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Index de Enfermería

versión On-line ISSN 1699-5988versión impresa ISSN 1132-1296

Index Enferm vol.22 no.1-2 Granada ene./jun. 2013

https://dx.doi.org/10.4321/S1132-12962013000100005 

ARTÍCULOS ESPECIALES

ORIGINALES

 

Estrategias de cuidados de las familias con las personas mayores que viven solas*

Care strategies of the families with elderly people living alone

 

 

Julia Gallo Estrada1, Jesús Molina Mula1, Alexandre Miquel Novajra1, Joana Maria Taltavull Aparicio2

1Universidad de las Islas Baleares.
2Atención Primaria del Servei Balear de Salut. Palma de Mallorca, España

*Proyecto de investigación financiado por el Instituto de Salud Carlos III y FEDER (project no: PI09/90248), Madrid, España

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

Los cambios en el envejecimiento hacen una llamada a trasformar los cuidados dirigidos a las personas mayores que viven solas.
Objetivo: Conocer la percepción de la familia sobre el cuidado a los mayores que viven solos.
Metodología: Estudio cualitativo mediante análisis de discurso a partir del referencial crítico social y los conceptos de la teoría de Bourdieu. Se realizaron 4 grupos de discusión agrupando a los participantes por género y nivel de instrucción.
Resultados: los participantes consideran que la red sociofamiliar puede actuar sobre la discapacidad. Preocupa la manera en la que la persona mayor cubre sus necesidades. Destacan como fundamental el apoyo en la realización de los cuidados. Comparten la idea de que las mujeres mayores se adaptan mejor que los hombres a vivir en soledad. Las mujeres cuidadoras tienden a intervenir precozmente ante los problemas. Los hombres esperan y si pueden delegan.
Conclusión: la familia cuestiona los beneficios de la convivencia. La orientación profesional en el cuidado es escasa. Los servicios sociales deben mejorar su accesibilidad.

Palabras clave: Anciano, Aislamiento Social, Familia, Composición Familiar, Relaciones Familiares, Calidad de Vida.


ABSTRACT

Changes in the aging make a call to transform the managed care for the elderly living alone.
Objective: To know the perception of the family on care to seniors who live alone.
Methodology: Qualitative study using analysis of referential discourse from social critic and concepts of the theory of Bourdieu. There were four discussion groups grouping the participants by gender and educational level.
Results: The participants consider that the social and family network may act on disability. Concerned about the way in which the older person meets your needs. Stand out as key support in the delivery of care. Share the idea that older women are better suited than men to live in solitude. Women caregivers tend to intervene early with problems. Men expect and if they can delegate.
Conclusion: The family questions the benefits of coexistence. Vocational guidance in the care is scarce. Social services should improve their accessibility.

Key words: Aged, Social Isolation, Family, Family Characteristics, Family Relations, Quality of Life.


 

Introducción

El informe IMSERSO sobre las personas mayores en España pone de manifiesto que las proporciones de mayores que viven solos en Europa varían desde el 50%, de Dinamarca, hasta valores inferiores del 20% en España, Portugal y Grecia.1 En nuestro país, diversos estudios confirman que, tras perder a la pareja, la permanencia en el hogar es la opción preferida cada vez más por las personas mayores, tanto en el ámbito rural como urbano; y esta preferencia se mantiene por encima de los 80 años.1,2 Cabe destacar que vivir solo no lleva implícito ser autónomo: la discapacidad está presente en muchos de los hogares unipersonales de las personas mayores.3

Puede afirmarse que se está produciendo un cambio social en el que la persona mayor manifiesta cada vez con más frecuencia que desea continuar viviendo en su hogar "Aging in place".4-6 Los ancianos prefieren su casa separada, pero cercana a la de otros miembros de la familia. Sin embargo, este modelo de no convivencia no alude a desarraigo alguno; incluso puede mantenerse e incrementarse una unión estrecha con redes y entornos familiares/sociales: es lo que se denomina como intimidad a distancia.7

La atención a las personas mayores se ha realizado tradicionalmente en el contexto familiar y el desarrollo del estado de bienestar en España ha sido tardío en comparación con los países del entorno europeo. De hecho, nuestro país se sitúa en los últimos puestos del gasto público social de la Unión Europea.8 El sociólogo Vicenç Navarro pone de manifiesto que los recursos menos desarrollados son los dedicados a la familia; solo un 3% de la población española mayor de 65 años recibe algún tipo de atención domiciliaria frente a países como Dinamarca, Suecia y Finlandia, que atienden a más de un 20% en este servicio. Un cambio destacable de la estructura familiar es la mayor presencia de mayores en la familia.9 Esta tendencia a la verticalización de la estructura familiar plantea nuevos retos y oportunidades: las familias tendrán que cuidar a los mayores pero, hasta ese momento, los mayores constituyen una importante -a veces imprescindible- ayuda para su funcionamiento práctico y afectivo.

Parece evidente que se necesitan medidas que aseguren la continuidad de los cuidados y faciliten la integración de las personas mayores en la sociedad mediante la creación de lo que, en términos muy expresivos, Marín ha denominado "espacios amigables".10 Otro factor que ha producido cambios en la familia es la inmigración y el auge del servicio doméstico -el cuidado de enfermos y mayores como sustitutivo de los familiares por parte de inmigrantes supone un cambio cuantitativo radical-, que ha multiplicado casi por cinco, respecto al censo anterior, los hogares formados por una familia y alguna persona no emparentada.11 Entre los cambios que dificultan el papel socializador de la familia se destacan: menor número y mayor movilidad geográfica de sus miembros; incorporación de la mujer al mundo del trabajo; lenta y selectiva incorporación del hombre a la actividad de cuidar; cambios en el tipo de vivienda y debilitamiento de los valores familiares propios del marco social precedente (los denominados valores "tradicionales"), y la incorporación de nuevos vinculados al hecho de la convivencia, la relación y las nuevas redes sociales no tan involucradas en las líneas de consanguinidad y afinidad.

Con independencia del nivel educativo, sexo y clase social se defiende un modelo en el que estado tenga un papel principal en la provisión de bienestar sin descartar por ello el papel de la familia. Respecto a la responsabilidad de los hijos de cuidar a sus padres, se ha podido comprobar la presencia de sentimientos de culpa cuando no se sienten capaces, por una parte y perciben, por otra, que responsabilizándose de los cuidados ganan aceptación social.12 Las diferencias de género se evidencian en la forma de cuidar: con el mismo vínculo familiar, la mujer se siente más responsable del cuidado que el hombre,13 y el hombre, cuando tiene que cuidar, tiende a delegar y utiliza más recursos.14 Cuando cuidar se convierte en obligación sin ayuda ni apoyos las familias y, especialmente en el caso de las mujeres, las personas cuidadoras hipotecan una parte de sus vidas para realizar el cuidado. La pérdida de reconocimiento social de los mayores y la cuestión de la dependencia aparecen y se introducen con fuerza cuando se plantea la necesidad de convivencia. La opción de la rotación entre los hogares de sus hijos puede desencadenar un desesperado reparto del anciano.2,15 Esta rotación supone un esfuerzo de ajuste y adaptación y requiere de acuerdos entre los hermanos, que no siempre se producen.

El Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales propone nuevas medidas en el ámbito de la legislación laboral para la prestación de cuidados a personas dependientes, siguiendo la línea por la Ley 39/1999 de 5 de noviembre para promover la conciliación de la vida familiar y laboral de las personas trabajadoras. Aunque como recoge la SEGG (Sociedad Española de Geriatría y Gerontología) en su informe al defensor del pueblo,16 se debería tener en cuenta que priorizar servicios de atención a mayores no debe excluir otras formas de ayuda a las familias.

El objetivo de este estudio es conocer la percepción que los componentes de las familias tienen sobre la manera en la que proporcionan el cuidado a los mayores que viven solos y las acciones que llevan a cabo considerando las diferencias de género y nivel de instrucción.

 

Metodología

La metodología utilizada en este estudio es de tipo cualitativa desde una perspectiva crítico social enmarcado en la teoría de Bourdieu.

La población estudiada fueron familiares de personas mayores de 75 años que vivían solas. El trabajo de campo se desarrolló entre los meses febrero y octubre de 2010. El reclutamiento de los participantes se hizo mediante la técnica de bola de nieve, donde se identificaron los sujetos que se incluyeron en la muestra a partir de los propios entrevistados.

Se realizaron cuatro Grupos de Discusión. Se consideró la homogeneidad agrupando a los participantes por género y nivel de estudio y se ha asegurado la heterogeneidad teniendo en cuenta las diferencias del estado de salud del familiar mayor y el nivel de implicación en el cuidado de cada participante.

Se seleccionaron 18 mujeres y 15 hombres distribuidos en 4 grupos de personas que cuidan o dan apoyo a una o más personas mayores que viven solas. Cabe destacar la inexistencia de familiares con dedicación exclusiva a las personas mayores, que son la primera generación que experimenta una incorporación masiva de la mujer al mundo del trabajo, el menor número de potenciales cuidadores existentes y su dispersión geográfica, aspectos todos ellos relevantes para la gestión de los cuidados.

El perfil de los participantes fue (a) mujeres con estudios básicos y medios de edades entre 33 y 68 años; (b) mujeres con estudios universitarios de edades entre 37 y 58 años; (c) hombres con estudios básicos y medios de edades entre 38 y 59 años; (d) hombre con estudios universitarios de 37 y 59 años.

 

Resultados

A continuación se describen los códigos surgidos en los grupos de discusión que aluden a la categoría "Los aspectos del cuidar" que incluye: red sociofamiliar, el cuidado, percepción de apoyo en el cuidado, género de la persona mayor y género del cuidador.

Respecto al código "red sociofamiliar", los participantes en los grupos consideran que el vínculo que la persona mayor establece con la red social puede actuar sobre la discapacidad. A los hijos les cuesta ostentar el poder sobre sus padres mayores (necesario para cuidar), especialmente en las familias tradicionales. Entre algunos familiares el cuidado-ayuda se considera un deber y la soledad de su familiar es percibida como un matiz de incumplimiento del deber de los hijos; esta posición discursiva es acorde con la de un grupo social inscrito en una estructura con rol subordinado de esposa e hija que presenta dificultades para poner límites. En el discurso de otro sector de familiares el cuidar no se considera obligación individual, se tiende a repartir la carga con otros familiares, contratar servicios y poner límites: "La que tuve que cambiar fui yo (...) voy a verla cuando yo estoy bien (...) ahora cuando me está cargando las tintas le digo "bueno, que me alegro mucho de que estés bien" le doy dos besos, y le digo es que me tengo que ir" (Mujer con estudios básicos y medios).

El código "el cuidado", aparece entre los familiares como actividad que debe ser consensuada. Los familiares se preocupan por la manera en la que la persona mayor cubre sus necesidades básicas, ante lo cual justifican posturas cada vez más intervencionistas. Los grupos comparten manifestaciones de inquietud por el hecho de que la actividad de cuidar se tenga que aprender observando, usando el sentido común y sin asesoramiento de especialistas. Emerge una mirada hacia el cuidado como tarea gratificante con aceptación de las personas mayores tal como son y reconocimiento a la edad: "Unos hermanos hacen una visita obligada y otros como yo, llamo a mi padre, ¿estás bien, necesitas algo?, porque yo sé que lo que hago es intentar respetar (...) esta obligación de estar allí, es un poco lo que menea a la familia" (Hombre con estudios superiores).

El código "la percepción de apoyo en el cuidado" evidencia que todos los participantes consideran fundamental tener apoyo de otras personas para la realización de los cuidados. Las mujeres buscan apoyo principalmente en la familia; los hombres, en la familia y en el cuidador contratado. Un discurso muy presente entre los familiares es su inquietud sobre los criterios del reparto de la carga:"Es en parte egoísta, ahora, porque yo sé que si tuviera la opción de que alguien le ayudara, pues me descargaría muchísimo" (Hombre con estudios básicos y medios).

Del código "género de la persona mayor", se evidencia consenso sobre la idea de que las mujeres mayores se adaptan mejor que los hombres a vivir en soledad; de igual forma, consideran generalmente que ellas hacen menos demandas de cuidados. También manifiestan que, de ser necesaria la convivencia, el proceso sería más fácil con las mujeres que con los hombres mayores. La persona mayor hace a cada familiar demandas distintas según su criterio en el que el género es una de las variables: "Hace unos años que es viuda, si fuese al revés ya haría muchos años que tendría a mi padre viviendo conmigo" (Hombre con estudios superiores).

En cuanto al género de cuidador, se destaca que las mujeres cuidadoras tienden a detectar los problemas precozmente e intentan intervenir lo antes posible. Ante situaciones similares, los hombres esperan y, si pueden, delegan. Los informantes consideran que el género del cuidador marca diferencias en la realización de los cuidados, las mujeres más que los hombres manifiestan el peso del deber del cuidado a los hijos y a los familiares mayores: "Mi hermano además viene con su mujer y los hijos; mi padre se adapta más, porque es una unidad familiar. Yo mujer y encima sola, tengo que irle detrás" (Mujer con estudios superiores).

 

Discusión

Este estudio ha pretendido comprender el papel que juega el género y nivel de instrucción de los familiares en su actitud con las personas mayores que viven solas. Es conocida, y así lo recoge la literatura,17-19 la repercusión que las transformaciones familiares están produciendo sobre el cuidado de las personas mayores.

En la relación entre familia y personas mayores se evidencia el conflicto entre lo que la familia cree que puede y debe aportar y lo que desean y de ellos esperan las personas mayores. Se pone de manifiesto una tendencia a abandonar el modelo familista característico de la familia patriarcal, siendo esta generación de mayores la primera que vive este distanciamiento.

Los familiares ven en la preferencia de los mayores a vivir en soledad una actitud para mantener su libertad como forma de evitar la aceptación de ayuda, sabiendo que reconocer la necesidad es perder libertad y poder. De igual forma, Iglesias de Ussel destaca la libertad y la tranquilidad de sus hogares como uno de los principales alicientes que ofrece la soledad residencial.20

El futuro aparece como preocupación en los discursos de la familia en relación a los posibles cambios en el estilo residencial y la necesidad de cuidados. Todos los informantes comparten la preocupación por los imprevistos que la persona mayor puede tener viviendo sola. Ante esto, los familiares coinciden con las personas mayores en considerar mejor no pensar demasiado en el mañana y disfrutar el hoy, actitud que también destacan otros autores.21

Para algunos autores el ajuste entre las expectativas del cuidador y de la persona mayor sobre su capacidad de autonomía se relaciona con mayores niveles de bienestar,22 aspecto que da sentido a la tensión que se produce entre el "valor del hacer "de los mayores y "del saber" de las familias. El saber de los familiares es aprendido del exterior mientras que las acciones de las personas mayores responden a su hábitus derivado de la experiencia.23

Los datos de esta investigación apuntan a que se ha producido un cambio en los cuidados familiares, pero también indican que ha sido un cambio conservador. Entre las familias aún sin sentimiento de obligación de cuidar, las instituciones geriátricas son el futuro de quien no puede ser cuidado y es visto como abandono. Otra actitud de la familia que evidencia ese cambio parcial, es que su bienestar es inversamente proporcional a la intensidad de la responsabilidad sobre la persona mayor, que tiende a aumentar con la edad. El sentimiento del deber de cuidar se resuelve al traerlos a su casa, incluso contra su voluntad, independientemente de quién y cómo los cuidará. Los familiares consideran que en algunos casos la opción de compartir la vivienda no resuelve ni la soledad ni la necesidad de persona contratada, dado que el tiempo de dedicación al trabajo, para algunos, es incuestionable.

Un sector de personas mayores no tiene posibilidades de vivir con la familia. Compán Vázquez y Sánchez González afirman que al aumentar la edad aumentan los excluidos por la familia y los servicios sociales. Para estos autores, la cobertura asistencial existente es en realidad un complemento a la ayuda familiar y es insuficiente para quien vive solo.24

Respecto a la actividad de cuidar, a la familia le preocupa la necesidad de realizar cambios principalmente en la vivienda. Consideran que los potenciales cuidadores deben estar de acuerdo y que los cambios se deben negociar con la persona mayor. Aunque la familia reconoce que al no compartir la vivienda solo utilizan su criterio, a menudo con información parcial, y teniendo poco en cuenta a la persona mayor que es quien tiene que estar de acuerdo.

La menor demanda de cuidados por parte de la mujeres mayores que destacan los familiares de nuestro estudio, coincide con las conclusiones de otros estudios25 que demuestran una mayor dependencia por parte de los hombres mayores en las actividades de la vida diaria, aunque se trata de una dependencia -y es relevante- que no se relaciona con estados de salud, como sí acontece con las mujeres. En esta generación se trata fundamentalmente de una dependencia cultural como se demuestra cuando se separan actividades como limpieza y uso de teléfono.

Entre la posición en el campo de la nueva familia (de reproducción) y la que se ocupaba en la familia de pertenencia, se establecen relaciones de fuerza; más concretamente, entre la acumulación de capital del cuidador y la persona cuidada.26 Aquí queda claramente marcado el componente de competencia que la posesión y el manejo de tales capitales supone en las relaciones de poder: estatus, reconocimiento y capital simbólico. En ese sentido, las mujeres con estudios superiores manifiestan que las personas mayores hacen menos demanda de atención a los cuidadores que son hombres o mujeres con pareja. Como afirma Bourdieu, la diferenciación por género estructura toda la vida social privilegiando las estructuras androcéntricas.27

Se pone de manifiesto la existencia de un código de relación elaborado más en la búsqueda de la tranquilidad del familiar que del bienestar de la persona mayor. En definitiva, la permanencia de la persona mayor viviendo en soledad pivota en parte sobre su red social en la que se apoya en las situaciones de dificultad; situación que en el futuro será menos habitual debido a los cambios de la estructura y valores familiares.

El poder que ostenta la persona mayor requiere de la complicidad de la familia para ejercerse y se transforma cuando cambia su ubicación en el campo (necesita ser cuidado). La autoridad del cuidador es más aceptada si tiene propiedades marcadas socio históricamente como masculinas (mujer trabajadora) o exhibe un alto nivel de instrucción o información. La persona mayor frente al familiar, cuando es mujer con bajo nivel de instrucción, conserva más control y poder.

Las familias con una concepción tradicional de red social consideran que el cuidado de sus miembros es un deber moral en el que las mujeres, incluso con vínculo político, son el principal protagonista. Este hallazgo coincide con otros autores28 que apuntan que la presencia de los servicios públicos para la realización de los cuidados es minoritaria y que la familia asume el cuidado aun cuando aumenta la dependencia. Solución que pasa en muchos casos por el mantenimiento de las mujeres en el hogar.29

Cada vez son más frecuente nuevas perspectivas de planificación en la vejez en las que la familia no es la única proveedora de cuidados. En ese sentido, las mujeres con estudios universitarios se identifican poco con el rol de cuidadoras, supervisan pero no realizan la ayuda, manifiestan un cierto alejamiento del modelo familista hacia contratar servicios. Gesto visto socialmente como liberación de obligaciones tradicionales.

 

Conclusiones

El envejecimiento y los cambios de la estructura familiar de la sociedad española son y seguirán siendo un reto para los responsables de las políticas sociales, las familias y las personas mayores.

La familia cuestiona los beneficios de la convivencia residencial y esto pone en duda si la soledad residencial es realmente la opción preferida por los mayores. La primera etapa de la soledad no elegida presenta dificultad por desajuste entre la percepción de la familia y la persona mayor. La escasa orientación profesional en ese momento empuja a la familia a prácticas regidas por el sentido común y el autoaprendizaje.

Los servicios sociales deben mejorar su accesibilidad evitando el retraso en la obtención de los recursos. Del mismo modo, la concesión de ayudas, cuando se produce, debería tener en cuenta la organización de recursos humanos y materiales de que dispone la persona mayor y familia en ese momento. La dificultad que encuentran los cuidadores jóvenes en la realización de algunos cuidados se relaciona con escasa formación.

Las personas mayores están preocupadas por los cambios producidos en la familia derivado a la incorporación de la mujer al mundo del trabajo. Sin embargo no lo están ante la escasa incorporación de los hombres a la tarea de cuidar.

Una implicación de gran calado sobre la asistencia geronto-geriátrica es la necesidad de desterrar los cuidados geriátricos como caridad y diferenciar tanto en el hogar como en las instituciones las actividades de cuidar, dar apoyo y acompañar.

 

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Dirección para correspondencia:
Dra. Julia Gallo Estrada
Departament d´Infermeria i Fisioteràpia
Edf. Guillem Cifre de Colonya
Universitat de les Illes Balears
Ctra. Valldemossa, Km 7,5
07122 Palma de Mallorca, España.
j.gallo@uib.es

Manuscrito recibido el 23.7.2012
Manuscrito aceptado el 21.9.2012

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