Las relaciones que se construyen entre los seres humanos, en una correlación bidireccional, permiten confiar en el otro cuando concuerdan con nuestros patrones de vida.1 En el encuentro con el otro, nos identificamos con él, lo reconocemos y comienza a construirse la confianza.
La confianza es “un conglomerado de actitudes, deseos, creencias, emociones y expectativas…”2:13 que impregna nuestra vida. Confiamos en las personas, las instituciones, en la naturaleza y en nosotros mismos. Los actos de confianza, mientras más veces se repiten, obteniendo los mismos resultados, más confianza genera en los individuos.3
Algunos autores señalan que la confianza es uno de nuestros más importantes recursos morales. En una sociedad impregnada de confianza, será mucho más fácil que las personas puedan desarrollar sus proyectos de vida de manera segura y feliz. Por lo tanto, la confianza es un recurso moral básico, donde su presencia hace que las personas adquieran un mayor compromiso y den lo mejor de sí mismas para alcanzar sus objetivos.4
El confiar en uno mismo y en los demás alude a un acto de seguridad del yo y es parte de las relaciones que construye el sujeto. Por tanto, este acto implica el intercambio de conocimiento, creencias, sentimientos o acciones, donde un individuo entrega, y el otro recibe, lo que da paso a una experiencia de credibilidad. La confianza mutua “es el grado más elaborado de la confianza y constituye el fundamento de la cooperación, es decir, relaciones interdependientes que giran hacia los objetivos y los intereses comunes”,5:91 aspecto fundamental en la relación paciente-proveedor de salud, especialmente en todos aquellos procesos en que es necesario modificar un curso de acción.
El concepto de confianza tiene múltiples acepciones dependiendo de la estructura y la disciplina desde donde se define. Desde la psicología, tiene relación con lo interpersonal, donde juegan un papel decisivo las relaciones de colaboración de personas o grupos de ellas y la esperanza entre las partes.6 Desde la sociología, se dice que la confianza es “un estado que involucra expectativas de confianza positivas acerca de los motivos de otros, hacia situaciones que conllevan riesgo para uno mismo”.7:36 Esto determina que las personas tienden a confiar en los expertos, frente a situaciones de ignorancia e incertidumbre.
En el proceso de atención de salud, especialmente en lo que respecta a las enfermedades crónicas, donde es necesario muchas veces modificar estilos de vida que involucran no solo al paciente, sino que también a su familia y grupos referentes, la confianza se hace indispensable. Allí, la colaboración de los agentes involucrados y su compromiso juegan un rol preponderante para apoyar el cuidado de la salud de personas, familias y comunidades.8
De acuerdo a lo anterior, la confianza será un elemento de vital importancia para lograr los cambios que se han propuesto entre el paciente y el profesional de salud. Por ello, este último deberá entender, empatizar y escuchar con máxima dedicación a quien acude a solicitar asistencia sanitaria. En otras palabras, el profesional de salud debe mantener la mente abierta a todas las posibilidades, ser flexible, responder a las dudas y cumplir siempre las promesas formuladas. Así mismo, deberá confiar en el paciente, en sus capacidades y habilidades, que servirán como activos, para empoderar a los individuos en la elección de las mejores decisiones, en beneficio de su propia salud.
Por otra parte, el paciente confiará en el profesional de salud cuando este demuestre experiencia en su campo de acción, lo valore y le ayude a resolver los problemas que considera relevantes para mejorar su salud. En el mismo sentido, el paciente confiará en las instituciones de salud si el espacio de atención donde se ejerce la interacción entrega seguridad, tranquilidad y le permita, con la más amplia libertad, expresar sus pensamientos, expectativas, fracasos e intimidades. Con ello, se alcanzará el propósito de incorporar conocimiento y crecimiento a la persona, que le permitirá ir acortando la brecha entre la realidad y los objetivos que quiere lograr, respecto a su salud.7
La sensación de libertad que debiera respirarse en la relación de confianza, entre el proveedor de salud y el paciente, es clave para el crecimiento y compromiso de este, en los procesos terapéuticos. Es decir, si hay confianza, las personas adquieren un mayor compromiso, realizan las acciones en forma correcta, entregan información fidedigna y poseen mayor motivación para emprender acciones, esto es, entregar lo mejor de sí para aportar al logro de los objetivos terapéuticos previamente establecidos.
La confianza es también un soporte estratégico para el trabajo en equipo, especialmente en el área de la salud. Lo anterior, debido a que existen actividades multidisciplinarias que se suman desde las diversas unidades de la organización y que se conjugan de manera funcional para el logro de objetivos comunes, que en general apuntan hacia la promoción de la salud, prevención de enfermedades, curación y rehabilitación del individuo en la sociedad. Por ello, la confianza “se considera un activo fundamental para evitar el trabajo aislado, fomentar la colaboración, reforzar el trabajo en equipo, aumentar el compromiso y gestionar el interminable proceso de cambio”. 9:1
Así, para que el trabajo en equipo funcione, debe haber confianza entre sus miembros, como también entre los integrantes del equipo de trabajo y las organizaciones.
Estas últimas deben confiar en que sus trabajadores serán capaces de actuar de determinada manera frente a ciertas situaciones, aun cuando se deban asumir algunos riesgos. Así mismo, la institución debe aportar un entorno de trabajo seguro y eficaz, guiado por una cultura organizacional y con valores establecidos, lo que propiciará un desempeño profesional de mayor calidad.10
Por ello, se debe establecer una relación de reciprocidad, compartiendo los saberes y llevando un liderazgo integrador,11,12 más aún, en las instituciones de salud, hospitales, centros de atención primaria, clínicas, entre otros, donde es necesario propiciar, más que en ningún otro lugar, la colaboración de todos las partes involucradas y la conjugación de opiniones para orientar procesos de asistencia en salud adecuados. Los trabajadores de una institución deben ser aliados entre sí y, con el esfuerzo conjunto, tomar las mejores decisiones para obtener resultados de calidad.13-15 Por ello, la confianza debe ser parte de las relaciones, que se espera sean capaces de crear los pacientes y su proveedor de salud e instituciones. 16,17
No obstante, la confianza puede ser de fácil destrucción, debido a que cuando no se le otorga valor a la opinión o participación del otro, esta relación comienza a debilitarse hasta destruirse. Si alguna de las partes no confía en la otra, cualquier terapia, procedimiento o enseñanza, significa haber trabajado al alero del vacío, donde la persona se siente invisibilizada, vulnerable y poco satisfecha, el profesional de salud poco valorado e ineficiente y la institución de salud poco creíble. 18
Por tanto, lo mejor que puede suceder en una relación terapéutica de salud, es confiar el uno en el otro. Y es aquí donde cobra relevancia la frase “confía en mí que yo confío en ti”, ya que cuando existe una relación de confianza, fluye la comunicación y la motivación por hacer las cosas, facilitando los cambios requeridos que la persona necesita para el logro de los objetivos planteados, con un alto grado de satisfacción en dicho proceso.
La confianza es un concepto multidimensional que involucra mente y emoción, conducta indispensable para el desarrollo del trabajo en equipo y de las relaciones interpersonales, especialmente en una relación terapéutica de atención en salud. Se hace relevante, entonces, adquirir el compromiso permanente, de construir positivamente culturas de confianza en todas las dimensiones de la asistencia sanitaria, lo que guiará a mejorar la seguridad, la experiencia del paciente, la innovación y la calidad de la atención de salud, en beneficio de las personas.













