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Index de Enfermería
On-line version ISSN 1699-5988Print version ISSN 1132-1296
Index Enferm vol.17 n.4 Granada Oct./Dec. 2008
MISCELÁNEA
CARTAS AL DIRECTOR
Afrontamiento de la muerte del paciente ingresado en UCI. Aportación de Enfermería
Facing the death of an intensive care unit patient. A contribution from nursing
Sr. Director: La Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) no es un servicio hospitalario diseñado y orientado a ofrecer las condiciones más apropiadas ante una muerte inminente del paciente. Esta función parece más propia de las Unidades de Cuidados Paliativos, e incluso las Unidades de Hospitalización disponen de mayores facilidades para adecuarse a esta eventualidad. Sin embargo, la realidad demuestra que muchos enfermos mueren en la UCI.
Así, los profesionales que trabajamos con pacientes críticos, ante la inevitabilidad de la muerte del enfermo nos encontramos en la tesitura de tener que adaptar un entorno agresivo propio de la terapia intensiva (monitorizaciones, aparataje, normas estrictas, horarios rígidos, etc.) a la intimidad y el respeto que deberían estar presentes cuando está teniendo lugar el fin de una vida. A la vez, nuestra función como miembros del equipo que trata de mantener con vida al enfermo y favorecer el restablecimiento de su salud pasa a ser la de procurar unas condiciones dignas en el término de su vida, mostrando la debida sensibilidad y respeto hacia sus familiares.
Diversos factores hacen que en ocasiones nos sea muy difícil llevar a cabo este cambio de enfoque en nuestra actitud y no prestamos la suficiente atención que este trance merece, privando tanto al paciente como a sus allegados de lo que podría ser nuestra honesta aportación en una situación que no por esperada deja de ser dolorosa.
Es cierto que en la UCI se puede salvar una vida, pero ¿se puede también salvar la dignidad de la persona que está muriendo? ¿Podemos ante estas circunstancias adaptar una unidad enfocada al tratamiento intensivo del enfermo crítico en un lugar propicio para que se desarrolle el proceso de la muerte?
No parece a priori tan difícil flexibilizar las condiciones de la UCI cuando sabemos que el paciente va a morir. En principio, ya que los enfermos no suelen estar en habitaciones, es importante procurar intimidad haciendo uso de cortinas y paneles móviles. Podemos retirar aquellos aparatos y materiales innecesarios y mantener la limpieza y el orden. Minimizaremos los ruidos e intentaremos favorecer un ambiente tranquilo. En colaboración con los facultativos, evitaremos realizar sobre el paciente aquellas técnicas y procedimientos que aunque protocolizados no son ya de utilidad. Y especialmente, una vez informados adecuadamente los familiares, facilitaremos su presencia junto al paciente, ofreciéndoles nuestro apoyo con discreción y respeto. En aquellos casos en los que, por distintas circunstancias, la persona que va a morir está sola, sin familiares ni amigos que lo acompañen, hemos de ser conscientes de que prestamos los últimos cuidados a un ser humano que termina su vida. Estas medidas están condicionadas a que el desarrollo del trabajo en la unidad lo permita, pero siempre pueden aplicarse en algún grado.
Por otro lado, la UCI puede ofrecer al paciente terminal la posibilidad de manejo del dolor y la agitación mediante la administración de analgesia y sedación, muy útiles en este contexto. También es frecuente que los familiares del paciente crítico terminal se encuentren confortados al comprobar los recursos humanos y técnicos disponibles. El mero hecho de nuestra presencia próxima y nuestra disposición para prestar ayuda con profesionalidad puede proporcionar cierta tranquilidad en esos difíciles momentos.
La carga de trabajo que en ocasiones soportamos los profesionales de cuidados críticos así como el gran deterioro y dependencia de medidas de soporte con el que con frecuencia llegan los pacientes a la muerte son obstáculos en nuestro esfuerzo para procurarles unas condiciones adecuadas. Además, la frecuencia con la que vemos morir enfermos puede llegar a endurecernos en cierta manera e incluso puede llevarnos a trivializar este desenlace.
Para todos los enfermeros supone un reto el poder desenvolvernos en situaciones de sufrimiento ajeno sin implicarnos emocionalmente hasta el punto de ver afectada nuestra actuación, y a la vez ser sensibles a las necesidades de nuestros pacientes y sus allegados para que nuestra labor les reporte mayor beneficio.
A veces es difícil diferenciar una actitud no afectada pero sensible y atenta, de una cierta frialdad y distanciamiento a que nos conduce la rutina. Esta diferencia en nuestro acercamiento también se presenta cuando atendemos a un paciente terminal, siendo una situación especialmente delicada por la carga emocional implícita.
La humanización de la atención durante el proceso de la muerte es todavía una asignatura pendiente en nuestro sistema sanitario, aún impregnado del modelo biomédico. Todavía hay profesionales que consideran la muerte como un fracaso de la medicina y en muchos sectores de nuestra sociedad aquello que concierne a la muerte se tapa y esconde. Prueba de ello es la aparente tendencia a ingresar a los moribundos en centros hospitalarios cuando, con los debidos cuidados, podrían permanecer en sus hogares, con todos los beneficios que esto conlleva. Se priva así a la muerte de su condición de etapa inevitable de todo ciclo vital, convirtiéndola en algo traumático que hay que intentar retrasar o evitar a toda costa.
En contrapartida, desde diferentes ámbitos están surgiendo iniciativas pioneras que trabajan para dignificar este último tramo de la vida, pero dada la transcendencia del tema y sus implicaciones parecen aún muy escasas. Da la impresión de que en nuestra sociedad de la información hay un déficit de conocimientos de cómo abordar algo por otro lado tan natural e insoslayable como es la muerte.
Como enfermeros estamos directamente implicados en procurar atención al moribundo, estando presente esta función desde el origen de nuestra profesión. Ya sea atendiendo en su domicilio a quien allí termina sus días como en el área especializada de la UCI, los cuidados enfermeros pueden proporcionar alivio y beneficio al enfermo y a su entorno. Pero sólo si somos conscientes de nuestra responsabilidad como cuidadores en esos importantes momentos podremos superar los obstáculos circunstanciales que se puedan presentar y desplegar, con generosidad y profesionalidad, nuestros mejores recursos.
José Eulogio Godoy García
Enfermero Unidad de Cuidados Intensivos. Hospital de Poniente. Almería, España. tendrel@telefonica.net