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Psychosocial Intervention

versão On-line ISSN 2173-4712versão impressa ISSN 1132-0559

Psychosocial Intervention vol.20 no.2 Madrid Ago. 2011

https://dx.doi.org/10.5093/in2011v20n2a1 

EXPOSICIÓN A LA VIOLENCIA EN LA FAMILIA Y LA COMUNIDAD/ EXPOSURE TO FAMILY AND COMMUNITY VIOLENCE

 

Exposición a la Violencia entre los Padres, Prácticas de Crianza y Malestar Psicológico a Largo Plazo de los Hijos

Witnessing Interparental Violence, Parenting Practices, and Children's Long-Term Psychological Distress

 

 

Manuel Gámez-Guadix1 y Carmen Almendros2

1 Universidad de Deusto, Spain
2 Universidad Autónoma de Madrid, Spain

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

El primer objetivo de este estudio fue analizar la relación entre la exposición a la violencia intraparental durante la infancia y el grado de malestar psicológico de los hijos en la edad adulta, y si dicha relación está mediada por un deterioro de las prácticas de crianza de los padres (i.e., la disciplina severa, las demostraciones de afecto y apoyo y la inconsistencia inter e intraparental). Un segundo objetivo consistió en examinar las diferencias por sexo en las relaciones estudiadas. La muestra estuvo compuesta por 680 estudiantes universitarios (62.4% mujeres) seleccionados por muestreo aleatorio, estratificado y proporcional (por facultad y sexo). Los participantes informaron retrospectivamente acerca de si habían presenciado violencia entre sus padres, las pautas de crianza recibidas en la infancia y su nivel de malestar psicológico actual. Los resultados indicaron que la disciplina severa (castigo físico y psicológico) y las demostraciones de afecto y apoyo mediaron parcialmente la relación entre la exposición a la violencia marital y el nivel de malestar de los hijos a largo plazo. Además, no se encontraron diferencias por sexo en las relaciones especificadas. Finalmente, se discuten los hallazgos del estudio, sus limitaciones y las implicaciones para la planificación de programas de intervención.

Palabras clave: malestar psicológico, prácticas de crianza; violencia entre los padres.


ABSTRACT

The first objective of this study was to examine the relationship between witnessing interparental violence and children's long-term psychological distress, and the extent to which this relation is mediated by deteriorating parenting practices (i.e., harsh discipline, affection/support, interparental and intraparental consistency). The second objective was to analyze the possible gender differences in the relationships specified. The sample comprised 680 Spanish university students (62.4% females) selected by random, stratified, and proportional sampling (by faculty and sex). Participants retrospectively reported the physical and psychological violence perpetrated by one of his or her parents against the other, the parenting practices when they were preadolescents, and the psychological distress during the past two weeks. Results revealed that harsh discipline and the level of affection and affection/support partially mediated the association between children's witnessing interparental violence and their long-term psychological distress. These relationships were not significantly different as a function of participants' sex. Lastly, we discuss the implications of these findings for the planning and development of intervention programs.

Keywords: parenting practices; partner violence; psychological distress.


 

 

La exposición a la violencia entre los padres constituye un tipo relativamente frecuente de victimización en la infancia que ha recibido menor atención que otras formas de maltrato a menores. Aún así, numerosos estudios previos han encontrado que la violencia entre los padres está asociada con un peor ajuste psicosocial de los hijos (Buehler, Benson y Gerard, 2006; Kitzmann, Gaylord, Holt y Kenny, 2003; Wolfe, Crooks, Lee, McIntyre-Smith y Jaffe, 2003; Zimet y Jacob, 2001). Igualmente, diversas investigaciones han analizado el deterioro de las conductas parentales como mecanismo mediador entre la violencia marital y las consecuencias para los menores (Benson, Buehler y Gerard, 2008; Buehler y Gerard, 2002; Gonzales, Pitts, Hill y Roosa, 2000). Sin embargo, la mayoría de estos trabajos se han centrado principalmente en las consecuencias durante la infancia o la adolescencia de la violencia entre los padres (p.ej., comportamiento disruptivo, rendimiento académico, etc.) (Benson et al., 2008; Sturge-Apple, Davies, Cicchetti y Cummings, 2009), prestándose menor atención a su repercusión en la vida adulta (Davies, DiLillo y Martinez, 2004). Asimismo, buena parte de los estudios han incluido como variables mediadoras únicamente uno o dos aspectos de las prácticas de crianza (Chang, Schwartz, Dodge y McBride-Chang, 2003; Dadds, Sheffield y Holbeck, 1990; Erath y Bierman, 2006), dando lugar a resultados inconsistentes y fragmentarios.

El presente estudio examina un modelo teórico que especifica cuatro dimensiones concretas de las prácticas de crianza parentales (la disciplina severa, el grado de aceptación y afecto, la consistencia interparental y la consistencia intraparental) como potenciales mediadores entre la violencia marital y el malestar psicológico a largo plazo de los hijos que han sido testigos de la violencia entre sus padres. Puesto que las consecuencias podrían diferir entre varones y mujeres (Grych y Fincham, 2001), este estudio también analiza las posibles diferencias en el modelo especificado en función del sexo de los hijos.

Violencia marital y prácticas de crianza

La denominada hipótesis de la transferencia constituye un marco teórico que permite explicar la relación entre la violencia marital, el deterioro de las prácticas de crianza y las consecuencias a corto y largo plazo para los hijos (Almeida, Wethington y Chandler, 1999; Benson et al., 2008; Bradford et al., 2004; Erel y Burman, 1995; Zimet y Jacob, 2001). Desde esta perspectiva teórica, el afecto y las conductas negativas generadas por el conflicto y la violencia en la pareja se transfieren a las interacciones entre padres e hijos, dando lugar a unas prácticas de crianza y de disciplina más disfuncionales (Krishnakumar y Buehler, 2000). En otras palabras, cuando los padres mantienen relaciones de pareja altamente conflictivas, es más probable que muestren más conductas parentales inadecuadas, un menor número de interacciones positivas con sus hijos y estrategias educativas más inconsistentes, lo cual, a su vez, podría ocasionar diferentes problemas de ajuste psicosocial en el menor (Brody, Arias y Fincham, 1996; Sturge-Apple, Davies y Cummings, 2006). De esta manera, las prácticas de crianza de los padres mediarían la relación entre la violencia marital y las consecuencias negativas sobre los hijos (Buehler y Gerard, 2002).

De acuerdo con la evidencia empírica disponible, son cuatro las dimensiones fundamentales de las prácticas de crianza que podrían verse afectadas como consecuencia de la violencia marital (Erel y Burman, 1995; Krishnakumar y Buehler, 2000; Zimet y Jacob, 2001). En primer lugar, en situaciones de conflicto entre los padres es más probable que éstos empleen estrategias de disciplina más negativas y severas basadas en el castigo físico (p.ej., cachetes, bofetadas) y el castigo psicológico (amenazas, gritos, etc.) como medio de corregir el comportamiento de sus hijos (Brody et al., 1996; Buehler y Gerard, 2002; Erath et al., 2006; Harold, Fincham, Osborne y Conger, 1997). En segundo lugar, además de unas estrategias disciplinarias más severas, se ha encontrado que, en situaciones de violencia entre los padres, éstos disminuyen el número de interacciones positivas con los hijos mostrándoles menor grado de apoyo, aceptación y afecto (Kaczynski, Lindahl, Malik y Laurenceau, 2006; Mann y MacKenzie, 1996; Musitu, Martínez y Murgui, 2006). Tercero, la violencia marital se ha asociado con una menor consistencia interparental, de forma tal que los padres podrían mostrarse en desacuerdo sobre las estrategias disciplinarias o establecer normas y reglas discrepantes creando un ambiente impredecible para el niño (Fincham, Grych y Osborne, 1994; O'Leary y Vidair, 2005; Sturge-Apple et al., 2006). Por último, en cuarto lugar, es más probable que, en situaciones de conflicto, cada padre por separado no proporcione el suficiente seguimiento al menor, no utilice sus propias estrategias disciplinarias de forma predecible y no suministre refuerzos o castigos contingentes, creando así un patrón caracterizado por la baja consistencia intraparental (Fauber, Forehand, Thomas y Wierson, 1990; Mann y MacKenzie, 1996).

La investigación llevada a cabo hasta el momento ha proporcionado apoyo a la hipótesis de la transferencia entre la violencia marital y las prácticas de crianza de los padres. En los dos meta-análisis llevados a cabo hasta la fecha se han encontrado tamaños del efecto en la relación entre estas variables entre d = .46 y d = .62 (Erel y Burman, 1995; Krishmakumar y Buehler, 2000). Más recientemente y en nuestro contexto cultural, Gámez-Guadix, Carrobles, Muñoz-Rivas y Almendros (en prensa) encontraron que la exposición a la violencia entre los padres estaba asociada con un deterioro de la conducta parental, lo cual, a su vez, estaba relacionado con un peor ajuste psicosocial a largo plazo de los hijos.

Si bien el deterioro de las prácticas de crianza como consecuencia del conflicto entre los padres constituye un fenómeno bien documentado en la bibliografía, la evidencia sobre la relación entre la transferencia y las consecuencias para los hijos resulta fragmentaria e inconsistente debido a varios motivos. Por un lado, hasta la fecha, la mayoría de los trabajos han empleado un índice general de calidad global de la relación padres-hijos o han analizado únicamente uno o dos aspectos de la conducta parental (Diamond y Muller, 2004; Kaczynski et al., 2006; Krishnakumar y Buehler, 2000). Esta aproximación ha supuesto una limitación importante ya que la conducta parental es un constructo multidimensional, cuyos componentes podrían verse afectados de distinta manera por la violencia marital y repercutir en distinto grado sobre el funcionamiento psicosocial de los hijos (Krishnakumar y Buehler, 2000).

Por otro lado, el papel que el sexo de los hijos podría desempeñar como moderador de las consecuencias de la violencia entre los padres es una cuestión todavía sujeta a debate (Grych y Fincham, 2001). Si bien algunos estudios han encontrado que las consecuencias del conflicto parental son más negativas para alguno de los sexos (Davies, Lindsay, Grych y Fincham, 2001; Emery y O'Leary, 1982), otros trabajos han hipotetizado que el impacto podría ser comparable entre varones y mujeres, pero manifestarse de forma diferente entre ambos (Zimet y Jacob, 2001). Mientras que los varones podrían presentar más problemas externos de conducta (p.ej., conducta antisocial), las mujeres manifestarían más problemas internos de conducta (p.ej., malestar emocional) (Davies et al., 2001; O'Leary y Vidair, 2005). No obstante, la evidencia empírica al respecto no ha sido concluyente.

El presente estudio

El primer objetivo de fue analizar la relación entre la exposición a la violencia entre los padres durante la infancia y el malestar psicológico en la edad adulta de los hijos, y si esta relación está mediada por un deterioro de distintos aspectos de las prácticas de crianza. Basándonos en la investigación y en las aproximaciones teóricas previas, hipotetizamos que la violencia marital aumentará la frecuencia de la disciplina severa (castigo físico y psicológico) aplicada a los hijos, disminuirá los intercambios positivos y las demostraciones de apoyo y afecto hacia el menor y se asociará con una menor consistencia interparental y una menor consistencia intraparental (Erel y Burman, 1995; Krishnakumar y Buehler, 2000; Zimet y Jacob, 2001). Todo ello, hipotetizamos que estará asociado a su vez a un mayor malestar psicológico de los hijos a largo plazo.

Puesto que, además de su asociación mediada a través de la conducta parental (Kaczynski et al., 2006; Mann y MacKenzie, 1996), algunos estudios han encontrado una relación directa entre la violencia marital y el ajuste psicosocial de los hijos (p.ej., Benson et al., 2008), nosotros también esperamos encontrar una relación directa entre estas variables.

 

Método

Participantes

Los participantes de este estudio fueron una submuestra de 680 estudiantes universitarios (62.4% mujeres) de la muestra total del International Parenting Study en España (IPS; http://pubpages.unh.edu/~mas2/IPS.htm) que completaron los instrumentos empleados en este trabajo. El IPS es un proyecto de investigación internacional llevado a cabo por un consorcio de investigadores en 20 países de todo el mundo. Todos los investigadores del IPS aplican un mismo cuestionario y siguen el mismo procedimiento de recogida de datos con estudiantes universitarios. Para la recogida de la muestra se efectuó un muestreo aleatorio, estratificado y proporcional (por facultad y sexo) en las diferentes facultades de la Universidad Autónoma de Madrid. La muestra aquí empleada procedía de las facultades de Psicología (5.6%), Derecho (35%), Formación del Profesorado (9%), Ciencias Económicas (17.8%), Ciencias (18.8%) y Filosofía y Letras (13.8%). La edad media de los participantes fue de 20.80 (DT = 4.92).

Instrumentos

Violencia entre los padres. Se empleó la Escala de Tácticas para el Conflicto revisada (CTS2; Straus y Douglas, 2004) en su versión para que los participantes informen retrospectivamente sobre la violencia física y psicológica entre sus padres que presenciaron cuando tenían en torno a los diez años. La escala está compuesta por ocho ítems (p.ej., "Mi padre destruyó algo que pertenecía a mi madre o amenazó con pegar a mi madre") que han de ser contestados en una escala de respuesta de siete categorías desde 0 (Nunca) hasta 6 (Más de 20 veces). La consistencia interna en este estudio fue de α = .69.

Disciplina severa. Se empleó la subescala de Castigo Físico y Psicológico del Inventario de Dimensiones de Disciplina, Forma A (DDI; Straus y Fauchier, 2007). El DDI está compuesto por 26 ítems que evalúan la frecuencia con la que los padres emplearon diferentes comportamientos disciplinarios. La escala de respuesta usada fue de 10 puntos desde 0 (Nunca) hasta 9 (Dos o más veces al día). Las propiedades psicométricas del DDI en una muestra de universitarios españoles han sido analizadas recientemente (Gamez-Guadix et al., 2010), obteniéndose apoyo para una estructura interna compuesta por cuatro factores denominados Castigo físico y psicológico, Disciplina inductiva, Coste de respuesta y Supervisión. La escala de Castigo físico y psicológico (i.e., disciplina severa) está compuesta por siete ítems que han de ser contestados dos veces, una sobre la madre y otra sobre el padre (p.ej., "Darte un azote, un cachete o una bofetada"). La consistencia interna en esta muestra fue de = .88.

Apoyo y Afecto parental. Se empleó la Escala de Apoyo/Afecto de la sección D del DDI (esta sección evalúa variables referidas al contexto y al modo de implementación de la disciplina parental) (Straus y Fauchier, 2007). Evalúa la percepción de los hijos de demostraciones de afecto y apoyo por parte de los padres. Esta subescala está compuesta por seis ítems, tres referidos a la madre y tres referidos al padre (p.ej., Tus padres hacían o decían cosas para mostrarte que te querían y apoyaban). El formato de respuesta es de 5 categorías desde 0 (Nunca) hasta 4 (Siempre o casi siempre). La fiabilidad en este estudio fue de α = .83

Consistencia interparental. Se empleó la Escala de Consistencia entre los Padres incluida en la sección D del DDI. Evalúa la medida en que los padres se mostraban de acuerdo sobre las normas y la disciplina de los hijos (p.ej., "Tu madre estaba en desacuerdo con las reglas de tu padre sobre cómo debías comportarte"). Está compuesta por cuatro ítems con un formato de respuesta de 5 puntos desde 0 (Nunca) hasta 4 (Siempre o casi siempre). Los ítems fueron recodificados para que puntuaciones altas reflejasen mayor grado de acuerdo entre los padres y viceversa. El alfa de Cronbach en este estudio fue de α = .80.

Consistencia intraparental. Se empleó la Escala de Consistencia Intraparental de la sección D del DDI que evalúa la medida en que cada padre se mostró consistente y predecible en la aplicación de disciplina y el control de sus hijos. Está compuesta por tres ítems que han de ser respondidos dos veces, una respecto a la madre y otra respecto al padre (p.ej., "Tu padre/madre te volvía a corregir si repetías tu mal comportamiento"). El formato de respuesta es de 5 puntos desde 0 (Nunca) hasta 4 (Siempre o casi siempre) y su consistencia interna en este estudio fue adecuada (α = .76).

Malestar psicológico. El nivel de malestar psicológico general se evaluó a través del Brief Sypmtoms Inventory (BSI; Derogatis, 1993; Pereda, Forns y Peró, 2007). Está compuesto por 53 ítems con una escala de respuesta de cinco categorías desde 0 (nada) hasta 4 (mucho). El BSI es un instrumento autoaplicado en el que se ha de indicar el grado de malestar en función de cómo el participante se ha sentido en los últimos siete días incluyendo el día de la aplicación. Aunque este cuestionario incluye nueve subescalas diferentes (p.ej., "somatización", "obsesión-compulsión", "depresión", "ansiedad", etc.), también es posible calcular un índice sintomático general (GSI; Derogatis, 1993), que proporciona una medida global del malestar psicológico del individuo, tal y como se hizo para el presente estudio. Para ello, se sumaron todos los ítems y la puntuación se dividió por el número total de ítems de la escala. En este estudió su consistencia interna fue de α = .95.

Abuso físico. Puesto que se ha encontrado una relación entre la violencia marital y el abuso físico de los hijos y dado que el abuso físico podría tener importantes consecuencias negativas para los hijos (Appel y Holden, 1998), se controló en los análisis la presencia de abuso físico para evitar resultados espurios debidos a esta variable. Para ello, se empleó la Escala de Tácticas para los Conflicto, versión Padres-Hijos (Straus, Hamby, Finkelhor, Moore y Runyan, 1998) que evalúa la frecuencia con la que los participantes sufrieron algún tipo de abuso físico. Está compuesta por cinco ítems (p.ej., Golpearte con el puño o darte una patada) que han de ser respondidos dos veces, una respecto a la madre y otra respecto al padre, en una escala de siete puntos desde 0 (Nunca) hasta 6 (Más de 20 veces). La consistencia interna para esta muestra fue de α = .78.

Deseabilidad social. Para controlar la tendencia de algunos participantes a responder de una forma socialmente aceptable, se empleó una versión modificada de la Escala de Deseabilidad Social del Personal and Relationship Profile (Straus et al., 1999) compuesta por cinco ítems. La escala de respuesta fue de cuatro puntos tipo Likert desde 1 (Fuertemente en desacuerdo) hasta 4 (Fuertemente de acuerdo). La consistencia interna de la escala fue de α = .51.

Nivel educativo de los padres. Se emplearon dos cuestiones, una sobre el nivel educativo de la madre y otra sobre el del padre, con siete alternativas de respuesta, desde 1 (Sin estudios primarios/graduado escolar) hasta 7 (Titulación de posgrado completa). Su consistencia interna fue α = .73.

Procedimiento

Todos los cuestionarios fueron traducidos y retrotraducidos al inglés por traductores bilingües y expertos. Antes de distribuir los cuestionarios, los investigadores informaron a los participantes, tanto oralmente como por escrito, sobre el objetivo del estudio, el carácter voluntario y anónimo de la participación y su posible interrupción en cualquier momento. Una vez devuelto el cuestionario, se facilitó a los participantes la dirección de correo electrónico de uno de los investigadores por si deseaban obtener más información sobre el estudio. El procedimiento fue revisado y aprobado por el Comité de Ética en la Investigación de la Universidad.

 

Resultados

Análisis descriptivos y correlaciones bivariadas

En la tabla 1 se incluyen los porcentajes de participantes que reconocieron haber sido testigo de cada tipo de violencia entre los padres. Las conductas más frecuentes fueron las de agresión verbal (p.ej., "gritar o insultar") cuya prevalencia osciló entre el 3.4 y el 50.8%. Sin embargo, las conductas concretas de agresión física, como dar un puñetazo, una patada o una paliza, mostraron una prevalencia considerablemente menor, oscilando entre el 0.2 y el 5.7%. Como se puede observar en la tabla 1, no se encontraron diferencias entre chicos y chicas en la exposición a la violencia en la mayoría de conductas agresivas analizadas.

En la Tabla 2 se incluyen los estadísticos descriptivos (Media y DT) y las correlaciones de Pearson para las variables en el estudio. La correlación más elevada fue de r2 = .54 entre el abuso físico y la disciplina severa, lo cual indica bajo riesgo de multicolinealidad entre las variables (Tabachnick y Fidell, 2007). Todas las correlaciones entre la variable dependiente, las variables mediadoras y las dependientes se establecieron en la dirección esperada.

Análisis del modelo de mediación

En la Figura 1 se presenta el modelo teórico analizado. Las hipótesis del estudio fueron analizadas a través de la estimación de modelos de ecuaciones estructurales empleando el programa EQS 6.1 (Bentler, 2005). Dado que los análisis previos revelaron una desviación de los datos de la normalidad multivariante (Coeficiente de Mardia Normalizado de 153.83), se empleó el método de Máxima verosimilitud con el χ2 robusto de Satorra Bentler (S-B 2) que proporciona estimaciones robustas cuando las variables no cumplen el supuesto de normalidad. Para evaluar el ajuste de los modelos se emplearon las versiones robustas del Índice de ajuste normativo (NFI), del Índice de ajuste no normativo (NNFI), del Índice de ajuste comparativo (CFI) y de la Raíz cuadrada media de error de aproximación (RMSEA). En general valores del NFI, NNFI y CFI de .90 o superiores reflejan un buen ajuste. Asimismo, valores del RMSEA inferiores a .08 reflejan un ajuste aceptable, mientras que valores menores que .05 reflejan un excelente ajuste (Browne y Cudeck, 1993; Byrne, 2008).

Para examinar el papel mediador de la conducta parental seguimos las recomendaciones de Holmbeck (1997). Un primer paso para analizar si existe mediación consiste en comprobar si la variable independiente está relacionada con las variables dependientes en ausencia de los mediadores. Para ello, se estimó un modelo de efectos directos en el que se incluyó únicamente la relación entre la violencia parental, la sintomatología depresiva y la conducta antisocial. Una vez constatada una relación directa significativa, se calculó un modelo de efectos mediadores que incluyó como variables mediadoras las conductas parentales (modelo mostrado en la Figura 1). Para considerar que existe mediación, el tamaño de la relación entre la violencia marital y las variables dependientes observado en el modelo de efectos directos debe reducirse (mediación parcial) o transformarse en no significativa (mediación completa) cuando las conductas parentales son incluidas en el modelo de efectos mediadores.

Modelo de efectos directos. En este modelo se incluyó únicamente la relación entre la violencia marital y el malestar psicológico a largo plazo, sin las variables mediadoras. También se incluyeron las variables control. Como era de esperar, la violencia entre los padres estuvo relacionada significativamente con el malestar psicológico a largo plazo (.16, p < .001). El modelo mostró un buen ajuste a los datos: S-Bχ2 (13) = 28.61, p < .001, NFI = .94, NNFI = .93, CFI = .97, RMSEA = .042 [90% I.C. = .021 -.063]. De esta forma, se estableció el primer requisito para comprobar la existencia de mediación.

Modelo de efectos mediadores. El segundo modelo estimado incluyó los cuatro aspectos de la conducta parental como variables mediadoras (Disciplina severa, Apoyo/Afecto, Consistencia interparental y Consistencia intraparental) y las variables control (abuso físico, deseabilidad social y nivel educativo). En la Figura 2 se presenta el modelo estructural calculado. El modelo presentó un ajuste excelente: S-Bχ2 (104) = 191.52, p < .001, NFI = .94, NNFI = .96, CFI = .97, RMSEA = .035 [90% I.C. = .027 -.043].

Tras incluir las variables mediadoras en el modelo la relación entre la exposición a la violencia y el malestar psicológico adulto descendió desde .16 a .13, aunque continuó siendo significativa (p < .05). Ello sugiere que las conductas parentales median parcialmente la relación entre la violencia parental y el malestar psicológico.

Como puede observarse en la figura, la violencia entre los padres mantuvo una relación significativa con la disciplina severa (.35; p < .001), la cual a su vez estuvo asociada con una mayor probabilidad de informar de malestar psicológico en la vida adulta (.10; p < .05). Asimismo, la exposición a la violencia se asoció con una menor frecuencia de demostraciones de apoyo y afecto (-.22; p < .001), lo cual a su vez, estuvo relacionado con un mayor malestar psicológico a largo plazo (-.16; p < .001). Por otro lado, aunque la exposición a la violencia intraparental mantuvo una relación significativa tanto con la consistencia interparental (-.32; p < .001) como con la intraparental (-.17; p < .01), ninguna de estas dos variables se asociaron con una mayor frecuencia de malestar psicológico a largo plazo.

Finalmente, empleamos el test de Sobel para analizar si cada uno de los efectos indirectos por separado eran estadísticamente significativos. Los resultados indicaron que el efecto indirecto de la violencia marital sobre el malestar psicológico a través de la disciplina severa y el grado de afecto/apoyo parental fueron significativos (z = 2.33, p < .05; z = 3.34, p < .001, respectivamente). Sin embargo, los efectos indirectos a través de la consistencia interparental e intraparental no alcanzaron la significación estadística (z = .76, ns; z = .45, ns, respectivamente).

El papel moderador del sexo

Se llevó a cabo un análisis multigrupo para analizar si las relaciones observadas entre las variables diferían en función del sexo del participante. Para ello, se estimaron dos nuevos modelos. Primero, en un modelo no restringido todas las cargas factoriales y las relaciones estructurales especificadas en la Figura 1 fueron estimadas libremente para cada sexo. En segundo lugar, se calculó un modelo restringido en el que las cargas factoriales y las relaciones estructurales eran fijadas como iguales en cada uno de los grupos (i.e., varones y mujeres). La diferencia en el valor de χ2 entre el modelo∆χ restringido y el no restringido no fue significativa, 2 (17) = 25.19, ns, lo cual indica que el modelo estructural especificado era equivalente entre mujeres y varones.

 

Discusión

El primer objetivo de este estudio fue examinar si diferentes dimensiones de la conducta paterna y materna mediaban la relación entre la exposición a la violencia entre los padres y el malestar psicológico a largo plazo. De manera consistente con lo hallado en varios estudios previos (p.ej., Benson et al., 2008), y en la línea de lo esperado, dos de los aspectos de las prácticas de crianza (la disciplina severa y el grado de apoyo y afecto) mediaron parcialmente la relación entre la violencia marital y el malestar psicológico de los hijos. Estos resultados proporcionan apoyo empírico adicional sobre la importancia de las prácticas de crianza como mecanismo mediador entre la exposición a la violencia marital y el malestar psicológico a largo plazo de los hijos (Kaczynski et al., 2006; Mann y MacKenzie, 1996). Además, esta relación parece ser similar entre varones y mujeres.

La disciplina severa (i.e., castigo físico y psicológico) fue el aspecto de la conducta parental que mostró una relación más fuerte con la violencia entre los padres. Ello es consistente con lo hallado en el metaánalisis de Krishnakumar y Buehler (2000) en el que se encontró que la disciplina severa es el aspecto de las prácticas de crianza más deteriorado en situaciones de violencia marital. Asimismo, una mayor frecuencia de disciplina severa se asoció, como esperábamos, con niveles mayores de malestar emocional a largo plazo. En este sentido, O'Leary y Vidair (2005), sugieren que la disciplina severa podría dar lugar a conductas de evitación y aislamiento en los menores que podrían permanecer estables a lo largo del tiempo y manifestarse como malestar emocional a largo plazo, tal y como sugieren los hallazgos de este estudio.

Las hipótesis respecto a la dimensión de afecto/ apoyo también fueron apoyadas. Una mayor exposición a la violencia marital estuvo asociada con demostraciones de afecto y aceptación menos frecuentes, lo cual, a su vez, se asoció con un mayor malestar psicológico actual. Una posible explicación de estos resultados es que la presencia de conflicto y la violencia entre los padres podrían reducir la habilidad de estos para reconocer y responder a las necesidades de sus hijos. Los hijos, por su parte, podrían percibir esta falta de atención y apoyo como una muestra de rechazo, lo cual a su vez podría acarrear importantes consecuencias sobre el bienestar emocional (Fincham et al., 1994).

Las hipótesis respecto a las dimensiones de consistencia interparental e intraparental fueron sólo parcialmente apoyadas. Por una parte, como habíamos hipotetizado, una mayor exposición a la violencia entre los padres se asoció con una mayor inconsistencia tanto entre los propios padres como de cada padre por separado (consistencia inter e intraparental, respectivamente). En este sentido, en situaciones de conflicto marital, la conducta parental podría llegar a ser más desorganizada dificultando que los padres se pongan de acuerdo sobre cómo actuar o respondan de manera consistente al comportamiento inadecuado de sus hijos (Patterson, 1982; Sturge-Apple et al., 2006). Sin embargo, los resultados de este estudio no apoyan las hipótesis relativas a la relación entre la consistencia y el malestar psicológico de los hijos a largo plazo. Ni la consistencia interparental ni la interparental mostraron una relación significativa con el malestar psicológico adulto. Por tanto, estos hallazgos no apoyan la evidencia empírica previa (Fincham et al., 1994; Gámez-Guadix et al., en prensa; O'Leary y Vidair, 2005). Una posible explicación de estos resultados es el empleo, en el presente estudio, de un indicador más general de malestar emocional (el GSI), que incluye aspectos diversos como "somatización", "obsesión-compulsión", "hostilidad" o "depresión". El que la consistencia interparental o intraparental puedan mantener una relación diferente con cada uno de estos aspectos podría haber atenuado la relación final entre el grado de consistencia y el indicador general de ajuste psicosocial empleado.

Los análisis sobre el papel moderador del sexo sugieren que las relaciones observadas en el modelo son similares entre varones y mujeres, lo cual es consistente con lo hallado previamente (Erel y Burman, 1995b; Kitzmann et al., 2003). En este sentido, parece que las relaciones encontradas entre la violencia parental, las prácticas de crianza y el malestar psicológico adulto son similares con independencia del sexo del menor. No obstante, cabe señalar que estas relaciones podrían diferir si se consideraran por separado problemas internalizantes y externalizantes de conducta (Davies et al., 2001; O'Leary y Vidair, 2005). Futuros estudios deberían analizar si la interacción entre el sexo del padre y el sexo del hijo podría estar relacionada con el deterioro de las prácticas educativas empleadas y si ello, a su vez, podría afectar de forma diferente al ajuste psicosocial a largo plazo de chicos y chicas.

Este estudio presenta varias limitaciones que es preciso señalar. En primer lugar, la investigación es de naturaleza transversal por lo que se ha de ser cauto al establecer relaciones causales. Futuros diseños longitudinales deberán arrojar luz sobre el orden temporal de estas variables. En segundo lugar, los resultados están basados en la información retrospectiva proporcionada por los participantes sobre lo que ocurrió años atrás, lo cual podría introducir sesgos en el recuerdo. En futuros estudios, el autoinforme de los participantes debería ser complementado con información obtenida de los propios padres. Por último, la muestra empleada (estudiantes universitarios), aunque es amplia, no es representativa de la población general. Por ello, las relaciones especificadas podrían ser diferentes en otras poblaciones como, por ejemplo, familias con bajo estatus socioeconómico o en casos de violencia familiar severa. Futuros estudios deberían replicar estos resultados en muestras de distinta composición.

A pesar de las limitaciones, los hallazgos de este estudio sugieren que la exposición a la violencia entre los padres está asociada con un mayor malestar emocional a largo plazo, más allá de la infancia o la adolescencia. Igualmente, los resultados enfatizan el papel de la conducta parental como mediador entre la exposición a la violencia marital y el ajuste de los hijos en la vida adulta. Estos hallazgos, junto con la evidencia previa, permiten asesorar a clínicos y especialistas sobre las formas específicas a través de las cuales la violencia entre los padres puede comprometer las relaciones entre padres e hijos y, en última instancia, afectar al desarrollo a largo plazo de los hijos. En este sentido, las intervenciones en poblaciones de riesgo (p.ej., parejas en conflicto o en situaciones de violencia) podrían verse fortalecidas si el foco de interés se expande desde la relación de pareja hasta abarcar otros procesos familiares como las interacciones entre los padres y los hijos.

 

Referencias

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Dirección para correspondencia:
Manuel Gámez Guadix
Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos. Universidad de Deusto
Planta 1, Avenida de las Universidades 24, 48007
Bilbao, Spain.
E-mail: mgamezguadix@gmail.com

Manuscrito Recibido: 28/12/2010
Revisión Recibida: 13/03/2011
Manuscrito Aceptado: 21/04/2011

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