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Index de Enfermería
On-line version ISSN 1699-5988Print version ISSN 1132-1296
Index Enferm vol.13 n.47 Granada 2004
ARTÍCULOS ESPECIALES
EDITORIALES
La construcción social de la Historia de la Enfermería
JOSÉ SILES GONZÁLEZ
Departamento de Enfermería. Universidad de Alicante, España
Uno de los retos más sostenidos a lo largo del tiempo, una cuestión anquilosada y crónica que pende como la espada de Damocles sobre la entrecortada trayectoria del colectivo enfermero, radica en la dificultad para definir su imagen social e histórica, con todas las consecuencias que acarrea este déficit en su devenir profesional y científico. Por todo ello, el punto de partida de este ejercicio de reflexión se orienta en torno a la consecución de los siguientes objetivos:
-Reflexionar sobre la relación entre el déficit de identidad de la enfermería y la capacidad para crear (construir) y gestionar la memoria colectiva de la misma.
-Analizar las vinculaciones entre la construcción social de la historia, la ideología, el poder y el sistema político.
-Describir las principales causas que, tradicionalmente, han obstaculizado la socialización de la enfermería como grupo profesional y la creación de su memoria colectiva.
Construcción social de la historia y cultura. Tradicionalmente se han distinguido dos formas de concebir la construcción social de la historia: la historia como resultado de la interpretación del hombre inserto en su cultura (ha existido siempre la construcción social de la historia); y la historia como consecuencia de las aportaciones de todos los individuos, grupos, elementos y factores que participan en la dinámica social de una cultura sin ningún tipo de exclusión.
Ambas interpretaciones coinciden en señalar la dimensión cultural como factor relevante en el proceso de construcción social de la historia, por lo que el estudio de las culturas puede considerarse como un paso previo y esencial para comprender este proceso de construcción social. Existen multitud de acepciones de cultura, pero siguiendo con la perspectiva esencialista, cualquier grupo humano cuya existencia implica la de la cultura, ésta podría ser definida de forma universal como "el conjunto de los comportamientos, pensamientos y sentimientos implicados en el proceso de satisfacción de necesidades de un grupo humano" (Siles, 2000).
Este mecanismo de satisfacción de necesidades -fisiológicas, sociales, psicológicas- provoca por sí mismo una proyección conceptual -inserta en el mapa del lenguaje- que constituye un proceso de elaboración totalmente involucrado en el plano semiótico: "El hombre es un animal suspendido en redes de significado que él mismo ha tejido" (Geertz, 1989). Dicho de otra forma, cualquier conducta desarrollada en un grupo humano tiene un significado que es el que dota de cohesión cultural a dicho grupo. El grupo humano compuesto por el amplio y variado colectivo enfermero tal vez carece aún de un perfil preciso desde el punto de vista cultural y los enfermeros tienen una gran dificultad para alcanzar consensos sobre problemas nucleares (históricos), precisamente porque no son capaces de interpretar con los mismos significados cuestiones crónicas que siguen pendientes de solución desde tiempos inmemoriales.
Las perspectivas históricas y el tratamiento del tiempo. La historia se ha revelado como una ciencia que va más allá de la mera erudición, dado que aquellos colectivos que han desarrollado su propia historia, constituyen grupos socioprofesionales y científicos muy vertebrados. Existen tres grandes formas de interpretar el paso del tiempo -la historia- :
-La historia tradicional, que se ocupaba de los grandes acontecimientos (sucesiones drásticas, grandes eventos bélicos, etc), que eran narrados de forma lineal por un cronista. Desde esta perspectiva histórica el tiempo era tratado de forma puntual o aguda dado que no se analizaban más que los hechos en sí mismos en el preciso momento que sucedían (de forma aislada). Un ejemplo de visión tradicional de la historia de la enfermería podría ser el papel de Florencia Nightingale en la Guerra de Crimea, dado que se trata de un acontecimiento sobredimensionado por la "heroicidad" de la protagonista histórica.
-La perspectiva coyuntural de la historia, que surge en el primer tercio del siglo XX con la escuela francesa de los Anales (Siles, 1999) constituye una visión más duradera del tiempo de análisis de los eventos, permitiendo un análisis más global del fenómeno estudiado (factores económicos, políticos, sociales, etc), aunque dicho fenómeno esté sujeto a cambios cíclicos. Un claro ejemplo de visión estructural de la historia de la enfermería española podría ser el caso de la enfermería durante la fase de la II República.
-El enfoque histórico más dilatado, en cuanto al tratamiento del tiempo, lo representa la historia denominada estructural por adoptar una perspectiva en la que las estructuras estudiadas resisten el paso del tiempo (Vilar, 1980) permitiendo el análisis de su evolución a la luz de las influencias, que los distintos factores (ideológicos, políticos, económicos, etc), le imprimen. La enfermería religiosa o la doméstica, con sus respectivas trayectorias ejemplifican dos claros casos de visión estructural de la historia de la enfermería.
Interpretaciones del concepto de historia y la dialéctica historia-existencia y desarrollo social. Si de lo que se trata es de clarificar el proceso de construcción social de la historia de la enfermería, en primer lugar, se debería aportar una descripción entendible y esencial del concepto de historia. Existen casi tantas definiciones de historia como historiadores, pero se ha optado por dos cuyo carácter conjuga la esencialidad con la universalidad: "La cualidad temporal que tiene todo lo que existe y su correspondiente manifestación empírica (Aróstegui, 1995). "La única ciencia simultáneamente dinámica y global de las sociedades" (Vilar, 1980).
La historia ha sido entendida como sinónimo de existencia social, no puede existir nada si no tiene historia. Para Hegel, la historia propiamente dicha no nace sino con el Estado, cuando la vida social toma conciencia a la luz de esta magna institución (Lefort, 1978); ¿o tal vez es el Estado el que surge cuando la sociedad toma conciencia temporal de sus estructuras, es decir, conciencia histórica de su existencia? ¿Surgen primero las profesiones y luego su historia, o al revés, o tal vez es un proceso paralelo e interactivo?
La existencia de conciencia histórica se ha interpretado a menudo como la antesala del desarrollo social. Para entender esta acepción de la historia no hay más que plantarse la siguiente cuestión: ¿Qué es de las sociedades sin historia? Se trata de sociedades silenciosas, sin voz, que apenas evolucionan y mantienen en un nirvana sus estructuras ideológicas, sociales, políticas y económicas, erigiéndose la tradición oral en la conservadora por antonomasia del patrimonio cultural (son ágrafas).
Los grupos profesionales, el poder y la memoria colectiva: el caso de la enfermería. La memoria colectiva dota de identidad a un grupo social o profesional, dado que, sin partir de un nivel mínimo de poder del grupo en la sociedad, no existe memoria colectiva (déficit socializador). De forma que mediante el poder del grupo se gestiona y controla la creación de la propia memoria (Estado, profesión, equipo de fútbol) (Pérez Garzón, 1999). Esta dinámica entre los grupos profesionales, el poder y la memoria colectiva se desarrolla, por un lado, por la acción de la disciplina histórica que asume como tarea actuar como depositaria de la memoria colectiva de la sociedad, grupo o institución, y, por otro, por el compromiso que contrae el historiador al asumir la tarea de crear y gestionar la memoria del grupo/comunidad objeto de estudio.
La situación de la enfermería en relación a su poder y a su capacidad para proyectar sobre sí misma y la sociedad su propia memoria colectiva, se encuentra en un momento de crisis constructiva. Crisis por la dificultad para que el producto de la construcción histórica enfermera actual -la memoria emergente- pueda reabsorber y reubicar las memorias colectivas anteriores ancladas en la dimensión biológica, de género y limitadas al ámbito doméstico en el que el principal cuidado estribaba en la alimentación vinculada a los atributos biológicos que mantenían unidos a la madre y al niño (Siles, 1999). En consecuencia, y paradójicamente, el reto fundamental para dar paso libre al producto del actual proceso de construcción de la historia de la enfermería radica en realizar un esfuerzo de desconstrucción de los clichés que obturan (Derrida, 1998) la transición desde la enfermería desprovista de historia a un grupo profesional y disciplinar que se ha aplicado por fin a la creación y gestión de su memoria histórica; esto es facilitar la mudanza desde las coordenadas domésticas y de género propios del ámbito doméstico a los cotos cuyas lindes enmarcan a la enfermería en los límites de la ciencia y la profesionalidad.
Historia versus legitimación de la sociedad y sus estructuras. La historia es la disciplina que se encarga de estudiar el funcionamiento desarrollado por las estructuras sociales a través del tiempo en las diferentes culturas. Una estructura alcanza el grado de institución cuando la historia demuestra que su funcionalidad sigue vigente en diferentes etapas históricas; es este el caso de la familia, que es tanto una estructura social, como una institución primaria y que, desde el Neolítico, sigue cumpliendo sus objetivos socializadores, a la par que se mantiene como una célula de convivencia tan fundamental como transcultural. La familia ha sido legitimada por el paso del tiempo y la constatación de su supervivencia a través del mismo. Uno de los grandes escollos para la identificación profesional de la enfermería radica en que gran parte de su pasado, su historia y sus funciones se encuentran entreverados en esa estructura social doméstica. La legitimación, pues, constituye un proceso mediante el que se explican y justifican las experiencias históricas, confiriendo validez a las estructuras que cumplen determinadas funciones necesarias para el normal desenvolvimiento de la sociedad. Ya entrados en el siglo XXI, la estructura familiar y el rol de cuidadora doméstica de la mujer siguen ralentizando la justificación profesional y científica de la enfermería en el terreno más resistente a los cambios: el de las mentalidades.
La legitimación, asimismo, fundamenta el orden social, científico y profesional, estableciendo una jerarquía que acaba siendo amparada por la normativa vigente y controlada por los poderes instalados en todas y cada una de estas parcelas. Familia, escuela, servicios sanitarios, sociales, policía, alimentación, etc, constituyen estructuras ubicadas en una escala jerárquica que es regulada según los intereses de las élites que han sido capaces -mediante su legitimación histórica- de obtener mayores concentraciones de legitimación.
La construcción social de la historia versus capacidad de explicar los fenómenos mediante la fábula: el origen de los mitos. La frontera entre lo natural y lo sobrenatural fue traspasada por el hombre primitivo merced su capacidad imaginativa. Mediante su creatividad el hombre proyectó en el más allá un mundo habitado por personajes inmortales que, a pesar de su carácter divino, obedecían una mecánica emocional y conductual muy parecida a la de los pobres mortales. Dioses que comen, beben, odian, hacen el amor, son fieles y adúlteros, se aman y se aniquilan -aunque sea de forma transitoria- entre sí; nada menos alejado de la mentalidad humana. Este enorme parecido entre divinidades y mortales podría deberse al hecho de que los dioses, en particular, y el mundo inmortal en general, son el resultado de la proyección de la vida del hombre en el más allá, efecto deseado de la necesidad del hombre de explicar lo inexplicable: grandes misterios como la muerte, desastres naturales, plagas, enfermedades, etc (Siles, 1999). Los primeros historiadores griegos se valían de la fábula para saltar una y otra vez de la dimensión sobrenatural a la natural, ejercicio narrativo que les permitió conservar los mitos. Herodoto salvó los mitos de la desmemoria, adaptándolos desde la tradición oral a la historia escrita, mientras que Hesiodo, en su "Teogonía" rescató los mitos del olvido y los introdujo en la memoria colectiva de los griegos. Asimismo, Hesiodo describe en "Los trabajos y los días", la vida cotidiana de los griegos, pero permite la influencia de los dioses dentro de esa esfera caracterizada por la rutina habitual del quehacer diario.
En consecuencia, la construcción social de la historia, ha estado muy vinculada a la capacidad creativa del hombre para explicar y ordenar los fenómenos mediante la fábula (particularmente los relacionados con la enfermedad y la muerte). Sin la imaginación y los mitos al hombre le hubiera costado mucho más soportar los momentos críticos por lo que ha pasado a lo largo de la historia. Desde esta perspectiva constructivista y, a la par, funcional de los mitos, Kant, aludía a su función moldeadora del intelecto del individuo, la comunidad y el mundo (Kant, 1999). En este mismo sentido, la función explicativa y lenitiva de los mitos se recoge en la expresión de Malinowski: "Asegurar al individuo frente al terror provocado por los desastres, la enfermedad y la muerte" (Malinowski, 1988).
La Antropología de la muerte y la creatividad del hombre en Morín. En "El hombre y la muerte", Morín (1974) desarrolla una antropología de la muerte en donde pone de manifiesto que la muerte es, o puede llegar a ser, un producto más de la capacidad de construcción social del hombre (Berger y Luckman, 1986), no en cuanto al hecho esencial en sí mismo, sino en todo lo concerniente a su interpretación, significado y asunción de tratamientos y ritos. Asimismo, la relación entre religión y capacidad adaptativa del hombre ante los hechos "ingobernables" de la naturaleza, entre los que ocupa un lugar nuclear la muerte, fenómeno que incluso llevaba a los padres a retener desesperadamente algún recuerdo de sus hijos mediante el, a la sazón, reciente invento de la foto contribuye a la constatación de la evidente relación entre la interpretación sobrenatural de los fenómenos, la capacidad de construcción social del hombre y la incidencia creciente de la tecnología en dicho proceso (González Faus, 1998). Morín distingue en su obra una triple constante ante el principal misterio del hombre: conciencia de ruptura que conlleva la muerte; el daño o traumatismo que esta conciencia/saber inflige; y, por último, la aspiración a la inmortalidad. El hombre utiliza la creatividad como instrumento para superar las contradicciones y frustraciones que provoca la muerte finiquitando su individualidad, y para ello se pone a la tarea de elaborar concepciones de la muerte en un contexto bipolar:
1) Cosmomorfismo: inspirado en el recurrente renacimiento de la vida en la naturaleza (muerte-resurrección o muerte-descanso eterno).
2) Antropomorfismo: mantiene la individualidad mediante la vía de la inmortalidad: individuo amortal mediante la creatividad (alma, superhéroe), o la ciencia (genoma)
En consecuencia, se trata de estudiar la muerte como el fenómeno que más ha preocupado al hombre, resultando, a veces, incluso de difícil e inasimilable explicación. La muerte, desde la prehistoria, supuso el fenómeno al que más imaginación y creatividad tuvieron que aplicar los seres pensantes de la tribu para congraciar la rutina diaria de su presente con la incertidumbre del futuro.
Características de la "perversión lógica" de los mitos y la historia tradicional. Todos los pueblos se han legitimado a sí mismos como históricos mediante el recurso al mito. La pureza de sangre se trasladaba a un carácter tipo o personalidad base (García Castaño y Pulido, 1999) y, a su vez, mediante la capacidad de proyección creativa, generalmente narrativa, se enaltecían las "esencias colectivas" del grupo humano construyendo grandes relatos épicos (El Cid Campeador, La Canción de Roldán, Los Nibelungos, etc), verdaderos depositarios de las raíces culturales y la idiosincrasia de los grupos humanos. Estos materiales -plasmados en la narrativa épica- se han entretejido como los mimbres de la historia de los pueblos y se han instrumentalizado para introducir en la actividad hermenéutica de los fenómenos (interpretación de la realidad), elementos ideológicos que responden a la necesidad de justificar la existencia y legitimación de grupos sociales, nacionalidades, estados, y, por supuesto, colectivos profesionales y científicos, dado que la ciencia jamás ha tenido la posibilidad -ni siquiera remota- de evolucionar al margen de la ideología y los valores del sistema social en el que se halla integrada (Jiménez y Otero, 1990).
Los colectivos profesionales, que han evolucionado hacia las posiciones más privilegiadas de la sociedad, se consideran a sí mismos como útiles y hacen valer la pertinencia de su participación en el proceso general de satisfacción de necesidades para proyectar su imagen en la sociedad utilizando para ello todos los medios de comunicación de masas de forma que la importancia de su rol socio-profesional quede patente. Son colectivos profesionales que influyen en la interpretación de los sucesos, de forma que hacen que resulte imprescindible su implicación para el análisis y solución de los mismos. Constituyen colectivos profesionales que influyen de forma determinante en la construcción social de su imagen y, en esa misma línea, están programados para aportar datos sobre eventos según las interpretaciones que de los mismos facilitan:
-Religión imperante (protestantes-católicos/ islámicos-cristianos).
-Vencedores.
-Monarcas, emperadores, jerarcas, políticos relevantes.
-Ricos, poderosos, desarrollados.
-Hombres (división sexual de la actividad hermenéutica como preámbulo del control de las tareas).
-Grupos profesionales prestigiosos.
Características de las sociedades donde se escribe la historia tradicional. En las sociedades inmersas en los valores culturales determinados por la religión (en el plano sobrenatural), y la monarquía absoluta, la dictadura o el autoritarismo (en el plano natural), la consecuencia inmediata es la potenciación de posturas intolerantes y el desarrollo de barreras sociales cuya impermeabilidad impide la interacción entre grupos diversos. El papel social, profesional y científico de la enfermería en estas sociedades está limitado a las dimensiones técnicas y procedimentales. Estas sociedades se caracterizan por el elevado nivel de exclusión en el orden moral, religioso, económico, político y social. La consecuencia inmediata de este apartamiento radica en la marginación en el proceso de interpretación de la realidad a través del tiempo de todos aquellos individuos y grupos no integrados en los esquemas culturales dominantes. Dicho de otro modo este tipo de sociedades practican el discurso histórico monolítico, unilateral y excluyente del vencedor.
De la construcción bi-unilateral de la historia o multiculturalismo (desconocimiento mutuo) al transculturalismo. La construcción bi-unilateral de la historia es un proceso propio de las sociedades compuestas por diferentes grupos culturales que no son capaces de proyectar una historia común porque tampoco tienen clara la voluntad de desarrollar estrategias para convivir compartiendo las tareas cotidianas. En las sociedades democráticas en las que se promueven valores basados en el transculturalismo, se potencian valores como el diálogo, el conocimiento mutuo, el respeto y la tolerancia. La práctica de estos valores favorece la interpretación "polifónica" de la realidad constituyendo el proceso de construcción histórica de la realidad una actividad compartida de la que se co-responsabilizan todos y cada uno de los grupos sociales que integran la sociedad en cuestión. En estas sociedades todos los colectivos tienen derecho a poseer "voz histórica" y: a interpretar la realidad por sí mismos, a co-crear y co-gestionar su propia memoria histórica, a reflexionar de forma autocrítica sobre sus construcciones históricas. Esto da lugar a una hermenéutica de tipo transcultural que potencia la capacidad de proyección simbólica de forma plural y creativa.
En el marco de una sociedad democrática culturalmente compleja, la historia debe construirse con la aportación de las de todos los colectivos integrantes de la comunidad. Este proceso plural contribuye a facilitar la reflexión en común sobre los problemas económicos, sociales, políticos... de salud, etc. Dado que la dinámica social actual revela que la estabilidad fundamentada en el aislamiento social constituye una utopía, se debe considerar la construcción unilateral de la historia como algo cuyo significado está muy cerca de la aberración. En definitiva y, después de todo lo expuesto, no sería del todo aventurado formular conclusiones como las que se relacionan a continuación:
-Las raíces biológicas que inciden en la división sexual del trabajo han mantenido a las cuidadoras dentro del límite del ámbito doméstico, obstaculizando su proceso de profesionalización.
-La construcción de nuevos significados para la actividad de cuidar ha chocado con sólidos impedimentos ideológicos y de género, dificultando la creación de una memoria colectiva liberada de estereotipos aberrantes.
-Para que el proceso de construcción social de la historia de la enfermería sea efectivo, es preciso realizar una profunda reflexión crítica acompañada de una fase previa de desconstrucción de los clichés anquilosantes que mantienen la enfermería en esquemas mentales del pasado.
-La construcción social y transcultural de la historia sólo es posibles en marcos políticos democráticos en los que la ideología predominante (en todos los niveles: profesional, social), está en consonancia con el sistema político, y esto es particularmente válido para la historia de la enfermería, dado que no se puede entender su proceso de profesionalización sin considerar su gran vinculación al mundo de la mujer y al papel de ésta en el sistema educativo, social y laboral.
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