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Index de Enfermería

versión On-line ISSN 1699-5988versión impresa ISSN 1132-1296

Index Enferm vol.17 no.1 Granada ene./mar. 2008

 

ARTÍCULOS ESPECIALES

ORIGINALES

 

Cuerpos gestantes y orden social. Discursos y prácticas en el embarazo

Pregnant bodies and social order. Discourses and practices during the pregnancy

 

 

Mª Jesús Montes Muñoz1

1Dra. Escuela Universitaria de Enfermería. Universidad Rovira i Virgili, Tarragona, España

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

Justificación: A través de las visitas prenatales, se refuerza la visión de un cuerpo carente y vulnerable en el que se justifica el control al que es sometido, a la vez que se recuerda la función maternal de las mujeres.
Objetivo: analizar las representaciones que se desprenden de los cuerpos gestantes.
Metodología: cualitativa con las técnicas de observación y entrevista en catorce mujeres en su primera gestación, tres comadronas y tres médicos obstetras.
Resultados: Los encuentros asistenciales se centraron en el cuerpo con la finalidad de asegurar la salud de la criatura. El cuerpo se percibió siempre con desconfianza materializada en: “cuerpo sospechoso” por sus deficiencias, por su capacidad de generar riesgos y por su imprevisibilidad. Esta desconfianza aumenta la inseguridad de las mujeres. Otra lectura analizada es el “cuerpo responsable” o autocontrol de las mujeres en su función maternal.
Conclusión: Debiéramos tomar conciencia de las funciones de control social a través de las visitas prenatales y promover desde ellas relaciones tendentes a la horizontalidad en las que también las mujeres puedan participar como sujetos capaces, responsables de sus decisiones y de sus vidas.

Palabras clave: control social, cuerpo, embarazo.


ABSTRACT

Justification: Through the prenatal visits, the vision of a lacking and vulnerable body in what you can justify the control that it’s being subjected to is reforced, at the same time that you remember the maternal function of the women.
Aim: analyze the representations that can be detached from the gestant bodies.
Methodology: qualitative with the observation technics and interview with fourteen women during their first pregnancy, three midwives and three obstetricians.
Results: The meetings where about the body and its finality to ensure the baby’s health. The body is always seen with mistrust, as a “suspicious body” because of its deficiencies, its capacity to create risks and its unpredictability. This mistrust increases the women insecurity. Another interpretation that you can come up is that the body is a “responsible body”, the self-control of the women in their maternal function.
Conclusion: We should take conscience on the social control’s functions through the prenatal visits and promote horizontal relationships where the women can participate as capable subjects, responsibles of their decisions and their own lives.

Key words: social control, body, pregnancy.


 

Introducción

El cuerpo es un producto social consecuencia de unas prácticas culturales e históricas determinadas (Turner, 1989), donde se han centrado prioritariamente las actividades de regulación, control y dominación para el mantenimiento del orden social. Las mujeres engendran la vida humana en sus cuerpos, situación que les pone en el punto de mira social ya que, a través de este proceso, garantizan la pervivencia del grupo. Los cuerpos de las mujeres, por su capacidad biológica de reproducción, han sido tradicionalmente, uno de los principales focos de interés controlador para todas las instituciones, pero es sobre todo la medicina, quien se ha erigido protagonista en la elaboración de discursos que respaldan esta necesidad (Bodoque, Montes, 2003). Todos los procesos orgánicos femeninos “se han constituido como una forma indirecta pero eficaz de controlar socialmente a las mujeres” (Esteban, 1994:96). En este sentido, la gestación es un tiempo ideal para el ejercicio del control y adoctrinamiento –a través del cuerpo- en el orden en que socialmente se deben situar las mujeres y en el que se espera permanezcan.

Partiendo de estas afirmaciones voy a analizar cómo lo largo del embarazo se activan y renuevan los discursos y prácticas en los que se define el rol maternal como la principal función de las mujeres a la que moral y naturalmente deben responder, a la vez que se sigue manteniendo la representación de las carencias y vulnerabilidad del cuerpo en la que se justifica el control al que son sometidas. Así, durante el embarazo se reproducen los valores de la mujer/madre en función de un bien social: el feto, contenido en un cuerpo que se interpreta con desconfianza e incapaz, ya que puede generar riesgos que amenacen su vida y la del feto. Las mujeres gestantes se convierten en el centro de una atención médica desde la que se promueve la inseguridad, el temor, la indefensión y la culpa, atributos entre otros que, a mi modo de ver, refuerzan el estereotipo tradicional por el que socialmente se ha considerado la inferioridad femenina.

El objetivo que me propongo es el de conocer y analizar las representaciones que se generan sobre los cuerpos gestantes a partir de las definiciones y prácticas que se llevan a cabo en la atención prenatal.

 

Metodología

Se trata de una investigación cualitativa del campo de la antropología del género. Se utilizaron las técnicas de la entrevista en profundidad y la observación participante. Las informantes han sido catorce mujeres gestantes de 25 a 35 años, con pareja estable y en su primer embarazo. También recogí información de tres comadronas y tres médicos obstetras, todos, mujeres y profesionales son del Estado español. Se llevó a cabo en Tarragona durante los años 2002-2004.

 

Resultados-discusión

En los países industrializados, la formación de un nuevo ser se supone que requiere de unos cuidados tanto por parte de las mujeres como de los expertos y expertas, y este “cuidar” pasa por poner bajo control el proceso de gestación, esto es, a las mujeres gestantes. Los expertos y expertas vigilan las funciones de los cuerpos en un intento de subsanar sus fallos, lo que les convierte en “cuerpos sospechosos”. También se induce a las mujeres a introducir cambios en sus prácticas sobre el cuerpo con el mismo fin; es ahora el “cuerpo responsable” puesto que las funciones maternales parece han dado comienzo y deben responder a ellas según dictan las normas sociales. Ambas tendencias estarán siempre definidas en función del bienestar fetal, al que deben someterse como consecuencia de la maternidad.

Cuerpo sospechoso. Por el control y vigilancia de que son objeto, parece que los cuerpos de las mujeres presentan para la obstetricia la duda de si saben o no realizar sus funciones. La desconfianza respecto a los cuerpos gestantes conforma la sospecha de un cuerpo-máquina productor que presenta habitualmente fallos en su funcionamiento o que, por diferentes circunstancias, no responde adecuadamente a sus funciones creativas. Bajo estos auspicios, se institucionaliza la necesidad del control del cuerpo como así lo asegura este médico: “Nosotros estamos para detectar lo que está yendo mal (...) Confirmar las sospechas que nosotros tenemos” (Dr.1). Y la mirada se dirige hacia un cuerpo pensado como (a) deficiente, (b) con poder para generar riesgos, o (c) imprevisible e inestable en sus funciones.

a) Cuerpo deficiente: El cuerpo es sospechoso de presentar insuficiencias. En la actualidad, a todas las mujeres embarazadas se les prescribe la ingestión de suplementos porque se supone que el cuerpo no los produce en la medida que se figura requiere el feto. Por ejemplo, son habituales estas prácticas: “Me dieron hierro y vitaminas. Ya hasta el final del embarazo” (Cristina), y la matrona le informó de que “las vitaminas no se pueden dejar de tomar en todo el embarazo”. A este respecto uno de los obstetras afirma: “La mayoría de los casos sí que es verdad que el hierro lo damos de una manera profiláctica pues la anemia de las embarazadas es una anemia medio fisiológica, en todos los casos. Yo creo que en todos los casos no es necesario, pero bueno, llegan más altas al momento del parto que es lo que particularmente me interesa” (Dr.1).

Parece que las posibles deficiencias están más relacionadas con formas individuales de interpretación y la tendencia a la apropiación del embarazo como un asunto profesional. Se capta que en muchas ocasiones estas supuestas carencias no son sentidas por las mujeres ni se reflejan en los resultados de los análisis, pero se prevé que pueden aparecer en algún momento (la práctica de recetar estos productos va más allá de si son o no necesarios, encontrándose variaciones en los diferentes centros). Así, otro de los médicos informa: “No está en protocolo, pero en el segundo trimestre se lo damos a todas ¡a no ser que estén con un hematocrito de 40!” (Dr.2). Estos puntos de vista traspasan el ámbito de la sospecha que ahora se convierte en realidad. Las mujeres interiorizan estas creencias como necesidades auténticas y sistemáticas del cuerpo porque “lo importante es que tomen algo” (Dr.1). A todas se les indicó suplementos de uno o varios productos, en la idea de que todas deben presentar unos resultados similares en las analíticas y como reflejo de una ideología que sigue estandarizando el funcionamiento de los cuerpos de las mujeres, como si de máquinas uniformes se tratasen.

b) Cuerpo como generador de riesgos: la desconfianza de la institución médica en los cuerpos maternos parte de considerar que, aunque el embarazo es un proceso fisiológico, puede presentar riesgos. Así se afirma en esta opinión en la que no deja lugar a dudas: “Hoy día, efectivamente, ¡nadie tiene conciencia de los que están embarazados que su mujer corre peligro! Todo el mundo sabe que puede tener un problema en el embarazo, y sin embargo, se siguen quedando embarazadas. Quién quiera quitar riesgos del embarazo ¡pues no se debiera quedar embarazada!” (Dr.1). Pero hay matices cuando este mismo médico clarifica que: “Es potencialmente un riesgo. Obviamente, es una situación que te puede acarrear muchos problemas; en la mayoría de los casos no, pero es una situación potencial que abre posibles riesgos” (Dr.1). Y las prácticas del control prenatal se convierten en una insistente comprobación sistemática en la búsqueda de riesgo: “Se hacen muchas pruebas, de las cuales muy pocas dan positivo; es decir, estamos machacando a la embarazada para detectar un pequeño grupo de gente que tendrá más riesgo. Las tenemos mareadas para decirles al final: bajo riesgo. Para un 85% de señoras no es necesario, pero para un 15% sería conveniente” (Dr.1).

Interpreto que la concepción del riesgo omnipresente responde a la inculturación de la formación médica. Todo supone un riesgo y es el médico el encargado de encontrarlo como así afirma:“Nuestra parte, sobre todo la de los médicos, es intentar detectar con los medios que se disponen actualmente, cuando hay cosas que alertan!” (Dr.1). La insistente búsqueda de las supuestas alteraciones hace aumentar en las mujeres el sentimiento de que su existencia es real (Bestard, 1996). El cuerpo oculta según estas ideas un riesgo imprevisible e irreconocible por la propia mujer que sólo los técnicos y técnicas están capacitados para identificar. La desconfianza respecto al cuerpo aumenta, de forma que “te llegas a creer que estás en peligro. Tantas pruebas... yo no creo que den seguridad, en vez de seguridad dan miedo, creo yo. Dan seguridad al médico, pero no a ti. Si no estás tan controlada lo vives con más naturalidad ¿no? Con más seguridad en ti misma” (Marina).

Otro ejemplo lo trae la opinión de Mónica: “Ahora es que tengo miedo porque como me salió eso de la amnio y tal, pues psicológicamente me ha afectado, entonces estoy un poco miedosa”; y Cristina se pregunta: “¿Para qué tanta ecografía? Y si no crece ¿qué van a hacer?”. La representación que el sistema médico hace del riesgo disminuye o anula la confianza de las mujeres, además de que les expropia de sus saberes o percepciones en relación a las prácticas y vivencias de sus cuerpos, ya que se entiende, ellas no están capacitadas para detectarlos y que, por otro lado, les supone una continua amenaza. Este miedo de saberse siempre en peligro expresado o no por las mujeres, da poder a quien tiene los recursos para exorcizarlo e induce al acatamiento indudable de los dictados normativos de los expertos y expertas.

El riesgo así interpretado forma parte de la cultura médica en la que se incluyen las matronas, aunque estas profesionales respondieron que “el embarazo es un estado totalmente fisiológico de la mujer” Mt.1, y la misma matrona lo presenta como una prolongación de las tendencias sociales: “Yo creo que en esta sociedad se implanta como un proceso casi patológico, como una enfermedad diría ¡y no es una enfermedad! (...) Parece que vayamos a buscar todas las alteraciones en vez de promocionar (la salud) y que se viva de una manera lo más normal, lo más fisiológica posible” (Mt.1).

Las representaciones de normalidad del embarazo por parte de las matronas no parece incidir en la población porque, aunque teóricamente algunas opinan que no hay riesgo, en la práctica lo utilizan en la misma dinámica que el modelo médico. Es interesante señalar que el análisis planteado no tiene como objetivo valorar porcentajes de presencia de riesgo sino el cómo se ha generalizado su presencia y es representado de forma estandarizada sin considerar aspectos individuales de cada mujer y con el sólo interlocutor de la medicina.

c) Cuerpo imprevisible. Un último apartado que completa el ámbito de la sospecha es la concepción de un cuerpo imprevisible e inestable que puede presentar sin previo aviso o caprichosamente una situación desordenada, suponga o no riesgo para la mujer o para el producto de la gestación. Esta ideología responde a la tendencia tradicional del sistema médico de hacer una lectura negativa del cuerpo femenino y que, siendo interiorizada por las mujeres, promueve de nuevo su desconfianza, ya que “no sabes nunca como puede reaccionar... tu cuerpo” (Cristina). Porque, como afirma el Dr.3: “La obstetricia tiene complicaciones potencialmente muy graves y se pueden presentar de una manera inopinada”. Las fronteras del riesgo se han ampliado para incluir en su definición como situaciones de riesgo a las anomalías físicas o neurológicas. Cristina, ante la recomendación de realizarse la amniocentesis busca en su cuerpo la respuesta al desorden por la alta presencia de proteínas que los resultados de las analíticas la aconsejan: “Esta estaba normal, pero luego hay otra que me dicen que está muy alta y claro, ¿a qué se debe esta proteína? ¿Habrá otras causas? Por ejemplo, que yo produzca más de esta proteína... También la alimentación, o tu propia naturaleza” (Cristina).

Anabel plantea la siguiente duda: “Había llegado al punto de decir ¿a ver si la pobre criatura no está creciendo?”. La interiorización de los discursos médicos de sospecha sobre las funciones de los cuerpos gestantes mantienen el recelo de muchas mujeres, aunque cuando más tomará forma esta idea será en las últimas semanas con los acontecimientos que señalan el inicio del parto. Se sigue apreciando la afirmación que trabajó Martin (1992) de que se impone la necesidad de tener las actividades de los cuerpos femeninos controladas y reguladas según el orden que se inscribe en una concepción uniformadora del funcionamiento-máquina de todos los cuerpos. Por otro lado, entiendo que el control responde también al interés político en la necesidad de regulación y apropiación de los cuerpos (Foucault, 1990:125; Scheper Hughes y Lock, 1987:26), a los que normativiza y adoctrina, función que ejerce la medicina manteniendo y reforzando una ideología jerárquica entre quién tiene el poder y quién no y entre quién sabe y quién no. El discurso del riesgo, más allá de sus funciones de prevención, viene a reafirmar el poder médico y el control social e ideológico de las mujeres.

Cuerpo responsable. Desde el inicio de la gestación, se espera que las mujeres introduzcan cambios en su forma de vida y en beneficio del embrión. Lo más habitual es poner cuidado en aquello que se introduce en el cuerpo como es el control de los alimentos y tóxicos. Pero además, debe proporcionarse un estado emocional favorable, algo que también se supone influirá en la criatura gestada.

Se establece un autocontrol, puesto que el feto se forma a partir de los elementos del cuerpo de la mujer, adquiriendo una especial relevancia el concepto de comer "sano", que para Paula es: “Comer mejor, comer más verduras y comer más sano... o pensar en lo que como”; o para Roser “Cada día verdura, pescado, cosas sin grasa”. En resumidas cuentas, como afirma Cristina: “Para que el bebé esté bien tienes que poner de tu parte, ¡un hijo no se tiene todos los días!”. Las mujeres del estudio presentan la alimentación como el principal agente de influencia en la criatura en el que ellas pueden incidir, aunque pueden o no introducir modificaciones respecto a los productos consumidos antes del embarazo, por considerar que su alimentación es ya la adecuada. “Comemos sano, de todo, pero tenemos en cuenta la alimentación biológica y natural, siempre que podemos, claro” (Marina). Otras como Alicia aseguran que comen lo mismo que antes.

Pero también se ejerce un control normativo respecto a la cantidad de alimento si se refleja en un aumento de peso, tema central en la atención prenatal que permite a las matronas ejercer un control normativo y de coerción. Un incremento considerado excesivo se supone que puede repercutir negativamente: “Me han dicho que tengo que engordar, para ir bien, un kilo al mes. Más no porque... para el crío es malo” (Angels). Otras veces se usa como amenaza encubierta con un: “Tú verás”; “Tú misma”. O abiertamente: ante una mujer que engordó demasiado en un mes la matrona dijo: “Ya te acordarás en el parto cuando tu niño no pueda salir”; frase que no sólo hace responsable a la mujer de sus propios riesgos (Montiel, 1997:236; Uribe, 1998:207), sino que utiliza la amenaza de un peligro como consecuencia moral del no cumplimiento de las normas, y que se repite con asiduidad en los encuentros con las profesionales. También las parejas se implican en este control que, siguiendo la dinámica de las relaciones, parece reforzar la ideología de las embarazadas como incapaces, infantiles o desvalidas. Así, uno de ellos intercede: “No la riña” y en una ocasión cuando la mujer dice: “¡Pues no como tanto!”, la pareja asevera “¡No tanto!” y es él quien expone lo que come; o también la matrona pide al hombre que “la vigiles” o “no la dejes”. Algunas parejas también ejercen estas funciones en sus casas como afirma Paula: “¡Me tiene vigilada!”.

Otro apartado respecto a los cuidados lo conforman los productos catalogados como tóxicos que hay que evitar. En este caso, el tabaco ocupa el primer lugar. Sólo dos de las mujeres comentan ser conscientes de la transgresión, ya que “fuman algo”. Fumar, por las características de estigmatización a la que actualmente está sometido, es una práctica cada vez menos presente en las embarazadas con mayor nivel de formación, pero no así en las mujeres de un barrio obrero donde vive una de las informantes. El obstetra da información de los métodos empleados para fomentar su responsabilidad en el abandono del tabaco: “Yo he llegado a decirles a las mujeres para asustarles, que la placenta envejece antes, incluso les asusto, les digo que puede haber algún problema con el crío al final del embarazo, que se forman menos células. No les digo que los críos pueden ser menos inteligentes porque eso está por demostrar, pero sí que de alguna manera... ¡y no dejan de fumar a pesar de eso!” (Dr.2).

Este discurso responsabiliza abiertamente a las mujeres de la formación, bienestar y seguridad del feto, sin considerar que este barrio está al lado de un complejo químico en el que la contaminación es elevada. Se responsabiliza a las mujeres, pero no se cuestiona el entorno. Las matronas se suman a estos discursos desde una posición maternal pero culpabilizadora: “Me lo tienes que dejar, mira, no es por mí, es por el bebé, si no tiene oxígeno no puede crecer, no respira bien y hay estudios que demuestran que estos niños cuando se hacen mayores padecen más cáncer”; o también: “Yo os informo por vuestro bien, es mi obligación, vosotros hacéis lo que queráis, el bien es para vosotros y el niño tendrá las consecuencias”.

En segundo lugar, se encuentra el alcohol, pero esto ya menos significativo, dado además por la tradición de que el beber no ha sido socialmente una práctica en las mujeres. Aún así, Laura dejó el poco vino que tomaba porque “dicen que ahora él coge directamente el alcohol de mi sangre”. En general, las mujeres consideran su influencia sobre el feto como un acto de responsabilidad y esto les supone introducir cambios que se viven como sacrificios que hacen las madres por sus hijos e hijas ya, antes de nacer: “Ya me he sacrificado, he dejado de comer lo que me gusta, de beber lo que me gusta, un poquillo más de sacrificio” (Cristina); y como una obligación que socialmente se espera que cumplan. No seguir estas pautas puede suponer una amenaza más o menos encubierta porque, como Cristina ha interiorizado: “Es que el bebé lo respira todo, lo que tú haces, después las consecuencias las puede tener él”.

Una última representación es la que se supone se establece entre los sentimientos o situación emocional de la mujer y su posible repercusión en el bienestar fetal. Cristina señala: “Como soy tan nerviosa también lo nota él, eso me han dicho que es verdad, que lo que yo siento, también lo siente el bebé, entonces, lo que procuro es tranquilizarme”; y Clara asegura que: “Todo lo que me influye a mí, le influye a él”.

Todas las mujeres, de una u otra forma, reconocen un paralelismo entre su estado mental y la criatura, idea ya descrita en el siglo XVII aunque para dar una explicación a otros hechos (Paré, 1993) (este médico cirujano asociaba la imaginación de las mujeres embarazadas con el nacimiento de criaturas monstruosas). El delicado sistema nervioso de las mujeres, asegura también Simón Palmer (1985:264), era fácilmente emocionable y podía repercutir en el feto, así se les aconsejaba que durante el embarazo no leyeran novelas ni asistieran al teatro. En la actualidad, muchas obras de divulgación nombran la tranquilidad y relax de la mujer como beneficioso para ella y el feto, y otras se introducen de lleno en los supuestos de la influencia vital e imborrable que puede ejercer la madre sobre el producto de la gestación, y su responsabilidad en ofrecer un hábitat seguro y emocionalmente equilibrado. Laura y su pareja por ejemplo, decidieron abandonar este tipo de lecturas porque “te viene a cada palabra un sentimiento de culpa”. Se encontró que el mantenimiento del bienestar emocional de las embarazadas es una práctica social que extiende su implicación a las parejas y familia próxima, como informa Alicia: “Por eso mi madre no me dice nada que me pueda afectar más, como ella sabe lo que es”. Y es que el hijo o la hija hipervalorados de hoy necesitan de toda y la mejor disposición física y mental de la mujer/madre portadora.

 

Conclusiones

A lo largo del análisis realizado vemos que las representaciones que se desprenden en las relaciones que se establecen entre mujeres y profesionales para el control del embarazo, nos presentan un cuerpo incompleto y carente en el que no se puede confiar. Las mujeres han interiorizado estos discursos que, en su tendencia a la alteración, les conduce a la dependencia y el aumento de consumo de los servicios médicos. Las modificaciones y cuidados que las mujeres pueden introducir en la atención al cuerpo, no escapan a esta visión negativa, además de que son utilizadas en no pocas ocasiones para recordarles su rol y responsabilidad social de madres. Estas lecturas del cuerpo en el embarazo justifican su necesidad de control profesional desde el que se ejercen a la par, funciones de control ideológico y social de las mujeres.

Son indudables los beneficios de los cuidados profesionalizados en el embarazo pero, puesto que la realidad demuestra la tendencia a resultados de normalidad, considero se debiera fomentar una mayor participación entre mujeres y profesionales desde la que se promoviera una visión más positiva de las funciones de sus cuerpos en gestación. Esto, entiendo, mejoraría la auto confianza de las mujeres y su consideración como sujetos capaces y responsables de sus decisiones respecto a la maternidad, de sus vidas y las de sus hijos e hijas.

 

Bibliografía

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Dirección para correspondencia:
majesus.montes@urv.cat

Manuscrito recibido el 13.09.2007
Manuscrito aceptado el 24.02.2008

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