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Index de Enfermería

On-line version ISSN 1699-5988Print version ISSN 1132-1296

Index Enferm vol.15 n.55 Granada  2006

 

ORIGINALES

 

La prevención de la desnutrición en el oriente de Guatemala. Nuevos cuidados, mismas representaciones*

The prevention of desnutrition in the eastern of Guatemalan. New cares, the same representations

 

 

Lorenzo Mariano Juárez1

1Enfermero, Antropólogo, Doctorando, Departamento de Antropología. Universidad Complutense, Madrid, España

*Este trabajo se enmarca dentro el proyecto de investigación “Hambre y Contexto Socio-Cultural en el oriente de Guatemala”, financiado por la AECI, dentro de los proyectos de Cooperación Inter-universitaria para Iberoamérica.

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

Las múltiples retóricas que encierran los procesos de salud y enfermedad permiten construir los procesos patológicos de modos diversos. Los C'hortís del oriente de Guatemala mantienen una particular forma de construir la desnutrición infantil, en ocasiones muy diferente al modelo biomédico en aspectos como la etiología del trastorno o la responsabilidad del mismo. Desde una perspectiva netamente cualitativa, se realiza un repaso de las prácticas y representaciones sobre su prevención. La desnutrición infantil es, en este contexto, un trastorno social que se asocia de forma muy evidente a determinadas prácticas maternas y un modelo social y moral determinado, y se desliga de la carencia de alimentos, de forma que la prevención del trastorno pasa por modificar esos comportamientos maternos. Los intensos procesos de cambio social y la incipiente presencia del discurso alopático han introducido modificaciones en esa forma particular de concebir el padecimiento. No obstante, estos cambios han implantado nuevas prácticas sin apenas modificar las representaciones existentes, responsabilizando de nuevo a las madres, lo que pone de manifiesto las dificultades de un diálogo intercultural en salud entre cosmovisiones diferentes y las implicaciones de las intervenciones en salud en estos contextos, que deben prestar atención a los diferentes significados del padecimiento.


ABSTRACT

The manifolds rhetoric’s that contain the health and disease process permit to construct the pathologies process of different ways. The C'hortís from eastern of Guatemalan have a particular manner of constructing the children’s desnutrition, sometimes very different from biomedical model, such as the aetiology or his responsibility. From a qualitative perspective, we have done a description of practices and representations about his prevention. The children’s desnutrition is, in this contexts, a social disorder associated with specified maternal practices and a moral and social order, and is unbound, separated of the food lack; therefore the disorder’s prevention must to modify those maternal behaviours. The intensive process of social change and the incipient presence of biomedical discourse have introduced modifications in that particular manner of understating the disorder. However, this changes have introduced new practices without modify the pre-existent representations, blaming mothers again, what shows the difficult of an intercultural health-dialogue and the implications of the health interventions in this contexts, that have to pay attention to the different meanings of the disorder.


 

Introducción

A pesar de las numerosas capacitaciones en salud y la cada vez más presente atención médica, los C'hortís del oriente de Guatemala constituyen un grupo indígena que mantiene muchas de las concepciones populares sobre salud y enfermedad. Debido a diferentes condicionantes socioeconómicos y estructurales, las cifras de pobreza son alarmantes para toda Guatemala, pero especialmente dramáticas para la población indígena rural.1,2 De esta forma, la malnutrición o la desnutrición infantil son consecuencias relativamente corrientes en esta región. Sin embargo, la construcción cultural de la desnutrición infantil mantiene importantes diferencias con los postulados biomédicos. Debemos recordar que “la enfermedad es definida y tipificada por cada cultura, que la dota de significación social”.3 De alguna manera, la significación social de la desnutrición se enmarca en un modelo de prácticas y comportamientos, esencialmente maternos, y no de la carencia evidente de alimentos. Las perspectivas constructivistas4 de la salud alertan de la profusa semántica que opera en los procesos de salud y enfermedad, superando con creces escenarios reduccionistas de corte biológico. Aspectos tan ligados a la fisiología humana, como la carencia alimentaria y el hambre, pueden ser recubiertos de elementos culturales que determinen formas distintas de conceptualizar el padecimiento, como de hecho sucede en el área C'hortí. A raíz de la crisis alimentaria del 2001 y las numerosas actuaciones intervencionistas en la zona se han instaurado nuevas prácticas en la prevención y tratamiento de la desnutrición infantil. No obstante, la asunción del modelo biomédico ha sido parcial y la significación popular del trastorno sigue vigente, lo que ha dado origen a diversos malentendidos interculturales. En el texto se realiza un repaso a los diferentes elementos desencadenantes o responsables de la desnutrición infantil dentro del discurso local. Evidentemente, las explicaciones a la inequidad de la situación son mucho más amplias y complejas y se encuentran inmersas en procesos históricos y dependientes de estructuras de poder globales.

 

Metodología

Ha sido eminentemente cualitativa, con las principales técnicas del trabajo antropológico, la observación participante o “participando de observaciones” (Tedlock, 1991) durante los meses de septiembre y octubre de 2004 en diferentes aldeas de los municipios de Jocotán y Camotán, cerca de la frontera con Honduras y en la sala de espera del Bethania, un hospitalito de recuperación nutricional en Jocotán. El trabajo se complementó con entrevistas semiestructuradas, la mayor parte a mujeres con hijos, y a parteras tradicionales. Se utilizó un póster con dos imágenes de los signos clínicos de la desnutrición que se emplea en las capacitaciones en salud en el área y se inquiría por la situación de los niños, sus causas, la prevención o las posibles soluciones.

 

Resultados

La construcción cultural de la desnutrición infantil. Etiología y prevención. A pesar de que requeriría un análisis pormenorizado, la construcción cultural de la desnutrición infantil opera en un complejo entramado de elementos simbólicos, estructuras de dominación y relaciones de poder. En ese contexto, el hambre se construye a través de la ausencia de ciertos alimentos, esencialmente el maíz y el frijol. Sin embargo, la existencia del hambre no implica necesariamente la aparición de la desnutrición, pues se trata de universos semánticos y contextos ideacionales diferentes. A pesar de las limitaciones que impone la traducción intercultural, el término C'hortí más cercano a desnutrición sería k'oxer, delgadito, k'oxram, se adelgazó, pero en el ideario local se relaciona más con las consecuencias de épocas de hambre. El concepto de desnutrición infantil define un tipo de padecimiento con síntomas muy parecidos, la delgadez principalmente, pero con una etiología particular. Es cierto que en los discursos no siempre se aprecia una diferenciación tan acusada, y está extendida la idea de que la falta de alimentos es una de las posibles causas locales de desnutrición infantil, aunque desde luego no una de las más evidentes o importantes.

La desnutrición infantil en la concepción C'hortí es un trastorno achacable a las madres. La mayoría de los discursos sobre las causas de este trastorno se centran en una dejadez materna o un tipo de ruptura con una serie de prácticas establecidas. La crianza de los niños es una responsabilidad exclusivamente materna, y la desnutrición aparece como un fracaso en las prácticas de la madre en esta labor. En esta línea, son muy frecuentes los discursos que relacionan el trastorno con la falta de higiene o un descuido en los horarios de la alimentación: dejar al niño en el suelo, no percatarse de que está comiendo tierra, dejarlo sucio o poco aseado son respuestas frecuentes cuando inquirimos por la etiología de la desnutrición, como lo es el hecho de dejar pasar más tiempo del debido entre comida y comida, haciendo que el niño llore. El hecho de tener una leche incompetente o rala o unos pechos pequeños también es causa de que los niños acaben desnutridos. La desnutrición infantil también puede ser el resultado de diferentes comportamientos realizados durante el embarazo o incluso antes. Es necesario llevar una determinada dieta alimentaria, dieta recubierta de elementos simbólicos6 más que ecológicos, y en ocasiones se relaciona desnutrición con antojos no satisfechos. En alguna ocasión comentaron que la causa de que los niños acabasen en ese estado se debía a que la madre había recibido al esposo bolo, ebrio, en el momento de la concepción.

La mayoría de discursos discurren por la senda de atribuir a la “falta de cuido” de la mamá el origen de la desnutrición infantil. Evidentemente, las acciones preventivas deben orientarse a evitar que las madres realicen esta serie de prácticas que desembocan en desnutrición de sus hijos. Recuerdo que conversando sobre las soluciones al trastorno en Tunucó Abajo, una de las aldeas más conservadoras del área, me recalcaron que quizá repartir alimentos estuviese bien, pero que lo primero era llamar la atención a las mamás, para que cuidaran de sus hijos, incidiendo en la necesidad de una educación para la salud materna. Un análisis en profundidad permite desvelar relaciones de dominación y la presencia de fuerzas y estructuras de poder determinantes de este tipo de discursos. La desnutrición aparece como “mal social” que implica una significación análoga a la ruptura de un orden social determinado7 y ligado al mantenimiento de un orden moral dado. El padecimiento trasmite así significados, imágenes y relaciones entre el cuerpo individual y el colectivo8 e incluso realizando cierta función de “control social” que en diferente forma se ha vinculado a la práctica médica.9,10 Las relaciones y los roles de género se expresan en estos discursos, reforzando el papel tradicional de la mujer dentro de la estructura familiar; de esta forma, tener hijos desnutridos no sólo implica ser malas madres, sino también malas esposas.

Nuevas prácticas, responsabilidades compartidas, mismas representaciones. La creciente presencia biomédica fruto del desarrollo de los Acuerdos de Paz, la implantación de un sistema descentralizado y sobre todo, a partir de la hambruna del 2001, con la presencia de decenas de organismos internacionales de cooperación y Ongs ha introducido cambios en la concepción de la desnutrición infantil. A pesar de que en el discurso globalizador de la medicina alopática, la desnutrición infantil en el área es principalmente responsabilidad de una falta de alimentos y de la pobreza de la dieta local, las representaciones populares se mantienen vigentes. La sociedad C'hortí se encuentra inmersa en procesos de cambio, motivados en parte por la multitud de capacitaciones que reciben de diferentes grupos o asociaciones sobre prácticamente cualquier tema. La introducción de nuevas pautas alimenticias chocó en un primer momento con los valores simbólicos asociados a la “verdadera comida”, aunque poco a poco van instaurando nuevas prácticas que trascienden la monotonía del maíz y el frijol. A pesar de que a veces se admite que la falta de alimentos es uno de los motivos de que niños y niñas se desnutran, los discursos recalcan una responsabilidad compartida con las madres: son ellas las que no le dan a la hora al despistarse en otros quehaceres, no preparan bien la comida o bien su leche no es competente. A pesar de que se trata de un discurso de mujeres, pocas veces se menciona el hecho de la falta de alimentos, una responsabilidad masculina. La falta de alimentos y la desnutrición se renegocia hacia la distribución de éstos y no hacia la obtención.

Algunas de esas capacitaciones se centran en el nuevo papel de la mujer, un rol más independiente y con responsabilidades en la toma de decisiones. Una de las circunstancias que median en la incidencia de la desnutrición infantil o la presencia de casos graves tiene que ver con las relaciones de poder que se establecen dentro del matrimonio. Las decisiones sobre los gastos recae sobre el esposo, y es él quien decide cuando se gasta dinero en medicinas o en acudir al médico. No pretendo presentar la realidad desde una perspectiva meramente exótica atribuyendo responsabilidades a la otredad o a los patrones culturales. Se trataría de un análisis excesivamente parcial. Sin embargo, no puede negarse la relación existente, más aún en las temporadas en las que los hombres emigran a las fincas y dejan en cierto desamparo a la mujer y los hijos. En ocasiones, la toma de decisiones sobre salud se posterga hasta la llegada del esposo. Las nuevas prácticas preventivas de la desnutrición se enmarcan en estas consignas sobre el papel de la mujer, un papel en el que es capaz de tomar decisiones consensuadas al mismo nivel que el esposo.

En la misma línea se pretende que la distribución diaria de alimentos varíe del modelo tradicional en el que primero come es el esposo,11 hacia un reparto de la comida que prime las necesidades y la especial situación de niños y niñas. La responsabilidad del cambio recae, de nuevo, en las madres. Otras esferas de la vida social han sufrido un proceso similar. Entre ellas destaca la planificación familiar y el espaciamiento de los embarazos. Los postulados globales alertan de que la excesiva tasa de natalidad contribuye a unas elevadas cifras de pobreza y a dificultar el descenso de la incidencia y la prevalencia de la desnutrición. De forma que es necesario realizar una adecuada planificación familiar. La responsabilidad vuelve a recaer en las madres, que en muchas ocasiones deben realizar esta planificación a espaldas del marido.

A pesar de las nuevas prácticas que se unen al modelo de prevención local de la desnutrición, la mayoría provenientes del discurso global de la biomedicina y las agencias de cooperación, curiosamente el esquema simbólico y relacional que opera tras el trastorno permanece prácticamente inalterable. De esta forma, la prevención recae sobre la responsable: las mujeres deben seguir las recomendaciones de las madres o las suegras porque son más competentes, poner mucha atención en el cuidado diario del niño, evitar mantener relaciones sexuales con los maridos bolos, observar ciertas prescripciones dietéticas durante el embarazo y prestar atención a los antojos y no dar de mamar una leche contaminada cuando se queda embarazada de nuevo. Al modelo popular hay que sumar los nuevos patrones de conducta, procedente de las infinitas capacitaciones que reciben y que hablan de igualdad de género, de no dejarse pegar y mantener un nuevo modelo de reparto de la comida, la asunción de nuevas responsabilidades en la toma de decisiones e incluso disminuir el numero de embarazos. A todo esto hay que sumar las reprimendas en los centros de salud en los que se les culpa de sus dolencias. La presencia de la desnutrición infantil significa la ruptura o la no asunción de determinado modelo social y moral en la que la responsable es siempre la madre. A pesar de que las prácticas varían, las representaciones se mantienen.

Las tesis biomédicas se enfrentan de esta manera a un sutil dilema: puede optarse por obviar las relaciones y contextos sociales que operan detrás de la desnutrición, afianzando una etiología muy sesgada y confinada a los límites de la biología y ofreciendo soluciones que pasan por el reparto de comida. En este caso las intervenciones serían siempre parciales y sin atender aspectos cognitivos de la construcción del padecimiento, hecho igualmente necesario para afrontar una intervención en salud intercultural realmente eficaz. Pero atender el padecimiento en tanto que afecta “al cuerpo en el mundo”,12 en un marco de experiencias y relaciones sociales, además de atender a la producción social de la enfermedad13 requiere intervenciones mesuradas que no refuercen el carácter mistificador14 del trastorno. Como hemos visto, las intervenciones dirigidas a realzar un papel equitativo en los roles de género, evidentemente necesario, pueden desembocar en consecuencias no deseadas.

 

Conclusiones

Parece evidente que podemos resaltar el innegable elemento cultural que opera en los procesos de salud y enfermedad. La multiplicidad de significados que encierran estos procesos se sitúan en contextos muy diferenciados, a nivel simbólico, estructural o cognitivo. En contextos interculturales las intervenciones en salud requieren análisis pormenorizados de cada uno de estos contextos, a fin de optimizar las mismas. Las dificultades para modificar las representaciones existentes surgen de la estrecha relación de la salud y la enfermedad con la esfera social y moral y con la cosmovisión del grupo social. Los intentos del discurso global por “relanzar” la falta de alimentos como causa de la desnutrición chocaron las implicaciones de las representaciones que se esconden tras los padecimientos. Una primera conclusión alerta de la dificultad de modificar la concepción sobre la salud y los inconvenientes de realizar intervenciones sesgadas en el plano meramente biológico; la enfermedad transcurre en el cuerpo, un cuerpo integrado en relaciones sociales y significados que es necesario tener en cuenta. En segundo lugar, las intervenciones realizadas sobre ese “cuerpo en el mundo” deben realizarse desde la perspectiva de análisis holísticos y creo que desde un diálogo intercultural no desigualitario en el que se acepten como inevitables ciertas pérdidas. Como hemos descrito, muchas de las nuevas prácticas para la prevención de la desnutrición operan en ese contexto de lo cultural y de las relaciones sociales, en una línea de objetivos deseada por todos. Sin embargo, un análisis superficial apenas dilucida aspectos como una posible continuidad en las representaciones y las posibles consecuencias de todo ello. Por tanto, se hace necesario un análisis crítico de las intervenciones en salud y cooperación al desarrollo con contextos culturales diferentes.

 

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Dirección para correspondencia:
Lorenzo Mariano Juárez
C/ Portugal, 32
10160, Alcuéscar, Cáceres, España
E-mail: lorenzomariano@hotmail.com

Recibido el 14.11.2005
Aceptado el 10.2.2006

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