SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.75 número3Desarrollo de solución inyectable de ribavirina en el Centro Militar de Farmacia de la Defensa como tratamiento de urgencia frente a agentes víricos altamente infecciosos. Cobertura de una laguna terapéuticaEvaluación positiva de medicamentos: marzo, abril y mayo 2019 índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Em processo de indexaçãoCitado por Google
  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO
  • Em processo de indexaçãoSimilares em Google

Compartilhar


Sanidad Militar

versão impressa ISSN 1887-8571

Sanid. Mil. vol.75 no.3 Madrid Jul./Set. 2019  Epub 20-Jan-2020

https://dx.doi.org/10.4321/s1887-85712019000300004 

REVISIÓN

¿Es la simulación de trastorno mental en militares un diagnóstico estereotipado?

M. García Silgo1 

1Capitán Psicólogo. Doctora en Psicología. Inspección General de Sanidad de la Defensa (España).

RESUMEN

Desde el comienzo de la cultura occidental, la simulación de problemas mentales es descrita como un método empleado para evitar el reclutamiento militar o escapar de la guerra. Durante siglos, la asociación simulación- militar ha permanecido unida llegando a crearse, en el siglo XX, un criterio específico en los principales manuales de clasificación psiquiátrica, a pesar de que nunca hubo pruebas objetivas con las que argumentar que los militares fueran más sospechosos que otros profesionales. ¿Se ha estereotipado el diagnóstico de simulación en los militares?

Objetivo:

Reflexionar sobre si la clasificación actual de simulación de trastorno mental, que incluye el criterio específico de ser militar, se corresponde con datos empíricos.

Método:

Tras las búsquedas bibliográficas, se analizó la evolución histórica del concepto, la metodología de su detección, las consecuencias que sufren los militares cuando se les etiqueta como simuladores y los estudios de prevalencia.

Resultados:

Los contextos militares no presentan grandes tasas de simulación en la actualidad. Parece que el estereotipo simulador- militar permanece todavía en la perspectiva forense.

Conclusión:

No hay justificación empírica para incluir un criterio de sospecha de simulación específico para los militares en los manuales de diagnóstico psiquiátrico. Sin embargo, este criterio contribuye a estigmatizar a los militares que presentan problemas psicológicos reales y promueve la disimulación de psicopatología real. Se espera que esta reflexión sirva para ayudar a incluir factores psicosociales en el modelo biológico de la simulación, luchar contra el doble estigma asociado a los problemas mentales en militares, dignificar los problemas de salud invisibles sufridos por los soldados en las guerras y devolver el honor a los que fueron condenados o ejecutados en el pasado por padecer trastornos mentales.

PALABRAS CLAVE: Simulación; doble estigma; diagnóstico de trastorno mental; militar; disimulación

INTRODUCCIÓN

La simulación de enfermedad mental es un fenómeno que aparece a lo largo de la historia, dándose en todas las esferas sociales. La Biblia narra un caso de locura simulada en el Libro I de Samuel (21:14, Biblia de Jerusalén) y hay documentos que recogen casos de simulación de problemas mentales con fines políticos y de medro personal ya desde la Atenas y Roma antiguas1,2. Sin embargo, es en los contextos militares donde la simulación de enfermedad quedó más asociada, a pesar de que nunca hubo pruebas objetivas de detección de simulación de problemas mentales ni estudios de prevalencia que confirmaran lo que parecía ser una verdad para todos. Desde el origen de la cultura occidental hasta nuestros días, la simulación es descrita como un método constante entre los soldados para evitar el reclutamiento militar o escapar de la guerra. Son múltiples las referencias históricas, empezando por la célebre locura simulada de Ulises para no ir a la Guerra de Troya3 o los comentarios en el Tratado de los Aires, de las Aguas y de los Lugares de Hipócrates2. Incluso la etimología de malingering (simulación de enfermedad) es originaria de los contextos militares4 y, todavía, los propios manuales de clasificación psiquiátrica incluyen la condición de ser militar entre los criterios de sospecha de simulación.

Esta asociación simulación- militar, se produjo de manera natural como consecuencia de un conjunto de factores. En primer lugar, hay un pasado bélico intrínseco a la historia de la humanidad que no se puede negar, sobre todo hasta la Larga Paz5 y la Nueva Paz6. Debido a este pasado, los ejércitos necesitaban reclutar a miles o millones de hombres para su fin y, el fin, consistía, no pocas veces, en morir. De tal modo que, la simulación se asoció a la milicia de manera intuitiva, pues se daba por hecho que sería empleada por muchos. Ayudó a ello, el hecho de que los expertos del pasado clasificaran a los soldados bajo la dificultad que acompaña al diagnóstico de problemas «invisibles», sin contar con pruebas objetivas y, como señalan Vautier, Andruetan, Clervoy y Payen7 estando sometidos al conflicto de rol por la presión que ejercía la cadena de mando.

En segundo lugar, los Gobiernos tenían interés explícito en que los problemas psicológicos causados por las guerras se clasificaran como simulación8, por ser esta sinónimo de cobardía o deslealtad9-12 ya que esta solución era mejor que tener que indemnizar y, además, siempre podían encontrar profesionales con prestigio que defendieran esta opción como, por ejemplo, el neurólogo Gordon Holmes13, los médicos que formaron parte del Comité de Investigación de Southborough13 o Sir John Collie14,15. En tercer lugar, la cultura militar tiene arraigados estereotipos sobre la masculinidad16-19, la fortaleza, el honor o la lealtad, que importan, incluso, a nivel nacional17,20 y que son incompatibles con los problemas mentales -reales o simulados- generando, así, un doble estigma: el asociado al propio problema mental21,22 y el asociado a la sospecha de simulación23-25. Este doble estigma condujo a que, ante la ausencia de pruebas objetivas y la imposibilidad de encontrar daño orgánico en los problemas psicológicos, resultara fácil clasificarlos como débiles, cobardes, desleales o simuladores, pues todos estos términos se percibían como actos voluntarios e intencionados de evitación del deber. En último lugar, la exclusión de la perspectiva psicosocial de la comprensión de los problemas mentales26 y la inclusión de los problemas psicosociales en la categoría de enfermedad física27-30 no ayudó a que el debate de la simulación fuera multidisciplinar e integrara factores no médicos.

Así, la hipótesis de la simulación en militares -que nació sesgada por la dificultad asociada al diagnóstico de problemas invisibles, el conflicto de rol en la toma de decisiones, los estereotipos, el doble estigma, la visión biológica de los trastornos mentales y los intereses de los Gobiernos y algunos profesionales- acabó refrendándose por no pocos expertos31-36 y por los propios manuales de diagnóstico psiquiátrico37-41. También hay excepciones, como la denuncia de Sigmund Freud ante la Comisión para la existencia de felonías de guerra constituida al final de la I Guerra Mundial42 o las reflexiones de algunos autores7,8,13,15,43-45.

Parece necesario, por tanto, explorar la simulación de trastorno mental en militares, con el fin de: dignificar los problemas de salud invisibles sufridos por los militares en las guerras; reconocer el honor de miles de soldados estigmatizados, condenados o ejecutados en el pasado por padecer trastornos mentales reales; luchar contra el doble estigma asociado a los problemas mentales en contextos militares; prevenir la disimulación de psicopatología a la que los militares pueden recurrir para huir de la estigmatización; e incluir factores no médicos en el modelo biológico de los problemas mentales -en línea con Wade y Halligan46- y de la simulación -como proponen Bass y Halligan47-.

MÉTODO

Se realizaron búsquedas bibliográficas con las palabras clave «malingering AND (military OR soldier OR veteran)» en las bases de datos científicas más importantes. Los años de búsqueda se comprendieron entre 1847 y 2018. Los resultados fueron de 134 publicaciones en PsycINFO, 109 en MEDLINE, 7 en la Colección de psicología y ciencias del comportamiento y 7 en PsyCARTICLES. Se seleccionaron aquellos trabajos que mostraran aportes significativos y datos empíricos acerca de la historia de la simulación, la detección de simulación y la prevalencia de simulación.

RESULTADOS

La detección de simulación de enfermedad en los ejércitos

Ninguna otra organización como los ejércitos, necesitó nunca movilizar a grupos tan numerosos de hombres para fines tan sangrientos. Por eso, la historia de la detección de simulación tiene su origen en las guerras del pasado. Los médicos militares siempre se encontraron con el problema de discriminar entre los que dar de baja por padecer enfermedades reales y los que mantener en activo por fingirlas. En la Edad Antigua, Galeno desarrolló el primer tratado de enfermedades simuladas basándose en las observaciones a esclavos, en donde enumeró las simulaciones más frecuentes en su tiempo y dio reglas para diferenciar los dolores reales de los fingidos2. Durante la Edad Media, la decisión sobre los que fingían para no ser reclutados residía en la Iglesia, mientras que, en la Edad Moderna, dicha decisión se profesionaliza en la figura del médico y se tecnifica mediante el desarrollo de guías de detección de simulación. Los autores de esta época dedicaron grandes esfuerzos a la detección simulación de enfermedades, estudiaron el papel que le estaba reservado al médico en el descubrimiento del fraude, expusieron preceptos generales para descubrirlo y analizaron las enfermedades que solían fingirse. Los autores más destacados de esta época fueron Ambrosio Paré -considerado el padre de la sanidad militar-, Paolo Zacchias -padre de la medicina forense- o, en España, Cristóbal Pérez de Herrera.

En la Edad Moderna, por tanto, la evaluación psicofísica de los militares se realiza de forma más objetiva apareciendo, no solo las primeras guías exhaustivas de detección de simulación sino, también, el concepto de informe pericial, los primeros tribunales de expertos y la metodología observacional. En el siglo XVII se realiza la primera pericia militar psiquiátrica48 y, en el XVIII, Dominique Larrey -médico conocido por introducir los principios de la sanidad militar moderna- solicita crear un comité de expertos para estudiar los casos que (en el ejército de Napoleón) se habían clasificado como automutilaciones voluntarias, determinando, dicho tribunal, que las mutilaciones se debían a la inexperiencia de los reclutas, lo que llevó a exonerar a 3000 soldados de la ejecución7. También se ordenaba en esos años, el ingreso de los «locos» en centros específicos u hospitalarios para observarlos durante varias semanas e incluso meses, lo que tenía una intención evidente de detectar simuladores48.

En la Edad Contemporánea, esta metodología se afianzó y generalizó. Siguieron redactándose guías, como las de1: Belloc, Stier, Golbert, Marc, Fodere, Souville, Borie, Fallot, Kirchoff, Marshall, Devergié, Orfila, Taylor o Bernard. En España, según Lozano et al.49, la obra más completa fue la de Díaz Alcrudo de 1850, aunque hubo numerosos autores destacados, como Merino Delgado50, Arguello51 o Slocker52 -médico militar cuyo tratado de las enfermedades simuladas sirvió de guía a los médicos militares españoles de su época y posteriores2-. La primera guía sistemática en inglés redactada para el contexto militar fue la de Hector Gavin53, que recibió el premio Professor of Military Surgery de la Universidad de Edimburgo en abril de 183554. Por su parte, la metodología observacional empleada en la Edad Moderna, continuó empleándose en la Contemporánea. El Reglamento de Hospitales Militares en España de 1884 especificaba que los «dementes» debían ser atendidos en departamentos específicos donde pudieran ser observados sus actos y el fingimiento o verdad de sus trastornos55. En el siglo XX los soldados sospechosos de simular siguieron siendo ingresados para ser observados, por ejemplo, los de la Gran Guerra56, los de la Guerra Civil española2 o los de la II Guerra Mundial57. De este modo, la precisión en la detección se mejoró en las guerras del momento, como en la Guerra Civil americana58 o en la I Guerra Mundial en el frente británico45.

Hacia la II Guerra Mundial, destacan las publicaciones de simulación de problemas mentales en militares, caracterizadas por clasificar los distintos tipos de simulación, compararla con los cuadros psicopatológicos descritos en esos años y dar consejos o claves para su detección y diagnóstico59-68. En estos años, se empezaron a desarrollar otras técnicas de detección. Algunas, demostraron una dudosa eficacia, como el Test de Rorschach35,69, los electroencefalogramas69 o el uso drogas24,70-72 -técnica ya utilizada a mediados del siglo XIX43-. Mientras tanto, la psicología científica recogió mejores resultados. Hunt y Older65 señalaron la posibilidad de emplear un examen psicométrico con fiabilidad estadística para comparar a simuladores con débiles mentales. Por su parte, Meehl y Hathaway73, convencidos de la necesidad de diferenciar entre simuladores y disimuladores, introdujeron varios métodos de detección en el Minnesota Multiphasic Personality Inventory74. Además, distintos autores comenzaron a evaluar la sospecha de simulación en investigaciones controladas con indicadores objetivos65,75-78. En los años posteriores, se consolidaron las tres áreas fundamentales de investigación en detección de simulación: Los índices de detección, los diseños de validación y la metodología estadística79.

Los índices de detección se elaboraron empleando estrategias de inverosimilitud de los síntomas y de amplificación de los síntomas informados80. Por su parte, los diseños de validación en muestras controladas -controlled trial-, que se habían desarrollado a mediados del siglo XX, se afianzaron en los años 9081-85 y se consolidaron a principios del siglo XXI mediante el empleo de diseños específicos para la detección de simulación, como los grupos de análogos86-90 -analogue group-, los grupos de diagnóstico conocido91 -known groups-, las medidas autosuficientes84,92 -bootstrapping comparisons- o la prevalencia diferencial93 -differential prevalence-. Por último, la metodología estadística aplicada a la detección de simulación, se focalizó en tres tipos de análisis de datos79: la precisión clasificatoria mediante el análisis del área bajo la curva o curvas COR, las correlaciones con otros indicadores y el análisis de las diferencias estadísticamente significativas en los grupos mediante ANOVAs o MANOVAs incluyendo el tamaño del efecto.

En conclusión, se puede decir que el nivel de precisión en la detección de simulación de problemas mentales mejoró a partir de la Edad Moderna, perfeccionándose en la Contemporánea llegando, a finales del siglo XX y principios del XXI, al empleo de procedimientos empíricamente validados. Sin embargo, no hay que olvidar que estos no evitan cometer errores ni, tampoco, crear polémicas por usar la etiqueta de simulación (ver la controversia del Madigan Army Medical Center o la de Brannan contra Humphrey en: Weiss y Van Dell94).

Las consecuencias de ser sospechoso de simular cuando se es militar

Reflexionar sobre la simulación en militares requiere, necesariamente, incluir las consecuencias que tiene para ellos ser etiquetado como simulador. Porque con independencia de si los ejércitos eran voluntarios, o forzosos, o si había, o no, mejores métodos de detección de simulación, lo cierto es que los militares han recibido un trato desfavorable cuando -supuestamente- fingían -o sufrían problemas invisibles reales-, siendo una constante histórica que la simulación en militares ha sido perseguida y severamente castigada. Por ejemplo2, en Esparta, los soldados eran condenados con pena capital hasta que Charondas de Latania impuso penas de vergüenza pública, como exponerlos vestidos de mujer. Por su parte, Augusto los vendía como esclavos y, en los reinados de los emperadores Constantino, Valentín y Valentiniano, se les marcaba con hierro al rojo, sin perjuicio de ser utilizados después como soldados. Más adelante, en Las Cruzadas, se les colgaba de la ropa una rueca y un huso (por ser este un símbolo femenino). En la Edad Moderna, en concreto, en la España de 1730 a 1789, los llamados «vagos» eran encuadrados en regimientos de veteranos que enviaban después a Italia, norte de África o Indias95.

En cuanto al castigo más severo que se podía aplicar por simular -la ejecución-, empleado desde la Edad Antigua, siguió vigente en el ejército napoleónico7, en el frente británico de la Gran Guerra12,13, en las Fuerzas Armadas Unificadas de la Alemania Nazi11 o en el de los Estados Unidos10 de la II Guerra Mundial. Hace solo cuatro años (el 13 de enero de 2015), en los Estados Unidos, se ejecutó a un excombatiente de Vietnam por cometer un crimen en el año 1998 bajo la influencia de problemas mentales que, según Weiss y Van Dell94, se banalizaron y clasificaron como fingidos durante el juicio.

Las penas que reciben ahora los militares se basan, fundamentalmente, en la privación de libertad. En España, por ejemplo, simular enfermedad o lesión o provocársela a uno mismo o a otro con el objetivo de eximirse del servicio o del deber, son delitos contra los deberes del servicio (artículos 52 y 59 del Código Penal Militar; CPM). También se contempla en el CPM (art. 55) la simulación mediante falsedad documental (como entregar partes médicos falsificados o con fechas modificadas). El castigo mínimo es de seis meses a tres años y, el máximo, de cuatro a diez años, dependiendo de la situación nacional (tiempos de paz, conflicto armado, estado de sitio o circunstancias críticas). Otros delitos pueden estar relacionados con la simulación en militares, como por ejemplo el abandono de destino o residencia (Art. 56 CPM), la deserción (Art. 57 CPM) y el quebrantamiento especial del deber de presencia (Art. 58 CPM). En estos supuestos, la simulación aparecería con posterioridad al delito, bien para justificar la conducta delictiva, bien para evitar la pena de prisión.

El intento de suicidio también podría ser un delito, si su intención fuera evitar el servicio (artículo 59), porque se interpretaría como un acto de deslealtad. En los Estados Unidos, el Código Uniforme de Justicia Militar castiga la simulación y el intento de suicidio en el artículo 115. Además, cuando el intento de simulación (o suicidio) pudiera perjudicar el orden y la disciplina, la interpretación se haría desde el artículo 134. Un ejemplo de esto96, es el caso de un soldado estadounidense que había regresado hacía cuatro meses de Arabia Saudí, cuando fue desplegado de nuevo durante seis meses en Corea del Sur. El soldado intentó suicidarse ingiriendo veinte píldoras de Benadryl®. Su superior, preocupado por la moral de su batallón si a este soldado se le permitía «simplemente irse a su casa», consultó con la Justicia Militar y se presentaron cargos en su contra por el artículo 134, pero también por el artículo 115. El soldado fue encontrado ahorcado en su celda el día anterior al consejo de guerra.

El doble estigma

Ante la sospecha de simulación, existe otro castigo que no está regulado por la Justicia Militar pero sí por variables incluidas en la cultura y el clima organizacional de los ejércitos, como es el estigma (entendido según Crocker, Major & Steele,97 Goffman,98 Jones et al99 y Link y Phelan100) asociado a los problemas mentales reales (en línea con: Corrigan,101 Corrigan y Kleinlein,102 Mak, Poon, Pun y Cheung103 y Pascoe y Smart Richman104) o a los supuestamente simulados23,24,105,106 en contextos militares21,22,107,108. El temor a los efectos del estigma por suponer rechazo y un impacto negativo en la carrera militar se ha encontrado en militares israelíes109, alemanes106, norteamericanos21,22, británicos110 o canadienses111,112.

En la cultura militar, los problemas mentales son sinónimo de debilidad22,106,113 y de sospecha de simulación23,24,106 a partes iguales, incluso pueden llevar etiquetas peyorativas como94 gandul (shirker), vago (slacker), holgazán (idler), perezoso (layabout, dead-beat), descanso de oro (gold brick) o escoria114(scum). En España también se emplea el término «jeta» (que no tiene traducción al inglés). Un ejemplo de los efectos del estigma en militares en tiempos de guerra, es el episodio conocido como The slapping incident115 (El incidente de la bofetada), sucedido en la Campaña de Sicilia, en agosto de 1943, entre el General George S. Patton y dos soldados, Kuhl y Bennett. Durante la visita del General al 15º Hospital de Evacuación, le preguntó al soldado Kuhl qué heridas tenía, a lo que este respondió que tenía «nervios» más que heridas. Entonces, Patton le abofeteó, agarró por el cuello y arrastró por el suelo mientras le insultaba. Unos días más tarde sucedió algo parecido con el soldado Bennett en el 93º Hospital de Evacuación.

El doble estigma, por tanto, conduce a los militares con problemas psicológicos reales, a tener tanto miedo a ser percibido como simulador (vago, holgazán, escoria, jeta, ect.) como a ser percibido como débil, pues ambas etiquetas son igualmente peyorativas, al ir en contra de las principios morales de la cultura militar.

Aproximadamente el 60% de los militares que experimentan problemas mentales no buscan ayuda116, por lo que se verán obligados a disimular su trastorno -entendida la disimulación en línea con Baer, Rinaldo y Berry117 y Paulhus118-. Aunque la incidencia de la disimulación de psicopatología en el entorno castrense es desconocida, su uso es frecuente para evitar el estigma que acompaña al diagnóstico de trastorno mental con el correspondiente impacto negativo en la carrera119. A pesar de que algunos autores han llamado la atención sobre la importancia de contemplar la disimulación en militares36,65,66,68,119-121, todos los esfuerzos se dirigieron siempre a detectar simulación. Sin embargo, la disimulación también puede acarrear serias consecuencias negativas en el militar, su unidad, su familia, su entorno e, incluso, su país. Ejemplo de esto, es lo que sucedió el 11 de marzo de 2012 en Afganistán, cuando el suboficial Robert Bales asesinó a 16 civiles afganos e hirió a otros seis. Este hecho, conocido en los medios de comunicación como la Masacre de Kandahar, se ha explicado, entre otros, como un problema de disimulación y estigma122. Por tanto, el fenómeno de la disimulación provocado por el miedo al doble estigma, no debe quedar fuera del debate.

En conclusión, se podría decir que, en contraposición a las decisiones basadas en la evidencia científica, en el pasado se decidía bajo la influencia de los estereotipos y el estigma pues, como se está demostrado recientemente111,123, los profesionales de la salud no están exentos de estigma hacia los problemas mentales. Más aún cuando deciden bajo la presión de la cadena de mando7 ante la crisis de mano de obra por bajas en combate13,45 y, además, cuentan con el aval de profesionales reconocidos13-15. De tal modo que resultó relativamente fácil asociar los problemas psicológicos de los soldados a debilidad, cobardía o simulación9-12. En mayor o menor medida, este doble estigma perdura hoy en los ejércitos, al igual que el criterio de sospecha de simulación específico para los militares se mantiene todavía en los principales manuales de clasificación psiquiátrica y en la perspectiva forense.

Prevalencia de simulación de problemas mentales en militares

El estudio de la prevalencia de simulación es complejo y controvertido. Primero, porque los simuladores buscan activamente no ser detectados, lo que dificulta o imposibilita conocer su incidencia real124. Segundo, porque los criterios diagnósticos que definen la simulación han sido hace poco establecidos125 y aún así son demasiado limitados, no constituyendo un método confiable de detección de simulación al poder conducir fácilmente a crear falsos positivos126. Tercero, porque los clínicos son reacios a hacer informes favorables de simulación127 debido a que un gran número de diagnósticos deben ser descartados antes de diagnosticarla128, a que una clasificación errónea de simulación puede llevar a la estigmatización y a la subsecuente inhabilitación para recibir tratamientos adecuados25 y a que, al etiquetarlo como simulación, los clínicos se enfrentan a la posibilidad de ser demandados por difamación e incluso a ser agredidos físicamente129. Cuarto, porque la expectativa de encontrar este patrón es más común en el área forense que en el clínico, aunque esto no sea siempre cierto10,124,130-133, provocando que los profesionales que evalúan psicopatología en contextos no forenses no lo tengan en cuenta. Quinto, porque la simulación presenta una tasa variable en función del contexto que se analice131,134. Por último, porque se trata de un patrón de compleja evaluación que requiere de sus propios métodos y estrategias empíricamente validados, que no todos los profesionales que evalúan salud mental conocen.

Dicho lo anterior, es compresible la ausencia de datos empíricos de prevalencia de simulación en contextos militares o civiles. Aun así, y en contra del estereotipo, en no pocas ocasiones se ha señalado que la simulación en militares es poco frecuente. Por ejemplo, las supuestas automutilaciones con fines evitativos en soldados del ejército de Napoleón, en realidad, eran accidentes debidos a la inexperiencia7 y los problemas psicológicos que se consideraban fingidos eran, en realidad, verdaderos en soldados de la Unión Soviética135, de la I Guerra Mundial o periodo de entre guerras56,134-139, en la Guerra Civil española2, en soldados10 y marineros142 de los Estados Unidos en la II Guerra Mundial o en la de Vietnam143.

Estudios recientes en población militar reflejan esta misma realidad. Lande y Williams10 concluyen que, de las 28.065.568 visitas que hicieron los militares estadounidenses a los centros de salud, entre los años 2006 y 2011, solo 985 (0,004%) fueron casos de simulación. En otro estudio132 con militares en servicio activo de los Estados Unidos, que analizaba la incidencia de simulación en 15 años (de 1998 a 2012), se refleja una incidencia de 4,456 diagnósticos primarios (tasa anual de 2,08 casos por cada 10,000 militares) y 2,308 diagnósticos secundarios (tasa anual de 1,08 por 10.000 militares). De estos, solo 164 diagnósticos primarios (0,08 por 10.000) y 65 secundarios (0,03 por 10.000) -incluyendo también el trastorno facticio-, ocurrieron durante despliegues.

Desde el punto de vista de la Justicia Militar, el delito de simulación o inutilización voluntaria en militares españoles se registró en siete ocasiones, entre los años 2000 y 2016, de un total de 4.089 delitos militares144. Incluso cuando el servicio militar era obligatorio en España, por ejemplo, entre los años 1976 y 1986, se registraron 9 casos de un total de 6.286 delitos145. Por otra parte, desde el punto de vista de la Sanidad Militar, no se pueden extraer datos concluyentes porque los profesionales que evalúan la salud mental de los militares -incluso en contextos forenses- no lo hacen desde el ámbito jurídico146, por lo que es muy difícil que clasifiquen a un militar con el código de simulación de trastorno mental. Por ejemplo, en España, la Junta Médico Pericial Psiquiátrica (JMPP) -en donde se evalúa la veracidad, la causa y las consecuencias de los trastornos mentales de los militares-, determinó que, entre el año 2000 y 2018 hubo, aproximadamente (recuento manual), 400 militares de un total de 2040 que fueron clasificados como «útiles y aptos» (información facilitada por la JMPP). Por tanto, solo se conoce, por un lado, el número de militares que causan baja por un trastorno mental objetivamente demostrado y basado en pruebas y, por otro, los que, tras un periodo de baja médica, se recuperan para el servicio. Por lo que no hay registro alguno de simulación.

Hay estudios de prevalencia de simulación en países con un sistema de reclutamiento obligatorio indicando una tasa de entre el 5 y el 25%147. Por ejemplo, Vetter et al.91 encontraron una tasa del 4,72% en fases de reclutamiento en el ejército suizo en el año 2003 y Iancu et al.148 registraron una del 25% en soldados demandantes de servicios de salud del ejército israelí. Pero los instrumentos de medida empleados en ambos estudios tienen una baja especificidad y no cuentan con escalas fiables de detección de simulación. En particular, la escala PST (de SCL-90-R) se construye con el número de elementos superiores a cero, por lo que es una escala de exageración de síntomas múltiples. Pero exagerar no es equivalente a simular. De hecho, la exageración puede deberse a muchas razones, como la angustia hacia la evaluación en sí misma, la desconfianza hacia que si muestra la psicopatología real esto no será suficiente para requerir una baja médica o ayuda del especialista, o la desesperanza ante la circunstancia a la que están sometidos (conscripción obligatoria).

Por otra parte, los criterios de sospecha de simulación en los que se basaban los evaluadores de Iauncu et al.148 -inconsistencias, quejas extravagantes, exageración de los síntomas y ganancia secundaria-, aunque son los típicos indicios de sospecha empleados por los evaluadores, son indicios estereotipados. En contra de la intuición, diferentes autores han señalado que las mentiras no son fácilmente detectables por los evaluadores134,150-153 y, además, los indicios como la exageración o las inconsistencias no demuestran por sí mismo ni que haya simulación133,154,155 ni que no haya un trastorno genuino156.

Si bien, que el reclutamiento sea obligatorio o voluntario es una variable a considerar por los evaluadores, esto no debe conducir a crear más sospechosos en los ejércitos de reemplazo, pues este no sería un criterio de ayuda a la hora de tomar una decisión objetiva y justa, sin embargo, sí que podría conducir a tomar decisiones estereotipadas.

Consideraciones finales

Aunque se desconozca hasta qué punto los militares exageran157 o haya autores señalando una incidencia de simulación en militares muy baja y, además, se conozca que la tasa de simulación en diferentes contextos civiles es alta158-165, el criterio diagnóstico de ser militar sigue estando incluido en los principales manuales de clasificación psiquiátrica y, a la vez, no hay ninguna otra ocupación o profesión que sea percibida como sospechosa de simular.

A pesar de que los estudios de prevalencia en otros contextos señalan mayores tasas de simulación que en el militar, el criterio de ser militar sigue siendo motivo de sospecha en los manuales de diagnóstico ¿Es que los maestros, abogados, policías, bomberos, electricistas, camareros, etc. no son posibles simuladores como para incluir su ocupación entre los criterios de sospecha? ¿Porqué al militar sí? ¿A quién beneficiaba este criterio cuando se incluyó y porqué se sigue manteniendo? ¿Hay temor a eliminarlo? ¿Que relación hay entre, por un lado, la invención del Trastorno de Estrés Postraumático en la tercera edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (APA, 1980) junto con la inclusión, ese mismo año y en este mismo manual, del criterio de ser militar en el diagnóstico de simulación y, por otro lado, los veteranos de guerra de Vietnam de los Estados Unidos? ¿De verdad este criterio alentaría el derrotismo en tiempos de baja moral?

La simulación no está relacionada con la ocupación o profesión, sino con la complejidad del contexto biopsicosocial en el que se encuentre la persona. Mientras los criterios de sospecha de simulación se sigan basando en un modelo criminológico estereotipado y no en criterios empíricos, dichos criterios seguirán fomentando los estereotipos y el estigma, lo cual no ayuda a reducir el miedo al doble estigma en población militar, con el impacto negativo que ello conlleva.

Las decisiones judiciales sobre enfermedad mental han sido a veces criticadas por su simpleza, sin embargo, Finkel y Handel166 demostraron que la simpleza no residía en los jueces, sino en las pruebas médicas con las que éstos tenían que decidir. Incluso, ahora que los expertos cuentan con procedimientos empíricos de evaluación, el psicodiagnóstico sigue siendo una tarea delicada. Así, existen instrumentos de medida validados, hay cierto reconocimiento al estigma asociado a los problemas mentales e independencia entre el profesional de la salud mental y la cadena de mando, por lo que tan solo falta desarrollar y validar un modelo biopsicosocial de los problemas mentales y de su simulación, como han propuesto, respectivamente, Wade y Halligan46 o Bass y Halligan47. Este modelo sería suficientemente amplio como para diferenciar entre contextos e incluir un amplio abanico de variables psicosociales, en el que ninguna ocupación o profesión debería estar estereotipada.

BIBLIOGRAFÍA

1. Gisbert Calabuig JA. Medicina legal y toxicología. [Legal medicine and toxicology]. (6th ed. Reprint). Barcelona: Masson; 1998. [ Links ]

2. Vallejo Nájera, A. La Simulación de Enfermedad [The Simulation of Disease]. Barcelona: A. Núñez; 1939. [ Links ]

3. Glueck B. The malingerer: A clinical study. In Glueck, B. Criminal Science Monographs, No. 2, Studies in Forensic Psychiatry; 1916. p. 156-238. https://www.jstor.org/stable/1144338Links ]

4. Palmer, IP. Malingering, shirking, and self-inflicted injuries in the military. In PW Halligan, C Bass & DA Oakley (Eds.). Malingering and Illness Deception. New York: Oxford University Press; 2006. [ Links ]

5. Gaddis JL. The long peace: elements of stability in the postwar international system. International Security 1986; 10: 99-142. [ Links ]

6. Pinker S. The Better Angels of our Nature. New York, NY: Viking; 2011. [ Links ]

7. Vautier V, Andruetan Y, Clervoy P, Payen A. La notion de simulation des troubles psychiques dans les armées. Évolution des idées. Annales Médico-Psychologiques 2010; 168: 291-6. [ Links ]

8. Shively SB, Perl DP. Traumatic brain injury, shell shock, and posttraumatic stress disorder in the military: Past, present and future. J Head Trauma Rehabil 2012; 27, 3: 234-9. [ Links ]

9. Baganz CN, Strotz CM. So-called "Shell Shock": types, etiological factors and means for its prevention. Military Surgeon 1941; 88:282-6. [ Links ]

10. Lande RG, Williams LB. Prevalence and characteristics of military malingering. Mil Med 2013; 178(1): 50-4. [ Links ]

11. Shephard B. Pitiless psychology: the role of deterrence in British military psychiatry in the Second World War. Hist Psychiatry 1999; 10: 491-524. [ Links ]

12. Van der Kolk, BA. The history of trauma in psychiatry. In Friedman MJ, Keane TM & Resick PA (Eds.). Handbook of PTSD, science and practice. New York, The Guilford Press, 2010. [ Links ]

13. Jones E, Wessely S. Battle for the mind: World War 1 and the birth of military psychiatry. Lancet 2014; 384(995): 1708-14. doi: 10.1016/S0140-6736(14)61260-5 [ Links ]

14. Carden-Coyne A. The politics of wounds: Military patients and medical power in the First World War. Oxford, UK: Oxford University Press, 2014. [ Links ]

15. Jones E, Wessely S. Shell Shock to PTSD: Military psychiatry from 1900 to the Gulf War. New York: Psychology Press, Taylor & Francis; 2005. [ Links ]

16. Greenberg N, Langston V, Gould M. Culture: What is its effect on stress in the military? Mil Med 2007; 172(9): 931-5. [ Links ]

17. Jarvis C. If he comes home nervous: U.S.: World War II neuropsychiatric casualties and postwar masculinities. J Mens Stud 2009; 17(2): 97-115. [ Links ]

18. Keats PA. Soldiers working internationally: Impacts of masculinity, military culture, and operational stress on cross-cultural adaptation. Int J Adv Couns 2010; 32(4): 290-303. doi:http://0-dx.doi.org.cisne.sim.ucm.es/10.1007/s10447-010-9107-z [ Links ]

19. MacLean A, Kleykamp M. Coming home: Attitudes toward U.S. veterans returning from Iraq. Social Problems 2014; 61(1): 131-54. [ Links ]

20. Meyer J. Separating the men from the boys: Masculinity and maturity in understandings of shell shock in Britain. 20 Century Br Hist 2009;20(1):1-22. doi.org/10.1093/tcbh/hwn028 [ Links ]

21. Britt TW. The stigma of psychological problems in a work environment: Evidence from the screening of service members returning from Bosnia. J Appl Soc Psychol 2000;30(8): 1599-618. [ Links ]

22. Hoge CW, Castro CA, Messer SC, McGurk D, Cotting DI, Koffman RL. Combat duty in Iraq and Afghanistan, mental health problems, and barriers to care, N Engl J Med 2004; 351: 13-22. [ Links ]

23. Burnam MA, Meredith LS, Helmus TC, Burns RM, Cox RA, D’Amico E, et al. Systems of care: Challenges and opportunities to improve access to high-quality care. In Tanielian T, Jaycox LH. (Eds.): Invisible Wounds of War: Psychological and Cognitive Injuries, their Consequences, and Services to Assist Recovery. Santa Monica, CA: RAND Corporation; 2008. Retrieved from: http://www.rand.org/pubs/monographs/2008/RAND_MG720.pdf. [ Links ]

24. Campbell MM. Malingery in relation to psychopathy in military psychiatry. Northwest Medicine 1943;42: 349-354. [ Links ]

25. Kropp PR, Rogers R. Understanding malingering: motivation, method, and detection. In Lewis M, Saarni C. (Eds.), Lying and deception in everyday life (p. 201-216). New York: The Guilford Press; 1993. [ Links ]

26. Damasio AR. Descartes' Error: Emotion, Reason, and the Human Brain. New York: G.P. Putman; 1994. [ Links ]

27. Bentall RP. Doctoring the mind: Is our current treatment of mental illness really any good? New York, NY: New York University Press; 2009. [ Links ]

28. Lilienfeld SO. Public skepticism of psychology: Why many people perceive the study of human behavior as unscientific. Am Psychol 2012; 67(2): 111-129. http://dx.doi.org/10.1037/a0023963 [ Links ]

29. López E, Costa M. Revealing the secret of enimas: Non-Pathological clinical psychology. Papeles del psicólogo 2012; 33(3): 162-171. [ Links ]

30. López E, Costa M. Los problemas psicológicos no son enfermedades. Un análisis crítico radical de la ficción psicopatológica. Madrid: Pirámide; 2014. [ Links ]

31. Ballard SI, Miller HC. Neuropsychiatry at a Royal Air Force centre. BMJ 1944; 2:40-3. [ Links ]

32. Good R. Malingering. BMJ 1942; 2: 359-62. [ Links ]

33. Lumsden T. The psychology of malingering and functional neurosis in peace and war. Lancet 1916; 191: 860-2. [ Links ]

34. Meagher JFW. Malingering in relation to war neuropsychiatric conditions, especially hysteria: A criticism. Medical Record. 1919; 96: 963-72. [ Links ]

35. Rosenberg SJ, Feldberg TM. Rorschach characteristics of a group of malingerers. Rorschach Research Exchange. 1944; 8: 141-58. [ Links ]

36. Saul LJ. Some aspects of psychiatry in the training station. Am J Psychiatry 1943; 100: 74-9. [ Links ]

37. Diagnostic and statistical manual of mental disorders. 3rd ed. Washington, DC: American Psychiatry Association; 1980. [ Links ]

38. Diagnostic and statistical manual of mental disorders. 4th ed. Washington, DC: American Psychiatry Association; 1994. [ Links ]

39. Diagnostic and statistical manual of mental disorders. 4th ed., text rev. Washington, DC: American Psychiatry Association; 2000. [ Links ]

40. Diagnostic and statistical manual of mental disorders. 5th ed. Washington, DC: American Psychiatry Association; 2013. [ Links ]

41. World Health Organization. The ICD-10 classification of mental and behavioural disorders: Clinical descriptions and diagnostic guidelines. Geneva: World Health Organization; 1992. [ Links ]

42. Eissler KR. Freud sur le front des névroses de guerre. Presses Universitaires de France; 1992. [ Links ]

43. Connor H. The use of anaesthesia to diagnose malingering in the 19th century. J R Soc Med 2006; 99(9): 444-7. doi:10.1258/jrsm.99.9.444 [ Links ]

44. Kanaan RAA, Wessely S. The origins of factitious disorder. Hist Hum Sci 2010; 23: 68-85. 10.1177/0952695109357128. [ Links ]

45. Wessely S. Malingering: historical perspectives. In PW Halligan, C Bass & DA Oakley (Eds.). Malingering and Illness Deception. New York: Oxford University Press; 2006. [ Links ]

46. Wade DT, Halligan PW. Do biomedical models of illness make for good healthcare systems? BMJ 2004; 329(7479): 1398-1401. [ Links ]

47. Bass C, Halligan P. Factitious disorders and malingering: challenges for clinical assessment and management. Lancet 2014; 383, 9926,:1422-32. [ Links ]

48. Llaquet LJ. Tribunal Médico Psiquiátrico de las Fuerzas Armadas. In Lozano RM. (Ed.): Los Tribunales Médicos Militares. Madrid: Ministerio de Defensa; 2006. [ Links ]

49. Lozano MR, et al. Recuerdo histórico. In Lozano RM. (Ed.): Los Tribunales Médicos Militares. Madrid: Ministerio de Defensa; 2006. [ Links ]

50. Merino Delgado T. Sobre las enfermedades simuladas con aplicación a la de los soldados. Biblioteca Médica Castrense. 1851; 3 (151). [ Links ]

51. Arguello T. Sobre el diagnóstico de las enfermedades simuladas. Biblioteca Médica Castrense. 1852; 5(299). [ Links ]

52. Slocker M. Tratado de las enfermedades simuladas y medios de reconocerlas. Madrid: Romo; 1896. [ Links ]

53. Turner M. Malingering. Br J Psychiatry 1997; 171, 5: 409-11. https://doi.org/10.1192/bjp.171.5.409 [ Links ]

54. Gavin H. On feigned and factitious diseases, chiefly of soldiers and seamen, on the means used to simulate or produce them, and on the best modes of discovering impostors: Being the prize essay in the class of military surgery in the University of Edinburgh, session 1835-6, with additions. London, Great Britain: John Churchill. 1843. viii 436 pp. http://dx.doi.org/10.1037/11951-000 [ Links ]

55. Abejaro de Castro LF. Historia de la Psiquiatría Militar Española (1800-1970) [Doctoral thesis]. Madrid: Faculty of Medicine of UCM; 1993. [ Links ]

56. Dillon F. Simulated mental disorders among soldiers in the later war. Lancet 1939; 234, 6056: 706-9. doi.org/10.1016/S0140-6736(00)62795-2 [ Links ]

57. Palmer H. Military psychiatric casualties' experience with 12,000 cases. Lancet 1945; 246, 6372: 454-7. [ Links ]

58. Keen WM, Mitchell SW, Morehouse G. On malingering, especially in regard to simulation of diseases of the nervous system. Am J Med Sci 1864; 48: 367-74. [ Links ]

59. Banen DM. Doctor patient relationship. Military Surgeon. 1949; 104:124-8. [ Links ]

60. Bowers WF. Hysteria and malingering on the surgical service. Military Surgeon. 1943; 92: 506-11. [ Links ]

61. Brill NQ, Farrell MJ. Neurotic-reactions in psychopaths (hystero-malingering). Research Publications of the Association for Research in Nervous & Mental Disease. 1946; 25: 11-25. [ Links ]

62. Brussel JA, Hitch K. The military malingerer. Military Surgeon. 1943; 93: 1, 33-44. [ Links ]

63. Gill MM. Malingering. Bulletin of the Menninger Clinic. 1941; 5: 157-60. [ Links ]

64. Hullet AG. Malingering: a study. Military Surgeon. 1941; 89: 129-39. [ Links ]

65. Hunt WA, Older HJ. Detection of malingering through psychometric tests. Naval Medical Bulletin. 1943; 41: 1318-23. [ Links ]

66. Kahn S. Malingering in the army. Medical Record. New York; 1943. [ Links ]

67. Ranson SW. Military medicolegal problems in field psychiatry. Bulletin United States Army Medical Department. 1949; 9: 181-188. [ Links ]

68. Selling LS. Malingering. Synopsis of neuropsychiatry (2nd ed.). C V Mosby Co, St Louis, MO; 1947. p. 469-74. doi:http://dx.doi.org/10.1037/14688-025 [ Links ]

69. Tancredi F. Personalidades psicopáticas (o problema da simulação). Imprensa Médica. Río de Janeiro. 1945; 21, 381, 72-6 [ Links ]

70. Ludwig AO. Clinical features and diagnosis of malingering in military personnel; use of barbiturate narcosis as an aid in detection. War Medicine. Chicago. 1944; 5, 378-82. [ Links ]

71. Ludwig AO. Malingering in combat soldiers. Bulletin of the United States Army Medical Department. 1949; 9, 26-32. [ Links ]

72. Wilde JF. Narco-analysis in the treatment of war neurosis. BMJ 1942; 4-7. [ Links ]

73. Meehl PE, Hathaway SR. The K factor as a suppressor variable in the Minnesota Multiphasic Personality Inventory. J Appl Psychol 1946; 30: 525-64. [ Links ]

74. Green P. Malingering and defensiveness on the MMPI-2. In Rogers R. (Ed.): Clinical Assessment of Malingering and Deception. New York: Guildford Press; 2008. [ Links ]

75. Hunt WA. The detection of malingering: a further study. U.S. Naval Medical Bulletin. 1946; 46: 249-54. [ Links ]

76. Gough HG. Simulated patterns on the MMPI. J Abnorm Soc Psychol 1947; 42(2): 215-25. [ Links ]

77. Altus WD, Bell HM. The validity of a general information test for certain groups of army illiterates. Journal of Consulting Psychology 1947; 11(3):120-132. doi:http://dx.doi.org/10.1037/h0055268 [ Links ]

78. Fairbank JA, McCaffrey RJ, Keane TM. Psychometric detection of fabricated symptoms of posttraumatic stress disorder. Am J Psychiatry 1985; 142(4): 501-3. http://www.ucm.es/BUCM/checkip.php?/docview/617022719?accountid=14514 [ Links ]

79. Santamaría P. Utilidad diagnóstica del inventario estructurado de simulación de síntomas (SIMS) en población española [Doctoral thesis]. Madrid: Faculty of Psychology of UCM; 2014. [ Links ]

80. Rogers R, Sewell KW, Gillard ND. Structured Interview of Reported Symptoms -SIRS- 2, Professional Manual. 2nd ed. Lutz, Florida: PAR; 2010. [ Links ]

81. Liljequist L, Kinder BN, Schinka JA. An investigation of malingering posttraumatic stress disorder on the personality assessment inventory. J Pers Assess 1998; 71(3): 322-36. [ Links ]

82. Morel KR. Development and preliminary validation of a forced-choice test of response bias for Posttraumatic Stress Disorder. J Pers Assess 1998; 70(2): 299-314. [ Links ]

83. Smith DW, Frueh BC. Compensation seeking, comorbidity, and apparent exaggeration of PTSD symptoms among Vietnam combat veterans. Psychol Assess 1996; 8(1), 3-6. doi:http://dx.doi.org/10. 1037/1040-3590.8.1.3 [ Links ]

84. Viglione DJ, Fals-Stewart W, Moxham E. Maximizing internal and external validity in MMPI malingering research: A study of a military population. J Pers Assess 1995: 65(3): 502-13. [ Links ]

85. Wallace GD. The development and cross-validation of a malingering scale for the Minnesota multiphasic personality inventory-2; 1995. (Order No. AAM9429123). Available from PsycINFO. (618739885; 1995-95001-077). [ Links ]

86. Arbisi PA, Ben-Porath Y, McNulty J. The ability of the MMPI-2 to detect feigned PTSD within the context of compensation seeking. Psychological Services. 2006; 3(4):249-61. doi:http://dx.doi.org/10.1037/1541-1559.3.4.249 [ Links ]

87. Elhai JD, Gold PB, Frueh BC, Gold SN. Cross-validation of the MMPI-2 in detecting malingered posttraumatic stress disorder. J Pers Assess 2000: 75(3): 449-63. doi:http://dx.doi.org/10.1207/S15327752JPA7503_06 [ Links ]

88. Calhoun PS, Earnst KS, Tucker DD, Kirby AC, Beckham JC. Feigning combat-related posttraumatic stress disorder on the personality assessment inventory. J Pers Assess 2000: 75(2): 338-350. [ Links ]

89. Goodwin BE, Sellbom M, Arbisi PA. Posttraumatic stress disorder in veterans: The utility of the MMPI-2-RF validity scales in detecting overreported symptoms. Psychol Assess 2013; 25(3): 671-8. doi:http://dx.doi.org/10.1037/a0032214 [ Links ]

90. Zimmermann P, Kowalski JT, Alliger-Horn C, Danker-Hopfe H, Engers A, Meermann R, Hellweg R. Detection of malingering in the assessment of occupational disability in the military. German Journal of Psychiatry. 2013; 16(2): 54-60. [ Links ]

91. Vetter S, Gallo WT, Rossler W & Lupi G. The pattern of psychopathology associated with malingering tendencies at Basic Psychiatric Screening of the Swiss Armed Forces. Mil Med. 2009; 174(2): 153-157. [ Links ]

92. Ahmadi K, Lashani Z, Afzali MH, Tavalaie SA, Mirzaee J. Malingering and PTSD: Detecting malingering and war related PTSD by Miller forensic assessment of symptoms test (M-FAST). BMC Psychiatry. 2013; 13(1):154. doi:http://dx.doi.org/10.1186/1471-244X-13-154 [ Links ]

93. Geraerts E, Kozaric-Kovacic D, Merckelbach H, Peraica T, Jelicic M, Candel I. Detecting deception of war-related posttraumatic stress disorder. J Forens Psychiatry Psychol 2009; 20(2), 278-85. [ Links ]

94. Weiss KJ. Van Dell L. Liability for diagnosing malingering. J Am Acad Psychiatry Law 2017; 45(3), 339-47. [ Links ]

95. Pérez Estévez RM. El problema de los vagos en la España del siglo XVIII. Madrid: Confederación Española de Cajas de Ahorros; 1976. [ Links ]

96. Ritchie EC. Malingering and the United States Military. In RG Lande, DT Armitage (Eds.): Principles and Practice of Military Forensic Psychiatry. Illinois: Charles C. Thomas; 1997. [ Links ]

97. Crocker J, Major B, Steele C. Social stigma. In Gilbert DT, Fiske ST, Lindzey G. (Eds.), The handbook of social psychology (pp. 504-553). New York, NY: McGraw-Hill; 1998 [ Links ]

98. Goffman E. Stigma: Notes on the management of spoiled identity. New York: Simon & Schuster; 1963. [ Links ]

99. Jones EE, Farina A, Hastorf AH, Markus H, Miller DT, Scott RA. Social stigma: The psychology of marked relationships. New York: Freeman; 1984. [ Links ]

100. Link BG, Phelan JC. Conceptualizing stigma. Annual Review of Sociology. 2001; 27: 363-85. [ Links ]

101. Corrigan PW. Mental health stigma as social attribution: Implications for research methods and attitude change. Clin Psychol Sci Pract 2000; 7(1): 48-67. [ Links ]

102. Corrigan PW, Kleinlein P. The Impact of Mental Illness Stigma. In P. W. Corrigan (Ed.), On the stigma of mental illness: Practical strategies for research and social change (p. 11-44). Washington, DC: American Psychological Association; 2005. http://dx.doi.org/10.1037/10887-001 [ Links ]

103. Mak WS, Poon YM, Pun YK, Cheung SF. Meta-analysis of stigma and mental health. Soc Sci Med 2007; 65(2): 245-61. doi.org/10.1016/j.socscimed.2007.03.015. [ Links ]

104. Pascoe EA, Smart Richman L. Perceived discrimination and health: A meta-analytic review. Psychol Bull 2009; 135, 531-54. doi:10.1037/a0016059 [ Links ]

105. Gardiner F, Gardiner EC. Similarities between military and medical service: stigma of seeking mental health assistance. J R Army Med Corps 2018; pii: jramc-2018-000975. doi: 10.1136/jramc-2018-000975. [ Links ]

106. Rüsch N, Rose C, Holzhausen F, Mulfinger N, Krumm S, Corrigan PW, Willmund GD, Zimmermann P. Attitudes towards disclosing a mental illness among German soldiers and their comrades. Psychiatry Res 2017; 258: 200-6. https://doi.org/10.1016/j.psychres.2017.08.028. [ Links ]

107. Greenberg N, Jones N. Optimizing mental health support in the military: The role of peers and leaders. In Adler AB, Bliese PD, Castro CA. (Eds.): Deployment Psychology. Washington DC: American Psychological Association; 2011. [ Links ]

108. Skopp NA, Bush NE, Vogel DL, Wade NG, Sirotin AP, McCann RA, Metzger-Abamukong MJ. Development and initial testing of a measure of public and self-stigma in the military. J Clin Psychol 2012; 68(9): 1036-47. doi: 10.1002/jclp.21889. [ Links ]

109. Inbar D, Solomon Z, Spiro S, Aviram U. Commanders' attitudes toward the nature, causality, and severity of combat stress reaction. Mil Psychol 1989; 1(4): 215-33. [ Links ]

110. Cawkill P. A study into commanders' understanding of, and attitudes to, stress and stress related problems. J R Army Med Corps 2004; 150: 91-6. [ Links ]

111. Fikretoglu D, Guay S, Pedlar D, Brunet A. Twelve month use of mental health services in a nationally representative, active military sample. Med Care 2008; 46(2): 217-23. doi: 10.1097/MLR.0b013e31815b979a. [ Links ]

112. Sudom K, Zamorski M, Garber B. Stigma and barriers to mental health care in deployed Canadian forces personnel. Mil Psychol 2012; 24(4), 414-31. doi.org/10.1080/08995605.2012.697368 [ Links ]

113. Mental Health Advisory Team (MHAT) 6. Operation Enduring Freedom 2009, Afghanistan. Office of the Command Surgeon US Forces Afghanistan (USFOR-A) and Office of The Surgeon General United States Army Medical Command. US Army; 2009. Retrieved from: http://www.armymedicine.mil el 03/02/2014. [ Links ]

114. Owen W. The Dead-Beat. In The Collected Poems of Wilfred Owen. New York, New Directions Books (1963); 191. [ Links ]

115. Province CM. The Unknown Patton, NY: CMP Publications; 2009. [ Links ]

116. Sharp M-L, Fear N, Rona R, Wessely S, Greenberg N, Jones N, Goodwin L. Stigma as a barrier to seeking health care among military personnel with mental health problems. Epidemiol Rev 2015; 37(1): 144-162. doi: 10.1093/epirev/mxu012 [ Links ]

117. Baer RA, Rinaldo JC, Bery DTR. Self-report distortions (including faking, lying, malingering, social desirability). In Fernández Ballesteros R. editor. Encyclopedia of Psychological Assessment. 2nd edition. London: Sage; 2003. p. 861-6. [ Links ]

118. Paulhus DL. Socially desirable responding: evolution of a construct. In Brown HI, Jackson DN. Editor. Role of constructs in psychological and educational measurement. Mahwah, NJ: Lawrence Erlbaum Associates; 2002. p. 49-69. [ Links ]

119. Budd FC, Harvey S. Military fitness-for-duty evaluations. In CH Kennedy, EA Zillmer. editor. Military psychology: Clinical and operational applications. New York: Guilford; 2006. p. 35-60. [ Links ]

120. Mark M, Fischer U, Rabinowitz S, Ribak J, Zimran A. Malingering in the military: Understanding and treatment of the behavior. Mil Med 1987; 152(5): 260-62. [ Links ]

121. Sugar HS. Malingering in military ophthalmology. Military Surgeon. 1942; 91: 314-20. [ Links ]

122. Bergmann & Moore LLC. PTSD Stigma Continues to Haunt our Veterans. The Veterans Quarterly. Summer, 2012; 3(2): 8-15. In http://www.vetlawyers.comLinks ]

123. Henderson C, Noblett J, Parkes H, Clement S, Caffery A, Gale-Grant O, et al. Mental health-related stigma in health care and mental health-care. Lancet Psychiatry 2014; 1: 467-82. 10.1016/S2215-0366(14)00023-6. [ Links ]

124. Santamaría P, Capilla Ramírez P, González Ordi H. Health professionals' perceptions of prevalence of malingering in temporary disability in Spain. Clínica y Salud. 2013; 24: 139-51. [ Links ]

125. Bush SS, Ruff RM, Troster AI, Barth JT, Koffler SP, Pliskin NH, et al. Symptom validity assessment: Practice issues and medical necessity: NAN Policy and Planning Committee. Arch Clin Neuropsychol 2005; 20: 419-426. [ Links ]

126. Gerson AR. Beyond DSM-IV: A meta-review of the literature on malingering. American Journal of Forensic Psychology 2002; 20(1): 57-69. [ Links ]

127. Burges C, McMillan T. The ability of naive participants to report symptoms of post-traumatic stress disorder. Br J Clin Psychol 2001; 40(2): 209-14. [ Links ]

128. Pollack S. Dimensions of malingering. In BH Gross LE Weinburger (Eds.): New directions for mental health services: The mental health professional and the legal system. San Francisco: Jossey-Bass; 1982. p. 63-75. [ Links ]

129. Resnick PJ, West S, Payne JW. Malingering of posttraumatic disorders. In R. Rogers (Ed.), Clinical Assessment of Malingering and Deception (3rd ed.). New York: Guilford Press; 2008. p. 109-27. [ Links ]

130. Rogers R, Duncan JC, Sewell KW. Prototypical analysis of antisocial personality disorder: DSM-IV and beyond. Law Hum Behav 1994; 18: 471-84. [ Links ]

131. Rogers R, Salekin RT, Sewell KW, Goldstein A, Leonard K. A comparison of forensic and nonforensic malingerers: A prototypical analysis of explanatory models. Law Hum Behav 1998; 22: 353-67. [ Links ]

132. Armed Forces Health Surveillance Center. Malingering and factitious disorders and illnesses, Active Component, U.S. Armed Forces, 1998-2012. Medical Surveillance Monthly Report. 2013; 20(7): 20-24. [ Links ]

133. Trueblood W, Schmidt M. Malingering and other validity considerations in the neuropsychological evaluation of mild head injury. J Clin Exp Neuropsychol 1993; 15(4):578-590. [ Links ]

134. Rogers R. An introduction to response styles. In R. Rogers (Ed.), Clinical Assessment of Malingering and Deception (3rd Ed., p. 3-13). New York: Guilford Press; 2008. [ Links ]

135. Gallant IB. Psychiatric examination of soldiers in the Red Army. Zhurnal Nevropatologii i Psikhiatrii 1931; 1(2): 18-21. [ Links ]

136. Fribourg-Blanc A, Gauthier H. La pratique psychiatrique dans l´armée. Paris: Charles Lavauzelle & Cie; 1935. [ Links ]

137. Hurst AF. Medical Diseases of the War (2nd ed). London: Edward Arnold; 1918. [ Links ]

138. Linden SC, Jones E. 'Shell shock' Revisited: An Examination of the Case Records of the National Hospital in London. Med. Hist. 2014; 58(4): 519-45. [ Links ]

139. Mott FW. War Neuroses and Shell Shock. London: Oxford University Press; 1919. [ Links ]

140. Myers CS. Shell Shock in France, 1914-1918. Cambridge: Cambridge University Press; 1940. [ Links ]

141. Read CS. Malingering-Suicide. In C Standford Read (Ed.): Military psychiatry in peace and war. London: H.K. Lewis; 1920. p. 150-5. [ Links ]

142. Harris DH. Low incidence of malingering among navy draftees. Naval Medical Bulletin 1944; 43: 737-8. [ Links ]

143. Watson P. War on the mind: The military uses and abuses of psychology. New York: Basic Books; 1978. doi.org/10.1002/bs.3830240406 [ Links ]

144. Secretaría General Técnica. Estadística de Jurisdicción Militar 2000-2016. Unidad de Estadística del Órgano Central. Ministerio de Defensa. [ Links ]

145. Secretaría General Técnica. Estadística Justicia Militar 1976-1986. Unidad de Estadística del Órgano Central. Ministerio de Defensa. [ Links ]

146. Kennedy CH, Boake C, Moore JL. A history and introduction to military neuropsychology. In Kennedy CH, Moore JL (Eds.). Military Neuropsychology. New York: Springer; 2010. p. 1-28. [ Links ]

147. Kokcu AT, Kurt E. General practitioners' approach to malingering in basic military training centres. Journal of the Royal Army Medical Corps. 2017; 163(2): 119-23. doi: 10.1136/jramc-2015-000591 [ Links ]

148. Iancu I, Ben-Yehuda Y, Yazvitzky R, Rosen Y, Knobler HY. Attitudes towards malingering: a study among general practitioners and mental health officers in the military. Med Law 2003; 22(3): 373-89. [ Links ]

149. McGuire BE, Shores EA. Simulated pain on the Symptom Checklist 90-Revised. J Clin Psychol 2001; 57(12): 1589- 96. https://doi.org/10.1002/jclp.1121 [ Links ]

150. Aamodt MG, Custer H. Who can best catch a liar? A meta-analysis of individual differences in detecting deception. The Forensic Examiner 2006; 15(1):6-11. [ Links ]

151. DePaulo BM, Charlton K, Cooper H, Lindsay JJ, Muhlenbruck L. The accuracy-confidence correlation in the detection of deception. Pers Soc Psychol Rev 1997; 1: 346-57. [ Links ]

152. Rogers R. Assessment of malingering on psychological measures: A synopsis. In Koocher GP, Norcross JC, Hill SS. (editor). Psychologist's Desk Reference. New York: Oxford University Press; 1998. p. 53-7. [ Links ]

153. Rosenhan DL. On being sane in insane places. Science. 1973; 179(70): 250-58. [ Links ]

154. Greve KW, Ord JS, Bianchini KJ, Curtis KL. Prevalence of malingering in patients with chronic pain referred for psychologic evaluation in a medico-legal context. Arch Phys Med Rehabil. 2009;.90: 1117-26. [ Links ]

155. Turk DC. Effects of type of symptom onset on psychological distress and disability in fibromyalgia syndrome patients, Pain 1996; 68: 423-30. [ Links ]

156. Resnick PJ, Knoll JL, Malingered psychosis. In Rogers R. (editor). Clinical Assessment of Malingering and Deception (3rd Ed.) New York: Guilford Press; 2008. p. 51-68. [ Links ]

157. French LM, Anderson-Barnes V, Ryan LM, Zazeckis TM, Harvey S. Neuropsychological practice in the military. In Kennedy CH, Zillmer EA. (editor). Military psychology: Clinical and operational applications . New York: Guilford; 2012. p. 185-210. [ Links ]

158. Binder LM. Assessment of malingering after mild head trauma with the Portland Digit Recognition Test. J Clin Exp Neuropsychol. 1993; 15(2):170-182. [ Links ]

159. Boone KB, Savodnik I, Ghaffarian S, Lee A, Freeman D. The Rey 15-Item Memorization and Dot Counting scores in a "stress" claim workers' compensation population: Relationship to personality (MCMI) scores. J Clin Psychol 1995; 51(3): 457-463. [ Links ]

160. Capilla Ramírez P, González Ordi H, Santamaría Fernández P. Actas 9º Congreso Nacional de la Sociedad Española de Traumatología Laboral (SETLA): Tasas de prevalencia de simulación: Un estudio empírico basado en profesionales médicos expertos. Barcelona; 2009. p. 47. [ Links ]

161. Griffin GA, Normington J, May R, Glassmire D. Assessing dissimulation among Social Security disability income claimants. J Consult Clin Psychol 1996; 64(6): 1425-30. [ Links ]

162. Larrabee GJ. Detection of malingering using atypical performance patterns on standard neuropsychological test. Clin Neuropsychol 2003; 17(3): 410-25. [ Links ]

163. Mittenberg W, Patton C, Canyock EM, Condit DC. Base Rates of Malingering and Symptom Exaggeration. J Clin Exp Neuropsychol 2002; 24(8): 1094-102. [ Links ]

164. Rosenfeld B, Sands SA, Van Gorp WG. Have we forgotten the base rate problem? Methodological issues in the detection of distortion. Arch Clin Neuropsychol 2000; 15(4): 349-359. [ Links ]

165. Slick DJ, Tan JE, Strauss EH, Hultsch DF. Detecting malingering: a survey of experts' practices. Arch Clin Neuropsychol 2004; 19(4): 465-73. [ Links ]

166. Finkel NJ, Handel SF. How jurors construe "insanity". Law Human Behav 1989; 13(1): 41-59. https://doi.org/10.1007/BF01056162. [ Links ]

Recibido: 21 de Marzo de 2019; Aprobado: 25 de Junio de 2019

Dirección para correspondencia: Teléfono: +34 914222968. Email: mgarsil@et.mde.es