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Index de Enfermería

On-line version ISSN 1699-5988Print version ISSN 1132-1296

Index Enferm vol.19 n.2-3 Granada Apr./Sep. 2010

 

ARTÍCULOS ESPECIALES

TEORIZACIONES

 

De la Competencia a la Compartencia en los cuidados transculturales

From competence to compart-tence in the transcultural care

 

 

María Nubia Romero B.1

1Grupo de Exclusiones y Resistencias en el Cuidado de la Salud (GERCUS). Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Tunja, Colombia

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

En este siglo XXI es necesario confrontar las lógicas diferenciales que atraviesan el pensar y el quehacer glocal de los cuidados culturales de la salud en los entornos comunitarios y de los profesionales de la enfermería. Esta confrontación se hace mediante la reflexión teórico-metodológica del sentido y significado de dos categorías: competencia y compartencia, que expresan hegemonía y resistencia, respectivamente, y sirven para explicar y comprender las acciones en los cuidados de la salud en ámbitos de la cultura occidental y la cultura tradicional de los pueblos. El concepto de compartencia se aborda desde la cosmogonía tradicional de los pueblos de la sierra norte del estado de Oaxaca, México, y de los indígenas guambianos de Colombia. Esta reflexión no desconoce los matices que se presentan por las apropiaciones conceptuales y prácticas que se hacen en cada espacio del territorio cultural en los que se ejercen los cuidados de la salud desde la competencia cultural o la compartencia.

Palabras clave: Competencia cultural, Compartencia, Saberes tradicionales, Cuidados culturales, Enfermería comunitaria, Investigación cualitativa.


ABSTRACT

In this XXI century it is necessary to confront the different logics that cross the glob-local thinking and the what-to-do in the cultural care in health, in the communitarian surroundings and in the nursery's professionals. This confrontation is carried out by the theoretical methodological's reflection about the sense and the meaning of two categories: Competence and compart-tence, that express the hegemonic and the resistance, respectively, which helps to explain and to comprehend the actions in healthcare within occidental cultural sphere and in the people's traditional culture. The compart-tence concept is taken from the northern mountainous part of the State of Oaxaca, Mexico, and from the Colombian guambian peoples' traditional cosmogonist thought. This reflection does not disregard the varieties that are present in the conceptual and practices' appropriations that are made in every cultural territory, in which the health care exercises are realized from the cultural competence or the compart-tence.

Key words: Cultural competence, Compart-tence, Traditional knowledge, Cultural care, Communitarian nursery, Qualitative research.


 

Introducción

En el debate sobre "los saberes culturales en un mundo glocalizado" es preciso confrontar dos lógicas distintas: competir y compartir, que se mueven en el desarrollo teórico y metodológico de los cuidados de la salud en ámbitos de la cultura occidental y la cultura tradicional de los pueblos, sin desconocer los matices que en cada una de ellas se presentan por las apropiaciones conceptuales y prácticas que se hacen, por la gran diversidad y movilidad cultural planetaria. Desde esta consideración, los propósitos de este texto son provocar la discusión y contribuir a potenciar la validez de los conocimientos tradicionales en salud, así como destacar la importancia de su cosmogonía humanista para una época de profundos dolores éticos y esperanzas renovadas.

Hablar de saberes culturales glocales1 remite necesariamente a revisar algunos desarrollos teóricos y metodológicos de resistencia de los pueblos indígenas de Latinoamérica, los cuales surgen como respuesta a la imposición de la cultura occidental, para aprender de sus reflexiones colectivas. Así, tomo como referencias principales a las gentes de la sierra norte del estado de Oaxaca,2 México, y de los pueblos originarios colombianos del departamento del Cauca, en particular de los guambianos y del joven pueblo kizweño,3 como representantes de la resistencia indígena y del pensamiento campesino que pervive como expresión de lo prehispánico -a quienes agradezco haberlos encontrado en este camino de despejes y centralidades sobre los cuidados en la diversidad cultural-; me valgo de la lógica de su cosmogonía multirrelacional con la vida, la biodiversidad y su territorio, para discutir el concepto de competencia cultural y acercarnos al de compartencia.

Esas dos lógicas, competir y compartir, que expresan hegemonía y resistencia, respectivamente, con sus matices, sirven para poner en consideración el contraste que se da entre el sentido de competencia y la compartencia, con el fin de provocar una revisión glocal sobre lo que hacemos en el cuidado transcultural, y, principalmente, de hacer conciencia sobre cuál es la lógica que más beneficia la humanización del Cuidado, para que la enfermería de este siglo no resulte fortaleciendo una lógica deshumanizante que atenta aún más contra el planeta y su armonía.

Por otro lado, no pretendo desconocer los esfuerzos que la enfermería transcultural ha venido haciendo en su proceso de teorización (Purnel, Bocote, Leininger) para aportar, desde la lógica occidental, una metodología que se expande por el mundo. Esta metodología ha logrado sensibilizar de gran manera el tema de la cultura en los cuidados en algunas docentes y gestoras escépticas sobre lo que muchas otras enfermeras comunitarias hacían de manera "empírica" desde hace mucho tiempo en sus localidades con los grupos indígenas o campesinos en el llamado mundo "subdesarrollado". Otro aspecto, que no pretendo invalidar, sino ponerlo para la reflexión, es el esfuerzo por visibilizar, a través de las investigaciones cualitativas, los "usos y costumbres" en prácticas de cuidado de salud, porque muchas de sus interpretaciones dan cuenta de la lógica occidental predominante, que impide desentrañar y comprender en su verdadero sentido los significados más cercanos, más propios del mundo simbólico de estos pueblos originarios, de la cultura campesina y urbana, y nos quedamos en lo vistoso del uso o de la costumbre, sin remitirnos ni profundizar en la multirrelación de sus significados ni de la diferencia-en-igualdad.

Efectos de esta lógica se evidencian en el trabajo sobre "Investigación, cuidados enfermeros y diversidad cultural", publicado en Index de Enfermería, en el que planteo que las investigaciones en cuidados culturales "hablan del lugar, de las diferencias, de las prácticas, de los saberes, de las desigualdades en Latinoamérica, [y] en la intencionalidad por superar la tensión entre cuidados profesionales y cuidados tradicionales emergen dos perspectivas: una, traductora con potencialidad asimiladora, y otra, articuladora con perspectiva transformadora hacia unos cuidados transculturales que descubran nuevas relaciones en la diversidad-en-igualdad".4 Esta conclusión es entendida por Amezcua como "un debate sobre las identidades",5 porque "la diversidad de significados no sólo es construida por los ciudadanos de a pie, sino que también en el mundo de los cuidadores profesionales se dan diferencias que vienen determinadas por el género, el credo, la adscripción política y, por supuesto, la etnicidad".5

 

Desarrollos teóricos y metodológicos de los saberes culturales desde el saber propio

De la competencia cultural. Las enfermeras y los enfermeros que hacemos parte de esta cultura occidental construimos conceptos ante la necesidad de comprender y explicar la naturaleza del comportamiento en salud que las poblaciones urbanas, campesinas e indígenas presentan; pero fácilmente nos puede atrapar una traducción literal de las "diferentes formas de cuidado cultural para asimilarlas e incorporarlas, como prerrequisito de una supuesta integración o legitimación exitosa, al concepto moderno de cuidados profesionales; pero lo que hacen es negar el derecho a la diferencia"4 y a la pluriversalidad,1 porque una diversidad de consenso homogeneiza cuando hay asimetría en las relaciones de poder. Considero que esta lógica asimétrica contiene el concepto de competencia que, de acuerdo con Vidal Jiménez, "entraña también la irrupción histórica más reciente de nuevas formas de dominación, segmentación y exclusión vinculadas a la lógica autocorrectora y autonormalizadora".6

Este sentido de la competencia ha significado que cada persona tiene que ser mejor que la otra para sobrevivir en el mundo del mercado, y por ello se centra su formación en habilidades para el hacer, y un saber técnico, operativo, centrado en la rentabilidad y en la producción; en cambio, potenciar el pensar-crítico-reflexivo en contexto está muy limitado en el concepto de competencia, y poco explorado en el mundo de la academia y menos en el de la asistencia. Se impone la formación para el trabajo, y este trabajo promueve fundamentalmente el pragmatismo acrítico y ahistórico y el individualismo. Todo se mide, se cuantifica. Y hemos caído en la trampa a pesar de la buena voluntad de darle otro sentido a la competencia; por ello quizá el apellido de "cultural" -competencia cultural-, el cual va acompañado de otras categorías, por ejemplo: el de "proveedor" y "cliente", que evocan su sentido de relación comercial, y junto a él, categorías como "Conciencia social, conocimiento cultural, técnica cultural, encuentros culturales y deseo cultural",7 pero también se incluye la "escala de competencia"8 (Purnel). Es decir, desde nuestra lógica impositiva tratamos de reducir la complejidad de los mundos culturales a la estructura y esquema de la lógica dominante de la ciencia y desde allí se promueven y se hacen las lecturas "comprensivas". El peligro está en que "lo cotidiano se ha convertido en la competencia" y de manera consciente o inconsciente subsumimos todo sentido humanista que se promueve desde la lógica campesina, popular o indígena.

El pensamiento indígena, que busca siempre la armonía social con la naturaleza, y cuya lengua expresa los complejos significados de su personalidad, nos aporta una serie de conceptos densos y nuevos para nosotras, pero para ellos han surgido de resignificaciones arraigadas a la tierra, al cosmos, a las relaciones sociales, a las leyes naturales y físicas, producto de una resistencia ética, moral, social, cultural y jurídica por más de cinco siglos. Tal es el concepto de compartencia, que contiene en su relación otros dos conceptos básicos, la homolatría y la comunalidad, para comprender esta lógica que aporta nuevos y distintos trayectos metodológicos para el cuidado de la vida y la salud.

De la Compartencia. El pensamiento originario considera que "uno no es uno sin el concurso del otro"; la persona es la expresión del mundo colectivo por la compartencia de la vida, y no por la competencia. Compartencia es "esencia de ser uno del otro, y de pertenecer a una colectividad infinita, que tiene que ver no con sistemas, sino con sociedades en permanente transformación".2 El sentido de la compartencia es opuesto al de competencia, porque este surge en y para la sociedad individualista, de mercado, de corte neoliberal, donde todo tiene su precio, su medida, y que ha puesto al "hombre como centro del universo y de todas las cosas", forjando con ello una cultura homólotra, según Martínez Luna, es decir, una cultura egoísta, cargada de prepotencia, arrogancia y mezquindad, que es el sello predominante de la sociedad mercantil, y la forma de entender el mundo desde la lógica occidental, a la que se han resistido los indígenas y algunos campesinos en Latinoamérica, como una forma ética de preservar el planeta, a costa de la exclusión, la muerte y el desamparo.

Nuestra lógica occidental como enfermeras aún "no trasciende lo fundamental: la relación del hombre con la naturaleza",2 porque día tras día vivimos, pensamos y decidimos bajo la presión de esa lógica homólatra, que se comporta como paradigma inconsciente. Nuestras subjetividades sufren alteraciones profundas en el imaginario sobre las relaciones con uno mismo, con "el otro" y con el mundo por el afán de impregnarnos de teorías o modelos "glocales", que no son más que locales puestos en circulación en otras realidades y que se ajustan, adaptan, fusionan,4 sin darnos cuenta de las nuevas prácticas de cuidado desterritorializadas que promovemos y desarrollamos en contravía del pensamiento originario, de las herencias campesinas y populares que circulan en el mundo rural y urbano y que migran por el mundo, convirtiéndose este "otro" pensamiento en la razón o referente para promover unos cuidados transculturales.

Reconocer estas limitaciones que afectan el orden interpretativo y comprensivo no nos ha de poner en retirada; todo lo contrario, es necesario aprender de cada palabra, de cada concepto, de cada símbolo, de cada representación, el sentido y significado más profundo que emerge del otro, o como dicen los indígenas: "caminemos la palabra" para representar con fuerza que la memoria colectiva está viva y revitalizarla a su vez. Este proceso de aprehender la realidad del otro nos pone en una actitud comprensiva sin remilgos, con fundamento ético por el sentido de la palabra, sin reparos de ningún orden, mediada por la investigación cualitativa, que es la que permite acercarnos a la experiencia de vida del otro, a la realidad constituida por el otro, para desentrañar sentidos y significados.

Por ejemplo, en una conversación con un indígena o campesino ligado a la tierra y sus creencias, que nos habla de recorrer sus territorios, nosotras interpretamos inmediatamente el sentido de la palabra recorrer como: caminar, viajar, transitar, etc., pero veamos cuál es el sentido de recorrer para los indígenas del pueblo kizweño: "recorrer para nosotros significa comunicarnos con nuestros antepasados… Para que nos ayuden a leer en el territorio nuestra historia sepultada bajo inmemorables capas de olvido... Recorrer significa revitalizar memoria y, por ende, fortalecer territorialidad, territorio, identidad, cultura y autonomía".9

Otro ejemplo para las enfermeras y enfermeros en sus prácticas de cuidado está en la diferencia de sentido y valor que tiene la tierra para nosotras y nosotros, que vivimos con la lógica occidental. La tierra es para usufructo personal, es para capitalizar, es para sentir que tenemos propiedad privada, que tenemos seguridad económica presente y futura, es para construir nuestras casas con jardines para el embellecimiento; pero la tierra para un campesino y un indígena, que preservan su cultura, tiene otro sentido muy distinto, veamos: Víctor Muelas, indígena de este mismo pueblo kizweño nos dice cuál es el sentido de recuperar la tierra que les fue expropiada a la comunalidad:

"el proceso de recuperar la tierra no solamente es para sembrarla y para cultivarla, para hacer unas viviendas, para meter ganado. Recuperarla significa toda una responsabilidad en el sentido de que se está dándole vida nuevamente a la tierra… liberándose… O sea, recuperando fuentes de agua, recuperando diversidad, tanto de flora como de fauna, recuperando pensamiento… seguir saneando nuestro territorio es seguir vitalizando la tierra… es poder decirle a la tierra que nuevamente volvimos a ver cómo la recuperamos, a ver cómo le damos la mano para volverla fértil nuevamente, y para ver cómo colocamos las demás cosas de la naturaleza ahí también".

El vitalismo está presente en la cotidianidad del indígena y del campesino cuando se trata de su relación con la naturaleza, pues todo es vida, y la vida merece respeto, diálogo, comprensión, cariño y muchos cuidados.

Otro ejemplo de distinción entre estas dos lógicas está en la concepción del "encuentro en el tiempo", que nos es muy útil en la relación de cuidados dialógicos en la clínica o la comunidad. Por ejemplo, para el pensamiento propio de resistencia indígena, se describe así: "para nosotros encontrarnos en el tiempo es crecer sobre nuestro origen, en la doble espiral Guambiana, fluir y permanecer en el territorio es nuestro desarrollo",10 y veamos algo más contundente relacionado con del devenir del tiempo:

"El futuro es un presente pasado, que nos recuerda la memoria y la enseñanza de nuestros abuelos y por eso no está adelante; como en toda la memoria andina el tiempo transcurre hacia atrás, el tiempo regresa sobre sí mismo y no puede decirse que adelante haya nada distinto a lo que sucede atrás".10

Para la lógica en que se forma al profesional de enfermería el tiempo es cronológico, lineal, se hace una comprensión vulgar del tiempo, por ello es muy común oír decir "hay que mirar pa'lante, nunca pa'tras", porque nos parece que todo lo que plantea futuro es ruptura con el pasado, el presente es presente, pero sin pasado; "volver la vista atrás es retroceder", se nos dice y se refuerza con la lógica neoliberal, que propugna una globalización hegemónica que arrasa con todos los valores éticos, sociales y culturales de solidaridad y cooperación, constituyéndose en el paradigma social que domina la conciencia y atenta contra los valores que dignifican la condición humana; por ello avasallan toda resistencia indígena, popular o campesina que busca recuperar, mantener o profundizar su cosmogonía de vida y no de muerte.

Otro ejemplo, para corregir en nuestras formas de interpretación, es el frecuente reduccionismo de la categoría espiritual en los hallazgos de las investigaciones en el tema de los cuidados culturales. El mundo espiritual de lo campesino e indígena se reduce a la creencia religiosa monoteísta; aquí se evidencia el modelo impositivo frente a la vivencia de resistencia; para la lógica occidental, según Martínez Luna, antropólogo mexicano que hace una lectura de vida de los pueblos indígenas de Oaxaca, esta lógica es homólatra, que surge del monoteísmo, contrario a la concepción politeísta de nuestras culturas originarias -que aún resisten-, que no tienen a un hombre como símbolo, sino a la naturaleza, que se expresa a través de la lluvia, el viento, la montaña, el sol, la luna y el arco iris, a los que se les respeta y se rinde tributo como diosas y dioses, como energías que dan vida y salud, y, a su vez, enfermedad y muerte.

De la Comunalidad. Para el pensamiento propio o indígena nada está aislado, ni fragmentado, pues sus principios de soberanía, autonomía alimentaria, pedagogía y educación están orientados a preservar la biodiversidad, considerada la memoria colectiva de los pueblos, y por ello "es transversal en los procesos individuales y colectivos, forma parte de los sistemas de salud, educación, economía, política, agricultura, ambiente".3 Este pensamiento integrador y articulador lo viven y expresan con el concepto de Comunalidad -diferente a comunidad-, porque afirma el pensamiento originario de que "somos un solo universo y que cada uno es responsable de los atributos de la física y de la naturaleza que le ha tocado aprender y desarrollar",2 y ello nos hace interdependientes, pero no excluyentes, a pesar de las lógicas fragmentarias que se mueven hoy en el mundo de la ciencia y de lo social; y aunque se viva en esta interdependencia, ligada a las leyes de la naturaleza y de la física, el pensamiento propio considera sabiamente que la persona es "independiente de los que viven esa misma realidad",3 porque el paradigma de la comunalización no elimina al individuo, a la persona, porque "encuentran en el todo la posibilidad de las partes",2 lo que elimina es el individualismo. El sentido más completo se expresa en que "Comunalidad es compartencia, es derecho propio, es cultura propia, es naturolatría, es resistencia, aunque de manera permanente es adecuación, es también comunalicracia, es tecnología propia".2

Este concepto de comunalidad ayudará mucho a comprender lo que hacemos y no logramos en el trabajo comunitario. La gran diferencia que plantean entre comunalizar y comunidad está en la lógica fragmentaria y excluyente que predomina en la conciencia occidental, de la cual somos parte activa; comunidad es "la suma de las partes en el todo", y bajo este concepto de comunidad toda nuestra mirada, nuestros abordajes y planes de acción se constituyen para tener éxito en los indicadores epidemiológicos de la política pública en salud. Aprender del sentido profundo que contiene el comunalizar es poner a la enfermería en un tránsito de la palabra, y los hechos hacia una lógica humanizada y multirrelacional de sentidos y significados frente a los cuidados de la vida y la salud para que se supere la mirada impositiva, fragmentada e individualista que aún se reporta en la investigación en cuidados culturales.4

Ante el concepto de competencia, que representa el sentido de imposición (proveedor), de medida del ser y de hacer, del competir y no del compartir, surge, entonces, en la cultura indígena que Comunalidad es compartencia, y esta es una forma de resistir a la competencia, porque está puesta en el sentido de la solidaridad que les significa "compartir la energía, la capacidad y la información".2 El compartir es más una actitud que un propósito, que una tarea académica o una función profesional casual o coyuntural; para el pensamiento propio la compartencia es la manera de aprehender el mundo y de transformarlo, pero no a la manera individual, sino que convoca a hacerlo mediante la comunalidad; esta visión promueve que todos somos un todo, que "la naturaleza es el centro de todo", que se trabaja con y para todos.2 Este es el aprendizaje necesario para una lógica complementaria de los cuidados transculturales, que nos convoca a hacer las adecuaciones necesarias que surgen de los diálogos de saberes como estrategia básica de acción entre el profesional y las personas de la comunalidad.

Los cuidados con la tierra, con el agua, con la biodiversidad son cuidados articulados con la protección a la vida y la salud de las personas y la comunalidad, por ello trabajan en el "afianzamiento y revitalización de las chagras, tules, ya tulles y la medicina tradicional como eje central [...], las familias siembran la mayoría de la diversidad de especies alimentarias, medicinales, mantienen áreas especiales para cuidar el agua y mantener las otras especies vivas".3 Este es el cuidado holístico o integral que nos habla de compartencia, que es alimento material, espiritual y cósmico que demanda esta nueva época, no aquella que se recoge en encuestas que parcelan cada dimensión del ser y encarcelan el mundo cultural, sin permitir ver y comprender la multirrelación temporo-espacial entre la biodiversidad, la vida y su territorio.

Las enfermedades en la cultura indígena y campesina tienen distintas connotaciones y dimensiones, por ejemplo, en la cultura guambiana (sur de Colombia) "hay enfermedades que deben ser tratadas para restablecer el equilibrio por medio de la armonización de las energías que están desligadas del cosmos, estas prácticas son tratadas con el uso y el entendimiento del sexto sentido que ofrecen las especies nativas de la madre tierra (biodiversidad). Decimos que es importante para nosotros mantener toda la diversidad de semillas, de especies de flora, de fauna silvestre, porque mantienen el equilibrio en toda su dimensión".3 Un ejemplo muy cercano a la cotidianidad de las enfermeras comunitarias son las enfermedades nominadas por ellos como "entecos de vivo o de difunto", que ocurren cuando "el niño es contrario al sexo de la criatura que la madre está esperando. En este caso el mal es más fuerte por la energía cruzada, o porque está débil". El tratamiento corresponde a su concepción de equilibrio dinámico que otorga el concepto de biodiversidad.

"Se hace un baño con todas las flores que se encuentren: injertos de arrayán, laurel, papayuela, sauce, ayuelo y la cusca de armadillo, todo esto se cocina con un pedacito de carne de armadillo, se baña el niño con esta agua, lo más caliente que se pueda, durante un mes al diario. Después del baño hay que envolverlo en una sábana blanca para que el niño empiece a botar sudor, luego el agua que queda se derrama sobre una mata de verbena o de tinto, si la mata se seca el niño se cura" (comunidad de Firavitoba, Boyacá, Colombia).

 

Concluyendo: los desafíos en torno a los saberes culturales y la salud

-Entremos en el camino de la compartencia, que es un sabio concepto trabajado en la cotidianidad del saber campesino, del saber popular y del saber indígena. Ellos no compiten, ellos comparten, por principio filosófico de vida, principio cósmico y energético.

-La academia ha de permitir los espacios para la compartencia, pero no espacios de cuatro paredes, no en aula de cemento; espacios de encuentro con la biodiversidad, con la tierra y la vida en comunalidad, con las personas que se autocuidan y las que cuidan, porque si Comunalidad "es el pensamiento y la acción de la vida comunitaria", son éstos los sentidos que han de orientar los actos de cuidados compartidos.

-Con el concepto de comunalitario, que es una fórmula de vida, se puede adecuar la compartencia a intereses opuestos en espacios de diálogos de saberes "desde la reciprocidad asimétrica y diferencial con el otro y lo otro",6 mediante la acción participativa, donde las jerarquías, de lógicas y de actitudes, se subsuman para dar lugar a una relación rizomática de cuidados para la vida y la salud con el interés más profundo de compartir y no de competir.

-El cuidado es una categoría compleja que resume y contiene en sí misma el concepto de vida -sinónimo de biodiversidad-; por ello el aprendizaje y el abordaje cultural en el cuidado no ha de ser para un grupo específico de enfermeras o enfermeros sensibles por las identidades culturales de las personas y los pueblos, sino que esta dimensión cultural ha de ser verdaderamente transversal en el currículo y en el ejercicio profesional. Y lo resalto, pues lo cultural sigue siendo una parcela más, muy pequeña y fragmentada, en la estructura curricular y mental de docentes y profesionales de la asistencia.

-No instrumentalizar los saberes culturales, es decir, cuidemos que la compartencia no se cosifique como le está pasando a la "competencia cultural", cuando se convierte en moda y se utiliza para reubicarse en el tiempo y no desentonar con la coyuntura, pues se cuida para la autorreproducción y no para la transformación social.

En síntesis, con estas pequeñas puntadas he tratado de responder a la pregunta sobre la conveniencia o no de continuar el proceso de debilitamiento de los conocimientos tradicionales en salud, y me permito cerrar con esta cita de Vidal Jiménez,6 que nos advierte de un peligro conceptual y práctico cuando se trivializan las diferencias y se cosifica la diversidad cultural, del que no estamos exentas ni exentos:

"El concepto de "multiculturalismo", desde un sentido básicamente reactivo y segregacionista cada vez más generalizado, connota, en la mayor parte de las ocasiones, una reivindicación interesada de la diversidad cultural que banaliza, mercantiliza y exotiza las diferencias como base estratégica, y bien económicamente "útil" y "transferible", de ese "capitalismo global informacional", descrito por Manuel Castells (1997)".6

 

Bibliografía

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9. Sin autor. Voces de la comunidad kizweña. Documento electrónico, disponible en http://www.reporterosdecolombia.net/node/70 [Consultado el 23 de septiembre de 2009].        [ Links ]

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Dirección para correspondencia:
María Nubia Romero B.
mnromero@gmail.com

Manuscrito recibido el 8.4.2010
Manuscrito aceptado el 17.7.2010

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