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Index de Enfermería

versión On-line ISSN 1699-5988versión impresa ISSN 1132-1296

Index Enferm vol.22 no.3 Granada jul./sep. 2013

https://dx.doi.org/10.4321/S1132-12962013000200001 

ARTÍCULOS ESPECIALES

EDITORIAL

 

Cuidado mercenario: entre el riesgo y la oportunidad

Mercenary Care: between risk and opportunity

 

 

Mónica Cobos Pérez, Alicia Heras Ruiz, Ma Carmen Martín Haro

Programa Minerva de Jóvenes Investigadores, Fundación Index. Granada, España
mika_cope@hotmail.com

 

 

Teresa es una mujer de 44 años de procedencia peruana. Viajó hasta España con la clara intención de ganar algo de dinero para poder enviarlo a su familia en Perú. Tras estar un tiempo publicitándose para encontrar trabajo, ya fuese como empleada de hogar o como cuidadora, la llamaron para trabajar como interna en el domicilio de una señora mayor con un importante nivel de dependencia. Su salario era de 300 euros al mes, de los cuales intentaba gastar lo menos posible en sí misma para poder enviar el resto a su familia.

En España y en otros países europeos, cada vez son más comunes este tipo de realidades en las que el cuidado se convierte en una forma de ganarse la vida, prestándose a ser desempeñado en escenarios que parecían reservados al ámbito familiar. Así, terceras personas están cubriendo las necesidades que surgen ante la presencia de un individuo dependiente en una familia a cambio de una remuneración. Esta modalidad de cuidado se está favoreciendo como respuesta a necesidades sentidas por la población, que, probablemente, surgen de múltiples factores, como el aumento de la esperanza de vida, la emergencia de nuevas enfermedades o la cronificación de las ya existentes, condicionantes que se asocian al envejecimiento de la población y al incremento de la morbilidad. A todo ello habría que sumar la cada vez más baja efectividad de las instituciones en el cuidado, originada por las políticas de recortes sociales, especialmente en el ámbito sanitario.

Ante esta problemática, la familia encuentra serias dificultades para asumir por completo la responsabilidad del cuidado de sus miembros. El modelo de familia está en continuo cambio, que viene marcado por la incorporación de la mujer al mercado laboral, el aumento de las horas de trabajo, la disminución de sus miembros y, por si fuera poco, la lucha por sobrevivir a la situación de crisis económica solventando sus dificultades para cubrir las necesidades básicas, viendo cómo disminuyen las ayudas por incapacidad y las pensiones de padres y abuelos. Aunque no suele decirse, habría que considerar también el proceso de debilitamiento de habilidades cuidadoras en la familia, asociado quizá a un modelo de bienestar sustentado en la dependencia institucional. Todos ellos son fenómenos que se muestran amenazantes, puesto que suponen una menor capacidad en la prestación de cuidados por parte de los miembros de la familia y del sector salud.1

Se empieza a hablar de la "crisis de los cuidados",2 para cuyo alivio las familias han tenido que buscar soluciones en el ámbito privado que cubran las necesidades de atención a otros miembros con problemas de dependencia, al menos durante algunas horas al día, y además al menor coste posible. Se ha estimado que casi el 90% del cuidado que necesitan las personas es proporcionado por la propia familia,3 lo que convierte el entorno familiar en un escenario muy sensible al mercadeo, cuando el sistema de cuidado falla o se debilita. Los cuidados domiciliarios remunerados se plantean, así, como una solución alternativa a los cuidados instituciones no brindados o a los cuidados residenciales privados, que suponen un gasto no siempre asumible.

Lo que tiene de novedoso esta modalidad emergente de cuidado no es que se desarrolle en el medio domiciliario, sino su carácter remunerado, ostensible y a la vez sumergido, en muchos casos. El cuidado familiar remunerado, que se situaría dentro de lo que se ha conceptualizado como cuidado invisible a la par que otras modalidades del cuidar,4,5 se hace visible en el escenario de lo cotidiano: mujeres jóvenes, casi siempre inmigrantes, que acompañan a personas ancianas cuando están ingresadas en los hospitales o simplemente paseando por las calles; ofertas de servicios de cuidados en la sección de anuncios de los periódicos, o anuncios prendidos en el mobiliario urbano e incluso en las propias instituciones públicas de salud, los cuales dejan además su clara finalidad lucrativa. Aparentemente, cualquiera puede ofertarse para dispensar cuidados, y es aquí donde reside el lado preocupante.

Tenemos aceptado que el cuidado de la salud de las personas entraña riesgos en sí mismo y por ello solemos activar toda una tecnología organizacional para garantizar unos mínimos de seguridad en la atención al paciente. Pero ¿cómo se controlan los riesgos de unas prestaciones que se desarrollan al margen del sistema formal de cuidado? A tenor del vacío existente sobre el asunto, la respuesta es que no se están controlando, lo que equivale a decir que las actuales políticas de salud consienten por omisión en estos riesgos.

Cuando hemos intentado acercarnos como investigadoras al fenómeno del cuidado familiar remunerado nos hemos encontrado con otro problema: el hermetismo que caracteriza a esta oferta de servicio en un sector importante de ella. Las relaciones laborales no pasan por el mercado formal y, por tanto, a menudo no suelen existir contratos, registros u otros documentos acreditativos, desarrollándose en un plano marginal como economía sumergida. Por otro lado, este trabajo se desarrolla en el hogar familiar, un ámbito privado cuya información es de difícil acceso para los investigadores. Se trata de dos elementos que explican la escasez de estudios sobre el tema.6

Nosotras hemos querido dar un paso hacia el conocimiento de este fenómeno emergente del cuidado y hemos comenzado conceptualizándolo. Hablamos de "cuidado mercenario" para referirnos a la atención proporcionada por personas que asisten a otras que tienen mermada su autonomía, cuando se hace a demanda en su círculo familiar, de manera remunerada y en condiciones sumergidas, al margen de cualquier cobertura institucional. Esta definición ha sido adoptada en el contexto de una investigación en curso en la que intentamos conocer los valores asociados a este tipo de cuidado a través de los mensajes contenidos en los anuncios que se colocan espontáneamente, principal y paradójicamente, en el entorno de las instituciones de salud.

La definición de cuidado mercenario recoge los dos atributos que le asocia su significado recto y que podemos encontrar en la cuarta acepción del diccionario de la RAE: "Hombre que desempeña por otro un empleo o servicio por el salario que le da".7 Por una parte, su carácter de suplencia (el cuidador mercenario hace lo que a la familia le corresponde y no puede realizar) y, por otra, su condición de servicio remunerado (bajo diferentes fórmulas, el cuidado mercenario siempre se hará bajo estipendio económico). A lo que nosotras añadimos el que se realice como forma de economía sumergida, en tanto se trata de una actividad económica que escapa al control del fisco.

Pero el concepto de cuidado mercenario no es nuevo en el campo de la Enfermería, utilizándose de manera recurrente en manuales y otros textos desde hace siglos, y siempre con un sentido de denuncia hacia la que era considerada una forma de aprovechamiento poco ética de las necesidades de los más desfavorecidos. José Bueno y González, en su Arte de Enfermería (1833), al defender la pertinencia del cuidado profesionalizado afirma que:

"No es posible que la reunión de circunstancias indispensables para la perfección de este interesante punto concurran ni en las casas particulares, en que careciendo de instrucciones, son dominadas las familias por pasiones y afectos que les impiden obrar y decidir en regla, ni en manos mercenarias conducidas solo del interés individual".8

El enfermero juandediano sitúa el cuidado mercenario en un mismo plano de deslegitimidad que el cuidado familiar, lo cual es explicable si tenemos en cuenta que tradicionalmente una parte de la labor de suplencia ha venido siendo desarrollada por las órdenes religiosas. De hecho sigue siendo una actividad propiciadora de donaciones y, por tanto, un pilar para el sustento económico de las mismas. Pero la causa más frecuente que se asocia a la presencia del cuidado mercenario ha sido siempre el debilitamiento de la estructura familiar como consecuencia de la incorporación de las madres al mercado laboral. Así ocurría en la ciudad de Palma de Mallorca a principios del siglo XX, cuando la asociación Obreras de San José, bajo el auspicio de Margalida Caimari, inauguraba en 1903 el Asilo Cuna del Niño Jesús, justificado porque:

"[...] el número de madres jornaleras, á quienes el desempeño de los diversos oficios propios de la mujer, obliga á salir de sus casas para ganar el cotidiano jornal y sumando á estas las que concurren á fábricas y talleres, dan un crecido contingente de pobres madres puestas en el trance de abandonar sus hogares y por ende, á sus pequeñuelos, en los débiles brazos de niñas de pocos años, ó hacinados en miserables, húmedas viviendas, encomendados á los mercenarios cuidados de alguna anciana de la vecindad" (pasaje reproducido por Pujadas Mora).9

La desprotección infantil se ha prestado tradicionalmente a la dispensación de cuidados remunerados, que ha tenido su máxima expresión en la lactancia mercenaria, a pesar de los intentos de los organismos públicos y las obras filantrópicas de instituir centros de suplencia como las llamadas Gotas de Leche, donde se dispensaba leche de vaca debidamente tratada a los niños con imposibilidad de ser amamantados por sus madres.9

Tal como entendemos el cuidado mercenario, si nos atenemos a la cultura de la seguridad dominante en la prestación de servicios de salud en nuestro tiempo, no tenemos más remedio que calificarlo como un tipo de cuidado riesgoso. No tenemos información suficiente y, por tanto, carecemos de control sobre quiénes son los prestadores, ni de su nivel de cualificación, ni de las acciones que realizan, ni de los efectos que producen, ni de cómo son afectados ellos mismos, ni de la variabilidad que produce la diversidad cultural,10 ni del grado de satisfacción de los beneficiarios, que se encuentran en una situación de franca indefensión ante posibles errores o mala praxis. Y aún así, no tenemos más remedio que aceptar el fenómeno del cuidado mercenario como una realidad que viene a compensar las debilidades de un estado de bienestar en franco retroceso debido a sus dificultades de sostenibilidad. El reto está en analizar las circunstancias en que el cuidado mercenario tiene lugar para así establecer medidas de control específicas, disminuyendo los riesgos, teniendo como objetivo último que las personas dependientes reciban unos cuidados de calidad, sin que ello signifique hipotecar la vida de sus familiares ni atentar contra su bienestar físico y psíquico.11

Resulta dramático que mientras las autoridades miran hacia otro lado ante esta forma de economía sumergida, mientras con su silencio consienten en los riesgos, haya miles de profesionales del cuidado formados en nuestras universidades que se ven obligados a abandonar el país en busca de mejores expectativas laborales. Podemos constatar que cada vez son más las enfermeras que, atrapadas por la efectividad del sistema informal de cuidados, terminan ejerciendo en un mismo espacio con cuidadores no cualificados. Lo normal sería que estos cuidadores mercenarios fueran capacitados por enfermeras tituladas y ejercieran bajo su tutela y supervisión, extendiendo así las prestaciones del cuidado hacia mayores cotas de efectividad y seguridad.

Dignificar el cuidado domiciliario remunerado pasa por redirigir los mejores recursos disponibles hacia las necesidades sentidas de la ciudadanía en unas condiciones de normalidad social y económica. Y para hacerlo necesitamos del concurso de políticos, de la universidad, las sociedades científicas y profesionales, los representantes sociales, etc. Quizá estamos perdiendo la oportunidad de sacar ventaja de una actividad que beneficiaría sin lugar a dudas la situación de desempleo y mal uso de los servicios sanitarios de nuestro país y, mucho más importante, traería consigo beneficios tanto para el sujeto cuidador como para el sujeto cuidado.

 

Bibliografía

1. Catalán Edo, María Pilar; Garrote Mata, Ana Isabel. Revisión de los cuidados informales. Descubriendo al cuidador principal. NURE Inv. 2012; 9(57) (aprox.12 p.). Disponible en: http://www.fuden.es/FICHEROS_ADMINISTRADOR/ORIGINAL/NURE57_original_revis.pdf (acceso: 12/06/2013).         [ Links ]

2. Castelló Santamaria, Laia. La mercantilización y mundialización del trabajo reproductivo. El caso español. Revista de Economía Crítica, 2009; 7: 74-94.         [ Links ]

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4. De la Rosa Eduardo, Rosanna; Zamora Monge, Gerardo. Cuidados invisibles: ¿son suficientemente reconocidos? Index de Enfermería 2012; 21(4): 219-223.         [ Links ]

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6. Rogero García, Jesús; Martín Coppola, Eva. Un estudio exploratorio del cuidado provisto por inmigrantes a personas mayores de 64 años en los hogares. Index de Enfermería 2010; 19(1): 29-33.         [ Links ]

7. Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. Madrid: RAE, 22 ed. Versión on line. Disponible en http://www.rae.es/rae.html (acceso: 14/07/2013).         [ Links ]

8. Bueno y González, José. Arte de Enfermería para la asistencia teórico-práctica de los pobres enfermos que se acogen a la de los hospitales de la sagrada religión de N.P.S. Juan de Dios y constituye la segunda parte de la Instrucción de Novicios. Madrid: Juan Nepomuceno Ruiz, 1833. E. facsímil del Consejo Autonómico de Colegios de Diplomados en Enfermería de Aragón. Zaragoza, 1997.         [ Links ]

9. Pujadas-Mora, Joana Maria. Reforma Sanitaria y movimiento puericultor en la lucha contra la mortalidad infantil en la ciudad de Palma de Mallorca (siglos XIX Y XX). Asclepio 2012; LXIV(1): 97-120.         [ Links ]

10. Alegre Ruiz de Mendoza, Ania. Cuidar en una cultura diferente: vivencias de cuidadoras de origen latinoamericano en el País Vasco. Index de Enfermería 2011; 20(1-2): 21-25.         [ Links ]

11. De la Cuesta Benjumea C. El cuidado familiar: una revisión crítica. Invest Educ Enferm. 2009; XXVIII(1): 96-102.         [ Links ]

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