SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.18 número4La trágica ruptura con la vida: Experiencia de una sobreviviente ante el suicidio¿Hacemos lo adecuado para promocionar el conocimiento enfermero? índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • En proceso de indezaciónCitado por Google
  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO
  • En proceso de indezaciónSimilares en Google

Compartir


Index de Enfermería

versión On-line ISSN 1699-5988versión impresa ISSN 1132-1296

Index Enferm vol.18 no.4 Granada oct./dic. 2009

 

MISCELÁNEA

ARCHIVO

 

Incendio en un hospital en el siglo XVIII. Análisis del acontecimiento descrito por Francisco José de Goya y Lucientes

Hospital fire. Analysis as described by Francisco José de Goya y Lucientes

 

 

Ma Teresa Miralles Sangro1, Marta Durán Escribano1

1Profesora Titular, Departamento de Enfermería, Universidad de Alcalá, Madrid, España

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

El trabajo analiza el ámbito de un hecho luctuoso y dramático que se produce en el año 1778, cuando un enorme incendio destruye el Teatro de Comedias del Hospital de Nuestra Señora de Gracia, en Zaragoza. El acontecimiento lo recoge el pintor aragonés Francisco José de Goya y Lucientes, en 1808, en la obra conocida como Incendio de un hospital. Se trata de un estudio descriptivo e interpretativo realizado a partir de la obra de Goya y que nosotros relacionaremos con la historia de la enfermería. A través de lo representado, nuestro primer objetivo será evaluar la presencia de enfermería en el contexto, para después conectar el protagonismo de los personajes hospitalizados con el de los encargados de su cuidado en el hospital. El análisis iconográfico nos ha permitido identificar la obra como una composición dinámica en la que, aunque lo más llamativo sea el fuego, el elemento más importante es el ser humano. Llama la atención, en este sentido, no encontrar rastro de la enfermería en la representación, de donde podremos aventurar que la memoria colectiva no dotó de la suficiente identidad a la enfermería de los últimos años del s. XVIII.

Palabras clave: Historia Enfermería, Iconografía, Fuentes Historia Enfermería, Goya.


ABSTRACT

The paper analyzes the context of a dramatic and tragic event that occurs in the year 1778, when a huge fire destroyed the Comedy Theater Hospital in Nuestra Señora de Gracia Hospital, Zaragoza. The event describes the Aragonese painter Francisco Jose de Goya and Luciente in 1808, in the play known as ‘a hospital fire'. This is a descriptive and interpretive study originating from the works of Goya and we related to the history of nursing. Through this representation, our first objective is to assess the presence of nursing in this context and then connect the role of the hospitalised people with their carers in the hospital. Iconographic analysis has enabled us to identify the work as a dynamic composition in which, although the most striking thing is the fire, the most important element is the human being. In this sense, it is surprising that there is no trace of the nursing profession in this portrayal, from which we deduct that the collective memory did not consider nursing to have enough identity in the late s. XVIII.

Key words: Nursing History, Nursing Iconography, Nursing History Sources, Goya.


 

Introducción

Se trata de analizar el ámbito de un hecho luctuoso y dramático que se produce en el año 1778 cuando un enorme incendio destruye el Teatro de Comedias del Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza (España). El acontecimiento lo recoge el pintor aragonés Francisco José de Goya y Lucientes unos años después, durante 1808, en la obra conocida como Incendio en un hospital. Es nuestro objetivo destacar la relación entre el protagonismo de los personajes representados. Destacando el significado de esta relación, tanto para su contribución a la historia como para otros aspectos formativos, documentales o de divulgación. El encuentro fortuito de esta obra de Goya nos movió a su estudio. Partimos de la premisa que el ser humano en su fragilidad es el centro de nuestro interés personal y la descripción de los cuidados expertos nuestra curiosidad profesional.

Hemos estructurado el relato en cinco líneas que convergen en un círculo. De manera que, a semejanza de los dedos de una mano, todas las líneas concurren en el puño. El puño asume la máxima expresión de relación entre los dedos, las líneas. El símil nos permite describir cómo se relacionan las personas en su entorno con la enfermería, el vínculo entre los corrales de comedia y los hospitales donde trabajan las enfermeras de la época, los percances y desgracias que a todos incumben, porque entre todos conforman la sociedad del momento.1

 

La época

La primera línea recopila aspectos generales de la sociedad de la época en que se pintó la obra. Nuestro episodio sucede en la ciudad de Zaragoza, declinando ya la segunda mitad del siglo XVIII, en el año 1778, bajo el reinado de Carlos III (1759-1788). Zaragoza es una ciudad que alcanza una población de 11.167 habitantes, considerando como más fiable2 el censo de Floridablanca. La España de este siglo se caracteriza por la pervivencia de un sistema económico y social que los historiadores han llamado Antiguo Régimen. Este término define una sociedad que en lo económico se caracteriza por una economía rural y señorial y en lo social por una importante jerarquización de la población en estamentos privilegiados y no privilegiados.

Iniciado el siglo XIX, en 1808, con el pretexto de dirigirse a Portugal, los ejércitos franceses invaden España y Carlos IV abdica a favor de su hijo Fernando VII, a quien, sin embargo, Napoleón sustituye por su propio hermano José Bonaparte en el trono de España. El pueblo mismo reacciona con la revuelta del 2 de mayo de 1808, que marca el inicio de la Guerra de la Independencia, la cual llevará a la proclamación de la constitución de Cádiz en 1812 y a la expulsión de José Bonaparte y al retorno en 1813 del destronado Fernando VII. Es hacia el 1808 cuando Goya se hace eco del incendio sucedido en Zaragoza, lo describe y compone la obra.

La familia es en este contexto de finales del S. XVIII y principios del XIX, la célula social primaria y socializadora que satisface las necesidades básicas cotidianas, alimentación, vestido, afecto, descanso, aprendizaje. Cuando algún miembro enferma por regla general se le atiende y cuida en casa. Solamente en casos extremos se recurre al hospital, lugar donde se refugian todo género de personas: eclesiásticos, seculares, pobres, mendigos, desplazados y también enfermos, incluyendo a los incurables y a los considerados locos.

 

La Enfermería en el Siglo de las Luces

La segunda línea la ocupa la enfermería de la época, esta enfermería es el resultado de una evolución tradicional, de saberes aprendidos por tradición oral, empíricamente y que desde el siglo anterior acaba de estrenar el manual, nuevo un elemento conductor y guía del conocimiento.

En la mayoría de los casos la ocupación enfermera sigue siendo una labor con características religiosas vocacionales, donde priman los valores morales, circunscribiendo sus cuidados a los enfermos ingresados en las instituciones. Cuidados que realizan en los hospitales los propios miembros de las órdenes religiosas, ya sean monjes y hermanos, o monjas, hermanas y siervas, reconocidos socialmente todos ellos como enfermeros y enfermeras.

Fuera de las instituciones religiosas los fabriles, practicantes, parteras y matronas se ocupan de actividades diferentes que aun incluyéndose entre los cuidados de la vida, a los profesionales que los practican se los identifica por la misma actividad, o hecho concreto. Sin embargo el cuidado enfermero a que nos referimos se entiende como proceso, como un conjunto de actos, que presuponen tiempo y una continuidad, el cuidado abarca un conjunto de actividades.

Son cuidados característicos de la enfermería los que tienen que ver con la higiene y el confort, con la necesidad de la alimentación y de la eliminación, con la vigilancia del estado del paciente y con la posterior información al médico sobre éste, con la comunicación y el contacto con el paciente, sin olvidar los oficios que se derivan de la administración y los trabajos de secretaría. Pero aún así, los textos de la historia nos dicen que "la atención a los enfermos en el hospital dejaba mucho que desear, los enfermos continuaban estando hacinados, la higiene imposible de realizar y la alimentación era escasa y poco variada".3

En cuanto a la formación o información destinada a la enfermería García Martínez4 describe un manuscrito redactado en el siglo XVII, cuyo título completo es Directorio de enfermeros y artífice de obras de caridad para curar las enfermedades del cuerpo, debido a la pluma de Simón López, enfermero y barbero que trabajó ejerciendo la enfermería durante más de dos décadas en distintos hospitales castellanos. También Domínguez Alcón5 destaca en su libro "Los cuidados y la profesión enfermera en España" la existencia de un Manual para el servicio de los enfermos, o resumen de los conocimientos necesarios a las personas encargadas de ellos, y de las paridas, recién nacidos, cuyo autor M. Carrere dirigió a los enfermeros en el año 1786. Pero sobre todo la formación se recibía dentro de las órdenes religiosas, con las características propias y distintivas de cada una de ellas.

En este apartado merece resaltarse el cuidado que de los enfermos mentales se llevaba a cabo en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza, lugar donde sucede el siniestro, donde desde que su fundación en 1425 se empleaban como medidas terapéuticas los mismos tratamientos practicados en el Hospital de Inocentes de Valencia tres siglos antes.6 "En cuanto al tratamiento, se emplean los baños de agua dulce, los refrescantes; pero estos medios son por lo general, infructuosos. Es así mismo difícil practicarles remedios durante sus accesos, sobre todo las sangrías pues pueden deshacer el vendaje; mas una experiencia constante ha demostrado en este Hospital que el medio más eficaz es la ocupación, o un trabajo que ejercite sus miembros. La mayor parte de los locos que se emplean en los talleres u oficios de la casa curan en general. La experiencia demuestra que los locos distinguidos que no se emplean nunca como los otros en ocupaciones serviles, o en los trabajos manuales, curan muy raramente".7

 

Hospitales y comedias

En la tercera línea se trata de reconocer la decidida relación entre los locales de comedia y el hospital. Se conoce en la historia del teatro,8 que en algunas tradiciones dramáticas (en la romana, por ejemplo) la existencia del recinto teatral fue previa a la creación de textos autóctonos que representar en él. Sin embargo en España la aparición sistemática de los corrales de comedias se inicia a finales de la década de 1570, reformando locales que hasta entonces habían sido empleados con diversas finalidades (como mercados, almacenes, patios de hospitales) para establecer los primeros espacios de representación de la comedia barroca. En este sentido, el nombre de algunos de los primeros corrales resulta revelador: Corral de Cristóbal de la Puente (Madrid, 1570), Patio del Hospital de Comendador Alonso de Sotelo (Zamora, 1574), Corral de la Longaniza (Valladolid, 1575), Patio de Comedias del Hospital de San José (Valladolid, 1575), Mesón de la Fruta (Toledo, 1576), Corral de doña Elvira (Sevilla, 1579), La Olivera (Valencia 1584), Corral del Carbón (Granada, 1588), Corral de Comedias (Málaga 1590). En Zaragoza, durante el año 1590 se construye El Corral de Comedias del Coso, administrado por el Hospital de Nuestra Señora de Gracia. Es el primer teatro de estas características en la ciudad.9

Un corral de comedias es un teatro permanente instalado en el patio interior de las edificaciones más grandes o los espacios que quedaban rodeados por las casas que se construían a su alrededor. Era frecuente que la edificación alcanzara las tres plantas y auque puede tomar distintas formas siempre mantiene dos elementos centrales: el patio y el corredor. Como la mayoría de la arquitectura popular de la época su construcción se sustentaba sobre pilares y vigas de madera, por lo que hongos, humedades, insectos, erosión o, en ocasiones, el fuego hicieron estragos en su estructura.

A las corralas asiste un público ansioso de ver acción y deseoso de ser sorprendido. Las obras más representadas eran las comedias, obras teatrales en las que se mezclaba lo trágico con lo cómico. El escenario estaba instalado en una extremidad del patio, contra la pared de la casa del fondo. Los espectadores se distribuían el espacio; los hombres de pie, frente al escenario en la parte posterior del patio, se les citaban como mosqueteros. Las mujeres debían sentarse en la cazuela, un palco frente al escenario. Los balcones y las ventanas de las casas contiguas formaban los aposentos reservados para las personas nobles, fueran hombres o mujeres.

Con el paso del tiempo, las autoridades locales decidieron regular la actividad dramática, estableciendo un monopolio de las representaciones, cuyos beneficios iban a parar, en unos casos al cabildo y en otros a los hospitales, las cofradías y otras entidades de caridad. En los corrales de comedias era habitual durante los últimos años del siglo XVIII utilizar para la iluminación desde las velas de cera de abeja, que ardían con una llama muy viva, hasta las lámparas de aceite, donde se quemaba cualquier materia que se encontrara en abundancia y resultara barata. Este sistema tenía grandes desventajas pues el riesgo de incendio era muy alto.

 

Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza

Continuando con la secuencia de nuestras líneas, a la cuarta le corresponde el estudio del Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza. Es un establecimiento de beneficencia, que encierra una historia de casi cinco siglos. Fue fundado por el rey Alonso V el Magnánimo (1396 -1458) en el año 1425, en su interés por llevar las ideas del Renacimiento a Aragón. Los fines que le movieron a instaurar el hospital fueron la caridad y la beneficencia general, y en cierto modo universal, si se tiene en cuenta que en él encontraban amparo todos los seres desgraciados, sin preguntarles ni su procedencia, ni sus creencias, justificando así el lema escrito en el frontispicio del establecimiento, lema que ha perdurado a través de los siglos como símbolo de caridad de una época: Domus infirmorum, Urbis et Orbis, "Casa de los enfermos, de la Ciudad y del Mundo".10 Esta cita textual resulta suficientemente expresiva de los fines del Hospital, acoger a cualquier enfermo sin ninguna otra condición.

La iluminación del teatro se conseguía con las tradicionales velas, las peligrosas candilejas son una innovación que data de 1826, se colocaban en el proscenio y eran suficientemente intensas como para iluminar y poder seguir a los actores, lo que les permitía moverse libremente en el escenario. Hasta mediados del siglo no comenzó el cambio de la noche en algunas ciudades españolas. Fueron lentas las mejoras, la situación económica era lo que determinaba el mayor o menor progreso. Todas las clases sociales participan, había lugares de espectáculos para divertirse, desde los salones hasta las corralas, desde las mansiones hasta las kermeses y verbenas. Pese al esfuerzo de las autoridades para enmendar los hábitos de la población, la cuarta sesión de los teatros seguía siendo tardía, a las doce y media de la noche.

La Ley Provincial de 20 de agosto de 1870, en su artículo 46 atribuía a las Diputaciones Provinciales competencia exclusiva en la gestión, el gobierno y la dirección de los establecimientos de Beneficencia, culminando así un proceso ya iniciado en la Constitución de 1812. Es por esto que la Diputación de Zaragoza se hizo cargo en ese momento, bajo la responsabilidad directa de la Comisión de Beneficencia, del Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza. El Hospital disponía de posada, teatro, iglesia, cementerio, farmacia y salas para pobres. Además de Hospital de enfermos, Hospital de dementes y Hospicio, dentro del cual se encontraba el llamado "Hospitalico".11 Este gran complejo fue el que destruyó un pavoroso incendio acaecido el 12 de noviembre de 1778, mientras se representaba La Real Jura de Artaxerjes por una Compañía de cómicos italianos en gira por España.12

En la tragedia murieron 77 personas, entre ellas el Capitán General de Aragón, y constituyó, sin duda alguna, la página más negra de la historia teatral de Zaragoza. Por este motivo las autoridades prohibieron cualquier exhibición escénica, prohibición que se mantuvo hasta que un importante sentimiento popular presionó para que se construyera otro lugar de espectáculos. El 25 de agosto de 1799 se inauguró el Teatro Nuevo.

 

Incendio de un hospital

La quinta línea que completa nuestro estudio trata de la lectura grafica de la obra de Goya, inspiración y origen de nuestro relato: Incendio de un hospital. La obra fue pintada por Goya en 1808. Es el mismo año en que Goya jura fidelidad a José Bonaparte, y que éste le concederá la Orden Real de España. Por lo tanto la obra es anterior a los grabados de los Desastres de la guerra, y a las distintas variantes de la violencia física, salvajismo y coacción brutal que aparecen en las pinturas negras.

En Goya hubo, por encima de los demás pintores de la época, un incomparable sentido de la observación. Esa capacidad no estuvo en él dirigida solamente a la captación de lo superficial, sino que la agudeza y profundidad de su observación le lleva desde la fascinación por la realidad, hasta penetrar en asuntos tan difíciles de representar como la esencia y el valor de la luz o la variedad infinita de los sentimientos humanos, que supo plasmar con la misma perfección instantánea que la materia, la forma o el movimiento.13

Goya representa el incendio del Hospital y elige como "escena" el ser humano, aunque la obra se llame Incendio de un hospital, lo que apenas se ve es el hospital, al fondo resalta el fuego sí, pero enseguida llama nuestra atención la figura humana, en primer término distinguimos a las personas y comprendemos que se han salvado, que unos ayudaron a escapar a los otros. Nos relajamos.


Incendio en un Hospital, por Francisco José de Goya y Lucientes

En el lienzo no sólo se ve lo que Goya era capaz de hacer con el color, con los conjuntos humanos y sobre todo con la luz, sino que se percibe la huella del pincel, su movimiento, se siente el espesor. Uno debe reprimir la tentación de tocar el cuadro, de palpar las rugosidades de la tela. Con la espátula, a trazos, a borrones, da vida a un nocturno trágico en el cual oímos los alaridos y lamentos de los enfermos que asustados por las llamas tratan de huir. Los personajes carecen de rostro. Unos vienen y a otros los traen. Todo oscuridad, las noches de invierno son oscuras y a la ciudad aún no le llegaron las farolas.

Al fondo, en el centro, y también a la derecha, se adivina la estructura del Hospital, debe tener dos plantas puesto que las llamas salen enormes por sus ventanas. El viento sopla por el oriente, arrastra un humo blanco característico de la madera y la paja (elementos de construcción), nos impide ver el frente del hospital, pero su tamaño nos da idea de la magnitud del incendio. En un plano medio, destaca a la izquierda un grupo de tres mujeres con la cabeza cubierta con pañoleta blanca se explican, gritando al mismo tiempo su propia experiencia, sus conjeturas. Hay mucho ruido, no importa la respuesta. A continuación y en primer término, el hombre de chaqueta amarillo pardo, sin perder el sombrero ni la compostura, imbuido de autoridad, sospechamos por su inclinación, que atiende a alguien sentado.

En el centro de la representación dos jóvenes, y digo jóvenes porque lo intuyo pero no se podría afirmar, llegan trayendo una camilla en la que reposa boca abajo una mujer en camisón blanco. Está cubierta por una manta desde los pies a la cintura. Trata de toser, apoya las manos en la camilla y estira sus brazos para dejar libres sus pulmones y al rato se rinde tumbándose de nuevo. No se trata de resaltar atributos o detalles, nadie pretende indicar o aclarar la situación social o profesional de los personajes, de lo que se trata es de llevar la mirada del espectador directamente al centro, a la camilla, que subordina los demás detalles y que se identifica inmediatamente con la persona enferma.

Una vez realizado el estudio de todos los elementos se ponen en relación y el resultado es que al quedar unidas las piezas, la perspectiva nos permite aventurar, como mensaje latente, que el protagonista de la obra es el ser humano enfermo, la persona en su penuria, de esto no nos cabe duda. Pero llama la atención no encontrar el rastro de la enfermería, siendo que sabemos con certeza que las enfermeras estaban en contacto directo y continuo con los enfermos del Hospital y por lo tanto en mejores condiciones de percibir sus problemas y ayudar a solucionarlos (no me cabe duda de que así lo hicieron). Sin embargo quizás el artista no las vio, o no fueron suficientes. Quizás lo que Goya quiso poner en evidencia fuera la situación en que quedaron los enfermos, la soledad y el dolor (predominio de oscuros y composición dinámica), de ahí su ausencia en la representación del siniestro.

 

Bibliografía

1. Bertalanffy, Ludwig. La teoría general de sistemas o teoría de sistemas (TGS) México. Fondo de Cultura Económica, 1998.        [ Links ]

2. Pérez Sarrión, Guillermo. El censo de Floridablanca en Aragón: un análisis general. Revista de Historia Económica, 1984. 2(3): 263-283.        [ Links ]

3. Santo Tomás Pérez, Magdalena. Enfermería Fundamental. Historia de la Enfermería. Barcelona, MASSON, 1995.        [ Links ]

4. García Martínez, María José. Cuidados enfermeros en la España del siglo XVII. Hacia la búsqueda de una identidad profesional. Gazeta de Antropología 2004; 20: 20-22.        [ Links ]

5. Domínguez Alcón, Carmen. Los cuidados y la profesión enfermera en España. Madrid, Pirámide, 1986.        [ Links ]

6. Nogales Espert, Amparo. La enfermería y el cuidado de los enfermos mentales en el S. XV. Cultura de los Cuidados. Revista de enfermería y humanidades. 2001; 9: 15-21.        [ Links ]

7. Fernández Doctor, Asunción. El Hospital Real y General de Ntra. Sra. Gracia de Zaragoza en el S. XVIII. Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1987.        [ Links ]

8. Arellano Arellano, Ignacio. Historia del teatro español del siglo XVII. Madrid, Cátedra, 1995.        [ Links ]

9. Egido Egido, Aurora. Bosquejo para una historia del teatro en Aragón hasta finales del siglo XVIII. Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1987.        [ Links ]

10. Arcarazo García, Luis Alfonso. La asistencia rural en los siglos XVII y XVIII. Revista de Historia Militar. 2003. Pp. 61-93.        [ Links ]

11. Diputación Provincial de Zaragoza. Fondo 6. Archivos de los Establecimientos de Beneficencia. Hospital de Nuestra Señora de Gracia y Justicia. Historia de la Institución. Documento en línea, disponible en http://www1.dpz.es/cultura/archivo-biblio/archivo/fondos/fondo6_historia_establecimiento1_historia.htm [Consultado el 9 de enero de 2007].        [ Links ]

12. Sin autor. Teatro Principal de Zaragoza. Zaragoza Patrimonio. Documento en línea, disponible en http://www.teatroprincipalzaragoza.com/historia.php [Consultado el 9 de enero de 2007].        [ Links ]

13. Pérez Sánchez, Alfonso E. Catálogo de la Exposición Goya y el Espíritu de la Ilustración. Madrid, Museo del Prado. Ministerio de Cultura, 1988.        [ Links ]

 

 

Dirección para correspondencia:
C/ Samaria 4, 28009 Madrid, España
teresa.miralles@uah.es

Manuscrito recibido el 17.6.2009
Manuscrito aceptado el 7.8.2009

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons