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Enfermería Global

On-line version ISSN 1695-6141

Enferm. glob.  n.15 Murcia Feb. 2009

 

EDITORIAL

 

Ma José López Montesinos

 

 

Cuando se produce un hecho tan grave como la crisis económica que estamos viviendo cada vez con más intensidad, de forma generalizada e internacional, ello no sólo afecta a nuestra economía sino que su repercusión llega siempre, directa o indirectamente, a otros escenarios sociales en los que la gran perjudicada es nuestra salud.

La Organización Mundial de la Salud ya nos avisa de que no subestimemos las consecuencias de la actual crisis financiera, ante la estrecha relación que se produce entre la pobreza y los cuadros de ansiedad, estrés, aparición de patologías erradicadas, inseguridad, exclusión social, o violencia, por nombrar sólo algunas consecuencias de este desastre económico que nos acecha. Consecuencias que derivan en sintomatologías y presencia de enfermedad física y mental.

Los profesionales de la salud también se han manifestado ante este riesgo, al comprobar el aumento de alteraciones digestivas o cardiacas, de cefaleas, así como de la ingestión de fármacos antidepresivos y ansiolíticos que demuestran el efecto que sobre la salud de las personas está produciendo la situación económica actual, llevando a una dramática situación a miles de familias.

Resulta paradójico pensar que hemos llegado casi a dominar el mundo con la ayuda de la ciencia y la tecnología para elevar recursos, favorecer a las organizaciones, mejorar la formación y la salud de la población, y disfrutar de una mejor calidad y esperanza de vida, pero no hemos sabido comprender que, al igual que estamos destrozando la riqueza que la madre tierra nos ofrece, destruimos al hombre con nuevas "epidemias" propias de esa sociedad del bienestar y el consumo, al no haber sabido hasta donde podíamos llegar y cuándo había que frenar a la hora de generar riqueza.

Como profesionales de la salud empezaremos a ver problemas que antes no existían, y situaciones a las que nunca hubiésemos esperado tener que volver. Tal vez centremos nuestros cuidados en materia de salud a una población que necesitará más atención a sus problemas derivados de la "no calidad de vida", o comprobar que se reducen las posibilidades de poder ejercer nuestras funciones profesionales cada vez mejor, ante la obligada escasez y carencia de recursos.

Esperemos no llegar a ello pero, por si acaso, empecemos a aprender a ser más profesionales para que desde cualquiera de nuestras funciones docente, investigadora, asistencial y de gestión, sepamos sacar adelante un trabajo con eficacia, pero también con la eficiencia debida, o lo que es igual, con los mínimos recursos y utilizando al máximo nuestras capacidades y conocimientos. Y es que, a pesar de todo, seguiremos siendo la profesión de la que más se espera, algo de lo que nos debemos sentir muy satisfechos.

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