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Revista de la Sociedad Española del Dolor

versión impresa ISSN 1134-8046

Rev. Soc. Esp. Dolor vol.12 no.3 Madrid abr. 2005

 

ORIGINAL


 

¿Para qué sirve un neurólogo en una Unidad del Dolor?

A. Martínez-Salio1,2, L. Vicente2, M. S. Acedo2 y M. Urbano2



Martínez-Salio A, Vicente L, Acedo MS, Urbano M. The role of the neurologist in the pain unit? Rev Soc Esp Dolor 2005; 12: 146-153.

 

SUMMARY

Introduction:

In the Multidisciplinary Chronic Pain Unit at the University Hospital "12 de Octubre" work a full-time anesthesiologist, a full-time specialist in internal medicine and a full-time rheumatologist. They are supported by an occupational therapist and a psychologist. We review the usefulness of a neurology support service, which was originally aimed to contribute to the management of patients with neuropathic pain, an specialty that in our hospital setting has traditionally not been involved in the care of these patients referred to pain units.

Methods:

We describe the activity of a neurology service over a six-month period. Such service is integrated in the Pain Unit and it is staffed by a neurologist that one day during the week assesses the patients referred to him by the Unit, issues an interconsultation report and discuss his/her opinion with the referring physician or with the whole Unit. Demographic data, source of referrals to the Unit, reason of the referral to the Unit, reason of the referral to the neurology service, prior treatment, pain severity, length of evolution, diagnosis, presence and severity of neuropathic pain, presence or absence of occupational or legal psychiatric disorders, and whether the etiological diagnosis changed after consultation, physiopathogenic mechanisms involved in pain, and study plan, treatment, follow-up and destination.

Results:

The analysis of our study population, compared to the overall population of patients referred to the Unit, shows that our subpopulation has a greater mean age compared to the population referred to the Unit and is of a high complexity, not only due to pain, but also to chronicity, severity and a long history of prior treatments. Interestingly, a significant percentage of the patients referred did not have neuropathic pain. Etiological diagnosis was changed in a few cases, but is most of them a better exploration of physiopathogenic mechanisms involved in neuropathic pain resulted in the variation of diagnosis study, therapeutic options and prognosis. Finally, when comparing the patients referred to our service with those of an outpatient neurology service, the absence of headaches and central pain conditions that could benefit from therapeutic options provided by a pain unit is surprising.

Conclusions:

We have shown how a consultant neurologist can be useful in a Pain Unit in order to contribute to the etiological diagnosis of complex patients, to confirm or discard the presence of neuropathic pain, to contribute to the study and description of several positive phenomena that are present and its potential relationship with specific physiopathological mechanisms, as the basis for ordering additional tests and treatments aimed to such mechanisms, to explain the patient the nature of his/her pain, and to help in the follow-up and prognosis. We believe that the model of a consultant neurologist integrated in a multidisciplinary chronic pain unit or working in parallel with an existing pain unit, improves the health care and the range of therapeutic options provided to patients with chronic pain. © 2005 Sociedad Española del Dolor. Published by Arán Ediciones, S. L.

Key words: Neuropathic pain. Multidisciplinary Pain Unit. Elderly. Pain management. Neurology.

 

RESUMEN

Introducción:

La Unidad Multidisciplinaria de Dolor Crónico del Hospital Universitario 12 de Octubre está compuesta por una anestesióloga, una internista y un reumatólogo con dedicación absoluta. Con ellos colaboran una rehabilitadora y una psicóloga. Se analiza la utilidad de una consulta de apoyo de neurología, en principio destinada a contribuir al manejo de pacientes con dolor neuropático, especialidad que en nuestro medio tradicionalmente no ha participado en la atención a estos pacientes dentro de las Unidades del Dolor.

Métodos:

Se describe la actividad de la consulta de neurología durante seis meses. Dicha consulta está integrada en la Unidad, es desempeñada por un neurólogo que un día a la semana valora a los pacientes remitidos por la propia Unidad, emite un informe de interconsulta y discute con el médico remitente, o con toda la Unidad, su opinión. Se analizan las características demográficas, lugar de procedencia a la unidad, motivo de consulta en la unidad, motivo de consulta neurológico, tratamiento previo, intensidad del dolor, tiempo de evolución, diagnóstico, presencia e importancia del dolor neuropático, presencia o ausencia de patología psiquiátrica, laboral o judicial, y si hubo o no tras la consulta, modificación en el diagnóstico etiológico, de los mecanismos fisiopatogénicos involucrados en el dolor, en el plan de estudio, tratamiento, seguimiento y destino.

Resultados:

Al analizar nuestra población, en comparación con el conjunto de la población de la Unidad destaca que este subgrupo es de mayor edad que el atendido en la Unidad y es de gran complejidad, no sólo debido a su dolor sino también a su cronicidad, intensidad y larga historia de tratamientos previos. Llama la atención que en un porcentaje significativo de los pacientes remitidos no había dolor neuropático, se modificó el diagnóstico etiológico en una minoría, pero en la mayoría una mejor exploración de los mecanismos fisiopatogénicos del dolor neuropático contribuyó a la variación del estudio diagnóstico, opciones de tratamiento y pronóstico. Por último, al comparar los pacientes atendidos con los de una consulta de neurología ambulatoria sorprende la ausencia en esta no sólo de cefaleas sino también de pacientes con dolores centrales que se podrían beneficiar de las posibilidades terapeúticas de una unidad del dolor.

Conclusiones:

Demostramos cómo un neurólogo consultor en una Unidad del Dolor puede ser útil para contribuir al diagnóstico etiológico de pacientes complejos, confirmar o descartar la presencia de dolor neuropático, contribuir al estudio y disección de los diferentes fenómenos positivos presentes y su posible adscripción a mecanismos fisiopatológicos concretos, base de la indicación de pruebas complementarias, de tratamientos dirigidos a esos mecanismos, explicar al paciente la naturaleza de su dolor, ayudar al seguimiento y pronóstico. Creemos que el modelo de un neurólogo consultor integrado en una Unidad Multidisciplinar de Dolor Crónico, frente a otros modelos de consultas unidisciplinares o en paralelo con las unidades de dolor ya existentes, enriquece la atención y la gama de opciones terapéuticas de los pacientes con dolor crónico. © 2005. Sociedad Española del Dolor. Publicado por Arán Ediciones, S. L.

Palabras clave: Dolor neuropático. Unidad del Dolor Multidisciplinar. Anciano. Tratamiento del dolor. Neurología.

 



1Servicio de Neurología
2Unidad Multidisciplinaria de Dolor Crónico.
Hospital Universitario 12 de Octubre. Madrid

Recibido: 25-01-05.
Aceptado: 22-02-05.

 

INTRODUCCIÓN

Tras la Segunda Guerra Mundial, como respuesta por un lado al hallazgo de que los bloqueos de vías nerviosas con anestésicos locales eran útiles para el tratamiento del dolor, y por otro, a la conciencia creciente de que los pacientes con dolor crónico no recibían un diagnóstico y tratamiento correcto dada su complejidad, surgen en Estados Unidos los primeros programas multidisciplinarios para el estudio y tratamiento del dolor. Uno de los primeros, bien descrito en la literatura, es el formado por el doctor John J. Bonica en el Hospital General de Tacoma en Washington, que se convirtió en clínica a finales de los años cincuenta (1).

A partir de esa fecha las Unidades del Dolor se extendieron primero por Estados Unidos y después por Europa y el resto de los países desarrollados, llegando también a España, donde todavía se siguen creando. Así la Unidad para el Estudio y Tratamiento del Dolor del Hospital Universitario 12 de Octubre, primera en nuestro país, se creó con carácter multidisciplinar por una disposición de la Dirección General del Insalud el 28 de noviembre de 1981, siendo su primer director el doctor J. L. Madrid Arias y, como médico adjunto con dedicación exclusiva, la doctora L. Vicente-Fatela, coautora de este artículo, siendo dotada de espacio físico propio, camas de hospitalización y medios técnicos.

Las Unidades del Dolor nacieron como clínicas multidisciplinares, que debían contar con anestesiólogos (los especialistas mejor preparados para realizar técnicas diagnósticas y terapéuticas intervencionistas, manejar fármacos anestésicos y analgésicos y sus diferentes vías de administración), neurocirujanos (para la realización de técnicas neuroquirúrgicas), neurólogos, rehabilitadores, cirujanos ortopédicos, internistas, psiquiatras y psicólogos, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, terapeutas sociales y enfermería entrenada. En situación ideal, este equipo, con dedicación parcial o total al dolor, debería estar en un hospital general con posibilidad de poder realizar interconsultas a otros servicios, disponer de laboratorio y radiología, así como programas de docencia e investigación.

Sin embargo, con la extensión de las unidades, han variado su composición o su función, perdiendo su condición de multidisciplinares (así se encuentran unidades formadas en exclusiva por anestesiólogos, por neurocirujanos, por neurólogos, por rehabilitadores), especializándose en un método de tratamiento (clínicas unimodales dedicadas a bloqueos nerviosos, electroestimulación, acupuntura, ozonoterapia, salud mental, etc.) o en un síndrome específico (centros para dolor lumbar, cefalea, dolor oncológico, lesión medular). La Sociedad Española del Dolor (2) en su página de acreditaciones, señala que para ser una unidad multidisciplinar para el estudio y tratamiento del dolor (nivel IV) deben estar integradas por al menos dos especialidades médicas en el staff (uno de ellos anestesiólogo o neurocirujano), así como un psicólogo, y debe contar con colaboradores de, al menos, tres especialidades diferentes. Dichos colaboradores deben estar nominados y tener una relación estable con los miembros de la unidad del dolor mediante la realización de sesiones interdisciplinares.

Es en este contexto donde se sitúa la existencia de un neurólogo colaborador. El papel inicial de un neurólogo en la unidad del dolor es el diagnóstico del dolor neuropático, la comprensión de sus mecanismos y la planificación de acuerdo con ellos de su tratamiento (3). El dolor neuropático es el dolor producido por la lesión o disfunción del sistema nervioso nociceptivo; constituye un dolor muy frecuente, que afecta a unos dos millones de españoles (4), de difícil manejo. Pero dicho papel se extiende a prácticamente todos los pacientes con dolor crónico, ya que el dolor neuropático está presente como componente fundamental o secundario en estos pacientes, siendo muchas veces difícil o imposible su separación, e incluso pacientes con otros tipos de dolores (nociceptivo somático o visceral y psicológico) se benefician de la evaluación diagnóstica y terapeútica, dado que también en ellos interviene un sistema nervioso intacto en el primer caso, o con activación exclusiva de su componente afectivo-emocional o del nivel cognitivo en el segundo.

La Unidad Multidisciplinaria de Dolor Crónico del Hospital "12 de Octubre" estaba compuesta, en el momento de realizar este estudio, por una anestesióloga, una internista y un reumatólogo con dedicación absoluta. Junto a ellos trabajaba una rehabilitadora y una psicóloga especializada en este tipo de pacientes. En este contexto se crea, como colaboración estable, una consulta de apoyo de neurología, especialidad que tradicionalmente no ha participado en la atención de estos pacientes. Describimos la actividad de esta consulta durante seis meses.


MATERIAL Y MÉTODOS

La consulta de Neurología ocupa uno de los despachos de la Unidad, es desempeñada por un neurólogo con interés en dolor que, un día por semana, valora los pacientes remitidos por la propia unidad, ya sean estos nuevos (como parte de la valoración inicial de pacientes con dolores complejos), sucesivos en la unidad (como parte del seguimiento y de valoración de la respuesta al tratamiento), o los remitidos a esta como segunda opinión. El fin de la consulta no es sustituir o corregir al especialista que lleva al paciente, sino contribuir, si es posible, a un mejor diagnóstico o manejo del paciente con dolor crónico complejo.

El tiempo asignado a cada paciente nuevo oscila entre cuarenta y cinco minutos a una hora, pudiendo ser mayor en casos seleccionados. Este tiempo es muy superior al que dispone un neurólogo en una consulta ambulatoria del área, lugar donde estos pacientes eran remitidos previamente, que en esta zona oscila entre siete y diez minutos.

Una vez valorados los pacientes, de cada uno emite un informe de interconsulta en el que consta una opinión diagnóstica, se aconseja sobre el estudio y el plan de tratamiento, y se decide su seguimiento. Los pacientes se discuten con el miembro de la unidad remitente o, si son de especial complejidad, con toda la unidad en una sesión semanal.

Se analizan las características demográficas (edad, sexo, estado civil, profesión, situación laboral), el servicio de procedencia a la unidad, motivo de consulta y motivo de consulta neurológico, tratamiento previo, intensidad del dolor, tiempo de evolución, diagnóstico, presencia e importancia del dolor neuropático, presencia o ausencia de patología psiquiátrica, laboral o judicial, y si hubo o no tras la consulta, modificación en el diagnóstico etiológico, fisiopatológico, tratamiento, pronóstico y seguimiento. En los apartados oportunos se hizo una comparación con los pacientes con dolor neuropático atendidos en la consulta de neurología general, actividad que ocupa la mayor parte del trabajo asistencial del primer autor, y con los atendidos en la unidad, datos recopilados pero no publicados previamente.


RESULTADOS

Durante los seis meses analizados se valoraron sesenta y dos pacientes nuevos (omitimos del análisis los pacientes que se vieron en esta consulta de modo sucesivo). La edad media fue de 55,5 años, con una moda de 68, ya que raramente se valoran pacientes de edad pediátrica. La edad media es un poco mayor que la general de los pacientes de la unidad, y se aproxima a la de la consulta de neurología de área. Prácticamente la mitad fueron varones y la otra mujeres (53,2/46,8%). El 80% de los pacientes están casados o viven en pareja, pero un 5% viven solos. El 43% de los pacientes estaban jubilados, lo que corresponde a la moda de edad, coherente con una población anciana, pero hasta un 30% estaban de baja, casi un 10% tenía reconocido algún grado de invalidez y tan sólo un 15% estaban trabajando.

La mayoría de los pacientes remitidos a esta consulta de Neurología en la unidad del dolor provienen originalmente de Traumatología (25,8%), Neurocirugía (22,6%), Neurología (11,3%), Reumatología (9,7%) y Rehabilitación (8,1%). Los pacientes enviados para una segunda opinión desde otra unidad de dolor fueron el 9,7%. La distribución es similar a la de los pacientes remitidos por cualquier tipo de dolor a la unidad, salvo por una mayor representación de los pacientes enviados por Neurología y para segunda opinión, y una menor de los remitidos por Psiquiatría. El motivo de consulta principal fue el de dolor lumbar y en extremidades inferiores, acorde con el atendido en la unidad. El motivo de consulta neurológico más importante fue buscar el diagnóstico, etiológico o sobre todo de los mecanismos fisiopatogénicos involucrados en el dolor crónico del paciente, siendo mucho menos importante la demanda de una valoración terapéutica. El resto fue como parte de una valoración inicial multidisciplinar de pacientes complejos y para segundas opiniones. El diagnóstico neurológico mayoritario fue el de radiculopatía, junto al de dolor nociceptivo somático articular lumbar, acorde con la gran demanda de pacientes, operados o no, con dolor lumbar o lumbociático que recibe la unidad. Tras este diagnóstico destacaba el de síndrome de dolor regional complejo y a continuación están las neuropatías periféricas, las polineuropatías, los dolores medulares, de amputación y psicógeno.

La mayoría de los pacientes recibían ya tratamiento analgésico e incluso un tercio recibía tratamiento para el dolor neuropático (básicamente gabapentina y amitriptilina), referían una intensidad de dolor media-alta y un tiempo de evolución medio de 38,2 meses (moda de 24 meses), siendo por tanto dolores crónicos. Había problemática psiquiátrica asociada (entendiendo por esta la que requirió consulta psiquiátrica o psicológica) en casi la mitad de los pacientes (43,5%), algo menor que la general de la unidad, y laboral (entendiendo por ella bajas laborales prolongadas o procesos de tribunales laborales) en el 22,6%, explicable por la media de edad, también un poco superior a la de la unidad. Obviamente, la mayoría de los pacientes remitidos tenían dolor neuropático, ya fuera como componente fundamental de su dolor crónico o sobre todo de modo asociado, pero sorprendentemente un 17,7% no lo tenían.

Esta consulta modificó el diagnóstico etiológico en un tercio de los pacientes (32,3%), destacando en esta proporción las segundas opiniones y los síndromes de dolor regional complejos. Hubo modificación en su diagnóstico fisiopatogénico en un 88,7%. Se aconsejó una modificación del tratamiento como consecuencia del dato anterior en un 56,5% de los pacientes, se modificó el pronóstico o se le explicó con respecto a los nuevos datos al 24,2% de los pacientes y se recomendó una nueva consulta a un 30,6% de los pacientes, si bien el seguimiento siempre depende de la opinión de los otros médicos de la unidad.


DISCUSIÓN

En los últimos años asistimos a un aumento en la demanda de unidades especializadas en el manejo del dolor. Hay un triple motivo para ello. El primero, presente en nuestra área, es el simple aumento demográfico de la población asistida, originado por la construcción de nuevos barrios, por la importante llegada de población inmigrante (5), por la población desplazada (en general pacientes ancianos que habitaban un medio rural y que vienen a vivir con sus hijos cuando son dependientes) y últimamente por el trasvase de población atendida por seguros privados, trabajadores de grandes empresas, que con la extinción de los mismos pasan a la sanidad pública. El segundo es el aumento de la esperanza de vida de los españoles que conlleva un mayor número de pacientes ancianos, con enfermedades degenerativas o asociadas a la edad, muchas de las cuales cursan con dolor, lo que junto a un aumento del nivel cultural, hace que exijan una mayor calidad de vida en la cual, uno de los factores limitantes, es el dolor (6). El tercero es el aumento de la complejidad de los cuadros dolorosos que se atienden; los pacientes que acuden a las unidades del dolor son pacientes con información previa (lo cual no quiere decir que esta sea de calidad), pluripatología, experiencia con fármacos, terapias alternativas y, a menudo, sometidos a diversos procedimientos invasivos o quirúrgicos con importante iatrogenia.

En este contexto de mayor demanda y complejidad es donde las clínicas o centros multidisciplinarios del dolor tienen su papel. De hecho, actualmente las unidades del dolor no se entienden si no son multidisciplinares (7) y así, existen llamamientos firmes de organismos internacionales como la IASP para que se constituyan unidades multidisciplinares en todos los países (8). Es en este contexto, como especialista colaborador en una Unidad del Dolor donde surge el papel del neurólogo, en principio involucrado en el manejo del paciente con dolor neuropático crónico. El dolor neuropático (aquel causado por una lesión o disfunción del sistema nervioso) es uno de los cuadros álgicos más frecuentes, complejos y rebeldes al tratamiento. Ello es debido a una doble vertiente: por una parte es un dolor de difícil diagnóstico (en ocasiones no existe una etiología clara descubierta por las pruebas diagnósticas, coexisten otros factores -psiquiátricos, medicolegales, psicosociales- que pueden modificar la expresión de la enfermedad, los diagnósticos pueden no tener un significado etiológico -dolor facial atípico, fibromialgia- o se requiere una perspectiva histórica de la evolución del paciente) (3); y por otra, es un dolor de complicado tratamiento, ya que responde mal a los analgésicos convencionales (antiinflamatorios no esteroideos, opiáceos) y aunque hay tratamientos que palian el problema, no existe tratamiento definitivo establecido (9).

La causa última de nuestro relativo fracaso en el diagnóstico y terapia del dolor neuropático reside en nuestra falta de conocimientos sobre los mecanismos fisiopatológicos responsables del mismo. Y es esta la clave actual para el manejo de estos pacientes, en los que se aconseja modificar el enfoque tradicional del tratamiento, pasando de la etiología y la distribución topográfica a los posibles mecanismos fisiopatogénicos implicados en cada paciente, adaptando las terapias a estos últimos. En los pacientes con dolor neuropático la relación entre etiologías, mecanismos fisiopatogénicos y síntomas es compleja. Así el dolor que se manifiesta en diversas enfermedades puede deberse a mecanismos comunes. Un mecanismo del dolor no es consecuencia inevitable de una determinada enfermedad, y de hecho, sólo unos pocos pacientes sufrirán dolor neuropático sin que podamos predecir cuáles serán. Un mecanismo puede ser responsable de diferentes síntomas. Es más, el mismo síntoma en dos pacientes puede ser causado por diferentes mecanismos. Finalmente, en un mismo paciente puede actuar más de un mecanismo, y estos pueden cambiar con el tiempo. De ahí que sea imposible predecir los mecanismos responsables del dolor basándose sólo en la etiología o en la distribución y naturaleza de los síntomas. Por ello se aconseja en la literatura actual un cambio de estrategia, consistente en identificar los mecanismos involucrados, que expliquen los síntomas y signos de cada paciente, y hallar así el tratamiento óptimo para cada paciente. El primer paso imprescindible en el tratamiento de cualquier paciente con dolor neuropático es el estudio y disección de los diferentes fenómenos positivos presentes, y su adscripción a mecanismos fisiopatológicos concretos (10). Y así, es el neurólogo consultor un especialista que puede ser útil para colaborar en el diagnóstico, para comprender sus mecanismos, y para ayudar a planificar el tratamiento. Es con este ánimo como surge la consulta de neurología aquí expuesta. Dicha consulta intenta sustituir los tradicionales partes de interconsulta de la Unidad del Dolor al Servicio de Neurología, que acababan recayendo en consultas ambulatorias saturadas, vistos por distintas personas, no siempre interesadas en este campo, en un tiempo escaso, sin contacto directo con los miembros de la Unidad, sin involucrarse con pacientes tan complejos, ni participar del proceso terapéutico de los mismos.

Cuando se analizan los resultados de la consulta de neurología dentro de la Unidad del Dolor llaman la atención varios hechos. La edad media de los pacientes atendidos es un poco mayor que la general de los pacientes de la unidad y se aproxima a los de la consulta de neurología ambulatoria de neurología. Este hecho es coherente con el hallazgo de que numerosas enfermedades asociadas a la edad o degenerativas causan dolor, en especial articular y neuropático, y que este es causa de consulta por constituir un motivo de disminución de la calidad de vida. En este grupo de población se observa asimismo un gran número de personas, en especial mujeres que viven solas. De modo lógico, la mayor parte de los pacientes estaban jubilados, pero hasta un 30% estaban de baja y casi un 10% con algún grado de invalidez, hecho observable en el conjunto de pacientes referidos a la unidad. La alta proporción de pacientes con bajas prolongadas o con invalidez muestra la importancia de estas unidades, no sólo para mejorar la calidad de vida de los pacientes sino también los costes sociales y económicos que estas patologías crónicas representan.

La distribución de los servicios de procedencia inicial de los pacientes es similar a la de los pacientes remitidos por cualquier tipo de dolor a la unidad, salvo por una mayor representación de los pacientes enviados por Neurología (como era de esperar para dolores neuropáticos) y para segunda opinión (ya que, como hemos expresado más arriba, el dolor neuropático suele ser de difícil diagnóstico y manejo terapéutico). El motivo de consulta principal fue el de dolor lumbar y en extremidades inferiores, acorde con el atendido en la unidad. La cefalea, más prevalente en la población general que el dolor lumbar y primera causa de demanda sanitaria en la consulta de Neurología ambulatoria, prácticamente no llega a las Unidades del Dolor, seguramente por estar bien tratada en medicina de familia y neurología y porque no suelen requerir, salvo excepciones, otras terapias diferentes de las farmacológicas. El motivo de consulta neurológico (expresado libremente por los médicos de la Unidad del Dolor remitentes del paciente) más importante fue buscar el diagnóstico etiológico, o sobre todo de los mecanismos fisiopatogénicos involucrados en el dolor crónico del paciente, siendo mucho menos importante la demanda de una valoración terapéutica. Esto concuerda con uno de los objetivos iniciales de esta consulta, hacer una adecuada exploración de los fenómenos positivos presentes y su adscripción a mecanismos fisiopatogénicos, para adecuar las opciones terapéuticas al dolor del paciente. Por ello algunos pacientes fueron vistos como parte de una valoración inicial multidisciplinar en dolores complejos, pero llama la atención las numerosas valoraciones para segundas opiniones remitidas desde otros centros.

El diagnóstico neurológico mayoritario fue el de radiculopatía, junto al de dolor nociceptivo somático articular lumbar, acorde con la gran demanda de pacientes, operados o no, con dolor lumbar o lumbociático. Tras este diagnóstico destacaba el de síndrome de dolor regional complejo, diagnóstico este realizado en muchas ocasiones por vez primera en esta unidad, entidad que sospechamos está infradiagnosticada y, por tanto, mal tratada. La distribución de las causas de consulta (según hemos detallado en los resultados) es representativa de los dolores neuropáticos remitidos a la unidad. Pero cuando comparamos con los pacientes con dolor neuropático que acuden a la consulta de neurología ambulatoria, actividad usual del primer autor del estudio, además de cefaleas (que son bien manejadas en general por atención primaria y neurología, no suelen requerir terapias no farmacológicas y por ello no suelen llegar a las unidades del dolor), lumbociáticas (de menor intensidad de dolor, en general no intervenidas, entidad compartida con otras especialidades) y polineuropatías dolorosas, se observan algunos cuadros que a veces podrían requerir técnicas intervencionistas no disponibles en estas consultas o no realizadas por neurólogos, o que se podrían beneficiar de una valoración multidisciplinar (dolor neuropático central -postictus-, medular, plexopatías, neuralgias postherpéticas) que no llegan a las unidades del dolor, probablemente por la falta de neurólogos con interés en dolor integrados en ellas. De hecho, como respuesta a esta demanda, se están creando consultas y unidades unidisciplinares de dolor neuropático, en paralelo con las unidades del dolor (11), un modelo distinto al analizado en este artículo, que creemos tiene el inconveniente de perder la valoración multidisciplinar que al final tiene como objetivo aumentar y mejorar las opciones terapéuticas de los pacientes. Pero es más, cuando se observan los estudios de prevalencia de dolor neuropático en la población, con el gigantesco coste personal y económico que conlleva (12,13), se observa que la mayoría de estos pacientes, más aún si son ancianos (14,15), no alcanzan una atención especializada y se quedan en atención primaria, con lo que potencialmente privamos de tratamiento a un gran porcentaje de población. Es obvio, que al igual que está ocurriendo en los Estados Unidos y en otros países desarrollados, la demanda de profesionales y unidades que traten pacientes con dolor neuropático aumentará en nuestro país (16).

Si analizamos los tratamientos previos, es interesante observar que muchos pacientes, amén de diversas pautas analgésicas, ya han sido tratados con fármacos utilizados preferentemente para el dolor neuropático (básicamente gabapentina, pero también otros antiepilépticos, y amitriptilina, y también otros antidepresivos más modernos), en ocasiones con dosis, pautas o periodos de tiempo incorrectos, sin un claro objetivo fisiopatológico, sin una explicación al paciente de los efectos buscados y esperables, y lo que es peor, abandonados por efectos secundarios o falta de respuesta que no son tales, quemando tratamientos útiles. La mayor parte de los pacientes tenían dolores crónicos (lo que dificulta el tratamiento), de intensidad suficiente para repercutir en las actividades diarias, y con problemática psiquiátrica, laboral, judicial o de perjuicio asociadas, todo ello similar a las características de los pacientes que recibe la unidad. Lógicamente la mayoría de los pacientes vistos tenían dolores neuropáticos, a veces como componente fundamental, pero de modo más frecuente como dolor asociado. Sorprendentemente casi un quinto de los pacientes no tenían dolor neuropático. Son estos dos últimos datos los que aconsejarían junto a una valoración psicológica, una valoración neurológica inicial en pacientes con dolores crónicos complejos, independientemente de la sospecha de un componente neuropático, aumentando así la cantidad de pacientes con dolor de cualquier tipo que se pueden beneficiar de una valoración neurológica y de la participación del neurólogo en el proceso terapéutico.

Esta consulta modificó el diagnóstico etiológico en un tercio de los pacientes, proporción sorprendente en una Unidad del Dolor, que teóricamente en nuestro medio atiende a pacientes ya bien estudiados en otros servicios. Destacan en esta proporción las segundas opiniones y los síndromes de dolor regional complejos. Esta última entidad, tan variable y desconcertante, es hoy un reto no sólo diagnóstico sino sobre todo terapéutico a menudo infradiagnosticado y mal tratado (17). Hubo modificación en su diagnóstico fisiopatogénico en casi un 90% de los pacientes. Este dato es, en nuestra opinión, el que justifica una evaluación neurológica de la mayoría de los pacientes con dolor crónico complejo, ya que la tendencia actual frente al dolor de estos pacientes es planificar el tratamiento, como hemos explicado, no por etiologías, sino por los mecanismos fisiopatogénicos presentes en cada paciente. Esto repercute en un correcto tratamiento y probablemente será la forma de evaluar los diferentes tratamientos sobre el dolor neuropático en los ensayos futuros (10). Como consecuencia del dato anterior se aconsejó una modificación o mejora del tratamiento en más de la mitad de los pacientes, se contribuyó a la explicación del dolor y de los efectos esperables del tratamiento, y se recomendó una nueva consulta a un tercio de los pacientes, si bien el seguimiento depende de la opinión de los otros médicos de la unidad.

Dado que, como hemos hablado, el dolor neuropático es un tipo de dolor crónico ligado a la edad, con prevalencia creciente, de difícil diagnóstico y tratamiento, y por definición no es una enfermedad sino un síntoma neurológico, parece claro, como así mostramos en el artículo, que la presencia de un neurólogo como consultor de una unidad multidisciplinaria del dolor contribuye al diagnóstico etiológico y sobre todo fisiopatológico del dolor, confirma o descarta la presencia de dolor neuropático y el posible mecanismo del mismo, indica tratamientos para dicho componente, participando en el proceso terapéutico del mismo, y por último, puede ayudar a explicar al paciente la naturaleza de su dolor, seguimiento y pronóstico. Según algunos autores, además podría reducir el número de consultas a otros especialistas, así como el número de pruebas diagnósticas y aumentar las opciones terapéuticas de estos pacientes (3).

Como datos inesperados en esta consulta hemos observado cómo muchos dolores neuropáticos no llegan a estas unidades, probablemente por su escaso número y por el desconocimiento de médicos de familia y población de las posibilidades terapéuticas, y que el neurólogo también tiene un papel en la valoración diagnóstica y terapéutica de otros tipos de dolor crónico, incluyendo no sólo los que tienen un componente mixto (neuropático y no neuropático), sino también en dolores nociceptivos (en los que el sistema nervioso está intacto y transmite correctamente un dolor "patológico") y psicógenos, en los que hay una activación del componente cognitivo o emocional del dolor sin mecanismo nociceptivo o neuropático identificable.

Presentamos la labor de una consulta de neurología dentro de una unidad multidisciplinar del dolor. El neurólogo contribuye al diagnóstico y tratamiento de los pacientes tanto con dolor crónico neuropático, un dolor de importancia creciente y manejo difícil, cuyo tratamiento se debe basar, no tanto en la etiología, sino en los mecanismos fisiopatogénicos involucrados, como con el resto de pacientes con dolor crónico complejo. Creemos que esta labor dentro de una unidad multidisciplinar, siempre en colaboración y no en competencia con otros médicos especialistas con otra formación, es lo más útil para el correcto tratamiento de estos pacientes y que su generalización, así como una mayor educación de la población, contribuirá a que un mayor número de pacientes que hoy no llegan a estas unidades, puedan beneficiarse de las terapias existentes. Estudios futuros deben aclarar el papel del neurólogo en nuestro medio en el campo del dolor.

 

CORRESPONDENCIA:
Antonio Martínez-Salio
Unidad Multidisciplinaria del Dolor
Hospital Universitario 12 de Octubre
Ctra. de Andalucía, km. 5,400
28041 Madrid
Telf.: 913 908 000 (ext 8300)
e-mail: amsalio@yahoo.com

 

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