INTRODUCCIÓN
El ser humano ha ido cambiando su ritmo de vida, hecho que se ve reflejado en nuestro día a día en los hábitos alimenticios o en el ejercicio, los cuales se han modificado notablemente(1) (2) (3) (4). No obstante, uno de los cambios más sustanciales ha sucedido en los hábitos de sueño(1). La cantidad de horas de sueño va disminuyendo conforme se avanza en edad a lo largo del ciclo vital(1) (5), de manera que puede llegar a existir, en términos fisiológicos, una diferencia de hasta dieciséis horas entre un recién nacido y un adulto(6) (7). Sin embargo, el tiempo dedicado exclusivamente a dormir ha disminuido actualmente en todos los grupos de edad, afectando, por lo tanto, a la calidad del sueño(1). Esto tiene una implicación directa en la calidad de vida, puesto que desde hace ya algunos años es bien conocido que el sueño tiene un papel crucial en el correcto funcionamiento de los distintos sistemas del ser humano, ya que una mala calidad del sueño puede tener consecuencias negativas en la salud física y mental del individuo a medio y a largo plazo(8) (9). En este contexto, la calidad del sueño puede verse afectada por distintos factores relacionados con los hábitos de vida, tales como el tabaco, puesto que la nicotina ha demostrado estar relacionada con la liberación de neurotransmisores estimuladores (como la dopamina y la serotonina)(10), generando un aumento en la latencia y disminución en la eficacia del sueño y teniendo como resultado una somnolencia diurna(11) (12).
En la sociedad actual, el uso las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) está cada vez más normalizado, siendo común que casi cualquier persona tenga un teléfono móvil, un portátil o cualquier otro dispositivo tecnológico(13). Este fenómeno ayuda a comprender cómo cada vez existen más casos de adolescentes con comportamientos y patrones nocivos y/o adictivos en relación al uso de las TIC(13) y cómo el aumento del uso de nuevas tecnologías también se ha relacionado con una mala calidad del sueño(14). El tiempo dedicado a usar un dispositivo, incluso el número de dispositivos que hay en la habitación antes de ir a dormir, puede interferir negativamente en la calidad del sueño(15) (16) (17) (18). Un ejemplo de ello es el uso excesivo del teléfono móvil, el cual puede llegar a resultar problemático o adictivo cuando interfiere en nuestra vida cotidiana, llegando a interferir en la salud del individuo(19), afectando tanto a población adolescente como a individuos adultos(20).
Existen varios estudios que han reportado que la luz emitida por dispositivos como televisiones, móviles o tabletas, conocida comúnmente como luz azul, puede interferir en el ritmo circadiano y, por ende, provocar una alteración en el ciclo sueño/vigilia(21). El motivo de ello es que esta luz puede provocar un retraso en la secreción de melatonina, hormona relacionada con las fases de sueño en los ciclos circadianos habituales, lo que se traduciría en un inicio tardío del sueño, una mayor alerta nocturna y una disminución matutina de la vigilancia(22). Adicionalmente, la iluminación en el dormitorio durante el sueño, incluso a intensidades bajas, provoca un sueño más superficial y afecta al sueño profundo y a su estabilidad(2). En este sentido, varios estudios han evidenciado que son los adolescentes, especialmente, quienes tienden a retrasar la hora de dormir, ocasionándose una falta de sueño de manera crónica y somnolencia diurna, debido al uso de estos dispositivos antes de irse a dormir(23) (24). Este fenómeno es conocido como síndrome de retraso de fase y se caracteriza por la dificultad de iniciar el sueño a la hora de acostarse, teniendo como consecuencia que se mantienen despiertos hasta más tarde, lo cual implica despertarse dos o más horas después de lo previsto(25) (26).
Con toda esta información disponible, el presente estudio trató de evaluar la asociación de los diferentes hábitos relacionados con la salud, como son la actividad física, el tiempo de uso de los medios tecnológicos de pantalla y los hábitos tóxicos con la calidad, eficacia y duración del sueño en jóvenes
SUJETOS Y MÉTODOS
Diseño y participantes.
Se trató de un estudio observacional transversal realizado a estudiantes que cursaban Ciclo Formativo en un instituto de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) durante el curso escolar 2020-2021.
Se incluyeron en el estudio todos los alumnos de 1er y 2º curso de Ciclo Formativo Grado Medio (CFGM) y Ciclo Formativo de Grado Superior (CFGS). La participación fue anónima y voluntaria. En el caso de los alumnos menores de edad, se envió un comunicado informativo a través de la plataforma educativa Papás 2.0 a sus padres/tutores legales para su previa autorización.
Procedimiento.
Antes de iniciar el estudio se pidió autorización a la dirección del centro educativo. La encuesta fue de elaboración propia y tuvo como fin conocer sus hábitos de ejercicio, su consumo de tabaco y alcohol, así como el uso de nuevas tecnologías. El Índice de Calidad del Sueño de Pittsburgh(27) fue desarrollado en Google Forms®. Se envió dicho cuestionario a todos los alumnos para su cumplimentación online y, adicionalmente, a los alumnos que no pudieron contestarla de este modo se les ofreció la posibilidad de contestarla en formato escrito.
El periodo para la cumplimentación de la encuesta fue de dos meses (entre octubre y noviembre de 2021). Posteriormente, todas las respuestas se recogieron en una base de datos en Excel® creada específicamente para este estudio.
Medidas e instrumentos.
En el cuestionario [Anexo I] se recogieron las siguientes variables:
- Variables sociodemográficas: Edad y sexo.
- Variables de uso de dispositivos: Dispositivos disponibles (teléfono móvil, tableta, ordenador y/o videoconsolas); la frecuencia de uso y duración diaria y semanal; uso de dispositivos antes de acostarse, una vez acostado y con la luz apagada, así como si utilizaban algún dispositivo electrónico si se despertaban en mitad de la noche.
- Variables de sueño: Los participantes informaron del promedio de horas de sueño real que habían mantenido por la noche, así como la hora habitual de acostarse y de levantarse. Para valorar la calidad, latencia y eficacia del sueño, se clasificó a los estudiantes en función del Índice de Calidad del Sueño de Pittsburgh. Se consideró que aquellos encuestados con una puntuación mayor de cinco presentaban una calidad mala de sueño, pudiendo relacionarse con trastornos del mismo, y los que tuvieron una puntuación menor o igual a cinco se consideró que tenían una calidad de sueño buena. Tal y como se indica en la publicación del propio manuscrito(27), el cuestionario constó de veinticuatro preguntas, pero se valoraron las diecinueve primeras, contestadas por el propio sujeto de estudio, obteniendo una puntuación total de 0 a 21. Los distintos componentes (Ítem 1: Calidad del Sueño; Ítem 2: Latencia del Sueño; Ítem 3: Duración del Sueño; Ítem 4: Eficiencia del Sueño; Ítem 5: Perturbación del Sueño; Ítem 6: Medicación para el Sueño; Ítem 7: Disfunción Diurna) se puntuaron concretamente en una escala de cuatro grados (0-3).
Análisis estadístico.
En primer lugar, se realizó un análisis descriptivo de todas las variables incluidas en el estudio. Las variables cualitativas se describieron como frecuencias absolutas y relativas. En el caso de las variables cuantitativas, se describieron mediante medias, junto con sus desviaciones estándar, cuando presentaban una distribución normal, o mediante mediana con rango intercuartílico cuando no.
Para la comparación entre los alumnos con alteraciones y sin alteraciones en el sueño, se realizó una prueba T-Student o U de Mann Whitney para las variables cuantitativas y una χ2 o el test exacto de Fisher para variables cualitativas, en función de la distribución de la variable.
Para concluir, se realizó un análisis multivariante mediante un modelo de regresión logística para identificar los factores que se asociaban a tener menor calidad de sueño.
Para ello, se incluyeron en el modelo las variables que resultaban estadísticamente significativas o que presentaron un valor de p<0,10 en el análisis bivariante. Finalmente, se calcularon los odds ratios (OR) con sus intervalos de confianza al 95% (IC95%) de las variables que resultaron estadísticamente significativas en dicho análisis.
Los análisis estadísticos se llevaron a cabo con el programa SPSS v.18. Se fijó el valor de p<0,05 como estadísticamente significativo.
Aspectos éticos.
El estudio se llevó a cabo de acuerdo con la Declaración de Helsinki y siguiendo las normas de la Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre, de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales, debido a que se trataba de una encuesta online de carácter anónimo y no se obtuvo ningún dato personal.
RESULTADOS
De un total de 306 alumnos, participaron en el estudio 286 estudiantes (93,5%), los cuales establecieron que pasaban una media de 7,5 horas al día en la cama. De estos 286, 162 (56,6%) fueron hombres y 124 (43,4%) mujeres. La edad de los participantes fue de 22,2±7,3 años, siendo el participante más joven de quince años y el mayor de cincuenta y nueve años. La mayoría de los encuestados practicaban deporte dos o tres veces a la semana (53,8%), el 30,4% consumían tabaco y el 34,6% consumían alcohol una vez a la semana [Tabla 1].
Tabla 1. Principales características de los sujetos incluidas en el estudio y comparación entre el grupo con buena o mala calidad de sueño.

En cuanto al uso de dispositivos, se observó que la gran mayoría tenían ordenador y teléfono móvil en un 96,5% y 99,7%, respectivamente, seguido de la videoconsola (64%) y tableta (42,7%). El dispositivo con mayor frecuencia de uso fue el teléfono móvil con cuarenta y dos horas a la semana. El 93,7% utilizaban el móvil antes de acostarse, el 75,2% lo usaban una vez acostado y sin luz y, por último, el 28,7% lo utilizaban si se despertaban en mitad de la noche [Tabla 1].
La puntuación media en el cuestionario de Pittsburg fue de 6,4±3.5. Más de la mitad de los alumnos incluidos en el estudio (51,7%) presentaba puntuación mayor de 5 en el cuestionario de Pittsburg, categorizándose como personas con trastornos de sueño. Este subgrupo tuvo una puntuación media en el cuestionario de Pittsburg de 8,9±2,8, mientras que el grupo sin trastornos de sueño obtuvo una puntuación de 3,5±1,3 [Anexo I].
Entre los factores que se asociaron a padecer trastornos de sueño, se identificaron: el sexo y el deporte, observando que no hacer deporte dos-tres veces a la semana se asociaba significativamente a tener en mayor medida trastorno de sueño (64,4% frente a 43,4%; p<0,001); consumir tabaco (67,9% frente a 47,6%; p=0,002); usar el móvil antes de acostarse (55,4% frente a 26,8%; p=0,030); usar el móvil acostado y sin luz (58,89% frente a 37,9%; p=0,003); y utilizar el móvil cuando se despertaban en medio de la noche (67,5% frente a 48,5%; p=0,004). En cuanto al uso de dispositivos electrónicos, solamente se observó un uso del móvil significativamente mayor en el grupo de trastornos del sueño (cuarenta y dos frente a treinta y cinco horas a la semana; p=0,003) [Tabla 1].
Ya que el sexo resultó ser uno de los factores más destacados en cuanto a las diferencias en la calidad del sueño, se decidió realizar un análisis bivariante comparando hombres y mujeres. De esta manera, no se observaron diferencias estadísticamente significativas en cuanto a la edad de los hombres y las mujeres del estudio (22,4±7,7 frente a 21,8±6,6; p=0,444).
Los hombres practicaban significativamente más deporte que las mujeres (63,6% frente a 41,1%; p<0,001), mientras que el porcentaje de mujeres que consumían alcohol una vez a la semana era un poco más elevado que el de los hombres, observándose una tendencia de mayor consumo de tabaco por parte de las mujeres a pesar de no ser estadísticamente significativa (36,3% frente a 25,9%; p=0,059) [Tabla 2].
En relación al uso de la videoconsola, en nuestro estudio, el sexo masculino la usaba significativamente más (75,3% frente a 49,2; p=0,001), invirtiendo un tiempo estimado de seis horas a la semana, en contraposición a las cero horas en el caso de las mujeres (p=0,001). Sin embargo, en el tiempo de uso del resto de dispositivos, observamos que las mujeres presentaban un mayor uso del teléfono móvil que los hombres (cincuenta y seis frente a veintiocho horas a la semana; p=0,001).
En relación a los valores obtenidos en el test de Pittsburgh entre hombres y mujeres, estas tuvieron mayor porcentaje de trastornos de sueño que los hombres (63,6% frente a 46,1%), pasando más horas en la cama, aunque con una eficiencia significativamente menor que los hombres (84% frente a 89,5%; p=0,002) [Tabla 3].
Por último, el análisis multivariante mediante regresión logística identificó como factores asociados independientemente al trastorno del sueño el uso del móvil acostado y sin luz (OR: 2,04 [IC95%: 1,12-3,73; p=0,021]), el uso del móvil en mitad de la noche (OR: 1,90 [IC95%: 1,06-3,42; p=0,031]), presentar hábitos tóxicos como fumar y/o consumir alcohol a diario (OR: 2,28 [1,14-4,55; p=0,020]). Por último, hacer deporte disminuía el riesgo de padecer un trastorno del sueño (OR: 0,431 [IC95%: 0,26-0,72; p=0,001]) [Tabla 4].
DISCUSIÓN
Con este estudio, demostramos que existe una relación entre el uso de dispositivos móviles de pantalla y la calidad del sueño en estudiantes de ciclos formativos. Todos los estudiantes que participaron presentan un porcentaje de eficacia del sueño del 88,9%, pasando una media de siete horas y media durmiendo por día, lo que concordaría con otro estudio realizado por el Clínico San Carlos de Madrid, que reveló que los españoles duermen una media de entre siete y ocho horas(2) (28). Como ya se ha reportado, el sueño tiene una implicación directa en la calidad de vida(1) (8) (29), siendo varios los factores que influyen en la calidad del sueño, entre los que se destaca a día de hoy el uso de TIC antes de ir a dormir, el cual ha aumentado durante los últimos años(1) (7) (9) (13) (30).
A día de hoy, el uso de las TIC está ampliamente extendido (99,7%) entre los jóvenes de 16-24 años, aunque disminuye conforme aumenta la edad, llegando a bajar hasta un 91% a partir de los cincuenta y cinco años y un 73,3% entre los sesenta y cinco y los setenta y cuatro años. Sin embargo, este porcentaje sigue una progresión ascendente al observar las encuestas realizadas desde 2020, lo cual implicaría que en un futuro se espera que los problemas de sueño asociados al uso de estas TIC aumentarán(31). Los resultados de la presente investigación apoyan la idea de que existe una asociación entre el tiempo de uso de los medios tecnológicos de pantalla y los trastornos del sueño, demostrando este concepto en estudiantes de ciclos formativos, siendo el medio más usado el teléfono móvil con cuarenta y dos horas a la semana. Entre los encuestados, más del 93% utilizan el móvil antes de acostarse. En este sentido, ya existían estudios previos que habían reportado que el uso del móvil antes de dormir tiene un efecto perjudicial en la cantidad y la calidad del sueño(15) (16) (29) (30).
Además, en otros estudios recientes, más del 50% de los estudiantes no cumplían las recomendaciones de tiempo de pantalla, lo cual coincidiría con nuestro estudio, mostrando trastorno de sueño aquellos estudiantes que presentaban un mayor uso del móvil(15) (32) (33) (34). Un reciente estudio describe que el tiempo de uso de pantalla diario es de aproximadamente seis horas, sin observar diferencias estadísticamente significativas entre sexos(34). Sin embargo, nuestros resultados discrepan en este sentido, puesto que describen cómo el tiempo de uso del móvil en hombres es de aproximadamente cuatro horas, mientras que las mujeres lo utilizan ocho horas al día, existiendo en nuestro caso diferencias estadísticamente significativas entre sexos.
Para poder medir la calidad del sueño, se halló una de las puntuaciones más utilizadas basadas en el cuestionario de Pittsburgh, puesto que no solo las horas de sueño determinan la calidad de sueño(27) (35). Este cuestionario consiste en diecinueve preguntas que puntúan de 0 a 21, estableciendo que todas aquellas puntuaciones por encima de 5 se diagnostican como trastornos de sueño. En nuestro caso, más de la mitad de los encuestados reportan trastornos del sueño, siguiendo este criterio. Además, en nuestro estudio, observamos que los estudiantes con estos trastornos del sueño, incluidos aquellos que usan el móvil antes de acostarse y se despiertan en medio de la noche para verlo, tienen problemas para conciliar el sueño, provocando una disminución en la duración del mismo. Este hábito se conoce como vamping y ya se ha reportado en estudios previos como un factor determinante en la calidad del sueño(4) (15) (36). Sumado a ello, los encuestados que presentan trastornos de sueño, además realizan menos deporte a la semana y tienen hábitos nocivos, todos ellos considerados factores que afectan a la calidad del sueño(10).
Curiosamente, a la hora de comparar la calidad del sueño en función del sexo, en nuestro estudio observamos que existen diferencias estadísticamente significativas en este sentido, lo que está en contraposición a estudios similares(4). Sin embargo, existe un estudio que delimita el sexo femenino como factor de riesgo a la hora de tener problemas de sueño(37).
Este hecho se evidencia con la mayor puntuación de las mujeres en el cuestionario de Pittsburgh (7,36±3,7) con respecto a los hombres (5,62±3,1), lo que justificaría también la menor eficiencia del sueño observada (84% las mujeres frente a 89,5% los hombres). La justificación de esto podría deberse a los hábitos de vida de cada subgrupo, puesto que el sexo femenino reporta menos tendencia a practicar deporte, pero más a consumir alcohol y tabaco.
La adopción de algunas conductas no saludables como son la inactividad física y el consumo de sustancias nocivas (como tabaco, alcohol), el insuficiente tiempo de sueño y el elevado estilo de vida sedentario, repercute negativamente en la salud de los jóvenes(8). En este sentido, un número considerable de estudios clínicos relacionan el alcohol con trastornos del sueño e incluso con una disminución del mismo. De hecho, un estudio actual afirma que el alcohol afecta negativamente al tiempo que pasamos durmiendo incluso cuando se consumen cantidades mínimas en la noche (menos de 80 ml), pudiendo provocar un efecto rebote, aumentando la alerta en la segunda mitad de la noche y el cansancio al día siguiente(8) (38).
Además de esto, se encuentran diferencias también con respecto a las TIC más utilizadas en cada sexo, siendo los hombres más propensos a utilizar videoconsolas que las mujeres, lo cual estaría de acuerdo a los datos previamente descritos(34) (39). En este sentido, según el último informe del INE(31), las mujeres utilizan más frecuentemente las TIC para la comunicación por mensajería instantánea, como es el WhatsApp, en comparación con los hombres. El uso de diferentes TIC de manera mayoritaria podría suponer uno de los motivos de que en nuestros resultados exista esa distribución asimétrica en el uso de las diferentes TIC entre los encuestados, aunque habría que consolidar esta hipótesis con diferentes estudios a mayor escala.
Además de las relaciones establecidas entre diferentes factores y la disminución en la calidad del sueño, también observamos una relación con la disfunción diurna, de manera similar a la establecida en los estudios previos(16) (30), en los cuales analizaron la asociación entre el uso de dispositivos a la hora de dormir y la somnolencia diurna.
La importancia de todo esto recae en las repercusiones que pueden tener estos hábitos a largo plazo, puesto que existen estudios que demuestran que aquellas conductas adoptadas durante la niñez y la adolescencia se mantienen en gran medida en la edad adulta(29). Por ello, resulta crucial identificar de manera temprana las conductas de riesgo en este sentido en pro de realizar una intervención o actuación acorde a tiempo.
Nuestro estudio utilizó el cuestionario de Pittsburg para la medición de la calidad del sueño, que se trata de un cuestionario validado y con versión en castellano también validada, siendo esta la principal fortaleza que presenta. El cuestionario se administró de forma anónima y se repartió entre todos los alumnos de un instituto, obteniendo una alta tasa de respuesta. No obstante, nuestro estudio también presenta limitaciones al tratarse de un estudio transversal que no permite establecer relación causal a lo largo del tiempo. Otra posible limitación es el hecho de que el cuestionario de calidad de sueño se refiere al último mes, pudiendo no detectar relaciones a medio y largo plazo. Por último, el presente estudio se realizó en un instituto de la población de Alcázar de San Juan (Ciudad Real), pudiendo no ser los resultados obtenidos extrapolables a otras poblaciones.
Considerando todos los resultados obtenidos en nuestro estudio, así como la bibliografía previa, podemos concluir que el uso de los dispositivos de pantalla con luz azul y, más concretamente, el teléfono móvil, tiene un impacto negativo sobre el sueño de los alumnos de los ciclos formativos, llegando incluso a duplicar el riesgo de presentar trastorno de sueño, a lo que se sumarían otros hábitos no saludables como el consumo semanal de alcohol y/o tabaco. En contraposición, hacer deporte dos-tres veces a la semana disminuye la probabilidad de trastorno de sueño.
Ante el aumento en la sociedad del uso de este tipo de dispositivos, sería conveniente trabajar promoviendo programas educativos cognitivo-conductuales en los centros educativos y, al mismo tiempo, motivar a las familias para que fomenten en los hogares estilos de vida saludables, practicando actividades deportivas y controlando el uso de los medios tecnológicos de pantalla de forma equilibrada con el propósito de que repercutan positivamente en la salud. De igual manera, sería conveniente crear programas de higiene del sueño y campañas educativas sobre el uso responsable del smartphone, donde se haga hincapié en los horarios de sueño, además de limitar el uso de cualquier dispositivo de pantalla antes de ir a dormir y que dichos dispositivos no se encuentren en la habitación, recomendando dormir sin ningún tipo de luz. En este sentido, ya se están promoviendo proyectos relacionados con intervenciones para promover una buena educación y unos buenos comportamientos en relación a los hábitos de sueño desde los centros educativos(40) (41).