Arcadi Gual

Fiel a su compromiso ante la sociedad de promover la calidad de la educación médica, la Word Federation for Medical Education (WFME) acaba de hacer público un documento de consenso sobre la acreditación de la formación médica. En esta ocasión se observa una novedad de especial interés como es la participación en la elaboración del citado documento de la Organización Mundial de la Salud (OMS / WHO) fruto de la "Colaboración estratégica OMS-WFME para la mejora de la educación médica" que se estableció en el 2004.

Al igual que en anteriores documentos de consenso de la WFME, han participado en su elaboración un número importante de expertos, concretamente 38, procedentes de los cinco continentes. El documento, cuya versión oficial castellana aparece en el presente número de Educación Médica Internacional, ha sido fruto de un elaborado trabajo de los expertos durante más de dos años y que debe calificarse de meritorio tanto por su concreción, simplicidad y oportunidad. La guía que se presenta establece unos criterios de acreditación que, a pesar de las particularidades de cada país, región o institución, son aplicables en su mayor parte de forma universal.

Al hilo de esta guía de la OMS/WFME, de la que no es necesario glosar su interés intrínseco, es conveniente subrayar algunos conceptos que por obvios pudieran pasar desapercibidos. En el siglo XXI la acreditación de la formación médica no es una cuestión novedosa, ni voluntaria, ni sujeta a discusión. Es un principio establecido por todos los expertos en Educación Médica basándose en un conjunto de factores diversos que van desde la complejidad de los sistemas sanitarios y la formación de sus profesionales, hasta la garantía de calidad de los servicios sanitarios, pasando naturalmente por los procesos de globalización. Frente a este hecho de la necesidad de acreditar la formación médica, la OMS / WFME ofrecen un instrumento flexible que puede ser utilizado por una comunidad concreta (Facultad, Universidad, Región, Comunidad Autónoma, País, Estado o Nación) de forma directa o adaptándolo a la tradición, experiencia o particularidades de dicha comunidad.

Otro aspecto a considerar es la conveniencia de movernos en unas coordenadas comunes. Por ello, los autores de la guía (OMS / WFME) recomiendan y alientan la cooperación internacional y el intercambio de información frente al aislacionismo o, aún peor, frente al interés de desarrollar nuevos métodos y formulas al margen de la mejor evidencia.

Un elemento de extraordinaria relevancia a tener en cuenta es el impacto directo que cualquier tipo de evaluación tiene un sobre el proceso evaluado; por tanto, es de esperar que la implementación de los procesos de acreditación de la formación medica generen un impacto significativo y positivo en la misma. Una aplicación incorrecta de estas directrices, la falta de su adecuación a la realidad concreta de un ámbito determinado, o su aplicación sin una revisión periódica a lo largo del tiempo podrían derivar en un impacto negativo de la formación médica. Nos encontramos frente a un instrumento que puede facilitar en gran medida la responsabilidad de mejorar la calidad de la formación médica tanto de las autoridades universitarias como de las agencias de evaluación, pero que podría convertirse en un instrumento burocrático que homogeneizara y perpetuara los vicios y carencias del sistema.

Dado el respeto que la OMS/WFME tienen por la soberanía nacional, como no podía ser de otra manera, la propia guía califica su contenido de "recomendaciones", es decir guías de cumplimiento no obligado. Por ello, nos parece aún más necesario insistir a los gestores con responsabilidades en el ámbito de la acreditación de la formación médica que sean sensibles a estas recomendaciones de cooperación internacional y que no regateen esfuerzos para intercambiar tanto expertos como información, incluyendo las experiencias en las mejores prácticas, en la implementación de los diferentes modelos y la gestión de los mismos. Tampoco deberían desdeñarse los esfuerzos necesarios para buscar mecanismos de reconocimiento recíproco de los sistemas de acreditación.

Finalmente merece un comentario el espíritu de globalidad que respira el documento de la OMS / WFME. Las tan cacareadas tres fases del continuum educativo (formación básica, formación especializada y desarrollo profesional continuo), quizá serían un verdadero contínuum si estuvieran sometidas a un sistema global y coherente de acreditación. Una gestión de este tipo permitiría una comunicación fluida entre las tres etapas de la formación médica, una harmonización de los requisitos para cada etapa y, por supuesto, un inmejorable sistema del control de calidad de la formación médica. Si bien las agencias acreditadoras pueden parecer en una primera instancia los actores protagonistas de un sistema de acreditación de la formación médica no está por demás recordar que son los instrumentos, y que los verdaderos protagonistas son los recipiendarios, los médicos y sus representantes, las facultades de medicina, las sociedades científicas y los colegios profesionales. Todos juntos, corporativamente, deben organizar y coordinar esfuerzos en favor de un sistema global de acreditación de la formación médica que garantice al ciudadano el mejor profesional posible.