INTRODUCCIÓN
La definición aportada por el ISTAP (Internacional Skin Tear Advisory Panel) acerca de un desgarro cutáneo se corresponde con "herida traumática causada por fuerzas mecánicas, incluida la retirada de adhesivos. La gravedad puede variar según la profundidad (no se extiende a través de la capa subcutánea)"1,2. A este respecto, los desgarros pueden ser de espesor total (separación de la epidermis y dermis con respecto a los tejidos y estructuras subyacentes) o parcial (separación establecida entre epidermis y dermis)1, y se desarrollan con mayor frecuencia en extremidades superiores e inferiores1,2. Asimismo, se reconocen como "no complicados" aquellos que cicatrizan en un plazo de 4 semanas aproximadamente, y "complicados" los que se cronifican y retrasan su curación más allá de los 30 días1.
Los desgarros cutáneos pueden clasificarse de la siguiente manera: sin pérdida de piel (tipo 1), pérdida parcial del colgajo cutáneo (tipo 2), pérdida completa del colgajo (tipo 3). En el primero de ellos, el colgajo puede recolocarse para cubrir la herida, el de tipo 2 se corresponde con una pérdida parcial del colgajo que no es posible recolocar para cubrir el lecho de la herida completamente, mientras que el lecho de la herida en el de tipo 3 queda totalmente expuesto1.
Los adultos mayores conforman una población con alto riesgo de desarrollar este tipo de heridas, pues el envejecimiento causa cambios en la piel a nivel funcional y estructural1,2 (atrofia y contracción dérmica1, adelgazamiento epidérmico, pérdida de hidratación, disminución de los depósitos de colágeno, etc.) que predisponen hacia su aparición y retraso en el proceso de curación1,2. Situaciones de dependencia para cubrir las necesidades diarias básicas propias (higiene, vestimenta, transferencia)1, problemas de movilidad1,2 o cognitivos2 y antecedentes de desgarros cutáneos se considerarían otros factores de riesgo extrínsecos que favorecerían la aparición de este tipo de lesiones1,2.
El tratamiento de los desgarros cutáneos estará enfocado a conservar el colgajo, mantener el tejido adyacente, reducir el riesgo de infección y mantener próximos los bordes de la herida de nuevo. En el cuidado de la lesión, se recomienda la utilización de apósitos que sean capaces de controlar el sangrado y exudado1, no causar daño cuando se retire1,2, adaptable al lecho de la herida1, protector de la piel adyacente2, de uso prolongado1 y que aporte humedad para la cicatrización1,2. Pueden estar indicados apósitos de malla no adhesivos, apósitos de espuma, hidrogeles o alginatos, entre otros1.
A este respecto, se expondrá un caso clínico en el que se utilizó tul de ácido hialurónico y carnosina con el fin de favorecer el proceso de cicatrización de desgarros cutáneos. Este tul no adhesivo es conocido como apósito Tulgrasum®, y en la literatura ha sido estudiado como agente cicatrizante por sus propiedades inmunorreguladoras3,4, hidratantes3,5, antioxidantes3,4 y antiinflamatorias3,5.
CASO CLÍNICO
Paciente con desgarro cutáneo realizado iatrogénicamente en las trasferencias y movilización de la paciente en el ámbito hospitalario en el servicio de urgencias, al que acude por traumatismo en codo izquierdo. Se trata de una lesión con pérdida completa de colgajo, no dolorosa y con un alto nivel de sangrado, teniendo en cuenta que la paciente recibe tratamiento de anticoagulación (fig. 1).
Juicio clínico: se procede con la limpieza de la herida, el desbridamiento de los tejidos desvitalizados y del hematoma residual, así como con la aplicación de apósitos poliméricos no adhesivos, garantizando una cura en ambiente húmedo con desbridamiento autolítico. Se coloca vendaje de sujeción de los apósitos. Se realizan un total de 12 curas en un período de 49 días, con un espaciamiento cada 4 días entre ellas (fig. 2). Se logra una reducción del dolor, así como una aceleración en la formación de tejido de granulación en la herida y posterior epitelización completa (figs. 3 y 4).
DISCUSIÓN
Se produjo una aceleración en la formación del tejido de granulación y en la regeneración tisular de las lesiones cutáneas tras la aplicación del tul de carnosina y ácido hialurónico (Tulgrasum®), así como una reducción del dolor. Se exponen 2 casos clínicos, en los que se describen 2 desgarros de la piel con pérdida completa del colgajo en miembros inferiores, no dolorosas y no suturables; en los que los objetivos de los tratamientos fueron los siguientes: minimizar el riesgo de infección de la herida, realizar la limpieza de la herida previa a la aplicación de apósitos de malla no adhesivos, controlar el sangrado, desbridar tejidos desvitalizados y estimular el proceso de cicatrización mediante el apósito Tulgrasum®.
La lesión cutánea descrita es una lesión complicada, en la que fue necesaria una duración del tratamiento superior a 30 días para conseguir su cierre exitoso. Se realizaron un total de 12 curas en un período de 49 días, con un espaciamiento entre ellas de 4 días, aproximadamente. A pesar de que está recomendado el cambio del tul de ácido hialurónico y carnosina por otro cada 6 o 12 h3, los cambios fueron realizados cada 72 o 96 h, consiguiendo una mejora de la regeneración tisular y en la cicatrización de ambos desgarros.
Los mecanismos regenerativos pudieron ser aportados por la carnosina y el ácido hialurónico, que a su vez constituyen la composición fundamental del apósito Tulgrasum®. La carnosina es un dipéptido4 que proporciona propiedades antioxidantes e inmunitarias3,4, favoreciendo el incremento de los depósitos de colágeno sobre el lecho de la herida4 y, por tanto, la reepitelización. El ácido hialurónico, en cambio, aporta humedad al entorno de la lesión5, favoreciendo la migración de fibroblastos3,5 y de células endoteliales5, y de esta manera estimula la proliferación de colágeno sobre la herida3,5.
CONCLUSIONES
La aplicación temprana del tul de ácido hialurónico y carnosina produjo una aceleración en la reepitelización y en la cicatrización de los desgarros cutáneos con pérdida completa de colgajo. Destacan las acciones hidratantes3,5, inmunomoduladoras, antioxidantes3,4 y antiinflamatorias3,5 como mecanismos cicatrizantes posibles de las lesiones descritas.
Se decidió espaciar las curas cada 72 o 96 h, consiguiendo una aceleración y mejora en la generación del tejido de granulación en ambos desgarros cutáneos. Por tanto, sería oportuno considerar los cambios de apósito Tulgrasum® cada 3 o 4 días, dependiendo del estado clínico de la herida, con el fin de optimizar su utilización y mejorar la calidad de la atención.