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Index de Enfermería

versión On-line ISSN 1699-5988versión impresa ISSN 1132-1296

Index Enferm vol.21 no.4 Granada oct./dic. 2012

https://dx.doi.org/10.4321/S1132-12962012000300013 

MISCELÁNEA

DIARIO DE CAMPO

 

Carta de despedida

Farewell letter

 

 

Alicia Rosado Suárez1, Juan Carlos González Fernández2

1Unidad de Cuidados Paliativos, Hospital Vázquez Díaz, Huelva, España.
2UGC de Medicina Interna, Hospital Infanta Elena, Huelva, España

Dirección para correspondencia

 

 

La conciencia de la muerte cierta es un hecho que deben afrontar determinados pacientes cuando las expectativas terapéuticas fracasan ante un proceso terminal. Dos profesionales proponen una mirada reflexiva utilizando como recurso el género epistolar.

 

A quien le pueda interesar.

Me llamo Margarita, pero todos aquellos que me conocen me llaman Marga. En la actualidad soy maestra ya jubilada. Hace nueve años aproximadamente me diagnosticaron un cáncer de hígado que ahora se encuentra en fase terminal. Desde el principio estuve de acuerdo en someterme a todo tipo de actuaciones que implicaran una mejoría para mi estado, acepté tratamiento de quimioterapia, radioterapia e incluso cirugía.

Como la gran mayoría de estos pacientes sufrí todas la fases que implican esta maravillosa y bendita enfermedad: viví la negación, la ira, la depresión y créanme que de esa estuve pero que muy bien servida. Actualmente tengo 75 años y podría decirse que definitivamente he llegado a la fase de aceptación. La muerte es solo un paso más que tenemos que caminar a lo largo de nuestra vida y yo siento la necesidad de caminarlo.

Es curioso, pero a veces, solo a veces, siento como si los últimos nueve años de mi vida los hubiera pasado echando un pulso contra algo que era mucho más fuerte que yo y que al final ha acabado ganándome la partida, pero el resto del tiempo únicamente pienso que mi etapa aquí ya ha llegado a su fin y es momento ahora de comenzar otra nueva. Para mí el momento de decir ¡basta! ha llegado.

¡Basta! a crearme más esperanzas innecesarias: las únicas esperanzas que se me antojan permitirme ahora son los escasos minutos que la vida continúa regalándome para estar con los míos. ¡Basta! porque me siento agotada, sin fuerzas y es tiempo ahora de pasarlo en paz y con los míos. ¡Basta!, mi vaso hace tiempo se llenó y no cabe nada más.

Entiendo que llegar a aceptar esto no es fácil para nadie, no lo es para aquellos que me rodean pues conlleva decidir dejarme marchar, como tampoco lo es para vosotros los profesionales de la medicina que podéis entenderlo como una derrota en vuestra labor ya que implica perder una vida. Quede claro que no deseo ser mal interpretada, pero a veces vuestro empecinamiento desmesurado en realizar lo que consideráis vuestra labor raya en lo que vosotros mismos denomináis encarnizamiento terapéutico.

En ocasiones, cuando los profesionales sanitarios se enfrentan con una enfermedad incurable que progresa de forma irremediable hacia la muerte sin que exista posibilidad alguna de curación, presentáis serias dudas sobre qué actitudes resultarían más beneficiosas para el enfermo. El fenómeno que ahora se ha puesto tan de moda y del que os habéis apoderado como si fuerais los padres de la criatura, denominado muerte digna, parece no haber arraigado del todo en vuestro interior.

Por más vueltas que le demos, la muerte es un fenómeno natural que tarde o temprano nos llega a todos, a los sanitarios también. Recuerdo los versos de un poeta polaco:

Entre tantos quehaceres
y tan urgentes
me olvidé
de que también es preciso morir,
irresponsablemente
desatendí esta obligación
o la asumí de un modo superficial,
a partir de mañana
todo cambiará,
empezaré a morir cuidadosamente
con inteligencia y optimismo
sin perder un solo instante.

Es evidente que hoy en día lo que ansiamos todos es una medicina que evite por todos los medios disponibles a su alcance el proceso de la muerte, pero cuando ésta se presenta de forma inequívoca, conseguir que los pacientes mueran dignamente, es también labor vuestra. Evitar la práctica de aquellas medidas compatibles con la obstinación terapéutica en un intento irracional de luchar contra la muerte, es vuestra asignatura pendiente.

Difícil, por supuesto, cualquier persona cabal sería incapaz de afirmar que vuestro trabajo es fácil, yo por el contrario diría que es admirable, pues cuidar de una persona en los últimos estadios de su vida, apoyarla y acompañarla hasta el final, como lo hacéis vosotros, eso solo puede hacerlo un auténtico profesional de su trabajo, que lo ama y por encima de todo lo respeta. Personalmente no tengo hacia vosotros más que agradecimientos, pues realizáis una labor encomiable, que va dirigida no solo a los pacientes sino también a los familiares de éstos, ayudándolos a afrontar los duros momentos.

Permitidme despedirme con un poema de Lorca:

Si muero,
dejad el balcón abierto.
El niño come naranjas.
(Desde mi balcón lo veo).
El segador siega el trigo.
(Desde mi balcón lo siento).
¡Si muero,
dejad el balcón abierto!

 

 

Dirección para correspondencia:
Aldia123@hotmail.com

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