Introducción
La literatura y la medicina comparten la palabra, el principal elemento de relación entre un autor y su obra, entre un profesional sanitario y el objeto de sus desvelos profesionales. La palabra conforma el acto médico mediante el diálogo entre una persona que sufre y necesita ayuda y un médico que está en condiciones de aportarla. Esta interacción entre la persona que sufre y la que aporta consuelo y ayuda es un acto narrativo que se rige por las normas de la atención sanitaria, la empatía y el desenvolvimiento profesional. Una obra literaria también es un proceso narrativo en el que diferentes elementos se conjugan para confeccionar una historia en la que las partes dialogan para alcanzar un fin y en la que, en ocasiones, los aspectos relacionados con la salud y la enfermedad, o con las formas de vida, con la conducta alimentaria, etc. tiene un papel relevante.
Por otra parte, el recurso al testimonio literario para aproximarse al conocimiento de aspectos concretos del quehacer médico y la respuesta social que suscita la enfermedad, es frecuente entre los historiadores de la medicina como forma de adquirir una idea de conjunto de lo que se piensa y cree sobre la medicina en una época determinada, la utilización que hace un autor concreto del conocimiento médico, la valoración social de la profesión de médico, de la enfermedad entendida como un problema médico o social, y de los cuidados y delos recursos terapéuticos disponibles en cada momento histórico1.
Desde el punto de vista formativo, diversos trabajos han abordado tanto la bondad educativa de los textos literarios para estudiantes de ciencias de la salud2-7como la clasificación de obras literarias según su abordaje de problemas médicos concretos. Así, el Prof. Francisco Vázquez identificó cinco grupos: la autobiografía con la descripción de la enfermedad en primera persona, la descripción de la enfermedad de otros, la medicina como recurso expresivo en la literatura, la literatura como recurso expresivo en medicina, y el médico como escritor y su producción sobre temas médicos y literarios8.
En trabajos previos hemos descrito algunas de las características generales de los textos literarios relacionados con la enfermedad. En síntesis, estos textos cuentan historias únicas, generalmente en primera o tercera persona mediante diferentes estrategias narrativas que ponderan el componente social de la enfermedad. Además, no es infrecuente encontrar que los textos proponen un papel educativo para la enfermedad dado que puede entenderse como una oportunidad de reflexión y, en consecuencia, atribuirle un papel curativo. Pero también se reconoce la limitación del lenguaje (sobre todo el lenguaje oral) para expresar los sentimientos de la enfermedad, limitaciones que pueden vencerse mediante diferentes narrativas escritas9. Por otra parte, los textos literarios pueden aportar información sobre prácticamente todos los aspectos relacionados con la medicina10. En este trabajo analizamos la obra novelística de Ian McEwan para identificar los aspectos relacionados con la medicina,la enfermedad y la ciencia que está presente en su obra.
El autor
Ian McEwan (Aldershot, Inglaterra, 1948) pasa por ser uno de los autores más importantes y originales de su generación y goza de reconocimiento internacional. Su obra ha sido reconocida con galardones como el Somerset Maugham Award a su primer libro de relatos, el Booker Prize for Fiction, el National Book Critics Circle Fiction Award, y otros premios como el WH Smith Literary Award, el People's Booker, el Commonwealth Eurasia, o el Premio Wodehouse, entre otros. Varias de sus obras han sido adaptadas al cine. En España su obra está editada mayoritariamente por la Editorial Anagrama. Los textos utilizados en el estudio se muestran en la Tabla 1 que aporta el título y el año de la edición en castellano que se ha utilizado en el estudio.
Título | Editorial | Año | Traductor |
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Jardín de cemento | Tusquets | 1982 | Antonio-Prometeo Moya |
El placer del viajero | Anagrama | 1982 | Benito Gómez Ibáñez |
El Inocente | Anagrama | 1991 | Maribel de Juan |
Los perros negros | Anagrama | 1993 | Maribel de Juan |
Niños en el tiempo | Anagrama | 1995 | Javier Fernández de Castro |
Amor perdurable | Anagrama | 1998 | Benito Gómez Ibáñez |
Amsterdam | Anagrama | 1999 | Mercè Costa Clos |
Expiación | Anagrama | 2002 | Jaime Zulaika |
En las nubes | Anagrama | 2007 | Juan Gabriel López Guix |
Chesil Beach | Anagrama | 2008 | Jaime Zulaika |
Sábado | Anagrama | 2009 | Jaime Zulaika |
Solar | Anagrama | 2011 | Jaime Zulaika |
Operación dulce | Anagrama | 2013 | Jaime Zulaika |
La ley del menor | Anagrama | 2015 | Jaime Zulaika |
Cáscara de nuez | Anagrama | 2017 | Jaime Zulaika |
Máquinas como yo | Anagrama | 2019 | Jesús Zulaika |
En la presentación de su obra novelística se suele decir que Ian McEwan «es uno de los miembros más destacados de su muy brillante generación». Además de su obra narrativa, ha escrito guiones para cine y televisión, y libretos para óperas. También es conocido como activo defensor de los derechos humanos y ha participado en movimientos en contra de la guerra y a favor de la libertad de prensa o el ecologismo, además de ser un europeísta convencido y azote de los partidarios del Brexit, a lo que dedicó un breve ensayo titulado La cucaracha11.Por otra parte, una de las características que se resaltan de este autor es que en cada nuevo libro cambia de tema como ilustra la breve descripción temática delas obras consultadas recogidas en la Tabla 2. Destaca, así mismo, la delicadeza y sensibilidad con la que trata a los personajes a los que, por otra parte, no les pone fácil la existencia ni les perdona debilidades.
Título | Argumento |
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Jardín de cemento | Es la historia de cuatro niños que, al quedar huérfanos y para evitar ser internados en un orfanato, ocultan el cuerpo de la madre e intentar llevar una vida familiar «normal». |
El placer del viajero | Se trata de una historia de fantasía, violencia y obsesión en la que el amor (enfermizo) puede justificar todo, incluso la muerte del ser amado. |
El Inocente | Historia de espionaje ambientada en el Berlín de la postguerra, trata de la construcción de un túnel para unir los dos mundos. El desarrollo da para una historia de amor y personajes con algún interés sanitario. |
Los perros negros | Una visión sobre hechos relevantes de la historia de Europa desde los campos de exterminio nazi hasta la caída del muro de Berlín. La relación de una pareja está rufada de problemas emocionales y psiquiátricos. |
Niños en el tiempo | Gira en torno a los estragos provocados por la pérdida de un hijo secuestrado. Repensar las certezas nunca verificadas, los hábitos mentales y los comportamientos de los adultos. Una sátira política de la sociedad británica durante el thatcherismo. |
Amor perdurable | Una fábula contemporánea. Erotomanía o Síndrome de Clérambault |
Amsterdam | Se trata de una fábula moral en la que tiene cabida el deterioro cognitivo con pérdida de memoria y desintegración mental de la protagonista femenina de la novela, Molly Lane. También se aborda el problema del suicidio y la eutanasia al amparo de la legislación holandesa. |
Expiación | Cuenta la historia de una aspirante a escritora y de su relación con un joven llamado Robbie. Algunas características de la práctica de la enfermería bajo los postulados de Florence Nightingale. |
En las nubes | Peter es un niño de diez años que se pasa el día en las nubes. Los mayores le consideran problemático, aunque no molesta ni es especialmente travieso. Su único problema es que vive inmerso en sus fantasías. |
Chesil Beach | Es la historia desgraciada de un amor culpable entre dos jóvenes que transcurre la noche de bodas. Ella abandona el lecho nupcial ante el asco que le produce el acto sexual. Él alude a frigidez. |
Sábado | El fondo del texto es una reflexión sobre las consecuencias del 11 de septiembre. En el aspecto sanitario, el protagonista es un neurocirujano (Henry Perowne) cuya familia sufre un atraco y agresión por parte de varios individuos, uno de los cuales sufre un traumatismo craneoencefálico del que debe intervenirle el propio Perowne. Durante el proceso se plantean cuestiones de ética asistencial. |
Solar | Michael Beard es un físico cincuentón, premio Nobel y adúltero que se encuentra en su 5º matrimonio con la joven Patrice a la que también traiciona emocionalmente con una joven matemática. Beard , actualmente no realiza investigación original sino que dirige un instituto para las energías renovables, un artilugio político donde ejerce de burócrata. Cuando conoce que uno de sus becarios tiene un proyecto ambicioso y factible, y que, además, inicia relaciones con su esposa, le da muerte, se apropia del proyecto y lo presenta como propio en el instituto. Mientras se lleva a cabo la ejecución del proyecto se conoce que la autoría real es del becario, es destituido y muere de un infarto. |
Operación dulce | Ambientada en 1972 en plena Guerra Fría. El autor se sirve de una trama de espionaje para indagar en el choque entre la lealtad y la traición, la literatura y la realidad. |
La ley del menor | Fiona, jueza del tribunal de menores de alrededor de sesenta años, mientras vive una situación personal particularmente turbulenta (el marido le ha pedido que le permita tener una relación sentimental con una mujer joven) debe resolver dos casos de importante componente ético originados por problemas de salud: la separación de dos hermanos siameses y la transfusión de sangre en un paciente con leucemia que es testigo de Jehová y aún no ha cumplido los 18 años. |
Cáscara de nuez | En una pirueta narrativa entrega el relato de una infidelidad a un feto en desarrollo durante el tercer trimestre de la gestación. La historia tiene un desenlace trágico con el cornudo (el marido) muerto y la adúltera y su amante detenidos. |
Máquinas como yo | El tema central de la novela es el transhumanismo y la relación del hombre – máquina con el entorno y los humanos que no han recibido intervenciones de mejora. Aborda también relaciones de pareja, la homosexualidad de Alan Turing y, más tangencialmente, la vejez y la enfermedad crónica. |
Aspectos generales
No puede considerarse que el propósito de algunas obras de Ian McEwan tenga como objetivo la descripción de una patología concreta. Antes bien, se trata de novelas que pueden clasificarse dentro del grupo que expresaba el Dr. Vázquez con la denominación de «La medicina como recurso expresivo en la literatura»8. No obstante, algunas de las obras están inspiradas en situaciones clínicas concretas12 y en otras pueden encontrarse descripciones precisas de aspectos relacionados con la salud o intervenciones quirúrgicas cuya narrativa hace creíble la acción que describe.
Para abordar el estudio, hemos leído las novelas relacionadas en la Tabla 1 buscando los aspectos de interés, identificando los términos que definen patologías, afecciones, procedimientos o repercusiones sociales del problema narrado. Con estos datos se ha confeccionado la Tabla 3 que recoge las situaciones médicas aludidas y que se encuentran en un espectro tan amplio como las enfermedades banales y la muerte de origen patológico por infarto, cáncer u otras entidades nosológicas.
Clasificación | Enfermedades o afecciones |
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Alteraciones cardiovasculares | Infarto de miocardio. |
Cáncer | Cáncer (genérico), cáncer terminal, leucemia, linfoma, astrocitoma, prolactinoma, melanoma. |
Aparato Génito-urinario | Embarazo, Aborto. Aspectos sociales del embarazo y del aborto. Alteración del desarrollo: Siameses. |
Metabolismo | Obesidad, Gota, Litiasis renal. |
Dermatología | Psoriasis. |
Oftalmología | Cataratas. |
Neurología | Migrañas, neuralgia del trigémino, corea de Huntington, Hematoma subdural. Alzheimer, Demencia vascular. |
Traumatología | Traumatismo craneal, Fractura de cadera. |
Toxicología | Alcoholismo, Intoxicación por anfetaminas y opio; LSD, Drogas. Envenenamiento por Etilenglicol. |
Alteraciones psiquiátricas y conductuales | Delirio de celos, Síndrome de Stendhal, Síndrome de Cleranbault, Depresión, Locura, Ensoñaciones, Timidez patológica, Frigidez, Ataques de pánico, Psicosis, Agorafobia, Conducta machista. |
Enfermedades banales | Infección catarral. |
Profilaxis | Antisepsia. |
Ejercicio de la medicina | Vocación médica, Errores médicos, Resistencia al cambio, Relación médico-enfermo. |
Pseudociencia | Curanderismo. |
Investigación científica | Ética de la investigación científica, Resistencia al cambio; Juicio a la medicina científica, utilitarismo científico. Física, química, biología. Desarrollo científico-técnico: Posthumanismo, ética de los robots. |
Aspectos sociales | Del alcoholismo; limitaciones de la enfermedad, consecuencias de la vejez, consideración de la homosexualidad de Alan Turing. |
Como sugiere la antedicha Tabla 3, hemos identificado 16 categorías de problemas sanitarios que agrupan a 64 aspectos de interés para nuestro trabajo, si bien esta cantidad hay que entenderla en sentido restrictivo porque cada uno de ellos puede repetirse en diferentes obras. El orden cuantitativo de frecuencia de temas utilizados por Ian McEwan está encabezado por las alteraciones psiquiátricas y conductuales (12 entradas), seguidas por las alusiones a diferentes aspectos de la investigación científica (10 entradas) y al cáncer (7 entradas, de las que unas son alusiones genéricas a cáncer o cáncer terminal y otras a tipos concretos de neoplasias). También hemos encontrado un número apreciable de ítem dentro de la neurología y de la toxicología (con 6 entradas cada una). En el resto de las categorías se han identificado 1, 2 o 4 alusiones a temas de interés.
A continuación, comentamos algunos aspectos de los temas sanitarios identificados y ponemos ejemplos justificativos de los mismos extraídos de las diferentes novelas analizadas.
Origen de la enfermedad, antisepsia y proceso banales
En Amor perdurable12 atribuye el origen de las enfermedades humanas a la revolución Industrial. Naturalmente es un dato incorrecto dado que la enfermedad humana es consustancial con la vida misma; sin embargo, no es menos cierto que las consecuencias sociales de la Revolución Industrial, con la concentración de obreros en las ciudades y las industrias, la insalubridad de los puestos, las condiciones de trabajo y la introducción de algunas prácticas para paliar la fatiga del exceso de trabajo (como es el caso del fomento del consumo de alcohol y opio entre los trabajadores) contribuyeron al incremento de la tasa de enfermedad14.
Otra cuestión que plantea y describe el autor es la aplicación de la antisepsia bajo la doctrina y los cuidados de Florence Nightingale, la sistematizadora de los procedimientos de enfermería que se había formado en la Guerra de Crimea, donde había adquirido cierto comportamiento marcial. He aquí algunas tareas atribuidas a las estudiantes de enfermería de la época15:
Había que barrer los suelos tres veces al día. Restregaban los casilleros vacíos, fumigaban colchones, desempolvaban con una gamuza colgadores de latón, pomos y ojos de cerraduras. El enmaderado –tanto las puertas como los zócalos– se lavaba con una solución carbólica, al igual que las camas, los bastidores y sus muelles. Las estudiantes fregaban, limpiaban y secaban orinales y botellas hasta que relucían como cubertería. Camiones del ejército de tres toneladas aparcaban junto a las plataformas de descarga y desembarcaban más camas todavía, viejas y sucias, que había que restregar muchas veces antes de ser trasladadas al pabellón, encajadas entre las hileras de lechos y luego desinfectadas. Entre una y otra tarea, quizás una docena de veces al día, las alumnas se frotaban con agua helada las manos llenas de sabañones, agrietadas y ensangrentadas. La guerra contra los microbios no cesaba nunca. Las enfermeras eran iniciadas en el culto a la higiene. Aprendían que no había nada más deleznable que una brizna de pelusa de una manta escondida debajo de una cama, y que ocultaba en su interior un batallón, una división entera de bacterias. La práctica diaria de hervir, restregar, desempolvar y limpiar pasó a ser el emblema del orgullo profesional de las alumnas, al cual había que sacrificar toda comodidad personal.
Por otra parte, en esta misma novela se alude a la sintomatología incipiente de procesos catarrales.
Por otra parte, plantea algunas cuestiones intraútero, tales como la alusión a la clásica creencia de que su madre come incesantemente porque tiene que alimentar al feto, las percepciones sensoriales de un feto en desarrollo, la transmisión acústica del líquido amniótico, la figuración de formas y colores, de percibir cualidades de un sentido a través de otro (p.e. describir un color en base a las percepciones acústicas de los ruidos ambientales), la permeabilidad de la barrera placentaria a determinadas sustancias, entre ellas el etanol que, por sus características fisicoquímicas, alcanza concentraciones farmacológicamente activas en el feto, y le «permite» degustar distintos caldos y abandonarse a una cierta embriaguez, y apreciar el papel social de tomar una copa: «Me gusta compartir una copa con mi madre»16.
Infarto de miocardio
Se alude a la muerte por infarto en la novela Jardín de cemento13 en la que cuatro niños al quedar huérfanos y para evitar ser internados en un orfanato ocultan el cuerpo de su madre e intentan aparentar una vida familiar normal. La muerte de los padres es una excusa para enfrentar a los niños a la situación crítica de tener que afrontar la vida por su cuenta. El padre muere de infarto al realizar esfuerzos físicos moviendo sacos de cemento: «Después del primer ataque al corazón, dejó de trabajar en el jardín. Las malas hierbas se abrieron paso entre las ranuras de las piedras, un trozo del parterre alpino se vino abajo y el pequeño estanque se secó. El Pan danzarín se cayó de lado, se rompió en dos y nadie dijo nada»13. La madre muere, posiblemente, de cáncer.
Cáncer
El cáncer es una de las enfermedades más prevalentes y que, a pesar de los avances de las últimas décadas, produce una elevada mortalidad; por eso es frecuente que sea incorporada a los procesos narrativos tanto por su poder metafórico como por la convulsión emocional que suele ocasionar el diagnóstico y la toxicidad de los tratamientos17.
En ocasiones, el autor recurre al término cáncer en sentido genérico, en otras ocasiones está sugerido por el contexto13: «Todos los sábados por la mañana iba a que le renovasen la receta y volvía con el frasco oscuro otra vez lleno. Ningún médico veía a mamá» y en otras se cita explícitamente el tipo de tumor como ocurre en Los Perros Negros18: «La tortuosa ruta que seguimos hasta la confirmación final, con opiniones de expertos contrapuestas a lo largo del camino, de que tenía una enfermedad para la cual no había tratamiento, una forma relativamente rara de leucemia». Ante estas situaciones de enfermedades incurables, no es infrecuente en la literatura y en la historia de la medicina el recurso a curanderos, como ocurre en esta obra: «Largos viajes en coche al norte para que fuese tratada por un obtuso anciano del que se decía que tenía en las manos el poder de curar». La leucemia es un tipo de cáncer que también es tratado en Amor Perdurable12, donde se alude a que Rosalind Franklin murió de leucemia, y en La Ley del Menor19 donde se plantea el tratamiento de un enfermo testigo de Jehová mediante una transfusión de sangre. Otro tipo de cáncer, el linfoma, es citado en la novela Máquinas como yo20: «Según el nuevo diagnóstica, tenía un linfoma de evolución lenta. Probablemente moriría «con él» en lugar de morir «a causa de él». Tenía otras muchas cosas de las que morir. Pero ahora tomaba una píldora que le hacía más alegre y positivo, e incluso más problemático».
El melanoma es aludido en Solar21. El autor comenta que al protagonista «inicialmente le quitan un tumor benigno y que, sobre la cicatriz, se desarrolla un melanoma»21. A pesar de la recomendación del médico que hace el diagnóstico, el paciente pospone la visita a un centro para que se le extirpe el melanoma y lo radien. También utiliza con desprecio la expresión: «Un diagnóstico es una especie de maldición moderna»21. Y en la novela Sabado22se alude a la extirpación de un astrocitoma y de un prolactinoma. En este último caso la clínica se describe en los siguientes términos:
Tenía (la paciente), en conjunto, buena salud, pero había sufrido cefaleas intermitentes durante el año anterior. Se tocó la cabeza para indicar dónde. Él se fijó en que tenía las manos muy pequeñas. La cara era un óvalo perfecto, y los ojos eran grandes y de un color verde claro. Había habido alguna que otra interrupción de la regla, y en ocasiones los pechos segregaban una sustancia. Aquella tarde, cuando estaba trabajando en la biblioteca de la facultad de derecho, estudiando daños y perjuicios –especificó este punto–, dijo que la vista había empezado, según su propia expresión, a temblequearle. Al cabo de unos minutos ya no veía los números de su reloj de pulsera. Por supuesto, dejó los libros, agarró el bolso y bajó la escalera agarrándose con fuerza a la barandilla. Caminando a tientas por la calle, llegó al servicio de urgencias cuando empezaba a oscurecer. Pensó que había habido un eclipse y le sorprendió que nadie mirase al cielo. Desde urgencias la habían enviado allí directamente y ahora apenas vela las rayas de la camisa del médico adjunto. Cuando él levantó los dedos ella no pudo contarlos. La enferma pide al médico: «No quiero quedarme ciega –dijo, con una voz queda y conmocionada–. Por favor, no deje que me quede ciega»22.
Asimismo, se describe la intervención sobre un astrocitoma que «Estaba bien definido y sólo parcialmente se había infiltrado en el tejido circundante»22 por lo que pudo extraerlo sin lesionar las regiones circundantes.
Por último, el autor plantea la propuesta de hablar abiertamente del cáncer incluso de la necesidad de la soledad para que los enfermos puedan aceptar la enfermedad:
¿Por qué no decirlo? Cáncer. Hasta principios de los setenta no empezó a acabar la época en que la gente bajaba la voz al decir la palabra. El cáncer era una deshonra, es decir, para su víctima, una forma de fracaso, una mancha y un sucio defecto, más de personalidad que físico. En aquel entonces estoy segura de que me habría parecido obvia la necesidad de Tony de desaparecer sin dar explicaciones, de invernar con su atroz secreto junto a un mar frío. Las dunas de arena de su infancia, los vientos glaciales, las marismas sin árboles de tierra adentro, y Tony caminando por la playa desierta con su chaquetón, encorvado de vergüenza por su infame secreto y con una creciente necesidad de dar otra cabezada. El sueño que le llegaba como una marea. Por supuesto que necesitaba estar solo23.
Aparato Génito-urinario
Uno de los aspectos que se comentan en Los perros negros18 son los aspectos sociales relacionados con el embarazo y el aborto:
Lo que tu generación no sabe, y la mía casi ha olvidado, es lo ignorantes que éramos todavía, lo extravagantes que eran las actitudes entonces… respecto al sexo y todo lo relacionado con él. Los anticonceptivos, el divorcio, la homosexualidad, las enfermedades venéreas. Y el embarazo fuera del matrimonio era impensable, lo peor que podía ocurrirle a una. En los años veinte y treinta las familias respetables encerraban a sus hijas embarazadas en manicomios. Las organizaciones que supuestamente se encargaban de ayudarlas hacían desfilar a las madres solteras por las calles y las humillaban. Las chicas se mataban tratando de abortar. Ahora parece una locura, pero en aquellos tiempos era fácil que una chica embarazada pensase que todos tenían razón y que ella estaba loca y se merecía todo lo que le hacían. Las actitudes oficiales eran tan punitivas, tan duras… Por supuesto, no había ninguna ayuda económica. Una madre soltera era una desterrada, una vergüenza, alguien que dependía de instituciones benéficas vengativas, de la Iglesia o de lo que fuera18.
Por otra parte, en Cáscara de nuez, glosa el compromiso de las embarazadas con la ingesta reducida de tóxicos, aunque en una ocasión, el feto protagonista de la narración, describe con deleite el efecto de la ingesta alcohólica de la madre:
Primera copa: «Me gusta compartir una copa con mi madre». Segunda copa: «a la segunda copa florece en mis reflexiones esa licencia que llamamos poesía. Mis pensamientos se despliegan en pentámetros bien hilados, en una variación agradable de versos con pausa métrica». Tercera copa: «Pero nunca toma una tercera, y lo siento». Cuarta copa: «una cuarta copa, pues. Debe pensar que soy lo bastante mayor para tomarla. Y lo soy. Nos estamos emborrachando» […]
E inevitablemente surge la resaca: «Revuelven los cajones rebosantes en busca de dos gramos de paracetamol para cada uno, un recurso contra la resaca»16.
Dermatología
Son escasas las alusiones a problemas dermatológicos en los personajes de Ian McEwan más allá del melanoma referido más arriba. Una de las raras excepciones se produce en Cáscara de nuez, en la que el marido de la protagonista y padre biológico del feto narrador: «Padece una enfermedad de la piel, psoriasis, que hace que tenga las manos escamosas, duras y rojas. Trudy aborrece verlas y tocarlas y le dice que debería usar guantes. El se niega»). Esta repugnancia ante las lesiones ha sido descrita por autores que han padecido la enfermedad, como es el caso de Sergio del Molino que las describe en su en su obra La Piel24.
Oftalmología
Algo similar ocurre con las afecciones oftalmológicas. Únicamente hemos encontrado la que se transcribe:
Hordas de patógenos cruzaban nadando el foso de sus defensas, escalaban los muros del castillo armados con herpes, úlceras bucales, fatiga, dolor de articulaciones, flujo intestinal acuoso, acné nasal y blefaritis, afección esta última nueva, una inflamación desfigurante de los párpados que le produjo orzuelos de cúspide blanca como el monte Fuji, que le presionaban los globos oculares y le empañaban la visión21.
Endrocrinología y Metabolismo
El protagonista de Solar21 es un pícnico glotón que desprecia las más elementales recomendaciones científicas de alimentación orientada a una vida saludable. Sus alimentos preferidos son ricos en grasas y azúcares y bebe de forma desmedida. Sin embargo, no tiene problemas aparentes que refiera el autor. Debemos pensar, pues, en una presentación parabólica: de quien no es capaz de respetar las más elementales normas de la más elemental conducta alimentaria, puede esperarse cualquier desmán sobre la base de la falta de respeto a cualquiera norma social. Tal vez por eso el científico Beard comete uno de los más condenados pecados de la comunidad científica: el robo de datos o la apropiación de ideas y obra que no son suyas.
También tienen una escasa presencia las alteraciones endocrinológicas. Una de ellas alude a los problemas tiroideos de un líder político británico:
Unos días después, el primer ministro, exasperado, abotagado por una afección tiroides sin diagnosticar, visiblemente exhausto, se dirigió al país por televisión para explicar que iba a convocar elecciones con urgencia. Edward Heath necesitaba un nuevo mandato y nos dijo que la pregunta que debíamos hacernos era: ¿quién gobierna el Reino Unido?23.
Toxicología
La consideración del alcohol como droga social queda recogida en la obra Amor perdurable12 en los siguientes términos:
Como muchos antes que yo, había llegado poco a poco a la conclusión de que la mejor sustancia para alterar los estados mentales en una edad madura activa y satisfactoria es el alcohol. Permitida, sociable, ofrece la posibilidad de una ligera dependencia fácilmente disimulada entre la de los demás, sin contar la elegancia de la infinita variedad cromática de sus manifestaciones. La copa que se tiene en la mano es un triunfo ya a nivel estético; su liquidez está en armonía con lo cotidiano, con la leche, el té, el café, el agua, y por tanto con la vida misma. Beber es algo natural, mientras que inhalar humo de hierba es muy distinto de respirar, como ingerir pastillas lo es de comer, y en la naturaleza no se da una picadura como la de la aguja, salvo la de un insecto12.
El problema del alcoholismo es abordado en El Inocente25. Mientras transcurren episodios propios de espionaje y contraespionaje y se lleva a cabo el túnel para la comunicación de ambas partes de Berlín, hay lugar para un romance entre una joven alemana, María y el diplomático británico Leonard. María ha estado casada con Otto que ha mudado de carácter por efecto del alcohol. María lo define así: «Al principio de conocer a Otto, era amable. Esto ocurrió antes de que empezara a beber, hace siete años. Al principio era amable. Hacía todo lo que se le ocurría para agradarme. Entonces fue cuando me casé con él»25. Por efecto del alcohol, Otto llega a desarrollar un delirio de celos: «Luego, poco a poco, vi que esa amabilidad era posesión. Es posesivo, pensaba que no paraba de mirar a otros hombres, o que ellos me miraban. Es celoso, empezó a pegarme, a inventar historias, historias estúpidas respecto a mí y otros hombres, gente que él conoce o gente por la calle, da igual»25. Otto también aplicaba la fabulación a su propia historia personal y había convencido a todo el barrio de ser un héroe de guerra. En consecuencia, cuando María se quejaba a la policía del maltrato al que la sometía y de las exigencias de dinero que le imponía, «no hacían nada, a veces incluso le invitaban a unas copas»25. El cambio de carácter debido al alcoholismo es bien conocido y es esta enfermedad la que puede explicar la fabulación, el delirio y la agresividad de Otto hacia María.
En otro orden de tóxicos, en la obra Cáscara de nuez16 se alude a la utilización del Etilenglicol como arma para un asesinato:
El anticongelante contiene etilenglicol, una sustancia bastante buena. Una vez la usé con el perro de un vecino, un pastor alemán enorme que me tenía enloquecido con sus ladridos noche y día. A lo que iba. Incoloro, inodoro, un sabor agradable, tirando a dulce, lo más apropiado para añadirlo a un smoothie. Hum. Destroza los riñones, un dolor atroz. Unos diminutos cristales afilados cercenan las células. Trastabillará y farfullará como un borracho, pero sin oler a alcohol. Náuseas, vómitos, hiperventilación, convulsiones, infarto, coma, insuficiencia renal. Y fin. Tarda un rato, siempre que no se mezclen cosas con el tratamiento.
Otra de las razones para elegir el Etilenglicol es que es un veneno «Infrecuente pero no raro, de fácil obtención y sabor agradable, letal en grandes dosis y muy conocido por los escritores de novelas policiacas»16. En la misma obra, en algún momento del relato se alude a que otra alternativa podría ser la difenhidramina: «Es lo que deberíamos haber utilizado. Difenhidramina. Un tipo de antihistamínico. La gente dice que los rusos la usaron con aquel espía al que metieron en una bolsa de deportes. Se lo pusieron en el oído. Antes de marcharse subieron los radiadores para que la sustancia se le disolviese en los tejidos sin dejar rastro»16. La literatura relacionada con el uso de sustancias tóxicas con fines homicidas y suicidas es abundante. Algunos ejemplos son las obras de Ágata Chistie y los textos de los autores Markup26, Sucunza27 o Velasco28.
Por último, en la novela Sábado22 se describen algunas características de la intoxicación por anfetaminas y cuadros histaminopéxicos por opio.
Neurología
Una de los protagonistas de Amsterdan29, Molly, consulta al médico cuando empiezan a aparecer síntomas de una demencia:
Fui a ver al médico ayer por la mañana para saber el resultado de mi ecografía. No me dieron buenas noticias. Así me lo dijo él en cuanto me hube sentado. Mis dolores de cabeza, la sensación de presión alrededor de las sienes, tienen una causa especial y siniestra. Me señaló unas manchas granulares a través de una sección del escáner. Vi cómo le temblaba en la mano la punta del lápiz, y me pregunté si no padecería él también algún desorden neurológico. Con ese ánimo de matar al mensajero, deseé que así fuera. Dijo que yo estaba sufriendo una serie de minúsculos, imperceptibles ataques. El proceso será lento, pero mi cerebro, mi mente, se está cerrando. Los pequeños fallos de memoria que nos acosan a todos a partir de cierta edad se vuelven más visibles, más enervantes, hasta que llegue el momento en que no los note porque habré perdido la capacidad de discernir cualquier cosa. Me serán inaccesibles los días de la semana, los sucesos de la mañana o hasta los ocurridos diez minutos atrás. Olvidaré mi número de teléfono, mi dirección, mi nombre y todo lo que he hecho en mi vida. Al cabo de dos, tres o cuatro años, no reconoceré a los amigos más antiguos que me quedan, y cuando despierte por la mañana no me percataré de que estoy en mi cuarto. Y pronto no lo estaré, porque necesitaré atención continua29.
El proceso tiene un desarrollo rápido en que el olvido de algunas palabras supone la alarma primera para Molly:
Todo empezó con un hormigueo en el brazo, al levantarlo a la salida del Dorchester Grill para llamar a un taxi. Una sensación que ya no la abandonaría hasta su muerte. En cuestión de semanas, Molly se las veía y se las deseaba para acordarse del nombre de las cosas. Parlamento, química, hélice… quizá no la preocupaban tanto, pero no así cama, nata, espejo… Fue tras la desaparición temporal de acanto y bresaiola de su vocabulario cuando decidió buscar consejo médico, con la esperanza de que la tranquilizaran. La enviaron a hacerse análisis, en cambio, y, en cierto sentido, ya nunca regresó.
Llegó a morirse de ese modo: «Sin conciencia, como un animal. Verse sometida, humillada, antes de poder arreglar sus cosas, o incluso de decir adiós. Le sobrevino así, sin más… (…) Seguro que habría preferido matarse antes que acabar así». Esto suscita una reflexión compasiva del marido: «¿Sabes? Tendría que haberme casado con ella. Cuando empezó a caer por la pendiente la habría matado con una almohada, o algo parecido… Y la habría librado de la compasión general», pensamiento que también es compartido por otros personajes de la misma novela: «Lo mejor, pues, era mantenerse lejos de los médicos. Seguir tu propio declive, y cuando ya no te fuera posible trabajar, o vivir con dignidad, acabar contigo mismo»29.
También en Sábado22 se encuentra alguna alusión a problemas neurológicos; en concreto, describe el tratamiento de una neuralgia del trigémino mediante termocoagulación por radiofrecuencia del ganglio trigémino. En esta misma novela se describe la sintomatología de la Corea de Huntington.
Alteraciones psiquiátricas y conductuales
Sin duda, las alteraciones cerebrales, tanto las orgánicas como las funcionales y sus consecuencias son una caja llena de sugerencias y un fondo inagotable de tipos y estereotipos al servicio de los literatos para dibujar los perfiles deseables para sus personajes en un casi inagotable espectro de posibilidades. Ian McEwan no es una excepción, y se ha servido de estas modificaciones de personalidad y conducta para una serie de personajes que van desde los procesos degenerativos descritos en el apartado anterior pasando por la sumisión, la contemplación estética o la depresión.
Precisamente, en un pasaje de la novela El Placer del viajero30, que podemos considerar dedicada a la sumisión amorosa, el autor describe el éxtasis ante la belleza de la ciudad (Florencia), lo que recuerda el Síndrome de Stendhal. A principios del siglo XIX, el novelista francés Stendhal describió qué sintió al contemplar por vez primera los magníficos frescos de Florencia: «Me latía el corazón, la vista se le había desvanecido, caminaba con temor a caer». El cuadro clínico está condicionado por el impacto de la contemplación de la belleza. Comenta O'Sullivan que «La descripción de Stendhal puede antojarse extrema a algunas personas, mientas que a otras les parecerá absolutamente normal que, el día en que una contempla por primera vez los frescos de Giotto, las piernas le tiemblen y el corazón se le acelere»31. Sin embargo, la descripción de este cuadro tiene antecedentes y parece que ya había sido descrito, en líneas generales, por Galeno (c150 DC) en los siguientes términos:
Aunque estaba convencido de que aquella mujer no padecía ninguna enfermedad corporal, sino que era un problema emocional lo que la afligía, lo confirmé en el preciso momento en que la estaba examinando. Alguien del mundo del teatro comentó que había visto a Pílades bailar. En aquel instante, su expresión y el color de su tez cambiaron. Atento, le sostenía la muñeca con la mano y observé que su pulso se volvía irregular y, de repente, se agitaba sobremanera, lo cual apunta a una mente atribulada31.
La imagen del niño abstraído, del «lunático» es aprovechada para el desarrollo de la novela En las nubes32. En la novela cuenta las sucesivas transformaciones imaginadas por un niño de 10 años al que la familia considera raro por su tendencia a la soledad y el ensimismamiento. No obstante, los médicos siempre descartaron esa posibilidad: «Nunca unos médicos vestidos de blanco quisieron llevárselo al manicomio». El lunático es un aprendiz de loco, pero también de persona ensimismada, centrada en sí misma, entregada a sus ensoñaciones: «Era un niño mirando el cielo azul sin pestañear, un niño que no oía cuando lo llamaban por su nombre»32. Esto puede asustar a la gente, como también la tendencia a la soledad: «Creían que era difícil por lo callado que era. Eso parecía preocupar a la gente. El otro problema era que le gustaba estar solo. No siempre, claro. Ni siquiera todos los días. Pero la mayoría de los días le gustaba quedarse a solas durante una hora en algún sitio, en su habitación o en el parque. Le gustaba estar solo y pensar en sus cosas»32. Visto en perspectiva, no es descabellado pensar que todos pasamos en alguna etapa de nuestra vida por una fase de ensimismamiento dentro del proceso de construcción de nuestra personalidad.
El protagonista de Solar21, obra dedicada al uso de la energía solar como energía limpia que debería eliminar los efectos de los combustibles fósiles sobre el efecto invernadero, Michael Beard es infiel a todas sus esposas, incluida la quinta y última de la que, al menos en apariencia, está muy enamorado, lo que no es óbice para serle infiel con una joven matemática a raíz de lo cual Patrice pone distancia en su relación lo que le provoca una especie de psicosis: «Cayó en un estado de leve y duradera psicosis. Oía voces, al fin y al cabo, y veía elementos en la situación –el brillo repentino y tenue de la belleza de Patrice, por ejemplo– que más tarde decidió que no existían». Y no es el único caso en el que McEwan se sirve de algún tipo de psicosis. Así, por ejemplo, en Operación dulce23 describe un delirio de celos:
La pesadilla comienza cuando ella se presenta en la casa y hace una escena delante de Molly y los niños. Escribe cartas tanto a Molly como a Edmund, aborda a los niños en el camino al colegio, telefonea varias veces todos los días y a menudo a altas horas. Diariamente se planta delante de la casa, aguardando para hablar con cualquier miembro de la familia que se atreva a salir. La policía no hace nada porque dice que Jean no está violando ninguna ley. Jean sigue a Molly a su trabajo –es directora de un centro de enseñanza primaria– y arma una escena tremenda en el patio de recreo.
Un cuadro de hipomanía puede encontrarse en Niños en el tiempo. Charles, uno de los personajes es presentado como un hipomaniaco, con presencia constante en la prensa, la televisión, la edición de libros, la política. Pero también es descrito como ciclofrénico (bipolar) típico con una fase maniaca muy productiva y otra depresiva que oculta. Ian McEwan lo describe en los siguientes términos:
No conseguía compaginar su vida. Quería ser famoso y que la gente le dijera que algún día llegaría a primer ministro, y quería ser el niño pequeño y despreocupado, sin responsabilidad ni conocimiento del mundo exterior. No era un capricho extravagante. Era una fantasía abrumadora que dominaba todos sus momentos privados. […] Quería la seguridad de la infancia, la falta de poder y la obediencia, y también la libertad que conlleva, la irresponsabilidad frente al dinero, las decisiones, los planes o las exigencias, pero al mismo tiempo allí estaba, ganando dinero, haciéndose famoso, creándose cientos de obligaciones en el mundo de los adultos y huyendo de sus sueños33.
También hemos encontrado en la obra de Ian McEwan dos casos de alteraciones del comportamiento afectivo-sexual. En la novela Amor perdurable12 aborda un caso de erotomanía o Síndrome de Cleambault en los siguientes términos:
El convencimiento ilusorio de estar en comunicación amorosa con otra persona de más alta posición social que ha sido la primera en enamorarse y en insinuarse; su aparición es repentina, el objeto del delirio amoroso permanece inalterado, el paciente da una explicación del comportamiento paradójico del objeto, el ciclo es crónico, no se producen alucinaciones ni hay deficiencias cognitivas» […] «Un individuo socialmente incapaz, aislado de los demás, ya sea por sensibilidad, recelo o supuesta superioridad. La vida de estas personas suele describirse como socialmente vacía…, al deseo de entablar una relación se contrapone el miedo al rechazo o el temor a la intimidad, tanto sexual como emocional12.
En el otro caso, en la novela Chesil Beach34, se incluye una acusación de frigidez a uno de los miembros de un matrimonio reciente. Se trata de una historia descrita con extraordinaria delicadeza por el autor. En ella se narra el amor fallido entre Florence y Edward. La noche de la boda, el matrimonio, al que llegan vírgenes, se rompe por la aversión de ella a mantener relaciones sexuales porque todo lo relacionado con el sexo, incluso la visión de la propia corporeidad, le produce aversión y náuseas. Eran los años sesenta en una sociedad británica conservadora, en la que, por ejemplo, «la píldora era un rumor en los periódicos, una promesa ridícula, otro de los cuentos chinos que llegaban de América»34. Florence sospechaba que ella tenía alguna anomalía profunda que la hacía diferente y agravaba su timidez. Pero esta situación es descrita por Edward como de frigidez: «¿Sabes lo que eres? Eres frígida, eso es lo que eres. Completamente frígida. Pero pensaste que necesitabas un marido, y yo fui el primero que se presentó». En realidad, «Con amor y paciencia, sin duda los dos habrían salido adelante»34. Pero, no hubo oportunidad para el desarrollo de estas cualidades.
El miedo a los espacios abiertos (agorafobia) es aludido incidentalmente en la novela Operación dulce23:
Tom no había tenido tan mala suerte, salvo por el caso de Laura y el de su madre agorafóbica […]: Su madre había sido una profesora de piano itinerante hasta que su miedo creciente a salir a la calle la forzó a dar clases encerrada en su casa. Un vislumbre del cielo o una punta de una nube bastaba para ponerla al borde de un ataque de pánico23.
Un caso de depresión es descrito en Los perros negros18:
Dos perros bajan corriendo por un sendero hasta la garganta. El más grande deja un rastro de sangre, muy visible sobre las piedras blancas. June sabe que el alcalde del pueblo cercano no ha mandado a sus hombres a dar caza a los animales. Descienden hasta la sombra que arrojan los altos riscos, entran en los matorrales del fondo y suben por el otro lado. Ella los ve de nuevo, al otro lado de la garganta, dirigiéndose a las montañas, y aunque se alejan de ella, éste es el momento de terror que la sacude; sabe que volverán18.
En la obra también se alude a cómo Churchill aludía a los perros negros para referirse a la depresión: «Así es como Churchill llamaba a las depresiones que tenía de vez en cuando. Creo que le robó la expresión a Samuel Johnson. Así que la idea de June era que si un perro era una depresión personal, dos perros eran una especie de depresión cultural, el peor humor de la civilización»18.
Hemos dejado para el final el tema del suicidio. Dos personajes de la novela Amsterdam29 se suicidan. El fracaso profesional es la causa del suicidio en ambos casos. Se suicidan en Ámsterdam, donde la eutanasia, como en todos los Países Bajos, está legalizada35, y donde un grupo de médicos se lucra ayudando a suicidarse a la gente o, al menos, aconsejan sobre la forma de hacerlo:
Desde la habitación llamó a su contacto, aquel buen médico, para tratar de los preparativos y, por última y definitiva vez, de los síntomas: conducta imprevisible, estrafalaria y sobremanera antisocial; total pérdida de juicio; tendencias autodestructivas, delirios de omnipotencia; personalidad desintegrada. Hablaron asimismo de la premedicación. ¿Cómo debería ser administrada? Su interlocutor le sugirió una copa de champán, lo que a Clive le pareció el «toque» festivo idóneo.
Otro de los personajes de la novela, ante la noticia reflexiona:
La prensa no lo ha contado como fue. Nadie sabe la verdad. No fue un doble asesinato. Se envenenaron mutuamente. Se administraron el uno al otro Dios sabe qué droga mortífera. Fue un asesinato recíproco» (…) Resulta que buscaron la ayuda de dos de esos médicos granujas que llevan hasta el límite las leyes holandesas de la eutanasia. Esa gente cobra grandes sumas por quitar de en medio a parientes muy ancianos de sus clientes.
La controversia por la eutanasia en nuestro país ha quedado atenuada mediante la promulgación de la Ley Orgánica 3/202136, de regulación de la eutanasia, imbuida del respeto tanto al paciente como al médico37.
Ejercicio de la medicina
No son muchos los aspectos de la medicina a los que recurre Ian McEwan en su obra novelística. Esto impide una exposición ordenada siguiendo, por ejemplo, las partes de la nosología o cualquiera otra. No obstante, hemos podido identificar algunos recursos a la vocación y la formación en medicina y en enfermería, a la consideración de los enfermos, a la conformación de la medicina científica y, sobre todo, a aspectos éticos en la toma de decisiones que se escapan a las competencias profesionales de los sanitarios y requieren la participación judicial.
Respecto a la consolidación de los conocimientos médicos, Ian McEwan considera, a juzgar por lo que cuenta en Máquinas como yo que:
La medicina y la ciencia no llegarían a ser socios al ciento por ciento hasta muy entrado el siglo XX. Incluso en los años cincuenta se seguían extirpando las amígdalas a niños sanos siguiendo la práctica tradicional en lugar de pruebas concluyentes al respecto. En tiempos de Leeuwenhoek, un médico podía creer que todo lo que había que saber en su campo se sabía ya con creces. La autoridad de Galeno, que ejerció en el siglo II, era casi total. Habría de pasar mucho tiempo para que quienes se dedicaban a la medicina –profesionales de gran predicamento, en general- empezaran a mirar humildemente a través de un microscopio a fin de aprender los fundamentos de la vida orgánica20.
Respecto a la formación en medicina puede resaltarse este pensamiento:
Pues ahí residía la cosa, sin duda: sería un médico mejor por haber leído literatura. ¡Qué profundas lecturas podría hacer su sensibilidad modificada por el sufrimiento humano, por la locura autodestructiva o por la pura mala suerte que empuja a los hombres hacia la mala salud! El nacimiento, la muerte y, entre ambos, la fragilidad. Ascensión y caída: tal era la materia del médico, como la sustancia de la literatura. Estaba pensando en la novela decimonónica. Gran tolerancia y una visión amplia, un corazón bueno y discreto y un juicio frío; su doctor modélico sería sensible a las pautas monstruosas del destino y a la vana y cómica negación de lo inevitable; tomaría el pulso debilitado, auscultaría el estertor postrero, palparía la mano que comienza a enfriarse y meditaría, a la manera en que sólo la religión y la literatura enseñan, sobre la pequeñez y la nobleza de la humanidad… 15.
En algún momento a lo largo de su obra Expiación15 dedica la siguiente descripción de la formación de enfermeras y del ambiente en que se producía esta formación:
Además, las enfermeras estudiantes compartían la inquietud constante y omnipresente de no cometer errores. Todas temían a sor Majorie Drummond, su exigua sonrisa amenazadora y la suavidad de sus modales antes de estallar en cólera. Briony sabía que en los últimos tiempos había acumulado un rosario de errores. Cuatro días antes, no obstante, las cuidadosas instrucciones impartidas, una paciente a su cargo se había tragado unas gárgaras de ácido carbólico –de un trago, como una pinta de Guinness, según el camillero que presenció la escena– y vomitó violentamente encima de las mantas15.
Por otra parte, contrasta la relación de las enfermeras con los enfermos a los que está prohibido revelar su verdadero nombre: «Bajo ninguna circunstancia, una enfermera debía revelar a un paciente su nombre de pila»15.
Un aspecto que sorprende es la consideración de los enfermos que pone en boca de uno de los personajes, teniendo en cuenta que se desarrolla en tiempos recientes: «Los enfermos graves y los perturbados son de otra especie, una especie inferior. Nadie me convencerá de lo contrario»29. Esta consideración es inadmisible en los tiempos actuales, aunque no dista mucho del desprecio al pobre que conocemos bajo la denominación de aporafobia.
McEwan dedica algún comentario al trabajo en urgencias en su novela Sábado22 después de las descripciones de una actuación profesional del neurocirujano protagonista de la novela:
Que Henry recuerde, trabajar en la sección de accidentes y urgencias es una lección de misantropía. Antes toleraban tanto las agresiones como a los vagabundos, que hasta tenían su rinconcito en esta sección. Pero en los últimos años ha cambiado lo que ahora denominan la «cultura». El personal médico se ha hartado. Quiere protección. Los borrachos y los vocingleros son expulsados a la acera por hombres que han trabajado de gorilas y conocen su oficio. Es otra cosa importada de Estados Unidos, y no es mala: tolerancia cero. Pero siempre existe el peligro de rechazar a un paciente auténtico; las heridas en la cabeza, así como los casos de sepsis y de hipoglucemia, pueden confundirse con una embriaguez22.
Por último, no faltan las alusiones a los errores médicos. En un caso se refiere a un error diagnóstico: «Una amiga a quien le diagnosticaron erróneamente una enfermedad en estado terminal me contó una vez la soledad que había sentido al salir de la consulta del médico. La compasión de los amigos no hacía sino marcarla con un destino diferente». En otro caso, se refiere a un posible error quirúrgico o al error administrativo de confundir la historia clínica:
Con poco más de veinte años, Clarissa quedó incapacitada para tener hijos por una operación quirúrgica de rutina. Ella creía que habían confundido su historial clínico con el de otra mujer, pero eso era imposible de demostrar, y un largo proceso judicial zozobró entre aplazamientos y obstrucciones. Poco a poco logró enterrar la tristeza y rehacer su vida, ocupándose de que no le faltara compañía infantil12.
Como decíamos al comienzo del epígrafe, no elude el novelista algunos problemas éticos relacionados con la medicina. Antes bien los busca y con ellos vertebra la novela La ley del menor19 en la que Fiona, una jueza del tribunal de menores, ha de resolver situaciones conflictivas de base ética provocadas por situaciones sanitarias que Ian McEwan aprovecha para plantear y resolver cuestiones de relevancia social que ocurren con alguna frecuencia y que tienen un indudable poder literario por tratarse de situaciones límites: la separación de dos hermanos siameses en un caso, y el tratamiento en un joven testigo de Jehová enfermo de leucemia en otro.
Uno de los casos trata de dos hermanos siameses unidos por la pelvis:
Mark era un lactante normal, se alimentaba y respiraba por los dos, hacía «todo el trabajo» y por lo tanto estaba anormalmente flaco. Sin nada que hacer, Matthew ganaba peso. Sin ninguna asistencia, el corazón de Mark tarde o temprano desfallecería por culpa del esfuerzo y los dos hermanos morirían. Matthew tenía pocas posibilidades de vivir más de seis meses. Cuando muriera se llevaría a su hermano consigo. Un hospital londinense estaba solicitando urgentemente permiso para separar a los gemelos y salvar a Mark, que tenía el potencial de ser un niño normal y saludable. Para hacerlo, los cirujanos tendrían que pinzar y a continuación cortar la aorta compartida, matando de este modo a Matthew. Y después iniciar una compleja serie de procedimientos de reconstrucción con Mark. Sus amantes padres, católicos fervientes que vivían en un pueblo de la costa norte de Jamaica, serenos en sus creencias, se negaban a aprobar el asesinato. Dios daba la vida y sólo Dios podía quitarla19.
Los cirujanos, luchando contra creencias sobrenaturales, insisten en la necesidad de separar a los niños para salvar la vida de uno de ellos porque se muestran partidarios de la siguiente ecuación moral: «Un niño salvado era mejor que dos muertos». La jueza, en su proceso reflexivo, constata que «Separar a los siameses supondría matar a Matthew. No separarlos equivaldría, por omisión, a matar a los dos. El espacio jurídico y moral era estrecho y la cuestión debía exponerse como una elección del mal menor». Finalmente, aislándose de presiones familiares y religiosas, la jueza
Encontró la solución en la doctrina de la necesidad, una idea establecida en el derecho consuetudinario en virtud de la cual, en determinadas circunstancias limitadas, era permisible violar la ley penal para evitar un mal mayor. (…) Por lo que respecta a la cuestión trascendental de la intencionalidad, el objetivo de la cirugía no era matar a Matthew sino salvar a Mark. Matthew, absolutamente desvalido, estaba matando a Mark y había que autorizar a los médicos a acudir en defensa de Mark eliminado una amenaza mortal. Matthew fallecería después de la separación, pero no a causa de un homicidio voluntario, sino porque era incapaz de sobrevivir por sí solo19.
El siguiente dilema moral que se plantea a la jueza es la transfusión de sangre en un enfermo con leucemia que profesa la religión de los testigos de Jehová al que
El hospital desea tratarle de la manera habitual con cuatro fármacos, un procedimiento terapéutico universalmente reconocido y practicado por los hematólogos. (…) Dos de las cuatro medicinas trataban directamente las células de la leucemia, mientras que las otras dos afectaban grandes zonas a su paso, en especial la médula, afectando de este modo el sistema inmunológico y su capacidad de producir glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas. En consecuencia, lo habitual era realizar transfusiones durante el tratamiento. En este caso, sin embargo, al hospital le impedían hacerlas. Adam y sus padres eran testigos de Jehová y era contrario a su fe admitir productos sanguíneos en su cuerpo. Exceptuando esto, el chico y sus padres accedían a cualquier otro tratamiento que el hospital pudiera dispensarle19.
De la evolución de la gravedad del caso da cuenta el valor decreciente de las cifras de hemoglobina: «Cuando el chico ingresó, el cómputo de hemoglobina era de 8,3 gramos por decilitro. Lo normal era alrededor de 12,5. Había disminuido continuamente. Hacía tres días era 6,4, Esta mañana, 4,5 gramos. Si llega a 3, el paciente correría un peligro extremo», que le llevaría a sufrir una muerte horrible.
Reflexiona la jueza que, primero al joven le faltaban 3 meses para cumplir los 18 años, que era muy inteligente y comprendía las consecuencias de su decisión, por tanto, sus decisiones valían tanto como las de un adulto. Segundo, negarse a recibir un tratamiento era un derecho humano fundamental y un tribunal, por consiguiente, debería ser reacio a intervenir. En tercer lugar, su fe religiosa era genuina y debía respetarse. No obstante, lo anterior, la jueza tira de jurisprudencia y estima que «El bienestar del menor debe prevalecer» y entiende por bienestar no sólo el «estado de salud» sino también los «intereses». Pero también que «Es un derecho fundamental de los adultos rechazar un tratamiento médico. Medicar a un adulto contra su voluntad es cometer un delito de agresión». Pero a Adam le faltan 3 meses para la mayoría de edad y decide concederle esos meses porque si se recupera bien, el bienestar se lo procuraran sus intereses, los motivos y cosas que le interesan: «El amor a la poesía, la pasión por el violín, el ejercicio de su aguda inteligencia, las manifestaciones de su carácter jovial, y toda la vida y el amor que tienen por delante».
Y recrimina al propio enfermo, a sus padres y a los ancianos de la Iglesia el hecho de haber «Tomado una decisión hostil al bienestar del enfermo que tiene que ser protegido (por el tribunal) de su religión y de sí mismo». Y refrenda con un «A mi juicio, su vida es más preciosa que su dignidad». En el curso de una recidiva, «Se negó a permitir que le hicieran una transfusión. Lo decidió él. Tenía dieciocho años y nadie pudo hacer nada. Se negó y los pulmones se le llenaron de sangre y murió19».
Aspectos sociales
Son escasas las alusiones a los aspectos sociales en general si excluimos que una novela es un texto narrativo que describe o recrea circunstancias sociales relacionadas con la sociología de la medicina y los aspectos sociales de la enfermedad. Por otra parte, pueden identificarse algunos aspectos sociales relevantes que afectan a características concretas de la sociedad del momento que se describe en la novela y de la consideración otorgada a la homosexualidad. Así, se alude a las limitaciones que impone la enfermedad en las expectativas vitales y los proyectos de vida: «La enfermedad le había impedido dar a sus hijos todo lo que una madre debiera darles»15.
Incluimos en este apartado una serie de consideraciones sobre la vejez por la relación de patologías asociadas a la edad que convierte a la senectud en un problema socio-sanitario más que un problema exclusivamente médico. Las patologías crónicas asociadas a la edad han planteado una serie de problemas de gestión sanitaria además de conflictos económicos y políticos por la magnitud, calidad y diversidad de las situaciones planteadas. La cuestión no es nueva; antes bien, fue planteada por Francis Fukuyama en su ya clásico libro El fin del hombre38 y amenaza con la viabilidad de los sistemas universales de salud, razón por la que desde hace tiempo se plantea la pregunta de si son necesarios recortes en la oferta sanitaria pública para asegurar la pervivencia del sistema.
McEwan, en su obra Máquinas como yo20 deja algunas pinceladas sobre la vejez en las que alude a las alteraciones de memoria: «Admitió que se había habituado a entender mal las cosas. Este, nos dijo, era uno más de los ejemplos menos memorables del largo crepúsculo del envejecimiento». Alude también a patologías multiorgánicas entre las que describe una enfermedad autoinmune:
Cuando su cuerpo se volvió contra sí mismo, su primera dolencia fue la PTI (Púrpura trombocitopénica inmune). (…) Luego le aparecieron unas manchas negras en la lengua […] Su mente seguía acerada. Era su cuerpo el que se había vuelto en su contra, en contra de sí mismo, con la ferocidad de una guerra civil. Cuánto le dolía al escritor comer, tragar, hablar… su sistema inmune le estaba fallando y lo estaba dejando postrado20.
A esta enfermedad se van sumando otras:
Y eso no era todo. También había expulsado un gran cálculo renal; tan doloroso, pensaba, como un parto. Se rompió la cadera al caer en el baño. La piel le picaba de forma insoportable. Tenía gota en las articulaciones de ambos pulgares. La lectura, su pasión, le resultaba dificultosa a causa de las cataratas que le nublaban la visión. Iba a operárselas, pero odiaba que le hurgaran en los ojos. Quizá lo afligían también otros achaques demasiado humillantes para confesarlos.
Otros aspectos relevantes de la vejez que quedan reflejados son la soledad: «Maxfiel estaba solo, y dependía de la atención médica domiciliaria y de su hija, que vivía a ciento cincuenta kilómetros de distancia», y la precariedad de los cuidados: «Dos hijos varones de otro matrimonio iban a veces a verle desde Londres, y le llevaban vino, queso, biografías, el último reloj-ordenador de pulsera. Pero en lo relativo al cuidado íntimo de su progenitor eran más bien melindrosos»20. Este último párrafo está alineado con el pensamiento sobre la necesidad de que los cuidados pasen del ámbito estrictamente familiar al ámbito social39.
También alude McEwan al dolor, otro clásico de la cronificación de las enfermedades que, en el caso que describe, alcanza niveles elevados: «Maxfield le había dicho con tristeza que la gota de los pulgares era una bendición. El dolor era tan atroz y localizado que todos sus demás padecimientos se habían desdibujado»20. Tanto, que en algún momento se plantea la muerte, aunque el autor es consciente de la complejidad de terminar con el sufrimiento e incluso de lo absurdo de algunos pensamientos al respecto: «Desde cierto punto de vista, la única solución para el sufrimiento sería la completa extinción de la especie humana. (…) Se ha dicho que matando a todo el mundo se curaría el cáncer. El utilitarismo puede ser lógicamente absurdo»20.
La existencia de coberturas sociales como la atención al desempleo, queda reflejada en el siguiente texto de la novela:
A pesar de las crisis y los estados de emergencia, eran buenos años para estar en el paro. Sin hacer demasiadas preguntas impertinentes, el Estado pagaba el alquiler y concedía una pensión semanal a artistas, actores sin trabajo, músicos, místicos y terapeutas, y a una red de ciudadanos para los que fumar cannabis y hablar de ello era una profesión apasionante, hasta una vocación. La dádiva semanal la defendían ferozmente como un derecho arduamente conquistado, aunque todo el mundo, incluida Lucy, sabía en su fuero interno que no había sido creada para mantener a las clases medias en aquel ocio lúdico12.
Por otra parte, el protagonista de Cáscara de nuez16, un embrión en desarrollo se muestra satisfecho de nacer en una sociedad avanzada porque «Heredaré unas condiciones de modernidad (higiene, vacaciones, anestesia, lámparas de lectura, naranjas en invierno) y residiré en un rincón privilegiado del planeta: la Europa occidental, bien alimentada, libre de plagas».
Por último, en la obra Máquinas como yo20 recrea las diatribas en torno a la homosexualidad de Alan Turing, que terminó suicidándose. Pone en boca del propio Alan Turing el siguiente texto:
La opinión convencional era que la homosexualidad era un delito repugnante, una perversión de todo lo que era bueno y una amenaza contra el orden social. Pero en ciertos círculos ilustrados, científicamente objetivos, era una enfermedad, y a quieres la padecían no debía culpárseles. Por fortuna, tenía cura. Me dijeron que, si me declaraba o me declaraban culpable, podría someterme a un tratamiento en lugar de recibir una sanción penal. Inyecciones periódicas de estrógenos. La llamada castración química. Yo sabía que no estaba enfermo, pero decidí someterme a ella. No solo para no ir a la cárcel. Sentía curiosidad. Podría estar por encima de todo aquello tomándolo como un experimento. ¿Qué podría hacer al cuerpo y a la mente un complejo compuesto químico como una hormona? Haría mis propias observaciones. (…) Entonces, mi buen amigo Nick Furbank, empezó a hacerme cambiar de opinión. Eran soluciones superficiales, decía. No se conocían suficientemente los efectos. Podías contraer un cáncer. Tu cuerpo cambiaría radicalmente. Te podrían crecer mamas. Podrías caer en una depresión profunda. Yo escuchaba, y me resistía, pero al final cambié de opinión. Me declaré culpable para evitar el juicio y rechacé el tratamiento20.
Investigación científica
En la novelística de Ian McEwan surgen con frecuencia alusiones a la ciencia, a diferentes perfiles científicos y a las contribuciones de las ciencias a la sociedad y al avance de la medicina. En este apartado incluimos una breve selección de textos tomados de las novelas del autor.
En Niños en el tiempo33, Julie, profesora de física teórica, afea a Charles, autor de libros de literatura y de pedagogía infantiles, su desconocimiento de la ciencia y lo tacha de cerdo ignorante y antepone las transformaciones generadas por los físicos del siglo XX a las llevadas a cabo por revolucionarios científicos y/o sociales como Lutero, Copérnico, Darwin, Marx, o Freud:
Ninguno de ellos ha reinventado el mundo y nuestra posición en él de forma tan radical y paradójica como lo han hecho los físicos de este siglo […]. Ellos hubieran saqueado esa nueva ciencia en busca de imágenes. Y también hubieran educado al público. Pero vosotros, los del «arte», no sólo ignoráis todas esas cosas magníficas, sino que os enorgullecéis de no saber nada. Por lo que veo, pensáis que cualquier moda local y pasajera como la modernidad –¡la modernidad! – es la maravilla intelectual de nuestro tiempo. ¡Qué patético!33.
Queda patente en este párrafo la dicotomía entre ciencias y humanidades a las que le queda un largo camino por recorrer para convertirse en visiones complementarias en los mismos problemas. El nuevo humanismo, sin duda integrará la ciencia en su discurso y los científicos devendrán en divulgadores contextualizadores del nuevo conocimiento que, por otra parte, cada vez es más transformador de la sociedad y de todas sus estructuras de gestión y gobierno. Y estará cada vez más cerca de ofrecer explicaciones globales y universales del mundo y para todas las facetas de la vida.
También ha dejado algún pensamiento sobre prácticas poco éticas en investigación científica en su novela Los perros negros18: «El trabajo de laboratorio te enseña mejor que nada lo fácil que es distorsionar un resultado para que se ajuste a una teoría. Ni siquiera es cuestión de falta de honestidad. Está en nuestra naturaleza, nuestro deseo permea nuestras percepciones». Esta alusión a la ética científica puede ser corroborada por una amplia bibliografía que se hace eco de conductas poco éticas de la vida en el laboratorio de investigación que, como vemos en esta novela, ha trascendido a otros medios40. El propio Ian McEwan, en su novela Solar21, dibuja un personaje falto de ética científica: se aprovecha de la investigación de un estudiante de posgrado de su Instituto de la energía para desarrollar aplicaciones industriales de explotación de energía solar lo que supone incurrir en varios errores de mala praxis: 1. Apropiación de ideas ajenas; 2. Patente ilícitas, 3. Robo de conocimiento al instituto con el que el estudiante tiene contrato vigente; además de los problemas legales que se derivan de ello.
El desarrollo tecnológico y de la inteligencia artificial en la novelística de Ian McEwan alcanza su cima en la obra Máquinas como yo20, en la que plantea una distopía ambientada en los años 80 del Siglo XX y se hace eco de la existencia comercial de humanoides-máquina; es decir, de robots a los que le han cargado toda la información disponible, algoritmos de toma de decisiones, capacidad de aprender a través de inteligencia artificial y carácter moldeable por los propietarios. Lo intrigante del asunto es que algunos de los especímenes consiguen eludir el control externo por el propietario, adquieren consciencia ciudadana, toman decisiones morales, e incluso se «suicidan». Naturalmente, se mantiene la dicotomía entre hombres (a los que llama Adanes) y mujeres (a las que llama Evas).
La obra, que está planteada con una clara ambientación post y transhumanista. Algunos de los aspectos que se tratan en la novela pueden asociarse a la teoría (y práctica) de lo que se ha venido en llamar transhumanismo o intervenciones de mejora en la especie humana41 y algunas de sus consecuencias. Escribe McEwan que
La mente que un día se había rebelado contra los dioses estaba a punto de destronarse a sí mismo por obra de su propio y fabuloso alcance. Dicho de forma abreviada, diseñaríamos una máquina un poco más inteligente que nosotros, y dejaríamos que esa máquina inventara otra que escaparía a nuestra comprensión. ¿Qué necesidad habría de nosotros, entonces?.
E indica que «El propio Alan Turing había dicho y escrito a menudo en su juventud que cuando no pudiéramos ver la diferencia de conducta entre máquinas y personas sería el momento de otorgar humanidad a las máquinas»20.
Y, como consecuencia de lo anterior, plantea un futuro incierto para la especie humana:
Nosotros los humanos tal vez nos convertiríamos en esclavos en un tiempo vacío, sin meta alguna. ¿Y entonces? ¿Se daría un renacimiento general, una liberación en el amor, la amistad y la filosofía, el arte y la ciencia, la adoración de la naturaleza, los deportes y los hobbies, la invención y la búsqueda de sentido? Pero los esparcimientos refinados no serían para todo el mundo. El crimen violento tendría también sus atractivos, al igual que las artes marciales mixtas a puño desnudo, la pornografía virtual, el juego, la bebida y las drogas, e incluso el aburrimiento y la depresión. No tendríamos el control de nuestras opciones.