Florence NIGHTINGALE (1820-1910)
La enfermera debe distinguir la idiosincrasia de los enfermos. Uno prefiere sufrir para sí su propio dolor, con el fin de llamar lo menos posible la atención. Otro prefiere inspirar compasión y tener siempre a alguien a su lado. Ambas peculiaridades pueden observarse y habría que complacerlas más de lo que se hace, porque sucede que a veces se fuerza la asistencia al constante al primero, que no desean más que le "dejen solo", y se abandona al segundo, dándole la impresión de que no se le hace caso [...].
Sin embargo, parece que se han hecho pocos progresos en esta capacidad de observación. Enorme ha sido el aumento de conocimientos en patología -esa ciencia que nos enseña el cambio final producido por la enfermedad en el cuerpo humano -, pero escaso el que ha habido en el arte de observar los signos del cambio. O más bien, ¿no es de temer que la observación, como parte esencial de la medicina, esté en decadencia? [...].
Que la gente que tiene que observar la enfermedad y la muerte mire hacia atrás y registre en la memoria los signos que han precedido a una recaída, un ataque o la muerte, pero que no afirme que no había ninguno o que no eran los correctos.
La carencia del hábito de observar la situación del enfermo y la costumbre inveterada de sacar porcentajes medios son a menudo igualmente engañosas [...].
El poder formarse una opinión correcta debe depender totalmente de una investigación de las condiciones en las que vive el paciente. En una sociedad compleja, como la de las grandes ciudades, la muerte se produce con mucha menos frecuencia por cualquier enfermedad orgánica que por alguna enfermedad, tras muchas, que sumadas han producido el agotamiento necesario para morir [...].
Al tratar de la importancia vital de la observación profunda, no se debe perder de vista cuál es su fin. No es para amontonar más información sobre hechos curiosos, sino para salvar vidas y aumentar la salud y la comodidad. La cautela puede parecer inútil, pero es bastante sorprendente ver cómo tantos hombres (también hay mujeres que lo hacen) se comportan prácticamente como si el fin científico fuera el único que se persigue, o como si el cuerpo enfermo no fuera más que un depósito para guardar medicamentos y la enfermedad quirúrgica, solo un caso curioso que el que la sufre ha originado para información especial del que lo atiende.