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Index de Enfermería

versión On-line ISSN 1699-5988versión impresa ISSN 1132-1296

Index Enferm vol.25 no.1-2 Granada ene./jun. 2016

 

MISCELÁNEA

MONOGRÁFICO HERMENÉUTICA Y ENFERMERÍA

 

El origen de la mujer cuidadora: apuntes para el análisis hermenéutico de los primeros testimonios

The origin of the medical assistant women: notes for the hermeneutical analysis of the original testimonies

 

 

M.a Carmen Fernández Tijero

Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura, Universidad de Valladolid, Soria, España

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

El objetivo principal de este trabajo es analizar los testimonios primigenios del trabajo de la mujer cuidadora para comprender mejor su significado actual. Se ha llevado a cabo primero una búsqueda de testimonios de diversos tipos y después se intenta dar una interpretación por medio de la hermenéutica. Llegamos así a la comprensión del valor de la mujer en el ámbito de la medicina desde la antigüedad, concluyendo además la estrecha relación que guarda el arte de la curación con la naturaleza femenina, representado ya en su símbolo.

Palabras clave: Enfermería, Hermenéutica, Medicina, Mujer, Serpiente.


ABSTRACT

The main objective of this paper is to analyze the very first testimonies of the assistant women in society in order to understand its significance nowadays. Firstly, we came through a research of those testimonies in different areas, and afterwards, they were interpreted by the hermeneutics. So, we can come to understand the value of the women in medicine from the ancient times, concluding also the close relationship between the ars medica and the feminine nature, which becomes a visual fact in its symbol.

Keywords: Nursing, Hermeneutics, Medicine, Woman, Snake.


 

Introducción

La mujer, dentro del ámbito de la medicina, ha ejercido diversas funciones a lo largo de la historia. El más predominante sin duda ha sido el de cuidadora, asistente, enfermera, aunque no el único. Sin duda, el origen y evolución de dichas funciones son las que han establecido la profesión de la enfermería como lo conocemos hoy día. Por eso resulta muy interesante conocer cómo desarrollaban su profesión las mujeres de civilizaciones antiguas: el origen de la labor de asistencia médica. Para ello debemos acudir a fuentes de diversa índole: epigráficas, arqueológicas, paleográficas, etc., que nos aporten datos concretos sobre aquellas primeras enfermeras.

El análisis de esos datos no puede hacerse desde una única disciplina, pues no llegaríamos a comprender el hecho social que supone en conjunto, sino que tendríamos resultados parciales: de tipo histórico, filológico, o fisiológico. Se trata de comprender un hecho social que abarca una amplia variedad de aspectos (históricos, filológicos, filosóficos, etc.) que inevitablemente van relacionados entre sí. Por tanto, esa búsqueda de significado completo y complejo nos lleva a recurrir a la hermenéutica como disciplina científica que nos ayude a extraer significados completos de hechos complejos. La interpretación de los significados sociales vendrá así determinada por hechos históricos, lingüísticos o éticos. En nuestro estudio, el significado de la intervención de la mujer como agente médico supone mucho más que un determinado oficio en un determinado momento, ya que viene cargado de valores sociales, éticos, religiosos, etc. que subyacen ya en el mismo momento de darle un término lingüístico con el que designar esa realidad social, y ese análisis conjunto de significación y contexto lo logramos gracias a la aplicación de la hermenéutica analógica.

El objeto de estudio en este caso lo constituyen diversos textos, entendiendo texto en sentido amplio, que pueden ser abordados desde diversas disciplinas y áreas científicas. La sociología, la etnografía, la filología, la historia, etc. obtendrán datos científicos del análisis de dichos textos desde su orientación e intereses. E, indudablemente, la conjunción de todos estos puntos de vista se presenta vital en el avance de la investigación y la ciencia. Pero no podemos obviar que en todas ellas, y como culmen también de las mismas un poco al modo de la división medieval de las ciencias, se encuentra la filosofía. Una filosofía que nos ayudará a analizar, conjugar y comprender los resultados de los análisis de cada una de las disciplinas.

Es, pues la hermenéutica, la mejor vía de estudio para analizar realidades sociales a partir de textos de diversa índole y obtener así la comprensión de una realidad histórica. Autores como Ricoeur defienden precisamente la aplicación de la hermenéutica a la comprensión histórica; o el propio Gadamer al tratar el concepto de tradición, explica sus dos sentidos: como transmisión; y como contexto cultural: "el individuo tiene que asimilar esa cultura en la que vive, dialogar con su tradición, para poder vivir en ella, incluso para llegar a ser creativo".1

Siguiendo la estela de estos pensadores, la hermenéutica se presenta como una ciencia idónea para el análisis de esta realidad histórica, cultural, pero también de valores que posibilitan la comprensión de gran cantidad de realidades sociales actuales en el tema que nos ocupa: el universo de lo femenino en el ámbito de la medicina. A la luz de las líneas de análisis hermenéutico presentamos un grupo de textos relacionados con la mujer en el ámbito médico, de contenidos diversos: funciones, rango, simbolismo, etc., que posibilitan la comprensión de una realidad histórica y de valores no tan lejana de la actual.

 

Invisibilidad de la mujer cuidadora

Tradicionalmente, el lugar y ocupación de la mujer ha sido la casa: las tareas domésticas, entre las cuales se encuentran el cultivo y la recolección, necesarios para la alimentación de la familia; la higiene y el conocimiento de las propiedades de los baños y diversos tratamientos con agua y vapor; o el cultivo del alma: la educación de los hijos. A pesar de tener un papel tan activo y decisivo en la sociedad, la mujer es parte de ese "otro" ente social, ese "ser no masculino luchador" con pleno derecho y autoridad social.

El historiador de época romana Tito Livio describe el ideal de la mujer romana precisamente como ese ser invisible, y no como aquellas mujeres que intentan apropiarse indebidamente de posesiones o cualidades propias de los hombres, y que suelen practicar algún tipo de brujería. Ese papel doméstico y reproductivo de la mujer está presente en todas civilizaciones antiguas, y, como defiende, entre otros, César Chaparro, en algunos aspectos que llegan hasta hoy, le otorgan a la mujer un valor maléfico en algunas ocasiones, dado su conocimiento de los ingredientes en la preparación de los medicamentos.2 Este doble poder de la mujer: curadora y envenenadora, que le viene dado por su conocimiento de las hierbas medicinales, se refleja en la legislación: la "Lex Cornelia de sicariis et veneficiis" defiende que si hay algún caso de envenenamiento, se acude siempre a las mujeres.

Curiosamente, estas labores tan enraizadas en la naturaleza femenina, exigen un gran desarrollo intelectual, y a pesar de ello, en las sociedades antiguas, formaban parte de lo que se llamaban "trabajos manuales". Los oficios manuales, según explica Cicerón, eran tenidos por deformadores del cuerpo y del espíritu,3 eran como un castigo para el ser humano, tanto que en algunas ocasiones a quien trabajaba con las manos se le consideraba un objeto, un instrumento ("instrumentum vocale" lo llama Varrón). El trabajo femenino de cuidadora del hogar aparece en las fuentes con menos valor que el masculino, más intelectual y menos manual, sin tener en cuenta el peso económico y social que soportaron las niñas y mujeres de la antigüedad, como defiende Carmen Alfaro.4

Poco a poco, las mujeres cuidadoras irán escalando en la sociedad hasta hacerse en mayor o menor medida visibles al resto de la sociedad y sociedades. Y es precisamente en el ámbito de la medicina donde se percibe ese avance social. Ya en la antigua Roma comenzamos a tener testimonios de mujeres enfermeras, comadronas, médicas, con sus derechos laborales recogidos en la legislación vigente, como expuse en un trabajo anterior;5 aunque habrá que esperar bastantes siglos para que se reconozca la autoría de la mujer de algunos tratados médicos.

 

De corporis cultu

Como hemos visto, la mujer ha sido tradicionalmente la encargada del cuidado de la familia tanto a nivel físico como espiritual o psíquico. De una manera global, a partir de las inscripciones funerarias y distintos textos, desde la Antigüedad, el papel de la mujer como cuidadora y sanadora se puede clasificar en tres figuras femeninas que se dedican al oficio médico:

-nutrix: nodriza

-ornatrix: era como una auxiliar de enfermería

-obstetrix: típico oficio femenino de matrona o comadrona, que asistía en los partos

-medica: médica, ya con conocimientos científicos, capacitada para diagnosticar y prescribir tratamientos. Atestiguada en el código de Justiniano, con una formación académica como la de los hombres, aunque no redactaron obras médicas.

En algunas fuentes se habla de un rango superior: la clínica, que puede tratar todas las enfermedades, a diferencia de la médica, que solo trataría las de las mujeres. Pero es una diferenciación minoritaria.

Uno de los oficios de mujer más atestiguado en diversos tipos de fuentes es el de nodriza: nutrix, que se encarga de amamantar al recién nacido, llamado cariñosamente pupus o pupa. La madre en algunas ocasiones, por razones de salud, muerte o conveniencias sociales, no puede amamantar a su hijo, y es el ama de cría quien se encarga de alimentar a los hijos de las clases más altas. Solían ser las propias esclavas de la casa, pero también se alquilaban los servicios de las nodrizas, "emolumenta",6 como expone Angela Dimopoulou. Existe documentación relativa a distintos aspectos de este oficio: Plutarco menciona como excepcionales en su educación las nodrizas lacedemonias;7 Sorano habla de las cualidades que debía reunir esta mujer: debía tener las mejores cualidades morales y físicas, la limpieza y la honradez absoluta.8

La ornatrix es, de una forma más global, el oficio de la mujer como cuidadora, dentro y fuera de la domus. La matrona romana ejercía ese cuidado dentro del hogar, pero la mujer como trabajadora fuera del ámbito familiar lo encontramos recogido con el título de ornatrix. No debe conducirnos a error el nombre, ya que no solo se dedicaban al cuidado y "adorno" femenino, sino que se ocupaban de todos los aspectos del cuidado corporal, empezando con la dieta, pasando por la higiene, el ejercicio, el sueño, el baño, las relaciones sexuales, el peinado, maquillaje y joyería, etc., llegando al cuidado de la mente, acorde con la máxima "mens sana in corpore sano".

La estética siempre ha ido unida al cuidado corporal, a la higiene, por lo que aquellas mujeres encargadas de cuidar el cuerpo eran también las encargadas de su adorno. De ahí el sentido que ha quedado del término. Autoridades como Galeno lo ponen de manifiesto al clasificar los cosméticos:

 

- ars ornatrix - ungüentos limpiadores de la piel, relativos a la higiene, desprovistos de sustancias tóxicas.

 

- ars fucatrix - cosméticos de adorno, para disimular el paso del tiempo y que incluían sustancias nocivas como el plomo blanco, usado para ocultar arrugas.

Otros autores como Ovidio, externos al ámbito médico utilizan el término medicamen para referirse a los productos de belleza e higiene y, en general, del cuidado del cuerpo.

Con la llegada del cristianismo, esa labor de mujer cuidadora toma aún mayor relieve. Sirva como ejemplo Fabiola que, en el siglo IV, entre otras seguidoras de San Jerónimo, que practicaba la medicina con los pobres de manera gratuita, creó incluso un hospital para tratar a aquellos que eran abandonados por sufrir enfermedades que provocaban fuerte rechazo social. En esta época encontramos también hospitales en los que trabajan mujeres especialmente, aunque no solo como enfermeras y comadronas, como bien explica Gillian Clark: "Medicine was part of the lives of ordinary women. They were agents as well as patients, the first line of defence against illness. Hospitals were available, as one form of Christian charity, from the late fourth century, but sick people who had homes were usually nursed there: women supervised diet and tried out traditional remedies. Some women were acknowledged experts on illness and medicines generally; others especialized in childbirth and the problems associated with reproductive life, including "female complaints" and sexual difficulties. It was easier and cheaper to call on them than to employ a doctor with a professional training."9

 

Mujeres cuidadoras: fuentes primigenias

Tenemos escasos testimonios de esa labor de la mujer en la Antigüedad, por lo que acudiremos a fuentes de diversos tipos: literarias, epigráficas, papirológicas, iconográficas y arqueológicas. Solo conociendo esos testimonios podremos comprender mejor la posición de la mujer en las sociedades actuales, así como a entender algunos comportamientos tanto del hombre como de la mujer. Y, de una forma más concreta, explicar las raíces de la profesión de enfermera, casi exclusivo de la mujer hasta hace bien poco.

En primer lugar, observamos esta unión entre lo femenino y el cuidado del bienestar ya en el ámbito de la divinidad: en todas las civilizaciones antiguas, como Sumer o el antiguo Egipto, son las diosas protectoras de la salud, las depositarias de la sabiduría de la medicina. Ya en Grecia tenemos también diosas relacionadas con la medicina, como son Démeter, cuidadora de mujeres y niños; Perséfone, que curaba los dientes y los ojos; Genetilis, la diosa a quien se dirigían las mujeres que deseaban quedar embarazadas; Diana, la diosa del parto, junto con su compañera Rea, a quien se atribuía haber traído a Grecia las medicinas cretenses. En Atenas y Corinto, Isis y Afrodita, al igual que las musas, ninfas y nereidas eran llamadas "iatroi", o sanadoras. Afrodita, bajo forma de paloma, curaba las enfermedades de la piel y las fiebres infantiles. Artemisa y Atenea curaban la ceguera mediante el uso de hierbas. Leto intervenía en los partos difíciles, etc.

Aunque la principal deidad griega de la salud fue Asclepio, junto con sus hijas, Hygeia y Panacea, que aparecen siempre representadas con el símbolo de la medicina: las serpientes entrelazadas. También así las mujeres sanadoras griegas suelen ser representadas como cuidadoras de serpientes. Con anterioridad al siglo VII a. C., las hijas de Asclepio aparecen a menudo representadas en vasos, estatuas y frescos desempeñando tareas curativas por sí mismas. A partir de esa fecha solo aparecen como ayudantes de su padre, lo cual puede indicarnos la posibilidad de un papel importante de las mujeres como sanadoras en la Grecia antigua que va perdiéndose en la época clásica. Desde épocas antiguas conocemos, además, nombres propios de mujeres griegas dedicadas la práctica de la medicina, como Agameda, citada por Homero en la Iliada como mujer experta en la utilización de plantas medicinales con fines curativos, o Phanostrate, citada, entre otros por Parker, como la primera médica griega cuyo nombre nos es conocido.10 Disponemos también de inscripciones, como una base de estatua hallada en Tlos, con una inscripción relativa a Antioquia de Tlos, hija de Diodoto, conocida en su región por su experiencia en el arte médica, quien había hecho erigir su estatua ella misma, lo que prueba, además, que se trataba de una mujer libre y rica.

En la sociedad romana las diosas relacionadas con la salud son Bona Dea, símbolo de la fertilidad, la salud y la longevidad; Fortuna, la diosa de las jóvenes que deseaban ser madres; Febris, la deidad de las fiebres malarias, a quien se dedicaban tres templos en las colinas de Roma, donde iban los pacientes para ser purificados mediante el uso de hierbas amargas y una dieta severa; o Minerva, principal diosa de la salud.

También en los textos bíblicos se recoge el nombre propio de una mujer a la que se califica de "cuidadora, servidora": Febe, "Diaconisa de la Iglesia en Cencrea", pero diaconisa entendida como traducción del griego, no referido a ningún cargo de autoridad, como nos puede hacer pensar.

 

Simbología

En la misma imagen que representa la medicina, la Vara de Asclepio, el caduceo con las serpientes enrolladas, ya está presente la mujer; a su vez, en conjunto con Hermes como representación de la interpretación, de la filosofía entendida en su sentido más literal: el amor al conocimiento que todo profesional médico debe profesar.

Báculo de Asclepio. Asclepio, Dios de la medicina, venerado en múltiples templos, era representado con una serpiente que se encontraba en un bastón o vara. Era hijo de Apolo y de la mortal Coronis, y ostenta el dominio de la curación debido a su formación y algunos episodios en su vida: Apolo confió el pequeño Asclepio al Centauro, este le inculcó las artes de la medicina y de la caza. En realidad, Asclepio fue un hombre que vivió en Tesalia, médico notable de gran respeto y fama que, tras su muerte, fue inmortalizado y dio lugar a la leyenda. Fue venerado en Atenas, Corinto y Pérgamo, ciudad natal de Galeno.

El báculo o la vara que lo caracteriza es de ciprés, un árbol considerado sagrado por su longevidad, lo que originó que se le llamara "árbol de la vida". Es el símbolo por excelencia de la profesión médica. Las primeras representaciones de la vara datan de Mesopotamia y Egipto, ya del tercer milenio a.C. Vemos, por ejemplo, al médico de la corte Irj, en su sepulcro de Gizeh, representado con un bastón, símbolo de autoridad y sabiduría, cualidades propias del médico.

Según cuenta la leyenda, Asclepio mató con su bastón una serpiente que apareció en casa del pescador Glauco, quien estaba mortalmente herido por un rayo de los Centauros; se presentó después una segunda víbora con unas hierbas en el hocico, las cuales introdujo en el de la serpiente muerta, reviviéndola. Asclepio dio las mismas hierbas a Glauco y lo curó. Es así como Asclepio salvó a su paciente de la muerte y lo curó de la enfermedad, manifestando sus poderes "médico-mágicos".

Por otra parte, lo que se conoce como caduceo, no es más que la insignia del heraldo, más conocida como atributo mágico de Hermes o Mercurio, mensajero de los dioses del Olimpo, que en su origen consistía en una rama de olivo. En su forma más usual consta de dos serpientes enrolladas sobre una varilla sostenida por un par de alas.

Serpientes. La serpiente, animal que según los antiguos griegos vivía tanto sobre la tierra como en su interior, aparece como símbolo de Asclepio ya en el siglo IX a.C., debido al episodio en casa de Glauco. Hacia el 1600 a.C., los cretenses ya rendían culto a la Diosa minoica de las Serpientes en el Palacio de Cnosos y le atribuían propiedades curativas. Los egipcios adoraban a la Diosa Renenutet a quien representaban como serpiente; y también le atribuían propiedades curativas o a la Diosa Wadjet (Uadyet), que podía transformarse en serpiente, protectora del Bajo Egipto.

Las serpientes han sido en muchas culturas y religiones antiguas símbolo de perfección, sabiduría, y regeneración e inmortalidad. Así, por ejemplo, en Babilonia se rendía culto a la pitón; los indios de América del Norte rindieron tributo a la serpiente de cascabel; los aztecas y los mayas, a la serpiente emplumada; los indios del Amazonas a la anaconda; los budistas a la cobra, etc.

En la mitología griega, Asclepio enviaba sus poderes sanadores a través de la serpiente, la cual lamía la parte enferma en sueños, de ahí que los pacientes durmieran en sus templos ("incubatio"). Las curaciones de Asclepio tuvieron una gran extensión, y acudía a él gente enferma de todo el mundo antiguo para ser curada. Los miembros de la familia de Asclepio también ejercían funciones médicas, así, su mujer, Epíone, calmaba el dolor, su hija Higea era el símbolo de la prevención (el cuidado, de ahí el término "higiene"), su hija Panacea era el símbolo del tratamiento, su hijo Telesforo era el símbolo de la convalecencia, y sus hijos Macaón y Podalirio eran dioses protectores de los cirujanos y los médicos.

Las serpientes son, pues, un animal que guarda una estrecha relación con la capacidad curativa y envenenadora propia del ámbito femenino. Como hemos apuntado anteriormente, la mujer es quien tradicionalmente conoce las hierbas y los ingredientes medicinales, pero también los venenos; y en gran cantidad de textos incluso médicos de época medieval y renacentista encontramos la descripción del poder envenenador de la misma naturaleza femenina, como vemos en mi trabajo sobre el léxico referido a la mestruación.11

La adopción de la vara de Esculapio como símbolo médico. Hemos visto una confluencia de los dos báculos: el de Asclepio, con la serpiente, y el de Hermes, con alas. En su origen, el caduceo constaba de una rama de olivo y dos hebras de lana, las que sucesivamente fueron sustituidas por dos cintas blancas y luego por dos serpientes enlazadas, que en la parte superior se miran una frente a otra. Aunque el origen de las serpientes en el caduceo de Hermes es bien distinto, la similitud de ambos símbolos hace que el icono de la medicina tome rasgos de los dos.

El caduceo de Mercurio se empezó a usar como emblema de la medicina cuando Sir William Butts (1486-1545), médico de Enrique VIII de Inglaterra (1491-1547), lo puso en su escudo nobiliario en 1538. Más tarde, el editor alemán Froeben, lo utilizó en la portada de la edición griega de la obra de Hipócrates, impresa en Basilea y traducida por Janus Cornarius; en el mismo año, el caduceo también figuró en la portada del diccionario y enciclopedia hipocrática de Anuce Foes, en la ciudad de Metz; tres siglos después, la casa editorial de libros médicos J.S.M. Churchill, lo usó como distintivo. En el siglo XIX el Cuerpo de Sanidad Militar de los Estados Unidos de América adoptó como emblema oficial el caduceo con las serpientes.

Cercano a este símbolo encontramos la copa con la serpiente, el actual símbolo de la farmacia: Hygea aparece representada como una mujer con una copa y una serpiente. Se cree que la serpiente vertía su veneno para ser utilizado como fármaco, con valor benéfico en principio. En el medievo empezamos ya a ver la copa con la serpiente pero en manos ya de un santo cristiano como San Juan Evangelista, de quien cuenta la leyenda que salvó la vida después de beber una copa con veneno, representando en la iconografía el veneno por una culebra que asoma por la copa.

Ya en el siglo XVII vuelve a verse la copa con la serpiente ahora, por fin, en manos de Hygea, incluso en un sello del Colegium Medico Pharmaceuticum de Delf aparece la diosa de pie sosteniendo en una mano el bastón de Asclepio y en la otra la copa con la serpiente. Durante todo el s. XVIII y XIX se extienden las representaciones de Hygea de diversas formas por toda Europa. Por ejemplo, el sello del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Salamanca, de 1917.

Entre los años veinte y treinta queda por fin la copa con la serpiente exenta: en Francia queda legislada como emblema oficial de los farmacéuticos en 1942, registrándose un modelo, que será el mismo para todas las farmacias. En España, donde no hay un modelo oficial, ha dado lugar múltiples interpretaciones en todo tipo de estilos más o menos acertados.

 

Conclusiones

Tras analizar testimonios textuales, históricos, sociales, religiosos, éticos y figurativos, observamos cómo las sociedades antiguas siempre han defendido el valor del cuidado por parte de la mujer como innato y necesario para su civilización. Así, algunas civilizaciones no permitían a las mujeres desarrollar labores fuera del hogar, a excepción de estas, consideradas propias de la naturaleza femenina, y así lo dejan ver en sus textos, costumbres, hechos históricos y símbolos.

Sin atender a una interpretación univocista ni equivocista, se constata que todas las sociedades occidentales han bebido de esa tradición grecorromana, donde la mujer supone un elemento clave en el buen funcionamiento de la sociedad, y los valores de lo femenino salen del hogar y se constituyen en el garante del cuidado de toda la sociedad. Estos valores, a través de la metodología hermenéutica, ponen de manifiesto el diálogo social entre las tradiciones y civilizaciones de diversos ámbitos y épocas en torno a un elemento esencial en todas ellas: la mujer cuidadora.

 

Bibliografía

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Dirección para correspondencia:
Facultad de Educación.
Campus de Soria, Universidad de Valladolid,
42004 Soria, España.
E-mail: tijero@fyl.uva.es

Manuscrito recibido el 06-05-2015
Manuscrito aceptado el 29-10-2015

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