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Temperamentvm

versión On-line ISSN 1699-6011

Temperamentvm vol.19  Granada  2023  Epub 10-Abr-2024

https://dx.doi.org/10.58807/tmptvm20235783 

DOCUMENTOS

Enfermedad, Literatura e Historia en "Diario de invierno" de Agustín Muñoz Sanz

Disease, literature and history in 'Winter Diary' by Agustín Muñoz Sanz

Francisco Herrera-Rodríguez1 

1Catedrático de Escuela Universitaria (jubilado). Historia de la Enfermería y Fundamentos e Historia de la Fisioterapia. Facultad de Enfermería y Fisioterapia. Universidad de Cádiz. Cádiz, España

Muñoz Sanz, Agustín. Diario de invierno. Tecnigraf Editores, 2003.

Resumen

Agustín Muñoz Sanz es un médico, novelista, dramaturgo y estudioso de la Historia, nacido en Extremadura (España). En 2003 publicó Diario de invierno, un diario íntimo/literario en el que anota su experiencia clínica y humana con los enfermos de sida en los últimos años del siglo XX. Esta obra contiene también anotaciones sobre su obra historiográfica en torno a la asistencia hospitalaria y terapéutica en el Monasterio de Guadalupe, en el Renacimiento, y su interés por la figura del médico Francisco Arceo, además de reflexiones sobre la vida, la muerte, la literatura, la música y la poesía.

Palabras clave: Agustín Muñoz Sanz; Diario de invierno; SIDA; Literatura y Enfermedad; Reales Hospitales de Guadalupe; Francisco de Arceo

Abstract

Agustín Muñoz Sanz is a doctor, novelist, playwright and history studious. He was born in Extremadura (Spain). In 2003 he published 'Winter Diary', an intimate diary in which he talks about his clinical and human experiences with AIDS patients during the last years of the 20th century. This book also contains notes on his historiographical work about hospital and therapeutic care in the Monastery of Guadalupe, at the time of the Renaissance, his interest in the figure of the doctor Francisco Arceo, as well as reflections on life, death, literature, music and poetry.

Key words: Agustín Muñoz Sanz; Winter Diary; AIDS; Literature and disease; Royal Hospitals of Guadalupe; Francisco de Arceo

A la memoria del Prof. José Miguel Cobos Bueno (Pepe Cobos)

Introducción

No se trata aquí de señalar, exhaustivamente, los diferentes tipos de diarios o si el diario íntimo es literatura ficcional o no, sobre esto se ha escrito y bien; pero sí conviene, antes de comentar el Diario que motiva estas páginas, que hagamos algunas matizaciones al respecto, apoyándonos en autores que consideramos de interés. Adelantemos, que nos interesan particularmente, como lector de diarios, memorias y autobiografías, dos aspectos: el contenido, en la medida que ayuda a entender un momento histórico o problemas personales como es el caso de la enfermedad, pero también la calidad literaria de los mismos, es decir, que sea un texto escrito con un estilo propio que permita comprender al autor, cuestiones que hemos estudiado en otros trabajos (Herrera, 2011a, 2011b, 2011c, 2014, 2021).

Esto que apuntamos lo hemos encontrado en nuestras lecturas, en mayor o en menor medida, en los diarios de Fernando Pessoa (2002), Virginia Woolf (1982), Cesare Pavese (1980), Cristina de Areilza (1983), Zenobia Camprubí (1991, 1995 y 2006), José Martí (1997), Josep Pla (1999), Francisco Umbral (2001), Carlos Edmundo de Ory (2004a, 2004b y 2004c), Juan Gracia Armendáriz (2010), Andrés Trapiello (2012), Jaime Gil de Biedma (2015), etc. La nómina sería muy larga, tanto de autores extranjeros como nacionales, ya que no se puede seguir manteniendo el tópico de que los diarios íntimos y literarios son escasos en España, esta idea ha sido desmontada con una exhaustiva lista de autores y obras que demuestran 'la tradición diarística' entre nosotros (Valls, 2021).

Recientemente se ha publicado una obra que, sin duda, será considerada como un clásico de las letras españolas (Chirbes, 2021), y no solo por las lecturas y los análisis literarios que apunta el autor, sino por la transgresión que supone que un hombre ofrezca su vida en carne viva, al margen de los gustos literarios y de la moral que pueda tener cada persona. Pensamos que esta obra de Chirbes constituye un antes y un después en este género o subgénero literario en España. Como se ha dicho, Chirbes 'clava el cuchillo de su pluma hasta el fondo de sí mismo' (Caballé, 2021). Quizás esta radicalidad, este 'cuchillo' que entra en lo más secreto del 'yo', puede ser calificado de 'egotismo', pero como decía Unamuno, es precisamente este egotismo el que libera de caer en el egoísmo, como ha sabido ver Andrés Trapiello, refiriéndose a las cartas y a los diarios del escritor y pensador vasco:

Y era verdad, porque no podemos llamar egoísta a un escritor que después de haber atendido la cátedra y el rectorado de su universidad, durante cuarenta años, después de escribir uno o dos largos artículos semanales para los periódicos y revistas de América o de España, y novelas, y poemas, y ensayos y obras de teatro como para llenar ocho volúmenes de apretada letra sobre papel biblia, no podemos considerarle egoísta, decimos, tras ese penoso trabajo de vivir, a quien aún encontró tiempo para escribir a lo largo de su vida más de cuarenta mil cartas, (…). Habló, pues, mucho de sí Unamuno, en libros parcial o totalmente autobiográficos, pero habría que esperar, primero, a su De Fuerteventura a París y luego a su Cancionero, que apareció con el subtítulo de Diario poético, puesto por Federico de Onís con absoluta propiedad, ya que se trata de casi dos mil composiciones fechadas todas y cada una de ellas desde 1928 al día de los inocentes del año 36, dos días antes de morir. Son ambos dos diarios poéticos, el primero con unas glosas en prosas que le permiten divagar, comentar, recordar. (Trapiello, s.f.).

Anna Caballé ha señalado que 'el diario íntimo constituye la quintaesencia de la literatura autobiográfica, su manifestación más genuina y consubstancial aquella que permite -por la inmediatez de la escritura- una mayor espontaneidad en la exteriorización del yo' (Caballé, 1995). Precisa también esta autora un aspecto que nos interesará tener en cuenta, sobre todo para cuando analicemos el Diario que motiva el presente artículo:

No es el mecanismo del diarista que no maneja recuerdos sino impresiones, huellas que conservan todavía el aliento de lo vivo y mantienen una conexión inmediata con la realidad descrita: el aporte subjetivo congénito a la impresión coexiste con los datos objetivos, en mutua relación. Es por eso que la presencia del entorno físico, tan escasa y enardecida en memorias y autobiografías, suele ser protagonista en los diarios: las referencias al paisaje, estación, clima, hábitos, comidas, paseos, objetos familiares y demás circunstancias de la vida cotidiana reflejan la inextricable relación del diarista con su entorno (Caballé, 1995).

Aún debemos tener en cuenta en esta introducción otro asunto, de cara a entender Diario de invierno de Agustín Muñoz Sanz (2003) [Figuras 1 y 2)], la tipología del diario, atendiendo a la profesión de quien lo escribe (Cano, 1987). En este sentido hay que señalar, desde el principio, que Muñoz Sanz es médico y profesor universitario, y esta doble condición profesional tiene un gran peso en su Diario, pero también hay que aclarar que es novelista, ensayista y dramaturgo, aspectos en los que incidiremos en el siguiente apartado de nuestro artículo. De momento, cabe apuntar, que este Diario aúna dos aspectos: calidad literaria, en cuanto a la escritura, y experiencia personal como docente y médico, en este sentido el autor deja huellas profundas sobre la medicina y sobre los enfermos, muy particularmente sobre los enfermos de sida, dada su condición de especialista en enfermedades infecciosas. Hay que tener en cuenta que el referido Diario está redactado desde el día 15 de noviembre de 1998 hasta el 16 de febrero de 1999; aunque no vio la luz pública hasta el año 2003, escasamente difundido, ya que su edición no superó los mil ejemplares.

Figura 1. Portada de Diario de invierno de Agustín Muñoz Sanz (2003). 

Figura 2. Agustín Muñoz Sanz en la Plaza de San Francisco de Cádiz. Fotografía de F. Herrera (2022). 

Haremos especialmente hincapié, en nuestro artículo, en las vivencias médicas y las reflexiones sobre la enfermedad y los enfermos, dado el público al que destinamos este trabajo; aunque a lo largo de las páginas de este libro se encuentran girones del pensamiento de su autor sobre la amistad, la familia, la ciudad en la que vive (Badajoz), la literatura, su especial pasión por la poesía y la música, y por escritores como Gabriel García Márquez, José Saramago, Fernando Pessoa, Gloria Fuertes, Felipe Trigo, Luis Landero, Jesús Delgado Valhondo, Miguel Hernández, etc. Podemos decir, pues, siguiendo a Claudia Gidi (2011), en algunos de sus comentarios sobre el diario de los dramaturgos, que este Diario de Agustín Muñoz Sanz está entre lo íntimo y lo público, entre el entusiasmo y la angustia existencial (afán indagatorio sobre la vida y la muerte), entre los proyectos literarios e historiográficos, y su fervor por cambiar estructuras caducas o su impotencia ante las mismas.

También en este Diario de invierno, observamos lo que ha apuntado Celia Fernández Prieto, refiriéndose a los diarios de Carlos Edmundo de Ory: 'La literatura se mueve en estas páginas caudalosas como si entre ella y la vida no hubiera ninguna diferencia' (Fernández-Prieto, 2004).

Aunque, se debe tener en cuenta que Ory aclaró lo que para él era un diario:

Un diario es un borrador donde nada se borra. Es un libro libre, al campo abierto de los apuntes nocturnos. Una escritura uniforme de cariz polifacético. Ninguna retórica, ningún secreto, ni lección. Antidiscurso. Intimidad manifiesta. Mi primer maestro diarista: Amiel. Otros, posteriormentente: Hebbel, Kafka, Pavese. No es literatura (Ory, 2004c).

Intentaremos, en este artículo, explorar el tiempo cronológico, las vivencias personales de un médico, de un escritor que, en su Diario, intenta que no se diluyan en los desagües del tiempo, las suyas y las de sus pacientes, consciente del tempus fugit de Virgilio. Vamos a intentarlo.

Apuntes biográficos. Médico y escritor

Agustín Muñoz Sanz nació el 11 de mayo de 1953 en Valle de la Serena, pequeña localidad de Badajoz que ocupa un lugar privilegiado en la vida de nuestro autor, un lugar que retrata en su Diario en clave lírica:

La niebla sobre la Serena se me apreció como el velo donde se oculta mi infancia. Detrás de aquella bruma, en sus entrañas, andaba corriendo el niño que fui, florecilla que abría sus pétalos en las mañanas de la niñez. Cerca del castillo, en la proximidad de un regato, iba andando cogido de la mano de mi abuelo, acompañados ambos por el burro donde aprendí a ser jinete de la vida, y del cual me caí varias veces, rompiéndome el brazo izquierdo en dos ocasiones, como un remedo burdo de un futuro escritor, una caricatura de Cervantes (…). Allí en la niebla de la Serena, en la bruma de la memoria, andaba aprendiendo de la vida el niño Agustín, sensible a lo que le rodeaba, curioso sobre como dibujaban ondas con su vuelo los gurriatos, atento al salto imprevisible de las mariposas cuando libaban de flor en flor, husmeando la impregnación de los olores de la primavera que iban asentándose en la huerta del abuelo, bautizando la nuca en un rito laico y veraniego con la frescura transparente del agua del arroyo (Muñoz-Sanz, 2003).

El hombre/niño regresa al paisaje de su infancia, pero los colegios y el bachillerato se diluyen, y aparecen en escena ciudades como Sevilla (la carrera universitaria), Valladolid (servicio militar) y Madrid (especialidad) (Muñoz-Sanz, 2003). Estudia la carrera en la Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla (1970-1977), defendiendo su tesis de licenciatura en la Universidad Autónoma de Madrid (1981). Realizó la especialidad de Medicina Interna en el Hospital Universitario de la Paz (1980-1985), formándose en Patología Infecciosa en el citado hospital, pero también en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, en el Hospital Virgen de la Macarena de Sevilla, así como en el Hospital Egas Moniz/Instituto de Medicina Tropical de la Universidad Nova de Lisboa, llevando a cabo algunas estancias breves en hospitales de USA.

En 1982, en la Universidad de Extremadura, defendió su tesis doctoral Estudio farmacológico del manejo renal del ácido úrico en la gota primaria del adulto. Desde 1994 ha llevado a cabo su actividad docente como Profesor Titular de Universidad, de Patología Infecciosa, en la Facultad de Medicina de Badajoz. Asimismo, hasta septiembre de 2018, ha ejercido como Jefe del Servicio de Patología Infecciosa del Hospital Universitario de Badajoz. Además de numerosas publicaciones de su especialidad, en revistas nacionales e internacionales, debemos destacar aquí porque tiene interés para nuestro trabajo su condición de miembro activo del Consejo Asesor Clínico del Plan Nacional sobre el Sida del Ministerio de Sanidad (Curriculum vitae (médico) AMS, 2020).

Con estos apuntes podríamos concluir esta síntesis biográfica, en ellos se reflejan brevemente su condición de médico y de profesor universitario; pero no podemos olvidarnos, lo hemos apuntado ya, que Agustín Muñoz Sanz tiene una importante obra literaria que incluye novelas, relatos, libros de viajes, cuentos, obras de teatro, ensayos, guiones cinematográficos (inéditos), artículos en diarios, en revistas locales y nacionales. Muñoz Sanz es un médico humanista, al que le viene bien la afirmación de Luis S. Granjel en Médicos novelistas y novelistas médicos:

Bien conocida es en los médicos su propensión a entrometerse por campos de actividad ajenos a su quehacer profesional. De todos los tiempos se conocen médicos que se distinguieron como literatos y artistas, como políticos y forjadores de credo de transformación social (Granjel, 1973).

Este es el caso de Muñoz Sanz, médico novelista, ensayista y dramaturgo. Autor de cinco novelas, publicadas entre los años 1994 y 2019: Oyacoi, Venturas y desventuras de un pícaro sueco, Aunque sean soberanos los empeños, Los galgos del Papa y De tormenta. Historia de mi alma. Es autor de relatos como La dehesa de los Bidasoa y El balneario, o de Cuentos extremeños de hoy, La chimenea del estrés y Mariquiqui en el país de las jeringuillas, este último es un cuento divulgativo sobre la prevención de las toxicomanías y el sida. Entre sus obras de teatro destacan Marco Aurelio y Cayo César, obras representadas en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. También ha publicado ensayos históricos sobre los hospitales docentes de Guadalupe, obra en la que analiza la respuesta hospitalaria a la epidemia de bubas del Renacimiento; otras obras suyas se centran en la Leyenda Negra y en la figura de Marco Aurelio (Curriculum vitae (literario), AMS, 2022). A todo esto, debemos añadir que en 2012 defendió su segunda tesis doctoral; en esta ocasión, dirigida por César Chaparro Gómez (Catedrático del área de conocimiento de Filología Latina), sobre la figura del filósofo y emperador romano Marco Aurelio Antonino Augusto (Muñoz-Sanz, 2012).

Médico y escritor, como hemos podido comprobar; pero también docente y Jefe de Servicio de Patología Infecciosa, lo que significa que desde los años ochenta ha estado en la trinchera en la lucha contras las enfermedades infecciosas en general y contra el sida en particular, circunstancia que le ha hecho navegar por el río del dolor con los enfermos, cruda realidad que ocupa numerosas páginas en Diario de invierno, páginas que disipan las nieblas del Guadiana para que sean visibles las esperanzas y, a veces, las derrotas de mujeres y hombres que padecieron y lucharon contra esta enfermedad y sus estigmas [Figura 2].

El infectólogo sabe que el sida no es Literatura

A esta tragedia del sida he dedicado algunas páginas; lo que he escrito sobre esta enfermedad ha sido, sobre todo, estudiando textos autobiográficos; explorando, pues, en la Literatura, pero sabiendo que la enfermedad es una vivencia personal que se sufre, aunque posteriormente el enfermo o el familiar tengan capacidad para darles una dimensión literaria (Herrera, 2011b y 2021).

No cabe duda de que Agustín Muñoz Sanz como médico, miembro de la infantería que combatió esta tragedia humana, permítaseme la metáfora militar, se mantuvo al día estudiando artículos, libros, asistiendo a congresos, pero sobre todo ofreciendo el 'calor' y el consuelo humano a los que padecían la enfermedad. Muñoz Sanz no es un sabio, si seguimos las ideas de ese gran escritor que fue Fernando Pessoa: '…el verdadero sabio es aquel que consigue que los acontecimientos exteriores lo alteren mínimamente' (Pessoa, 2002). Según esta afirmación, Agustín Muñoz no es un sabio; además, no creo que su estoicismo y su actitud ante la vida le permitan pensar que lo es; aunque, tampoco hay que estar de acuerdo siempre, por mucho que lo admiremos, con Fernando Pessoa.

Lo que sí creo que puede quedar claro, después de la lectura de Diario de invierno, es que Agustín Muñoz como cultivador de este género o subgénero, puede ser egotista pero no egoísta, y lo digo teniendo en cuenta lo que señala Trapiello sobre Unamuno y que hemos apuntado más arriba. Después de tantas horas de trabajo en el aula, en el hospital, en los artículos científicos, en los artículos de prensa, en la construcción de novelas, cuentos, relatos y dramas para el teatro, aún le quedan fuerzas para dedicar un número considerable de páginas de su Diario a señalar cómo viven, sufren y luchan contra el sida sus pacientes, esos pacientes que tienen su teléfono móvil y a los que el médico/escritor en sus horas privadas de diario íntimo demanda noticias de cómo les va la vida, de cómo transcurren los síntomas o sobre los efectos adversos de los medicamentos que prescribe. El médico/escritor está pendiente de su familia, de las tertulias, de la cultura, de que cierran un conservatorio de música, de llevarle una flor al cementerio al amigo, y a la vez escribe de lo bien que se almuerza en tal o cual sitio, de la música de Mozart o de los libros de Saramago o de Gloria Fuertes, pero siempre queda prosa, mucha prosa, para los enfermos de sida. Egotismo, pero sin egoísmo. Otros, quizás, puedan decir empatía, solidaridad o alteridad, cuestión de terminología.

Leyendo Diario de invierno me vino a la memoria un texto que leí hace ya más de tres décadas, referido al sida:

En nuestros hospitales, distintos grupos de trabajo realizan a gran nivel el estudio, diagnóstico y seguimiento de los individuos infectados por el HIV o afectos de sida en un trabajo multidisciplinario en el que intervienen inmunólogos, pediatras, internistas, neurólogos, epidemiólogos, patólogos, etc. Sin embargo, a nivel extrahospitalario, el sida -salvo excepciones- no es suficientemente conocido en sus múltiples aspectos (Delgado, 1988).

Lo apuntado se escribió a finales de los ochenta; es verdad, que muchos profesionales se esforzaban en dar lo mejor de sí, personal y profesionalmente, a los enfermos de sida; algunos comprendieron la importancia de los protocolos de investigación, de la atención clínica diaria, pero también de los problemas sociales que conllevaba padecer esta enfermedad. Está claro que un Diario como el que comentamos, sobre todo cuando se ha difundido y leído escasamente, no iba a influir de manera determinante en la situación de los enfermos de sida y en la desaparición de los estigmas que padecían; en cambio, el compromiso que desvela el libro que comentamos es un ejemplo claro de la dedicación de un médico por cambiar la realidad social y la realidad personal que vivían los enfermos de sida en los últimos años del siglo XX. Se puede apreciar una actitud de alerta constante en su autor, de irritación, de dolor, de denuncia, ya sea en entrevistas radiofónicas, aprovechando la coyuntura del Día Internacional del Sida: '…aprovechar los micrófonos de las radios para vapulear al mundo occidental y para entonar una crítica muy dura contra todos, por lo hipócrita que somos'. Muñoz Sanz era consciente cuando escribía este Diario de que 'África está en mi consulta'. Se hablaba mucho del virus, pero poco de las personas a las que el destino 'le clavó el sida en el alma'. De eso hay que hablarles a los estudiantes en clase:

No pretendo transmitirles mi pesimismo, no sería justo aprovechar la tribuna de la docencia, pero tampoco puedo limitarme al lucimiento académico. Me detengo al hablar de la epidemia en África, y sobre los grupos marginales como los toxicómanos y las prostitutas, y sobre la mala distribución de los recursos, y sobre el negro panorama para el noventa por ciento de los afectados de África, Latinoamérica y Asia. Si hablo sólo del virus, dimito al acabar. El virus no es lo importante, sino los enfermos, sus biografías, sus familias. Llevamos quince años hablando del puto virus. Yo abogo por -y ejerzo derecho de- hablar de las personas afectadas. Los verdaderos protagonistas. Los demás no somos sino meros comparsas de esta película trágica de la existencia (Muñoz-Sanz, 2003).

Escribir de las personas afectadas; del hemófilico 'que alguien decidió que también habría de tener el virus', del toxicómano y de su madre coraje, 'de los que recibieron el virus por amor a otras personas', de los que tienen miedo de que alguien de su entorno se entere de que tiene el virus, 'el puto virus'. No se olvide que el sida muy tempranamente fue considerado un juicio de Dios y un castigo colectivo a una sociedad por sus desviaciones morales (persona infectada/persona equivocada) (Sontag, 1989).

Por eso nuestro autor sabe que hay que escribir o hablar de las personas afectadas/infectadas, a la sociedad, a los estudiantes:

La docencia hay que cambiarla. Sobramos catedráticos y profesores universitarios y hacen falta maestros de la vida. Ellos sí que saben (…). Mucha técnica, mucha ciencia, pero no se ve ni se palpa el humanismo, la escuela de la vida (Muñoz-Sanz, 2003).

La docencia hay que cambiarla, pero también hay que cambiar al funcionario de la salud que medra para ascender en el escalafón, 'pero que no sabe estar al lado de los enfermos'. Estar al lado de los enfermos y con los enfermos. Al leer estos párrafos, en Diario de invierno, he recordado que, en septiembre de 1996, se fundó, en Chiclana de la Frontera (Cádiz), Hogar Gerasa, no sin dificultades; una de las primeras casas de acogida para enfermos de sida en Andalucía, en la que formaron parte sanitarios como Antonio Bascuñana Quirell y Antonio Vergara de Campo, con el trabajo fundamental de las Hijas de la Caridad. Buscaban el tratamiento integral de los pacientes y su inserción social (Hijas de la Caridad, Provincia España Sur, 2018). Religiosas y laicos, conscientes de que no era suficiente el tratamiento médico y los cuidados, sino que estas personas padecían problemas sociales de los que no se ocupaba la administración, o como dice Muñoz Sanz el 'Sistema', ese ente kafkiano que no se ve pero que oprime y agota a los más irredentos luchadores:

Luis y yo, viejos pioneros del Sida cuando aún no hemos llegado a viejos en la vida, estamos ya hartos de lo que ahora se llama el sistema y no es sino el eterno dominio de la estupidez, la estulticia de la burocracia, el reinado de la mediocridad, la dictadura de la hipocresía (Muñoz-Sanz, 2003).

Agustín Muñoz escribe en su Diario sobre el virus que atraca a los enfermos y los deja exhaustos, 'que trata a algunos humanos como si fueran perros'; ese virus que 'es un tifón recurrente que arrasa biografías, hunde esperanzas, anega ilusiones'. Personas afectadas e 'infectadas': '¡Qué hijo de puta es este virus! Sabe dónde se encuentra el punto flojo de cada enfermo y allí se ceba' (Muñoz-Sanz, 2003).

El sida, presente como 'una agencia de espionaje con agentes, espías incansables, por todos lados'. No sólo afecta a los enfermos, también a los sanitarios:

Soy consciente de que formo parte de sus biografías porque ellos son mi biografía (…). No es fácil apartarse de los problemas de los enfermos. Es ésta, sin duda, la razón fundamental por la que muchos médicos y enfermeras han caído: suicidios consumados o pensados, que pensar en el suicidio es una forma de consumación psicológica; trastornos mentales como depresiones, miedos, terrores, pánico, angustia; separaciones de parejas, matrimonios rotos; cambios de hospital, huida de los hospitales hacia formas menos duras de trabajo (Muñoz-Sanz, 2003).

Definitivamente, para el infectólogo el sida no es un tema literario, 'es una sombra que me sigue', es 'un retrato en negro de la parca'. El sida no puede ser literatura para un hombre que ha vivido como a esta enfermedad se le ha denominado 'cáncer gay', 'neumonía gay', 'plaga gay' o GRIDS (Síndrome de Inmunodeficiencia relacionado con los gais), voces que culpabilizaban a los homosexuales; también se le denominó la enfermedad de las 4H (haitianos, hemofílicos, homosexuales y heroinómanos) (Herrera, 2011b). No se olvide que, en marzo de 1987, la Organización Mundial de la Salud declaró el sida 'emergencia mundial' y que más de 100 países pusieron en marcha un Plan Nacional contra el sida; en 1988, el número de casos de sida declarados en España se duplicó en menos de un año, superando los 2.000; más de dos terceras partes de estos enfermos eran adictos a drogas inyectables (Rosales y Salgado, 1994).

Agustín Muñoz, confiesa en el Diario sus anhelos y frustraciones en la lucha contra la enfermedad, entre el 15 de noviembre de 1998 y el 16 de febrero de 1999, con calidad literaria en su escritura; pero ante todo demanda un cambio radical de las mentalidades, en el sentido indicado por la socióloga francesa Janine Barbot, que las personas tomen el control de su enfermedad y de sus vidas:

La socióloga francesa Janine Barbot ha publicado una extensa obra en la que relata esta determinante influencia comunicativa en el fenómeno sida. Los enfermos han cambiado: se organizan, son proactivos, influyen mediante sus asociaciones no sólo en las consecuencias y aplicaciones sociales del conocimiento, prevención y tratamiento de la enfermedad, sino que intervienen decisivamente en la investigación científica. Llegan a influir en el desarrollo de determinados fármacos. Combaten no sólo la enfermedad sino la situación establecida en la sociedad para mejorar su condición. Exigen. Nace el activismo terapéutico (…). Denuncian la injusticia, no sólo de padecer una enfermedad, sino de su desigual incidencia y tratamiento según los países o comunidades (Semir, 2002).

El 16 de febrero de 1999, nuestro autor escribe en Diario de invierno:

En la reunión del Consejo Asesor del Plan Nacional sobre el Sida me encontré con viejos amigos, todos grandes expertos, a los que no veía desde hacía algunos meses; hablamos de diferentes asuntos, todos de interés. Me encomendaron escribir el documento sobre los efectos adversos de las nuevas medicaciones, para publicarlas en el boletín del Plan Nacional. Parece que hubieran leído este diario, donde relato los avatares de algunos enfermos (Muñoz-Sanz, 2003).

Ese día, nuestro infectólogo/diarista escribió que llegaba la primavera, pero 'los enfermos no cejan. Luchan, pelean, quieren vivir (¡todos viven aún!), con ganas'. El frío del invierno se atenúa, la primavera se aproxima a Badajoz y al Guadiana, el río que atraviesa de 'punta a punta mi biografía'.

Epílogo

No sólo los enfermos de sida protagonizan las páginas de Diario de invierno, también está presente la lucha de Marisa contra el cáncer, 'años peleando contra el tumor, la quimioterapia y el miedo', o la muerte de Javier, el amigo del alma, al que le escribe 'Carta a mi amigo ausente', que contiene párrafos de gran belleza:

Por aquí, en la dehesa de la existencia, las cosas cambian a diario para volver a ser las mismas. El mundo de los que aún parecemos vivos es una bola de intereses, hipocresía y mentiras que nos llevan a ninguna parte. Cuando tú estabas aquí, de cuerpo viviente, la situación no era mucho mejor que ahora. En el tiempo actual, cinco años o sesenta meses o doscientas cuarenta semanas o mil ochocientos veinticinco días desde que sufro el vacío de tu ausencia, echo de menos tu talante socarrón, esa actitud que interpretábamos como una pose de pasotismo y no era sino un signo inequívoco de sabiduría. Yo, torpe de mí, presumía de correcto según el canon actual y, sin embargo, desde entonces ando mal amancebado con la Ausencia (Muñoz-Sanz, 2003).

Los libros, los escritores de cabecera, la música, las nieblas del Guadiana, las tertulias con los amigos, la familia, la vida social y cultural en Badajoz, los restaurantes, los vinos, y ese literario 'espíritu de mis sueños', que aparece y desaparece caprichosamente, como un diablo cojuelo de Vélez de Guevara, una Clío de Galdós o un personaje de la Cueva de Montesinos de Cervantes; páginas literarias, ensoñaciones que sirven de contrapunto a la realidad:

Si debo agradecer algo a este diario de invierno, no es el hecho de que me sirva para ejercitar las neuronas desde el punto de vista literario, o para reflejar las pequeñas vivencias personales que sólo tienen importancia para mí y a nadie le interesan, sino el que me ayuda a ser más yo y menos lo que quiere la gente (…). Ahí fuera, bajo esas nubes tristonas del domingo, importa sólo el aspecto radiante de la máscara, no fastidiar la falsa alegría del carnaval de la vida, adaptarse a lo que las normas marcan, aunque nos torturen. Y yo no puedo. Sólo si soy yo mismo estaré en condiciones de salir a la calle, de compartir una banqueta en la barra de la convivencia con la gente de fuera (Muñoz-Sanz, 2003).

En las páginas de este Diario, que parecen en muchos momentos las de un filósofo estoico (un Séneca o un Marco Aurelio), hay mucha reflexión sobre la vida y sobre la muerte, tanta que en algunos momentos el que esto escribe ha estado tentado de completar este artículo con una antología de aforismos sobre lo que es la vida, la existencia o la muerte; alentamos al futuro lector de esta obra a que no pase por alto estas reflexiones, incluso sugerimos al autor que se deje llevar por el espíritu de sus sueños y recopile estos aforismos en un librito que tenga vida propia.

Andrés Trapiello ha afirmado que el diario es un esfuerzo por sintonizar realidad exterior e intimidad, 'desenfocadas precisamente por los propios conflictos afectivos del diarista' (Trapiello, s.f.). Compartimos esta idea en lo que se refiere a Diario de invierno; el autor trata de enfocar su vida médica, literaria y social, sus conflictos con el sistema sanitario; pero también observamos que ni quiere ni puede hacerlo de cualquier manera, necesita el estilo, su estilo literario, 'la prosa lírica es la forma de poesía que mejor entendemos los poetas que no sabemos escribir versos'.

Casi al final de Diario de invierno, el día 13 de febrero de 1999, Muñoz Sanz escribe sobre las coincidencias de su libro con el publicado por Francisco Umbral, Diario político y sentimental (Umbral, 1999). Una obra en la que el escritor madrileño cultiva la introspección, el intimismo, así como la crónica literaria, social y política; un libro que ha sido estudiado, con meticulosidad, en cuanto a los vestigios clásicos que contiene (Couceiro, 2014). Quizás conviene recordar que para Umbral 'un diario íntimo es una forma literaria de salvación frente al vértigo tentador de los absolutos, que claman en silencio y sólo dentro de nosotros' (Umbral, 1999). Dice Muñoz Sanz: '…resulta que coinciden varios de los aspectos de este diario de invierno y el diario de Umbral'. Obras paralelas, que comparten el afán de escribir sobre la vida, la muerte, la sociedad, la literatura, etc. Umbral a lo largo de su vida publicó varios diarios; por ejemplo, Diario de un escritor burgués (1979a), en la línea que comentamos; pero quizás uno de los más aquilatados es, por su calidad literaria, Un ser de lejanías (2001); aunque su obra mayor, publicada en mayo de 1975, es Mortal y rosa, una obra sobre la enfermedad y muerte de su hijo, difícil de etiquetar como diario, como memorias, novela o poema en prosa, quizás sea todas esas cosas a la vez (Umbral, 1979b); libro que ha motivado diversos estudios (por ejemplo, García-Posada, 1995; Sánchez-Costa, 2008; Viñals, 2014; Castellani, 2014; Dueñas, 2014; Mármol, 2018). Muñoz Sanz, a pesar de no simpatizar con la figura de Umbral y de haber escrito algún artículo crítico por su 'manía de ridiculizar a los extremeños'; sí elogia, en cambio, este libro fundamental de la literatura del siglo XX:

Reconozco que es el mejor articulista del momento, con nadie que le iguale (el maestro Manuel Alcántara no participa en el concurso). De su literatura, que no he leído al completo (ni voy a leer), me quedo, sin dudas, con 'Mortal y rosa'. Lo he leído varias veces y es uno de los libros que me acompañan en la mesilla de noche. Es muy difícil juntar tanta lírica, tanta emoción, tanta belleza, tantas metáforas, tanto sentimiento en menos de doscientas páginas. La muerte de su hijo, a los cinco años, fue el motor del libro. Lo entiendo mejor que nadie. El destino le amputó su infancia (Muñoz-Sanz, 2003).

Palau de Nemes, en su estudio introductorio al Diario de Zenobia Camprubí, afirma que éste cumple una función socio-cultural y literaria, además de tener un valor social e histórico (Palau de Nemes, 1991). Compartimos esta idea y creemos que se puede aplicar también a Diario de invierno, ya que tiene un alto valor social e histórico en cuanto a vivencia de los padecimientos, desde el punto de vista médico, de los enfermos de sida en los últimos años del siglo XX; pero también cumple una función socio-cultural en cuanto que nos conecta con la vida social, cultural y literaria de Extremadura, y más concretamente de Badajoz. En esta última línea, quisiéramos subrayar que Muñoz Sanz, en su Diario, ofrece información sobre dos proyectos historiográficos personales que se están fraguando mientras lo escribe.

El primero de estos proyectos es el referido a los hospitales docentes de Guadalupe y a la influencia del franciscano Fray Sebastián García, archivero bibliotecario y experto en el tema (García, 2003), que lo incentivó y motivó para escribir un libro; en este sentido hay un párrafo que resume un encuentro entre Agustín Muñoz y Fray Sebastián García:

La entrevista iba a ser de unos cinco minutos y duró más de una hora. Fue interesantísima. Hablamos de la biblioteca, de la Escuela de Medicina del Monasterio, de Extremadura, de Guadalupe, de la tolerancia, de la investigación bibliográfica, de la Academia de Extremadura. Me propuso, para mi sorpresa, que escriba yo el gran libro sobre la Escuela de Medicina. 'Debe escribirlo usted', me dijo, y me ofreció su apoyo y la documentación, incluidas algunas bulas papales inéditas. Me emocionó y acepté el reto. Le dije que lo haré sin prisas y con el máximo rigor. Es verdad que acudí como un aprendiz de los monjes de Guadalupe. Y ya recibí la primera lección (Muñoz-Sanz, 2003).

En el Diario se ofrecen algunos datos sobre el proceso de escritura del libro: 'Este libro es ahora el gran rival del diario'. Algunos detalles más en este párrafo:

El libro de Guadalupe se va inflando como un monje jerónimo sedentario. Me he metido en un lío espantoso con esta obra. Pero me encanta. Como buen socrático, mientras más sé, más ignoro. Sigo recopilando documentos y bibliografía sobre médicos, hospitales y todo cuanto tenga que ver con Extremadura, los siglos XVI y XVII y la ciencia, en especial, la medicina. Algún día acabaré de recopilar (leo según recojo) y luego vendrá lo que venga. El libro. De momento, siento sumo placer por lo que estoy aprendiendo. Bendita la hora en que dejé de ser estudiante para empezar a ser estudioso (Muñoz-Sanz, 2003).

Un libro que, como vemos, se está fraguando a finales de la década de los noventa y que verá la luz pública en 2008, con el título Los hospitales docentes de Guadalupe. La respuesta hospitalaria a la epidemia de bubas del Renacimiento (siglos XV y XVI) [Figura 3]. Un libro muy notable en el que se da cuenta de la labor asistencial y docente en Guadalupe, de la escuela médica, de la biblioteca, de la botica del monasterio, de las salas de unciones y sudores y de médicos como Juan Sorapán de Rieros, Francisco Sanz de Dios y Guadalupe, Francisco Hernández y Francisco de Arce o Arceo, entre otras cuestiones.

Figura 3. Portada de Los hospitales docentes de Guadalupe de Agustín Muñoz Sanz (2008). 

El segundo proyecto historiográfico del que se ofrece noticia en Diario de invierno, y con ello vamos poniendo final a este artículo, tiene que ver precisamente con el último de los médicos citados, Francisco de Arce o Arceo, escrito en colaboración con el profesor José Miguel Cobos Bueno (Cobos y Muñoz, 2000) [Figura 4]; amigo entrañable, recientemente desaparecido (Vallejo, 2021); al que dedicamos el presente trabajo y sobre el que Muñoz Sanz apunta lo siguiente:

Me llamó Pepe Cobos, un amigo, profesor de Matemáticas en nuestra Universidad, y una de las personas con mayor interés en la historia de la ciencia extremeña, por lo cual tenemos algunos puntos en común, además del afecto. Me preguntó sobre Francisco de Arce o Arceo, uno de los médicos de Guadalupe al que dediqué algún espacio en mi conferencia sobre la medicina del Monasterio, personaje al que tengo ganas de rescatar porque creo que es de mucho interés. Al parecer, Pepe Cobos ha encontrado noticias nuevas sobre este cirujano del siglo XVI y compartimos comentarios y proyectos. Creo que nace una relación interesante entre dos personas (él y yo) que pretenden objetivos similares desde ópticas próximas, aunque diferentes. Le digo que en el inmenso campo de la Ciencia, el suyo, cabe la modesta parcela de la Medicina (Muñoz-Sanz, 2003).

Figura 4. Prof. José Miguel Cobos Bueno en Cádiz. Fotografía de F. Herrera (2005). 

Hasta aquí nuestras anotaciones sobre Diario de invierno, pero quizás aún queda algo más que decir. Agustín Muñoz Sanz: extremeño y estoico, 'maquis' de la poesía, médico y novelista, médico y prosista lírico, médico y ensayista, médico y dramaturgo, médico y diarista. Pesimista, quizás, pero apasionado; exprime la vida hasta la última de sus gotas, aunque proteste literariamente. Fernando Pessoa decía 'llegué a Lisboa, pero no a una conclusión'. Muñoz Sanz llegó a Badajoz y a la conclusión de que África está en su consulta; le ayuda en la vida llevar en el bolsillo de la chaqueta el evangelio según Saramago, sabe también caminar en la niebla de Badajoz sin brújula, tiene la ventaja de que lo lleva de la mano el espíritu de sus sueños, y de vez en cuando se atreve a cantar una saeta desde la terraza del 'Gallo Azul', en Jerez de la Frontera, valor no le falta a este intrépido médico y escritor. Lo último que he leído de él: De tormenta. Historia de mi alma, sobre el escritor prusiano Heinrich von Kleist, y Los galgos del Papa. Nuestro autor sabe que 'la existencia es un choque entre dos fallas, la de la vida y la de la muerte', por eso quizás no pierde el tiempo, seguro que tiene en el telar alguna obra de teatro, un cuento, una novela, una investigación histórica o un artículo sobre la sindemia.

Estaremos atentos, en la vieja Gades, para leer lo que salga de su pluma, tinta de su alma, vida y literatura.

Fuentes

Curriculum vitae médico de Agustín Muñoz Sanz (Badajoz, septiembre de 2020) (Archivo Francisco Herrera Rodríguez). Abreviatura para la cita: Curriculum vitae (médico) AMS, 2020.

Curriculum vitae literario de Agustín Muñoz Sanz (Badajoz, abril de 2022) (Archivo Francisco Herrera Rodríguez). Abreviatura para la cita: Curriculum vitae (literario) AMS, 2022.

Muñoz-Sanz, Agustín (2003). Diario de invierno. Badajoz: Tecnigraf Editores.

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Recibido: 23 de Marzo de 2023; Aprobado: 28 de Marzo de 2023

Correspondencia: fraherod57@gmail.com

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