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Temperamentvm

versión On-line ISSN 1699-6011

Temperamentvm vol.17  Granada  2021  Epub 27-Ene-2023

 

TEORÍA Y MÉTODO

Relación entre el cuidado y la teoría del reconocimiento

Relationship between care and recognition

Sandra Velásquez-Vergara1  , Orlando Arroyave-Álvarez1 

1Facultad de enfermería, Universidad de Antioquia (Medellín, Colombia)

Resumen

Desde un enfoque cualitativo, este artículo busca identificar la relación entre la teoría del reconocimiento y el cuidado, con el fin de explorar y analizar su aplicación en diferentes fenómenos intersubjetivos y sociales. Para explorar dicha relación se revisaron 65 fuentes documentales que se ocupaban de los dos temas de interés. Para el abordaje del concepto de reconocimiento se tomó la propuesta del filósofo de la Escuela de Frankfurt Axel Honneth, quien a partir de la teoría de Hegel reconfigura las tres esferas del reconocimiento en la experiencia humana (el amor, el derecho y la solidaridad social). En cada una, de ellas, se observa la importancia del cuidado que sobrepasa el ámbito clínico, pues extrapola a otros ámbitos no humanos, como el cuidado a otras especies y a la naturaleza en general. El análisis propuesto, desde la teoría del reconocimiento, permite dar un fundamento filosófico, ético y político al proceso de cuidado.

Palabras clave Reconocimiento; Cuidado; Respeto; Solidaridad; Derechos

Abstract

From a qualitative approach, this article seeks to identify the relationship between the theory of recognition and care, in order to explore and analyze its application in different intersubjective and social phenomena. To explore this relationship, 65 documentary sources dealing with the two topics of interest were reviewed. To address the concept of recognition, the proposal of the philosopher of the Frankfurt School Axel Honneth was taken, who, based on Hegel's theory, reconfigures the three spheres of recognition in human experience (love, law and social solidarity). In each one of them, the importance of care that goes beyond the clinical field is observed, since it extrapolates to other non-human environments, such as caring for other species and nature in general. The proposed analysis, from the theory of recognition, it allows to give a philosophical, ethical and political foundation to the care process.

Key-words Recognition; Care; Respect; Solidarity; Rights

Introducción

El reconocimiento es un concepto filosófico que cada vez cobra mayor importancia en estudios e intervenciones en diferentes ámbitos políticos, económicos, educativos,1,2 medios de comunicación,3 conflicto armado.4 y en las luchas de grupos multiculturales y sociales marginados históricamente.5 Incluso en el campo de la salud, el concepto de reconocimiento ha sido incorporado en diferentes investigaciones, como lo muestran los trabajos de Lopera6 o Wernet, Falleiros de Mello y Carvalho.7 En el presente artículo, se expone un tema poco atendido, tanto en los trabajos filosóficos como investigativos: la relación existente entre el cuidado y el reconocimiento. El cuidado cumple una función social que trasciende la experiencia intersubjetiva, extendiéndose a otros ámbitos biológicos no humanos (animales, plantas, etc.) y a la conservación de la naturaleza en general (agua, aire, etc.). El homo sapiens podría ser considerado como un homo curantis o animal que cuida, puesto que esta es una de sus funciones vitales.

Es importante aclarar que la relación existente entre reconocimiento y cuidado no debe pensarse por fuera de un contexto social, cultural e histórico. Sin embargo, es posible establecer algunos procesos universales que configuran esta relación siempre cambiante y problemática entre el cuidado y el reconocimiento, sin desconocer esas particularidades contextuales.

¿Qué es el reconocimiento?

Una conceptualización cercana del reconocimiento y que guarda relación con las luchas por la reivindicación de derechos de grupos minoritarios, proviene del idioma alemán, donde el reconocimiento (Anerkenn||bar) es definido como aquello reconocible que puede aprobarse o aceptarse. En lengua alemana, la palabra Anerkennung se aproxima a la idea de estima o valor social, aquello que es digno de aprecio por sus rasgos, acciones y características sobresalientes.8

En español, la Real Academia Española (RAE) define el término reconocer como "identificar, someter a examen", "admitir como cierto o legítimo" y "agradecer".9 De manera similar, Oxford English Dictionary precisa el verbo reconocer como "distinguir a una persona (…) entre varias por una serie de características propias"; además, propone otras acepciones del término reconocimiento: "examinar con atención una cosa o una persona para conocer mejor su estado y formarse un juicio acerca de ella" o "aceptar, en contra de lo que se había definido o realidad de lo que se dice o sucede".10

De acuerdo con las definiciones anteriores, el concepto reconocimiento en el idioma español no logra expresar el contenido filosófico, ético, político y social de la propuesta teórica de Axel Honneth, que será abordada dentro del presente texto. Su conceptualización enmarca las experiencias de anhelo, estima o valoración social y las luchas de reconocimiento que libran los seres humanos en las distintas esferas de relacionamiento intersubjetivo y social.11,12

En consonancia con lo anterior, y conforme a las intenciones de este escrito, usaremos el significado de reconocimiento como aquella expectativa de ser valorado, estimado, elogiado, aprobado o aceptado que tenemos los seres humanos, lo cual configura tanto la experiencia individual como grupal y social del cuidado.

Importancia del reconocimiento como concepto

La filósofa y feminista Nancy Fraser afirma que la "lucha por el reconocimiento" se convirtió "en la forma paradigmática del conflicto político de finales del siglo XX" y de las primeras décadas del siglo XXI.13 Es decir, dicho paradigma ha sido y continúa siendo un referente representativo en los debates de grupos minoritarios o "subalternos" de orden étnico, feminista, nacionalista, entre otros14, los cuales reivindican sus derechos en una sociedad y cultura que los niegan.

Para Honneth, el reconocimiento es "el núcleo normativo de una multitud de esfuerzos políticos emancipatorios",15 cobrando interés no solo en los estudios filosóficos, sino también en los estudios políticos, éticos y en diferentes disciplinas de las ciencias sociales y, como veremos a continuación, en distintos contextos relacionados con el cuidado. Honneth enmarca el reconocimiento en tres ejes. Primero, como un diagnóstico crítico de nuestra época que, en vez de centrarse en una tensión entre "sistema" y mundo de la vida, debería enfocarse en las causas responsables de la violación sistemática de las condiciones de reconocimiento producto de las patologías sociales generadas a partir de los encuentros intersubjetivos en la sociedad contemporánea, marcada por el neoliberalismo y su proceso de radicalización económica. Segundo, una teoría explicativa que fundamenta la configuración de la identidad personal y colectiva a partir del reconocimiento intersubjetivo en diferentes dimensiones (familiar, social, jurídica). Y tercero, una propuesta crítico-normativa que proporciona un patrón, que no solo identifica las patologías de la época, sino que evalúa los movimientos sociales y su carácter emancipatorio, así como los progresos morales en las luchas por el reconocimiento. En síntesis, esta propuesta no solo ofrece las herramientas para hacer un diagnóstico de la realidad social, sino que ofrece "una concepción formal de vida buena, o más precisamente, de eticidad".16

Con su propuesta teórica, Honneth acentúa las posibilidades intersubjetivas en las sociedades actuales frente al mundo sistémico, conformado por la mercantilización y burocratización de la vida individual y social en todos los ámbitos, incluyendo la práctica médica y el cuidado en la salud.17,18 Su propuesta, de manera general, se caracteriza por considerar que las sociedades modernas manifiestan una deformación patológica de las facultades humanas racionales como consecuencia de determinadas prácticas sociales. Para este filósofo, las experiencias de reconocimiento recíproco llevadas de "buena forma", podrían ayudar a evitar dichas deformaciones en las sociedades modernas.11

La teoría explicativa y crítico-normativa de Honneth retoma de Hegel los conceptos de familia, sociedad y estado, como espacios de reconocimiento personal, intersubjetivo y colectivo. Asimismo, recoge los aportes del psicólogo social George Mead, quien considera que, en el espacio de intercambio social mediado por la comunicación y la interacción con otros, se configura la identidad individual.19 Apoyado en estos autores, Honneth considera que la "formación práctica de la identidad del hombre presupone la experiencia del reconocimiento intersubjetivo",20 pues a partir de allí, los seres humanos logran una autorrealización práctica, teniendo en cuenta las perspectivas normativas de los otros. En este sentido, lo social opera como coerción normativa delimitando las posibilidades de reconocimiento mutuo, pero ofreciendo la oportunidad de desplegar las posibilidades personales y de valoración por parte de los demás.21

En cuanto a la primera esfera, reformulando la teoría hegeliana, Honneth amplía la conceptualización del amor, puesto que no la circunscribe a las relaciones románticas, sino que le otorga un sentido más amplio, agrupando los diversos lazos afectivos que se tejen entre padres-hijos, hermanos, amigos y familiares.22 Para efectos de este artículo, nombraremos esta esfera como vínculos próximos o vínculos cercanos, los cuales, a medida que crecen y se fortalecen, permiten la configuración de la identidad; en este sentido, el amor sería el primer estadio de reconocimiento recíproco, el cual debe ser concebido como ser-sí-mismo en el otro, cuya necesidad se mantiene a lo largo de toda la vida, favoreciendo el desarrollo de la autoconfianza.23

En la segunda esfera, de derechos, Axel Honneth hace énfasis en las relaciones jurídicas que protegen y reconocen la dignidad y los derechos individuales y colectivos que constituyen a cada sujeto dentro de una sociedad. Según Honneth, las luchas por el reconocimiento en las sociedades actuales apuntan a que estilos de vida particulares o necesidades sociales y culturales de grupos (étnicos, género, condiciones salud, etc.) sean incluidos dentro de marcos jurídicos que protejan las reivindicaciones de estos.23,24 En las sociedades tradicionales, a pesar de que no existe un marco jurídico como en Occidente, se tienen normas que posibilitan la convivencia: cada individuo posee unos derechos y unos deberes que marcan los diferentes roles sociales.25 En las sociedades humanas, cada hombre pertenece a una comunidad a través de lazos intersubjetivos, donde los individuos "se reconocen como fuente de deberes y derechos independientemente de toda caracterización de orden social, económico o cultural".23

En consideración con lo anterior, un hecho histórico importante fue la invención de los derechos humanos, pues hizo posible el reconocimiento de la dignidad de los hombres y mujeres en un marco jurídico universal. Esta propuesta ética-política fue acogida por los gobiernos, los cuales hicieron adaptaciones de acuerdo a cada contexto; obligó a cada país a legislar sobre la protección de diversos grupos sociales vulnerables: mujeres, niños y niñas, los presos políticos, las minorías sexuales, personas con enfermedades de alto costo, entre otros.26

Finalmente, la última esfera propuesta por Honneth permite el reconocimiento de diferentes formas de vida: vincula la solidaridad como el medio que hace posible la comprensión de las particularidades de las formas de vida, diversas tradiciones ideológicas, religiosas, entre otras. De acuerdo con esta teoría, el reconocimiento positivo de estos estilos y concepciones sociales favorece la autoestima.27 Es decir, la solidaridad implica referirse positivamente a facultades concretas de los individuos en una sociedad, favoreciendo que cada uno de los miembros despliegue sus posibilidades subjetivas y, de este modo, pueda ser aceptado como individuo en su singularidad y en su estilo de vivir, lo que contribuye a una apreciación positiva de sí mismo. Así, la solidaridad beneficia "las relaciones de valoración simétrica entre sujetos individualizados (y autónomos)".28

Con relación a lo antes expuesto, podemos señalar que cuando un entorno social posibilita como ideal normativo estas tres esferas, "sea cual sea su forma concreta, el individuo puede remitirse a sí mismo en las formas positivas de la autoconfianza, el autorrespeto y la autoestima".29 No obstante, la forma negativa o menoscabo del reconocimiento, que Honneth denomina menosprecio, puede contemplar diversas prácticas, que van desde la dominación, la esclavitud o la tortura, hasta el exterminio de modos culturales o sociales de grupos por su condición, étnica, religiosa, profesional, política o de género.30

Así pues, a la exclusión de un individuo o colectivo, se añade la imposibilidad de ser acogidos plenamente por el marco de derechos que acepta las pretensiones de los sujetos para ser reconocidos como miembros valiosos dentro de una sociedad que concibe el ordenamiento institucional igualitario para sus miembros. 30

En consonancia con lo anterior, Honneth asevera que la exclusión social no solo consiste en la violencia de la autonomía personal de un individuo, sino también en la conexión con "el sentimiento de no poseer un estatus de interacción moralmente igual y plenamente valioso".31 En tal sentido, esta desposesión va acompañada de una limitación del autorrespeto, ya que el sujeto se percibe a sí mismo como un miembro de la sociedad jerárquicamente menor, por una condición de "inferiorización" de sus modos de vida, o por sus posibilidades físicas o cognitivas, que son percibidos como contrarios a los modelos predominantes.

En este sentido, al examinar el cuidado a la luz del reconocimiento, observamos que este concepto nos permite comprender la importancia del cuidado no solo para la preservación de la vida, sino también como una actividad que posibilita reconocernos de manera intersubjetiva y comunitaria, a partir la vulnerabilidad y las necesidades que hacen parte de nuestra humanidad, pues, ante situaciones de dolor, sufrimiento, salud y enfermedad, nos reconocemos como iguales.

Cuidado y reconocimiento

En este apartado, examinaremos la relación entre el reconocimiento y el cuidado, concebido este último más allá del abordaje tradicional en el campo de la salud. Para establecer dicha relación, debemos abordar primeramente el concepto de cuidado.

La palabra cuidado proviene del latín cogitatus, que quiere decir pensamiento32 y que hace referencia a la atención, el esmero, la diligencia, la solicitud y la dedicación para hacer algo, además de preservar o proteger.33 En la historia de la humanidad, el cuidado ha estado ligado a la evolución de la especie humana y a la conservación de la vida de manera individual y colectiva,34 renovándose constantemente, influenciado no solo por creencias religiosas, aspectos culturales, económicos y políticos, sino también por diversas formas de organización social. En este marco, de acuerdo con la división sexual del trabajo, esta actividad ha sido asignada al género femenino, dado que se tiene la concepción de que las mujeres, debido a una supuesta esencia de su naturaleza biológica, son las encargadas de realizar este oficio de manera exclusiva. Dicho pensamiento tiene consecuencias directas en la distribución de ingresos, en la desigualdad entre hombres y mujeres, y en el sostenimiento del sistema capitalista.35

Sin embargo, algunos autores muestran que también los hombres han brindado cuidados en diversos contextos históricos y culturales, con el fin de velar por la continuidad de la especie.36-40 Esta no diferenciación de género en el oficio del cuidado evidencian que éste es una expresión solidaria, afectiva y de relación de los humanos entre sí, es un encuentro intersubjetivo que posibilita el reconocimiento mutuo, en un proceso recíproco de confianza y compromiso afectivo, desde una dimensión ontológica-constitutiva básica de la experiencia vital humana; en palabras de Leonardo Boff, los seres humanos "somos cuidado".41 Ahora bien, después de haber expuesto la propuesta teórica de Axel Honneth y de nuestra breve conceptualización del cuidado, analizaremos este último concepto en cada una de las esferas de reconocimiento expuestas por Honneth, dado que el cuidado sobrepasa la visión intersubjetiva y se instala en otros escenarios (económicos, sociales y políticos) para el mantenimiento de la vida.

Recordemos que la primera forma de reconocimiento planteada por Honneth es el amor o los vínculos próximos, en cuya primera etapa de desarrollo humano, los otros brindan bienestar, subsistencia y satisfacción de las necesidades individuales (alimentación, higiene, vivienda, entre otros aspectos).42 Este cuidado generalmente se ofrece en un ámbito privado y familiar, promoviendo el crecimiento, la salud, la protección y el bienestar, así como la consolidación de la autoestima y autoconfianza por medio de las manifestaciones de afecto, aprecio y cariño, donde se tiene la posibilidad de reconocer las diferencias.43

En este espacio, los cuidadores cercanos no solo garantizan la supervivencia de otro, sino que otorgan pautas normativas para que este configure su identidad y pueda interactuar en una comunidad.44 Allí, a la vez que es acogido en un núcleo primario, el niño es incorporado a un orden normativo que le enseña sus derechos, sus deberes, los roles que deberá asumir y las jerarquías sociales que lo rodean, entre otros aspectos. En este espacio privado, las mujeres se dedican no solo a la crianza de niños y niñas, sino también al cuidado de ancianos y personas con algún grado de discapacidad.

Así pues, el cuidado doméstico o no remunerado, además de ser considerado una ocupación femenina,45 también es visto como una expresión altruista, abnegada y silenciosa de la labor desempeñada dentro de los hogares provisto por los vínculos próximos (padres, amigos, familiares, entre otros). En cambio, las actividades productivas realizadas por hombres en espacios públicos y visibles, donde se desarrolla la vida laboral, social, política y económica, gozan de mayor reconocimiento.46

Con referencia a lo anterior, es importante señalar que el cuidado es más que un factor importante para salvaguardar la vida, también resulta un elemento fundamental en términos económicos. La primera teoría en reconocer esta característica del trabajo doméstico fue el marxismo: mostraba la subordinación de la mujer para la reproducción y el cuidado de la mano de obra, llevando a cabo actividades como la alimentación, el aseo y el mantenimiento de la ropa del trabajador para que este pudiera cumplir con sus obligaciones laborales.47

Recientemente, los estados han dado relevancia económica al cuidado y al trabajo doméstico no remunerado. Ejemplo de ello es la Ley 1413, emitida en Colombia en 2010, por medio de la cual se incluye el cuidado en el sistema de cuentas nacionales con el objeto de medir la contribución de la mujer al desarrollo económico y social del país. Esta ley busca la transformación y la resignificación de esta labor, con el fin de avanzar hacia una mayor justicia del reconocimiento del cuidado y su importancia para el desarrollo económico, la producción de bienes y servicios como motor de la economía nacional, dado que muchos de estos cuidados se llevan a cabo de manera informal y pasan desapercibidos.48

En este contexto, debido a la importancia social y económica, el cuidado ha sido objeto de regulación de los estados modernos, llevando a que su reconocimiento legal basado en leyes y derechos involucre a más actores en el cuidado de la vida. Incluso con sus deficiencias, producto del modelo neoliberal, el Estado contemporáneo se ha convertido en garante de la salud y calidad de vida de sus ciudadanos, siendo responsable de impulsar las acciones que aumenten la oferta de servicios reproductivos fundamentales indiscutiblemente para una buena vida y, de manera transversal, tiene la obligación de abordar problemáticas como el acceso a la salud, mayor cobertura, tratamiento adecuado de enfermedades huérfanas y de alto costo, así como una mejor remuneración salarial y reconocimiento social para quienes se dedican de manera profesional a brindar cuidados a los demás.49

En este sentido, el Estado debe garantizar a los ciudadanos el derecho a ser cuidado, a cuidar y a cuidarse (autocuidado), dado que, sin un cuidado apropiado y una buena salud, no existiría la reproducción de la fuerza de trabajo y, en consecuencia, no sería posible la generación de un valor económico y social, situación que no permitiría alcanzar, en palabras de Honneth, una buena vida. De lo anterior, se desprende, entonces, que el cuidado es un bien público indispensable para el funcionamiento de las sociedades y de las economías; cumple una función pública, social y económica que contribuye a la producción de la riqueza, la tranquilidad y el bienestar de una población.50

Para la investigadora Laura Pautassi, el hecho de incorporar la complejidad del cuidado a una lógica de derechos, no solo hará posible el reconocimiento de esta labor, sino que también contribuirá al mejoramiento de la calidad de vida ciudadana. Además, la autora considera que no se trata de la "lucha" de una parte de la sociedad por mejorar las condiciones en las que se realizan las tareas del cuidado, sino en reconocer este como un derecho universal que involucra a todos los actores de la sociedad y no depositarlas de manera exclusiva en las mujeres y en los vínculos próximos.51,52

Finalmente, desde la tercera esfera de la solidaridad propuesta por Honneth, podemos considerar el cuidado como un bien político y relacional que mejora la vida de los individuos, o como un valor a través del cual las personas se sienten y reconocen unidas al compartir las mismas obligaciones, intereses e ideales que suponen ser parte de una determinada comunidad.53 La solidaridad puede ser entendida, entonces, como una "intuición recíproca" que posibilita "que el individuo ‘se incluya' a sí mismo en cada uno de los demás seres humanos", apoyándose mutuamente para la supervivencia y el bienestar individual y colectivo, exigiendo una convivencia ordenada y justa, dotada de valor en la que todos se ayuden en la satisfacción de necesidades que cada integrante de la comunidad necesita. Por tanto, es una convivencia permeada por la solidaridad.54

Ahora bien, la solidaridad es un concepto moral y político complejo; no obstante, podemos decir que es una emoción moral que motiva a los individuos a acompañar a otros que requieren ayuda y a velar por el cuidado mutuo. Generalmente, la solidaridad suele relacionarse con la filantropía, la caridad, el altruismo y la fraternidad entre los seres humanos, o el esfuerzo constante enfocado en la disminución del sufrimiento y la búsqueda de la justicia social.55 Compartir este tipo de experiencias presupone una puesta en escena de criterios de valoración moral, donde juzgamos y cuestionamos la situación del otro que padece un sufrimiento innecesario o injusto.56

De acuerdo con Ana Fascioli, la solidaridad puede encontrarse en tres niveles: primero, se ubica en la familia y los vínculos próximos donde se relaciona directamente con los lazos emocionales e incondicionales que nos mueven a cuidar, asistir y apoyar a parientes, amigos y conocidos; segundo, comprende la solidaridad como el nivel de adherencia, de cohesión, que presenta a la sociedad como un todo, que busca el bienestar y la justicia colectiva para cada uno de sus miembros; tercero, hace referencia a las relaciones interpersonales, que hacen posible tanto identificar al ser humano que necesita ayuda como a aquel que la provee.57

Sin embargo, en muchas situaciones nos vemos expuestos a un Estado que no garantiza los derechos básicos (alimentación, salud, educación, etc.) y, por ende, exponen a los individuos de una sociedad a condiciones que no les permite proyectar su mundo, sus estilos de vida e, incluso, su supervivencia. Para contrarrestar este modelo socioeconómico, han surgido redes de apoyo que son nombradas por las autoras Hi'ilei Hobart y Tamara Knesse como de "cuidado radical", concepto que hace alusión al "conjunto de estrategias subvaloradas a pesar de ser vitales, para sobrevivir mundos precarios".58 El cuidado es señal de inversión, reciprocidad y atención a las dinámicas sociales inequitativas que caracterizan a nuestra sociedad actual; el cuidar es, entonces, reconocer formas de trabajo a menudo invisibles59 que hacen posible la supervivencia y el desarrollo económico de los individuos y los colectivo.

Discusión

Cuidar es un acto que nos permite reconocernos de manera solidaria, intersubjetiva, a través de distintos procesos como la salud, la enfermedad y la muerte. Es una experiencia que nos conecta con nuestra existencia vulnerable, frágil, necesitada y siempre dependiente de los demás, integrando dimensiones éticas, psicológicas, económicas e histórico-políticas, tanto de quien brinda cuidados como de quien los recibe.60

El cuidado permea, no solo el proceso de salud-enfermedad o determinadas etapas de desarrollo del ser humano, sino que es transversal a nuestra existencia y a los distintos escenarios vitales. Además, en esta época contemporánea donde nos enfrentamos a la supervivencia y al envejecimiento de la población a nivel mundial, el cuidado cobra mayor relevancia, pues en términos de valoración social y solidaridad el cuidado puede expresarse tanto en el plano moral como en el ético quedando subordinado al trato igualitario donde la conexión entre ambos es establecida a partir del reconocimiento.43

El cuidado es un bien público esencial para el funcionamiento de las sociedades, es un derecho fundamental y una necesidad en diversos momentos del ciclo de la vida. Cuidar es un proceso soportado en el reconocimiento o valoración del otro y sus necesidades, que no solo son físicas o biológicas, sino, psicológicas, intersubjetivas y comunitarias.61 Este encuentro surge de la creatividad humana y de la sensibilidad frente a los cambios con el otro, suscitando emociones y sentimientos en el ser humano, en ocasiones agradables o confortables o, por el contrario, dolorosas, invasivas y desagradables. Al estar presente en la conservación de la vida y en las condiciones naturales y sociales, el cuidado no solo es necesario para la prolongación de la existencia de los seres humanos, sino para el mantenimiento de las demás especies.62

En relación con lo anterior, es importante mencionar que el desconocimiento de la importancia del cuidado para la prolongación de la vida en todas sus expresiones ha llegado a tal punto que se han empleado estrategias como la robotización y la inteligencia artificial, con el objetivo de reemplazar los seres humanos que brindan cuidados por máquinas, pues esta práctica ha sido vista como un conjunto de actividades rutinarias y simples tanto en un ámbito doméstico como profesional, restando valor a las relaciones intersubjetivas que emergen de la interacción con el otro, donde difícilmente un robot irá más allá de la monitorización de parámetros vitales; en este sentido, cuidar no es una tarea mecánica, es una experiencia humana entre dos o más seres que busca no solo satisfacer las necesidades físicas, sino sociales, legales, afectivas e incluso espirituales, en otras palabras, implica una valoración intersubjetiva entre seres humanos.

Como lo mencionábamos anteriormente, el cuidado es un proceso que nos permite comprender al mundo como un sistema de relaciones, una interconexión de seres vivos interdependientes, que se necesitan mutuamente para la supervivencia, no solo de la especie humana, sino de múltiples formas de vida. Así, el cuidado se constituye como un imperativo moral de la actuación humana que repercute en la salud y el bienestar de la sociedad y de otros elementos del mundo natural.

De este modo, el cuidado de la naturaleza incorpora una dimensión ética en la relación que los seres humanos establecen con su entorno, puesto que dependen de esta simbiosis para su subsistencia. Este imperativo ético nos debe llevar a superar el uso utilitario productivo y económico que hasta ahora se le ha dado a la Tierra, subrayando su importancia para la preservación de la vida en general.63

En otras palabras, el cuidado es aplicado tanto a un trabajo tangible como a la actitud moral que implica la realización de todas aquellas actividades posibles para mantener, continuar o reparar nuestro mundo.64 Un mundo que incluye nuestros cuerpos, nuestras individualidades y nuestro entorno, donde buscamos tejer de manera conjunta una compleja red que sostiene la vida.65

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Recibido: 27 de Noviembre de 2020; Aprobado: 12 de Febrero de 2021

Correspondencia: sandra.velasquez3@udea.edu.co (Sandra Velásquez Vergara)

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