Sr. Director: A inicios de la pandemia por la enfermedad de coronavirus (Covid-19), producida por el virus SARS-CoV-2, las autoridades en salud emitieron recomendaciones a todos los países a fin de salvaguardar la integridad física de la población.1 En México, ante la complejidad de la pandemia se priorizó la reconversión hospitalaria, capacitación al personal de salud, brigadas de vigilancia a los casos sospechosos y atención de casos confirmados, instalación de filtros sanitarios, pruebas virales de diagnóstico, sanitización de espacios públicos, jornadas de vacunación y confinamiento. Esta última pauta estratégica suscitó el cierre de escuelas y plazas comerciales, se llegó a restringir la interacción entre personas, aplicar de forma obligatoria las medidas para prevenir el contagio por Covid-19, suspender eventos o limitar el número de asistentes,2 los cuales causaron importantes cambios en los sectores socioeconómicos y el estilo de vida de las personas. En particular, los adolescentes describieron que esta pauta brindó algunos beneficios, por ejemplo, pasar más tiempo con la familia, involucrarse en las tareas del hogar o alimentación, adaptar espacios para actividades escolares, de recreación, reflexión introspectiva y utilizar herramientas tecnológicas para mantener las relaciones sociales entre familiares o amigos. Además, el empleo de las tecnologías fue de gran apoyo para la formación académica en los diferentes niveles.3
No obstante, desde nuestro punto de vista como profesionales en enfermería, en los centros para la atención primaria de salud ubicados en zonas rurales se percibieron desafíos en el transcurso de la pandemia, no solo para los adolescentes, sino también en la población general. Dentro de ello, las discrepancias en relación a los recursos humanos y materiales para hacer frente a esta problemática en comparación de otras zonas con mayor desarrollo social. A su vez, la adopción de recomendaciones sanitarias según las fases de la pandemia y el apego al confinamiento no fueron totalmente ejercidos en las comunidades, ya que su localización o características de vulnerabilidad social, económica, de salud, educativa y demás pudieron fungir como barreras para poner en práctica la estrategia.4
Por otra parte, las acciones dirigidas por profesionales en enfermería para promover estilos de vida saludables en los adolescentes de estas comunidades disminuyeron, porque previo a la pandemia era posible realizarlas en instituciones educativas. Además, los adolescentes asistían con regularidad a citas médicas de forma individual o en familia y se integraban a pláticas de educación en salud junto a grupos de pares. Sin embargo, a raíz de la prescripción del confinamiento, fue más complejo llevar a cabo dichas acciones debido al cierre de las escuelas, el cese de actividades de promoción en modalidad presencial, la incertidumbre por las frecuentes alertas sobre el progreso de la contingencia sanitaria e incremento en las prevalencias de contagio y muertes por Covid-19. En consecuencia, algunos adolescentes refirieron que en el período de confinamiento aumentaron su peso corporal, hubo mayor ingesta de bebidas azucaradas y alcohólicas, fueron más sedentarios, dedicaron más tiempo a los dispositivos electrónicos, presentaron problemas posturales, acné o síntomas de estrés y ansiedad.
Estas manifestaciones se consideraron secundarias de la pandemia, pero no pasaron desapercibidas para los profesionales en enfermería aun cuando la atención se centralizó en los casos positivos a Covid-19, por ello, se aprovechó el momento en que los adolescentes requirieron servicio médico por cierto síntoma o enfermedad, esto para instruir y reforzar los conocimientos sobre las medidas de prevención del virus. Al mismo tiempo, se fomentó el autocuidado a través de acciones como una alimentación acorde a la disponibilidad del recurso económico familiar, consumo de frutas y verduras de temporada, períodos de descanso y horas ideales de sueño, higiene personal, educación sexual, técnicas para organizar sus actividades diarias, actividad física a tolerancia o de ocio personal (juegos de agilidad mental, leer, escuchar música, entre otras) a modo que pudieran contribuir al bienestar físico y psicosocial durante el confinamiento.
Si bien, la propagación e impacto de la pandemia en comunidades rurales fue menor en contraste con las regiones urbanas, pero creó un espacio de análisis y reflexión para la disciplina de enfermería, especialmente, enfocar las acciones de promoción en los adolescentes a pesar de los retos apreciados. En definitiva, la práctica asistencial muestra oportunidades para los profesionales en enfermería al ser el primer contacto en el proceso de atención en salud y proveer cuidados con la finalidad de mejorar las destrezas, fortalecer vínculos intra e interpersonales, apoyar la toma de decisiones, estimular el pensamiento crítico y autonomía en beneficio de los adolescentes, ya que se encuentran en una etapa de crecimiento y desarrollo humano de reconocida vulnerabilidad, caracterizada por diversos cambios o conductas relacionadas con el estilo de vida que pueden apreciarse como factores protectores o de riesgo para enfermedades.