Allá por el 2011 y en un contexto laboral difícil para la profesión enfermera, hablaba con un enfermero que me sacaba más de una década en edad y en experiencia vital y profesional y me confesó: “a mí un superior mío me dijo que solo soy material fungible. Cuando usted se queme, lo reemplazamos por otro”.

Estas palabras y aquel encuentro casual con aquella persona en ese entonces me vinieron a la cabeza en estos últimos meses en que me entero de que a más y a más enfermeras son sancionadas y chantajeadas institucionalmente para acceder a los diferentes puestos de trabajo que ofertan las gerencias sanitarias, la mayoría precarios, obviamente. Un solo día, dos días, una noche… Pasan los años, supuestamente se supera la crisis económica y las enfermeras siguen siendo minusvaloradas. Tratadas como mercancía fácilmente intercambiable y sin prestar atención a sus esfuerzos y potencialidades por parte de gestores/as y políticos.

Sí, lo digo, es acoso institucional o chantaje institucional el tener a personas, cientos en España, pendientes de un teléfono móvil para ofertar contratos basura y a su vez “amenazar” con sancionarles o penalizarles. La mayoría son mujeres que no pueden desplazarse en tiempo récord porque tienen una casa que sacar adelante, una familia y poco apoyo o empatía por parte de una profesión que desea humanizar la atención o los cuidados pero que no sabe cuidar a quienes dan la cara cada día por esta profesión y disciplina. ¿Alguien ve lógico que una persona llegue a concatenar más de 200 contratos y aún no haya sido ni siquiera entrevistada por los gestores que la están contratando? Esto es un ejemplo de un extremo mercantilista con relaciones indirectas basadas en las firmas de contratos. Desde luego esto no es nada novedoso desde la Revolución Industrial y desde que los primeros sociólogos como Tönnies o Durkheim llamaran a esto “Sociedad” o “Solidaridad Orgánica”, pero una profesión que en este año 2020 está reivindicándose debería preocuparse por sus enfermeras eventuales y bajar los pies al suelo. ¿Ha cometido un crimen una enfermera por rechazar un contrato para comenzar a trabajar en 24 horas un día solo y no poder aceptarlo y ser sancionada al menos un año?

Desde luego la Enfermería no goza del mismo trato por parte de las instituciones que otras disciplinas o profesiones como la Medicina. Las relaciones de poder o los status, existen en el microsistema sanitario laboral. La Enfermería en la práctica, por desgracia, sigue siendo una profesión subordinada por la Medicina. Enfermería pertenece a un estrato inferior social y culturalmente. Las enfermeras estamos en desigualdad. Como estudiante de Antropología Social y Cultural me enerve la sangre pensar en seres humanos superiores a otros y con tratos distintos. Sí, insisto, hay clases dominantes y clases dominadas en el microsistema de la sanidad. En esas ofertas laborales exprés, son muy distintas las formas de trato a enfermeras y a médicos, y eso lo observo en mi entorno laboral.

Con mucha prudencia, a veces he pensado que la Enfermería al ser estructuralmente conformada por mujeres ha sufrido esta discriminación y subordinación por tratarse de una labor, el cuidado, llevado a cabo en lo doméstico y no en lo público y por considerar a la mujer un ser inferior (una cuestión de género). Las direcciones de Enfermería en la sanidad, aunque oficialmente sean independientes, no lo son. Lo siento, son subordinadas. Lo peor, que la propia profesión ha sido la que se ha puesto sus propias zancadillas y de que sus “agentes sociales” no tienen poder para cambiar las cosas. Necesitamos que se nos trate con mayor respeto. Las desigualdades entre profesiones en este microsistema se derivan de las relaciones de autoridad, algo de lo que Enfermería ha salido como clase dominada o subordinada.

Aquí les dejo ^{cierta bibliografía} que puede ayudar a comprender lo que estoy tratando de explicar.