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Psychosocial Intervention

versión On-line ISSN 2173-4712versión impresa ISSN 1132-0559

Psychosocial Intervention vol.24 no.1 Madrid ene./abr. 2015

https://dx.doi.org/10.1016/j.psi.2014.11.002 

 

 

El papel de los hermanos en el logro de objetivos en los programas de acogimiento residencial infantil

The role of siblings in goal achievement in residential child care programs

 

 

Eduardo Martín y Laura Márquez

Universidad de La Laguna, España

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

Dentro del sistema de protección infantil, cuando existen grupos de hermanos se recomienda mantenerlos juntos cuando son acogidos. El objetivo de este trabajo es comprobar si mantener a los grupos de hermanos juntos en acogimiento residencial es beneficioso y en qué aspectos. La muestra está compuesta por 167 niños y adolescentes que vivían en hogares de protección, de los que 105 (62.9%) estaban con hermanos y 62 (37.1%) estaban solos. Se analizó la evolución de las puntuaciones en la escala mensual de observación de objetivos del SERAR (Del Valle y Bravo, 2007). Los resultados indican que, en general, los que están con los hermanos obtienen más ventajas que los que están solos, adaptándose mejor al contexto residencial. No obstante, cuando las estancias se alargan demasiado empeora la interacción social dentro de la residencia en los grupos de hermanos. Estos resultados se discuten en relación a la investigación previa y a sus implicaciones prácticas.

Palabras clave: Protección infantil, Acogimiento residencial, Hermanos, Evaluación de objetivos.


ABSTRACT

Within the child welfare system, when groups of siblings are placed in residential care it is recommended to keep them together. The goal of this work is to verify whether keeping groups of siblings together in residential care is beneficial. The sample was made up of 167 children and adolescents who lived in supervised homes; 105 (62.9%) were with siblings and 62 (37.1%) were alone. We analyzed the evolution of their scores on the monthly goal observation scale of the SERAR (Del Valle & Bravo, 2007). The results indicate that, in general, children who are with their siblings obtain more benefits than children who are alone, especially in the dimensions of the residential setting. Nevertheless, when stays are too long, social interaction within the residence worsens in the groups of siblings. These results are discussed with regard to prior research and its practical implications.

Key words: Child welfare, Residential care, Siblings, Goal assessment.


 

Las intervenciones que se realizan dentro del sistema de protección infantil intentan, en la medida de lo posible, evitar la separación de los niños y adolescentes de sus familias de origen. No obstante, hay casos en los que se hace necesario declarar una situación de desamparo que conlleva la ubicación de los menores en otros contextos, bien en otra familia a través de un acogimiento familiar bien en un hogar o residencia de protección a través de un acogimiento residencial (a partir de ahora AR). Siguiendo la lógica del sistema, que intenta no alejar al niño de sus orígenes más allá de lo necesario o al menos mantenerlo en un entorno familiar, la primera alternativa que se explora en estos casos es el acogimiento familiar, bien en familia extensa bien en familia ajena. Pero desgraciadamente esta alternativa no es posible para muchos niños y adolescentes declarados en desamparo. En España, según los datos del año 2010 publicados por el Observatorio de la Infancia (2012), frente a los algo más de 20.000 casos de acogimiento familiar, tanto administrativo como judicial, eran más de 14.000 los casos que tenían una medida de AR. En este sentido, hay que decir que España es uno de los países en los que el AR tiene un mayor peso como alternativa convivencial para los niños y adolescentes con medida de separación familiar (Del Valle y Bravo, 2013).

Los recursos residenciales siempre han estado bajo sospecha por su pasado vinculado a un modelo benéfico con grandes residencias (Del Valle y Fuertes, 2000; Martín, 2012) y por los efectos negativos que esta forma de atención tenía en el desarrollo de los niños, con riesgo incluso de institucionalización. No obstante, los estudios basados en la evaluación de los programas de AR actuales aportan datos más positivos sobre los efectos de estos recursos, indicando que tienen efectos positivos en muchos niños (Bravo y Del Valle, 2001; Martín y González, 2007; Martín, Rodríguez y Torbay, 2007; Martín, Torbay y Rodríguez, 2008) aunque estos efectos positivos parecen desaparecer o estancarse cuando las estancias se alargan más de tres años.

Existen iniciativas legislativas que buscan evitar que los niños en desamparo terminen en AR y que estos dispositivos se conviertan en medidas provisionales de corta estancia mientras se trabajan otros objetivos (adopción, acogimiento familiar o reunificación familiar), especializándose muchos de estos recursos residenciales para atender perfiles específicos como son los casos de los menores inmigrantes no acompañados, los adolescentes con problemas de conducta o para los programas de transición a la vida adulta (Bravo y Del Valle, 2009).

Pero a pesar de estas iniciativas, todavía existen muchos casos de niños y adolescentes que no responden a estos perfiles y que pasan más tiempo del deseado en AR (López, Del Valle, Montserrat y Bravo, 2010). Según estos autores son varias las causas que pueden estar detrás de este hecho y una de ellas es que en un número elevado de casos se vinculan las medidas a los grupos de hermanos, por lo que lograr un acogimiento familiar o una adopción para un grupo de hermanos de diferentes edades se convierte en algo complicado. Y es esta variable, la de los grupos de hermanos declarados en desamparo, una variable relevante cuando hablamos del AR. Según las Directrices para el Cuidado Alternativo de los Niños de la ONU (Asamblea General de las Naciones Unidas, 2010), una de las recomendaciones es la de no separar a los hermanos cuando se adoptan medidas de protección. Estas directrices tienen un reflejo directo en la legislación y en la práctica profesional, convirtiéndose en un principio de actuación, ya que se busca mantener a los hermanos juntos y fomentar el contacto entre aquellos que han sido separados (Lundström y Sallnäs, 2012). La lógica que subyace a esta recomendación es que los hermanos ayudan a sobrellevar los conflictos parentales (Iturralde, Margolin y Shapiro, 2013) y que cuando se produce una separación, estar con los hermanos ayuda a mantener el sentido de continuidad con la familia y a afrontar el dolor provocado por la separación (Sen y Broadhurst, 2011).

En contraste con lo arraigada que está la idea de que los hermanos deben permanecer juntos cuando son acogidos, es bastante escasa la investigación sobre la influencia que este hecho tiene en el desarrollo y adaptación de los niños y adolescentes. Esto es debido fundamentalmente a las dificultades metodológicas con las que se encuentran aquellos que pretenden abordar este tema (Shlonsky, Elkins, Bellamy y Ashare, 2005). Por esta razón, los investigadores han usado diferentes variables para analizar la influencia de los grupos de hermanos en los acogimientos. Algunos trabajos se han centrado en analizar la estabilidad de los acogimientos, como el de Wulcynm, Kogan y Harden (2003) que revisaron los expedientes en New York y encontraron que los grupos de hermanos tenían significativamente más cambios de emplazamiento que los niños que eran acogidos solos. Otras investigaciones han estudiado las diferencias con aquellos niños y adolescentes que son acogidos sin sus hermanos en variables como problemas de conducta o de salud metal, bienestar o resultados escolares, encontrando que, por regla general, los grupos de hermanos obtienen mejores resultados aunque las diferencias no suelen ser muy grandes (Davidson-Arad y Klein, 2011; Hegar y Rosenthal, 2011; Tarren-Sweeney y Hazell, 2005). No obstante, estos resultados parecen estar mediatizados por otras muchas variables a tener en cuenta. Así, por ejemplo, Linares, Mimin, Shrout, Brody y Pettit (2007) hallaron que la calidad y cercanía de la relación entre los hermanos es una variable importante y que predice una mejor adaptación de los grupos de hermanos. Por otra parte, la historia de emplazamientos de los grupos de hermanos también parece mediatizar los resultados, tal como señalan los resultados de Leathers (2005) al encontrar que en los grupos de hermanos que son separados después de haber sido acogidos juntos aumenta el riesgo de que aparezcan problemas de todo tipo. El tiempo de estancia en acogida también parece guardar relación con los resultados. Hegar y Rosenthal (2009) afirman que los beneficios de estar acogidos con los hermanos se dan, sobre todo, en las estancias cortas y en acogimiento residencial más que en los acogimientos familiares.

Esta complejidad aparece también reflejada en los pocos trabajos que han tratado de darle voz a los propios niños y adolescentes para que narren sus experiencias de compartir acogimiento con hermanos. En un estudio cualitativo realizado en Israel en el que se entrevistaron grupos de hermanos que se encontraban juntos en AR, Leichtentritt (2013) encontró que para estos niños y adolescentes compartir el acogimiento con hermanos era una experiencia compleja y contradictoria en la que los sentimientos eran tanto positivos como negativos.

En resumen, la investigación realizada en este campo muestra que se trata de un tema complejo y lleno de matices. Posiblemente se deba a la propia complejidad que envuelve a las relaciones entre hermanos más allá de los acogimientos. Arranz y Olabarrieta (1998) argumentan que estas relaciones se ven moduladas por las diferentes interacciones que se producen en el sistema familiar y que la intensidad de las mismas decrece a partir de los 11 años hasta los 17, cuando son los otros iguales los que empiezan a cobrar importancia. Además, estos autores afirman que cuando la relación entre los hermanos no es adecuada los efectos pueden ser negativos, ya que los niños que han sido agredidos por sus hermanos desarrollan pautas inadecuadas de relación con los iguales y suelen ser rechazados. Y esta agresión entre hermanos parece ser bastante habitual entre los que son acogidos juntos (Linares, 2006). En una línea parecida, Defoe et al. (2013) encontraron que tener hermanos mayores con problemas de conducta es un factor de riesgo para que los hermanos menores también los tengan.

Viendo la relevancia que este tema tiene en el sistema de protección infantil español, llama la atención que no exista en nuestro país ninguna investigación al respecto. Solamente encontramos alguna referencia en investigaciones cuyo objetivo principal era otro. Por ejemplo, Bravo y Del Valle (2003) al analizar las redes de apoyo social de adolescentes acogidos en hogares de protección encontraron que los hermanos que eran acogidos juntos ocupaban los últimos puestos en las dimensiones de confianza y ayuda, aunque eran de las figuras más importantes en la dimensión de afecto.

Visto lo anterior, el objetivo fundamental de este trabajo es aportar datos sobre los efectos que tiene ser acogidos con hermanos en hogares de protección en la adaptación de los niños y adolescentes al contexto residencial. Para ello usaremos como variable criterio el avance alcanzado según la escala mensual de observación de objetivos del Sistema de Evaluación y Registro en Acogimiento Residencial (SERAR) de Del Valle y Bravo (2007), que es el instrumento de registro y evaluación de uso obligado en los hogares y residencias de protección de varias comunidades autónomas. Compararemos los logros de aquellos que conviven con hermanos con los de los que son acogidos solos, analizando los efectos que pueden tener dos variables relevantes en la evaluación de resultados de los programas de AR (Bravo y Del Valle, 2001; Martín et al., 2007; Martín et al., 2008), como son la edad y el tiempo de estancia, y que también pueden tener importancia en el caso de los hermanos acogidos juntos (Arranz y Olabarrieta, 1998; Hegar y Rosenthal, 2009).

 

Método

Participantes

La muestra de este estudio está formada por 167 niños y adolescentes acogidos en hogares y residencias de protección de la isla de Tenerife que llevaban al menos un año en el mismo centro. De ellos, 105 (62.9%) convivían con al menos un hermano en el mismo hogar o residencia, mientras que 62 (37.1%) no convivía con ningún hermano. La distribución en función de la edad y del tiempo que llevan en AR se puede ver en la tabla 1. La agrupación por edad y por tiempo de estancia en AR es la misma que la utilizada en estudios previos sobre evaluación de programas de AR (Martín et al., 2007; Martín et al., 2008).

 

Instrumento

El instrumento utilizado es el SERAR: Sistema de Evaluación y Registro en Acogimiento Residencial (Del Valle y Bravo, 2007), de obligado uso en los dispositivos de AR en la isla de Tenerife. En el SERAR se incluye una escala de observación mensual de objetivos como instrumento de evaluación mediante el que comprobar el grado de consecución de dichos objetivos. Consta de un total de 115 ítems que reproducen una serie de conductas operacionalizables en una escala tipo Likert, de 1 (nunca) a 5 (siempre), en función de la frecuencia con la que se produzcan. Aunque el instrumento también analiza los objetivos de los contextos familiar, escolar y laboral, de acuerdo con el objetivo de este trabajo abordaremos sólo los objetivos referidos al contexto residencial. Las dimensiones analizadas en este estudio se detallan en la tabla 2.

 

 

Procedimiento

Una vez concedido el permiso por parte de la Unidad de Infancia y Familia del Instituto Insular de Atención Social y Sociosanitaria del Cabildo de Tenerife para acceder a los expedientes, se procedió a la recogida de información. No se tuvieron en cuenta los menores inmigrantes, los que se encontraban en fase de evaluación, ni los que tenían una edad inferior a los 6 años, todos ellos por contar con un SERAR específico. Tampoco se tuvieron en cuenta los casos que llevaban menos de un año en AR, ya que eran pocos los expedientes en los que estuvieran todas las medidas en la escala de observación mensual de objetivos. Una vez seleccionada la muestra final, se recogieron las puntuaciones de octubre y de junio, ya que en la escala de observación mensual de objetivos del SERAR no se registran los meses que coinciden con las vacaciones escolares, ya que muchos niños y adolescentes abandonan el centro durante estos meses. Posteriormente se procedió a analizar las diferencias entre ambas puntuaciones clasificando la muestra en tres grupos para todas las dimensiones analizadas de la misma manera que se ha hecho en investigaciones previas (Martín et al., 2007; Martín et al., 2008): el grupo que mejora, el que se mantiene y el que empeora.

Análisis de datos

Para analizar si existían diferencias significativas entre los menores que convivían en acogimiento con hermanos y los que no, se han realizado tablas de contingencia. Para comprobar en qué variables se dan diferencias significativas se han usado los residuos tipificados corregidos, adoptando un intervalo de confianza de .95, por lo que valores superiores a 1.96 e inferiores a -1.96 se interpretan como significativos.

 

Resultados

En la tabla 3 se exponen los resultados para los grupos de 6 a 11 años, de 12 a 15 años y de 16 ó más años respectivamente. No se encontraron diferencias significativas para los grupos de 6 a 11 y de 16 años o más en ninguna de las dimensiones analizadas. En cambio, sí se observa una diferencia en el grupo de 12 a 15 años, concretamente en la dimensión de autonomía en los cuidados personales. Los residuos tipificados corregidos señalan que el porcentaje de niños y adolescentes sin hermanos en AR es significativamente mayor en el grupo que mantiene sus puntuaciones estables, lo que significa que los que conviven con hermanos varían mucho más sus puntuaciones, siendo mayores los porcentajes en los grupos que empeoran y que mejoran sus puntuaciones.

Al analizar las diferencias en función del tiempo de estancia en AR (ver tabla 4), se encuentran diferencias significativas en todos los grupos. En el caso de los que llevan entre 1 y 3 años en AR se observan diferencias significativas en las dimensiones de autonomía en el manejo de recursos e independencia, autonomía en los cuidados personales, disposición para el aprendizaje, expresión y vinculación afectiva y en la de relaciones sociales externas. En todos los casos, según indican los residuos tipificados corregidos, es el grupo que está sin hermanos en AR el que tiene un porcentaje mayor entre los que empeoran sus puntuaciones, mientras que los que conviven con hermanos tienen un mayor porcentaje en el grupo que mantiene sus puntuaciones estables.

Para el grupo de estancia entre 4 y 5 años se obtienen diferencias significativas en las dimensiones de autonomía en las obligaciones y educación, autonomía en el manejo de recursos e independencia y en la de autonomía en los cuidados personales. Para los tres casos los residuos tipificados corregidos indican que es el grupo que convive con hermanos el que obtiene mayores porcentajes de mejora, siendo mayor el porcentaje de los que mantienen estables sus puntuaciones entre aquellos que no conviven con hermanos en AR.

Por último, para el grupo que lleva 6 ó más años en AR se encontraron diferencias significativas en la dimensión de interacción social en la residencia, en la que los residuos tipificados corregidos señalan que es el grupo que convive con hermanos en AR el que tiene un porcentaje mayor entre los que empeoran sus puntuaciones.

 

Discusión

El objetivo principal de este trabajo era comprobar los efectos que tiene el ser acogido con hermanos en hogares y residencias de protección en España, ya que no existe ningún trabajo sobre este tema en nuestro contexto. Un primer análisis general nos permite afirmar que los niños y adolescentes acogidos junto a hermanos obtienen más beneficios de su estancia en AR que aquellos que son acogidos solos. Este resultado está en la línea de los encontrados en la investigación internacional (Davidson-Arad y Klein, 2011; Hegar y Rosenthal, 2011; Tarren-Sweeney y Hazell, 2005) aunque, al igual que en ésta, los resultados no son generalizados en todas las variables, por lo que se requiere un análisis más pormenorizado de los mismos.

Al desglosar los resultados en función de la edad, se comprueba que no existen diferencias entre los menores acogidos con hermanos y los que están solos en AR en los tramos de edad de 7 a 11 años y en el de 16 o más años. En el caso de los mayores de 16 años, el resultado es fácilmente explicable debido a que con la adolescencia disminuye la intensidad del afecto con los miembros de la familia y cobran importancia los iguales (Arranz y Olabarrieta, 1998). Este resultado también es acorde al encontrado por Martín (2011), que comprobó que la intensidad del apoyo social percibido de los miembros del contexto familiar disminuye con la edad para los niños y adolescentes en AR. Más difícil de explicar parece el no haber encontrado diferencias para el grupo de los más pequeños. Posiblemente, el hecho de que a esas edades se tiene una mayor facilidad para abstraerse de eventos negativos que en la adolescencia (García y Siverio, 2005) hace que los hermanos no tengan que jugar un papel de apoyo tan importante (Sen y Broadhurst, 2011). Esta idea se ve apoyada por los resultados encontrados por Martín, García y Siverio (2012) y que señalaban que los niños y niñas de entre 8 y 11 años que estaban en AR tenían puntuaciones en inadaptación personal incluso inferiores a una muestra normativa de comparación.

El tramo de edad en el que se encuentran diferencias significativas es el de 12 a 15 años, concretamente en la dimensión de autonomía en los cuidados personales. Aquí se observa que aquellos que están solos en AR mantienen sus puntuaciones estables, mientras que los que tienen hermanos en el hogar muestran un patrón mucho más variable, con mayores porcentajes tanto de empeoramiento como de mejora. Este resultado podría indicar que a estas edades se es más sensible a la influencia de los hermanos, y que en algunos casos esa influencia es positiva y en otros negativa (Defoe et al., 2013; Leichtentritt, 2013; Linares, 2006).

Las diferencias encontradas en el análisis realizado en función del tiempo de estancia en AR son mayores que las encontradas en el caso de los grupos de edad y además tienen un patrón diferente en función del grupo analizado. Así, para el grupo de estancia en AR entre 1 y 3 años se encuentran diferencias significativas en cuatro dimensiones del contexto residencial: autonomía en los cuidados personales, disposición para el aprendizaje, expresión y vinculación afectiva y relaciones sociales externas. En todos los casos se observa que es el grupo de los que no conviven con hermanos en AR el que tiene un mayor porcentaje entre los que empeoran sus puntuaciones. Martín et al. (2007) encontraron que en las estancias cortas se daban grandes porcentajes de empeoramiento, posiblemente debido a la fase de duelo posterior a la separación y a las dificultades de adaptación al nuevo contexto. En este sentido, tener hermanos parece actuar como un colchón que aminora los efectos que sí parecen sufrir aquellos que ingresan en AR solos. Esta explicación es apoyada por Hegar y Rosenthal (2009), que afirman que los beneficios de ser acogidos con hermanos se dan sobre todo en AR y para estancias cortas.

Para el grupo de entre 4 y 5 años de estancia también se obtienen mejores resultados para los grupos de hermanos. Concretamente, mejoran significativamente más en las dimensiones de autonomía en las obligaciones, en el manejo de recursos y en los cuidados personales. Estos resultados, junto a los anteriores, parecen corroborar los beneficios que supone compartir los acogimientos con hermanos (Davidson-Arad y Klein, 2011; Hegar y Rosenthal, 2011; Sen y Broadhurst, 2011; Tarren-Sweeney y Hazell, 2005).

Para el grupo de más de 6 años de estancia también se encuentran diferencias, aunque solamente referidas al comportamiento social. En este caso son los que conviven con hermanos los que empeoran significativamente más su interacción social en la residencia. Al pasar el tiempo y alargarse la estancia más de lo deseable, la valoración que hacen los niños y adolescentes de la atención que reciben es peor (Martín y González, 2007) y posiblemente en el caso de los grupos de hermanos esto se agudiza, ya que en muchos casos se ralentizan las decisiones al no encontrar salidas conjuntas para todos los hermanos (López et al., 2010), generándose dinámicas de relación conflictivas en las que los hermanos se apoyan unos a otros en sus interacciones negativas con el personal.

Los resultados de este trabajo permiten concluir que estar con hermanos en AR es beneficioso para los niños y adolescentes si se comparan con aquellos que viven esta experiencia sin hermanos. Estos hallazgos van en la línea de las recomendaciones de no separar a los hermanos cuando son acogidos, pues estar juntos parece funcionar como un colchón que minimiza, al menos en parte, los efectos negativos de la separación familiar (Asamblea General de las Naciones Unidas, 2010; Sen y Broadhurst, 2011).

No obstante, estos beneficios iniciales pueden convertirse en efectos negativos cuando las estancias se alargan demasiado. Este hecho es de especial relevancia, ya que en muchas ocasiones las estancias de los grupos de hermanos en AR se suelen alargar para intentar encontrar una salida conjunta para todos, bien en forma de reunificación familiar, acogimiento familiar e incluso adopción, lo que es bastante difícil de lograr en la práctica (López et al., 2010). Estos resultados sugieren que si bien se debe acoger a los hermanos juntos si es posible, no es recomendable forzar esta unión hasta el límite de perjudicar los planes individuales de casos, ya que buscar la misma alternativa para todos los hermanos no es viable en un gran número de casos y solamente lleva a alargar más allá de los plazos recomendables las estancias en AR, con los perjuicios que esto supone para los niños y adolescentes (López et al., 2010; Martín y González, 2007).

No queremos finalizar sin señalar las dos principales limitaciones de este trabajo. La primera hace referencia a que se ha utilizado un solo instrumento y que la evaluación se ha realizado desde la perspectiva de los educadores, que son las personas encargadas de evaluar el nivel de consecución de los objetivos de la escala de observación mensual de objetivos del SERAR.

En segundo lugar, este estudio se basa solamente en la adaptación al contexto residencial y no tiene en cuenta otras dimensiones, como pueden ser las de adaptación a los contextos familiar y escolar. Son múltiples las variables que pueden incidir en los resultados, cuyo análisis excede la pretensión de este artículo. La problemática y el tamaño familiar, tener o no hermanos en otros acogimientos, la cantidad y calidad de las redes de apoyo, entre otras muchas variables, deben ser analizadas también en futuras investigaciones.

Sería recomendable realizar, desde una perspectiva cualitativa, estudios que se basaran en la opinión de los propios niños y adolescentes, como el desarrollado por Leichtentritt (2013), lo que permitiría profundizar en el conocimiento de cómo viven los niños y adolescentes compartir con sus hermanos una realidad tan compleja como es la de vivir en recursos residenciales por no disponer de un contexto familiar.

 

Conflicto de intereses

Los autores de este artículo declaran que no tienen ningún conflicto de intereses.

 

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Dirección para correspondecia:
Eduardo Martín
e-mail: edmartin@ull.edu.es

Manuscrito recibido: 09/10/2014
Aceptado: 25/11/2014

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