Introducción
Los cuidados de enfermería han ido evolucionando como respuesta a cada hecho histórico, acontecimientos que han sido constantes a lo largo de la historia de la humanidad. Detrás de cada guerra, de cada batalla, se ha ido desarrollando un despliegue sociosanitario, que ha ido evolucionando y mejorando con el pasar de los siglos. Estas actuaciones han sido posibles en muchas ocasiones por la presencia de enfermeras referentes como Florence Nightingale o Carmen Angoloti, que con su lucha incansable por la protección de la vida humana rompieron barreras para luchar por una profesión necesaria, que ayudaba a salvar las vidas de miles de personas (López, 2016).
La presencia de Florence Nightingale en la Guerra de Crimea contribuyó de manera eficaz a la recuperación de los enfermos. Su poder consistió en el cuidado al otro, con una voluntad férrea que la convirtió en la primera enfermera profesional de la historia (Solórzano, 2021).
Según describe Sbardella (2019), a raíz de la labor desarrollada por las enfermeras durante la Guerra de Crimea, la enfermería comienza a recibir una serie de reconocimientos por parte de la sociedad, aunque no se dará hasta comienzos del siglo XX con el posterior desarrollo de las bases de la profesión. Según López (2016), es a comienzos de este siglo cuando en España, la sociedad comienza a experimentar los cambios que traían consigo la modernidad, los cuales se traducían en una transformación en el modelo de género, pasando del pensamiento tradicional sobre la mujer como cuidadora del hogar a la nueva reformulación que se tenía de esta, de mujer moderna, ilustrada y capacitada profesionalmente.
Ello se ve reflejado con la labor de Carmen Angoloti, que con su esfuerzo y valía contribuyó enormemente a profesionalizar y modernizar la enfermería en España, considerándose una de sus precursoras en el país ya que cumplió una función primordial fomentando la formación de las enfermeras de la época. Toda la sociedad española del momento pudo ser partícipe de su entrega en la atención de enfermos y heridos de la guerra del Rif, y del poder que tuvo con sus actos en la defensa de los derechos y cualidades de las mujeres al elevar su labor como enfermera a la cabecera de todos los periódicos de la época (López, 2016).
A través de la presente revisión se analiza la trayectoria profesional en el cuidado bélico de Florence Nightingale y Carmen Angoloti, donde se ponen de manifiesto sus grandes aportaciones en pro de la aparición de la enfermería contemporánea. Ellas apoyaron la eliminación de los estigmas que las rodeaban, convirtiéndose en impulsoras de una profesión que arrastraba una confusa identidad profesional y con un deficiente desarrollo legislativo y académico (Jiménez, 2020).
Se ha llevado a cabo una investigación histórica a través de una revisión documental. Para ello, se han revisado libros, artículos, monografías y otros textos que nos permitiesen tener una imagen global sobre el tema en cuestión, así como para posicionarlo en un contexto temporal y social concreto. Como fuentes primarias se ha accedido mediante hemeroteca digital a periódicos locales de la época, dada su aportación como fuente histórica y a libros relacionados con dichas figuras mediante la Biblioteca Virtual de la Universidad de Cádiz.
Para el análisis de la figura de Florence Nightingale, se han revisado textos redactados por la propia enfermera, así como fuentes basadas en dichos textos. Por su parte, para la figura de Carmen Angoloti, dada la inexistencia de textos autobiográficos, se han examinado estudios de diferentes autores que han analizado documentación elaborada por fuentes cercanas a la propia Carmen Angoloti, así como archivos contemporáneos a su persona.
Enfermeras en la guerra
En este apartado se profundiza sobre la labor enfermera desarrollada por Florence Nightingale y Carmen Angoloti en la Guerra de Crimea y en la Guerra del Rif respectivamente. Para ello analizaremos los conceptos de imagen social que se tenía de la profesión enfermera en dichas épocas, así como de la situación sanitaria encontrada antes de sus intervenciones. Previamente se describen brevemente aquellos aspectos más relevantes de ambas figuras:
- Florence Nightingale (1820 - 1910): se convirtió en la primera enfermera profesional de la historia gracias a su labor en la Guerra de Crimea donde profesionalizó el arte de cuidar. Entre otras cosas también puede ser considerada precursora de la estadística sanitaria por el desarrollo de distintas técnicas estadísticas, como el Diagrama de la Rosa.
- Carmen Angoloti (1875 - 1959): mujer perteneciente a la alta sociedad española del siglo XX que se convirtió en impulsora de la enfermería en el país a través de la fundación de escuelas de formación, hospitales y llevando a cabo actos de beneficencia. Entre los reconocimientos recibidos por su labor durante la guerra del Rif, se encuentra la medalla de Florence Nightingale que le fue concedida en 1925.
Durante la Europa contrarreformista se produce una renovación en el pensamiento, la práctica y el saber en el desempeño de la profesión enfermera. De hecho, se produce una intensificación en la asistencia hospitalaria, que complementa a la desarrollada en los domicilios y que es llevada a cabo por órdenes religiosas de manera institucional, dentro de la etapa denominada “Época Áurea de la Enfermería” (Amezcua, 2019). Con el triunfo del protestantismo en el norte de Europa, algunas de las congregaciones religiosas se ven afectadas y comienzan a dispersarse. Los cuidados que hasta entonces eran ofrecidos por dichas congregaciones pasan a manos de personal laico de los estratos más bajos de la sociedad a cambio de obtener alimentación y cama. Este acontecimiento, ensombreció la labor de cuidar, dejándola en manos de personas de escasa o nula preparación o reconocimiento social, conociéndose esta etapa como “período oscuro de la Enfermería” (Caamaño-Abelenda et al., 2020).
Es a mediados del siglo XIX, cuando la profesionalización de la enfermería tendrá un mayor auge con la figura de Florence Nightingale, en la cual se une el fundamento religioso al científico (Caamaño-Abelenda et al., 2020).
Profundizando en la figura de Florence Nightingale, Solórzano (2021) identifica que, a mitad del siglo XIX, en plena época victoriana, la situación de las mujeres era complicada, ya que dominaba la idea de que la feminidad llevaba inherente la exclusión de la vida pública y laboral, donde el papel de la mujer quedaba relegado al ámbito del hogar, derivando exclusivamente en el cuidado de la familia.
A raíz de este pensamiento, surgieron movimientos sociales y feministas que abogaban por la búsqueda de la libertad de las personas, demandando mejoras en las condiciones laborales, prohibiendo la discriminación en el trabajo y defendiendo la igualdad salarial entre hombres y mujeres, reivindicando el derecho al voto femenino y el acceso a la mujer a estudios superiores (de Dios et al., 2021).
Medio siglo después, y ya con la figura de Carmen Angoloti presente, López (2016) señala que, a principios del siglo XX, la población femenina continuaba la lucha por la igualdad. En 1910, tras una larga temporada de reivindicaciones, se logró el reconocimiento al acceso a la educación superior a las mujeres. Además, gracias a la industrialización, la mano de obra femenina empezó a estar en auge, potenciando el trabajo fuera del hogar, pasando a ser coproductoras de riqueza, aunque con evidentes desigualdades, como las salariales. Los puestos que les eran asignados fueron fundamentalmente de apoyo a la mano de obra masculina, siendo empleos con puestos inferiores o secundarios y de carácter eventual.
El camino de la profesionalización
Dentro de este contexto, a pesar de atisbar alguna propuesta innovadora, se arrancaba sin cambios relevantes en relación a la profesión enfermera, sufriendo demoras en la regulación de muchos ámbitos de la profesión. Caso contrario es el de matronas y practicantes, que habían conseguido la aprobación de reglamentos reguladores de su oficio (González et al., 2010).
Años anteriores, en algunos países se habían organizado las primeras promociones oficiales de enfermeras, así como el reglamento regulador de la profesión, caso que en España aún no había prosperado. Ello obligaba a las personas interesadas a trasladarse, como el caso de la Congregación de Siervas de María Ministras de los Enfermos (en adelante Siervas de María) a países como Italia para obtener la titulación, lo cual era una situación dificultosa por motivos económicos y de transporte. Por ello dicha congregación comienza en el año 1914 a realizar gestiones para la creación del título oficial de enfermería en España, a la par que inauguraban una escuela en Madrid donde comenzaron a formar a las interesadas hasta que se consolidara el título de manera oficial. Finalmente, en mayo de 1915, se hace pública la oficialidad del título de Enfermería en España, algo beneficioso tanto para las Siervas de María como para aquellas mujeres que quisieran realizar dicha formación. También se refleja la posibilidad de que la iniciativa de las Siervas de María influyese en la creación de la Escuela de Enfermeras de la Cruz Roja Española (González et al., 2010).
Este acontecimiento, se afianza con el nombramiento en 1916 de la reina Victoria Eugenia como responsable de organizar a las Damas enfermeras de la Cruz Roja, grupo que surge para dar respuesta a las necesidades de atención dentro de la sanidad militar. Cabe destacar que este grupo de voluntarias eran siempre aprobadas para su ejercicio mediante un curso de habilitación (debido a la voluntariedad en el desempeño del cargo) y siempre y cuando actuaran según el reglamento regulador de la organización (Mas, 2018).
Por otra parte, las Damas enfermeras, a diferencia de las enfermeras profesionales, realizaban una labor caritativa sin ningún tipo de retribución económica y solo podían ejercer su profesión dentro de la Cruz Roja, mientras que las enfermeras con una formación más amplia podían ejercer su profesión donde quisieran (Jiménez, 2020).
Esta serie de cambios implicó que hubiera detractores, como es el caso de los practicantes, que sentían cómo poco a poco los estaban suplantando de una manera más oficial y reglada (Mas, 2018). Por factores como este, practicar la enfermería en España con una identidad definida profesionalmente en el siglo XX, resultaba complicado (Jiménez, 2020).
Los cuidados en hospitales de guerra
En la guerra de Crimea (1853 - 1856), la asistencia sanitaria era muy deficitaria. Los heridos procedentes del conflicto bélico llegaban a las instituciones sanitarias con grandes carencias, que se acrecentaban al ser internados. A esta línea de vicisitudes se sumaban las graves deficiencias a nivel de recursos institucionales y asistenciales: hospitales con lamentables condiciones higiénicas, falta de material sanitario y de profesionales, capacidades de internamiento sobrepasadas y elevada transmisión de enfermedades que también afectaban a los profesionales sanitarios (Solórzano, 2021).
Parecida situación se dio en la guerra del Rif (1921 - 1927), de la cual ha llegado hasta nuestros días más información sobre tan míseras condiciones. Un ejemplo es lo que López (2016) evidencia, como la serie de suicidios debido a tales condiciones, soldados que se llegaban a auto provocar enfermedades empleando métodos como: la provocación de llagas ulcerosas con monedas candentes, el contagio voluntario de enfermedades venéreas recurriendo a las prostitutas, la ulceración de heridas mediante la aplicación de ortigas o el aparentar ictericia masticando tabaco, destacan entre las características contextuales de dicho conflicto bélico.
En este contexto, del Puerto (2010) apunta que el déficit de higiene y de recursos (protectores del clima, bélico, sanitario, etc.), sumados a la mala alimentación se convirtieron en los principales problemas condicionantes de la salud de los soldados, todo ello resultaba en unas características físicas concretas (pequeños, desgarbados, anémicos y desnutridos). En 1921, tras el Desastre de Annual, se comunicó al Ministerio de la Guerra la precaria situación de estos soldados y el caos que reinaba en los hospitales, cuyas salas se encontraban desbordadas por enfermos de paludismo, enfermedad que se convirtió en la principal causa de morbilidad entre todas las existentes: gripe, fiebre de malta, sarna, tifus, tuberculosis, etc. Todos estos hospitales resultaron insuficientes para abarcar la gravedad sobrevenida por la guerra, con una elevada carga asistencial soportada por escasos medios, además mal gestionados con una escasa planificación de recursos (del Puerto, 2010).
Como se puede observar, la situación de una guerra a otra, de un siglo a otro, no presentó muchas diferencias ni mejoras, por lo menos, hasta la aparición de Florence Nightingale y Carmen Angoloti. Tras largos períodos de baja eficacia y gestión en dichos conflictos, todas las carencias mencionadas fueron puestas en conocimiento de los respectivos gobiernos para que llevaran a cabo una serie de mejoras. Todas esas mejoras se ven reflejadas de primera mano en Nightingale (1995), a través de fuentes cercanas de la época, así como de autores como Sbardella (2019), donde se puede observar cómo el gobierno británico gracias a actuaciones benéficas promovidas por el diario The Times, reorganiza los servicios hospitalarios: nuevas cocinas y gestión de víveres, lavanderías donde desinfectar y limpiar la ropa, etc., todo ello a fin de evitar la propagación de enfermedades. En esta línea de cambios, la propia Florence Nightingale mandó instalar una fuente de agua potable e invirtió de su propio bolsillo en comprar fruta, verdura y equipamiento para los hospitales. Así mismo fomentó la creación de zonas de esparcimiento y recreo para los enfermos.
Paralelamente, el gobierno español, según añade López (2016), hizo partícipe a la Cruz Roja de la situación, aunándole la necesidad imperiosa de poseer una mayor dotación de edificaciones destinadas a prestar asistencia sanitaria, por lo que la organización decidió enviar a Carmen Angoloti acompañada de un grupo de Damas enfermeras para que fundasen un hospital en su nombre que ofreciera asistencia a los heridos en mejores condiciones (por el contrario, Florence Nightingale ya intervino en un hospital formado).
Estas Damas enfermeras prestaban su servicio a la sanidad militar tanto en los hospitales como en las ambulancias, debiendo seguir las órdenes de Carmen Angoloti. Entre las tareas que desarrollaban, destacaban la observación del paciente (estado de la piel, delirio, agitación, etc.), debían tomar y anotar las órdenes médicas sobre el tratamiento, así como las incidencias y datos relevantes con respecto al paciente (pulso, temperatura, orina, respiraciones, deposiciones, estado general, etc.); también ayudaban a los médicos en las consultas y los auxiliaban en tareas tales como el control de hemorragias, curas de heridas o vendajes (López, 2018). Sus actuaciones se recogían en el Reglamento del Cuerpo de Damas Enfermeras (1916), que las obligaba a ofrecer los cuidados básicos que requerían los enfermos hospitalizados cambiándolos de posición, dándoles de comer y alentarles con palabras dulces, con el propósito de aliviar y confortar su ingreso. En materia higiénica, se encargaban de asear y despiojar a los heridos, así como de hacer las camas, coser la ropa, hacer la colada, fregar cacharros, mantener limpias las instalaciones y cuidar de los alimentos de la cocina (Mas, 2018).
Respecto a la relación con la disciplina médica, siguiendo a Sbardella (2019), los contactos iniciales entre Florence Nightingale y los médicos fueron complicados (ya que se negaban a ser dirigidos por una mujer). Esta situación también se repite con Carmen Angoloti según refiere Jiménez (2020).
Como refleja la propia Nightingale (1995), lo médicos intentaban dificultar sus funciones negando a su grupo a prestar cuidados a los enfermos, mientras tanto se dedicaban a tareas que no incluyesen cuidados como: remendar sábanas, fregar suelos, pintar paredes, enrollar vendas y cocinar. Aun así, supo esperar hasta que los médicos reclamaran su auxilio al verse saturados, y es a partir de este momento cuando logró imponerse dando comienzo su gran labor sanitaria en la Guerra de Crimea. A partir de este momento, entre sus funciones se encontraba ofrecer activamente apoyo y atención a las víctimas, negociar con los médicos, dirigir el trabajo de las enfermeras y camilleros, inspeccionar los almacenes, recorrer y vigilar las salas por la noche, tomar notas y estar al tanto de las cuestiones organizativas y de la evolución de los enfermos y de las muertes, acompañar a los moribundos en su lecho de muerte o escribir cartas a esposas y madres que necesitaban saber sobre sus familiares heridos.
Estas funciones se pueden asemejar a las desempeñadas por Carmen Angoloti, como las que se destacan en el artículo de Jiménez (2020), quien además de cubrir las necesidades básicas de los heridos, fue la encargada de organizar todas las intervenciones socio-sanitarias en las acciones bélicas llevadas a cabo en territorio africano, dirigía al personal voluntario y sanitario a su cargo, organizaba la logística de recursos y de atención a los heridos, como se constata en la Memoria del Hospital de Melilla (1925). Además, desde 1921, era la responsable de la dirección y administración del Hospital de la Cruz Roja de Melilla. Una de sus acciones más destacables fue el impulso de una serie de normas básicas dirigida a los hospitales bajo su gestión, tales como:
- Clasificación y vigilancia de los heridos en función de la gravedad, sin distinción de rango militar.
- Vigilancia exhaustiva posoperatoria.
- Mejorar la alimentación de los soldados.
- Control exhaustivo de limpieza y antisepsia
Esta implantación de medidas higiénicas y de salud pública, fue también llevada a cabo por Florence Nightingale, aunque de una manera más especial, pues lo hizo mediante la aplicación de sus dotes estadísticas, que le permitió tomar decisiones en la administración del hospital y en la implantación de dichas medidas (Solórzano, 2021).
Conclusiones
En la revisión realizada se ponen de manifiesto las actuaciones llevadas a cabo por las enfermeras Florence Nightingale y Carmen Angoloti, dos mujeres que, con sus aportaciones y en la medida de sus posibilidades, ayudaron a que esta profesión adquiriese la importancia y el prestigio que merece y que a día de hoy se sigue trabajando por mantener.
Con respecto al objetivo de la evolución de la imagen social de las enfermeras en las épocas estudiadas, se constata que hubo una ligera mejora en el siglo XX con respecto al XIX en cuanto al reconocimiento social de la profesión enfermera. Cabe recordar que la labor de Florence Nightingale llegó incluso a España, que, unido a los movimientos sociales en la búsqueda de la igualdad de derechos, así como el impulso y la visibilidad que la reina Victoria Eugenia otorgó a la labor de cuidar, provocó un cambio de mentalidad social.
En cuanto a las similitudes encontradas entre ambas, al igual que Florence Nightingale, Carmen Angoloti tuvo que hacer frente al desorden imperante en los hospitales, lugares en los que el desprecio por la vida y la falta de asepsia se convirtieron en la regla general, y en poco tiempo establecieron una serie de medidas de salud pública a través de las mejoras en higiene, alimentación y necesidades básicas para competir contras las enfermedades y las infecciones (López, 2016).
Se ha evidenciado la importancia de la figura monárquica en la mejora de las desigualdades sociales, el apoyo dado por la reina Victoria I del Reino Unido a Florence Nightingale en una época en la que el papel superior del hombre respecto al de la mujer era evidente, así como la gran labor llevada a cabo por la reina Victoria Eugenia que no se conformó solo con apoyar a Carmen Angoloti sino que fomentó iniciativas y labores de aprendizaje desde instituciones extranjeras, que luego fueron precursoras de la constitución de entidades tan relevantes como la Cruz Roja Española.
En el mismo orden de similitudes, a la labor de gestión y administración, se sumaban otras responsabilidades como la habilitación y organización de las estancias hospitalarias, la gestión de recursos materiales y humanos, así como la de las situaciones de emergencia. Ambas daban ánimos a los heridos, acompañaban a los moribundos en su lecho de muerte, escribían cartas en nombre de ellos para sus familiares y hacían todo lo posible para ofrecerles entretenimiento. Haciéndose lo más destacable en ambas la dedicación que mostraron para brindar los cuidados básicos que necesitaban (comida, higiene, sueño, etc.), tal y como señalan algunos autores como Sbardella (2019) o Mas (2018).
Entre las muchas similitudes entre ambas, se puede mencionar los obstáculos y el rechazo que recibieron a su llegada a la guerra por parte de médicos y altos mandos militares, a los que se tuvieron que enfrentar por defender unas actuaciones que creían justas y que mejorarían las condiciones de los heridos y enfermos, situación que poco a poco logró el convencimiento de sus detractores al demostrar la eficacia de sus intervenciones al frente de la dirección de los hospitales.
Para terminar este apartado es imperativo reconocer la dedicación de ambas a los más necesitados, dedicación ocurrente hasta en las más oscuras noches, en las que ambas, aún separadas por décadas, encendieron sus lámparas para realizar las rondas nocturnas, estas lámparas encendidas que propagaron a todos los rincones del mundo, iluminando el camino de todos los enfermeros y enfermeras.