Introducción
La resiliencia es una de las variables más estudiadas en la actualidad por las implicancias que tiene en la prevención y promoción del desarrollo humano. Es definida como la capacidad humana para sobreponerse a las adversidades, construir sobre ellas y salir fortalecido (Grotberg, 1996, 2001, 2006; Melillo y Suárez Ojeda, 2001). Implicaría el logro de una adaptación positiva o el afrontamiento adecuado de las tareas de desarrollo típicas de una determinada etapa o cultura, a pesar de las experiencias de adversidad (Muñoz-Silva, 2012).
La naturaleza de la resiliencia es compleja y multidimensional e involucra factores individuales, familiares y del ambiente socio-cultural. Partiendo del supuesto que hay situaciones, sucesos o condiciones en estos tres ámbitos que son favorables o desfavorables para el desarrollo infantil, se derivan dos conceptos básicos como son los factores protectores y los factores de riesgo (Panez, 2002).
Los factores de riesgo están conformados por variables que implican riesgo biológico, familiar o psicosocial y aumentan la probabilidad de consecuencias negativa en el desarrollo (Durlak, 1998; Lamas, 2000). Si bien es cierto que cualquier tipo de población puede verse afectada por situaciones de riesgo, es más evidente cuando se trata de la población infantil, por el grado de vulnerabilidad que la caracteriza. Entre los factores de riesgo en población infantil, encontramos entre otros: sobrecarga de responsabilidades, maltrato físico y psicológico, falta de atención médica, marginación, situación de pobreza extrema (Lara et al., 2000). Así mismo, los niños que están en mayor situación de riesgo, son aquellos que están expuestos a factores acumulados de riesgo, ya sea por dificultades económicas, enfermedad mental de alguno de los padres, prácticas de crianza inadecuadas, abuso o conflicto familiar, es decir un contexto material y psicosocial empobrecido (Fergusson y Horwood, 2003).
Como contraparte, los factores protectores son una combinación de factores que permiten al niño afrontar y superar los problemas y adversidades, pudiendo tener que ver con el contexto o con una cualidad o característica individual de la persona (Rutter, 1985). Los factores protectores modifican y mejoran las respuestas de las personas frente a una situación de riesgo, generando en éstas un incremento en sus posibilidades de obtener un afrontamiento exitoso (Lamas, 2000). Estos factores pueden clasificarse en: factores personales, psicosociales de la familia, y socioculturales (Kotliarenco y Dueñas, 1994).
En este contexto, los diferentes instrumentos que han sido desarrollados con la intención de evaluar la resiliencia en niños, han considerado diferentes aspectos vinculados a los factores protectores (e.g., Cabrera-García, Aya-Gómez y Guevara-Marín, 2014; Constantine, Benard y Diaz, 1999; Leffert, Benson, Scales, Sharma, Drake y Blyth, 1998; Luthar, Cicchetti y Becker, 2000; Saavedra y Castro, 2009; Salgado Lévano, 2005; Springer y Phillips, 1997). En este trabajo consideraremos específicamente algunas características de la personalidad, asociadas a los factores protectores personales que la literatura reporta comúnmente como asociadas a la resiliencia infantil, como ser: el autocontrol, la autoeficacia, la creatividad, la empatía y la prosocialidad (Benight y Bandura, 2004; Buendía, 1996; Fuentes y Torbay, 2003; Greco, Morelato e Ison, 2006; Kotliarenco, Cáceres y Fontecilla 1997; Krumm, 2003; Lara, Martínez, Pandolfi, Penroz y Díaz, 2000; Lemos, 2009; Melillo y Suarez Ojeda, 2001; Munist et al., 1998; Núñez, 2003; Panez y Silva, 2002; Radke-Yarrown y Brown, 1993, citado en Buendía, 1996; Roche, 1997, 1998; Rutter, 1993).
El autocontrol adecuado -capacidad para regular de manera ajustada sentimientos, comportamiento, atención, pensamientos y el propio cuerpo- es una característica fundamental de los sujetos resilientes (Berk, 1999; Eisenberg, Fabes, Guthrie y Reiser, 2000; Richaud, 2013; Richaud y Lemos, 2014; Rutter, 1993). Es la capacidad dinámica de modular el nivel de control según las demandas del contexto ambiental, e implica un equilibrio entre el subcontrol -falta de control, modulación insuficiente del impulso, incapacidad para postergar la gratificación, expresión inmediata y directa de motivaciones, afectos y vulnerabilidad a los distractores del ambiente- y el sobrecontrol o hipercontrol (Block y Block, 1980). El autocontrol es la base para el desarrollo de otros recursos que favorecen la resiliencia (Grotberg, 1995), ya que mejora el manejo de las frustraciones, las situaciones de estrés, las preocupaciones, la focalización de objetivos, la concreción de lo que se comienza y la espera necesaria de lo que se desea (Kotliarenco et al., 1997; Rutter, 1987).
De acuerdo con Bandura (1997), la autoeficacia conforma un sistema de creencias acerca de la capacidad y confianza para actuar y lograr determinadas metas o resultados. Diferentes autores (Benight y Bandura, 2004; Boyer et al., 2000; Gully, Incalcaterra, Joshi y Beaubien, 2002; Holden, 1991; Holden, Moncher, Schinke y Barker, 1990; Moritz, Feltz, Fahrbach y Mack, 2000; Multon, Brown y Lent, 1991; Sadri y Robertson, 1993; Stajkovic y Lee, 2001; Stajkovic y Luthans, 1998), mencionan el importante papel de la autoeficacia percibida en la capacidad de recuperación y de ejercer cierto grado de control sobre la adversidad, como así también en la regulación y alivio de las reacciones de estrés y la calidad de afrontamiento en situaciones de riesgo (Bandura, 1997). La confianza para responder a los estímulos del entorno, generada por altos niveles de autoeficacia, modula la percepción de la situación estresante viéndosela como menos perturbadora.
Por otra parte, diversas investigaciones muestran que la resiliencia se relaciona con la creatividad (Calvet et al., 2011; Fuentes y Torbay, 2004; Greco et al., 2006; Salgado Lévano, 2005). La creatividad como factor protector y pilar de la resiliencia, da al individuo la capacidad de pensar sobre sus propios pensamientos, generar ideas y nuevas posibilidades de acción ante las situaciones adversas. La creatividad es un potencial que ayuda al individuo a afrontar las situaciones presentes y futuras, mejorando la capacidad de adaptación del sujeto a diferentes entornos (Fuentes y Torbay, 2004; Krumm, 2003). Además, posibilita ver los problemas y las situaciones adversas desde diferentes ángulos, utilizando los propios recursos para dar soluciones nuevas y originales (Panez, 2000).
Así mismo, la empatía ha sido comúnmente asociada a la resiliencia (Cabrera-García, Aya-Gómez, y Guevara-Marín, 2014; Gaxiola Romero, Frías Armenta, Hurtado Abril, Salcido Noriega y Figueroa Franco, 2011; Salgado Lévano, 2005). La misma implica una respuesta emocional que se deriva de la percepción del estado o condición de otra persona, siendo congruentes a esta situación (Eisenberg y Strayer, 1987). La empatía contribuye a la competencia social del niño (Garmezy, 1996; Howes, Matheson y Hamilton, 1994). Un niño socialmente competente es capaz de ser sensible y empático, esto le permite participar en actividades sociales positivas, formar relaciones de amistad, adaptarse a las situaciones estresantes (Howes et al., 1994), y responder proactivamente de manera prosocial, pudiendo beneficiarse con las muchas consecuencias positivas a nivel social, emocional y cognitivo que la conducta prosocial trae aparejada en los niños (e.g., Lemos y Richaud de Minzi, 2014; Palau del Pulgar, 2006; Roche Olivar, 2005).
El estudio de la resiliencia, es de gran relevancia, dadas las implicancias que tiene en la prevención y promoción positiva del desarrollo humano. Poder evaluar algunos aspectos vinculados a la misma en los niños, como ser los diferentes recursos de personalidad anteriormente mencionados, permitiría por un lado detectar fortalezas y vulnerabilidades y por otro, evaluar la eficacia y efectividad de diferentes programas de intervención que pretendan la promoción de dichos recursos.
En este contexto el objetivo del presente trabajo fue desarrollar una escala que permita operacionalizar los siguientes recursos de personalidad asociados a la resiliencia infantil: empatía, prosocialidad, autoeficacia, autocontrol y creatividad, en niños de 9 a 12 años de edad, estudiar sus propiedades psicométricas y poner a prueba el modelo de medida resultante, a través de dos estudios empíricos.
Método
Los dos estudios desarrollados en este trabajo son de carácter instrumental. De acuerdo con Montero y León (2007), este tipo de estudio busca el desarrollo de pruebas, incluyendo el diseño o estudio de las propiedades psicométricas de las mismas. En este sentido, se pretendió desarrollar la Escala de recursos de personalidad asociadas a la resiliencia infantil y evaluar su desempeño psicométrico. A continuación, se explicitan los participantes, procedimientos seguidos, resultados y conclusiones obtenidas en cada uno de los estudios
Estudio Uno (E1)
Partiendo de la teoría de base, se elaboró un pool de 66 ítems; 10 ítems para operacionalizar la dimensión de prosocialidad, 13 para autoeficacia, 13 para empatía, 15 para creatividad y 15 para autocontrol.
Participantes
Contando con el previo consentimiento informado de los padres y la participación voluntaria de los niños, la escala inicial fue administrada a una muestra de 216 niños, de ambos sexos, de 9 a 12 años de edad (M = 10.51, DE = 1.39), de clase social media, de cinco centros educativos de las provincias de Entre Ríos, Chaco y Santa Fe de la República Argentina.
Procedimiento
Para el estudio psicométrico del instrumento se realizaron los siguientes procedimientos estadísticos:
Para examinar el poder discriminativo de los ítems, se trabajó con el criterio de grupo contrastantes, analizando posteriormente las respuestas mediante la prueba t de diferencia de medias para muestras independientes. Esto se realizó para observar si existían diferencias estadísticamente significativas entre los sujetos que puntúan más alto (cuartil superior, percentil por encima de 75) y los que puntúan más bajo (cuartil inferior, percentil por debajo de 25) en la variable que se está midiendo (Cohen y Swerdlik, 2001).
Se estudió la pertinencia de realizar un análisis factorial mediante el índice de adecuación muestral Kaiser- Meyer- Olkin y la prueba de esfericidad de Bartlett. Luego se realizó un Análisis Factorial Exploratorio (AFE) a través del método de componentes principales con rotación oblicua, partiendo del supuesto teórico de que los factores están correlacionados entre sí.
Para evaluar la confiabilidad desde el aspecto de la consistencia interna, tanto para la escala general como para cada una de las dimensiones encontradas, se calculó el índice de alpha de Cronbach.
Resultados
Luego de sucesivos AFE utilizando el método de componentes principales y rotación Oblimin, en los que se fue depurando la matriz factorial, descartando aquellos ítems con baja comunalidad, complejidad factorial o bajo peso en el factor que se pretendía operacionalizar, se llegó a una estructura clara y simple compuesta por 31 ítems que se pesaron en 3 factores (alpha general = .77).
El índice de KMO fue de .745 y el X2(465) de Bartletett fue de 1281.33 (p < .001). La variancia total explicada por los tres factores fue de 30.49 %.
Los tres factores resultantes fueron:
Empatía y Prosocialidad: 14 ítems alpha = .80
Autocontrol: 8 ítems; alpha = .70
Autoeficacia y Creatividad: 9 ítems; alpha = .70
Todos los ítems resultaron discriminativos (p < .001). Ver Tabla 2.
Conclusiones
La psicometría establece que la calidad de una prueba psicológica se evalúa a través de sus indicadores de confiabilidad y validez (Martinez-Arias, Hernández-Lloreda y Hernández-Lloreda, 2006). De este modo en el E1 se analizaron ambos aspectos, realizando estudios de validez de constructo factorial, análisis de consistencia interna y del poder discriminativo de los ítems.
De acuerdo a los resultados obtenidos, todos los ítems que componen la escala tienen la capacidad de discriminar significativamente entre los sujetos que presentan mayores y menores valores en los diferentes recursos evaluados, vinculados a la resiliencia infantil.
Con respecto a la validez factorial, se encontraron resultados satisfactorios. Obteniendo una matriz de estructura simple y cumpliendo con los criterios deseables de que: (a) la variancia esté uniformemente distribuida respecto de los factores, (b) cada ítem cargue o sature en un único factor, (c) los pesos de los factores estén próximos a 1 o 0, y (d) los factores sean unipolares (Tornimbeni, Pérez y Olaz, 2008).
Con relación a la confiabilidad de la prueba, puede decirse que los coeficientes de consistencia interna resultaron adecuados tanto para la prueba en su conjunto como para cada dimensión por separado; especialmente teniendo en cuenta la edad de los sujetos evaluados y el número de ítems considerado en cada dimensión de la escala (Cronbach, 1951; Lemos, 2012; Mischel, 1974).
Participantes
Después de contar con el consentimiento informado de los padres o tutores legales y la participación voluntaria de los niños, la escala fue administrada a una nueva muestra de 479 niños escolarizados, de ambos sexos (nmujeres = 257, nvarones = 222) de 9 a 12 años de edad (M = 10.77, DE = 1.16), de clase social media, de las provincias de Entre Ríos y Buenos Aires de la República Argentina.
Procedimiento
Para verificar si los datos en la nueva muestra de estudio ajustaban a la estructura encontrada en el AFE del E1, se realizó un AFC evaluando el ajuste del modelo mediante los índices de bondad de ajuste: CFI (Comparative Fit Index), GFI (Goodness of Fit Index) y AGFI (Adjusted Goodness of Fit Index) y los índices de error RMR (Root Mean Residual) y RMSEA (Root Mean Squared Error of Aproximation).
Finalmente, para obtener evidencias de la validez de constructo convergente y discriminante de la escala, se utilizó análisis de correlación r de Pearson para estudiar la relación entre las dimensiones del instrumento estudiado con otras puntuaciones que evalúan constructos semejantes y diferentes.
Escala de Conducta Prosocial (CP) de Caprara y Pastorelli (1993; Del Barrio, Moreno y López, 2001); dicha escala, ofrece a partir de 15 ítems (cinco de control de aquiescencia) una medida global de Prosocialidad. Se utilizó para conocer si existe una correlación positiva y significativa con dicha medida y la dimensión Empatía y Prosocialidad del presente cuestionario.
El Interpersonal Reactivity Index (IRI, Índice de Reactividad Personal; Davis, 1980) que operacionaliza un constructo multidimensional de empatía (aspectos cognitivos y afectivos), estudiado en población infantil argentina por Richaud de Minzi (2008). En este trabajo se consideraron las dimensiones (i) preocupación empática (emocional) y (ii) toma de perspectiva (cognitiva) del IRI, para conocer si existía una correlación positiva y significativa con la dimensión Empatía y Prosocialidad del presente cuestionario.
La Escala de Agresión Física y Verbal (AFV, Caprara y Pastorelli, 1993; Del Barrio, et al., 2001). Se trata de una escala de 20 ítems que evalúa la conducta de hacer daño a otros física y verbalmente. La escala se utilizó para estudiar si existía una correlación negativa y significativa con las puntuaciones del instrumento en estudio en general y específicamente con la dimensión Autocontrol del instrumento en estudio.
Las creencias de autoeficacia se evaluaron a partir de la Escala Multidimensional de Autoeficacia infantil (EMA-i) de Oros (2004) para niños de 8 a 13 años de edad, para estudiar si existía una correlación positiva y significativa con la dimensión Autoeficacia y Creatividad del presente cuestionario.
Por último, el Índice de Creatividad fue evaluado con la prueba de Figuras del Test de Pensamiento Creativo de Torrance (TTCT; Torrance, Ball, y Safter, 1992), Forma A. La medición de la creatividad en los dibujos se realizó para estudiar si existía una correlación positiva y significativa con la dimensión Autoeficacia y Creatividad.
Resultados
Análisis Factorial Confirmatorio (AFC)
Debido a que el Χ2 del modelo resultó significativo se calculó el Χ2 corregido Χ 2 /gl. El valor obtenido de 1.76 es indicador de un excelente ajuste. Los índices de ajuste obtenidos indican un buen ajuste a los datos empíricos y un error bajo: CFI = .90, GFI = .94, AGFI = .93, RMR = .04 y RMSEA = .03 (véase Figura 1).
Análisis de validez del constructo convergente y discriminante
Con respecto al análisis de la validez convergente del instrumento, tal como puede observarse en la Tabla 3, se observaron correlaciones positivas y significativas entre la CP de Caprara y Pastorelli (1993; Del Barrio, Moreno y López, 2001), y la dimensión Prosocialidad y Empatía del presente instrumento. Como así también entre la escala EMAi (Oros, 2004) y la dimensión de Autoeficacia y Creatividad del instrumento evaluado. También se encontraron correlaciones positivas y significativas entre las dos dimensiones del IRI (Davis, 1980; Richaud de Minzi, 2008), Preocupación empática y Toma de perspectiva y la dimensión de Empatía y Prosocialidad. Así mismo, se encontró una correlación positiva y significativa entre el Índice de Creatividad (TTCT) y la dimensión Autoeficacia y Creatividad, del instrumento estudiado.
Nota. EP = Empatía y Prosocialidad, A = Autocontrol, AC = Autoeficacia y Creatividad.
*p = .05. **p = .01.
Por último, tal como se esperaba teóricamente, la escala de AFV (Caprara y Pastorelli, 1993; Del Barrio et al., 2001) correlacionó de manera negativa y significativa con la dimensión de Autocontrol, como así también con las otras dos dimensiones del instrumento de recursos de personalidad asociados a la resiliencia infantil.
Conclusiones
El modelo puesto a prueba a través de un AFC emergido en el E1 a partir de un AFE, quedó conformado por tres componentes separados pero correlacionados: (a) empatía y Prosocialidad (14 ítems), (b) autocontrol (8 ítems) y (c) autoeficacia y creatividad (9 ítems). El modelo ajustó satisfactoriamente a los datos encontrándose índices adecuados y un grado de error bajo. Estos datos sugieren que en la evaluación de los recursos de personalidad asociados a la resiliencia sería adecuado contemplar estas tres grandes dimensiones.
Como es posible observar las correlaciones obtenidas para analizar la validez de constructo convergente y discriminante, en todos los casos, fueron significativas y consistentes con lo esperado teóricamente.
Discusión y conclusión general
Operacionalizar un constructo psicológico de manera precisa y válida implica un gran desafío. Este desafío se intensifica en el caso de instrumentos objetivos desarrollados para niños (Lemos, 2013). A las exigencias psicométricas de toda prueba de evaluación psicológica, se suma una dificultad metodológica ligada a la etapa evolutiva de la infancia. Las dificultades se asocian, entre otras, a una menor capacidad de introspección lo que puede limitar el valor informativo de las autorreferencias o autoinformes (Forns, 1993). Por otro lado, aunque a partir de los siete años se considera que un niño escolarizado se maneja relativamente bien con el lenguaje escrito, no deja de ser difícil determinar el nivel de comprensión lectora, específicamente en el caso de los cuestionarios verbales autoaplicados del tipo de papel y lápiz (Barrio Gándara, 2009). Sin embargo, a pesar de estas dificultades, es muy relevante la información que el niño pueda proveer de sí mismo, siendo fundamental conocer cómo el niño se auto percibe, ya que desde la teoría cognitiva, es esta percepción lo que en realidad influye en su comportamiento (Lemos, 2013). Por esta razón, el presente cuestionario indaga la autopercepción que el niño tiene de sus propios recursos, específicamente en relación a la empatía, prosocialidad, autocontrol, autoeficacia y creatividad.
Los resultados obtenidos en los estudios E1 y E2, en cuanto al funcionamiento psicométrico de la escala, permiten indicar que la versión final del instrumento cumple con los criterios esperados de validez y confiabilidad.
Los factores emergidos en el AFE y confirmados en el AFC tienen apoyo teórico, sentido psicológico y son de sencilla interpretación. Los diferentes análisis de validez de constructo convergente y discriminante han dado evidencias a favor de la validez de la escala. Así mismo, el instrumento completo y cada una de sus dimensiones, presenta adecuados índices de consistencia interna. Todos los ítems que conforman la versión final del instrumento, son discriminativos.
En resumen, la escala desarrollada permite obtener, a partir de una prueba psicológica breve y de sencilla aplicación, un perfil de recursos de personalidad asociados a la resiliencia infantil. En un factor se fusionaron los aspectos más socio-emocionales, a través de la dimensión de Empatía y Prosocialidad. En otro factor, se agruparon los componentes más socio-cognitivos, conformando la dimensión Autoeficacia y Creatividad. Y en un tercer factor se pesaron los aspectos más disposicionales asociados al Autocontrol. Así mismo, es posible calcular un valor aditivo total que indicaría que a mayores puntajes, mayores recursos asociados a la resiliencia infantil.
Para promover determinados recursos personales asociados a la resiliencia infantil, es imprescindible en primer lugar una adecuada evaluación de los mismos. Sumar un instrumento válido y confiable en este sentido, aportaría al avance del estudio de este constructo tan relevante para el desarrollo humano a nivel personal y social.
Por último, la evaluación de los recursos que operacionaliza específicamente este instrumento ligado a determinados factores protectores asociados a la resiliencia infantil, sólo constituyen un aspecto a considerar de este importante constructo. Por lo tanto, se considera importante complementar la información que brinda este instrumento con la evaluación de los riesgos y las competencias en otros ámbitos del desarrollo psicológico.