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Cuadernos de Psicología del Deporte

versión On-line ISSN 1989-5879versión impresa ISSN 1578-8423

CPD vol.20 no.3 Murcia sep./dic. 2020  Epub 09-Nov-2020

 

In Memoriam

Adiós emotivo a un compañero y amigo: Ángel Blanco Villaseñor, In memoriam

M Teresa Anguera1  , José Luis Losada1  , Antonio Hernández-Mendo2  , Verónica Morales Sánchez2 

1Universidad de Barcelona

2Universidad de Málaga

Me resulta sumamente difícil glosar en unos pocos párrafos una amistad y una relación profesional forjada a lo largo de cuarenta años, a la vez que hacer justicia, con mis pobres palabras, a lo que ha sido tu historia, tu vida académica, tu paso por la Universidad, y transito deliberadamente de la tercera a la segunda persona, pues me parece verte y oírte en muchos momentos. Muchas veces no puedo creer que ya no estás entre nosotros.

Angel Blanco fue alumno mío el curso 1974-1975, y varias veces me había dicho que estaba matriculado con otro profesor, pero en la segunda clase del curso asomó a mi aula, aunque le resultaba muy duro que la clase fuese a las 8:00, y se quedó. Fue un alumno modélico, que se esforzaba muchísimo por hacerlo todo bien, y su trabajo era impecable. Tuvo la calificación de Sobresaliente, y siempre se quejó de que no le diera Matrícula de Honor, que requería presentarse a un examen aparte, y que no quiso hacer.

Dos años después, recuerdo perfectamente cuando me vino a ver a mi despacho de la Facultad para decirme que se iba a la “mili”, y le dije que se pasara cuando terminara, por si había alguna posibilidad de que se pudiera quedar. A su regreso, no había ningún posible espacio, pero a él le atraía enormemente el mundo de la investigación y la docencia, y estuvo un tiempo, que no recuerdo con exactitud, pero que serían 1-2 años, colaborando, sin ningún contrato, en el Departamento, con jornadas de la mañana a la noche todos los días.

Después, progresivamente, desde un primer contrato como Encargado de curso, fue avanzando, siempre con inmensas ansias por saber y esforzarse, y entusiasmado por la Metodología Observacional, en una época de estructuración y crecimiento, que hicimos entre los dos. Durante unos 15 años, que fueron cruciales, trabajó sin descanso por abrirse un espacio propio en el ámbito de la Teoría de la Generalizabilidad, lo cual era excelente para él y para la propia disciplina académica. A través de sus publicaciones, se iban conociendo en la comunidad científica los avances que realizaba y su adecuación en estudios observacionales, y su nombre quedaría unido para siempre al de la Metodología Observacional y la Teoría de la Generalizabilidad.

Pero en la vida hay reveses, algunos muy duros y amargos, y a comienzos de la década de los noventa no pudo ser, injustamente, algo que le ilusionaba profundamente, y a mi también: la obtención de la cátedra. Injusta decisión, como siempre he creído y sostenido, que le marcó profundamente. Angel cambió. Su carácter, sus ilusiones, y yo diría que su estilo de vida sufrieron aquel embate de forma muy dura, y en un entorno departamental que no ayudaba en absoluto. Muchas veces hablamos de aquel aciago día, y no logré lo que tanto le insistí: que volviera a presentarse. La vida es un tapiz de elementos contrapuestos, un enjambre de alegrías y penas, un baúl de sentimientos y recuerdos, y entre estas contradicciones y polaridades transcurren años en cualquier persona, y en Angel también.

El tiempo iba transcurriendo. Son infinitas las vivencias que se agolpan a mi memoria, tanto académicas y profesionales como personales, después de haber compartido siempre la docencia de la asignatura principal, aunque hubiese ido cambiando de nombre en función del plan de estudios, y de haber compartido igualmente muchas horas y dedicación en el Programa de Doctorado, Evaluación en Ciencias del Comportamiento: Metodología y Aplicaciones, que tuvimos vigente durante muchos años, así como en el más reciente de Psicología de la Comunicación y Cambio. Me consta que los muchos alumnos que por allí pasaron le tenían una verdadera devoción, y muy recientemente, después de su fallecimiento, una antigua alumna me decía que siempre recordaría lo mucho que le había ayudado, allanándole siempre el camino, y ofreciéndole una solución a los problemas.

Asimismo, tenía una gran capacidad organizativa, que demostró sobradamente colaborando en la organización de eventos científicos. Como ejemplos, la I Jornada Psicológica de la Sociedad Española de Psicología (1986), el III Congreso de Evaluación Psicológica (1991), el X Congreso de Metodología de las Ciencias Sociales y de la Salud (2007), todos ellos celebrados en Barcelona y a los que dedicó muchas horas, pero también contribuyó en buena medida en otros celebrados en otras sedes, como el III Congreso Vasco del Deporte (2004), en Vitoria.

Esta capacidad organizativa la puso en práctica en muchísimas ocasiones, a lo largo de los once Proyectos I+D+i que hemos compartido, así como en los innumerables Congresos y reuniones científicas en que participamos, y de cuya logística se encargaba siempre, y de las múltiples cuestiones que surgían en el Departamento cuando era Secretario.

Así era Ángel, siempre dispuesto a ayudar, a buscar una salida cuando se le preguntaba sobre algo, fuese de metodología, o de informática, o de cuestiones burocráticas, y, por supuesto, amante de sus hobbies: viajes, comidas, arte pictórico, fotografía, y un largo etcétera. Era detallista al máximo, conocedor de infinidad de recursos y posibilidades, y con una inmensa memoria, que siempre admiré. Amigo de sus amigos, tenía una amplia red de relaciones sociales, que se evidenciaba tanto en encuentros académicos de Congresos como, en los últimos años, en las redes sociales.

Angel Blanco ha sido un profesor que siempre ha tenido muy clara la vertiente institucional de la Universidad, que la vivía responsablemente, y que se forjó en la dureza y adversidad de momentos duros que vivimos en nuestro Departamento de Metodología de las Ciencias del Comportamiento de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona, y siempre le agradeceré de corazón su altísima fidelidad y su tesón constante por defender la Metodología Observacional, sujeta a embates no siempre académicos en cambios de planes de estudio.

Siempre recordaré el 12 de marzo de este año, 2020, último día en que lo vi, en que comimos juntos, como cada martes, jueves y viernes, en la cafetería de nuestro Campus, y al regresar al Departamento me decía por el camino que se sentía muy cansado, y refiriéndose a la clase que debía impartir aquella tarde, me dijo textualmente: “Tengo el presentimiento de que es la última clase que daré en mi vida”. Estas palabras me golpearon el corazón, y me hirieron el alma, aunque reaccioné inmediatamente, y le dije que no, y que no fuera pesimista, aunque sabía que se pensaba jubilar al terminar el curso (por tanto, en septiembre 2020). Sí me comentaba en muchas ocasiones, en los meses anteriores, que le resultaba extraordinariamente difícil subir los dos pisos de escaleras desde el párquing, o andar los dos largos pasillos desde su despacho al aula, y viceversa. Sin embargo, no me podía imaginar que la enfermedad le iba haciendo mella por dentro. Y por el sentido institucional que antes comenté, quiso dar todas las clases, y nunca me permitió que alguna se la impartiera. Su sentido de cumplimiento del deber era muy alto, a costa de su sufrimiento por la salud endeble en los últimos tiempos.

Personalmente, Angel, te agradezco lo mucho que hemos compartido de vida universitaria, incluso en temas en los que teníamos discrepancias, que siempre nos respetamos. Los años pasan, las personas también, … y tú te has ido, pero tu obra queda, los alumnos a los que formaste siempre te recordarán, los investigadores que lean tus trabajos te tendrán presente, tus compañeros y amigos siempre te recordaremos. Es la dura paradoja de la vida: Desde que nacemos, nos vamos acercando a la muerte. A José Luis y a mi (recuerda, … el “núcleo duro”) nos va a ser muy doloroso volver a entrar a tu despacho, en el que tantas horas estuvimos hablando. Y siempre, siempre, te tendremos presente. Descansa en paz.

“Se me ha muerto como del rayo…”

-Elegía de Miguel Hernández

Después de las palabras de Teresa es difícil añadir algo. Solo me queda hablar de las experiencias compartidas. Conocí a Ángel en el Congreso de Metodología de las Ciencias del Comportamiento celebrado en La Manga del Mar Menor en abril de 1995. Había ido para entrevistarme con la que sería mi directora de tesis, la Dra. Teresa Anguera. Hay dos fotos memorables de aquel encuentro en el que estamos un grupo de personas que trabajamos en Metodología Observacional -algunas eran ya un referente nacional e internacional (Roger Bakeman, Teresa Anguera y tú), había otro grupo de personas importantes en el ámbito (Vicent Quera, Valentín Escudero, Hector Rifa, Manuel Morales y Arantxa Gorostiaga). En aquel primer encuentro (en un autubus que nos trasladaba de la sede del congreso al concierto de la Orquesta Nacional) me diste la primera lección acerca de la observación, de la ciencia y de la universidad. Y a partir de entonces te convertiste en una de las personas a quien recurrir, sobre todo cuando me traslade de A Coruña a Málaga.

En mi tesis doctoral defendida en mayo de 1996 hay una dedicatoria que da cuenta de lo que calo en mí aquel primer encuentro “A Ángel Blanco que tuvo la difícil misión de derribar las barreras y sembrar en mi ánimo la duda y expectación necesarias en toda investigación.”

Nos ayudaste a montar el Máster de Investigación en Actividad Física y Deporte, del cual formaste parte desde el inicio, cuando era doctorado, luego doctorado con Mención de calidad y posteriormente Máster con Mención de Calidad y fuiste profesor durante muchos años -hasta que la salud no te permitió seguir-. Pusiste lo mejor de tí asistiendo a las comisiones de ANECA para mantener la Mención de Calidad.

Lógicamente se entremezclaban nuestras vidas profesionales y personales. Contigo aprendí Teoría de la Generalizabilidad, modelización estadística. El análisis de variancia (el término que defendías) y el análisis de generalizabilidad, contigo alcanzaron nuevas perspectivas y cotas. Asesoraste y colaboraste en un programa informático que hicimos de forma colaborativa la Facultad de Informática (a través del Dr. José Luis Pastrana) y la Facultad de Psicología de la Universidad de Málaga, para análisis de generalizabilidad que permitió dotar a este análisis de mayor versatilidad y flexibilidad.

Contigo aprendí a degustar los vinos que me traías cada vez que venías a Málaga -y a disfrutar de las almendras fritas que te hacía Verónica cuando nos visitabas, que fue uno de tus últimos deseos cuando hablaste con nosotros por última vez-. Hubo épocas en las que llegamos a hablar a diario, no una vez sino varias veces al día. En la organización del III Congreso Vasco del Deporte (2004), en Vitoria, trabajamos mucho… pero cuando nos quedamos aislados por la nieve… fue a partir de entonces nuestra historia favorita que contábamos para animar las reuniones.

Te gastaba bromas -aprovechando tu buena memoria y tu amplio conocimiento de multitud de temas-… “Ángel danos la conferencia de…” Compartimos congresos y complicidades.

En mis viajes a Barcelona empecé a frecuentar tu casa y conocí a tu familia (Mari Carmen, Ariadna, David). Me prestaste tu ayuda en numerosas ocasiones, en situaciones de investigaciones novedosas para mí, apoyando tesis doctorales…Mi familia te quería y ahora te recuerda con cariño. Está siendo duro hacernos a la idea de que te has ido… cuando reviso la bibliografía de los trabajos y veo tu nombre me asaltan multitud de recuerdos. Me ha costado muchísimo escribir estas líneas. José Luis y Verónica han querido sumarse a este pequeño homenaje.

Compañero, amigo, hermano que la tierra te sea leve.

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