INTRODUCCIÓN
En los países desarrollados, el descenso de la natalidad y el aumento de la esperanza de vida causados por los progresos sociosanitarios han hecho del envejecimiento poblacional una realidad dominante. Se estima que, en unos 40 años, la población de personas mayores de 60 años se duplicará en el mundo. Este envejecimiento de la población se ha convertido en un serio desafío económico, social y sanitario1. Además, se ha observado que este envejecimiento trae consigo condiciones bajo las cuales las personas se sienten más solas1. El sentimiento de soledad, aunque puede afectar a las personas en cualquier etapa del desarrollo vital, tiene una incidencia especialmente elevada entre las de menos de 25 años y las mayores de 652.
Las personas de edad avanzada se encuentran particularmente expuestas a eventos que suelen acarrear una enorme transformación en sus relaciones sociales, haciéndolas más vulnerables a la soledad. En este sentido, podemos encontrar diversos factores asociados con este sentimiento: el género, la edad, la situación laboral, el nivel de estudios, los recursos económicos, el estado de salud y residir en el medio rural o en el urbano3. Entre todos ellos destacan dos factores de riesgo fundamentales: la defunción de la pareja y el deterioro de la salud4.
Las discapacidades físicas y las enfermedades mentales son desencadenantes del sentimiento de soledad entre las personas mayores5, sobre todo si viven solas6, lo que implicaría que salud y soledad están asociadas de forma negativa. Además, algunas investigaciones han ahondado en estos componentes, indicando que esta relación se produce en sentido inverso, siendo la soledad un factor de riesgo para que la salud empeore7. Es aquí donde surge la necesidad de llevar a cabo esta revisión, ya que, si bien existe evidencia sobre la influencia negativa de la soledad en la salud y viceversa, hay pocos estudios de revisión cuya población de estudio sean personas mayores, en los que, además, se profundice acerca de qué consecuencias conlleva el sentimiento de soledad en la salud tanto a nivel físico como mental en este colectivo.
El sentimiento de soledad, siguiendo a Perlman y Peplau (1981), es una experiencia desagradable que ocurre cuando la red de relaciones sociales de la persona es deficiente en algún aspecto importante, cuantitativa o cualitativamente8. Según De Jong Gierveld (1987), las personas sufren la soledad al percibir déficit en determinadas relaciones; por ejemplo, cuando su número resulta más escaso del que consideran deseable o cuando no aportan la intimidad que necesitan9. Ambas definiciones, aunque clásicas, continúan siendo aceptadas y son empleadas con frecuencia en la literatura internacional.
Es importante diferenciar el sentimiento de soledad de otros términos relacionados que, en ocasiones, pueden haber sido considerados sinónimos, ya que, por ejemplo, vivir solo no es necesariamente indicativo de soledad, al mantenerse igualmente contacto social frecuente y una participación social activa en las organizaciones comunitarias.
Por otro lado, es importante también diferenciar el sentimiento de soledad de la experiencia de ‘’estar a solas’’. Esta última refleja un estado de aislamiento social que implica un distanciamiento voluntario de la propia red social, mientras que la soledad es involuntaria y se asocia estrechamente con los déficits en la calidad percibida de las interacciones sociales que se poseen. También es necesario diferenciar las ideas relacionadas con el aislamiento social del sentimiento de soledad en sí mismo. El aislamiento social se define como el estado objetivo en el que el contacto social con otras personas es mínimo, mientras que la soledad reflejaría un estado subjetivo de carencia de afecto y cercanía deseados10.
En cuanto a su prevalencia, la soledad entre las personas mayores varía según los estudios en función de la herramienta de medida utilizada, las poblaciones estudiadas, el grupo de edad y los tamaños de muestra considerados. Así, Arsenijevic y Groot11 recopilaron entre 2004 y 2013 datos acerca de los niveles de soledad entre los mayores en 10 países europeos. En el año 2013, la menor tasa de prevalencia la encontramos en Dinamarca (10%) y la mayor en Italia (33,4%), seguida por Francia (30,2%), Bélgica (25,0%) y Suecia (22,1%)11. Otro estudio, realizado por Nicolaisen y Thorsen2, estimó que el 30,2% de los adultos noruegos mayores de 65 años sufren la soledad2.
En España, la prevalencia de soledad es menor que en estos países; se ha estimado que un 21,4% de los adultos mayores españoles la padecen11.
Objetivos
El objetivo general de este trabajo es realizar una revisión para identificar las consecuencias del sentimiento de soledad en la salud psicológica y física de las personas mayores.
Métodos
Esta revisión sistemática se inició realizando una búsqueda bibliográfica en las bases de datos biomédicas PubMed y Web of Science. Se utilizó el operador booleano AND en cada búsqueda, junto con las palabras clave: “adultos mayores”, “soledad” y “salud”, y en el caso de las búsquedas en términos ingleses: “older adults”, “loneliness” y “health”.
Para la selección de los artículos se determinaron los siguientes criterios de inclusión: artículos publicados entre 2014 y 2019, escritos en idioma inglés o español y disponibles con el texto íntegro.
Por otro lado, los criterios de exclusión establecidos en esta revisión fueron los siguientes: artículos cuya población de estudio fuera menor de 60 años, artículos de revisión, artículos que no tratasen las consecuencias del sentimiento de soledad, sino de términos similares (aislamiento social, etc.), artículos duplicados y todos aquellos que no se ajustasen a los objetivos planteados en la revisión.
Se explican a continuación, de forma detallada, los resultados obtenidos en cada base de datos y el proceso de selección de artículos.
PubMed
Establecidos los criterios de inclusión, en la búsqueda con las palabras clave en español se obtiene tan solo un artículo. Este no se selecciona por no ajustarse a ningún objetivo de nuestro trabajo.
En cuanto a la búsqueda con las palabras clave en inglés, se obtienen 170 artículos, de los cuales se seleccionan 15 por ser potencialmente relevantes por título y resumen. Tras una lectura completa de estos se seleccionan 3 artículos.
Web of Science
Establecidos los criterios de inclusión, en la búsqueda con las palabras clave en español se obtiene 1 artículo, que no es seleccionado por no ajustarse a los objetivos de la revisión.
En cuanto a la búsqueda con las palabras clave, en inglés se obtienen 399 artículos, de los cuales se seleccionan 17 por ser potencialmente relevantes por título y resumen. Tras una lectura completa de estos se seleccionan 7 artículos.
En la figura 1 se describe el proceso de selección de los artículos expuesto con anterioridad, donde se parte del global de 2431 artículos hasta llegar a los 10 artículos que forman parte de los analizados en este trabajo.
RESULTADOS
Tras la revisión y lectura integral de los artículos se obtienen los siguientes resultados:
El artículo de Dahlberg et al.12 asocia el sentimiento de soledad a trastornos psicológicos como la ansiedad, el nerviosismo o la angustia.
Los artículos de Gale et al.13 y Gerino et al.14 asocian la soledad con un mayor riesgo de padecer depresión. El primero de ellos añade, además, un mayor riesgo de fragilidad física, mientras que el segundo suma, además, la asociación con la ansiedad y una menor calidad física.
Los estudios de Zhong et al.15,16 y los de Donovan et al.17,18 coinciden en sus resultados al identificar la soledad como un factor predictor de deterioro cognitivo. El estudio de Donovan identifica la soledad como un síntoma neuropsiquiátrico relevante en la preclínica de la enfermedad de Alzheimer.
Los resultados del estudio de Tormstad et al.19 muestran como consecuencias de la soledad una mayor probabilidad de padecer mala salud, sentimientos de desesperanza, sufrir una enfermedad crónica, recibir ayuda para las actividades de la vida diaria y presentar insatisfacción con la vida.
Finalmente, los trabajos de Chan et al.20 y Luo et al.21 asocian el sentimiento de soledad con un mayor riesgo de mortalidad.
DISCUSIÓN
El sentimiento de soledad es una experiencia negativa que se percibe como una carencia emocional, ya sea porque las relaciones sociales que mantiene la persona son menores de las que serían deseables o porque no percibe el apoyo emocional suficiente de estas. Lamentablemente, este sentimiento tiene una elevada prevalencia entre la población anciana, lo que implica, a su vez, múltiples consecuencias negativas en la salud de las personas mayores. En relación con esto se ha propuesto una asociación entre este sentimiento doloroso y la aparición de trastornos psicológicos, así como su identificación como factor predictor de deterioro cognitivo.
En este sentido, los trabajos de Dahlberg et al.12, Gale et al.13, Gerino et al.14 y Tomstad et al.19 coinciden en que el sentimiento de soledad influye negativamente en la salud mental, provocando ansiedad y depresión en las personas ancianas. Por lo tanto, la soledad sería un factor de riesgo para la salud mental, especialmente, en relación con la depresión22,23,24.
Por otro lado, otros estudios identifican la depresión como un factor de riesgo para la soledad. Así, investigaciones como las de Prieto-Flores et al.25 y Fernandes et al.26 planteaban que la soledad y la depresión tienen una relación de retroalimentación, generando de esta forma un efecto sinérgico entre ambas que resulta muy difícil de combatir y que ocasiona un deterioro considerable en la persona mayor4.
Además, en los últimos años, el suicidio es motivo de gran preocupación, en particular entre las personas mayores de 75 años27. Así, la depresión, junto con otros trastornos psiquiátricos son, claramente, los factores de riesgo más importantes para que se produzca el suicidio entre las personas mayores. En este sentido, la mayoría de los adultos mayores que se suicidan viven solos. Sin embargo, la relación entre la soledad y el suicidio es compleja. De hecho, el aislamiento social tiene un impacto más significativo que la soledad como tal; y el riesgo de suicidio es particularmente alto durante el año siguiente al fallecimiento del cónyuge, siendo la pérdida del ser querido uno de los eventos de la vida más estresantes para la persona anciana27.
Por otro lado, en cuanto a la soledad como factor predictor de deterioro cognitivo, los trabajos de Zhong et al.15,16 y los de Donovan et al.17,18 coinciden en esta propuesta. En concreto, el estudio de Donovan et al.18 identifica la soledad como un síntoma neuropsiquiátrico relevante en la preclínica de la enfermedad de Alzheimer. En relación con esto, estudios previos28,29 respaldan la relación entre soledad, deterioro cognitivo y enfermedad de Alzheimer. Además, las personas con demencia de Alzheimer se caracterizan por ser más dependientes y vulnerables, tanto en los aspectos sociales como en los relacionados con la salud física y mental, lo que supone una serie de importantes desafíos para la sociedad y el sistema sanitario30.
Por otra parte, tal y como se ha indicado para la relación entre soledad y depresión, también se ha informado de una relación bidireccional entre la soledad y el deterioro cognitivo15. Este hecho podría implicar que los factores de soledad, demencia y depresión están interrelacionados entre sí, puesto que diversos trabajos respaldan también la relación entre depresión y demencia31,32.
En cuanto al resto de las consecuencias identificadas en los trabajos analizados, son una mayor probabilidad de padecer mala salud y la presencia de sentimientos de desesperanza, tener una enfermedad crónica, recibir ayuda para las actividades de la vida diaria, presentar una insatisfacción con la vida (Tomstad et al.,19) y un mayor riesgo de mortalidad (Chan et al.20 y Luo et al.21).
En cuanto a las características de las poblaciones de estudio, en general, los trabajos se han desarrollado con muestras grandes, pero difícilmente comparables, ya que los rangos en el número de participantes oscilaban entre 14 199 y 79 personas evaluadas.
Respecto a las características sociodemográficas, cabría señalar que en todos los estudios analizados el porcentaje de mujeres fue mayor que el de hombres. También destacan los porcentajes de personas casadas, y también viudas. Además, los trabajos parecen coincidir en un elevado porcentaje de participantes con un nivel de estudios bajo. En cuanto a los porcentajes de “vivir solo/a”, estos son muy variados.
Consultando la bibliografía existente, estas características coinciden con factores predictores de soledad ya identificados, como ser mujer, no estar casado/a, vivir solo/a y poseer un nivel de estudios bajo3,32. Otros factores de riesgo identificados son tener bajos ingresos económicos, relaciones sociales de baja calidad, falta de aficiones y padecer mala salud3,32,33,34.
En la actualidad, la soledad se ha convertido en un problema de salud pública, no solo por ser fuente de sufrimiento y por su influencia en la salud de las personas mayores, sino también por sus importantes repercusiones en los sistemas sanitarios. En este sentido, la soledad ha sido identificada como factor social predictor de un mayor número de visitas al médico, rehospitalizaciones y un aumento de la estancia hospitalaria35,36,37. Este hecho puede ser debido no solo a la relación soledad-peor salud, sino también a que las personas mayores, que se sienten solas, utilizan las visitas médicas no siempre por razones médicas, sino para satisfacer parte de sus necesidades de interacción interpersonal.
Por ello, y dadas las consecuencias negativas que provoca la soledad en la salud de las personas mayores, se hace necesaria la identificación y puesta en marcha de intervenciones orientadas a paliar la soledad entre este colectivo.
Por otra parte, aquellos adultos mayores que tienen sus necesidades de atención domiciliaria satisfechas presentan niveles más altos de satisfacción en la vida y menores niveles de soledad y estrés percibido38; por tanto, los equipos de atención primaria desempeñarían en este aspecto un papel fundamental.
El equipo de atención primaria debería promover la autonomía de estos pacientes impulsando intervenciones con el objetivo de reestructurar pensamientos sociales desadaptativos, a fin de conseguir su participación en actividades desarrolladas dentro de la comunidad que favorezcan su socialización. En este sentido, cabe señalar que las actividades más efectivas para actuar sobre la soledad son las actividades grupales, así como otras con un enfoque participativo que incluyan también a personas que no presenten este mismo problema.
Es importante, además, que reciban apoyo emocional. Estas actividades tienen un mayor impacto si se realizan en colaboración con el resto de los servicios sociales y sanitarios del territorio, y con las asociaciones civiles y religiosas de la comunidad39.
Todo ello hace necesario seguir investigando para ampliar y profundizar en la efectividad de las intervenciones y sus beneficios, de manera preventiva, en la salud de las personas mayores.
CONCLUSIONES
Las condiciones sociales han llevado a que cada vez más personas estén solas de forma involuntaria, acrecentando el sentimiento de soledad como una experiencia negativa. Este aspecto cobra especial importancia entre las personas mayores, ya que se constatan múltiples consecuencias graves en su salud.
Algunas de estas alteraciones vinculadas con la soledad son su asociación con trastornos psicológicos, como la ansiedad y la depresión, y su relación predictiva con la presencia de deterioro cognitivo.
La soledad es un problema de salud pública, genera sufrimiento y enfermedad en las personas mayores, a lo que se suma su efecto en los sistemas sanitarios. Por todo ello, es importante desarrollar e implementar intervenciones con el objetivo de paliarla y prevenir sus efectos negativos.