Introducción
Las investigaciones coinciden en informar del constante incremento del consumo de sustancias adictivas legales e ilegales en la población universitaria (Oliveira et al., 2009). Por otra parte, y de forma alarmante, el inicio del consumo está comenzando a edades cada vez más precoces (Mosqueda-Díaz y Carvalho, 2011). La escasa percepción de riesgo y la gran tolerancia social existente entre los jóvenes ante la ingesta de sustancias psicoactivas han contribuido a la normalización y generalización de su consumo (Sánchez-Pardo, 2002).
En diferentes estudios se ha comprobado que la droga ilegal más consumida es el cánnabis y el alcohol es la más consumida de las drogas legales (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2014). La OMS (2014) asegura que el tercer motivo de riesgo para la sociedad en los países industrializados es el consumo de alcohol.
Tanto la Encuesta realizada por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (2015) sobre Alcohol y Drogas en España (EDADES, 2013) como los estudios que analizan la prevalencia en nuestro país (Currie et al., 2008; Jiménez-Muro et al., 2009) afirman que el consumo de drogas está más extendido entre las personas de 15 a 34 años tanto para las drogas legales como para aquellas de comercio ilegal. Las sustancias legales que presentan una mayor prevalencia en el consumo son el alcohol y el tabaco. Y son el cánnabis seguida de la cocaína, las drogas que mayor prevalencia de consumo tienen entre las drogas ilegales. De hecho, España es el tercer país con la mayor tasa de consumo de cánnabis entre los jóvenes, por detrás de Canadá y Suiza. El estudio EDADES (2013) nos indica que el inicio del consumo de alcohol se produce a edades muy tempranas, en la mayoría de los casos precedido del consumo experimental de tabaco. Como es de esperar, aquellas drogas de fácil acceso con mayores prevalencias son las consumidas por primera vez a una menor edad, es decir, tabaco (16.4 años) y alcohol (16.7 años). Entre las sustancias ilegales, de nuevo el cánnabis es el que sitúa la edad de inicio más temprana (18.6 años).
Las bebidas alcohólicas son un producto de producción, distribución y consumo legal, cuyo uso se halla plenamente incorporado y normalizado en nuestra cultura (Pascual-Pastor, 2002; Sánchez-Pardo, 2001). El 90.9 % de la población española entre 15 y 64 años han consumido alcohol alguna vez en la vida, el 76.6 % de la población lo ha consumido alguna vez en el último año y el 62.3 % en el último mes (Muela, Espinosa, López, De los Riscos y Rodríguez, 2008).
Por otra parte, observando el consumo de tabaco, la evolución en el consumo diario de tabaco por grupo de edad muestra una disminución en la prevalencia que se observa en el año 2013 con respecto a años anteriores (EDADES, 2013).
Hoy en día, uno de los colectivos más vulnerables es el de los jóvenes-adultos que son especialmente sensibles al mantenimiento e incremento de dichos consumos (Fundación Pública Andaluza para la Atención a las Drogodependencias e Incorporación Social-FPAADIS, 2009). Y dentro del colectivo de jóvenes, los estudiantes universitarios representan una población especialmente activa en este ámbito (Ministerio de Educación Cultura y Deporte-MECD, 2014), presentando un consumo especialmente abundante de tabaco, alcohol y cánnabis (Caamaño-Isorna et al. 2011; Kasperski et al. 2011).
Como sugieren Gómez, Herde, Laffee, Lobo y Martín (2007), la población universitaria afectada por el consumo representa una gran problemática para la sociedad, por lo que resulta ineludible reaccionar ante ella. Sin embargo, pese a la necesidad de activar estrategias preventivas eficaces en estos jóvenes, son bastante limitados los estudios en este sentido de carácter internacional (Cáceres, Salazar, Varela y Tovar, 2006; Kasperski et al., 2011) o nacional (Domingo-Salvany, 2011; Martin-Montañez et al., 2011).
Míguez y Becoña (2009) consideraban la necesidad de establecer estrategias preventivas en este colectivo, pero dudaban de los datos obtenidos, ya que existían limitaciones experimentales (encuestas poblacionales) que condicionaban la obtención de resultados fidedignos en colectivos concretos como el de los estudiantes universitarios. Además, también existen otras fuentes de error en estos estudios: gran parte de estudios sobre consumo de sustancias tóxicas en jóvenes se realizan en tramos de edad anteriores como la adolescencia (Domingo-Salvany, 2011) y el consumo de drogas de los universitarios está asociado básicamente a momentos de ocio (Nieves-Martín, 2010; Sim, Jordan-Green, Lee, Wolfman y Jahangiri, 2005; Viñas y Herrero, 2004).
Por tanto, parece ser que los patrones de consumo de drogas en universitarios son diferentes a los de la población juvenil. La juventud universitaria española consume más cannabis y cocaína que la juventud española en general, presentando comportamientos diferentes y específicos de policonsumos (EMCDDA, 2010; OEDT, 2013). En resumen, los estudios anteriormente señalados coinciden en un mayor consumo de sustancias por parte de jóvenes universitarios y es éste el contexto donde se sitúa la mayor dificultad para poder intervenir con acciones de prevención en drogadicción, confirma Míguez (1998).
Por todo lo anterior, son los universitarios un colectivo relevante, en el que plantear estudios sobre la detección de patrones de consumo y abuso de sustancias psicoactivas, con el objetivo último de poder instaurar estrategias preventivas eficaces en la salud pública y en los propios campus universitarios. En este sentido, este estudio tiene como objetivo conocer el estado actual del consumo de drogas entre los grupos de consumidores de alto y bajo riesgo en alcohol y tabaco.
Método
Participantes
La muestra estaba formada por 303 alumnos, donde 104 eran hombres (34.32 %) y 199 eran mujeres (65.68 %). La media de edad fue de 21.19 y 3.75 de desviación típica. La muestra representó las cinco ramas del conocimiento en las que se dividen las facultades y escuelas de la Universidad de Jaén (Humanidades, Ciencias Experimentales, Ciencias Sociales y Jurídicas, Ciencias de la Salud e Ingenierías Técnicas).
Instrumentos de evaluación
La recolección de la información se llevó a cabo mediante una encuesta sobre hábitos de consumo y otras variables sociodemográficas, basada en la encuesta utilizada en el estudio “Los andaluces ante las drogas” (EDIS, 2005) de la Fundación Pública Andaluza para la Atención a las Drogodependencias e Incorporación Social-FPAADIS (2009). La encuesta consta de 119 cuestiones, la cual, evalúa variables sociodemográficas y de hábitos y actitudes ante el consumo, más concretamente se les preguntaba acerca del: consumo de tabaco y alcohol, consumo de otras sustancias, botellón.
Procedimiento
Una vez seleccionada la muestra se procedió a la recogida de información. Se contactó con un profesor de cada grado seleccionado de la Universidad de Jaén, que facilitó el contacto con la muestra. Una vez informados los alumnos sobre los objetivos del estudio, se solicitó su colaboración. Los que no desearon participar podían abandonar el aula. La prueba se administró de forma colectiva, con una duración aproximada de una hora, en horario de clase. Antes de entregar el cuestionario, los sujetos fueron informados sobre la voluntariedad y confidencialidad de sus respuestas. Los participantes debían de cumplimentar el consentimiento informado (Faden, Beauchamp y King, 1986).
Resultados
Los datos fueron analizados mediante el paquete estadístico SPSS 22. Para obtener los resultados se realizaron pruebas t de Student y Razón de Verosimilitud.
Antes de realizar los análisis se realizó una clasificación teniendo en cuenta si los estudiantes universitarios eran consumidores de alcohol de alto riesgo o de bajo riesgo para ello se contabilizo el número de Unidad de Bebida Estandar (UBES) consumidas. Siguiendo la literatura, Pascual-Pastor, Guardia, Pereiro y Bobes (2013) afirman que para detectar si la persona tiene una dependencia o hace un abuso del alcohol, es necesario conocer la UBE, se trata de una forma de cuantificar la cantidad de alcohol. Rodriguez-Martos, Gual y Llopis-LLacer (1999) afirman que una UBE en España contiene 10 gramos. De tal forma que una UBE equivale a: una caña o copa (250 ml) de cerveza, un vaso pequeño o copa (100 ml) de vino o cava, media copa (50 ml) de vinos generosos y media copa, un chupito o medio combinado (25 ml) de destilados del tipo coñac, anís, ginebra, ron, vodka, o whisky. Una vez halladas el número de UBES consumidas tanto en días laborables, como en fines de semana y la suma total de ambas. Se siguió la clasificación de Pascual-Pastor et al. (2013).
Debido a que, como afirman dichos autores (Pascual-Pastor et al., 2013), el consumo peligroso o zona gris es ambiguo y no está del todo claro, se ha considerado adecuado unificar el consumo peligroso con el consumo de alto riesgo en el consumo de alcohol.
Para comprobar las posibles diferencias entre los distintos tipos de consumidores de alcohol y tabaco en el consumo de otras sustancias (y en otras variables) se realizaron diversos análisis.
Así, para el estudio del consumo de alcohol, se realizó una t de Student teniendo en cuenta el tipo de consumidor de alcohol (de bajo riesgo y de alto riesgo) para conocer si existen diferencias significativas en variables relacionadas con el consumo de alcohol. Como se pueden observar los datos de la Tabla 1, los consumidores de alto riesgo en alcohol tienen una edad de inicio menor. Por otra parte, los consumidores de alto riesgo hacen más botellones y presentan un mayor número de intoxicaciones etílicas.
Tabla 1 Diferencias entre bajo y alto riesgo de consumo de alcohol en la edad de inicio en el consumo de alcohol, número de botellones y número de intoxicaciones etílicas

Se calculó la Razón de Verosimilitud para conocer la relación entre el haber probado alguna droga a lo largo de la vida y presentar un consumo de alcohol de alto o bajo riesgo en los jóvenes universitarios. Se obtuvieron relaciones significativas en las sustancias cánnabis, cocaína y éxtasis. Encontrando que los consumidores de alto riesgo en alcohol son los que con más frecuencia han probado alguna vez esas sustancias (ver Tabla 2). No se han encontrado relaciones entre ser consumidor de alto o bajo riesgo de alcohol y haber probado el resto de sustancias (inhalables, alucinógenos, anfetaminas, tranquilizantes e hipnóticos).
Respecto al consumo de tabaco, la OMS (2006) clasifica a los fumadores en leves (consume menos de cinco cigarrillos diarios), moderado (fuma un promedio de seis a 15 cigarrillos diarios) y severo (fuma más de 16 cigarrillos por día en promedio). También existe otro tipo de fumador, que tiene un nivel de consumo bajo pero constante, son los llamados fumadores light (Presson, Chassin y Sherman, 2002). En esta línea, el consumo está asociado con el número de cigarrillos consumidos al día, de manera que se han agrupado los fumadores de nuevo en dos categorías: de bajo riesgo, aquellos que no fumaban, pero había fumado, o bien fumaban ocasionalmente y los fumadores de alto riesgo, los cuales tenían un consumo diario severo. Así, se realizaron los mismos análisis que se hicieron con el alcohol, con el tabaco como variable de agrupación. Así, se calculó la t de Student para comprobar las diferencias entre consumidores de tabaco de alto y bajo riesgo en distintas variables, encontrándose que la edad de inicio de consumo de alcohol en consumo de tabaco de bajo riesgo es un poco más tardía frente al consumo de tabaco de alto riesgo. También resulta significativo conocer que el consumo de tabaco de alto riesgo responde a ir un mayor número de veces a hacer botellón (ver Tabla 3).
Tabla 3 Diferencias entre el bajo y alto riesgo de consumo de tabaco en la edad de inicio en el consumo de alcohol, número de botellones y número de intoxicaciones etílicas

Por último, se han encontrado diferencias significativas en haber probado o no alguna sustancia entre los fumadores de alto o bajo riesgo. Existe un mayor número de personas que han probado todas las sustancias excepto en tranquilizantes (inhalables, cánnabis, cocaína, éxtasis, alucinógenos, anfetaminas e hipnóticos) siendo fumador de alto riesgo (Tabla 4).
Conclusiones
Este estudio se llevó a cabo ante la necesidad de conocer los avances en el consumo de sustancias en universitarios en la Universidad de Jaén, con base en los trabajos realizados con anterioridad (Muela et al. 2008). En concordancia con trabajos anteriores (Jiménez-Muro et al., 2009), los resultados muestran la existencia de un consumo de sustancias precedido por la ingesta de alcoholo de tabaco. No es ninguna novedad que los estudios coincidan en señalar la elevada ingesta de alcohol por parte de los jóvenes españoles (Ballester, Gil y Guirado, 2000; López, Santín, Torrico y Rodríguez, 2003; Sánchez, 2000). De todas formas, no por esperado, debe ser éste un hecho que no obligue a la reflexión. Una vez más, se confirman el elevado consumo alcohol y, fundamentalmente de tabaco entre los estudiantes españoles (Inglés et al., 2007).
Los estudiantes universitarios son el colectivo que mayores cantidades de consumo muestran en las encuestas (EDADES, 2013), siendo la droga más consumida el alcohol, ya que se trata de un consumo considerablemente extendido y arraigado (Pascual-Pastor, 2002). Sin embargo, más preocupante resulta la elevada incidencia que sugiere nuestro estudio, con el consumo de otras sustancias adyacentes (cánnabis, cocaína y éxtasis).
Las drogas son sin duda un problema importante en nuestro entorno, que conllevan dificultades en el desarrollo físico, psicológico y social. La edad de inicio disminuye cada año y cada vez están más accesibles para nuestra población de universitarios, según lo evidencian los estudios (Plan Nacional Sobre Drogas, EDADES 2013). De todas las drogas, parece ser que el alcohol y el tabaco son las más comunes y forman parte del estilo de vida ya que son elementos que se conciben como parte de la socialización (Barret, Darredeau y Pihl, 2006; Oliveira y Furegato, 2008). Aunque el desmesurado consumo no se traduzca en casi ningún caso en una ingesta diaria, no por ello son menos importantes las repercusiones sociales de este consumo.
Como ya se ha comentado con anterioridad, los datos del estudio indican, que del resto de sustancias psicoactivas estudiadas, el cánnabis, es consumida por el doble de jóvenes cuando el consumo de alcohol es de alto riesgo, poniéndose así de manifiesto que pueda existir una relación entre el consumo de sustancias legales o institucionalizadas y el inicio del consumo de las no institucionalizadas. Más significativo si cabe, resulta que los estudiantes universitarios que consumen alcohol de alto riesgo cuadriplican a aquellos que lo hacen de bajo riesgo ante el consumo de cocaína. Y es el éxtasis, el que adquiere el mayor porcentaje de aquellos que tienen un consumo de alto riesgo de alcohol, siendo éste seis veces mayor que el grupo que consume alcohol de bajo riesgo (13.2 % y 2.9 %). Quedan patentes, tanto el policonsumo como la progresión que se produce en el consumo de sustancias psicoactivas, desde las drogas “legales” a las “ilegales” (López et al., 2003).
Teniendo en cuenta que, los estudiantes universitarios alegan poseer unos conocimientos adecuados acerca del consumo y de los efectos de las drogas, no puede considerarse que las conductas de consumo se deban a la desinformación (Castellana, Sánchez-Carbonell, Graner y Beranuy, 2007). Debido a que el policonsumo parece que viene facilitado por el alcohol y siendo ésta la sustancia más consumida en el tiempo de ocio de los universitarios, cabría plantearse formas alternativas para que los estudiantes de la Universidad de Jaén, no se iniciaran en el consumo de las mismas. Como no puede ser de otra forma, toca asumir el fracaso en los programas de prevención, ya que en la actualidad no resultan todo lo exitosos que en un principio se esperaba de ellos.
Entre las preocupaciones de esta sociedad no parece estar el detener el alto consumo de sustancias de los jóvenes universitarios, quienes serán los futuros profesionales de la educación, de la sanidad, de la investigación… y que difícilmente podrán realizar una adecuada labor de transmisión de hábitos saludables si ellos mismos mantienen una actitud positiva hacia el consumo de sustancias. Resulta pues, urgente, una intervención para paliar lo comentado anteriormente, ya que lo verdaderamente sorprendente es que invertir en prevención conlleva un coste económico y social mucho menor que trabajar en paliar una patología ya establecida.
En relación con el consumo de tabaco, en la actualidad los universitarios obtienen una tasa muy alta de consumo, de igual forma que en el alcohol, el estudio muestra cómo el ser fumador de alto riesgo parece favorecer el consumo de sustancias psicoactivas como inhalables, cánnabis, cocaína, éxtasis, alucinógenos, anfetaminas e hipnóticos. Aludiendo a lo dicho anteriormente, la única sustancia que no ha ofrecido diferencias significativas frente al consumo de tabaco han sido los tranquilizantes, parece ser que hacer uso de los tranquilizantes, no requiere un previo consumo del tabaco, pudiendo responder al hecho de que muchos jóvenes fuman para obtener la “falsa sensación” de calmar su ansiedad, por lo que, con la toma de tranquilizantes, el consumo de tabaco no sería necesario.
Son el doble los fumadores de alto riesgo los que consumen inhalables de aquellos que no lo son. En general esto se repite en todas las sustancias, incluso superando en más del doble en algunas de ellas, en el caso del cánnabis, el 79.9 % que lo han probado son fumadores de alto riesgo y en el caso de la cocaína la diferencia es abismal, el 81.1 % de los fumadores de alto riesgo han probado esta droga, frente al 18.2 % de los fumadores de bajo riesgo. Existiendo una gran diferencia entre las personas que, siendo consumidores de las sustancias, han probado éxtasis (75.0 %), el 85.7 % alucinógenos y el 80.0 % anfetaminas son consumidores de alto riesgo de tabaco.
Ante estas elevadas cifras, cabría preguntarse qué es lo que está sucediendo. ¿Qué hace que el consumo de tabaco no sólo no descienda con el paso de los años, y que, además parece facilitar el consumo de otras sustancias? Resulta llamativo como en nuestra cultura se trabaja para la disminución del consumo del tabaco; subidas de impuestos, mensajes directos en las cajetillas, pero, ¿A quién van dirigidos? A raíz de estos resultados, se observa como dichas campañas no llegan de manera adecuada a este colectivo, quizá habría que hacer una revisión sobre la manera de hacer prevención actualmente, sobre las estrategias de acción contra el tabaquismo en nuestro país, y por ende, debe prestarse mayor atención a los jóvenes universitarios, ya que son los que más tabaco consumen y a los que menos efectivas resultan dichas campañas (García de Albéñiz, Guerra-Gutiérrez, Ortega-Martínez, Sánchez-Villegas y Martínez-González, 2004).
Otro hecho innegable es que estos resultados tienen especial relevancia para la política de salud, el que las políticas de salud incluyan medidas para retrasar la edad de inicio en el consumo de tabaco y alcohol en la población general, no solamente tendrá repercusiones en la disminución del índice de fumadores y consumidores de alcohol, en el coste para la salud, como son los derivados de la atención a la patología consecuente con esta adicción, la muerte prematura, etcétera, sino que, en algunos casos, como se deduce de este estudio, también evitará la experimentación y el uso de otras drogas. Es claro, que este es un fenómeno complejo que requiere más estudio para identificar otros factores que intervienen en la experimentación de los jóvenes con el tabaco, como son los relacionados con la tolerancia social, la publicidad en los medios, la farmacología de la nicotina y sus efectos en el cerebro de los jóvenes, entre otros.
Por último, las conclusiones más importantes de este estudio son las siguientes. En primer lugar, se ha encontrado una elevada incidencia entre los estudiantes de la Universidad de Jaén en el consumo de alcohol, cánnabis, cocaína y éxtasis. En segundo lugar, también se demuestra como el consumo de alto riesgo en tabaco y alcohol, parece favorecer el probar otras sustancias y facilita el policonsumo.
Como limitaciones, en este estudio no se ha explorado la comorbilidad de trastornos relacionados con sustancias. También se ha carecido de población de otras universidades, con el fin de compararlas. En el futuro, sería interesante tener en cuenta que los resultados presentados se han obtenido a través de un cuestionario y con población voluntaria, con lo que los resultados no están desprovistos de sesgos sobre deseabilidad social o que personas que quizás sean altos consumidores hayan rechazado participar en el estudio.
Sería deseable poder realizar estudios continuados y periódicos de este tipo de trabajos, en los diferentes tipos de población, permitiendo un análisis de la evolución temporal de las prevalencias y patrones de consumo de las distintas sustancias psicoactivas. Hecho que facilita la elaboración y puesta en práctica de programas de prevención e intervención. Otro aspecto a tener en cuenta en posteriores estudios es poder demostrar estadísticamente si existe relación entre el consumo de sustancias legales o institucionalizadas y el inicio del consumo de las no institucionalizadas, con el propósito de corroborar o refutar los hallazgos, o continuar con estudios más específicos que permitan establecer relaciones de tipo causal.