientes de cultivos bidimensionales, en los virus generados a partir de células Huh-7 cultivadas en 3D se observa la aparición de partículas virales con una menor densidad y una mayor infectividad específica (98). Cabe destacar que estas características son semejantes a las de los virus producidos por PHHs inoculados con VHC (27) y los presentes en el suero de pacientes (12,13,26,99) o de animales infectados (28).

A modo de conclusión, el conjunto de todos estos datos sugiere que tanto las propiedades estructurales como funcionales de los viriones pueden depender de las características de las células productoras. Así, los mecanismos y requerimientos moleculares de la infección podrían ser diferentes según la procedencia de las partículas virales, lo que tendría especial importancia a la hora de elegir sistemas experimentales adecuados para evaluar la eficacia de compuestos antivirales y diseñar nuevas estrategias terapéuticas contra la hepatopatía crónica y progresiva asociada a la infección por el VHC.

 

 

Dirección para correspondencia:
Ricardo Moreno-Otero
Department of Digestive Diseases-Planta 3a.
Hospital Universitario de La Princesa
C/Diego de León 62, 28006-Madrid
Correo electrónico: rmoreno.hlpr@salud.madrid.org

Recibido: 23-01-12
Aceptado: 03-02-12

 

 

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