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Temperamentvm

versión On-line ISSN 1699-6011

Temperamentvm vol.16  Granada  2020  Epub 06-Jun-2022

 

DOCUMENTOS

Las "Cartas desde Egipto 1849-1850" de Florence Nighingale, también es un viaje espiritual

Florence Nightingale's "Letters from Egypt 1849-1850", a spiritual journey as well

Francisco Herrera Rodríguez1 

1Catedrático de Escuela Universitaria (jubilado). Facultad de Enfermería y Fisioterapia. Universidad de Cádiz. Cádiz, España

Resumen

En este artículo se estudia Cartas desde Egipto 1849-1850 de Florence Nightingale (1820-1910). Una colección de cartas escritas por la enfermera británica con la intención de dar noticias a su familia de su viaje a Egipto; cartas que ofrecen datos históricos, culturales, antropológicos, opiniones personales a veces controvertidas y polémicas, y también comentarios sobre la crisis espiritual por la que pasaba en esos momentos de su vida. Una obra importante para entender las decisiones que tomó sobre su futuro en la década de los cincuenta del siglo XIX.

Palabras clave Florence Nightingale; Historia de la Enfermería; Cartas desde Egipto; Enfermería; Egipto; Siglo XIX

Abstract

In this article we have studied "Letters from Egypt 1849-1850" by Florence Nightingale (1820-1910). A collection of letters written by the British nurse with the intention of giving her family news about her trip to Egypt; letters that offer historical, cultural, anthropological data, personal opinions sometimes controversial and polemic, and also comments on the spiritual crisis that she was going through at those moments in her life. An important work to understand the decisions she took in the 1850s about her future.

Key-words Florence Nightingale; History of Nursing; Letters from Egypt; Nursing; Egypt; XIX century

"Mi primer día en Oriente, y ha sido uno de los más extraordinarios, estoy segura, un día que no podré olvidar en toda la Eternidad" (19 de noviembre de 1849).

Florence Nightingale, Cartas desde Egipto

A María Elena González Iglesias

Introducción

La vida y obra de Florence Nightingale ha sido motivo central de muchos estudios, ya que se ha considerado y se sigue considerando que es una de las figuras más importantes en Inglaterra en el desplazamiento definitivo de la llamada etapa oscura de la Enfermería. El sistema de enseñanza de Nightingale ha influido en muchos países; por ejemplo, en los Estados Unidos, a partir de 1873, se concretó en la Bellevue Training School for nurses (New York), en la Connecticut Training School (New Haven Hospital) y en la Boston Training School (Massachusetts General Hospital). Influyó también en Canadá, Alemania, Suecia, Australia, India, Finlandia, etc. En lo que se refiere a España se ha estudiado la influencia de Florence Nightingale en la obra de Federico Rubio. No olvidemos que Nightingale recibió formación en la fundación de Theodor Fliedner (Kaiserswerth) y con las Hijas de la Caridad (París) (Donahue, 1987; Maranjian, 1987; Attewell, 2010; Santainés-Borredá, 2019).

Portada de la edición traducida al español en 2002

Entre las aportaciones de Nightingale que se suelen destacar en las biografías y en los manuales de Historia de la Enfermería destacamos las siguientes (Bernard, 1984; Hodgson, 1986; Donahue, 1987; Herrera, 2002):

-Su participación en la Guerra de Crimea (1854-1856), en la que se le atribuye el mérito de bajar la mortalidad de los soldados de un 40% a un 2%, ya que estos morían más por falta de cuidados que por las propias heridas de guerra.

-Su extensa labor como publicista, aquí destacaremos solo dos libros de gran interés: Notas sobre los hospitales (1858) y Notas sobre Enfermería (1859).

-Su visión de la enseñanza, disciplina y organización del cuerpo de nurses, defendiendo que estas tareas debían estar en manos de mujeres enfermeras competentes.

-La creación y organización de una escuela de enfermeras, en 1860, en el Hospital de Santo Tomás de Londres, institución que como es sabido tuvo una notable influencia en la renovación de la enfermería en Inglaterra y, como hemos señalado, en otros países.

-La utilización del análisis estadístico en el campo de la asistencia sanitaria. En este sentido es muy conocido el sistema de representación estadística de las peinetas o diagramas polares.

Notas sobre una reformadora

En 1918, Lytton Strachey, uno de los miembros más conocidos del Grupo de Bloomsbury, publicó Victorianos eminentes, obra en la que traza una magnífica semblanza de Florence Nightingale y en la que señala la situación en que se encontraba la enfermería inglesa cuando ella comienza a interesarse en el cuidado de los enfermos. Así lo explica Strachey en el citado libro:

Y por cierto, las dificultades del camino eran grandes. Porque no sólo era una cosa inimaginable en aquellos tiempos el que una mujer con medios de fortuna quisiese abrirse camino en el mundo y vivir con independencia, sino que la profesión concreta a la que Florence está destinada, tanto por su instinto como por su capacidad, en aquel tiempo, no gozaba de muy buena reputación. Una ‘enfermera’ en aquellos tiempos era una anciana tosca, de costumbre sucia y siempre ignorante, a menudo brutal; una Mrs. Gamp, envuelta con atavíos sórdidos, aficionada a la botella de brandy o que se complacía en irregularidades peores. Las enfermeras de hospital eran conocidas de forma singular por su conducta inmoral; la sobriedad era casi desconocida entre ellas; apenas se le podía confiar la ejecución de los cuidados médicos más simples. Cierto es que las cosas han cambiado desde entonces; y el hecho de que hayan cambiado se debe, mucho más que a cualquier otro ser humano, a la propia Miss Nightingale. No es extraño que sus padres hubiesen sentido un estremecimiento ante la idea de que su hija iba a dedicar su vida a semejante ocupación. ‘Era como si’, ella misma dijo más tarde, ‘hubiese querido ser pinche de cocina’ (Strachey, 1989).

Evidentemente, todo lo apuntado hasta el momento es muy conocido y sabido, al igual que su mentalidad "naturalista" de la enfermería, poner al enfermo en las mejores condiciones posibles para que la naturaleza actúe sobre él (Benavent et al, 2003; Hernández y Esteban, 1999). Se ha escrito que Nightingale creía que el positivismo del siglo XIX conducía al ateísmo y que entendía el concepto de Naturaleza como la manifestación de la Ley de Dios y a la Enfermería como una misión religiosa (Hernández y Esteban, 1999). Nightingale consideraba que las enfermeras al encargarse de la higiene tenían una oportunidad para progresar espiritualmente, para descubrir la naturaleza de Dios mediante el aprendizaje de sus "leyes de salud" (Attewell, 2010).

En Notas sobre enfermería. Qué es y qué no es (1859), explica su visión sobre la labor enfermera, a la vez que expresa su profundo misticismo y las deficientes condiciones de formación en los cuidados de los enfermos en su época. Dice así la enfermera británica:

El proceso reparador que la naturaleza ha instituido, y que nosotros llamamos enfermedad, ha sido entorpecido por alguna falta de conocimiento o de atención en alguna o todas estas cosas, y entonces comienza el dolor, el sufrimiento o la interrupción de todo el proceso de recuperación.

Si un paciente tiene frío o fiebre, o está mareado, o tiene una escara, la culpa, generalmente, no es de la enfermedad, sino de la enfermería.

Yo utilizo la palabra enfermería a falta de otra mejor. Se ha limitado a significar poco más que la administración de medicamentos y la aplicación de cataplasmas. Pero debería significar el uso apropiado del aire, la luz, el calor, la limpieza, la tranquilidad y la selección de la dieta y su administración, y con el menor gasto de energía por el paciente.

Se ha dicho y escrito montones de veces que en toda mujer hay una buena enfermera. Yo creo, por el contrario, que los auténticos elementos de la enfermería son casi desconocidos.

Con esto no quiero decir que la enfermera sea siempre la responsable. Una mala sanidad, una mala arquitectura y una mala administración a menudo hacen imposible cuidar.

Pero el arte de la enfermería debe contar con todo eso y hacer posible lo que yo entiendo por enfermería.

El arte de la enfermería, tal como se practica ahora, parece ser expresamente establecido para deshacer lo que Dios ha hecho que sea la enfermedad, es decir, un proceso reparador (Nightingale, 1990 y 2007).

En estos párrafos expresa su profunda religiosidad, cuestión que también aparece en las Cartas desde Egipto (Nightingale, 2002); asimismo, observamos su inconformidad, conviene repetirlo, con la enfermería que se practicaba en su época; una enfermería al margen del aire, la luz, el calor, la limpieza, la tranquilidad y la dieta; también señala la deficiente administración hospitalaria, la deficiente organización de la sanidad e incluso la mala arquitectura de los edificios en que se atienden a los enfermos, no en vano cuando escribió Notas sobre Enfermería ya había adquirido formación con las Diaconisas de Kaiserwerth y con las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl en París; pero sobre todas estas cuestiones adquirió muchísima experiencia en Scutari, dolorosa experiencia, suficiente como para no sentirse cómoda cuando la llamaban heroína o Ángel de Scutari, o cuando leía estos calificativos en los tabloides británicos o en las reuniones de la alta sociedad, muy consciente cuando retornó a Londres de que el aire putrefacto que respiraron los soldados heridos y enfermos, y su hacinamiento en las salas en que los cuidó y se desvivió por ellos, no eran los adecuados para prestar asistencia, salas que eran antro de miseria y pestilencia, con alcantarillas a reventar, por mucho que ella y el grupo de enfermeras seleccionadas se esforzaran en mantener la limpieza y la organización hospitalaria. Ese espacio no podía ser considerado como un hospital, por eso resulta interesante la síntesis biográfica divulgativa elaborada recientemente por González Quesada, apoyándose en los estudios de Hugh Small y de Mark Bostridge, ya que subraya la importancia del gobierno de Lord Palmerston que envió en 1855 a Turquía y Crimea una comisión para sanear los hospitales británicos de la zona; en Scutari, por ejemplo, se desinfectaron los pabellones, se mejoró la ventilación y se construyó un sistema para drenar las alcantarillas, el hospital estaba "sobre un inmenso lago de aguas residuales cuyas emanaciones se filtran en el interior" (González, 2020). Nightingale con sus estudios cobró conciencia de lo importante que fueron estas obras de saneamiento:

Palmerston le encarga un informe confidencial de su trabajo durante la guerra. Nightingale quiere ir más allá y explicar cómo es posible que hayan muerto cuatro veces más hombres de enfermedad que combatiendo. Son 16.000 bajas que atribuye a la incompetencia de los jefes militares, responsables de descuidar las precauciones sanitarias más elementales, a la falta de suministro para los hospitales y a la pésima preparación del personal que debía atender a heridos y enfermos (…). Está convencida de que las cifras avalarán su teoría sobre las razones de la catástrofe (…). Sin embargo, los números revelan una verdad demoledora: hasta la primavera de 1855, los índices de mortalidad de Scutari son enormemente superiores a los del resto de hospitales, y solo se igualan a partir de esa fecha. El ángel de Scutari descubre con estupor que, hasta esa fecha, no había administrado un hospital, sino un moridero, y que fueron los trabajos de la comisión enviada desde Londres, y no sus esfuerzos, los que realmente habían salvado a miles de hombres. El aire envenenado de los pabellones de Scutari por las emanaciones del alcantarillado, he ahí la causa de la hecatombre, que el hacinamiento multiplicó. Abatida, se culpa de no percatarse a tiempo del origen de la pestilencia de las salas y, sobre todo, de haber sacrificado a tantos hombres por su obstinación en reclamar el traslado del mayor número de ellos a su hospital, creyendo que así los salvaba (González, 2020).

Nightingale era muy consciente de la necesidad de formar a las enfermeras, de profesionalizar a la Enfermería; camino que no fue sencillo, después de volver de la Guerra de Crimea planteó todas estas cuestiones encontrando admiración en sus planteamientos, pero, todo hay que decirlo, no fueron muchos los apoyos en el seno de la clase médica del St. Thomas Hospital, solo es cuestión de leer lo que decía al respecto John Flint South, cirujano del citado hospital, que consideraba que las enfermeras o asistentas de sala estaban en una posición muy similar a las asistentas de hogar, y por tanto necesitaban pocas enseñanzas (Attewell, 2010).

El viaje a Egipto

Dicho todo esto, ¿qué aporta el libro que comentamos?, Cartas desde Egipto 1849-1850 (título original Letters from Egypt), traducido del inglés por María Eugenia Ciocchini, con un prólogo de María Borrás y una selección e introducción de Anthony Sattín. De entrada, se debe tener en cuenta que esta obra de Nightingale debe ser considerada como fuente histórica y obra literaria, en la medida en que el género epistolar es valorado por los estudiosos como material importante para conocer una época o a un personaje, pero también es importante porque ayuda a comprender su capacidad para reflejar su mundo interior. Debe destacarse, pues, su capacidad de evocación, de narración y en ciertos momentos su tono poético, pero también los datos históricos y antropológicos que ofrece sobre Egipto y sobre la vida cotidiana en un espacio tan mítico para la historia de la Humanidad, aunque algunas de sus opiniones como tendremos ocasión de ver son controvertidas y polémicas. De su capacidad poética da testimonio el siguiente párrafo de la primera carta escrita en Alejandría el 19 de noviembre de 1849:

Isis nos dio la bienvenida a su país con la más delicada y argéntea media luna, y a las cuatro y media salimos a la cubierta, a la más pura y benigna noche estrellada, para contemplar la salida de Venus, que subió tan alto que el capitán la confundió con la luz del antiguo faro y detuvo el barco. Luego aparecieron las rosadas nubes del amanecer, como la Aurora de Guido: también él debió de contemplar un amanecer oriental, porque las tonalidades de sus Horas son idénticas a las de esta alborada, y no se parecen nada a las de un amanecer italiano. No tienen un aspecto chillón o abigarrado, como ocurre a veces con los brillantes colores del cielo inglés, sino tan puro y transparente que uno tiene la impresión de vislumbrar un paraíso lejano y teme penetrar en los misterios del reino divino (Nightingale, 2002).

Este libro contiene, como venimos apuntando, claves de carácter religioso que ayudan a comprender mejor la personalidad de Nightingale. Un libro que hay que decirlo merece la pena ser leído con atención, porque alumbra sobre lo que podríamos llamar su crisis mística, esa insistente llamada de Dios para que se pusiera a su servicio. Pero, ¿dónde y de qué manera podría llevar a cabo este servicio? Terminaría encontrando la respuesta a esta pregunta, como todos los que nos hemos interesado sobre su vida y obra conocemos bien, desde luego su vida no pasó por los derroteros de un matrimonio convencional, no era ese su camino. Ya en 1837 escribía en sus diarios sobre la llamada de Dios y en los años siguientes "descubrió una causa en la que volcarse, y pasó de cuidar a parientes y amigos durante sus enfermedades a atender a los enfermos necesitados de los pueblos aledaños a las residencias campestres de sus padres" (Sattin, 2002). Sus padres, como es sabido, no aprobaban esta dedicación de Florence, "la enfermería no estaba entre los oficios apropiados para una joven de sociedad…" (Sattin, 2002).

Se ha apuntado que en 1849 Nightingale se encontraba en una situación de angustia que acentuaba su sentido de culpa:

Florence se sentía cada vez más desgraciada y desengañada. No podía dominar sus sueños. Caía en arrobamientos que duraban horas; perdía el sentido del tiempo y del lugar contra su voluntad. En la vida diaria se movía como una autómata y no podía recordar lo que había dicho, ni siquiera dónde había estado. Las angustias por su culpabilidad y los reproches que se hacía sí misma se intensificaron con la convicción de que se producía lo que más temía y se estaba volviendo loca (Woodham-Smith, 1957).

Nightingale emprendió este viaje en 1849, con 29 años de edad, y lo hace acompañada por amigos de la familia, Charles y Selina Bracebridge, aunque no era su primera experiencia viajera ya que había estado con su familia en Italia, Suiza y Francia, como señala Anthony Sattin fue en París donde conoció a Mary Clarke, "que sería su confidente durante toda su vida". Hay que tener en cuenta también la notable formación cultural de Nightingale, su dominio de varios idiomas, y el hecho de que preparó este viaje con ahínco. Un viaje que dicho con sus palabras: "Es como ir al sol". No cabe duda que este viaje marcó un antes y un después en la vida de Florence. Un viaje que se inicia en Alejandría, pasa por El Cairo y termina en Asuán. De hecho, Gustave Flaubert, viajó a Alejandría casi en la misma época que Nightingale, y el escritor francés "sufrió desde el comienzo por tener que alejarse de su madre durante tanto tiempo y por marcharse tan lejos" (Sattin, 2002). Desde luego, el tono de las cartas de Nightingale no demuestran esa pusilanimidad del autor de Madame Bovary; aunque, no faltan las quejas, Florence expresa su incomodidad con el calor, la arena, la suciedad, los mosquitos, su malestar por muchas de las cosas que ve y por la complicada situación política:

La situación aquí es pavorosa. El ejército recluta a todos los hombres, y las madres solían arrancar el ojo derecho a sus hijos, cortarles el dedo índice o tullirlos de cualquier otra manera para salvarlos del ejército, hasta que Mohamed Alí, que era más listo que ellas, organizó un regimiento de tuertos que llevan el mosquete sobre el hombre izquierdo. Resulta aterrador ver tantos hombres con un solo ojo (Nightingale, 2002).

El encuentro interior

El viaje duró aproximadamente cinco meses (noviembre de 1849 a abril de 1850). En su carta de 19 de noviembre de 1849, escribió sobre una experiencia que consideramos muy importante en el contexto de este viaje y de su vida:

Mi estancia aquí ha sido sumamente grata, ya que las dos hermanas de San Vicente de Paúl con quienes viajé desde París a Auxerre me han presentado a las monjas locales; y he pasado mucho tiempo con ellas en sus bonitas escuelas y casas de misericordia. Solo son diecinueve, pero parecen hacer el trabajo de noventa. Practican sangrías, vendan heridas y dispensan medicinas; los árabes que solicitan sus servicios se cuentan por centenares. Hoy he visto a una huérfana de nueve años que hace unos meses encontró a un bebé abandonado en la calle y ¡lo adoptó! El niño está enfermo, y su pequeña madre adoptiva lo lleva a diario al convento para que le den medicinas: las hermanas dicen que la solicitud y el amor con que lo cuida son maravillosos (…). Las hermanas cuentan anécdotas aterradoras sobre la degradación y la ignorancia de las mujeres; dicen que no tienen religión y que son como animales" (Nightingale, 2002).

Según lo escrito, en la carta de 24 de noviembre, encontramos una mezcla de rechazo y algo de empatía hacia la religión mahometana; religión que según su criterio pone al hombre al lado de sus pasiones, las satisface todas, mientras que el cristianismo pone al hombre del lado de la penitencia y del sacrificio. Se pregunta: "¿qué esperanza hay para un país cuya religión se basa en el gozo?". Sobre las mujeres en el harén se muestra muy crítica señalando que no son esposas ni madres. Destaca de la religión mahometana, en cambio, que la caridad es ilimitada y fraternal, "no es una caridad paternalista". Merece la pena leer con atención el impacto que tuvo su visita a la mezquita en Alejandría, con una detallada descripción de las ropas que utilizó: "Solo se respira por los ojos: media hora más y me habría dado una fiebre cerebral". Añade:

La mezquita estaba llena; la gente nos rodeó, riendo y señalándonos. Me sentí humillada, pues sabía por quiénes nos tomaban, lo que pensaban de nosotros. Con mi plúmbeo tocado, me sentí como el hipócrita del infierno de Dante; para mí era ciertamente un infierno. Comencé a dudar de mi propia condición de cristiana, por la cual me siento más agradecida que nunca desde entonces. Ese cuarto de hora pareció revelarme lo que significa ser mujer en estos países, donde Cristo no ha estado para educarnos. Que Dios los salve, porque su vida no tiene sentido. Me alegré sobremanera cuando todo terminó. Sin embargo, la mezquita me causó una buena impresión… (Nightingale, 2002).

Como se puede apreciar, por todo lo apuntado, un auténtico choque de civilizaciones y de religiones en la conciencia de Nightingale, muy crítica con el papel de dominio del hombre sobre la mujer, y una visión muy favorable de los beduinos, encomiando su dignidad: no beben, ni fuman y la leche es su única bebida. No faltan, por ejemplo, en la carta de 19 de noviembre, comentarios que rezuman la acidez del racismo: "…pero una multitud de árabes, las personas más dinámicas y ruidosas del mundo, subieron de inmediato a bordo, gesticulando frenéticamente, zapateando y bailando: con sus caras extraordinariamente feas y carentes de toda originalidad, se me antojaron una raza intermedia entre el mono y el hombre". También, en estas cartas, se pueden encontrar palabras muy favorables al Corán, causándole admiración ciertos aspectos de la herencia de las propiedades. No cabe duda de que algunas páginas de Nightingale, escritas en 1849, cuando todavía no ha cumplido los treinta años de edad, hoy pueden levantar pasiones encontradas y detractores por algunas de las ideas expresadas.

En la carta de 9 de diciembre aparece de nuevo la veta lírica de Florence; merece la pena leer el párrafo, en este sentido también hay que elogiar la traducción de María Eugenia Ciocchini:

Cuando se ensancha, el Nilo parece un vasto mar; y cuando el viento se enfría, aparece (no se sabe de dónde) una flotilla de pequeñas balsas, semejantes a nenúfares o a barcas de cuentos infantiles; son efrits que remontan el Nilo, girando por un cabo, adelantándose unos a otros. Hay islas, cabos y calas, igual que en el mar, y a veces, cuando el viento sopla contra la corriente, el Nilo deja de ser el solemne Nilo para convertirse en un tempestuoso lago con cabrillas y turbulentas olas (Nightingale, 2002).

Lírica, descripción de paisajes, historia, cultura y opiniones controvertidas; viaje fluvial y viaje interior, espiritual; todo eso y más se puede encontrar en estas Cartas, sin olvidarnos de las pirámides y de Abu Simbel. Anthony Sattin lleva razón cuando afirma que el viaje a Egipto fue algo más que una diversión, Nightingale quería recuperar la salud y poder resolver el dilema de la llamada de Dios, de ahí que en un pequeño libro de notas negro, anotara con lápiz párrafos como: "Dios volvió a hablarme cuando estaba sentada en las escalera del pórtico de Karnak"; "Dios me visitó por la mañana y me pidió que haga el bien por Él, por Él solo, sin la reputación"; "Durante media hora estuve sola en mi camarote, arreglando la cuestión con Dios"; "Dios me ha liberado de la gran culpa y el constante asesinato de todos mis pensamientos" (Woodham-Smith, 1957).

En una de las cartas, escrita en Abu Simbel, el 17 de enero de 1850, reflexiona sobre Dios y la felicidad:

Pensé en los adoradores de hace tres mil años; en que ya habrán alcanzado su objetivo espiritual y concentrado todos sus pensamientos en servir a Dios o al ideal del bien; y nosotros estamos aquí con el mismo objetivo, aunque tan distante como la estrella que poco después vi aparecer sobre la misma colina de arena, en el centro de la puerta; los demás pensamientos ya no significan nada para ellos, que ya han conquistado el ideal de felicidad que todos perseguimos; no porque no sufran, como nosotros, sino porque ya no sugieren otra idea que la de cumplir la voluntad de Dios, que es la felicidad (…).

No volveremos a disfrutar tanto de un lugar como disfrutamos de Abu Simbel… (Nightingale, 2002).

En el mes de marzo escribe en otra de sus cartas:

Sabía tan poco de la religión mahometana y me interesaba tan poco que me sentí totalmente extraña en las mezquitas de El Cairo. En Karnak sentí que su Dios era mi Dios. En Abu Simbel me encontré más en mi elemento que acaso en ningún otro sitio de culto en el que haya estado. Pero jamás podría entender el islamismo egipcio, jamás podría interesarme por él, jamás podría considerarlo siquiera una religión. He de decir, sin embargo, que el islamismo árabe es muy diferente, y que las mezquitas de El Cairo son una materialización tan maravillosa y poética de la comunicación del hombre con Dios como todo lo que pueda haber en Tebas o en Nubia (Nightingale, 2002).

Si tenemos en cuenta la crisis espiritual que vivió en Egipto y sus proyectos antes de realizar este viaje, no debió ser casualidad que Florence durante el viaje de regreso realizara su anhelada estancia en Kaiserwerth (Alemania), con las Diaconisas, practicando la enfermería y aprendiendo la organización hospitalaria (Sattin, 2002).

Un viaje reparador

Posteriormente, sucedió lo que todos conocemos: Sidney Herbert, la Guerra de Crimea, Scutari, la Dama de la Lámpara, las estadísticas, las frustraciones, las cloacas, Palmerston, los informes, su lucha por la reforma de los hospitales y la dignificación y profesionalización de la Enfermería, que no fueron tareas fáciles. Tenemos la sensación de que sabemos mucho de la vida y obra de Nightingale, pero también sabemos que aún nos queda mucho por conocer, a pesar de la escrupulosidad de los biógrafos británicos.

Al comienzo de este artículo hemos realizado un breve apunte sobre las cartas como testimonio literario y como fuente histórica; no es este el lugar para profundizar en esta cuestión, pero sí cabe recomendar las reflexiones de Torras (1998), que señala la posición de la epístola en relación al género autobiográfico y al género literario, también es muy esclarecedor el artículo de Darcie Doll, "La carta privada como práctica discursiva. Algunos rasgos característicos":

Actualmente es documento de vital importancia para la historia de las mentalidades y para la reconstrucción de sucesos de la vida cotidiana. Así, también, aporta al conocimiento de segmentos de la sociedad que la historia tradicional no ha asumido con detenimiento, como es el caso de la historia de las mujeres. Las cartas, además, han resultado documentos interesantes para otras disciplinas, entre ellas la antropología cultural (Doll, 2002).

Estas Cartas desde Egipto de Florence Nightingale fueron escritas para su familia, pero su hermana Partenophe realizó una edición privada; estamos seguros de que no dejarán a nadie indiferente, tan solo lamentamos que no se hayan reeditado en español desde el año 2002, por más que hemos buscado en el catálogo de ISBN no hemos encontrado otra edición más reciente, sería pues el momento adecuado para que vea la luz pública de nuevo, aunque la edición que manejamos y reseñamos es excelente, y se puede encontrar en los catálogos de las librerías de lance que ofrecen sus fondos bibliográficos en internet.

Al leer esta colección de cartas, escritas a mediados del siglo XIX, se comprende mejor la crisis espiritual por la que pasaba en esos años Nightingale, también sus profundas convicciones religiosas, y sobre todo el sentido y fundamento de lo que escribió en Notas sobre enfermería unos años después: "El arte de la enfermería, tal como se practica ahora, parece ser expresamente establecido para deshacer lo que Dios ha hecho que sea la enfermedad, es decir, un proceso reparador" (Nightingale, 1990 y 2007).

Bibliografía

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Recibido: 31 de Julio de 2020; Aprobado: 14 de Agosto de 2020

Correspondencia: fraherod57@gmail.com (Francisco Herrera Rodríguez)

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