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Index de Enfermería

On-line version ISSN 1699-5988Print version ISSN 1132-1296

Index Enferm vol.29 n.1-2 Granada Jan./Jun. 2020  Epub Oct 19, 2020

 

Cartas al director

Covid-19: cómo cuidar y no sucumbir en el intento

Covid-19: how to take care and not succumb in the attempt

Nieves Blázquez Lozano1 

1Unidad de Urgencias de Pediatría, Hospital Puerta del Mar. Cádiz, España.

Sr. Director: Durante la epidemia de COVID-19 se están desa-tando vivencias de todo tipo ante una situación que no habíamos previsto y que no habíamos enfrentado antes. Considero importante que las enfermeras compartamos nuestra experiencia. Por ello expongo la mía.

Ha sonado el despertador, son las 06:30 de la mañana. La verdad es que he dormido fatal esta noche. En los momentos de vigilia escuchaba respirar a mi marido y cada vez que se volvía hacia mí, me giraba para no tenerlo tan cerca, porque me sobresaltaba el miedo a poder contagiarlo. Trabajo en urgencias de un hospital público de Andalucía y estoy viviendo esta pandemia del COVID-19 con dos sentimientos muy distintos: temor y espíritu de lucha. Mi familia es mi motor y mi vida, temo causarles daño. Me siento en el borde de la cama. El primer pensamiento del día es para mi hija que también es enfermera en las Islas Canarias, mandándole fuerzas y ánimo desde Cádiz. Ojalá estuviera aquí trabajando conmigo. Respiro hondo y me meto en la ducha para despejar mi cabeza y serenar mis sentidos. Me tomo mi café escuchando las noticias que de nuevo no son muy alentadoras y voy a la entrada de mi casa. Allí tengo preparada la zona para dejar mi ropa y desinfectar los zapatos para no contaminar el resto de mi casa. Cojo mi bolsa, mi identificación y me dispongo a realizar el camino en solitario hasta el hospital.

Uno siempre piensa que las situaciones complicadas, las desgracias, los conflictos, son para otros, que este tipo de acontecimientos pasarán a nuestro lado sin rozarnos, como si fuésemos la rosa de La Bella y la Bestia metida en una urna de cristal. Es fácil contemplar desde lejos los problemas ajenos y respirar con alivio cuando pasan por tu lado casi sin rozarte. Pero esta vez me ha tocado estar al pie del cañón en esta pandemia, junto con mis compañeras, cuidando a quienes tanto nos necesitan e intentando no caer en el intento.

A finales de diciembre de 2019 la prensa nos bombardeaba con el aumento de casos de infección por Covid-19 en Wuhan. El resto del mundo permanecía impasible ante el discurrir de los acontecimientos pensando que seríamos intocables. Como si no existieran los aviones, las comunicaciones terrestres, la libre circulación. Como si las fronteras fueran muros elevados e infranqueables y nosotros afortunados estuviéramos viendo una representación desde bambalinas.

En aquellos primeros momentos, a pesar de la sensación de calma que nos ofrecían desde las instituciones, los medios de comunicación, los compañeros que trabajábamos en el Servicio de Urgencias de Pediatría estábamos “viéndolas venir” y empezamos a tomar medidas. El triaje se realizaba con dos metros de distancia a nuestra mesa, usábamos la mascarilla y guantes en el primer contacto con el paciente, realizábamos una primera criba de riesgo de contacto, contagio y viajes a o de zonas de casos, usábamos medidas de contención ante el peligro inminente que nos acechaba y llamaba a nuestra puerta a pesar de la distancia de los primeros casos. Comenzamos a formar equipos de trabajo para estar formados e informados. Una situación ideal de corresponsabilidad en momentos de calma cuando no le ves aún las orejas al lobo.

A finales de febrero de 2020 todo cambia. Ya está aquí. Entre todos los compañeros modificamos los circuitos de los pacientes, aunamos criterios, empezaron a mandarnos los protocolos de actuación que cambiaban hasta dos veces al día y para nuestra sorpresa descubríamos que algunos de esos cambios se realizaban en función de la escasa dotación de materiales de protección. Blindamos las Urgencias de Pediatría para asegurar que nadie del resto del hospital contaminase la zona y así contaminar a nuestros pequeños pacientes. Realizamos dos circuitos y dos puntos de entrada para los pacientes pediátricos: un circuito limpio para el resto de patologías de la infancia y adolescencia y otro circuito para todos los procesos febriles y respiratorios.

Este es el momento en el que empieza a reinar la tensión, la incertidumbre, el miedo a no poder afrontar el cuidado seguro de los pacientes con el consiguiente riesgo de contagio. Cada día que comenzamos nuestra jornada laboral deseamos que los días pasen rápidos y volvemos a casa con la sensación de estar metiendo al enemigo tras las puertas de tu hogar.

Qué gran verdad es que en los momentos difíciles es cuando realmente conoces al que tienes al lado, trabajando codo a codo contigo. En los momentos de tensión es cuando se caen las caretas y nos mostramos con lo mejor y también lo peor de nosotros mismos. En esos momentos he descubierto a grandes personas, grandes profesionales pero también ha sacado a flote actitudes de “sálvese quien pueda” por parte de otros. Cierto es que son minoría y pesa más el trabajo en equipo, una sonrisa de todo va a salir bien o alguien que alza la voz y grita ¡con esto podemos! Cuidar a los demás es nuestra elección, fue y es nuestra vocación. Pero con una premisa fundamental: hacerlo desde la calidad y la seguridad.

Vuelvo a casa después de mi turno, con una sensación agridulce. Con la certeza de que hemos dado todo lo que está en nuestra mano y con la inquietud de la desprotección. Me desvisto de nuevo en la entrada de casa, salgo corriendo a la ducha y cuando ya estoy lista pongo la mejor cara para tranquilizar a la familia y les digo: “vamos mejorando, todo saldrá bien”.

En estos momentos de alarma hemos recibido reconocimiento y muestras de apoyo por parte de la población. Se me hace un nudo en la garganta de emoción cuando veo a todos los vecinos aplaudiendo desde las ventanas y balcones, dándole valor al personal sanitario. Pero con solo valor no se cuida, se cuida con suficiente dotación de medios de protección que aseguren nuestra integridad física y mental, con provisión de material para asegurar el cuidado. Y tengo que reconocer que en muchas ocasiones se nos ha mandado a la batalla no como héroes, no lo somos, sino como mártires.

Ahora es el momento de luchar y de no desistir, pero también de pensar en el futuro. Espero que todos hagamos balance de nuestros errores y nuestras fortalezas, y me refiero a todos: profesionales sanitarios, ciudadanos, agrupaciones políticas, gobierno. La Sanidad Pública debe ser la niña mimada de nuestro país y hay que invertir todos los esfuerzos públicos, políticos y económicos para asegurar que podamos dar respuesta a la población en su conjunto con todas las garantías de calidad, seguridad y equidad en lo sucesivo, en nuevas situaciones de crisis y alarma.

Ahí hemos estado al pie del cañón, ahí hemos estado trabajando codo con codo, hemos puesto una nota de humor a situaciones tensas, se nos ha encogido el alma cuando el cuerpo de policía ha venido a animarnos a la puerta del hospital. Hemos mirado a nuestro alrededor y nos hemos aplaudido unos a otros. Orgullosa de ser enfermera, orgullosa de mis compañeros.

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