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Temperamentvm

versión On-line ISSN 1699-6011

Temperamentvm vol.17  Granada  2021  Epub 27-Ene-2023

 

BIBLIOTECA

Carmen de Burgos, Colombine, periodista universal, estudio y edición de Concepción Núñez Rey. Edita Junta de Andalucía, Consejería de Cultura, Sevilla, España, 2018; 2 vols.; 1.410 págs.

Francisco Herrera-Rodríguez

De Burgos, Carmen. Colombine, periodista universal. Núñez Rey, Concepción. Sevilla, España: Junta de Andalucía, Consejería de Cultura, 2018. 1410p.

La Enfermería en los artículos de ‘Colombine'

A Colombine y a Tristán

Introducción

Carmen de Burgos Seguí nació en Almería en 1867 y falleció en Madrid en 1932. Vivió, pues, 65 años, que le dieron para mucho y sobre todo para no dejar indiferentes a los españoles de su época, entusiasmándolos o incomodándolos. [Figura 1] La trayectoria de Carmen de Burgos, que como es sabido firmaba sus trabajos con el seudónimo de ‘Colombine', sorprende porque en la España de las primeras décadas del siglo XX gestó una obra muy notable como novelista, traductora, pedagoga, viajera, biógrafa, pionera del periodismo de guerra y activista infatigable en la lucha por el voto de la mujer y el divorcio, o en contra de la guerra y de la pena de muerte, también en favor del pueblo judío, incluso fundó una logia masónica. Se casó muy joven, tuvo cuatro hijos, de los cuales fallecieron a temprana edad tres; se separó de su marido, y luego tuvo una larga relación con el escritor Ramón Gómez de la Serna, mucho más joven que ella, hecho que también generó críticas y habladurías.

Figura 1. Carmen de Burgos ‘Colombine'. Detalle de la cubierta del libro Carmen de Burgos, Colombine, periodista universal

Todas estas circunstancias pusieron muy en su contra a los sectores más conservadores de la sociedad, así que esta animadversión se tradujo en el olvido de su vida y obra después de la Guerra Civil, durante décadas, a pesar de haber dejado una extensa obra literaria y haber escrito en los periódicos y revistas más importantes de España y América. No se exagera si se califica a Carmen de Burgos como un referente de la intelectualidad española, a poco que se estudie la época encontramos sus artículos, sus novelas y sus ensayos, así como su participación en instituciones culturales y sociales, por no hablar de la gran cantidad de fotografías en las que aparece con las figuras más relevantes de la cultura y de la política españolas.

Se ha dicho, con razón, que su libro La mujer moderna y sus derechos, publicado en 1927, es un claro precedente de El Segundo sexo de Simone de Beauvoir (1949), y que Carmen de Burgos es un puente entre la generación de feministas constituida por Concepción Arenal, Concepción Gimeno de Flaquer, Emilia Pardo Bazán y las más jóvenes como Clara de Campoamor, Margarita Nelken, Federica Montseny, María de la O Lejárraga, etc. (Louis, 2019; Beauvoir, 1982a y 1982b; Acosta, 2021). No cabe duda de que este libro de Carmen de Burgos enlaza con La mujer del porvenir (1869) y La mujer de su casa (1883) de Concepción Arenal (Arenal, 2020), aunque se encuentran puntos de disidencia en las opiniones de la autora ferrolana y de la autora almeriense, por ejemplo, en lo que afecta a dedicaciones profesionales o políticas de la mujer, asunto éste que merecería la pena someter a comparación, teniendo en cuenta claro está las encrucijadas históricas de las dos. Especialmente interesante es el artículo de reconocimiento y homenaje que Carmen de Burgos dedicó a Concepción Arenal en las páginas de ABC el 15 de septiembre de 1903 (Núñez (Ed.), 2018).

También se ha apuntado que Carmen de Burgos, nacida en 1867, debe ser vinculada a la Generación del 98, "a la ancha corriente del regeneracionismo" y a "un compromiso vinculado al ideario librepensador y al afán reformador del proyecto pedagógico del Krausismo", y su cercanía intelectual con la generación anterior a través de autores como Galdós o la propia Pardo Bazán, o con los más jóvenes como, por ejemplo, Juan Ramón Jiménez (Núñez (Ed.), 2018; Núñez, 2005), también se ha valorado su obra desde el prisma del Romanticismo y la Modernidad (Palomo, 2019).

El olvido de su vida y obra ha sido señalado certeramente por Rosa María Calaf:

¡Qué injusticia! -pienso y digo yo, y ya dicen muchas- que su nombre, su obra, sus logros hayan sido borrados de la historia y del ejemplo (Calaf, 2019).

La Dictadura hizo todo lo posible por borrar su nombre y sus libros, está claro que no podían olvidar su lucha por el divorcio, la educación, la emancipación y el voto de la mujer, la reforma del Código Civil y del Código Penal; pero también durante el período democrático su vida y su obra no fueron rescatadas tempranamente como se merecía, incluso algunos autores de ensayos o biografías sobre el que fue su compañero, Ramón Gómez de la Serna, cómplices ambos en la vida y en la literatura (a pesar de los problemas finales que tuvieron), reducen a lo mínimo y a lo anecdótico la influencia de Carmen de Burgos en Ramón y viceversa, véase como ejemplo Ramón y las vanguardias (Umbral, 1978). Sin embargo, observamos que el profesor Granjel sí se detuvo en la década de los sesenta a estudiar la relación personal de Carmen y Ramón, utilizando las Memorias de éste; pero no solo eso, además afirma Granjel que Carmen de Burgos "influyó, y muy hondamente, en su obra de escritor" (Granjel, 1963; Gómez de la Serna, 1974; Herrera y Urkia, 2015). También es preciso recordar que Carmen de Burgos publicó una biografía de Mariano José de Larra muy novedosa en su época al utilizar fuentes documentales inéditas (Burgos, 1919); en cambio, encontramos que en alguna biografía posterior se reduce a lo anecdótico esta obra de la escritora almeriense, véase por ejemplo Larra. Anatomía de un dandy (Umbral, 1976).

Además de lo dicho se ha apuntado recientemente, con razón, lo siguiente:

Muchos críticos redujeron a Carmen a la simple condición de amante de Ramón, menospreciando su extensa actividad periodística y ensayística (Zlotescu, 2019).

Poco a poco este panorama ha ido cambiando, sobre todo gracias a los esfuerzos de investigación y de divulgación que ha realizado la profesora Concepción Núñez Rey, desde que publicó su tesis doctoral dedicada a Carmen de Burgos en el año 1991 y posteriormente con estudios fundamentales, como su biografía Carmen de Burgos, "Colombine", en la Edad de Plata de la Literatura Española, obra merecedora del premio de biografía "Antonio Domínguez Ortiz" (Núñez, 2005). Se han realizado otros trabajos de investigación o de divulgación, como por ejemplo el espléndido monográfico de la revista Arbor (Palomo, dir. y Núñez, coord., 2010), así como de otros autores a los que sería imposible citar en su totalidad (Utrera, 1998; Sevillano y Segura, 2009; Núñez, 2019).

En 2017, con motivo del sesquicentenario de su nacimiento, se realizó un documental muy notable, con guion y dirección de Pedro Callejas Medina. En el mismo participan especialistas y admiradores de su obra como Pilar Palomo, Mar de los Ríos, Covadonga Porrúa, Juan José Téllez, Luis García Montero, Benjamín Prado, José A. Martínez, Antonio Sevillano, Anyes Segura y Federico Utrera. Nuevamente observamos que destaca como asesora de los contenidos de este documental la profesora Concepción Núñez Rey, que actualmente es profesora honorífica del Departamento de Literaturas Hispánicas de la Universidad Complutense de Madrid.

Precisamente es Concepción Núñez Rey la que se ha encargado del estudio y edición de la obra que reseñamos, editada en dos volúmenes, en la cual se recogen centenares de artículos de la periodista almeriense. Tarea, todo hay que decirlo, y como ella reconoce, que fue alentada por Juan José Téllez, poeta, periodista y en esos momentos director del Centro Andaluz de las Letras. Un esfuerzo muy importante que solo podía realizar una investigadora como la profesora Núñez, esto se entiende perfectamente cuando leemos el método de trabajo seguido y los criterios de selección, téngase en cuenta que para realizar esta obra se han revisado artículos, entrevistas y semblanzas, aproximadamente unos diez mil textos, haciendo una primera selección de aproximadamente setecientos, reproduciéndose finalmente "cerca de trescientos cincuenta" artículos, aunque al parecer existe el proyecto de realizar una edición completa en una versión virtual de este libro, lo cual sería muy interesante porque Carmen de Burgos opinó y escribió no solo sobre los derechos de la mujer, sino sobre todo lo divino y lo humano, circunstancia que podrá comprobar el lector cuando tenga en sus manos los dos volúmenes que reseñamos; precisamente por este motivo nos vamos a centrar fundamentalmente en nuestros comentarios en sus opiniones sobre la Enfermería y las enfermeras, ya que consideramos es el tema que más puede interesar a los lectores de Temperamentvm, aunque en el epílogo comentaremos otros aspectos que también consideramos de interés.

La Enfermería y las enfermeras

En este gran recopilatorio de artículos realizado por Núñez Rey, encontramos que dedica un apartado a las enfermeras, concretamente a un artículo que publicó Carmen de Burgos en las páginas de Diario Universal, el 2 de septiembre de 1903, centrando sus comentarios en las revueltas religiosas en Francia y concretamente el trastorno ocasionado por la sustitución de las monjas por enfermeras laicas:

A pesar de la buena marcha de los establecimientos y de los servicios reconocidos de las religiosas, el fanatismo (que en todas partes lo hay) empezó a fijarse en que sus trajes de lana, con los amplios mantos negros, eran nidos de microbios y en que no recibían una instrucción suficiente para desempeñar su misión de enfermeras (…). Por fin, el Consejo Municipal de París y los de provincias decidieron reemplazar a las religiosas de los hospitales por un personal laico, y creyendo que el personal secundario, instruido por las hermanas, ofrecía más garantías; pero se vio que era muy insuficiente la asistencia (Núñez (Ed.), 2018).

Apunta la periodista almeriense, que la Administración se vio obligada a abrir cursos primarios para remediar las lagunas constantes de la instrucción en gran parte del personal, creándose la nueva Escuela de Enfermeras de M. Mesureur, director de la Asistencia Pública, que se puso en marcha el 15 de enero de 1903. Carmen de Burgos está informada de lo que se está haciendo en el extranjero en cuanto a la formación laica de enfermeras; en lo que se refiere a España destaca la labor de las Hermanas de San Vicente de Paúl en los hospitales y de las Siervas de María en la asistencia domiciliaria, reconociendo que "han prestado verdaderos servicios que creyentes y ateos tuvieron que reconocer". En su defensa de las monjas enfermeras destaca también que las más experimentadas enseñaban su práctica a las jóvenes, sin abandonar a los enfermos "ni aun en la sala de operaciones". En este artículo, escrito en 1903, Carmen de Burgos no cierra la puerta a las novedades, y refiriéndose a la institución docente de Mesureur apunta que "mucho se espera de esta Escuela para las asistentas del porvenir; pero hasta el presente podemos afirmar que, a pesar de las enfermeras perfectamente educadas que poseen Alemania, Suiza, Dinamarca y, sobre todo Inglaterra, la asistencia de las monjas, toda amor, abnegación y caridad, no ha podido ser igualada" (Núñez (Ed.), 2018).

Así, pues, observamos un cierto eclecticismo en las opiniones de Carmen de Burgos sobre la enfermería y la asistencia a los enfermos, pero con una alta valoración de las monjas enfermeras; sin embargo, en una obra tan extensa como la de la escritora almeriense, no podía ser ésta la única alusión a la labor de las enfermeras, pongamos un ejemplo más. Carmen de Burgos impartió una conferencia en la Asociación de la Prensa de Roma, el 28 de abril de 1906, titulada La mujer en España (Burgos, 1906). En esta conferencia, que fue muy aplaudida, defiende la tarea realizada en nuestro país por Federico Rubio y aboga por la profesionalización de la Enfermería. Dice así:

En los hospitales, hasta hoy son religiosas las que se ocupan en la asistencia. El difunto doctor don Federico Rubio creó una escuela de enfermeras que está dando resultados excelentes. Esto debe constituir una carrera, pues no basta la caridad para saber poner un vendaje ó cuidar á un enfermo, si la instrucción especial falta" (Burgos, 1906).

En esta conferencia de 1906 observamos que Carmen de Burgos reivindica la necesidad de crear el título de Enfermera en España, también Mercedes B. de Benavente, en 1912, señaló la necesidad de crear el título de "enfermera especialista" para la lucha contra la tuberculosis (Herrera, 2005 y 2010), y desde 1896 estaba funcionando en Madrid la citada Escuela fundada por Federico Rubio y Galí (1827-1902) (Orozco, 1977; Herrera, 2002a y 2002b; Carrillo, 2003; Campos, 2003; Santainés, 2019). [Figura 2] Recuérdese que en esos primeros años del siglo XX también las Siervas de María reivindican la creación del título y finalmente serán determinantes en el reconocimiento de la titulación que permitirá la profesionalización de la Enfermería en España en el año 1915 (González, Amezcua y Siles, 2010; Domínguez-Alcón, 1986; Rodríguez, 1994; Herrera, 2011).

Figura 2. Federico Rubio y Galí (1827-1902). Dibujo a lápiz (F.H.R., 2004). 

Al citar Carmen de Burgos explícitamente la Escuela fundada por Federico Rubio, creemos interesante dejar anotados unos apuntes complementarios en esta reseña. La Escuela de Enfermeras ‘Santa Isabel de Hungría' fue creada en Madrid, en 1896, por el citado cirujano de El Puerto de Santa María (Cádiz); sabemos que el propio fundador se implicó en la formación dando al menos lecciones o conferencias de Anatomía, tanto a las "enfermeras internas y externas" (Pulido, 1915; Marco, 1902); aunque no descartamos que explicara otras temáticas relacionadas con las curas, la cirugía y que ofreciera también consejos de ética profesional. Se ha señalado que en sus orígenes esta Escuela "estuvo fuertemente marcada por un sentido religioso. Sus alumnas obligatoriamente debían profesar la religión católica y cortarse el pelo al rape, medida no justificable sólo por los hábitos higiénicos que, sin duda, preocupaban al fundador (cirujano), lo cual no obligó, al parecer, a que hiciera adoptar similares medidas en los médicos" (Domínguez-Alcón, 1986). Esta misma autora ha precisado que:

…a finales del siglo XIX, cuando las enfermeras formadas en la Escuela Nightingale ocupaban puestos en los hospitales ingleses, asumían su propia responsabilidad bajo las órdenes de otras enfermeras formadas (…). Mientras que en sus orígenes, la primera escuela de enfermeras españolas estuvo marcada por un sentido religioso y de dependencia médica (Domínguez-Alcón, 2017).

Efectivamente; Luis Marco, en su prólogo a La mujer gaditana de Federico Rubio, define a esta institución como "Escuela Católica de Enfermeras de Santa Isabel de Hungría", añadiendo que era un "semillero de modestas mujeres ejercitadas en el útil ministerio de la mejor asistencia médico-quirúrgica de los enfermos". Apunta también que "el primer requisito reglamentario es que profesen y practiquen la religión católica" (Marco, 1902; Herrera, 2004 y 2005; Arandojo-Morales, Centeno-Bruine, Hernández-Martín, 2015). Y sobre las alumnas internas Luis Marco anota detalles muy significativos que nos hacen cobrar conciencia de las duras condiciones de trabajo que tenían:

Las internas visten de rayadillo, van descalzas de pie y pierna, sólo usan alpargatas abiertas y zuecos de madera; llevan el pelo cortado al rape y cubre la cabeza con un birrete ribeteado de amarillo. Sobre el peto de sus delantales blancos luce una morada cruz de Malta, con corona real en el centro y una inscripción bordada en seda amarilla que manifiesta el título de la Escuela. A los dos años de estudios teóricos y prácticos, recibirán el certificado de aptitud para ser enfermeras de medicina y cirugía, con lo cual se inaugura una profesión honrada y honrosa para la mujer española. Ellas ayudan á los profesores en la sala de operaciones, en los dispensarios y enfermerías; hacen guardias de doce horas (sin acostarse luego hasta la reglamentaria); asisten á conferencias orales; guisan, limpian, planchan; auxilian en todo momento á los enfermos, desempeñan con espontáneo celo y sana alegría su misión bienhechora en perpetuo contacto con los desgraciados. Es preciso verlas, convencidas de que nada es servil cuando se trata del bien del prójimo, para admirar con qué puro gozo se han identificado en seguida con el cristianísimo espíritu del glorioso fundador de esta Escuela nueva, el cual se lo comunica con el ejemplo alto y hondo de sus acciones y palabras (Marco, 1902).

Recordemos que entre las condiciones para ingresar en esta Escuela de Enfermería se apuntan también las siguientes: "ser sanas, robustas y dóciles" (Albarracín, 1973; Herrera, 2002a y 2005; González y Herrera, 2016). Adjetivos que apuntan hacia un claro modelo de subordinación al estamento médico. No olvidemos que en esta Escuela madrileña, en 1911, ya fallecido el fundador, se produjo una huelga de las enfermeras internas, quizás por la dureza y los horarios prolongados de trabajo, y que en 1913 se creó la Asociación de Enfermeras Españolas "María Cristina", dos años antes de la creación del título de Enfermera (1915), para agrupar a las enfermeras formadas en la Escuela de Santa Isabel de Hungría , del Instituto Rubio, y las del Hospital de San José y Santa Adela (González y Herrera, 2016).

Son muy interesantes, pues, los comentarios de Carmen de Burgos, en los que apreciamos la confluencia de las ‘enfermeras religiosas' y de las ‘enfermeras laicas', y también su defensa de la creación de una carrera, con su títulación, ya que esto permitiría consolidar el ejercicio profesional (Burgos, 1906). No se olvide tampoco que en 1870 la ferrolana Concepción Arenal defendía que en España había que crear Escuelas de Enfermería e incluso unificar en un solo título a los practicantes, a las matronas y a las enfermeras (Siles, 1999; Herrera, 2005; Herrera, 2009).

Es preciso añadir que este asunto de las ‘enfermeras religiosas' y de las ‘enfermeras laicas' fue utilizado en la confrontación social y política en las primeras décadas del siglo XX; por ejemplo, en 1931, un año antes de la muerte de Carmen de Burgos, Manuel Usandizaga, director de la Escuela de Enfermeras de Valdecilla (Santander), escribía con buen tino lo siguiente: "…tan equivocados están los sectarios de la izquierda cuando niegan a las religiosas el derecho a cuidar los enfermos como los sectarios de la derecha cuando creen que esta función debe ser un monopolio de las órdenes religiosas" (Salmón, García-Ballester, Arrizabalaga, 1990; Herrera, 1995, 2005 y 2012). Pero también se debe tener en cuenta que en los años veinte y treinta se crearon y dotaron instituciones docentes que tuvieron una notable repercusión en la Enfermería, como es el caso de la Escuela Nacional de Puericultura (1923), la Escuela Nacional de Sanidad (1925) y el proyecto de Escuela Nacional de Enfermeras Visitadoras Sanitarias (1932) (Bernabeu y Gascón, 1999).

Prosigamos con las opiniones de la periodista almeriense. En su impactante ensayo La mujer moderna y sus derechos (1927), Carmen de Burgos deja constancia de las diferencias salariales entre hombres y mujeres, haciendo alusión directa a las enfermeras, médicas y practicantes, no se olvide que en estas fechas a esta última titulación pueden acceder tanto hombres como mujeres. Leamos el párrafo porque no tiene desperdicio:

Hoy existen ya doctoras en Medicina de verdadero talento, directoras de Balnearios, oculistas, dentistas, practicantes y enfermeras; abogados de valer, empleadas en Correos, Telégrafos, Bancos, oficinas particulares, etc. Hay mecanógrafas, oficiales de secretaría de centros del Estado, etc., etc.; pero siempre con limitaciones, diferencias de sueldo, prohibición de ascensos y un gran número de injusticias; pues la preterición no es por razón de capacidad sino de sexo, de manera que resulta un privilegio irritante de los hombres (Burgos, 1927).

Efectivamente, una normativa de 10 de agosto de 1904 señaló en el artículo 11 que las mujeres podrían adquirir el título de practicante (Domínguez-Alcón, 1986), de ahí que Carmen de Burgos en el texto citado incluya a esta titulación también entre las que ejercen las mujeres. Pongamos un ejemplo. Hace ya algunos años dimos noticia de que Natividad Núñez Gallardo, [Figura 3] en 1920, estaba colegiada en el Colegio de Practicantes de Cádiz y que comenzó ese mismo año su ejercicio profesional en el trasatlántico español Alicante prestando sus servicios profesionales en un viaje a Manila (Herrera, 1992-93, 2005 y 2011; Lasarte, 1993). Podemos añadir que nació en San Fernando (Cádiz) el 28 de julio de 1899 y que en junio de 1920 aprobó en la Escuela Normal de Maestras de Cádiz el examen de ingreso. Realizó prácticas durante más de un año con Enrique Díaz Martínez, profesor Auxiliar de la Facultad de Medicina de Cádiz y encargado de la Clínica de Cirugía del Hospital de Mora, y con Germán Muñoz Beato, también profesor Auxiliar, hizo las prácticas de Obstetricia correspondientes a la carrera de practicante en el citado hospital, según consta en certificados expedidos en 1920. En el mes de agosto del año señalado solicitó examen de 1º y 2º años de la carrera y en el mes de septiembre realizó los ejercicios de reválida, obteniendo la calificación de Sobresaliente (Cf. Expediente de Natividad Núñez Gallardo de la Escuela Normal y Expediente de Natividad Núñez Gallardo de la carrera de Practicante, Archivo de la Universidad de Cádiz). Con 21 años, pues, Natividad, terminó sus estudios y comenzó su ejercicio profesional como practicante.

Fuente: Pinrelito (1920).

Figura 3. Natividad Núñez Gallardo. 

Carmen de Burgos, como hemos tenido ocasión de ver, menciona las profesiones de practicante y enfermera; conviene apuntar que "presentan matices algo distintos, una orientación más hacia técnicas concretas de cirugía menor, curas y vacunaciones, para los practicantes, y más de cuidados, según las diversas sintomatologías, para las enfermeras" (Domínguez-Alcón, 1986). Es sabido que desde 1915 en que se crea la titulación de enfermera comenzaron las protestas de los practicantes, ya que éstos consideraban que las enfermeras invadían sus competencias profesionales (Lasarte, 1993). Se podrían poner muchos ejemplos, pero seleccionamos uno concreto de julio de 1936, precisamente el mes en que comienza la Guerra Civil. Encontramos que la Gaceta del Practicante publica un artículo dando noticia de que la Diputación provincial de Jaén convoca seis plazas de enfermeras de la Beneficencia, subrayando con entusiasmo que esta convocatoria se ajusta a lo que debe hacer una enfermera para que ejerzan sin incurrir en intrusismo "en las técnicas de los practicantes", que mayoritariamente son hombres. Entre las tareas que se adjudican a las enfermeras en esta convocatoria están las siguientes: observar y vigilar a los enfermos confiados a su asistencia; prácticas de higiene general y local (baños, lavados, peinados, irrigaciones, etc.); renovación de apósitos y vigilancia de los mismos, con arreglo a las órdenes que reciba del personal técnico (Jefes de Clínica, Ayudantes y Practicantes); aplicación de tópicos, renovación y vigilancia de los mismos; arreglo de la cama, renovación de las ropas de ella, tantas veces como sea necesario y limpieza de los utensilios y enseres utilizados por el enfermo para sus necesidades íntimas, aseo y alimentación (Cf. Un concurso para plazas de enfermeras que nos parece bien, 1936).

Observamos, pues, como los practicantes defienden el territorio "técnico" para su profesión y elogian que la enfermera quede en la parcela concreta de los cuidados; aunque algunos manuales de formación de enfermeras, como por ejemplo el de Manuel Usandizaga, director de la Escuela de Enfermeras de Valdecilla (Santander), se extiende en explicaciones de técnicas concretas, ilustrando incluso su libro, que tuvo varias ediciones, con fotografías en las que aparecen enfermeras realizando este tipo de tareas (Herrera, 1995; Salmón, García-Ballester, Arrizabalaga, 1990; Nespral, 2015).

Debemos apuntar, para finalizar este apartado, que Carmen de Burgos en sus crónicas como corresponsal en la Guerra (Melilla, 1909), también dejó testimonio de la situación de los hospitales, de los enfermos y heridos, del trabajo de la Cruz Roja, plasmando incluso su experiencia en su novela En la guerra (Núñez (Ed.), 2018; Burgos, 1910). En su labor periodística como corresponsal en la I Guerra Mundial describe el horror en los hospitales y elogia el trabajo de las enfermeras (Sevillano y Segura, 2009), a la vez que deja claro su testimonio antibelicista, tal y como hiciera en Cuadros de la guerra carlista su admirada Concepción Arenal (Arenal, 2005; Herrera, 2016; Caballé, 2018). En esta línea antibélica también escribió un interesantísimo relato titulado El permisionario (Burgos, 1917).

Epílogo

Para concluir esta reseña queremos dejar constancia de que Carmen de Burgos también dejó testimonio y reivindicación de la labor de "las doctoras en Medicina", por ejemplo, en el Diario Universal de 1 de mayo de 1903:

Nada más natural, en efecto, que las enfermedades de la mujer sean tratadas por otra mujer; esto sin contar el extenso campo de los cuidados infantiles, para los que tiene la mujer más aptitud y más resistencia que el hombre (…). La Medicina es uno de los ramos del saber humano donde la mujer puede prestar más útiles servicios; se argumenta con frecuencia que los estudios de la carrera han de repugnar a su delicadeza; esto no será nunca una razón, porque la mujer, como el hombre, al estudiar un cadáver, al destrozar sobre la mesa de disección un cuerpo, solo ven en él una materia inerte, que puede ser para otros la salud y la vida (Núñez (Ed.), 2018).

En sus artículos, ensayos y conferencias cita a mujeres que se dedican a la medicina como, por ejemplo, a la "Señorita Castells", "Dolores Alar de Cuyás", "Milagros D. Andreu Boignes", "Manuela Solís de Roque Rey", "Trinidad Arroyo de Márquez", a la matrona "Pilar Jáuregui" y Concepción Aleixandre (Núñez (Ed.), 2018). Sobre esta última se ha publicado recientemente una documentada biografía titulada Concepción Aleixandre y su compromiso con la medicina y los derechos de las mujeres (Fresquet, 2020), y Carmen de Burgos la cita en otros trabajos (Burgos, 1906 y 1927), pero demuestra especialmente su admiración por ella en un artículo publicado en ABC el 28 de julio de 1905, del que extraemos el siguiente párrafo:

¿Quién no conoce a la popular doctora Concepción Aleixandre? Su nombre se cita siempre cuando queremos enorgullecernos de contar en nuestro sexo una mujer de talento de fuerza de voluntad y de delicadeza y ternura femenina. Valenciana de nacimiento, hizo sus estudios en aquella histórica Universidad (…), después de haber cursado antes en la Escuela Normal la carrera de Maestra Superior. En 1891 fue nombrada médica del Hospital de la Princesa en Madrid (…). Elegida socia de número por la Sociedad Ginecológica Española, hizo el discurso inaugural en 1903 con un trabajo que mereció unánimes aplausos: El ginecólogo ante la sociedad. En el XIV Congreso internacional de Medicina terció asiduamente en los debates de la Sección de Ginecología, y presentó una admirable Memoria sobre Los cardiopáticos en la gestación (Núñez (Ed.), 2018).

Un tema que aparece con frecuencia en la obra periodística de Carmen de Burgos es el de la higiene y protección de los niños, y muy particularmente su preocupación por la mortalidad infantil en la España de las primeras décadas del siglo XX. De ahí sus artículos dedicados a los niños presos en la cárcel modelo, las colonias infantiles, la higiene en la escuela, los niños enfermos, los niños sin patria, la educación de las madres, etc. En algunos de estos artículos aparecen citados los médicos Rafael Ulecia Cardona y Manuel Tolosa Latour, en los cuales se apoya en ocasiones para construir sus argumentos pedagógicos y de divulgación sobre la infancia. En un artículo publicado en Diario Universal el 6 de mayo de 1903 apunta que en 1900 "fallecieron en España ¡229.348 niños!, niños menores de cinco años, como hace notar muy oportunamente el Sr. Ulecia" (Núñez (Ed.), 2018).

Además de la realidad social que le tocó vivir, en la que día a día pudo ver la pobreza y la mendicidad de los niños, también pudo comprobar las altas tasas de mortalidad infantil en España y compararla con otros países más avanzados; pero esta honda preocupación viene también, sin duda, de los tres hijos que se le murieron a Carmen: Arturo (1890), María del Mar (1891) y Arturo José, éste con tan solo ocho meses, en 1893 (Núñez, 2019). A tal extremo llegó su preocupación sobre la protección de la infancia, señal de sus desvelos como madre, pero también de su afán regeneracionista, que publicó una monografía titulada La protección y la Higiene de los Niños. Boceto de Estudio (Burgos, 1904), obra que fue declarada de mérito y utilidad por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes (Burgos, 1906). A esta monografía ha dedicado un excelente capítulo de su tesis doctoral Mercedes Alfonso Mathey, defendida en la Universidad de Bourgogne, además de analizar el compromiso de Carmen de Burgos como periodista, ensayista y novelista (Alfonso, 2016). Pero si tenemos la curiosidad de leer directamente la monografía de la ensayista almeriense, escrita en 1904, nos encontramos que a Carmen de Burgos le duele lo que sucede en España, pero muy especialmente lo que sucede en su Almería, ciudad en la que perdió a tres de sus cuatro hijos. Dice así:

La provincia que tiene el triste privilegio de figurar la primera en el cuadro negro, es Almería, mi tierra natal, que arroja un 53,86 por 100 en la mortalidad de los niños. Madrid da 41,40 por 100; á pesar de que, desde 1896 á 1902 han muerto en él ¡25.289! niños menores de un año… (Burgos, 1904).

Concluimos. La recopilación de más de trescientos artículos de Carmen de Burgos en esta obra que reseñamos, editada por Concepción Núñez Rey, es una ocasión perfecta para adentrarse en el pensamiento y en la obra literaria de esta gran escritora andaluza, que durante décadas desgraciadamente ha sido relegada al olvido, al igual que sucedió con otro gran escritor como Manuel Chaves Nogales. En estos dos volúmenes, que suman más de 1.400 páginas, se pueden estudiar los temas que hemos apuntado en esta reseña relacionados con la Enfermería, u otros como el alcoholismo, la tuberculosis, la prostitución, los hospitales, etc. Y claro está su lucha por la educación, los derechos y el progreso de la mujer y su discriminación social. En otras obras Carmen de Burgos expresó también su firme convicción de que la mujer sufre en España, y en muchas naciones, la "inferioridad" pedagógica, económica, cívica, política, conyugal y maternal, "no se la iguala al hombre ni siquiera en el derecho penal, donde a veces es ella la que lleva la peor parte, como en los casos de adulterio", ideas que plasmó en uno de sus ensayos más significativos (Burgos, 1927). Efectivamente, se adelantó a Simone de Beauvoir en dos décadas, recuérdese que la autora francesa afirmaba en El segundo sexo lo siguiente:

El Código francés ya no incluye la obediencia en el número de deberes que corresponden a la esposa, y cada ciudadana se ha convertido en electora; pero estas libertades cívicas resultan abstractas cuando no van acompañadas de una autonomía económica (Beauvoir, 1982b).

En 1920, como ha señalado la profesora Núñez Rey, Carmen de Burgos fundó la Cruzada de Mujeres Españolas, y en 1921 "al frente de un grupo de mujeres de la Cruzada, se manifestó e hizo entrega al Presidente del Gobierno de un pliego de demandas, un manifiesto de sus aspiraciones de igualdad legal y protección para la mujer". Precisamente, en este 2021, se cumplen cien años de este hecho histórico que recogió la prensa madrileña con titulares como "Las sufragistas españolas en el Congreso" o "Las mujeres españolas ante el Parlamento", reivindicando entre otras cuestiones la igualdad de derechos políticos ("ser electoras y elegibles"), la igualdad de derechos civiles, la derogación de las leyes que impiden a las mujeres determinadas carreras y empleos, la igualdad con el hombre en lo que se refiere al Código penal, la desaparición de la prostitución reglamentada, etc. (Núñez, 2019). Aún faltaban diez años para que el voto femenino, en 1931, y por poco tiempo, fuera una realidad en España; sin lugar a dudas Clara Campoamor luchó lo indecible, pero contó con todo el trabajo previo realizado por la infatigable escritora almeriense.

Hay que leer y celebrar a Carmen de Burgos, porque sin duda alguna se lo merece.

Fuentes archivísticas

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Expediente personal de Natividad Núñez Gallardo. Carrera de Practicante. 1920: C-266 (2)-33 FM (Archivo de la Universidad de Cádiz).

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Recibido: 24 de Marzo de 2021; Aprobado: 26 de Marzo de 2021

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