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Gerokomos

Print version ISSN 1134-928X

Gerokomos vol.34 n.1 Barcelona Mar. 2023  Epub Sep 25, 2023

 

EDITORIAL

Nietos

J Javier Soldevilla-Agreda1 

1Director Gerokomos

Esta tribuna, creo, no ha dedicado explícitamente en estos más de 30 años de existencia un titular a los nietos, nietas y nietes, sí en numerosas ocasiones con distintos carices a abuelos y abuelas, y quizá eso denote una proximidad a una categoría potencial, la de abuelo, que todavía no ostento, o esa sombra del calendario proyectada en personas cercanas, en mi familia directa, en amigos del alma y que me ha llevado a dedicarles hoy estas líneas.

“Desde que ha llegado, se ha renovado un espacio en los afectos que nunca pensé volvería a ocupar nadie y menos con esta intensidad”. “Desde que están ellos, las ganas de vivir se han renovado, por no perderme un minuto, los que me dejen, de su vida”. “Han mudado las responsabilidades en este rol de abuelo y con ello renacida la templanza… es un gusto”, “y, además, cuando ya no puedes o no puedes más, sabes que el destino final es con sus padres y puedo descansar, satisfecho, fortalecido por saberse querido y agotado”, “están siendo la proyección de lo que siempre he anhelado para mis hijos, pero a los que quizá no he podido dedicarme como ahora…”, “es imposible de describir lo que siento cuando vienen o voy, cuando lo estrujo o el, de forma espontánea, me acaricia o me besa”, “es el momento de la semana, cuando llegan, en que el abuelo, encerrado en el mutismo de su enfermedad, vuelve a iluminar sus ojos y hasta creo sonríe”, “no puedo describir las emociones que despierta ese cuarto de kilo de carne que te mira con esos ojitos que me recuerdan a…”.

Estas y otras miles de frases semejantes circulan en este metaverso sin que habitualmente les demos más notoriedad que la chochez de esos abuelos, que no hay quien los reconozca desde que han llegado ellos.

Mis pupilas, mis oídos, mis sentimientos llevan un tiempo vueltos a esos aspectos que creo que también yo había asignado a una bobez no impresa en los manuales científicos, a una embriaguez de causa desconocida que, sin embargo, asevero, existe. Yo, como ustedes, soy testigo a diario. Ahora refresco el sufrimiento de una veterana tía abuela mía que, alejada de su único hijo y de su nieto por razones que la distancia no explica, como, en el delirio que la acompañó en su deterioro muchos años antes de morir, de manera monográfica, veía, hablaba, acariciaba a ese añorado nieto que poco tiempo tuvo oportunidad de sentir cerca. Algo debía de haber. Algo, estoy seguro, que a nivel químico acontece cuando se aproxima en la franca mayoría de los casos -sería mucho hablar de la globalidad- ese que te llama abuelo, aitona, avó, avi o, en semejanza, cuando eres abuela en cualquier idioma que se precie.

Hemos hablado de abuelos esclavos, hemos declinado por mal uso la generalización del grupo de los más mayores como abuelos, porque no todos lo son, hemos revisado en los miles de páginas que ha recogido Gerokomos en su historia, vida, obra, salud y declive del heterogéneo grupo de los ancianos, y hemos conjeturado sobre su porvenir, pero quizá poco de estas sensaciones, porque eso son, que nacen cuando cambias de rango -al de abuelo/a- o estás con una mirada y un oído más orientado hacia ese sentir que al estricto dictado de la ciencia y el conocimiento.

Con ese nuevo “título”, ni invocado, ni sugerido, ni seguro imaginado por la connotación negativa que para algunos llevaba, sin fecha en tu calendario, aparece y te transforma, emerge y parece remover los sentimientos más profundamente reservados, no es elegante ni bien visto en otro tiempo, hablar de ellos, llorar o reír sin freno, amar sin tener que pedir correspondencia, ampliar tu tolerancia hasta terrenos de los que propios y extraños se sorprenden, dar sin pretender recoger a cambio, nada más y nada menos que el cariño, que casi nunca un nieto te regatea o niega.

Los nietos son terapéutica pura sin efectos secundarios y sin necesidad de una prescripción moderada ni prohibición de dosis de rescate. Nosotros, como gerontólogos, utilicemos esa tormenta de deseo, de energía renovada que suele suponer la venida, la infancia o la adultez de un nieto, con lianas a la vida de sus abuelos, para utilizarlo como acicate para seguir viviendo y queriendo, para seguir ayudando de forma espontánea (también para atajar abusos que puedan algunos desaprensivos hijos tratar de imponernos por ese pegamento indeleble) y para implicarse en esa nueva vida, con el permiso de sus progenitores, pero con el derecho que otorga esta categoría.

Hoy, nuevas disculpas, por mi especial sensibilidad, pero no había oído (que será si algún día me toca), el eco, las bendiciones y las posibilidades que un nieto brinda, y les aseguro los grandes beneficios que reportan para ambos. Si tiene la fortuna de ser abuelo, disfrútelo al máximo, si es padre, no inhiba sino incentive esa convivencia que enriquecerá la vida de su padre y de su hijo, y si es un profesional de este ámbito del cuidado de los mayores, anime, incentive y facilite que este milagro se dé tan a menudo como sea posible.

Hoy Día del Padre cierro estas pocas líneas dedicadas a ascendientes y descendientes. Hace posible que la magia fluya.

Un fuerte abrazo.

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