Sr. Director: La evaluación clínica de los niños en los consultorios de enfermería conlleva experiencias que típicamente se esperan ocurran con cierta certeza. Por ejemplo, vacunación, medidas antropométricas, exploración física y la evaluación de habilidades de aprendizaje. Estas prácticas rutinarias suelen llevarse a cabo en contextos formales dentro del entorno del consultorio de enfermería.1
En los consultorios de enfermería es posible identificar diversos estresores que pueden afectar a los niños desde el punto de vista psicológico. Estos incluyen el sentir dolor, miedo y ansiedad durante la administración de vacunas. Asimismo, experimentar incomodidad y nerviosismo debido a ser colocado en posiciones poco habituales durante las mediciones antropométricas, sentimientos de frustración y fracaso en ocasiones en las que no logran cumplir con tareas de evaluación de habilidades.2
Además, la presencia de entornos desconocidos puede resultar intimidante para los niños que no están familiarizados con el lugar. La exploración física, aunque necesaria, puede provocar sensaciones de incomodidad y desconfianza. La separación del padre o cuidador durante el proceso de evaluación también constituye un factor estresante adicional para el niño.3
Debido a la diferencia, tanto cuantitativa como cualitativa, en las experiencias y aprendizajes acumulados por los adultos en comparación con los niños, y al desarrollo cognitivo involucrado en la resolución de problemas, es probable que el niño tenga una menor capacidad para superar satisfactoriamente las demandas de un estresor, como las que podría experimentar en una situación de evaluación. Estas situaciones pueden generar experiencias negativas que influirán en su conducta, manifestándose en forma de rechazo y resistencia a la evaluación clínica.4
Finalmente es esencial que los profesionales de la salud reconozcan estos estresores y trabajen de manera colaborativa para minimizar el impacto emocional en los niños durante el proceso de evaluación en los consultorios. La empatía, involucramiento de los padres, la comunicación clara y el establecimiento de un entorno acogedor son elementos cruciales para mitigar estos efectos y garantizar una experiencia más positiva para los niños y sus cuidadores.