INTRODUCCIÓN
A finales de abril de 2020 se iniciaron las rigurosas medidas para prevenir la propagación del virus SARS-CoV-2 (del inglés severe acute respiratory syndrome coronavirus 2) a nivel mundial.
A pesar del enorme impacto económico, social y sanitario, los datos relacionados con la pandemia de la COVID-19 han ido evolucionando desde 2020. La enfermedad ha afectado en menor o mayor medida a toda la población, generando mayor preocupación en determinados grupos vulnerables, entre los que se encontraban inmunodeprimidos, personas mayores y mujeres gestantes 1, 2, 3.
Ante tales circunstancias, y en línea con brotes de enfermedades infecciosas previas o epidemias tales como SARS, gripe N1H1, Ébola o Zika 4, el carácter pandémico ha exacerbado la sensación de miedo y ansiedad en todo el mundo. Son numerosas las investigaciones que han buscado evidenciar el impacto en la salud psicológica de la población, incluido los anteriormente mencionados grupos poblacionales más vulnerables 5, 6.
Una vez disponible la vacuna se diseñó y llevó a cabo un plan de vacunación nacional, que, en España, ha permitido una cobertura con pauta completa del 92,6% en mayores de doce años y del 94,3% en mayores de sesenta años; ello ha contribuido a una evolución favorable de la situación epidemiológica, con indicadores de gravedad en cifras bajas y de ocupación hospitalaria estables, en el 1,6% y el 0,99% en camas UCI, respectivamente 7.
En ese contexto, los sistemas de salud, siguiendo orientaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), han ido suavizando las diferentes medidas restrictivas hasta el 4 de julio de 2023, día en el que el Gobierno de España pone fin a la situación de crisis sanitaria ocasionada por la COVID-19 y, consecuentemente, decreta el cese de aplicación de medidas extraordinarias 7. En este sentido, el uso de la mascarilla ha sido una de las medidas más utilizadas como herramienta de evitar el contagio y, del mismo modo, la pandemia ha evidenciado la necesidad de reforzar su uso en determinadas áreas de especial vulnerabilidad 8, 9.
Uno de los argumentos que justifica el uso generalizado de la mascarilla es cómo la ciudadanía puede recibir o adherirse a las recomendaciones de las instituciones sanitarias. Es difícil anticipar cómo las recomendaciones provocan un efecto en las emociones de la ciudadanía, y ha generado desconfianza por una posible compensación en el miedo o en la ansiedad; la sensación de seguridad mostrada por la mascarilla puede afectar en comportamientos o emociones y tener una repercusión en medidas de importancia en la contención del virus 10, 11. Por tanto, una vez se han eliminado las medidas restrictivas es preciso investigar las reacciones psicológicas secundarias a la crisis sanitaria que pudieran persistir 12, 13.
Algunas investigaciones han mostrado que, históricamente, ante emergencias de Salud Pública (por ejemplo, en 2003 con el SARS-CoV) suele existir un incremento de emociones negativas, como el miedo y la ansiedad, que funcionan como respuesta adaptativa psicológica para hacer frente a la enfermedad 14.
Por otro lado, cuando emociones negativas se mantienen en el tiempo y son identificadas de forma permanente en el individuo, se puede generar una predisposición a enfermedades físicas y/o generar o agravar alteraciones mentales previas 15.
En este contexto, un grupo de especial vulnerabilidad es el caso de la mujer gestante, ya sea por afectación propia o en el recién nacido. Esta situación puede desencadenar una cascada de respuestas psicológicas de adaptación, respuestas que incluyen no sólo la experiencia emocional sino la activación de un sistema motivacional que guíe en la toma de decisiones con el objetivo de evitar la infección o el riesgo de infección por el virus 16. Las mujeres gestantes, ante una infección por SARS-CoV-2, han mostrado una mayor predisposición a ingresos en UCI y hospitalización, y pese a la ausencia de transmisión vertical, se ha evidenciado un aumento en la incidencia de preeclampsia, amenazas de parto prematuro y recién nacidos de bajo peso 17, 18, 19, 20.
Quizá por ello, entre otras razones, surja la necesidad de investigar el impacto de la pandemia de la COVID-19 en la mujer gestante, en términos de miedo y ansiedad, como respuesta psicológica con posible repercusión en el embarazo.
Por consiguiente, el objetivo planteado fue evaluar los niveles de miedo y ansiedad a la COVID-19 en la mujer gestante mediante la escala AMICO_Gestante, en la fase final de la crisis sanitaria causada por la COVID-19, marcada por el relajamiento de las medidas de aislamiento en espacios públicos.
SUJETOS Y MÉTODOS
Diseño.
Se realizó un estudio descriptivo transversal mediante el uso del cuestionario autoadministrado AMICO_Gestante, llevado a cabo entre el 24 de marzo y el 18 de abril de 2022, último día del uso obligatorio de la mascarilla en espacios públicos (salvo centros sanitarios y sociosanitarios) debido a la pandemia por la COVID-19 21.
Instrumento.
El cuestionario AMICO_Gestante es un instrumento de medición de los niveles de miedo y ansiedad a la enfermedad de la COVID-19, adaptado y validado mediante estudios previos a partir de la escala AMICO, previamente validada 22.
Participantes.
Según el Instituto Nacional de Estadística, el número de nacimientos durante 2021 fue de 337.380 en todo el territorio nacional. Considerando un nivel de confianza del 95%, para un margen de error de muestreo del 5%, el tamaño de la muestra requerido fue de 385 mujeres gestantes. Se realizó un muestreo no probabilístico, en el que una enfermera especialista en obstetricia solicitaba conformidad a participar en el estudio a las gestantes que acudían a consulta de fisiopatología fetal del Hospital Regional Universitario de Málaga. Finalmente, la muestra utilizada obtenida fue de 479 gestantes, puesto que, del total de participantes, doce fueron excluidas por barreras idiomáticas.
Variables. El cuestionario incluye preguntas relacionadas con antecedentes personales, aspectos sociodemográficos, antecedentes obstétricos, contacto con la enfermedad de la COVID-19, percepción de peligrosidad de la enfermedad, estado de vacunación contra la COVID-19, cambios en el plan de parto y un último punto, con respuestas tipo Likert de 1 a 10, la escala AMICO_Gestante 22.
Procedimiento.
El instrumento para la recogida de datos se diseñó mediante el software GoogleForms©. Las mujeres participantes fueron reclutadas en el Hospital Regional Universitario de Málaga, el Hospital Materno-Infantil (única maternidad pública del área metropolitana de Málaga) y la unidad de fisiopatología fetal del mismo hospital. Cuando las mujeres gestantes acudían a la cita de control prenatal, una matrona asistencial les ofrecía la posibilidad de participar en el estudio mediante un código QR que les permitía acceder al enlace que les redirigía al cuestionario. Previamente al acceso a las preguntas se facilitaba información relativa al objetivo del estudio, así como un correo electrónico de contacto; todas las participantes confirmaron su mayoría de edad y dieron su consentimiento para participar en el estudio.
Análisis estadístico.
El análisis se realizó utilizando el programa Estadístico de Social Sciences (SPSS), versión 26.0 23. En primer lugar, se realizó una prueba de normalidad con el objetivo de verificar si los datos seguían una distribución normal. La prueba de Kolmogorov-Smirnov mostró un nivel de significación de p=0,000. A continuación, para el análisis bivariado se recurrió a las pruebas no paramétricas, en base a las características de las variables a estudiar, Tau B de Kendall y H Kruskal Wallis.
Aspectos Éticos.
La investigación se realizó conforme a la Declaración de Helsinki 2013 (Asociación Médica Mundial, 2013) y la Directiva de Buenas Prácticas (Directiva 2005/28/CE) de la Unión Europea. El Comité de Ética de Investigación Biomédica de la provincia de Huelva evaluó el protocolo de investigación y aprobó resolución en sesión celebrada el 19 de enero de 2021, recogida en acta 01/21(PI036/20), con la consiguiente evaluación y aprobación del Comité de Ética de Investigación Biomédica de la provincia de Málaga.
RESULTADOS
Se obtuvieron un total de 479 encuestas de mujeres gestantes, 29 en primer trimestre de embarazo (6,1%), 130 en el segundo trimestre de embarazo (27,1%) y 320 en el tercer trimestre de embarazo (66,8%) [TABLA 1]. El promedio de edad de las mujeres fue de 34,13 años (con una edad mínima de diecinueve y máxima de cuarenta y siete), el 45,7% habían alcanzado una formación mínima de bachillerato o formación profesional. En relación al estado de pareja sentimental, el 90,4% declaró una situación sentimental de acompañamiento, el 9,6% declaraba sin acompañamiento sentimental. La actividad laboral más común fue relacionada con el sector servicios (29%), seguido por el sector tecnológico o financiero (23%), un 24,6% declaraba otras actividades y tan solo un 23,4% se encontraba en situación de desempleo.
En relación al embarazo, la muestra fue predominantemente de primigestas con un 67,8%, seguido por madres por segunda vez con un 22,1%. La mayoría de las gestantes declararon no tener ninguna enfermedad previa (74,5%), y la principal enfermedad previa eran enfermedades de tipo respiratorio: asma bronquial o neumonías previas con un 7,9%.
Por otro lado, el 43,4% de las gestantes declararon haber pasado la enfermedad de la COVID-19 y un 49,1% declaró no haber tenido ningún contacto con la enfermedad, incluido su núcleo familiar. Sin embargo, en cuanto a la autopercepción de la peligrosidad de la pandemia con respecto al año 2021, en un rango de 1 a 10, el promedio estuvo en 5 puntos (DT=1,96), y sobre la percepción autoinformada del miedo y la ansiedad con respecto al año pasado, en un rango de 1 a 10, la media estaba en 5,05 puntos (DT=2,4).
Por último, la escala AMICO_Gestante presentó una puntuación media de 5,33 puntos (SD=2,35 puntos).
El análisis bivariado mostró significación estadística en la puntuación de la escala AMICO_Gestante en relación con: contacto con la enfermedad (p=0,025); número de embarazos previos (p=0,019); cambios en el plan de parto (<0,001); evaluación de la peligrosidad autopercibida (X̄=5,00); y niveles de miedo y ansiedad autoinformado en relación al año anterior (X̄=5,05)[TABLA 1]. Así, las gestantes que habían declarado contacto con la enfermedad (X̄=5,03) mostraron unos niveles de miedo y ansiedad inferiores a aquellas que no habían pasado la enfermedad (X̄=6,68) o en cuyo núcleo familiar no habían pasado la enfermedad (X̄=5,63). Por otro lado, las gestantes vacunadas (X̄=5,88) mostraron unos niveles superiores a aquellas que no habían recibido ninguna dosis de vacunación. Las expectativas en el plan de parto o nacimiento también se mostraron como determinantes en los niveles de miedo y ansiedad; así, aquellas mujeres que no habían podido cumplir con su plan de nacimiento (X̄=5,56) mostraron niveles superiores de miedo y ansiedad frente a aquellas que no disponían de plan de nacimiento (X̄=4,75).
Por otro lado, el análisis bivariado de correlación entre variables cuantitativas, mediante el cálculo del coeficiente Tau B de Kendall, evidenció niveles medios de correlación entre el nivel de miedo y ansiedad conforme a la escala AMICO_Gestante y el nivel de miedo y ansiedad autoinformado en relación a la situación de pandemia de hace un año (Tau=0,531, p≤0,01) [TABLA 2]. Es decir, las mujeres que reportaban un descenso en los niveles de miedo y ansiedad con respecto a un año antes mostraron niveles inferiores de miedo y ansiedad conforme a AMICO_Gestante. Finalmente, los coeficientes estadísticos utilizados no mostraron correlación significativa entre los niveles de miedo y ansiedad con la edad materna, estado civil, semanas de gestación, situación laboral, estudios realizados o antecedentes médicos personales.
DISCUSIÓN
La presente investigación examina el impacto a nivel psicológico de la enfermedad de la COVID-19 en la mujer gestante, en un momento de la pandemia en el que el uso de mascarillas en espacios públicos ya no era obligatorio. El cambio ocasionado por la crisis sanitaria ha provocado un aumento en emociones negativas que pueden representar un factor de riesgo relevante en el desarrollo del feto 24, 25, 26, 27. A pesar de que el interés por el impacto de la pandemia en grupos de especial vulnerabilidad ha ido en aumento durante el periodo de crisis sanitaria, el impacto a nivel psicológico de la pandemia en la mujer gestante ha sido escasamente investigado 28, 29. Por lo tanto, al igual que con otras respuestas psicológicas, la mujer gestante es sensible a la información contextual y, en consecuencia, los mecanismos de respuesta son proporcionales a la mayor vulnerabilidad a la enfermedad o a la transmisión 16. Esta misma respuesta de ansiedad y malestar por el efecto de la enfermedad sobre el feto ya fue revelada por estudios anteriores respecto a la epidemia por el virus SARS en 2003 30 y por el virus del Zika 31. Así mismo, otros estudios acerca del miedo de las mujeres embarazadas a la COVID-19 también mostraron la tendencia a altos niveles de miedo. En un estudio realizado en Japón, los altos niveles de ansiedad en esta población se relacionaron con una alta demanda de monitorización de constantes del feto y un aumento de la búsqueda de información en webs o redes sociales 32.
En concordancia con otras investigaciones, la multiparidad parece ser un factor de protección frente a emociones negativas 33, 34. Entre los hallazgos del estudio, las gestantes incluidas en la muestra que esperan su primer hijo muestran unos niveles superiores de miedo y ansiedad en comparación con aquellas que tienen más de tres hijos 35. En este sentido, la situación de pandemia puede haber agravado las emociones negativas ante un periodo de vulnerabilidad por una circunstancia inesperada que es considerada como un factor de riesgo para el bienestar tanto materno como fetal.
Otras variables de tipo socioeconómicas, tales como estudios realizados o sector laboral, no muestran relación estadísticamente significativa con los niveles de miedo y ansiedad, cuestión que puede inducir a pensar que estos factores están especialmente vinculados a la situación epidémica de crisis sanitaria y al número de restricciones de libertades, ya que el presente estudio ha sido realizado en una fase más laxa con respecto a las restricciones. Sin embargo, otro estudio realizado en Turquía mostró una correlación estadísticamente significativa entre los niveles altos de miedo a la COVID-19 en las mujeres embarazadas y otras variables como el alto nivel educativo, la preferencia por la lactancia materna o el nivel de ingresos económicos medio-alto 36.
Por último, las gestantes que declaran una percepción de peligrosidad mayor muestran unos niveles superiores de miedo y ansiedad en comparación con aquellas gestantes que entienden que la situación de crisis sanitaria ha mejorado. Al respecto, un estudio realizado en España al inicio de la pandemia por la COVID-19 en mujeres embarazadas concluyó que esta población presentaba miedo y ansiedad. Así, si tomamos los resultados del presente estudio en relación a la percepción de peligrosidad, tras tres años del inicio de la pandemia, cabe pensar que todavía existe cierta preocupación en esta población.
Entre las limitaciones de la investigación, al tratarse de un diseño observacional transversal con una muestra no probabilística recogida en una consulta de control prenatal, el perfil sociodemográfico de la muestra desde el punto de vista obstétrico es muy homogéneo; un 66,8% de la muestra de gestantes se encontraba en el tercer trimestre de embarazo, lo cual puede afectar a la generalización de los datos. Por tanto, es preciso evaluar, a través de un nuevo estudio de campo, si la variable edad gestacional puede generar un efecto en los niveles de miedo y ansiedad al comparar los tres trimestres de embarazo.
A pesar de que la evidencia científica actual tras el plan de vacunación muestra que la infección por SARS-CoV-2 no es un factor de riesgo para la mujer gestante y sus neonatos, los resultados de nuestra investigación indican que el miedo y la ansiedad generada en relación a la pandemia de la COVID-19 es considerable.
Ante tales resultados sería recomendable que todas las gestantes fueran evaluadas mientras reciben atención sanitaria mediante una herramienta de evaluación específica, y las mujeres con antecedentes psicológicos previos precisan, todavía más, una consideración especial, ya que sus miedos y ansiedad son particularmente trascendentales en los resultados perinatales.
Finalmente, basándonos en nuestros datos, se podría concluir que la pandemia de la COVID-19 tiene un impacto en la salud psicológica de la mujer gestante, produciendo un efecto negativo sobre las emociones. Nuestro estudio muestra una relación estadísticamente significativa entre los niveles de miedo y ansiedad en la mujer gestante y determinados factores como el número de embarazos previos, el contacto con la enfermedad previa, el nivel de vacunación o las expectativas en relación al plan de parto o nacimiento. Así mismo, existe un alto grado de heterogeneidad de los factores de riesgo, lo cual indica la necesidad de una investigación observacional longitudinal con un mayor tamaño muestral. En este sentido, es necesaria más investigación con el propósito de conocer los factores determinantes en la formación o el mantenimiento de emociones negativas que pueden tener una repercusión en un periodo de especial vulnerabilidad.