Editorial 

La globalización de las técnicas

Cada día se oyen más y más voces en todos los foros de discusión opinando acerca de la influencia que los distintos medios tienen en nuestra vida cotidiana. De cómo nos afecta el precio del petróleo, de la bajada o subida de tal o cual índice bursátil, de la poca capacidad que tenemos de influir en las decisiones que toman otros, por lo general anónimos y que luego debemos asumir tanto si nos perjudican como si nos benefician. En una palabra, nos estamos globalizando. 

Nuestra capacidad de decisión se va limitando poco a poco y no nos damos cuenta. La opción de comprar un objeto, el que sea, depende en muchos casos mas de su atractivo estético o comercial, que de su valía. La mayoría lo sabemos pero es honesto reconocer que en la sociedad en la que nos movemos, resulta difícil no caer en la tentación de adquirir aquello que resulta tan idealizado. Los ejemplos serían interminables, desde un coche a una lata de refresco, pasando por infinidad de objetos cotidianos de mayor o menor trascendencia. 

Tomarme un refresco de burbujas siguiendo la tendencia de moda me puede perjudicar poco, quizás pagaré un poco más para amortizar el coste comercial o la propaganda, pero nada más. Sin embargo hay otras decisiones que son más importantes y nos conviene informarnos bien y valorar objetivamente las consecuencias de nuestra elección. Muchas veces se crean hábitos causados por inercias comerciales o simplemente porque una propuesta muy útil y eficaz, ha sido interpretada como la solución universal a todos los problemas. La informática, por ejemplo, tiene un campo amplio de influencia y es eficaz, pero no sustituye a una llave inglesa. Es un ejemplo simple pero entendedor. No porque algo sea muy útil, debemos olvidarnos del resto de tecnologías. 

Quizás algo así ocurra también en otras ciencias. La Odontología no está ajena a las modas ni a las influencias comerciales, el gran público valora más unos dientes uniformemente blancos que una oclusión bien ajustada. No «vende» una buena oclusión y sí lo hace un dentífrico milagroso o un producto más sofisticado que pueda blanquear dientes. No es en sí malo cuidar la estética, sí lo es hacerlo descuidando lo demás. Hoy es más fácil plantear la renovación total de las estructuras dentarias que intentar aprovechar y restaurar lo que ya existe. 

La Endodoncia es una ciencia que basa su existencia en conservar piezas dentarias, tanto si es la primera vez que sufren alguna patología como si hay fracaso por utilizar una técnica incorrecta. Desgraciadamente hoy en día se tiende, a veces, a extraer dientes que podrían salvarse con una buena endodoncia, o que un especialista con una técnica adecuada les devolvería la salud a pesar de que el tratamiento previo no hubiera dado el resultado esperado. Conservar el diente en estado de salud, es sin duda la mejor opción que se puede plantear. Es posible que sea aparentemente más complejo, pero si analizamos bien todos los factores, precio, tiempo, confort, etc. casi siempre llegaremos a la conclusión de que la opción conservadora, tanto en el tratamiento inicial como en el retratamiento, es sin duda la que podremos ofrecer con mayor confianza a nuestros pacientes. 

La globalización de los métodos científicos es, en efecto, positiva, pero siempre que entendamos lo que nos beneficia tanto a los profesionales como a los pacientes. Hay muchas opciones terapéuticas nuevas que han venido a solucionar problemas de gran envergadura, que han dado una calidad de vida insospechada unos años antes, pero que su utilidad está cuando no hay diente natural sano. Una correcta endodoncia o un buen retratamiento que devuelva la salud y la función al diente natural, es la mejor opción en nuestro nuevo siglo. 

Jordi López Roura. 
Presidente de la Asociación Española de Endodoncia