SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.21 número3La narrativa biográfica: Opción metodológica para investigar la relación enfermera-personas viviendo con VIH/SIDAEl óxido en la práctica enfermera índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • En proceso de indezaciónCitado por Google
  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO
  • En proceso de indezaciónSimilares en Google

Compartir


Index de Enfermería

versión On-line ISSN 1699-5988versión impresa ISSN 1132-1296

Index Enferm vol.21 no.3 Granada jul./sep. 2012

https://dx.doi.org/10.4321/S1132-12962012000200015 

MISCELÁNEA

DIARIO DE CAMPO

 

Mientras él nace

While he is born

 

 

Raquel Crespo Graciano

Matrona, Hospital Alto Guadalquivir. Andújar (Jaén), España
paqueraradp@hotmail.com

 

 

En un microuniverso de mujeres tiene lugar el pequeño milagro del nacimiento de una vida. La joven obstetra comparte la experiencia, que aún le emociona, con la mujer a la que asiste. Y lo cuenta, y lo hace revivir cuando solo le queda el agradecimiento.

 

Está oscuro y hace calor. El aire es denso y el silencio, pesado.

Al final no te sentías cómoda de lado, ni sentada, y tampoco te apetecía salir de la cama. Así que te has colocado bocarriba, en una posición asimétrica imposible, pero me dices que estás bien.

Ahora no hablas, solo oímos tu respiración fuerte. Tienes los ojos cerrados y te mantienes quieta, como si quisieras hundirte en la cama, como inconsciente.

Rompo el silencio para escuchar a tu hijo. "Pum, pum, pum", oímos su latido, su vida. Todo va bien. Esperamos.

Te empiezas a mover, frunces el ceño y me dices "Raquel, aquí viene otra". "Pues ya sabes lo que hay que hacer", respondo. Empiezas a gemir, hace rato que el efecto de la epidural parece haber pasado. "¡Me duele!", me gritas. "No puedo, no voy a poder, Raquel" me suplicas. Yo solo sonrío y todo tu cuerpo se contrae en un gran pujo. Tus manos y tus pies buscan dónde y a quién aferrarse y me encuentran a mí para hacer de tope, para ser un muro dónde apoyarte. Te rindes, "No puedo, no puedo, por favor haz algo" y vuelves a empujar a tu hijo con todo tu cuerpo, con toda tu alma, como si no hubiese mañana y para que lo haya.

En la penumbra vemos como los labios de tu vagina se separan lentamente, solo un poquito, insinuando en su interior una oscuridad que empuja, que lucha por vivir. "¡Qué bonito, qué bien lo haces!", se me ocurre decirte.

De nuevo el silencio, te relajas agotada, como queriendo ocupar toda la cama. Cori, tu mujer, te tiene cogida una mano, no la quiere soltar. Te mira con los ojos brillantes, fijos, parece que no sabe qué decir. "¿No quieres sentarte?", le susurro. "No, ahora no", me responde brevemente.

Vuelvo a escucharlo a él, a tu hijo, que todavía no es y aún así, está más presente que todas nosotras. Él se va definiendo, mientras todas nos vamos desdibujando a tu alrededor. Todo sigue bien.

Montse, la compañera que nos está ayudando, te limpia la cara y el pecho con una gasa mojada en agua. Tú te sonríes, "Gracias" le dices muy bajito y sigues con los ojos cerrados.

Te remueves de nuevo en la cama. Tu gesto vuelve a ser de dolor, pero no me hablas. Me buscas con el pie, me encuentras y gritas con todas tus fuerzas mientras te aferras con las manos a la cama para ayudarte a empujar a tu hijo.

Y entonces, lo vemos aparecer, poquito a poco, su pelo negro como el tuyo, un poco de su cabecita. Tu cuerpo se abre lentamente, parece que te vas a romper. "Me duele, ¡me duele!" me gritas mirándome a los ojos mientras te llevas la mano al clítoris y cierras las rodillas para abrir tus caderas. "Es que ya está aquí, Laurita" te respondo sonriendo.

La contracción pasa, pero la cabecita sigue allí, moviéndose para un lado y para el otro, ya mismo vamos a acabar. Escucho de nuevo el corazón de tu hijo que ahora va más lento. Seguramente ahora siente una gran presión, pero ya mismo pasará. Mantengo encendido el Doppler contra tu abdomen y todo el paritorio se llena del sonido de los latidos de tu niño. El tiempo pasa lento, de hecho, parece que no pasa. Los minutos se alargan, se hacen eternos, la frecuencia cardiaca de tu niño no remonta y yo me siento cada vez más nerviosa. Noto que Montse busca mi mirada, tú sigues ahí quieta, como dormida y yo me digo a mi misma "No pasa nada Raquel" y me obligo a no hacer nada, no todavía.

Te empiezas a mover, los músculos de tu cara se contraen, ya era hora, suspiro para mí. Con la mano izquierda sujeto el trocito de cabeza de tu hijo que ya puedo tocar. Me siento más segura. De pronto, empiezas a gritar y a empujar a la vez. Éste es un grito distinto, distinto a todos, lo podría reconocer en cualquier situación, el grito de una mujer pariendo.

"Ahora despacio, Laura. Por favor, ahora despacio" te digo sabiendo que tú ya no me oyes, sabiendo que tú ya no eres tú.

Tu cuerpo se abre más y más para dejar salir la cabeza de tu hijo. Lentamente, muy lentamente. Pasa una vida, otra, "Un poquito más" te digo. Vuelves a gritar y como quien descorcha una botella de champagne con mucho cuidado para que no salga espuma, su cabecilla termina de salir. Rompes a llorar ruidosamente y te abrazas a Cori mientras le limpio la naricilla y la boca a tu niño. Aún sigue dentro de tu cuerpo y él solito empieza a girarse para la izquierda. El hombro de arriba sale y ayudo a que salga el de abajo suavemente. Tu hijo ya respira y te digo que me des las manos, lo cojas y lo termines de sacar tú de tu cuerpo.

Acercas las manos como con miedo y abrazas a tu niño para siempre. Y al ponerlo sobre tu pecho ya eres madre, eres todas las madres que han sido y todas las madres que serán. Lo miras enamorada mientras que yo lo seco un poquito y lo tapo con un paño caliente. Corina te está besando el pelo, llora y lo único que puede decir es "Te quiero, te quiero mucho Laura, te quiero". Lo repite una y otra vez, en bajito y vuelve a besarte.

Aún no he cortado el cordón umbilical de tu hijo que sigue latiendo, pero ya ha cambiado todo. Ahora sois tres, sois una familia. Montse y yo nos miramos y nos sonreímos. Todavía queda mucho trabajo que hacer, pero yo solo me siento feliz y, como siempre, quisiera daros las gracias por haberme permitido compartir con vosotras esta experiencia. Muchas gracias.

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons