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Ene

versión On-line ISSN 1988-348X

Ene. vol.15 no.3 Santa Cruz de La Palma  2021  Epub 04-Abr-2022

 

ARTÍCULO ESPECIAL

Discontinuidad versus continuidad. En torno a la narración y el sentido en dolientes

Discontinuity versus continuity. Around the narration and the meaning in bereaved people

Alfonso Miguel García Hernández1 

1Doctor. Profesor titular de la Universidad de La Laguna (España).

Resumen

Constructivismo y discontinuidad van de la mano en el camino de la búsqueda de sentido en el duelo, no sólo en lo individual sino también en lo social. De modo que nuestra trama gramatical, nuestra narrativa, configura un continuo personal entre la memoria y la imaginación con un carácter cronológico, diacrónico y sincrónico que ayuda a dar significado al sufrimiento y a cómo enfrentamos nuestras pérdidas.

Valorar tras la observación y escucha a las personas en duelo y su posterior análisis comporta dificultades pero su análisis nos descubre que la presencia de discontinuidades puede posibilitar la búsqueda de continuidades y como sea la relación con ellas facilita que entendamos los vínculos, su eficacia y los beneficios. Incluso, como dar sentido a la experiencia vivida a lo largo del proceso de duelo al tomar consciencia de que somos actores sociales.

Palabras clave: discontinuidad; continuidad; narrativa; duelo

Abstract

Constructivism and discontinuity go together with the search for meaning in grief, individually and socially. With that in mind, our grammatical fabric, our narrative, configures a personal continuum between memory and imagination with a chronological, diachronic and synchronic character that helps give meaning to suffering and how we deal with our losses.

Assessing bereaved people after observing, listening and analysing them is difficult. However, going over them reveals that the presence of discontinuities can enable the search for continuities and how the relationship with them facilitates our understanding of the links, their efficacy and benefits. Even how to give meaning to the experience lived throughout the grieving process by becoming aware that we are social actors.

Keywords: discontinuity; continuity; narrative; grieving

"Nuestra mirada está llena de nosotros mismos y del mundo"

ARTÍCULO

Vivimos nuestra vida, marcada por encuentros y desencuentros: acontecimientos felices y desgraciados, aflicción y consuelo. Una vida de continuidades y rupturas que se modifican y a la que nos gustaría dar sentido, aun sin tener del todo claro a que conceptos nos referimos.

El tiempo y el rito intervienen en los momentos de tránsito, consagran de una realidad a otra, de un estatus a otro, de la vida a la muerte. Mientras sucede en un espacio, concreto, con límites y cruces de encuentros e intercambio. Las relaciones entre unos y otros se dan en un espacio y en un tiempo: ya sea como ritual colectivo, con lo que contribuye a la emoción que suscita, y eventualmente a la confianza que conlleva, o siendo vivido al contrario, como una experiencia desconcertante de la ausencia.

Discontinuidad y continuidad van de la mano y llevamos años hablando sobre todo de continuidad: en la vida que narramos, en el duelo, en los dolientes y en sus vínculos, "nada nuevo bajo el sol". A pesar de la bibliografía oportuna sobre el tema citado cada vez más erudita y numerosa, que aporta incluso críticas oportunas a los paradigmas tradicionales de entendimiento del duelo adaptativo, no adaptativo y la construcción del recuerdo de los seres queridos, se sabe aún poco de como narramos y de cómo seguimos conectados con nuestros seres queridos tras su muerte, de cómo damos sentido de continuidad a los acontecimientos de discontinuidad, de cómo la discontinuidad narrativa propicia desenlaces de continuidad de sentido. A lo que sumamos que dicha visión nunca es global, lo que la convierte en un territorio por pensar e investigar. Quizá, porque el dolor y el sufrimiento nunca han gozado de una fácil ubicación en el territorio del pensamiento, y por ello ha sido estudiado más como una resistencia al concepto al incluir las oportunas acciones para acabar con ese mal.

La narración, configura un continuo personal entre la memoria y la imaginación y tiene un carácter cronológico, diacrónico y sincrónico: Cronológico, porque el sentido se construye desde el pasado hacia el futuro e implica su reconstrucción posterior en el sentido contrario, esto es, desde el presente hacia el pasado más lejano, ya que el futuro no es previsible, diacrónico porque se expresa desde el pasado hacia el futuro y toma así un sentido determinado y sincrónico porque conlleva elementos de entendimiento de diferentes temporalidades: paradójica, extática y estética.

Si damos un paso más atrás, vemos como el filósofo y el científico se posicionan preferentemente en la continuidad, porque la fragmentación excesiva del universo puede arruinarles la pretensión de conocerlo con procedimientos susceptibles de racionalización. Sin embargo, la no vida, la muerte, el sufrimiento y el proceso del duelo construyen espacios donde la continuidad se quiebra o las respuestas dadas a dicha discontinuidad son más complejas y difíciles de concretar.

Hoy no busco instalarme en el espacio de los relatos personales o narraciones colectivas concretas, en el que siempre a modo de "microhistorias" me sitúo en mis artículos y libros que abordan las pérdidas y el duelo, sino en el espacio de la discontinuidad como si se tratará de una herida. Busco más centrarme en la reflexión personal de la vida-muerte-amor-continuidad. Como bien dice el gran poeta español Miguel Hernández (1958: 61)

Llegó con tres heridas:

la del amor,

la de la muerte,

la de la vida.

Con tres heridas viene:

la de la vida,

la del amor,

la de la muerte.

Con tres heridas yo:

la de la vida,

la de la muerte,

la del amor.

En 2009 el Proyecto "Espacios para el recuerdo" que dirigí en el Museo de Historia y Antropología de Tenerife, planteó entre otros resultados, como las redes de apoyo y ayuda contribuyen a que las personas en duelo alcancen una voz audible que les permita transmitir a otros el impacto del sufrimiento por la pérdida de un ser querido, en un entorno de normalidad social. Como virtud hermenéutica, dicho proyecto obedeció al intento de modificar los prejuicios sociales que generan situaciones de desmemoria y opresión, en aras a neutralizar prejuicios de identidad, además de dar una continuidad a las vidas de los dolientes marcadas por las pérdidas, por sus heridas. Desde la convicción de que otra historia es posible a partir de la elección de un punto de vista particular. Desde el planteamiento de que analizar las narrativas de discontinuidad y su estudio, desde una mirada nueva que ayuda a construir continuidades de sentido, que legitima nuevas realidades personales y culturales.

Bruner (1991, 2008) plantea cuatro modos para internalizar la cultura: compartir con los miembros de tu grupo concepciones sobre lo cotidiano, la necesidad de que haya instituciones que apoyen esa cotidianeidad para legitimar un sistema de intercambio, compartir la cotidianeidad pues apoya nuestra capacidad innata de intersubjetividad y nos hace más capaces de conocer y entender a los otros, y por último, que una cultura debe proporcionar medios para compartir lo cotidiano, y uno de esos medios es mediante las narrativas. Ellas conectan las acciones en el tiempo y son fuente de justificación y explicación de los acontecimientos, además de que la representación de la experiencia mediante narraciones nos proporciona una estructura que nos permite interpretar las experiencias de las personas y comprendernos unos a otros.

Valorar tras la observación y escucha a las personas en duelo y su posterior análisis en lo personal y en lo social comporta cierta dificultad y vemos cómo el análisis nos descubre que la presencia de discontinuidades puede posibilitar la búsqueda de continuidades y como la relación con ellas también busca el enfoque para entender los vínculos, su eficacia y beneficios e incluso como dar sentido a la experiencia vivida a lo largo del proceso de duelo al tomar consciencia de que somos actores sociales.

Aunque hemos asumido la dimensión constructivista, aún nos cuesta, por novedoso, asumir la visión e importancia de la discontinuidad, aunque ambas son inseparables y evidentes y nos enseñan como elementos dispares, discontinuos e incluso sin vínculos aparentes permiten a las personas entender lo que sucedió, al situarlos en otro nivel, al ubicar sus puntos de partida y llegada y otros múltiples factores aparentemente inconexos que son la argamasa que les da sentido y que actúan como elementos de marcado contenido simbólico que les llevan a lugares de sentido y continuidad. De pronto como investigadores o profesionales de la salud, tenemos la certeza de que, hemos de respetar estos planes y hacer un recorrido hacia su entendimiento que de explicación a cómo elementos aparentemente discontinuos dan sentido y transforman a quien los vive y lo colocan en un plano diferente y proactivo. Ello implica que hemos de reconstruir las trayectorias personales para intentar comprender la experiencia de los actores, sus motivos, sus acciones y/o sus representaciones en el espacio familiar y social, así como sus elecciones, sus viajes personales, sus formas de construirse, sus rituales, sus redes visibles e invisibles y todos esos datos, en ocasiones ocultos, invisibles de gran valor no menos importantes. Por ello, que en la actualidad, cada vez más equiparamos los duelos personales o familiares a microteorías que incluyen el análisis de las dinámicas internas de los dolientes, de sus experiencias y de sus biografías. Un proceso que obedece a lógicas discontinuas y que según nos situemos en un lugar u otro y lo analicemos nos llevará a conclusiones de que existen dinámicas superpuestas y divergentes.

El rito tiene a menudo una finalidad explícita, y desde la particularidad de quienes trabajamos con padres que han perdido hijos, nos trae la posibilidad de establecer vínculos con los hijos fallecidos, que sean pensables, realizados, narrados, obedeciendo a una necesidad intelectual, e instituidos y concretándolos en una institución como la familia, con sus reglas y su lenguaje.

Por ello el "sentido", que denominamos significado, es una consciencia compartida de vínculo representado e instituido en el otro, donde el rito es el mecanismo espacial, temporal, intelectual y sensorial (movimientos, colores, música, etc.) que crean, refuerzan y recuerdan dicho vínculo, mediante el empleo en ocasiones de intercesores entre el hombre y dios, a quienes uno se dirige con el fin de solicitar ayuda o favores concretos: que proteja a nuestros hijos, que los ayude en el progreso de sus almas. Este "símbolo", en el sentido etimológico y en palabras de Marc Augé (2004: 101) es una moneda cortada en dos, de forma irregular, como el intercambio, consustancial a la idea de lenguaje, humanidad y sociedad. Podrá haber rituales más sencillos, y menos representaciones rituales, pero no podrán desparecer, pues el individuo y la sociedad serían impensables y la vida sería invisible.

El rito es la condición de sentido social que lucha contra la soledad y el sinsentido de la ausencia, no hay nada más, nada en absoluto. La conciencia de que los demás existen y de que podemos intercambiar con ellos siquiera sonrisas, lágrimas o palabras, para probarnos a nosotros mismos que existimos. Esta reafirmación de existencia conjunta que pasa por la relación en la que construimos uno de los términos, y no se fundamenta en la afirmación de ninguna trascendencia, y puede acompañar al rito pero no es ni un elemento esencial ni una condición de éste en un espacio que es el de la laicidad.

Y el duelo es también dolor, a modo de discontinuidad física, no sólo individual sino también en lo social. Por ello que las sociedades buscan combatirlo a toda costa, lo cual en ocasiones, les hace olvidar que el dolor se transmite socialmente. "El dolor refleja desajustes socioeconómicos de los que se resiente tanto la psique como el cuerpo. Por ello nos encontramos con sociedades en las que los analgésicos son prescritos masivamente, de modo que así ocultan las situaciones sociales causantes de dolores. Reducir el tratamiento del dolor exclusivamente a los ámbitos de la medicación y la farmacia impide que el dolor se haga lenguaje e incluso crítica. Con ello el dolor queda privado de su carácter de objeto, e incluso de su carácter social" (Byung-Chul Han, 2021:25).

Los fenómenos colectivos masivos, perder seres queridos, esas experiencias que se dan de manera repetida, construyen nuestras biografías. Siempre discutidas e incluso bajo sospecha o condescendencia por los investigadores cuantitativistas que no llegan a legitimarlas del todo, como si tuvieran trazas de no ser ciertas. Es el precio que pagan por el hecho de que sus fronteras, las de las biografías estén más lejos, y ello ha contribuido a la prevención y a hacer dudar sobre el estudio del objeto a muchos investigadores. Por ello que mediante los métodos marcadamente cuantitativos y estadísticos alejamos nuestro quehacer diario de esferas de estudio tales como la infelicidad, la miseria, la pobreza y la muerte. En un mundo de "injusticia epistémica" como ya nos adelantó Miranda Fricker al inicio de la década de los 90 del pasado siglo, en el que somos testigos de una patente injusticia hermenéutica y testimonial, también del estudio y análisis del estudio de las injusticias, el sufrimiento y el dolor.

Vivir el mundo no es sólo convertirnos en los artesanos de nuestra vida, sino también en dar sentido a su trama gramatical, a su dimensión epistemológica, y a su trama narrativa, gestual y moral porque nuestro mundo no es "lo que es" sino "lo que significa" y le damos sentido a través de nuestras palabras. No sólo está fuera de nosotros sino forma parte de nuestra estructura más íntima. De modo que podamos ser, hacer y existir en este mundo frágil, habitarlo de forma disonante y con una gramática incierta. Puesto que estar presentes es sentirnos extraños, establecer relaciones y lazos, siempre inseguros y frágiles, sin los que no es posible existir. Por ello que al mantener nuestras relaciones heredamos signos y símbolos, normas y gestos que nos vinculan y ayudan a construir nuestro universo simbólico.

A cada madre y padre les pregunto por sus vidas y ellos responden con su propia vida; saben que sólo siendo responsables puede contestar a la vida y consideran, en la mayoría de los casos, la esencia íntima de la existencia humana está en su capacidad de ser responsables. Este principio se refleja de igual modo en el imperativo categórico de la logoterapia de Viktor E. Frankl (1995: 62): "Vive como si ya estuvieras viviendo por segunda vez y como si la primera vez ya hubieras obrado tan desacertadamente como ahora estás a punto de obrar."

Por ello el trabajo de intentar hacer conscientes de sus propias responsabilidades y de lo vivido a personas en duelo es una cuestión básica para que puedan decidir si interpretar su tarea vital en la que ser responsables ante la sociedad y ante su propia conciencia. Algunos, aunque pocos, consideran que es a Dios a quien tienen que rendir cuentas e interpretan sus vidas bajo la idea de que se les ha asignado una tarea que cumplir y por ello se vuelven hacia quien que les ha asignado dicha tarea.

El sentido del sufrimiento, de sanar la herida, es una parte importante de como las personas enfrentan su vida tras la muerte de un ser querido a lo largo del proceso de seguir viviendo y continuar vinculado con sus historias de amor. Lo que hace importante la actitud que toman hacia el sufrimiento –hacia lo que son, hacen y sienten- . Como bien dicen muchos dolientes: El sufrimiento deja de ser sufrimiento, en cuanto se encuentra sentido al mismo, como puede serlo el sacrificio. Lo que hace más valioso encontrar sentido a la palabra, a la vida, estando dispuesto incluso a sufrir a condición de que ese sufrimiento tenga sentido. De pronto, descubren que el sentido de la vida no es encontrar el placer o evitar el dolor, sino encontrar sentido a los acontecimientos de la vida –configurar continuidades en un mundo de discontinuidades-. Presenciar en ocasiones, como los dolientes frente al dolor imaginan belleza, en niveles profundos, en no pocas ocasiones nos tocan el espíritu. Como si en su cercanía, al conectar con lo bello se apacigua el dolor, que les hace mover el espíritu a un nuevo lugar en el que todo tiene sentido bajo una luz más seductora. El arte proporciona remedios y ayuda y, en ocasiones, salva nuestras vidas haciendo desaparecer los dolores, lo insoportable y horrible de nuestro horizonte.

Si variamos nuestras escalas de observación, podemos obtener un beneficio analítico en el enfoque de los fenómenos personales y sociales. Por ello debemos poner en valor las discontinuidades detectables entre los diferentes niveles, y encontrar hipótesis ricas e interpretaciones nuevas que somos capaces de formular. Mirar las discontinuidades: de lo que sucede, de lo que nos cuentan y de lo que significa y reflexionar sobre los acontecimientos que las ocasionan nos acercan al sentido y un ámbito de estudio de necesario crecimiento.

Por instantes narramos el dolor, lo cantamos, lo expresamos a través de mil lenguajes y lo revestimos de bellas apariencias gracias a la cuales, incluso, nuestro espíritu alcanza cotas insospechadas de conocimiento. De nuevo, no se trata de poner en duda la realidad de los procesos que operan y une las sociedades humanas en nuestros días sino de mostrar que se basan en un desfase entre los niveles donde se puede captar los efectos y las respuestas que generan. Por ello, es necesario que estemos mucho más atentos a los fenómenos de discontinuidad, pues son un elemento nuevo y crítico frente a las evidencias cada vez más simplificadoras sobre las que se construye la realidad del mundo personal e histórico, un bálsamo frente a visiones tradicionales de entender el duelo.

No soy pesimista, quizá peco de optimista, eso me han dicho en más de una ocasión algunos de los padres en duelo. Me acuerdo ahora de Ariadna al decirlo. Aunque, quizá, soy más un activista de la vida, que la narro y construyo junto-a las palabras de los padres, que no siento nostalgia de los años pasados ni por la juventud, pues creo que el futuro que nos espera tiene más posibilidades que el tiempo que ha transcurrido. De hecho, si miro mi historia, probablemente me siento más orgulloso del sufrimiento vivido valientemente que de la realidad del trabajo realizado y del amor amado. Creo que he aprendido mucho más de ello. La vida nos viene, pero no de fuera, sino de dentro.

La verdad, es que aunque el amor es la meta última y más alta a que podemos aspirar, comenzamos a comprender dicho significado, como el mayor de los secretos guardados cuando accedemos a la poesía, al pensamiento y a los distintos credos humanos que nos lo intentan comunicar a través de esa máxima de que "la salvación de hombres y mujeres está en el amor y a través del amor". Y probablemente, ha sido con esa actitud vital con la que he podido acercarme a padres y madres, o quizá ha sido recíproco, y así he podido comprender cómo ellos, incluso desposeídos de todo, en un momento marcado por el dolor, la incertidumbre, la discontinuidad y el sinsentido, pueden reconocer la felicidad - aunque sea momentáneamente – y que cuando son capaces de contemplar el significado de continuidad en la vida y con su ser querido, en la amorosa contemplación de su imagen y recuerdo, entonces pueden entender que sus hijos, cual ángeles, tal como refiere Frankl "se pierden en la contemplación perpetua de la gloria infinita". La ficción de los otros cambia el sentido, tal como refiere Marc Augé (2019: 46): "a partir del momento en que tomamos conciencia de que todos vivimos ficciones. Creo que, si consigo deshacerme de la "unilateralidad del punto de vista", el hecho de que los demás vivan en la ficción –digamos, para eliminar la ambigüedad, en lo "narrativo"-ontribuirá más bien a que ellos se acerquen a mí y yo a ellos, porque yo también vivo en la ficción y en la narrativo. En el fondo, mi idea es que, a través de las preguntas que me plantean y el cambio de marco que me imponen, los otros me ayudan a tomar conciencia de la dimensión narrativa de toda existencia, tanto la mía como la suya, y que esta toma de consciencia me prohíbe definitivamente asignarles un tiempo ("mítico" o "mágico") esencialmente distinto al mío.

La herida de la vida es dulce en ocasiones, y al intensificarla potenciamos su sabor, sintiendo que vivimos en la calidez y que en la claridad de sentido todo es más fácil. En ocasiones, acompañamos a personas con heridas infinitas con una necesidad de consuelo insaciable y en otras ocasiones a personas con una necesidad de consuelo que cubrimos con cuidados y un acompañamiento que busca encontrar respuesta a la herida. Porque la herida es humana, muy humana y busca resolver el encuentro, un encuentro que se prolongará toda la vida y que nunca dejará de vibrar en nosotros, mientras nos sentimos viviendo en un tapiz de relaciones y "somos felices con poco", mientras vivimos en una realidad en la que ese poco es mucho. Y demasiado, nada.

BIBLIOGRAFÍA

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Recibido: Julio de 2021; Aprobado: Julio de 2021

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