Señora Directora:
Recientemente leímos el estudio de Puertas-González J et al, quienes señalan que las intervenciones cognitivo-conductuales para mujeres embarazadas antes y durante la pandemia causada por la COVID-19 llevaron a un aumento del nivel de resiliencia de esta población1.
Las mujeres embarazadas y posparto son vulnerables al estrés relacionado con la COVID-19. En Perú se ha informado de que un 62% de las gestantes atendidas en un hospital nacional presentaron sentimientos depresivos y, entre ellas, el 81,4% reportó ansiedad cognoscitiva, ambos con predominio probable a depresión2. Se ha reportado también que en aquellas mujeres embarazadas con problemas de salud mental preexistentes la probabilidad de alcanzar niveles clínicamente significativos de depresión, trastorno de ansiedad generalizada y trastorno de estrés postraumático es de 1,6 a 3,7 veces más de quienes no presentan antecedentes de salud mental3.
Sin embargo, Huang J et al reportaron un caso que observó que la terapia conductual dialéctica, una variante de la terapia cognitivo conductual, es eficaz en la intervención en el trauma y la crisis de gestantes durante la pandemia. Este hallazgo proporciona importantes implicaciones para la investigación futura. De forma que la intervención psicológica basada en la terapia conductual dialéctica beneficie a más personas con alto riesgo de trauma y crisis4.
Con la pandemia de COVID-19 fuera de control, el mundo está desesperadamente agotado en este momento. Tal es así que, las mujeres embarazadas y las nuevas madres ciertamente podrían ser más vulnerables5. Los problemas de salud mental materna se asocian con riesgos a corto y largo plazo para la salud y el funcionamiento general de las madres afectadas, así como para el desarrollo físico, cognitivo y psicológico de sus hijos6. Por lo que se debe considerar la detección de depresión y ansiedad de rutina en entornos obstétricos a raíz de la pandemia actual para garantizar una salud mental perinatal e infantil óptima.
El estudio de Puertas-González J et al comprueba la eficacia de un programa de control del estrés de carácter cognitivo-conductual. Sin embargo, el estudio incluyó solamente 22 gestantes, lo que resulta insuficiente para concluir que esta intervención aumenta los niveles de resiliencia entre mujeres embarazadas. Nuestra opinión es que un estudio con una población mayor podrá establecer y conocer con certeza que tan eficientes son las terapias cognitivo-conductuales empleadas para un mejor control de estrés o depresión. Extendemos nuestras felicitaciones a los autores por poner atención en este grupo poblacional vulnerable, puesto que la COVID-19 representa un gran desafío para los servicios de salud mental en las mujeres embarazadas.