INTRODUCCIÓN
La visibilidad social de las mujeres ha sido casi inexistente en la historia de la humanidad. No sería hasta la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer de la ONU, celebrada en Beijing en 1995, cuando se comenzase a hablar del propósito de conseguir una igualdad de género efectiva.
En esta conferencia se establecieron las doce esferas prioritarias para las mujeres y, entre ellas, podemos destacar una sobre el empoderamiento, aunque no con esta denominación. Esta línea acogía el concepto de “la mujer en el ejercicio del poder y la adopción de decisiones” y buscaba la adhesión de las mujeres a otros planos de poder, como políticos y económicos, formando estas parte de la toma de decisiones y de liderazgo1.
Para poder conocer la desigualdad de género existente en España, utilizamos el “Índice de desigualdad de género”. Los elementos que mide este indicador son: salud reproductiva, empoderamiento y mercado laboral. España se encuentra en el puesto número 16 de los índices de desigualdad más bajos, con un 0,095/1. Aun así, las mujeres parecen tener una menor acción social, puesto que en materia de educación secundaria finalizada se encuentran por debajo, en porcentaje, de los hombres, así como en la política, donde solo un 38% de los escaños del parlamento pertenecen a las mujeres. En cuanto a trabajo, el 52,2% de las mujeres trabajan, frente al 65,8% de los hombres2.
Esto pone de manifiesto que, aunque en materia de políticas de igualdad alcancemos un bajo índice de desigualdad, en materia de conciencia social las mujeres siguen encontrándose con una mayor vulnerabilidad.
Y si de vulnerabilidad hablamos, otro grupo de la población que se encuentra en esa situación son las personas mayores de 65 años. Actualmente, el 18% de la población española se encuentra en la etapa de la vejez3. Tal y como se expresaba en el Libro Blanco sobre el Envejecimiento Activo, las mujeres mayores de 65 años han sufrido esta desigualdad por haber sido educadas en valores tradicionales, con un reparto de tareas y de roles según el sexo del individuo, lo que ha generado estereotipos de género y la incapacidad de estas mujeres para acceder al mercado laboral, a lo que se unen los estereotipos negativos asociados a la vejez, lo que incrementa la fragilidad4.
Las mujeres mayores sufren una doble desigualdad social, por el hecho de ser mujeres y de ser mayores. Es por este motivo que el proceso de empoderamiento, por su carácter urgente de acción en el presente, debería proyectarse sobre todo hacia ellas, para así generar una mayor calidad de vida.
Fomentar el empoderamiento conseguirá aumentar el autocuidado en las mujeres5. El cambio que se genera a nivel personal, con el incremento de la autonomía y la toma de decisiones, repercutirá directamente en el cuidado que se dedican las mujeres a sí mismas6. Así, la promoción de la salud en materia de empoderamiento de la mano de la enfermería es clave en este proceso que desemboca en un mayor estado de bienestar para estas mujeres.
OBJETIVOS
El objetivo principal de este estudio es “conocer la experiencia del empoderamiento de un grupo de mujeres mayores de 65 años”. Para ello, los objetivos específicos que nos marcamos son:
Analizar las características que miden el empoderamiento.
Conocer la experiencia del empoderamiento de un grupo de mujeres de 65 años en relación con cada una de las categorías identificadas.
Diseñar una visión general de la experiencia del empoderamiento a partir de la percepción de las mujeres entrevistadas.
METODOLOGÍA
Con el fin de obtener la información relativa al proceso y la experiencia del empoderamiento y para abordar el tema en profundidad, utilizamos la metodología cualitativa. Nuestro método de análisis de la información parte de la teoría fenomenológica.
La herramienta que utilizamos para recoger la información sobre la experiencia de las características del empoderamiento fue la entrevista en profundidad. Realizamos un guion de la entrevista basándonos en los conceptos que conforman el empoderamiento, obtenidos de una revisión bibliográfica y relacionados con las categorías obtenidas en los resultados.
Esta revisión se realizó en diversas bases de datos: PubMed, SciELO, Web of Science, TESEO, LILACs y Cuiden, también mediante el buscador de Google Académico. A su vez, se buscaron documentos de carácter gubernamental, estudios y planes municipales o regionales de igualdad o empoderamiento en la página del Ministerio de Sanidad, Políticas Sociales e Igualdad. Las principales palabras clave utilizadas en español fueron: “empoderamiento” y “mujeres mayores” y/o “mujer”, así como en inglés. Aumentaba la búsqueda en las bases de datos cuando, con la evidencia, conocíamos alguna característica del empoderamiento, añadiendo a las palabras clave anteriores otras como: “autoestima”, “ámbito social”, “educación”, “autonomía” y “confianza”. Se utilizaron filtros, como el de idioma, seleccionando la evidencia que se encontrase en español, inglés y portugués, a texto completo y con un intervalo de años desde 2010 hasta la actualidad. Posteriormente, ampliamos la búsqueda sin utilizar un intervalo determinado de años.
La muestra seleccionada incluía 5 mujeres del Barrio de Vistabella, en Murcia. El contacto con ellas se produjo tras su participación en un estudio de investigación en la Zona Básica de Salud de Vistabella, Murcia Este, dependiente del Área de Salud VII del Servicio Murciano de Salud, en el que nos encontrábamos trabajando. Este proyecto contaba con la aprobación del Comité de Investigación y la Dirección General del Área VII de Salud del Servicio Murciano de Salud de la Región de Murcia.
Los criterios de inclusión que se utilizaron fueron:
Mujeres mayores de 65 años.
Escala de Barthel, con una puntuación de 100 puntos.
Escala Minimental con puntuación mayor o igual a 29 puntos.
La recopilación de datos se produjo mediante la entrevista en profundidad a las cinco mujeres que firmaron el consentimiento informado y accedieron a formar parte de este estudio. En las Tablas 1 y 2 presentamos la contextualización de las entrevistas.
Puesto que en las entrevistas se mostraban las experiencias vitales de cada mujer en cuanto a sus situaciones familiares, se les explicó que no existía ninguna respuesta correcta y que no estarían sometidas a juicios de valor.
Al comienzo, se pidieron datos sociodemográficos como son: edad, nacionalidad, ciudad donde habitaban, estado civil, profesión, ocupación actual y cuántas personas vivían con ellas en su núcleo familiar, además de las personas que solían recibir en sus casas habitualmente o cuidaban.
Las entrevistas fueron registradas mediante grabadora y fluyeron con naturalidad.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Las características sociodemográficas de las entrevistadas reflejan similitudes entre ellas, como podemos ver en la Tabla 3.
En nuestra muestra, la edad media de las mujeres fue 71,6 años. Comprobamos que, una vez jubiladas, se ocupaban del cuidado de la casa, realizando el trabajo de “ama de casa”. Las 5 mujeres recibían en casa a sus hijos/as y/o sus cónyuges para comer o cuidar de sus nietos, o seguían viviendo con ellos.
Las categorías de respuesta obtenidas fueron cinco (Fig. 1):
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Categoría “Autoestima”: Dentro de ella encontramos tres subcategorías:
-Subcategoría “concepto de autoestima”: la definían como el valor que una persona se da a sí misma y quererse (EE01/EE04), encontrarse bien consigo mismas (EE02/EE05) o tener libertad para actuar o decidir sobre cualquier cosa (EE03).
-Subcategoría “valor”: como respuesta a la pregunta: “¿Qué valor crees que tienes actualmente?” EE01 comentaba que no se valoraba: “si yo siempre me creo que las cosas no las hago bien del todo. No me valoro…”. Tanto EE01 como EE02 relacionaban esta falta de valor con la educación recibida, ya que las mujeres en su casa tenían menos oportunidades y valor que los hombres. Este hecho se apoya en la investigación de Saez y cols.7, pues relacionaban la baja autoestima de las mujeres con haber crecido dentro de un sistema patriarcal. EE03 expresaba que su estado de ánimo y su valor iban variando y que en la actualidad se encontraba mejor que antes. EE05 consideraba que sí creía tener valor para algunas cosas, sobre todo para ayudar a los demás. Por el contrario, EE04 ahora se siente menos valorada. Desde que se dedica al cuidado de su madre, expresaba “he empezado a fallar, a fallarme”, había perdido ilusiones y sentía merma en sus capacidades físicas.
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-Subcategoría “merecer”: mediante la cuestión “¿Cuál es el valor que mereces?” pretendíamos conocer la diferencia entre el valor que creían tener las entrevistadas y el que creían merecer. Tres de las entrevistadas no consideraban que mereciesen mayor valor del que tenían pues se habían acostumbrado a lo que recibían (EE01/EE02/EE05). Sin embargo, EE04 y EE03 pensaban que merecían mayor valor por parte de las personas que estaban a su alrededor. EE03 comentaba que merecía más, puesto que, en la actualidad, ella se valora más.
El hecho de conseguir una mayor autoestima podría servir de motivación para realizar talleres de empoderamiento, como se manifiesta en la investigación de Grabe8. En cuatro talleres, la autoestima era la principal variable que se modificaba tras la intervención9,10,11,12.
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Categoría “Autodeterminación-Toma de decisiones”: en ella encontramos 3 subcategorías:
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-Subcategoría “autodeterminación”: expone la percepción sobre tener las riendas de sus vidas. Tanto EE01 como EE05, a la hora de realizar actividades para su beneficio propio, pensaban antes en los demás. “Yo prefiero perder antes de decir que no” (EE05). En esta línea, también EE02 y EE04, como cuidadoras de sus madres, decían vivir más las vidas de sus madres que las suyas propias. Sin embargo, EE03 comentaba que lleva las riendas de su vida desde que está libre de responsabilidades de cuidado: “ahora soy yo la que miro por mí y me siento yo bien”.
En una investigación realizada en un centro de atención primaria, la toma del poder para llevar las riendas de sus propias vidas en las mujeres se relacionaba con el aumento del autocuidado13.
-Subcategoría “toma de decisiones”: EE02 y EE04, dedicadas al cuidado, no sentían que tuvieran libertad para tomar decisiones sobre su vida. EE02 tenía limitaciones físicas y psicológicas, puesto que se sentía mal si dejaba a su madre en otras manos. Esto podría indicarnos un bajo nivel de empoderamiento en comparación con otros estudios, en los que tras realizar talleres de empoderamiento, las mujeres partícipes incrementaban sus capacidades para tomar decisiones10,11,14. A su vez, esto incidía en una mejora de la salud15. Sin embargo, las otras tres entrevistadas creían poder tomar decisiones sobre su vida puesto que sus maridos no les ponían límites.
-Subcategoría “opiniones”: da a conocer el valor que daban a sus opiniones tanto el resto como ellas. EE01 y EE05 pensaban que sus opiniones eran valiosas y tenidas en cuenta dentro de su núcleo familiar. Para EE02 y EE04 sus opiniones podían tener más valor o menos según el interlocutor, aunque para ellas mismas sí solían tener valor. En el caso de enfrentarse a una discusión, preferían “retirarse”. EE03 creía que sus opiniones tenían menor valor que las de sus hijas y su marido.
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Categoría “Autoconfianza”: encontramos dos subcategorías:
-Subcategoría “seguridad”: EE01 tenía complejos puesto que su madre solía decirle “no sirves para nada”. Necesitaba aprobación familiar para actuar. EE02 sufría inseguridades físicas, como dolores articulares o falta de estabilidad. De la dedicación al cuidado de su madre nacía el miedo a no realizar actividades pospuestas y la inseguridad cuando delegaba el cuidado de su madre. EE03 se sentía inferior a los demás en algunas ocasiones y lo relacionaba con haber trabajado como empleada del hogar. Actualmente, desde su jubilación, se defiende mejor y tiene mayor seguridad. EE04 se sentía insegura a la hora de poner límites. Además, físicamente, se encontraba más inestable, lo que relacionaba con la edad. No solía exigirse demasiado, hasta donde llegaba había llegado, pensamiento que compartía EE05 que no creía tener inseguridades.
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-Subcategoría “responsabilidad”: la ayuda a los demás y el cuidado de sus familiares eran responsabilidades para las cinco mujeres entrevistadas. EE01 se había acostumbrado a tener esas responsabilidades puesto que la habían educado en ello. En el pasado formaba parte de una ONG, pero, actualmente, prefería quedarse con las responsabilidades que tenía: “No, no quiero muchas obligaciones, ¿sabes? No me apetece”. EE05 compartía este pensamiento. EE02 comentaba, al igual que EE04, que su principal responsabilidad era dirigir el mejor cuidado a su madre. Esta responsabilidad a veces la superaba, pero el cariño de su madre la compensaba. Expone: “Fíjate, hasta qué grado la responsabilidad… Pienso más en ella que en mí”. Aun así, tanto a EE02 como a EE04 les gustaría tener diferentes responsabilidades pero que no conllevasen ningún daño colateral a terceros. EE03 sentía culpabilidad si no ayudaba a alguien por dedicar ese tiempo a ella misma, pensando después: “no he sido responsable, me tenía que haber dejado esto”. Aun así, tendría más responsabilidades pues se sentía más ágil.
Los talleres de empoderamiento obtenían resultados positivos en calidad de seguridad y confianza de las mujeres8,10,12, lo que potenciaría el autocuidado13, ya que este cambio puede aumentar la resolución de problemas y la toma de poder15.
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Categoría “Social”: el empoderamiento también es un proceso colectivo a nivel social:
-Subcategoría “papel social”: sobre los roles sociales, tres de las entrevistadas comentaban no tenían un papel social claro puesto que pasaban más tiempo en sus hogares y con sus familiares. EE01 manifestaba que si fuera “joven” se vería más capacitada para desenvolverse en sociedad. EE04 no tenía un papel social claro al dedicarse al cuidado de su madre y le entristecía no poder rehacer su vida. Y EE05 tampoco lo tenía, simplemente se encontraba más a gusto en casa. Por el contrario, EE02, pese a dedicarse al cuidado de su madre, intentaba realizar actividades en el Centro de la Mujer de su barrio y se sentía “muy sociable”. Y EE03, tras jubilarse y no tener que cuidar de sus hijas y nietos, tenía ganas de relacionarse en este plano y hacía actividades dentro del Centro de la Mujer. “Antes era más tímida y como no salía de aquí… pues no me relacionaba. Y ahora me relaciono”.
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-Subcategoría “visibilidad social”: Tanto EE02 como EE04 sentían que eran menos visibles socialmente desde que cuidaban de sus madres. Aun así, la visibilidad de EE02 era mayor ya que participaba más socialmente. EE01, EE03 y EE05 sentían que las personas de su alrededor las tenían en cuenta. Amigas, vecinas y familiares solían acudir a ellas cuando tenían problemas o para hacer planes, como salir o tomar un café.
El empoderamiento no solo está relacionado con la participación social14, sino que también lo está con el funcionamiento en las comunidades, ámbitos laborales o educativos16. El acceso de personas mayores a la educación las convierte en actores sociales que participan de forma activa17.
En los talleres se refleja que el empoderamiento aumenta la acción social de las mujeres10 y se sienten capaces de hacer otras actividades a pesar de que puedan justificar no hacerlas porque “son para jóvenes”11. A su vez, el asociacionismo entre ellas aumentaba la participación social y las acciones colectivas, junto a la autoestima18.
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Categoría “Educación”: las entrevistadas justificaban, con la educación recibida, la experiencia que tenían sobre las características del empoderamiento. Esta se trata de una “categoría emergente”.
En cuanto a la categoría “Autoestima”, EE03 justificaba la educación recibida en sus primeros años con su madre, mientras servía en las casas y lo aprendido de la familia de su pareja, con su necesidad de ayudar a los demás. Hablando del valor que merecía, por el hecho de ser madre ayudaba mucho a sus hijas y necesitaba más cariño de ellas. En esta línea, EE04 relacionaba la creencia de tener menor valor con la educación que su madre le proyectó puesto que tenía a sus hijos/as para “su servicio”.
La baja autoestima es una característica de las mujeres poco empoderadas y, en estos casos, se justifica por las relaciones de poder que se encuentran dentro del sistema patriarcal. Encontramos similitudes con el estudio de Sáez y cols.7, quienes concluyeron que este modelo de educación tiene consecuencias sobre las mujeres, ya que disminuye su autoestima al ser menos valoradas socialmente.
Por otra parte, existían referencias hacia la educación al tratar la “Autodeterminación-Toma de Decisiones”. EE01, EE02 y EE05 no sentían poder para tomar decisiones, ya que habrían sido educadas para asumir responsabilidades familiares y ayudar a sus padres y hermanos/as, dejando en un segundo plano sus propios deseos. Habían crecido en una época en la que las hijas no gozaban de las mismas oportunidades que los hijos. Así lo expresaba EE02: “Con lo cual, mis proyectos se quedaban a un lado”. Frente al cuidado de su madre, ella era la responsable y sus hermanos no colaboraban ya que, como decía su madre, “es que esto es para las hijas”. Este pensamiento también lo había heredado EE04.
Estas relaciones nos indican un déficit en la obtención del poder y, como consecuencia, un nivel de empoderamiento bajo. Sobre este tema, Martínez-Lirola19 establece una relación entre la educación y los diferentes mandatos de género, generando un empoderamiento bajo en las mujeres por la supremacía de las capacidades de los hombres.
En cuanto a la Categoría “Autoconfianza”, EE01 y EE04 sentían la obligación de cuidar de los demás, con inseguridades para expresarse libremente o tener responsabilidades diferentes, obteniendo menos oportunidades de alcanzar sus metas que sus hermanos.
En la “Categoría Social”, EE03 comentaba que la educación machista había generado unos ideales de cómo debe ser el comportamiento de una mujer socialmente, como casarse “bien casada”, creencias que abandonaba pues era “más moderna”. Una mujer “bien casada” sería aquella que acoge el rol reproductivo, heredado del sistema patriarcal, frente al productivo, asignado a los hombres. Estas diferencias de poder han mermado el empoderamiento de las mujeres socialmente, siendo menor su participación y reconocimiento que el de los hombres. Una mayor acción social por parte de las mujeres produciría un efecto positivo sobre la toma de poder y el empoderamiento16.
CONCLUSIONES
Tras haber llevado a cabo una revisión bibliográfica sobre las principales características del empoderamiento y realizadas las entrevistas en profundidad en cuanto a la experiencia que tenían las mujeres participantes respecto a esas características, obtuvimos diferentes categorías de respuesta, por lo que podemos concluir que las entrevistadas, en general, parecían tener alteradas las características del estudio que miden el empoderamiento. Tanto la baja autoestima como el hecho de no llevar las riendas de su vida y no dar sus opiniones en el marco social, así como el hecho de sentir inseguridades y no desempeñar roles a nivel social, se relacionaban con la educación recibida fundamentada en el machismo.
Por otra parte, sentían sobrecargas y obligaciones a la hora de cuidar y ayudar a las personas que componían sus núcleos más cercanos. Esto nos muestra que existe un déficit en el empoderamiento de las mujeres de nuestro estudio y que el proceso de este debe empezar por cambiar las vivencias de estas categorías.
La principal limitación del estudio aparece en la selección de la muestra. Realizar solo cinco entrevistas podría alterar la interpretación de los resultados y la conclusión con validez externa. Por ello, la muestra debería ser más grande, consiguiendo más puntos de vista y experiencias para conocer el proceso de empoderamiento.
Otra de las limitaciones importantes se ha presentado a la hora de encontrar estudios cualitativos que tratasen esta temática y partieran de la experiencia de mujeres, lo que nos habría permitido poder comparar nuestros resultados con investigaciones semejantes.
El proceso de empoderamiento genera en las mujeres un deseo de asumir el poder que por derecho tienen pero que no habían cogido, tomar las riendas de su vida y tener libertad para decidir sobre la propia existencia. Es, en definitiva, un proceso mediante el cual las mujeres sienten que tienen una autonomía psíquica para llevar a cabo planes, proyectos, actividades; crear relaciones; aceptar nuevos roles y responsabilidades; decidir sobre todo lo que les concierne, y tomar el control sobre sus vidas.
Los profesionales de enfermería actúan como agentes de promoción de la salud, prevención de enfermedades y educación para adoptar hábitos de vida saludables, también como promotores del autocuidado y la autonomía. Por lo tanto, vemos que existe un propósito común entre el proceso de empoderamiento y la enfermería, que es conseguir un fin de independencia, autonomía y bienestar, lo que conllevaría una mejora en el autocuidado.
Se recomienda replicar este estudio con una muestra más grande y en las distintas zonas básicas de salud de cada área de salud de la Región de Murcia. Obtendríamos más información y diversidad, al contar con mujeres de zonas urbanas y rurales.
También sería recomendable realizar grupos de discusión en cada zona básica de salud, para que las participantes reflexionasen sobre este proceso y sus características del empoderamiento y, finalmente, llegasen a una conclusión entre todas. Una vez conocidas las experiencias, se podría realizar una intervención con cada grupo de mujeres realizando talleres, charlas o actividades en grupos, con los que conseguir su empoderamiento.
A su vez, podría tratarse este tema desde un punto de vista intergeneracional, realizando estos talleres o actividades con grupos que reúnan a mujeres de diferentes edades. Estos cambios en el empoderamiento se generarían en el presente y en diferentes etapas de la vida.